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LAS ESCLAVAS,
UNA ESPIRITUALIDAD EN LA IGLESIA.
El beato Marcelo Spínola fue un hombre de Dios, un
hombre de profunda y sólida espiritualidad. Celia Méndez,
mujer de gran temperamento, clara inteligencia y firme
voluntad, la asimiló y le dio expresión propia. Ambos la
transmitieron a la Congregación y a todos los que de alguna
manera se ponen en contacto con ella.
El centro de la espiritualidad de las
esclavas es el AMOR PERSONAL
de CRISTO, su CORAZÓN.
Marcelo Spínola tuvo un amor apasionante a Jesucristo.
Sintió el alcance y la profundidad de su amor. Experimentó la
ternura y la misericordia de su Corazón, gozó de su intimidad.
Esto fue lo que vivió y esto fue lo que nos transmitió como
carisma, como don a la Congregación.
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Este amor de Cristo fue el Centro de su vida personal, el
sentido primordial de su existencia, la comprensión de Cristo que
tomó relieve él, el mensaje que se siente impulsado a llevar a todos
los hombres. Marcelo Spínola hizo de su vida una existencia
totalmente CRISTOCÉNTRICA, radicada en JESUCRISTO, de
cuyo amor se siente embargado, enamorado; que es su vida, su
ilusión, su fuerza, su luz, su consuelo, su amigo, su compañía.
El conocimiento de este amor es para la
Esclava una llamada a su glorificación.
Glorificamos al Corazón de Cristo en la medida
que nos santificamos y lo damos a conocer a
los hombres.
Es el amor de Cristo el que nos urge a una constante
relación interpersonal con Él, que supone diálogo, identificación y
entrega mutua. La VIDA DE ORACIÓN es una de las dimensiones
más profundas de nuestra espiritualidad y la que sustenta todo el
dinamismo apostólico de la Congregación. La oración personal es,
pues, esencial a nuestra vida y acción apostólica.
La dimensión contemplativa –
oracional es esencial al carisma
de las esclavas.
El amor de Jesucristo que el beato Marcelo siente en lo
profundo de su corazón, no le deja tranquilo sino que le urge, le
apremia, le aguija para darlo a conocer. Para él, el CELO
APOSTÓLICO es el resultado del amor, que todos los hombres
lleguen a la posesión de las riquezas del Corazón del Cristo.
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La dimensión apostólica es, también esencial
en la vocación de las esclavas; su misión es
anunciar el amor personal de Cristo.
Junto al hombre carismático, Marcelo Spínola fue un
hombre de su época, un santo no desarraigado, al contrario, un
hombre preocupado por las necesidades de su momento histórico,
sobretodo, por la ignorancia y abandono de la niñez y juventud,
que le hizo decir: “En este siglo más grande que el hambre es la
plaga de la ignorancia”.
Marcelo Spínola también intuyó el papel tan importante que
la mujer jugaba en la familia e iba a jugar en la sociedad y para el
cual no estaba preparada.
Desde estas dos coordenadas, fidelidad al amor de Cristo y
fidelidad al hombre de su tiempo, es desde donde funda la
Congregación.
La intención al fundar la Congregación fue crear en la
Iglesia una comunidad de personas consagradas al Corazón de
Cristo que respondieran a su amor personal y lo dieran a conocer a
los hombres por el servicio apostólico de la educación, cuyo
objetivo fundamental sigue siendo: engendrar en el corazón del
niño y del joven este amor de Cristo: formar su corazón, ilustrarlo
con toda clase de saberes.
Cuando nuestro Padre piensa en la
Esclava educadora, la imagina como una
mujer llena de Dios que no vive para sí sino
consagrada a sus hermanos y totalmente
olvidada de sí..
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Este amor de Cristo, que le enamora y le urge tiene para
Marcelo Spínola su máxima expresión en la EUCARISTÍA. La
Eucaristía es amor que no ha querido separarse de nosotros, es
amor que ha deseado comunicarnos sus bienes, es amor
dándose entero.
Y así ha de vivir la Esclava, como Cristo en la
Eucaristía, en una relación y dependencia del Padre, en una
actitud de silencio y humildad, actitud de donación y entrega,
dando la vida y dando vida. Pero Jesús en la Eucaristía, además
de todo esto, tiene otra función que es la de “iluminar a los que
están envueltos en las sombras de la ignorancia enseñándoles la
ciencia de Dios”, que hará por el testimonio y por la palabra
encendida de la caridad.
La Esclava ha de vivir como Cristo en la
Eucaristía, amor que se entrega, presencia
silenciosa que conforta, palabra iluminadora
que transforma.
Dentro de nuestra espiritualidad hay un componente
que tiene densidad propia, es LA ESCLAVITUD.
Cuando nuestro Padre describe por qué se le puso a la
Congregación el nombre de Esclavas del Divino Corazón, dice
que fue con el fin de rendir homenaje al Sagrado Corazón de
Jesús por medio de la absoluta y total entrega de sus hijos,
entrega tan completa como la de una esclava a su Señor.
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Nuestra esclavitud es la entrega absoluta y libre al
Corazón de Cristo, en actitud de humildad,
desprendimiento, celo, obediencia y disponibilidad
a la voluntad de Dios.
Por nuestra esclavitud vivimos personal y comunitaria
mente las actitudes de MARÍA, la mujer que vivió en plenitud el
amor de Cristo desde una postura interior: humildad y sencillez, el
gozo, al amor a la voluntad de Dios y la entrega de todos en un
servicio generoso.
María, primera Esclava del Señor es pues,
figura de nuestra vida y realización de
nuestra Esclavitud.
La espiritualidad de la Congregación configura todo un
ESTILO DE VIDA que afecta a la persona entera, tanto en el ser
como en el hacer. Las Esclavas son profundamente contemplativas
al mismo tiempo que profundamente apostólicas.
Es inconcebible una Esclava que no esté llena de humildad,
de bondad y de mansedumbre al estilo del Corazón de Cristo; y
mucho menos una Esclava que no esté día y noche entregada a los
trabajos del celo vivificados por la oración. Amor, mucho amor es
lo que la Esclava ha intentado vivir en su relación con Jesucristo y
lo que ha intentado dar y contagiar a todos los que se relacionan
con ella.
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Y siempre abiertas y disponibles al querer del Señor, con
una actitud de sencillez y humildad como la de María, la
Inmaculada, cuyo misterio quiso Marcelo Spínola que lo diéramos
a conocer.
Los rasgos y valores de nuestro estilo de
vida son:

contemplación en la acción como fruto
de una intensa vida de oración

obediencia y disponibilidad plena a la
voluntad de Dios

humildad y sencillez

celos apostólico
Los 32 años que pasó Celia Méndez bajo la dirección
espiritual del beato Marcelo Spínola imprimieron en ella los
mismos rasgos de espiritualidad que en él constituyeron el centro
de su vida: amor a Jesucristo en el misterio de su Corazón, sentido
eucarístico y una profunda actitud contemplativa que le hacía tratar
con Jesucristo en la oración de una forma cercana, amorosa, filial,
“de corazón a corazón”, como ella decía.
Pero su rasgo más característico y personal fue la
disponibilidad y el amor apasionado a la voluntad de Dios, eje de
todo su vivir, que le llevó a adoptar para sí y para la Congregación
el lema de María, ante el querer de Dios: “he aquí la Esclava del
Señor, Fiat”.
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Pautas para un diálogo abierto y espontáneo
1. ¿Qué nos dice y qué nos sugiere hoy nuestra
espiritualidad? ¿A qué nos compromete en el diario
vivir?
2. ¿Qué resonancias tiene en ti la palabra “Esclavitud”?
y el que las esclavas son “profundamente
contemplativas y profundamente apostólicas”? ¿Qué
significa María dentro de nuestra espiritualidad?
3. Señala uno o dos rasgos con los que te más te
identificas ¿Por qué?
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