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Fundador
Morir en la brecha:
Lo fue también Spínola.
En las duras jornadas de aquel agosto sevillano, Marcelo
Spínola está ya enfermo. Y enfermo hubo de viajar a Madrid
donde insisten en su asistencia a la boda de la Infanta Mª
Teresa. Lo habían acusado de carlista; su ausencia podía ser
mal interpretada. “El Arzobispo de Sevilla, Señora, no es
hombre de partido” había escrito antes Spínola a la Reina.
- De una Congregación
religiosa: Esclavas del Divino
Corazón.
Encarnan
las
Esclavas la espiritualidad de
Spínola,
aquel
amor
apasionado al Corazón de
Cristo,
centro
de
su
existencia y explicación de
su fecunda y santa vida. Y
realizan su tarea de Iglesia en un campo que Spínola
valoró en su dimensión apostólica y social, la educación
de la juventud.
De Madrid volvió el 14 de enero de 1906. Viene muy
enfermo, pero continúa viaje a Chipiona, donde le esperan
para predicar. Deshecho, regresa a Sevilla; sabe de un
moribundo que desea confesar con él y no escatima subir a
un tercer piso para ello.
- De la Obra de la Palabra de Dios, responsabilizando a
los seglares de vivir y comunicar la Palabra y del fomento
de la predicación.
Tres días en cama. Se reservó siempre tan poco tiempo para
él, que ni para morir quiso hacerlo.
- Fundador también de un periódico “El Correo de
Andalucía” persuadido de la influencia de la prensa en la
sociedad.
Don Marcelo predice su muerte. Y el viernes 19 de enero, a
mediodía, hablando palabras edificantes, orando y
bendiciendo, entregó su alma a Dios.
Había escrito “El amor no puede estar ocioso porque el
amor es como un volcán abierto”
Morir en la brecha: no cabía otra cosa en D. Marcelo. Y así
tuvo que ser.
El arzobispo mendigo
El hecho conmovió al mundo. La sequía en 1905 asoló
Andalucía. El hambre y la desesperación llegaron a límites
peligrosos. Nadie encuentra remedio. Marcelo Spínola, a quien
no queda ya nada que dar, toma una decisión: pedirá limosna. Y
en el sofocante agosto sevillano
durante varios días, recorre
calles y plazas, hogares y
establecimientos, pidiendo una
limosna para los hambrientos.
Responden los sevillanos y
responde el mundo entero:
París, Viena, Bruselas, Nueva
York… De Madrid quieren
condecorarlo.
D. Marcelo rechaza: “No
he hecho otra cosa que cumplir
con mi deber”.
Novena
Padre, lleno de bondad, que en Marcelo
Spínola, Obispo, has dado a tu Iglesia un pastor
admirable por su humildad y celo apostólico,
concédenos que imitándole, aprendamos a
encontrar en el Corazón de Cristo, tu Hijo, un
amor tan ardiente que nos impuse a entregarnos
constantemente a tu servicio. Te pedimos por su
intercesión… Así sea.
Esclavas del Divino Corazón
Jesús de la Veracruz, 14 – A
41002 Sevilla
Tormes, 8
28002 Madrid
Marcelo Spínola y Maestre
OBISPO DE CORIA, OBISPO DE MÁLAGA
CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA
FUNDADOR DE LAS ESCLAVAS DEL D.C.
La vida de D. Marcelo respondió a un
proyecto que desde joven plasmó en esta
frase:
“¿Quién
que ame a
Jesucristo
verá con
indiferencia
que se le ame o
se le
desconozca?”
Estudiante
Inteligencia clara, voluntad y tesón, Marcelo
emprende las rutas del
saber en las que llegará
muy lejos. A los 13 años
obtiene con sobresaliente
el diploma de Bachiller en
Filosofía. Su historial
académico
en
las
facultades de Derecho de
Granada,
Valencia
y
Sevilla, donde le llevan los
avatares familiares, repite
continuamente esta misma
calificación.
Escribió de él a
su muerte la prensa
francesa: “Spínola era, no
solamente un hombre
santo, sino también un
sabio cuyas cualidades de corazón igualaban su modestia y
caridad”
Abogado
Obispo
Con 21 años abre su bufete en Huelva. Y tiene una
clientela no muy usual para el despacho de un
abogado marqués. La gente humilde – mineros,
pescadores, obreros de todo tipo – ven defendidos
sus intereses por un abogado que les ofrece su
amistad, resuelve sus problemas y no cobra sus
servicios. Es como un precursor de los abogados
laboralistas.
“Los obispos, sí hemos de cumplir bien el encargo
que se nos ha
encomendado, es
menester que seamos
como esas fuentes
públicas donde todo
el mundo tiene
derecho a beber”.
Son palabras de
Spínola.
Durantes los años de su ejercicio en la abogacía,
gana todos los pleitos. Tiene ante sí un porvenir
brillante. Pero Marcelo, en su comunión de cada día,
se pregunta ante Dios ¿es este su camino?
Sacerdote
No quedó en abogado. Dios
quiere otra cosa de él. Por
humildad ha titubeado: se
considera indigno del
sacerdocio;
pero
se
entrega confiando en el
Corazón de Cristo. Una
vocación
tardía,
se
llamaba entonces.
Su
sacerdocio
fue fecundo desde el
principio:
“Santo
y
venerable sacerdote, modelo
de prelados santos” le llamará
con el tiempo Sor Ángela de la Cruz.
Padre de los pobres, amante de los enfermos,
director de almas que dedica horas al confesionario,
apóstol incansable, predicador lleno de unción.
De gran finura de espíritu, es la suya una
entrega envuelta en mansedumbre y caridad.
Marcelo, hombre de Dios, había escrito: “Al
sacerdote no se le piden sacrificios, sino que ha de
vivir sacrificado”.
Tres diócesis
se beneficiaron de esta
agua generosa y en las
tres permanece vivo el
recuerdo de su celo
pastoral y la fama de
santidad de que gozó
en vida:
Coria
Desde marzo de 1885 a agosto de 1886. A los tres
meses de su llegada, emprende la visita a las Hurdes. La
pobreza y atraso de la comarca es atroz. Por muchas
zonas no existen ni caminos vecinales. Spínola las
recorrerá montado en una mula, en jornadas de duro
caminar. La gente expresa su amor en coplillas populares,
que aún están en la memoria del pueblo: “Tienes los ojos
de cielo y tus obras son de santo, por eso – obispo
Marcelo – la gente te quiere tanto”.
Málaga
Septiembre 1886 – enero 1896. Se enamoró de ella:
“Málaga fue mi Tabor”. Y Málaga se enamoró del Obispo
santo. Se volcó con todos: el clero, los religiosos, el
seminario, los obreros, los pobres. Y todos se volcaron con
él.
Su actividad no tiene límites. Su austeridad
asombra. Su entrega es total. Recibe, escucha,
comprende, aliente. Un magistrado comenta: “Sólo
un milagro puede conservarle la vida trabajando
como él trabaja, día y noche, sin acordarse de que
tiene cuerpo”. En Málaga, cuando aún no se ha
publicado la Rerum Novarum, escribe numerosas
pastorales de contenido social, que serían hoy de
plena actualidad.
Sevilla
1896 – 1906. Estaba vivo el testimonio de D.
Marcelo, Párroco, Canónigo, Arcipreste, Obispo
Auxiliar, cuando vuelve de Arzobispo a la
Archidiócesis. Sevilla lo recibió con Júbilo. Marcelo
responde a la bienvenida: “Yo no sé hacer grandes
cosas pero sé sacrificarme por mis hijos”.
Su amor a los sacerdotes es entrañable; ante
alguno, de dudosa conducta, llegó a ponerse de
rodillas llevado de su caridad, pidiendo la
rectificación de su vida. Y produjo notorias
conversiones.
Piadoso,
austero,
apostólico,
entregado a su
diócesis,
agotó su salud
en el trabajo.
Pobre hasta lo
sumo, murió lleno
de deudas. Algún
acreedor,
emocionado,
echó los recibos
en su féretro.
El seminario, la prensa, los pobres…