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LOS MECENAS
El renovado interés que tuvieron por el arte en el siglo XIV hizo que las familias de nobles y
los burgueses comerciantes quisieran tener a su disposición a los mejores artistas para su gloria y
disfrute. Así, pintores, poetas, músicos, escultores y arquitectos eran contratados por aquellos
mecenas para que no tuvieran que preocuparse por sobrevivir, pudiéndose dedicar a su arte con
mayor calma y dedicación. Los artistas a cambio satisfacían los deseos de su protector construyendo
una casa de campo, realizando un retablo, un retrato de la familia, escribiendo un panegírico o
interpretando música para su deleite o para acompañar actos religiosos.
En el ámbito musical era muy apreciados los cantantes, sobretodo los franco-flamencos, y
los mecenas los buscaban por toda Europa colocando agentes (o a través de embajadores) en
determinadas ciudades o enviando músicos para reclutarlos. Como muestra, estos fragmentos de
una carta de Fernando I de Nápoles al famoso teórico de la época Johannes Tinctoris:
“Necesitando en nuestra capilla... varios cantantes de determinada clase... y no pudiendo
encontrarlos aquí, queremos que cruce las montañas hasta Francia y cualquier otra región, país o
lugar donde crea que pueda encontrarlos... En usted confío los esfuerzos y la preocupación de
encontrar a algún buen cantante...y, cuando lo haya encontrado... tráigalo con usted a nuestro
servicio y al de nuestra capilla”.
Para retenerlos se les ofrecía un salario-base más otros ingresos adicionales y
gratificaciones: “con estos cantantes está gastando enormes cantidades. A uno le ha dado el
equivalente a 4.000 ducados en una casa, tierra, dinero, ropa, etc. y lo ha nombrado capellán suyo
personal”. (Fragmento de una carta al duque de Mantua, 1473)
A los cantantes se les unían instrumentistas y compositores formando una capilla musical
que interpretaba tanto música religiosa como profana. Ésta actuaba para un círculo relativamente
cerrado de personas, entre las que se encontraban el soberano, su familia, su séquito y sus
distinguidos visitantes. Estas capillas eran un símbolo de esplendor y poder.
En algunas ciudades, como Amberes, donde se juntaban comerciantes de toda Europa, el
mecenazgo era compartido por el poder civil, religioso y las aportaciones de particulares. Estos
últimos se organizaban a través de gremios de comerciantes.