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Transcript
SITUACIÓN ECONÓMICA MÁS RECIENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS
Características más sobresalientes de la reciente expansión de la
economía norteamericana
- La economía norteamericana avanza hacia su sexto año consecutivo de
recuperación económica, hasta el tercer trimestre de este año se han
registrado 64 meses consecutivos de crecimiento económico (ver gráfico 1).
Todavía muy por debajo del récord de 120 meses consecutivos de la
administración Clinton e incluso de la larga reanimación del período de Reagan
durante los años ochenta.
Gráfico 1. Evolución trimestral del PIB de Estados Unidos (en %)
Fuente: U.S. Bureau Economic Analysis (BEA), 2007
Sin embargo, se aprecian dos tendencias claramente definidas (ver gráfico 2):
Entre el 2001 y el 2004, una tendencia progresivamente creciente que lleva el
dinamismo del PIB desde 0,8% en el 2001 hasta 3,6% en el 2004 (en el 2002
fue 1,6% y en el 2003 fue 2,5%). Ahora, a partir del 2004, comienzan a
manifestarse síntomas de cansancio en la recuperación y en el 2005 el
crecimiento económico cae a 3,1% y ya en el 2006 siquiera alcanza el 3%.
1
Ello coincide con la agudización del proceso de desaceleración que, desde
hace cuatro años, experimenta la productividad del trabajo cuyo dinamismo
descendió hasta 1,57% en el 2006, el peor registro en una década (ver gráfico
2).
Gráfico 2: ACTIVIDAD ECONÓMICA (Tasas de crecimiento anual)
Fuente:
La inversión residencial y el consumo desmedido de los estadounidenses han
sido las fuerzas fundamentales de la recuperación (ver gráfico 3). La
participación del consumo privado en el PIB del país se elevó hasta 71% y su
aporte al dinamismo económico, entre el 2003 y el 2006, fue, incluso, algo
superior (72%).
En contraste, las inversiones no residenciales, sobre todo en bienes y equipos,
han tenido un comportamiento muy inestable y apenas se han recuperado de la
caída del 2001-2002, incluso prácticamente no han cesado de retroceder desde
el primer trimestre del 2006.
En este contexto, la tasa de desempleo ha tendido a bajar desde el nivel de
más de 6% alcanzado en el 2003 y se estabilizó en torno al 4,5% a partir del
2006. Sin embargo, los niveles de desempleo y capacidad productiva ociosa,
aun habiéndose reducido ampliamente durante la fase expansiva (gráfico 4), no
han llegado a los mínimos del ciclo anterior. Así, la utilización de la capacidad
productiva, tras alcanzar valores superiores al 84.5% hace una década, no ha
superado el 82.5% en la presente expansión. En el mismo sentido, la tasa de
desempleo ha tocado su mínimo del ciclo en el 4.4%, algo alejado del 4.0% de
media en la primera mitad del año 2000.
2
Gráfico 3: Participación sectorial en el PIB de Estados Unidos (en %)
Fuente:
En los últimos meses del presente año, el desempleo ha comenzado a subir y
en octubre pasado, último dato disponible se elevó hasta 4,7%. Más de 8
millones de norteamericanos continúan desocupados (sin tener en cuenta los
desempleados dentro de 12 millones de indocumentados), pero no todos tienen
derecho a recibir susidios. Entre los jóvenes (15,1%), los negros (8,5%) y los
hispanos (4,8%), la tasa de desempleo registra los niveles más altos. Existen 6
millones de estadounidenses con empleos precarios y no menos de 45 millones
trabajan a tiempo parcial, en empleos de duración determinada y sin seguros
sociales.
A pesar de ello, el fantasma de la inflación se ha mantenido bajo control
(gráfico 5). El índice de precios al consumidor creció 3,3% en el 2004; 3,4% en
el 2005 y 2,5% en el 2006. Incluso la inflación ha registrado elevaciones sólo
moderadas, pese a los factores que han presionado al alza sobre la misma. La
Fed mostraba también su convencimiento de que, aun con los existentes
riesgos al alza, la inflación permanece, y lo haría en un futuro, contenida. Pero
no está garantizada una reducción de la tasa de inflación, pues los mercados
laborales relativamente ajustados implican que las compañías podrían trasladar
los mayores costos a los consumidores.
3
Gráfico 4: Utilización de la capacidad productiva en el sector industrial
(%) y tasa de desempleo (%, escala derecha). Medias trimestrales
Gráfico 5: Comportamiento de la inflación (en %)
4
Las ganancias de las corporaciones han crecido de manera importante,
superando con creces los ritmos de crecimiento económico. Las ganancias
venían creciendo 20% al año, hasta finales de 2006, pero distintos analistas
venían señalando su retraimiento. Algunos por ejemplo afirmaban que "tal
crecimiento de las ganancias podría no ser sostenible, especialmente si los
costos laborales siguen aumentando a causa de las concesiones en convenios
salariales o una desaceleración en el crecimiento de la productividad "
Gráfico 6
Ganancias corporativas
Más de 5 años de recuperación constituye una oportunidad adecuada para
hacer una retrospectiva histórica y comparar esta recuperación con el promedio
de las cinco recuperaciones anteriores ocurridas desde la Segunda Guerra
Mundial. Ello arrojaría luz sobre la efectividad de las políticas aplicadas por la
actual Administración.
Como se aprecia claramente en el gráfico 7, la presente expansión económica
ha sido más débil que la media de las vividas en el medio siglo anterior en
variables como: crecimiento económico, empleo, consumo, inversión, riqueza
neta y salarios.
5
Gráfico 7
Comparación con el promedio de
las recuperaciones anteriores
Por el contrario, el incremento de las ganancias corporativas en el actual ciclo
recuperativo, ha superado en más de dos veces el paso de las ganancias en el
pasado.
En resumen, la presente reanimación ha sido muy débil a juzgar por todos los
elementos apuntados, excepto las ganancias de las corporaciones. Ello se
corrobora cuando se analiza el comportamiento de la participación de Estados
Unidos en el PIB mundial y se compara con otras naciones, que están entre los
llamados países emergentes.
Toda esta realidad se explica, en parte, por la política económica aplicada por
el gobierno de Bush para salir de la recesión, la cual tuvo tres frentes
fundamentales:
. Política fiscal expansiva consistente, básicamente, en una aumento de los
gastos militares y una reducción de impuestos diseñada para beneficiar a los
estadounidenses más ricos. (Claro de aquí solo la primera parte) porque la
segunda no tiene nada que ver con sacar a la economía de la recesión. Con
ello también se acentuaba la política imperialista de recolonización en los
países dominados: su muestra más dramática es la invasión a Irak. Por
supuesto, hay que señalar que aquí había superavit fiscal. Que permitía todo
eso.
6
Gráfico 8: Participación de algunos países en el PIB mundial
Participación en el PIB mundial
Programas de recortes fiscales de magnitud excepcional (especialmente en
2001 y 2003), que pretendidamente debían compensarse con el incremento de
la recaudación que se produciría gracias al estímulo a la actividad de tales
recortes fiscales (es decir, el regreso de la “Curva de Laffer”).
El sesgo de esos recortes fue de tal calibre que, mientras los perceptores de
rentas superiores al millón de dólares anual ahorraron en 2006 gracias a los
mismos 118000$ (7.5% de su renta), los ciudadanos en el 20% central de la
distribución de la renta ahorraron 740$ (el 2.3% de sus ingresos), y los situados
en el 20% de menor renta ahorraron una media de 20$!
. El descenso de los salarios y en general, un empeoramiento de las
condiciones de vida de la clase trabajadora estadounidense.
. La reducción de las tasas de interés hasta llevarla a mínimos históricos de
1%. Para muchos autores, esta fue la medida clave de política económica, que
explica el más reciente ciclo de crecimiento económico que involucró a todo el
mundo capitalista sin excepción. Por ello, voy a detenerme un tanto aquí.
Lo que sucede es que el crédito barato incentivado por esta política de tasas de
interés bajas de la FED en tiempos de Alan Greenspan, no tuvo como
consecuencia el endeudamiento para inversión en EE.UU. "Funcionó, pero de
un modo fundamentalmente distinto a como funciona normalmente la política
monetaria. Por lo general, las tasas bajas hacen que las empresas pidan más
préstamos para invertir, y el aumento del endeudamiento trae aparejados más
activos productivos". Lejos de esto, el crédito sirvió para alimentar una vorágine
de endeudamiento para la especulación, que multiplicó la masa de capital
7
líquido que circula en busca de ganancias rápidas, por la falta de oportunidades
para obtener ganancias en la producción de bienes y provisión de servicios.
¿Por que no se dieron estas oportunidades? Lo que sucede, es que, gracias a
la política de dinero barato de Greenspan, cuyo objetivo fue contener la crisis
luego del estallido de la burbuja de las empresas de alta tecnología
especialmente las punto com) se evitó que hubiera una quiebra importante de
empresas. Estuvieron los escándalos de ENRON y WorldCom, y
desaparecieron un montón de empresas tecnológicas, especialmente las punto
com, que nunca iban a ser rentables. Pero la sobreinversión, que llegaba a
muchas otras ramas de la economía, no fue resuelta mediante quiebras
importantes y una liquidación más masiva de capital constante.
¿Y que importancia tiene para las posibilidades de realizar inversiones
rentables, el hecho de que se haya mantenido la situación de sobreinversión?
Si hay sobreinversión, lo que sucede es hay superabundancia de capital
constante, es decir de medios de producción (y también materias primas e
insumos). Y esto tiende a bajar la tasa de general de ganancias. En la sociedad
capitalista, el capital constante debe combinarse con el capital variable, el
trabajo vivo de los obreros, para generar plusvalía. La plusvalía, como dijimos,
sólo surge del valor generado por los obreros. Es la diferencia entre lo que el
capitalista desembolsa como salarios, y el mayor valor generado por los
obreros durante la jornada.
En términos generales, podemos decir que las crisis capitalistas resuelven esta
situación de sobreinversión, llevando a la quiebra a una multitud de empresas
capitalistas, y haciendo que desaparezcan grandes masas de valor invertido en
maquinarias e instalaciones, y que otras tantas se desvaloricen enormemente,
Sin embargo, esta situación estructural de sobreinversión en que se
encontraban las principales economías mundiales, especialmente -pero no
sólo- la norteamericana, cuando comenzó la recesión de comienzos del
milenio, no fue resuelta de este modo, como ya señalamos. Hubo una política
de salvataje para que sólo quebraran las empresas más comprometidas. Por
eso, no hubo nuevas oportunidades de obtener grandes ganancias, justamente,
porque en la mayoría de las áreas -particularmente telecomunicaciones por
ejemplo- no había habido saneamiento. El costo de esta política, ha sido poner
un techo a las posibilidades que tiene la burguesía para valorizar su capital
mediante un proceso que implique la extracción de plusvalía. Eso explica que
la inversión haya sido tan baja en los últimos años, especialmente en EE.UU.,
Japón y Alemania. "La baja de las tasas de interés no estimuló mucho la
inversión". La única excepción ha sido China, que por los bajos costos de la
fuerza de trabajo y los beneficios otorgados por la burocracia en materia
impositiva, sigue siendo un imán para la inversión capitalista. Esto lo ha
reconocido el propio Fondo Monetario Internacional, que en su pronóstico anual
para 2007 planteaba "Es interesante señalar que el aumento reciente de la
inversión está concentrada casi enteramente en China, donde las
trasformaciones económicas han generado amplias oportunidades."
8
Bases de la expansión
Pero en este marco, ¿cómo explicar el último ciclo de crecimiento que involucró
a todo el mundo capitalista sin excepción? Por un lado, frente a la falta de
alternativas, la masa de dinero que buscaba oportunidades de valorización, se
volcó especialmente a la especulación inmobiliaria. Así, alimentó una burbuja
que hizo subir por las nubes los precios de las propiedades (en EE.UU. y en
todo el mundo) y recién comenzó a desinflarse a fines del año pasado.
Volviendo a Stiglitz: "La economía creció, pero principalmente debido a que las
familias estadounidenses se decidieron a endeudarse más para refinanciar sus
hipotecas y gastar parte del excedente. Y, mientras los precios de las viviendas
subieron como efecto de las menores tasas de interés, los estadounidenses
pudieron no darse por enterados del creciente endeudamiento". Pero incluso
señala que "ni siquiera eso estimuló lo suficiente a la economía. Para que más
gente pidiera préstamos, se ablandaron las condiciones de los créditos, lo que
promovió el crecimiento de las hipotecas basura, las llamadas ’subprime’".
En virtud de esa política de dinero barato, y despojados de todo tipo de
regulación y control, los “tiburones” del sector bancario y financiero ávidos de
obtener grandes beneficios y con la expectativa de vender el riesgo de impago
a un tercero, generaron un diluvio de créditos para el sector inmobiliario
(sustentado por una emisión masiva de dinero por parte de la Reserva Federal,
el Banco Central de Estados Unidos). Cada año subían los precios de las
viviendas y se inflaban hasta un 20% anual en los mejores lugares. Así, se
puso en marcha una especulación descomunal: entre el 2001 y el 2006, la
nueva burbuja creada en el sector inmobiliario llegó a alcanzar más de 3
millones de millones de dólares de pura espuma financiera, sin algún contacto
con la economía real productora de bienes y servicios tangibles.
Se concedieron préstamos hipotecarios de todos los “colores”, incluso hasta
para personas con bajo poder adquisitivo y/o con un historial de crédito
problemático y/o que no aportaban toda la documentación necesaria (prueba
sobre sus fuentes de ingreso, por ejemplo). Estas llamadas hipotecas basura1
(o “subprime”), al tener un mayor riesgo de impago, implican un tipo de interés
más elevado en comparación con los préstamos normales (2% o 3% más). La
Este mercado se desarrolló a partir de mediados de los años noventas en Estados Unidos para atender a
una parte de la población que tenía calificaciones crediticias bajas y que, para acceder a una vivienda en
propiedad, u obtener un crédito con la garantía de una vivienda, necesitaban o bien destinar una parte
importante de sus ingresos al pago del servicio de la deuda hipotecaria (algo más de un 55%), o bien
hipotecarse por una cantidad elevada del valor de la vivienda que adquiría (superior al 85%).
1
Hasta finales del decenio de los noventas, la mayoría de los préstamos los garantizaba una institución
pública denominada la Asociación Federal de Vivienda que aplicaba criterios estrictos para asegurarse
que los parámetros de riesgo no fueran excesivos. Ante lo limitado de su financiación, irrumpieron
agencias estatales como Fannie Mae y Freddie Mac que compraban hipotecas de este segmento con
riesgos acotados y homogéneos. Este esquema, que fue el corazón del mercado de hipotecas de alto riesgo
hasta el 2003, permitió que familias con bajos ingresos pudieran disponer de viviendas en propiedad, al
tiempo que construían una historia que les permitía mejorar su calificación crediticia si cumplían con los
pagos en el tiempo. Entre 1995 y el 2003, el porcentaje de familias que poseen vivienda en propiedad
subió de 64% a casi el 68%, y esto ocurrió especialmente entre colectivos de menores ingresos. A partir
del 2003, llegaron los cambios y los bancos de inversión, las agencias calificadoras de riesgo y otros
actores más, atentos a la jugada, se metieron en el mercado hipotecario.
9
venta de estas hipotecas de alto riesgo llegó a su nivel record en el 2005,
cuando su volumen superó los 500 mil millones de dólares, casi un 10% del
mercado hipotecario estadounidense.
Como se contaba con la constante y continua elevación de los precios de las
casas – prácticamente única garantía de los préstamos– y, en consecuencia la
posibilidad de poder volver a refinanciarlas, ¡Qué importaba la capacidad de
pago de las familias, o el importe de la hipoteca respecto al valor de la vivienda,
o la comprobación de los ingresos de los clientes!. Y la supervisión de ese
mercado, alejado del negocio bancario tradicional, se durmió; en un entorno
donde, además, muchas de estas entidades no eran supervisadas por
instituciones federales, sino estatales, sin criterios homogéneos.
En la práctica, la economía norteamericana entera pasó a depender, directa e
indirectamente, del negocio lucrativo en el sector inmobiliario. El auge de ese
sector se convirtió, de hecho, en la locomotora del consumo y el crecimiento
económico de Estados Unidos durante el 2001-2006.
El alza creciente y sin fundamento de los precios de las casas parecía hacer
realidad el milagro de “multiplicar los panes y los peces”, en la medida en que
posibilitó casi la mitad del gasto en consumo de los norteamericanos. Se
estima que, aproximadamente, el 80% del incremento del empleo y casi las dos
terceras partes del incremento del PIB de Estados Unidos, en los últimos seis
años, se originó, directa o indirectamente, del sector inmobiliario.
Bancos, sociedades financieras, promotores inmobiliarios y constructoras,
compañías automovilísticas, alcanzaban beneficios astronómicos, a costa de
una transferencia masiva de los salarios de los trabajadores, cada vez más
entrampadas. Era el esplendor del parasitismo. Los “hedge funds” (“sociedades
de gestión de riesgo”) “hacían su agosto”. Estas sociedades, con domicilio en
paraísos fiscales y en su mayoría creadas por los grandes bancos, se
dedicaban a comprar los préstamos hipotecarios para volverlos a vender por
grandes márgenes por todo el mundo. Eran los llamados “derivados
financieros”. Todos querían participar en la fiesta.
Más aún, los bancos europeos y asiáticos, directamente o por medio de sus
“hedge funds”, compraban para luego volver a vender otra vez con ganancia.
Las agencias de calificación (“rating”) bendecían las operaciones, mientras los
bancos centrales y las autoridades financieras callaban complacidos. Una
monumental burbuja financiera se alzaba sobre la ya enorme burbuja
hipotecaria. La economía mundial depende de un descomunal “juego de
casino” en torno a las casas: el crédito barato ha impulsado auges de la
vivienda en casi todo el mundo.
En la actualidad, la deuda hipotecaria de Estados Unidos alcanza unos 10
millones de millones de dólares, casi igual al PIB del país y el 80% del total de
la deuda de los consumidores norteamericanos (12 millones de millones de
dólares). De esos 10 millones de millones, el 13% corresponde a las hipotecas
basura, que hacen además un 9% del PIB del país.
10
La otra pata, es el gran desarrollo de distintos instrumentos financieros, que
involucraron los créditos hipotecarios, pero también incluyeron la especulación
con los precios de hidrocarburos y las commodities agrarias. Sobre esta base,
se produjo un amplio desarrollo de mercados de derivados. Pero también se
desarrollaron las estrategias de valorización de las acciones empresarias, a
través de las fusiones y adquisiciones. Aprovechando el dinero barato, grandes
empresas recurrían al crédito para la adquisición de otras firmas importantes.
De esta forma, esperaban que el resultado, en términos de cotización
accionaria, de la empresa fusionada, fuera mayor a la suma del valor
accionario de las dos empresas por separado. Así, empresas que no tenían
necesariamente gran rentabilidad, lograban incrementar el valor de sus
acciones, y por ende beneficiar a sus accionistas.
De esta forma, el capital financiero, que como tal, no participa de la generación
de plusvalía, puede sin embargo permitir la realización de ganancias, que son
una promesa de plusvalía futura, en potencia. Este mecanismo llevado hasta
límites insospechables previamente, permitió el crecimiento exponencial del
capital ficticio, y permitió que la mayoría de las grandes corporaciones pudieran
presentar buenos resultados de ganancias.
Fue la combinación entre la burbuja inmobiliaria y estos mecanismos
financieros (que generaban un "efecto riqueza" que incentivaba un consumo de
la clase media norteamericana más allá de sus posibilidades actuales), la base
para el boom de consumo y el febril desarrollo de la construcción. Entre el 2002
y el 2006, se estima que la riqueza neta de las familias norteamericanas, que
ha sustentado el aumento del consumo ante una evolución no satisfactoria de
la renta, se incrementó en casi 45% (17,2 millones de millones de dólares)2; en
comparación con el incremento record anterior de 11 millones de millones de
dólares durante 1997-1999, justamente, en la antesala del colapso de la
burbuja del sector de alta tecnología (OCEI, 2007).
Por otra parte, las grandes corporaciones, encontraron en China un paraíso de
mano de obra barata, y en el cual el capital tenía todo un territorio virgen por
colonizar. La inversión productiva se ha concentrado en esa región del planeta
en magnitudes nunca vistas anteriormente, y con posibilidades de rentabilidad
que no ofrecía ninguna otra en estos últimos años
De esta forma se pudo mantener un ciclo "virtuoso" a nivel mundial, donde
EE.UU. era el gran consumidor de las exportaciones del resto del mundo,
alimentando su déficit comercial, junto con su déficit fiscal.
Pero como ya señalamos, esto no puede durar indefinidamente. Este capital
ficticio acrecentado, debe en algún momento acreditar que su mayor valor,
acrecentado por la vía de la especulación, es una parte de la plusvalía extraída
por el capital productivo. En los momentos de inquietud, los inversores
bursátiles, que normalmente aceptan como buenas las afirmaciones más
disparatadas sobre posibles rendimientos de títulos, exigen pruebas más
fehacientes. Y como todo el capital, el financiero no puede reclamar más que
La riqueza neta de las familias norteamericanas pasó de 38,8 millones de millones de dólares en el 2002
a 55,6 millones de millones de dólares en el 2006 (de 3,7 veces el PIB a 4,1 veces el PIB) (OCEI, 2007).
2
11
una porción del valor generado diariamente por los obreros en sus jornadas.
Una porción proporcional a su monto, dependiente de la tasa general de
ganancias. La "exuberancia irracional", como dijo alguna vez Greenspan,
muestra entonces su carácter efímero, bajo la forma de abruptas caídas
bursátiles y "corralitos" -como el que instrumentó el BNB Paribas, reconociendo
que tres de sus fondos de inversión, no tienen ni remotamente el valor que
afirmaban. Ahí, es cuando la superabundancia de liquidez se transforma en
iliquidez. En algún momento, las turbulencias financieras de los últimos días
iban a tener lugar, para sacudirse masas de valor acrecentado que sólo
existían en las pizarras de las cotizaciones bursátiles.
Cambio de las condiciones de la economía de Estados Unidos
Pero el escenario cambió, progresivamente, a partir del 2004, cuando la
amenaza de la inflación obligó a la Reserva Federal a dar el giro hacia una
política monetaria restrictiva y elevar la tasa de interés en 17 ocasiones
consecutivas hasta llevarla de 1% a 5,25% en el 2006 (ver gráfico 9). Se abrió
la puerta de la morosidad y durante el último trimestre del año pasado, los
atrasos en los pagos de hipotecas en Estados Unidos aumentaron a su nivel
más alto en tres años y medio mientras los embargos se elevaron a niveles
históricos, debido a la incapacidad de las personas con problemas de crédito
para mantener al corriente los pagos de sus casas.
Gráfico 9: Comportamiento de las tasas de interés
Después de 10 años de alzas continuadas y espectaculares (excepto la breve
pausa del 2000-2002), los precios de las casas comenzaron un descenso
sostenido desde el 2005 y cayeron estrepitosamente en agosto del 2007 (Ver
gráfico 10). La burbuja inmobiliaria había explotado, se había acabado la fiesta.
Las familias norteamericanas endeudadas comenzaron a poner a la venta unas
casas que ya no podían pagar: se estiman en más de cinco millones las
12
viviendas en esta situación, las ventas de casas retrocedieron y la construcción
entró en un profundo letargo. Uno de los ciclos hipotecarios más prolongados
de la postguerra (1995-2005), ha devenido, hoy, el peor desplome del sector en
los últimos 30 años. Por primera vez, desde la Gran Depresión de los años
treinta, los precios de las casas han caído durante dos años consecutivos. Y
todo parece indicar que los precios caerán al menos 15% en los próximos dos
años.
Gráfico 10
Empleo en el sector de la construcción: variación trimestral neta (personas; escala
derecha).
Precios: variación interanual, según el índice OFHEO para el conjunto del país (%)
Vivienda iniciada y vendida: variación interanual, media móvil 12 meses (%)
Y en agosto de este año, finalmente la burbuja explotó y se acabo la fiesta. Los
precios de las casas cayeron sensiblemente. Esta es la crisis inmobiliaria más
severa de los últimos 30 años: por primera vez, desde la Gran Depresión, los
precios de las casas han estado cayendo durante dos años consecutivos. Y
todo parece indicar que los precios caerán mucho más en los próximos dos
años, al menos 15%.
Como consecuencia, (los créditos se han congelado) muchas instituciones
crediticias que financiaron durante años el boom inmobiliario se han visto
afectadas: decenas de empresas de créditos hipotecarios, suman más de 70
agencias, han cerrado y muchas otras han suspendido totalmente los
préstamos, lo cual ha comenzado ha afectar a otros sectores del país, incluso
de la economía real. Se han perdido más de 35 mil empleos y la industria
financiera estadounidense ha anunciado el recorte de más de 87 mil empleos
este año, un 75% más que en todo el 2006. Más de 2 millones de
estadounidenses pobres han perdido sus viviendas o están bajo amenaza de
perderla ante la imposibilidad de pagar las deudas. Muchos Fondos de
cobertura de riesgo, diseñados supuestamente para proteger han quebrado
13
Han entrado en bancarrota 114 firmas de hipotecas, 17 fondos especulativos
que cargaban con las obligaciones de deudas de esas firmas hipotecarias –
suspendieron sus negociaciones y diez han sido volatilizados.
Se considera que la contracción del crédito por los problemas que enfrentan las
hipotecas subprime en Estados Unidos ha generado una crisis de confianza en
el sistema financiero internacional. La crisis de confianza actual viene de que
los inversionistas, pero sobre todo las autoridades regulatorias y los bancos, no
saben con exactitud ni la dimensión de las pérdidas en los mercados de
créditos, ni quienes son los principales implicados en los riesgos. Es como
caminar en un campo minado, sin saber donde están las minas, por donde
quiera aparece un fantasma.
Hasta la fecha, se han afectado por falta de liquidez más de una decena de
fondos de Inversión, que en su conjunto han comprometido recursos por unos
34 mil millones de dólares. Se esperan pérdidas a nivel mundial entre 50 mil
millones de dólares y 200 mil millones de dólares, suponiendo un deterioro del
10%-20% del mercado subprime.
Medidas aplicadas recientemente
- La rebaja, en dos ocasiones de la tasa de interés, que desde hacia cuatro
años se había congelado en 5,25%. En septiembre la Reserva Federal recortó
la tasa de interés hasta 4,75%, una movida que sorprendió a muchos analistas.
En su pasada reunión de octubre, como es ampliamente conocido, la Reserva Federal
decidió rebajar su tipo de
referencia por segunda vez consecutiva, y la llevó a 4,50%. Sin embargo, tal decisión,
al contrario que la anterior, no fue unánime: el gobernador de la Reserva Federal de
Kansas City, Thomas M. Hoenig, votó en contra, ofreciendo argumentos a favor de
mantener el tipo de interés en el entonces vigente 4.75%. Se espera que estos
descensos faciliten el acceso al crédito para los consumidores, las empresas y
los inversionistas y disminuya el riesgo de recesión.
- Los Bancos Centrales de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Canadá,
Suiza y Australia, en conjunto inyectaron más de 300 mil millones de dólares a
sus sistemas financieros, a fin de darles liquidez, tranquilizar a los mercados y
evitar una fuga masiva de inversiones.
Los objetivos esenciales de sus intervenciones han sido: primero, reducir la
incertidumbre, la desconfianza y la volatilidad en los mercados monetarios. Una
vez logrado lo anterior, de acuerdo con nuestras reflexiones previas, frenar
cualquier atisbo de restricción crediticia generalizada a consumidores y
empresas. Con ello, la economía real quedaría libre de verse arrastrada por la
crisis financiera.
Con relación a la primera medida hay que decir que al reducir la tasa de
interés, mucho antes de lo que el Banco Central de Estados Unidos realmente
quería, se ha revivido otro temor: el fantasma de la inflación, en la medida en
que se mantienen elevados los precios del petróleo y de las materias primas, y
14
la inyección de más dinero en la economía, facilitaría un alza en los precios del
consumidor.
También, estas reducciones de la tasa de interés, conducen a una mayor
debilidad del dólar. Un dólar más débil aumenta los precios de las compras
externas de Estados Unidos, de productos tales como el petróleo. Por lo tanto,
a menos que Estados Unidos reduzca sus importaciones, un dólar más débil
tenderá a agravar la inflación. También, se afecta el papel del dólar como
principal moneda de reserva y con ello la hegemonía de Estados Unidos. En
los últimos días de este mes de septiembre, el dólar ha sufrido una caída
estrepitosa frente al euro, una caída solo comparable con la experimentada en
1976 cuado igualó su valor al dólar canadiense.
La Reserva Federal se mueve en una especie de cuerda floja, intentando
mantener el equilibrio. Puede que haya bajado mucho o con demasiada
antelación la tasa de interés y despierte el fantasma de la inflación. O puede
que haya bajado demasiado tarde las tasas, por que subestimó el riesgo de
explosión de la burbuja inmobiliaria.
La segunda medida: ¿Qué efectos puede tener la inyección de liquidez hecha
por los bancos centrales frente a la crisis?
En efecto, medidas de relajación monetaria que permitan a quienes han
especulado (y ganado) con el precio de determinados activos salir indemnes
del inevitable estallido de la burbuja, pueden dar pie a nuevos procesos, aún
más desmedidos, de especulación en un futuro no muy lejano. Dicho de otra
forma: ahora estamos viendo las consecuencias (por segunda vez) del
“Greenspan´s put” y podemos estar incubando un “Bernanke´s put”13 de
repercusiones análogas.
El riesgo moral que se asume al rescatar a entidades que han actuado de
forma opaca e irresponsable es de gran magnitud. Es más, los gobernadores
de los tres grandes Bancos Centrales occidentales (Bernanke, Trichet y King),
han subrayado que en ningún caso sería admisible. El problema es que parece
dudoso que sus actos hayan respaldado sus palabras, particularmente en
Estados Unidos.
Desde luego, hay analistas que consideran que, al contrario que en la época
Greenspan, las entidades 13 ¿Y un “Trichet´s put”? afectadas por la crisis son muchas
más, que no todas tienen una responsabilidad nítida en la generación del problema
(quizás su conocimiento de los nuevos productos y sus implicaciones no era siquiera
suficiente en muchos casos) y que, de cualquier manera, la mayor parte ya ha sufrido
serias pérdidas en el proceso.
En resumen, los potenciales daños futuros del cambio de orientación de la política
monetaria, en opinión de quien suscribe, exceden los beneficios a corto plazo de
haber adoptado ese cambio. Y no olvidemos que, si algo debe caracterizar la política
monetaria, es ser “forward looking”.
Para poner las cosas en perspectiva, hay que señalar que las ocasiones
anteriores en que habían tenido que recurrir a medidas similares fueron en
15
contextos de alarma mundial. La última vez que la Reserva federal de Estados
Unidos tuvo que lanzar mensajes tranquilizantes a los mercados fue tras los
atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, y anteriormente solo lo
había hecho en octubre de 1987 – después del llamado lunes negro, cuando la
bolsa de Wall Street sufrió la peor caída de su historia, así como en 1929, al
inicio de la Gran Depresión estadounidense. La gravedad y relevancia histórica
de los tres sucesos mencionados hace suponer que la reciente reacción de las
autoridades financieras mundiales podría ser uno de los primeros síntomas de
una crisis global.
Pero, ¿se trata de una crisis de liquidez o de solvencia?. Si es lo primero, el
problema es de una mala coordinación entre pagos y cobros, y eso se resuelve
con cierta facilidad, fue lo que pasó en el 1987 cuando casi colapso el mayor
Fondo de Cobertura de riesgo de Estados Unidos pero la economía estaba
creciendo y estaba en la fase alta de la burbuja del sector de alta tecnología.
En cambio, el problema de insolvencia es más complicado porque detrás de él
asoma su cabeza el feo monstruo de las bancarrotas. Sus implicaciones
económicas pueden ser devastadoras. Desafortunadamente, el diagnóstico se
acerca más a una situación de insolvencia.
Es un problema de insolvencia porque tu tienes ahora millones de
norteamericanos cerca de la insolvencia y con moratoria de sus pagos,
decenas de agencias hipotecarias en bancarrota, decenas de compañías
constructoras bajo tensión, muchas instituciones financieras en Estados Unidos
y en el extranjero están de regreso de la fiesta, y la elevación de la amplitud del
crédito pudiera conducir a las bancarrotas corporativas. Muchos bancos
norteamericanos, se encuentran nadando en un mar de préstamos de mala
calidad, irrecuperables.
Más aún, si el problema fuera sólo de liquidez, esas medidas podrían tener
cierta lógica. Pero desgraciadamente el diagnóstico se acerca más a un cuadro
de insolvencia que de liquidez. En este contexto, la inyección de liquidez puede
provocar un incendio mayor.
De todos modos, aumenta el riesgo moral, pues es un premio a los
especuladores (aquí hay más plata para que puedan seguir haciendo sus
fechorías). Al final, lo único que se logar es posponer el ajuste. Bajo estas
condiciones el aterrizaje no será suave y las repercusiones serán muy graves.
El consumidor norteamericano es prisionero de muchas fuerzas en contra del
consumo: la caída del valor de las casas lleva a una disminución de la riqueza,
contracción o congelamiento de los créditos, una elevación del servicio de la
deuda, altos precios de la gasolina, el comienzo de una fuerte debilidad en el
mercado laboral.
PROBLEMAS FUNDAMENTALES
- La tasa de ahorro personal, en el 2006, fue de -1%, la menor desde hace 74
años, los estadounidenses no solo gastaron todo el dinero que ganaron sino
que recurrieron a sus ahorros o aumentaron sus deudas para financiar sus
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adquisiciones (EFECOM, 2007). La tasa de ahorro personal ha sido negativa
todo el año, solamente en cuatro ocasiones: el 2005 y 2006 y en 1932 y 1933.
Es decir, la situación actual solo es comparable con la de la Gran Depresión de
los años 30, cuando el 25% de la fuerza de trabajo carecía de empleos y el
público recurrió a sus ahorros para satisfacer sus necesidades vitales de techo
y abrigo (EFECOM, 2007).
- Por otra parte, han resurgido con inusitada fuerza los llamados déficit
gemelos: el déficit fiscal y el déficit comercial externo han batido todos los
record históricos bajo la actual administración republicana.
El déficit presupuestario se ha disparado con la actual administración
republicana, que heredó de Clinton un superavit en las cuentas del gobierno, y
ya acumula un récord de más de 1,5 millones de millones de dólares en los
últimos cinco años, incluido el déficit de 248 mil millones de dólares del 2006
(CBO, 2007).
El desbalance comercial, que en el año 2000 era de 378 mil millones de
dólares, en el 2005 llegó a 716 mil millones de dólares y en el 2006 se impuso
la nueva marca de 765,3 mil millones de dólares (BEA, 2007). Las compañías
estadounidenses tienden a comprar cada vez mucho más bienes y servicios de
los que pueden vender en el exterior.
Otro hecho preocupante es que, en el 2006, por primera vez en noventa años,
el saldo de los beneficios de las empresas norteamericanas en el exterior
contra los beneficios de las empresas extranjeras en Estados Unidos, resultó
negativo. En consecuencia, el déficit en cuenta corriente se ubicó en 856,6 mil
millones de dólares en el 2006 y se acercó al 7% del PIB de Estados Unidos
(BEA, 2007). En estos casos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) considera
la economía gravemente enferma y receta la aplicación de un programa de
ajuste neoliberal.
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Así pues, la economía de Estados Unidos ha continuado dependiendo de los
capitales externos que, actuando como una gran aspiradora, necesita absorber
diariamente para sostener su funcionamiento deficitario, consumista,
importador y de creciente endeudamiento. Sin el ingreso diario de entre 2000 y
3000 millones de dólares, los consumidores no podrían continuar su carrera
consumista, las empresas no podrían mantener sus inversiones y el gobierno
no podría balancear los déficits (BEA, 2007).
Muy asociado con todo lo anterior está el proceso de endeudamiento creciente
y generalizado de la sociedad norteamericana. La deuda del Gobierno Federal
se eleva a 8,7 millones de millones de dólares, casi cuatro veces el
presupuesto federal del 20063. La deuda del sector privado asciende a 37,7
millones de millones de dólares (las deudas hipotecarias, las del sector no
financiero y las del sector financiero) (Hodges, 2007).
En suma, la deuda total de Estados Unidos (pública, empresarial y personal) ha
crecido hasta 48,4 millones de millones de dólares (161 287 dólares percápita o
645 148 dólares por cada familia de 4 integrantes), más de tres veces el PIB de
Estados Unidos (Hodges, 2007). La inclusión en el computo de varias
contingencias legales (de la Seguridad Social, del Medicare), no previstas en el
presupuesto y estimadas en casi 50 millones de millones de dólares, elevaría
las obligaciones totales de Estados Unidos hasta 98 millones de millones de
dólares (327 425 dólares por persona o 1 millón 300 mil dólares por persona)
(Hodges, 2007). Este total, supera en más de 4,5 veces al ingreso nacional
El gobierno de Estados Unidos estuvo técnicamente en quiebra (default técnico), desde mediados de
febrero hasta marzo del 2006, debido a que se rebasó el límite de la deuda autorizada por el Congreso. Se
tuvo que cancelar la emisión de una serie de bonos del Tesoro hasta que el Congreso aprobó la elevación
del techo de la deuda pública en 800 mil millones de dólares (10% del entonces techo de la deuda de 8,2
millones de millones de dólares, el cual ya había sido elevado dos veces durante los tres años anteriores).
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neto, una relación record, indicativa de que la economía depende de la deuda
más que nunca. Cada año que pasa, se necesita más deuda para producir un
dólar de ingreso nacional, es una especie de “productividad negativa” (Hodges,
2007).
En definitiva, como reconocen muchos prestigiosos especialistas, de las más
diversas tendencias, el flujo de fondos externos que sostiene a la
superpotencia no puede mantener de manera indefinida su ritmo actual, mucho
menos puede acelerarse, incluso antes de declinar podría sufrir algunas
fluctuaciones que harían crujir a un sistema económico sumamente frágil.
También resulta harto llamativa (e igualmente preocupante en términos de
inflación, aunque en este caso estimula el crecimiento estadounidense vía
exportaciones) la acelerada depreciación del dólar (gráfico 8). Ciertamente,
hay factores de sobra para explicar la debilidad de la divisa de Estados Unidos
en los últimos tiempos.
Algunos, como los déficit “trillizos” (exterior, público y de ahorro), no parecían
haber causado el efecto esperado en años previos. A lo largo de 2007 se han
sumado otros: las dudas sobre el crecimiento económico, la extensión de la
idea de que los avances de la productividad de la pasada década no van a
repetirse en el futuro próximo o las expectativas de rebajas de tipos por parte
de la Fed.
Desde luego, la depreciación ha sido mucho más marcada respecto a las
divisas europeas (en especial, el euro) que respecto a la de las asiáticas
(singularmente, el yuan) o las de otros emergentes, cuyas intervenciones en los
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mercados cambiarios han limitado la amplitud del movimiento. No es de
extrañar que el tono de las recriminaciones, las más recientes entre
representantes de la zona euro y del gobierno chino, vaya elevándose.
Conclusión
Sintetizando, en la economía estadounidense de finales de 2007 coexisten
riesgos de desaceleración pronunciada con factores que presionan al alza
sobre precios. Para ambos aspectos, sin embargo, existen también ciertos
elementos compensatorios. En nuestra opinión, los riesgos están más
equilibrados de lo que muchos analistas (preocupados casi en exclusiva por el
crecimiento) señalan, y de lo que la Fed parece creer, más allá de sus
comunicados oficiales.
Sin duda, el desplome de la confianza de los consumidores puede decantar la
balanza en contra del crecimiento y a favor de una menor inflación. Pero una
política monetaria de creciente laxitud, que tanto desean los mercados
principios (Conviene recordar de vez en cuando que lo bueno para ciertos
segmentos de los mercados financieros no necesariamente lo es para la
economía real, como se ha constatado con la crisis de las subprime), no
implica una recuperación de esa confianza (¿no podría incluso jugar en sentido
contrario?), amenazaría el anclaje de las expectativas de inflación y, con el
regreso de los excesos de liquidez, pondría el germen de nuevas “burbujas”,
cuyos costes no es necesario ya explicar.
Sería pues de agradecer una cuidadosa gestión de recortes adicionales de
tipos de interés por parte de la Reserva Federal. Volver a bajarlos a de
diciembre no respondería a esa tendencia.
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