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POLÍTICA GENERATIVA E INTERÉS LOCAL EN LAS ESTRATEGIAS
POPULARES DE COMUNICACIÓN.
João Carlos Canuto
EMBRAPA, Empresa Brasileña de Pesquisa Agropecuaria. Campinas. Brasil.
Resumen
La expansión neoliberal está provocando diversas formas de reacción popular, las
cuales se hacen sentir en sus variadas estrategias de producción y de comunicación. Son
generadas políticas locales, frecuentemente paralelas a las oficiales, producto de la
necesidad misma de supervivir con dignidad. Este trabajo explora esa dinámica de
movilización y acción popular en el ámbito de la construcción de nuevas formas
(ecológicas) de agricultura. La agricultura ecológica familiar es una forma de ecologismo
popular, en lo cual la supervivencia del hombre y de la naturaleza tienen una relación
íntima. Sin embargo, los medios de comunicación de masa siguen reproduciendo los
mensajes de optimismo tecnológico de la tecnoburocracia.
Introducción
Mientras se busca hoy ensanchar las posibilidades de acceso de las empresas
transnacionales a la “libertad de invertir”, en contra de todas las necesidades e intereses
locales, se quiere frenar la libertad de organización popular. Las nuevas reglas de
“convivencia” penalizan los espacios locales de organización y los valores a ellos
asociados, además de los recursos naturales y de las formas populares de su manejo y
gestión (sean tradicionales o innovadoras). Asimismo, generan un ambiente hostil a la
puesta en práctica de estrategias propias y diversificadas de comunicación, que son formas
fundamentales de lucha política de los pobres del campo. La comunicación alternativa
queda desautorizada, por fuerza del mismo funcionamiento de la economía, de las alianzas
políticas favorables a las grandes empresas, del aparato jurídico y policial, aparte de la
“franca legitimidad” de la comunicación de masas dominante.
El interés local de los pequeños agricultores y de sus familias enfrenta, así, barreras
de múltiples órdenes. Sin embargo, abstrayéndonos tanto cuanto posible de ese conjunto de
variables y enfocando el problema de la comunicación, los movimientos de los pobres del
campo tienen como necesidad esencial la construcción de formas, canales y estrategias de
comunicación adecuadas a su cultura y a sus condiciones de vida, pero también a sus
utopías. Las políticas generativas y el constructivismo social, o sea, las maneras de
provocar transiciones sociales progresivas y positivas en el interior de un colectivo,
penetran el ámbito de la comunicación y crean las condiciones para la experimentación,
validación y utilización de estrategias comunicativas. En ellas se pueden mezclar modos
tradicionales y modos modernos (o postmodernos) de comunicación. En algunos casos, las
características locales (cultura, conocimiento, tecnología, condiciones materiales o
ideológicas) indican la adecuación de estrategias tradicionales o interpersonales, mientras
en otros se puede echar mano de forma efectiva de algunas de las nuevas tecnologías de la
comunicación para la movilización popular.
La agricultura moderna es el producto de un gran esfuerzo para dominar la
naturaleza, para adecuar la naturaleza a los intereses de la producción. Desde el punto de
vista ideológico, se trataba, en sus inicios, de suplantar el atraso tecnológico y crear
condiciones para a abundancia de alimentos. Sin embargo, la presión para extraer la mayor
producción posible en un mínimo de tiempo, provocó importantes desórdenes ecológicas en
los sistemas agrícolas. Los tiempos de la naturaleza son diferentes de los tiempos de la
producción capitalista y los recursos naturales no tienen la oportunidad de recomponerse.
La comprensión de la sociedad sobre lo que significa, ecológicamente, la agricultura
moderna es casi nula. Los medios de comunicación utilizan argumentos bastante viejos
sobre la necesidad de la agricultura mecanizada, basada en uso intensivo de insumos y
hecha en grandes extensiones.
Agricultura ecológica y políticas locales generativas
Se podría decir, al menos de un modo provisional, que las agriculturas ecológicas
contienen algunos de los principales elementos de un movimiento de naturaleza
socioecológica: la base social popular, la existencia de una línea de protesta social y el
hecho de que los actores sociales involucrados están, de alguna forma, políticamente
organizados. La agricultura ecológica familiar contiene los elementos de lo que Martinez
Alier (1992:108-110) denomina ecologismo popular.
El ecologismo popular está en conflicto tanto con la racionalidad económica
dominante (Leff, 1995) como con la economía crematística (Martínez Alier, 1992). La
preocupación ecológica, aunque aparezca como “un discurso de todos”, muestra
perspectivas muy distintas entre los actores sociales. “Hay enormes diferencias en relación
a las perspectivas teóricas, a las visiones políticas, intereses sociales y prioridades prácticas
para una planificación socioecológica. Mientras algunos planificadores políticos subrayan
la “normatividad” social y buscan remedios tecnológicos a problemas nacionales y
globales, otros conciben las soluciones a la crisis ecológica a través de la planificación y de
decisiones más participativas, fortaleciendo las bases populares y las comunidades locales
para la autogestión de sus recursos naturales” (Leff, 1995:81). El ecologismo popular
asume esta segunda acepción, acorde con las demandas de una gran parte de la población
social y ecológicamente afectadas por la economía dominante, actuando en favor de una
racionalidad socioecológica.
En el ecologismo popular predomina la idea de autogestión sobre la de regulación
por el mercado. El movimiento agroecológico, entendido como expresión productiva y
social, participa de esa idea porque entiende que el desarrollo sustentable debe estar
encabezado por el principio de la equidad. La lucha de los agricultores pobres de Brasil es
hoy una lucha por la supervivencia y, por tanto, una lucha social. Sin embargo, esta lucha
social viene cada día más marcada por la necesidad de un manejo ecológico sustentable de
sus recursos. La dimensión ecológica está sólidamente vinculada a la social, o incluso
subordinada a ella. De cualquier manera, tanto una dimensión como la otra carecen de
potencial para, de modo individual, fomentar un desarrollo local y endógeno. Los
incrementos de la autonomía económica pasan por nuevas formas de organización política
y productiva. Según Martínez Alier, el ecologismo popular no está impulsado por valores
postmaterialistas. La reivindicaciones de los pequeños agricultores brasileños son bastante
materialistas .“Para los pobres, la cuestión es más bien de supervivencia que de calidad de
vida: livelihood, y no quality of life. Y de ahí surgen las protestas contra la pérdida del
acceso a los recursos naturales y servicios de la naturaleza que necesitan para vivir. Ese
ecologismo de los pobres nace de la contradicción entre la economía del valor de uso y de
la economía de la ganancia” (Martínez Alier, 1995).
Se puede así afirmar que la agroecología, entendida como una fusión del
conocimiento ecológico aplicado con la movilización política, se inserta en el concepto de
nuevo movimiento social. Rescata las luchas sociales tradicionales, aportándoles una
perspectiva hasta ahora no conocida. La agricultura moderna, que ha invadido
prácticamente todos los rincones de Brasil, aplica una racionalidad mercantil tan extendida
que cierra las posibilidades de establecimiento, manutención o expansión de otras “agriculturas”. Limita la existencia de sistemas tradicionales, indígenas, de agricultura familiar,
secularmente ecológicos. Ante esta presión se produce la reacción de los agricultores,
reacción que, en última instancia, busca garantizar su supervivencia. La elección sobre las
formas de producción, de manejo de los recursos y de organización sociocultural no es
libre. Está condicionada por el mercado y por sus leyes, de modo que dicha elección es un
espacio en construcción. En Brasil ese espacio está siendo fundado por las experiencias de
agricultura ecológica familiar que trabajan bajo la orientación de la escuela agroecológica.
“Las revoluciones técnicas en la agricultura, caracterizadas por el acortamiento del periodo
de barbecho y por rotaciones de cultivos distintos, pueden estudiarse como sistemas
diversos de aprovechamiento de energía solar, hasta llegar a la agricultura moderna, que
requiere un enorme suplemento de energía externa, distinta de la solar. Las luchas
campesinas contra la agricultura capitalista son pues, en cierto modo, luchas en defensa de
la agroecología” (Martínez Alier, 1992:108-109).
En los últimos años se han multiplicado las manifestaciones sociales que reivindican
una mayor atención hacia la cuestión ecológica. No se trata de las reivindicaciones iniciales
del ecologismo, centradas en la simple conservación de la naturaleza. Estas formas de
movimiento, como en el resto del mundo, tuvieron igualmente lugar en Brasil. Sin
embargo, tal como ocurre en los demás países del llamado Sur, en Brasil se está dando una
evolución muy distinta respecto a los planteamientos iniciales de los movimientos
originales. Esta evolución es, asimismo, distinta del ecologismo actual de los países
desarrollados, que muestra perspectivas asociadas a una sociedad en la que el consumo y la
ciudadanía están largamente extendidos. Estando aseguradas las condiciones materiales
básicas, aparecen con frecuencia en esas sociedades demandas fundadas en valores
postmaterialistas.
En Brasil, actualmente están floreciendo nuevas fuerzas organizativas (aparte de que
se están reestructurando los movimientos tradicionales), cuyo móvil es la movilización para
la ciudadanía. El concepto de ciudadanía abarca una gran amplitud de principios y
acciones, circunscrito a las condiciones reales, la pobreza y la exclusión social.
Las necesidades de los agricultores excluidos forman parte de un movimiento a
veces silencioso, pero “estructurante”. El ámbito de las necesidades humanas va
movilizando estructuras subyacentes, que se vuelven visibles a medida que se construyen
socialmente. Está claro que los agricultores pobres no siempre tienen condiciones de tomar
la delantera o de hacer políticamente visibles sus necesidades. Sin embargo, lo primero que
perciben es que nada puede ser hecho sin una organización política que apoye los intereses
comunes de dichos grupos de actores. En este sentido, se puede notar una efervescencia
política de los agricultores y de sus organizaciones, la cual sobrepasa la forma de acción de
los partidos políticos y de otras formas tradicionales de representación.
En prácticamente todas las regiones brasileñas el proceso de modernización se ha
caracterizado por la exclusión de grandes masas de agricultores. Muchos quedaron al
margen de la tecnología moderna y del mercado, o pudieron incorporar sólo parcialmente la
orientación modernizante. La falta de alternativas obstaculizó el desarrollo económico de
tales agricultores. “Es en ese sentido que, en muchas experiencias, el movimiento de la
agroecología se manifiesta como el ‘movimiento de los excluidos’ ”.
Si estudiamos el contexto de la movilización por la ciudadanía en el medio rural,
podemos observar que las luchas incluyen frecuentemente la adquisición de condiciones
adecuadas de producción. La reproducción de la familia pasa, por tanto, por el acceso a
condiciones económicas y ecológicas que les permitan superar una situación de exclusión
social y degradación de los recursos productivos. La agricultura regenerativa y de bajos
inputs es una salida para el círculo vicioso de la pobreza. Estancar la sangría de la
sobreexplotación de los recursos naturales supone manejarlos de modo ecológicamente más
sustentable. Los procesos ecológicos regenerativos pueden constituirse como el punto de
inflexión donde, aunque se parta de un mínimo (de calidad de los recursos, de biodiversidad
o complejidad), se logre frenar los procesos degradativos y se reactiven procesos y
capacidades latentes.
Las agriculturas ecológicas familiares constituyen una muestra de la existencia de
una variedad de experiencias prácticas locales, en las que existe una clara convergencia
socioecológica. Los actores son los agricultores pobres y su busca de autonomía y
autodeterminación pasa, en gran medida, por una dimensión ecológica o agroecológica. No
obstante, no siempre los movimientos tienen directamente un origen ecológico, sino que
ésta ha sido incorporada más recientemente.
Lo que hay de nuevo en gran parte de los movimientos sociales brasileños en los 90
es la reconstrucción de caminos innovadores, que en cada comunidad se dan de una forma
específica, pero que presentan rasgos comunes. Lo que define al movimiento agroecológico
es que el conjunto de especificidades locales conforma, bajo un paradigma o racionalidad
ecológica, una unidad política. Esta vía está siendo planteada y puesta en marcha hoy por
los agricultores pobres, sus organizaciones políticas de base y las ONGs que trabajan bajo
el paradigma agroecológico. Significa el reconocimiento de la oportunidad de incorporar
una dimensión ecológica, en el sentido de romper, en parte, las drásticas limitaciones
económico-ecológicas y de invertir la tendencia a la exclusión aún mayor, mediante el
gradual agotamiento de los recursos naturales.
La reapropiación de los recursos, regida por nuevas formas de regeneración y
producción, es una perspectiva que vincula directamente la cuestión social y la ecológica.
Buena parte de la herencia del movimiento ecologista se revaloriza y se transmite a las
prácticas actuales. La agricultura ecológica familiar está insertada en un movimiento
agroecológico que se define como locus político, de movilización y de ampliación de
conciencia, al mismo tiempo que propone alternativas de producción y de reproducción
social, orientadas por principios ecológicos. “La reapropiación de la naturaleza trae de
nuevo la cuestión casi olvidada de la lucha de clases, esta vez no sobre la apropiación de los
medios industrializados, sino de los medios y las condiciones naturales de producción.
Pero, a diferencia de la apropiación de los medios de producción, guiada por una
concepción unidimensional del desarrollo de los medios técnicos de producción y de las
fuerzas naturales desencadenadas y constreñidas por la tecnología, el ambientalismo
plantea la reapropiación de la naturaleza dentro de un nuevo concepto de producción que
orienta estrategias de uso de los recursos” (Leff, sin ref.).
Ecología y comunicación
En contra de todas las evidencias científicas sobre la destrucción del medio
ambiente y sobre las respuestas populares al problema, los medios de comunicación
dominantes ignoran el problema. Estos medios tratan la agricultura ecológica más bien
como una curiosidad periodística que un sistema que procura incorporar los principios
ecológicos a la producción a raíz de años de experimentación, hecha muchas veces por los
mismos agricultores. Cuando las experiencias muestran potencial mercantil, merecen de los
medios una cierta atención. Una vez más, se pasa por alto por la cuestión ecológica como
problema global e como problema social.
Como en el ejemplo de la agricultura ecológica, también en la discusión más
general sobre la sustentabilidad, hay una franca adhesión de los medios de comunicación de
la ideología del optimismo tecnológico. Ello se debe en parte a la falta, por parte de los
“comunicadores” de un parámetro a la vez ecológico e ético: la conservación de los
recursos para las generaciones futuras. Es verdad que los medios de masa aluden al tema
ambiental, pero no hay una mínima análisis clínica de los materiales desconectados
disponibles, ningún esfuerzo por distinguir la retórica de las acciones fundamentales para la
defensa do medio ambiente.
El aparato tecnoburocrático produce los discursos apaciguadores sobre la ecología y
el desarrollo sustentable y sus medios de comunicación los reproducen sin demasiados
reparos. Para a tecnoburocracia y para la comunicación tecnoburocrática los problemas
ambientales deben ser tratados a base de novas tecnologías que, envueltas en políticas
públicas, sanciones e incentivos económicos adecuados, remediaran todo el nuevo impacto
ecológico negativo.
El medio ambiente es consumido como todas las demás mercancías, dado que es
demasiado complejo y demorado para ser comprendido. El ciudadano no recibe casi
ninguna información lógica e compresible sobre los problemas ecológicos. Tal realidad es
profundamente desmovilizante. No se alcanza cerrar ningún círculo de conocimiento
completo que pueda servir de base para comprender y para diseñar propuestas nuevas de
gestión social del medio ambiente. El gran sistema de las comunicaciones tiene una
deliberada acción “deseducadora” con relación a los problemas ambientales, pautada en la
ignorancia y en la falta de interés en socializar informaciones con potencial de generación
de consciencia nueva.
El en contexto alienante sobre el medio ambiente vale preguntar si es posible pensar
estrategias alternativas de comunicación. La naturaleza, más que apelo periodístico,
necesita de una verdadera opción pedagógica. Esta necesidad está más próxima de los
movimientos sociales que de los medios de comunicación. Sin embargo, aunque los nuevos
movimientos sociales, dentro de los cuales se puede considerar los diversos ecologismos,
están igualmente sometidos a la inmovilidad política causada por la pérdida de las
referencias temporales y espaciales anteriores y la entrada en un mundo saturado de
informaciones desechables y de “distensión ética”. No obstante se puede esperar que estos
movimientos, en calidad de nuevos movimientos sociales, también incorporen la
comprensión del mundo postmodermo y de ella caquen provecho en el momento de
plantear propuestas. Las nuevas tecnologías de comunicación pueden ayudar en la
formación de redes de información, formación, reflexión y organización política sin
precedentes.
Un interesante particular con relación a la movilización ecológica popular es el
mismo potencial de la socialización de los impactos ecológicos para una estrategia de
comunicación alternativa. En otras palabras, los impactos ambientales, en gran medida, son
impactos sentidos conjuntamente por grupos de personas, comunidades, regiones o países.
Por otra parte, su restauración implicaría también un trabajo coordinado, conjunto e
armonioso, en lo cual los intereses particulares deben dar lugar a los comunitarios o
ecosistémicos. La movilización popular está, pues, ligada a las necesidades ambientales: la
comprensión de la complejidad ecológica lleva a la comprensión de la necesidad de la
solidaridad social.
Los campos teóricos de la ecología y de la comunicación, por más distantes que
puedan parecer, coinciden en una serie de valores relevantes. El intento teorizar ambas
temáticas debe partir de la inseparabilidad de los argumentos de legitimidad comunes a la
ecología y a la esfera de la comunicación.
El primer y más urgente paso para establecer una plataforma comunicacional que
lleve en cuenta la ecología es el de conocer más la misma ecología: hay que entender los
procesos básicos de la ecología, la relación entre diversidad/complejidad y sustentabilidad,
integrar la concepción sistémica a los análisis ambientales y no olvidar que el crecimiento
económico es un proceso entrópico por excelencia.
Así, desde el punto de vista teórico, las herramientas deben ser otras. Para
comprender la complejidad ecológica hace falta un instrumental multidisciplinar. La
comunicación de las ideas de sistema integrado, de complejidad y de entropía no é tarea
fácil, porque afronta el pensamiento lineal que hoy domina el escenario social.
Dentro de nuestro sistema económico y del estilo de vida actual, estrategias
productivas, estrategias de comunicación y teorías de la comunicación contienen principios
éticos muy próximos. En la agricultura, eso pude ser notado cuando buscamos las
relaciones entre el paradigma de la agricultura llamada moderna y el imaginario social
construido para ampararlo.
A idea de que el crecimiento económico es un proceso que pode reproducirse
indefinidamente fue contestada, tanto por los movimientos ecologistas como por el mismo
Club de Roma, desde varias décadas. La noción de límites del crecimiento colocaba en
cuestión toda la lógica de los modelos de crecimiento, muchas veces llamados de modelos
de desarrollo. Las bases ecológicas, o la base de los recursos naturales, es la referencia
básica de ese argumento. Los límites del crecimiento económico son abundantemente
referidos como límites naturales. A pesar de todas estas advertencias, sigue predominante la
visión del crecimiento indefinido. O casi indefinido: desde que se tome providencias
tecnológicas para prevenir o para reparar los impactos ecológicos negativos, no queda
problema sin solución. El optimismo tecnológico se basa en que, para cada recurso
degradado o extinto, nuevas soluciones tecnológicas serán encontradas para sustituirlo. No
se lleva en consideración la ley de la entropía y se intenta creer que la naturaleza puede ser
sustituida por completo por la tecnología y que nuevas formas de equilibrio deberán ser
siempre creadas artificialmente.
Nuestro imaginario social está francamente impregnado de este optimismo
tecnológico, generado por las fuerzas dominantes, pero también por las clases populares,
donde la fascinación de la tecnología supera cualquier uno de sus posibles aspectos críticos.
En Brasil, así como en muchos otros países subdesarrollados, se observa una
superposición de contextos: los deseos de modernidad están mezclados con una escena ya
postmoderna. Los déficits materiales de estas sociedades demandan crecimiento y
tecnología, mientras que la cultura postmoderna invade el imaginario popular. Valores
adquiridos bajo la reiteración de los mass media introducen el ciudadano común en un
mundo en lo cual las cosas están dadas, provocando una inmovilidad política sin
precedentes. Símbolos consagrados pasan a la trivialidad y la superficie de las cosas es
celebrada. La saturación de la información y la falta de capacidad de alejamiento crítico
tornan el hombre una pieza que puede ser manejada para cualquier causa. Los consensos
electorales fluctuantes son un ejemplo de esto. Así, todo el conjunto de las clases sociales
comulga de valores mediados por las nuevas tecnologías de la comunicación, fenómeno
que acelera y da solidez a una cultura política muy particular: la cultura política que
excluye socialmente e incluye culturalmente.
En medio a esta conjunción de elementos, la comprensión de la cuestión ambiental
queda perjudicada por los postulados aceptados como supuestos, que son las premisas de
los agentes económicos transnacionales y de los gobiernos que los apoyan localmente y
difundidos por los medios de comunicación de masa. De entre estas premisas está la de que
la única solución para el problema de la pobreza es el de logra más “desarrollo”. Todos los
límites ecológicos al crecimiento económico debe ser prontamente superado. El discurso
ecologista de los límites del crecimiento es trivializado y vaciado de su contenido y, en
parte, asimilado e recontextualizado (lo que no deja de ser otra forma de trivialización).
La versión política “alternativa” (las fuerzas políticas de izquierda) no es alternativa
desde el punto de vista ecológico, porque postula, como las fuerzas conservadoras, el
crecimiento como remedio para los males sociales. No hay espacio para la crítica, desde la
ecología política, de los planes y programas de desarrollo. Como frecuentemente la
ecología significa límites naturales, ella pasa a ser un escollo más a vencer, no un elemento
fundamental para la manutención de la vida futura.
Los discursos de los agentes económicos y políticos, sellado en la legitimidad que
disfrutan, se tornan dominantes. Sobre la cuestión ecológica, su visión es, cuando mucho
reformista, en que no se enfrenta las evidencias del proceso económico como proceso
entrópico. Ese discurso, tornado dominante por falta de una articulación alternativa que
torne viable los argumentos ecológicos como móviles políticos.
Los medios de comunicación tampoco son estructuras preparadas para dar
respuestas alternativas y, en lo más de los casos, repasa acríticamente la versión oficial. Los
profesionales tienen limitada autonomía para comtraponerse a las grandes empresas de
comunicación.
Si la comprensión, digamos, más científica, de la cuestión ecológica es filtrada por
una visión particular (aunque francamente dominante), débese adicionar el hecho que las
mismas clases populares, inmovilizadas políticamente, ya “demandan” estos mismos
valores. La ecología es percibida de una forma muy fragmentada, combinando elementos
científicos con valores morales, aceptados como dogmas. El resultado es muchas veces
sorprendente, pero casi nunca revolucionario. El efecto invernadero causa una cierta
admiración, pero poca organización de base. Cuando la ecología puede ser empaquetada
como mercancía, recibe mayores créditos sociales. Esta tal vez sea una síntesis de lo que las
clases capitalistas entienden por desarrollo sustentable: un ambiente mercantilizado que
supondría oportunidades sociales equitativas y libre elección personal. Un ambiente
restaurado gracias a los adelantos tecnológicos, como la bio-remediación y otros campos de
la biotecnología y de la ingeniería genética.
Aun en el mismo ámbito de las organizaciones científicas, son pocos los foros en los
que la cuestión ecológica sea discutida en relación a sus consecuencias políticas y a las
estrategias alternativas. Dentro de la estrategia política general, es fundamental establecer
una estrategia particular de comunicación, la cual pueda organizar los valores,
informaciones y acciones que procedan a la crítica de los medios oficias, de los partidos en
su conjunto y que permita la organización del pueblo a partir de criterios ecológicos. Una
estrategia de comunicación centrada en principios ecológicos, debe tener la excepcional
capacidad de aliar la comprensión científica de tales preceptos a una acción
deliberadamente pedagógica.
Referencias bibliográficas
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