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Solemnidad de San Pedro y San Pablo Apóstoles Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos (Mt 16,13-19) ANTÍFONA DE ENTRADA Estos son los que, mientras estuvieron en la tierra con su sangre, plantaron la Iglesia: bebieron el cáliz del Señor y lograron ser amigos de Dios. Se dice el Gloria. ORACION COLECTA Dios nuestro, que nos llenas de santa alegría con la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, haz que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de estos apóstoles, de quienes recibió el primer anuncio de la fe. PRIMERA LECTURA (Hch 12, 1-11) Ahora sí estoy seguro de que el Señor envió a su ángel, para librarme de las manos de Herodes. Lectura de los Hechos de los Apóstoles Por aquel tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan. Al ver que esto les gustaba a los judíos, llegó también a prender a Pedro. Eran los días de los Ázimos. Le apresó, pues, le encarceló y le confió a cuatro escuadras de cuatro soldados para que le custodiasen, con la intención de presentarle delante del pueblo después de la Pascua. Así pues, Pedro estaba custodiado en la cárcel, mientras la Iglesia oraba insistentemente por él a Dios. Cuando ya Herodes le iba a presentar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas; también había ante la puerta unos centinelas custodiando la cárcel. De pronto se presentó el Ángel del Señor y la celda se llenó de luz. Le dio el ángel a Pedro en el costado, le despertó y le dijo: «Levántate aprisa.» Y cayeron las cadenas de sus manos. Le dijo el ángel: «Cíñete y cálzate las sandalias.» Así lo hizo. Añadió: «Ponte el manto y sígueme.» Y salió siguiéndole. No acababa de darse cuenta de que era verdad cuanto hacía el ángel, sino que se figuraba ver una visión. Pasaron la primera y segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. Esta se les abrió por sí misma. Salieron y anduvieron hasta el final de una calle. Y de pronto el ángel le dejó. Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos.» SALMO RESPONSORIAL (Sal 33) R/. El Señor me libró de todos mis temores. Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo. R/. Proclamemos la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores. R/. Confía en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. R/. Junto a aquellos que temen al Señor el ángel del Señor acampa y los protege. Haz la prueba y verás que bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en Él. R/. SEGUNDA LECTURA (2 Timoteo 4, 6-8) Ahora solo espero la corona merecida. Lectura de la segunda carta de san Pablo a Timoteo Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación. Pero el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me salvará guardándome para su Reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO (Mt 16,18) R/. Aleluya, aleluya Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella. R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO (Mateo 16, 13 – 19) Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Lectura del Santo Evangelio según san Mateo En Aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Acepta, Señor, los dones que te presentamos y, por intercesión de san Pedro y san Pablo, concédenos celebrar este sacrificio íntimamente unidos a ti en la fe y en el amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Prefacio En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque la fiesta de tus santos Apóstoles nos llena de júbilo. Pedro es nuestro guía en la fe que profesamos; Pablo, expositor preclaro de tus misterios. Pedro consolidó la Iglesia primitiva con los israelitas que creyeron; Pablo fue preceptor y maestro de los paganos, que Dios quería llamar a su Iglesia. Así, después de haber congregado por caminos diversos a la familia de Cristo, esa misma familia los asocia ahora en su veneración con una sola corona. Por eso, con todos los Ángeles y santos, te alabamos, proclamando sin cesar: Santo, santo, santo… ANTÍFONA DE COMUNIÓN (16,16.18) Dijo Pedro a Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, haz, Señor, que la participación perseverante en el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, y la fidelidad a la doctrina de los apóstoles nos conserven unidos en tu amor. Lectio Pedro, elegido por Cristo como fundamento del edificio eclesial, encargado de las llaves del reino de los cielos (Mt 16,13-19), pastor del rebaño santo( Jn 21,15-17), confirmador de los hermanos (Lc 22,32), signo visible de la unidad y de la comunión en la fe y en la caridad. Pablo, nombrado en el colegio apostólico de Cristo mismo, en el camino de Damasco (Hch 9, 116),instrumento elegido para llevar su nombre a todos los pueblos (Hch 9,15), el misionero más grande de todos los tiempos, el abogado de los paganos, el apóstol de las gentes, que junto a Pedro hace resonar el mensaje evangélico en el mundo Mediterráneo. Entre ambos sellaron en Roma, con el martirio, su testimonio del Maestro. Pedro y Pablo son los dos apóstoles emblemáticos, entre aquellos que fueron llamados a dar a la Iglesia las primicias de la fe cristina. Nosotros creemos según el credo apostólico, recibiendo su testimonio y sus certezas que son siempre actuales en la Iglesia, y forman la tradición viva. Pedro como columna de la Iglesia representa la fidelidad y Pablo la misión y la evangelización. La vocación universal de la Iglesia madre, tiene en Pablo su expansión, pero en Pedro su unidad indudable. Ambos, testigos no sólo con la palabra sino con el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. Gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo. Estructura del Texto 13-14: Jesús quiere saber las opiniones del pueblo sobre su persona. 15-16: Jesús pregunta a los discípulos y Pedro confiesa: "¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios!" 17-20: Respuesta solemne de Jesús a Pedro (frase central de la fiesta de hoy). Contexto En las partes narrativas de su Evangelio, Mateo acostumbra seguir el orden del Evangelio de Marcos. Tal vez él cita otra fuente conocida por él y por Lucas. Pocas veces presenta informaciones propias que aparezcan sólo en su Evangelio, como en el caso del evangelio de hoy. Este texto, con el diálogo entre Jesús y Pedro, recibe diversas interpretaciones, incluso hasta opuestas, en las iglesias cristianas. En la iglesia católica constituye el fundamento del primado de Pedro. Sin disminuir a propósito la importancia de este texto, conviene situarlo en el contexto del Evangelio de Mateo, en el cual, en otros textos las mismas cualidades conferidas a Pedro son atribuidas casi todas también a otras personas. No son una exclusiva de Pedro. Para apropiar el texto ¿Dónde se desarrolla el texto? ¿Cuál fue la pregunta que les hizo Jesús a sus Disícpulos? ¿Cuál fue la contestación que le dieron? ¿Con quiénes lo confundían a Jesús? ¿Cuál es la nueva pregunta? ¿Quién fue el que contesta? ¿Porqué Pedro contestó así? ¿Quién le dio esa idea? ¿Qué le dice Jesús a Simón Pedro? ¿Qué poder le entregará? Para profundizar el texto La palabra piedra (del griego π?τρα, "piedra") se usa en el lenguaje común y también en cantería, arquitectura e ingeniería para hacer referencia a cualquier material de origen natural caracterizado por una elevada resistencia. Si hacemos memoria encontraremos muchos fragmentos de las escrituras en las que las piedras son elementos de referencia. «Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra» (Marcos 4,5). «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que construyó su casa sobre roca» (Mt 7, 24). «Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra» (Jn 8,111). «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan» (Lucas 4,3). No siempre esas referencias son constructivas, donde el término piedra o roca representa un lugar de seguridad, protección y refugio, si no que también encontramos momentos en los que provocan sufrimiento y dolor. En el evangelio de hoy, escuchamos de Jesús: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará». Aquí nos encontramos con una de las referencias más claras de fortaleza y seguridad con la que Jesús hacia partícipes a sus hermanos de la construcción del nuevo reino de Dios. Su mensaje era claro: Confía en el Padre y tendrás las claves para tener una vida coherente, respetuosa y entregada a tus hermanos y hermanas. Pedro, tal y como nos relata la primera lectura, volvió a confiar en el Padre al igual que todos los que en ese momento formaban la Iglesia y, como nos dice el salmo, se nos muestra un Padre-Madre receptivo, cercano, bueno. Deberíamos preguntarnos si nosotros, cristianos del siglo XXI, seguimos teniendo una confianza ciega en nuestro Padre-Madre y en la Iglesia que, representada en la imagen de Pedro, se formó y se consolidó. O ¿son demasiadas las referencias que últimamente provocan sufrimiento y dolor y no nos permiten ser confiados en lo que Jesús nos mostró? “No tiremos piedras sobre nuestro propio tejado” y seamos nosotros los que abanderemos ese movimiento de confianza, de escucha, de ayuda, de cercanía. Que sepamos hacer ver y sentir que nuestra forma de vida está asentada sobre una base solida, íntegra. No “tropecemos dos veces sobre la misma piedra” y volvamos la espalda a quien nos necesita, por miedos y temores. “Pongamos la primera piedra” en una forma de hacer comunidad diferente, reconociendo que la ética, la justicia y lo social es lo que hay que defender. En estos tiempos, no podemos dejar que los valores humanos sean obsoletos, que solo valga aquello que levanta a unos pocos sin importar quién queda debajo. No podemos proteger a quienes tiran la piedra y esconden la mano, porque estaríamos actuando de igual forma. Oramos con la Palabra Señor, tú sabías a quiénes elegías para estar al frente de los apóstoles. En Pedro tengo el ejemplo del bravucón que cae, se levanta, llora su pecado y promete amarte hasta la muerte. Y Pablo, que queriendo hacer el bien es el mal lo que le sale, me enseña a aspirar a que seas tú, no yo, quien viva en mí. Apéndice DEL CATECISMO DE LA IGLESIA “Tú eres el Cristo [Mesías]…” 436: Cristo viene de la traducción griega del término hebreo “Mesías” que quiere decir “ungido”. No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque Él cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Éste era el caso de los reyes, de los sacerdotes y, excepcionalmente, de los profetas. Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino. El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor a la vez como rey y sacerdote, pero también como profeta. Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey. «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» 551: Desde el comienzo de su vida pública Jesús eligió unos hombres en número de doce para estar con El y participar en su misión (ver Mc 3, 13-19); les hizo partícipes de su autoridad «y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar» (Lc 9, 2). Ellos permanecen para siempre asociados al Reino de Cristo porque por medio de ellos dirige su Iglesia… 552: En el colegio de los doce, Simón Pedro ocupa el primer lugar (ver Mc 3, 16; 9, 2; Lc 24, 34; 1 Co 15, 5). Jesús le confía una misión única. Gracias a una revelación del Padre, Pedro había confesado: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Entonces Nuestro Señor le declaró: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 18). Cristo, «Piedra viva» (1 Pe 2, 4), asegura a su Iglesia, edificada sobre Pedro, la victoria sobre los poderes de la muerte. Pedro, a causa de la fe confesada por él, será la roca inquebrantable de la Iglesia. Tendrá la misión de custodiar esta fe ante todo desfallecimiento y de confirmar en ella a sus hermanos (ver Lc22, 32). 553: Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: «A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, «el Buen Pastor» (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21, 15-17). El poder de «atar y desatar» significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (ver Mt 18, 18) y particularmente por el de Pedro, el único a quien El confió explícitamente las llaves del Reino. 880: Cristo, al instituir a los Doce, «formó una especie de Colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él» (LG 19). «Así como, por disposición del Señor, S. Pedro y los demás apóstoles forman un único colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los apóstoles» (LG 22; Ver CIC can. 330). 881: El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (ver Mt 16, 18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (ver Jn 21, 15-17). «Está claro que también el Colegio de los apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro» (LG 22). Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se continúa por los obispos bajo el primado del Papa.