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Extractos de “La vinculación entre seguridad colectiva, desarrollo, y
protección de los derechos humanos: teorías y realidades”. (En prensa)
Antonio F. Fernández Tomás
Catedrático de Derecho Internacional Público
Universidad de Castilla-La Mancha
La política exterior norteamericana en el Golfo Pérsico ha buscado siempre una garantía
de aprovisionamiento de petróleo. Para ello ha oscilado en los últimos quince años entre
el afán de proteger a los grandes proveedores del mercado norteamericano (Kuwait,
Qatar, Emiratos Árabes Unidos y sobre todo Arabia Saudí) del peligro constituido por el
régimen de Saddam Hussein y la eventual amenaza del régimen fundamentalista
islámico iraní, y la ansiedad por ocupar Iraq para garantizarse a medio plazo el control
de las segundas reservas mundiales de petróleo. Durante la primera Guerra del Golfo,
las fuerzas que actuaron bajo el mando del general Swarzkopf (“Operación Tormenta
del Desierto”), detuvieron su avance a doscientos kilómetros de Bagdad 1 y no
derrocaron a Saddam, al estimar más conveniente conservarlo al frente del Estado iraquí
que cargar con las consecuencias de su alejamiento del poder. Con ello se garantizaba el
mantenimiento de la unidad territorial del Estado iraquí2, si bien para evitar un excesivo
fortalecimiento de su economía que pudiera conducir a su rearme se mantenía el
embargo sobre el petróleo decretado por el CS durante la ocupación iraquí de Kuwait3,
exceptuándose las exportaciones necesarias para el pago de las indemnizaciones
derivadas de la guerra4, así como, a partir de 1995, las necesarias para garantizar
alimentos y medicinas a su población dentro del programa “Petróleo por alimentos”5, el
único programa humanitario de la historia financiado en su totalidad con los recursos de
la nación necesitada de ayuda.
En los años cincuenta, (Véase el Mapa “Petróleo en 1953” en carpeta aneja), los
principales pozos iraquíes estaban en el límite de la zona kurda, en Kirkuk, de donde
parte un quíntuple oleoducto en dirección suroeste que se bifurca al alcanzar Haditha.
Tres de sus ramales parten entonces hacia el oeste, atravesando Siria para desembocar
en dos lugares de la costa mediterránea libanesa, Trípoli (doble oleoducto) y Banias,
con sus respectivas terminales de carga. Los otros dos atravesaban Jordania para
desembocar en el puerto israelí de Haifa. No había explotaciones abiertas próximas a
Bagdad, y la única existente en el sureste, cerca de Basora está señalada en Zubair, y
conectada a la terminal de carga de Faq, en el Golfo Pérsico.
Tras la llegada al poder de Saddam Hussein se mantiene el oleoducto sirio, pero se
cancela el que desemboca en Israel, construyéndose dos nuevas tuberías. La primera,
1
Evitando así el inevitable número de bajas producido por la resistencia en las grandes ciudades mediante
atentados y técnicas de guerrilla urbana.
2
Pues ya entonces se tuvo en cuenta la hipótesis de que un derrocamiento de Saddam pudiera provocar la
fractura del Estado iraquí, dada la existencia de tres comunidades diferenciadas (chiita, sunita y kurda) y
asentadas sobre zonas geográficas bien delimitadas del país. Tal fractura podría beneficiar a Irán (por
parte chiita), a Siria (por la existencia allí de un partido baasita en el poder), y podría perjudicar a Turquía
en caso de que llegase a producirse la independencia de la comunidad kurda formando un nuevo Estado.
3
Básicamente por medio de la resolución 661, de 6 de agosto de 1990.
4
Previstas en la resolución 687, de 3 de abril de 1991.
5
Ofertado por el CS mediante las resoluciones 706, de 15 de agosto de 1991, y 712, de 19 de septiembre
de 1991. El Programa, concertado entre la ONU e Irak durante 1996, comenzó a aplicarse en diciembre
de ese mismo año, siendo administrado por la Oficina del Programa para Iraq.
1
que sigue nutriéndose de los extensos campos de Kirkuk y Mosul en el Norte, desarrolla
su trazado sacando el petróleo al Mediterráneo a través de Turquía, lo cual sin duda es
mucho más seguro para Israel y para la VI Flota norteamericana. El segundo oleoducto
(cancelado tras la primera Guerra del Golfo), conectaba los yacimientos de Basora y
Rumayla Sur con Arabia Saudí costeando el Golfo Pérsico. Estos mismos yacimientos,
gracias a la estación de bombeo de Zubair, permiten la extracción del crudo por mar, a
través de las terminales de carga de Mina al Bakú y Khawr al-Amaya, estando esta
última cerrada desde la primera Guerra del Golfo. (Véase el mapa sobre las reservas
petrolíferas iraquíes y el SPI en carpeta aneja)
En síntesis, si prescindimos del oleoducto sirio (con el riesgo implícito de que un buen
día el gobierno de Damasco decida cerrar el grifo6), actualmente no hay más que dos
salidas hacia occidente para el petróleo iraquí –interconectadas mediante el largo
trazado del Iraq Strategic Pipeline (ISP)7-, la de Turquía por el Norte, cuyo trazado, al
parecer, ha sido doblado para mayor seguridad en el suministro, y la del Golfo Pérsico
por el Sur. Una en zona kurda, y la otra en el área chiita. Claro que la utilización
productiva de las enormes reservas del sureste dependen de la estabilidad de la zona, la
cual, a su vez depende de los clérigos chiitas y del vecino iraní, que podría destruir con
facilidad la terminal de carga marítima junto a su frontera en el Golfo en caso de que se
produjeran hostilidades abiertas. No es extraño, por tanto, que se conecten los grandes
yacimientos del Norte y del Sureste mediante el ISP, lo cual permitiría extraer el
petróleo del sureste también por el norte si fuera preciso, si bien con mayor recorrido.
Ahora bien, destruida la maquinaria central del Estado (en la cual una minoría árabe
sunita del 20% representada por el gobierno de Saddam (Véase el mapa sobre la
distribución de población en carpeta aneja) controlaba con mano de hierro el Estado
y la producción petrolífera del país), no se les ha ocurrido a los asesores del gobierno
norteamericano mejor manera de controlar la producción petrolífera que dejar el
gobierno en manos del sector chiita, cuya población se agrupa en el sureste del país,
pese al riesgo de una rebelión futura de la mayoría demográfica que ello pueda suponer.
A modo de plan B, la gestión del petróleo del norte está cada vez más separada, tanto
geográfica, como políticamente, de la correspondiente al sureste. Eso quiere decir que si
el nuevo gobierno no fuera capaz de mantener la unidad del Estado en el futuro, siempre
quedaría el recurso de limitar el aprovisionamiento occidental a los yacimientos
norteños, extrayendo su fruto vía Turquía. A su vez, el precio a pagar a los turcos es la
no independencia del Kurdistán, (Véase el mapa “Iraq y sus vecinos”, en carpeta
aneja), siendo este último, sin embargo, quien posee el petróleo que fluye a través de
Turquía. Sin embargo, ello supondría dejar de nuevo sin explotar las grandes reservas
del sureste, y por tanto, hacer escasamente productiva la intervención militar. A su vez
los chiitas aceptan complacidos el gobierno del Estado, aunque sólo sea para poder
ejercer represalias contra los sunitas, poniendo fin a una subyugación que dura desde
que Gran Bretaña los colocó en el poder en 1921. Mantener en tal situación un
equilibrio que permita la explotación sostenida del crudo iraquí es muy complejo. Y es
una apuesta muy arriesgada para quien ha decidido la intervención militar.
6
Ello sería coherente con su condición de Rogue State, a juicio del gobierno norteamericano. Por otro
lado, tras la crisis entre Ucrania y Rusia por el cierre temporal del gasoducto (MORÉ, I., “Rusia abre la
caja de Pandora del gas”, Real Instituto Elcano, ARI de 29 de febrero de 2006), el riesgo de cierre de
tubería es algo que los países consumidores deberían tener en cuenta mas que nunca.
7
Véase el mapa reproducido supra, Oil Infraestructure, en la misma fuente (Perry Castañeda)
www.lib.utexas.edu/maps/iraq.
2
¿Qué posiciones estratégicas habían adoptado las principales empresas petrolíferas de
las Grandes Potencias antes de la Segunda Guerra del Golfo? Aunque se calcula que las
reservas petrolíferas iraquíes son el 10% de las mundiales, la situación de estancamiento
provocada por las sanciones impuestas por el CS impedía la rentabilidad inmediata de
las nuevas inversiones en infraestructura, por lo cual las grandes empresas iban tomando
posiciones contractuales, negociando nuevas concesiones pero sin hacer grandes
inversiones en renovar explotaciones, pues tales inversiones no iban a ser productivas a
corto plazo, hasta que no cambiara el panorama de las sanciones.
Cuatro meses antes de la intervención armada, un analista publicaba en España un
artículo titulado “Petróleo en la Casa Blanca”8. En él se divulgaba el debate interno
norteamericano acerca de las ventajas de un nuevo ataque a Iraq, motivado, entre otras
cosas por la aprobación por el Congreso norteamericano de la ley de 16 de octubre de
2002 (Public Law 107-243), autorizando a las fuerzas armadas norteamericanas el uso
de la fuerza contra Iraq9. Se atribuye a Richard Perle, Director del Comité de Política de
Defensa un impulso decisivo al ataque, ante “la escasa fiabilidad de la dinastía reinante
en Arabia Saudí10 y el alto riesgo que suponía la excesiva dependencia de las reservas
de este país para garantizar las necesidades de suministro de la economía
norteamericana. En el cálculo de los sectores más duros de la Administración
Norteamericana pueden parecer aceptables los riesgos que acarrearía la guerra en Iraq si
a cambio se lograra volver a contar de nuevo con las reservas de este país tras doce años
de embargo, y además en manos de compañías norteamericanas11, como alternativa a las
reservas saudíes”. Por su parte, el ex director de la CIA, James Woolsey, recordó a los
europeos que “el nuevo régimen democrático de Iraq deberá renovar o establecer nuevas
concesiones a las compañías petrolíferas occidentales y que los países que no apoyen el
ataque podrían quedar fuera del nuevo reparto del petróleo iraquí”, como efectivamente
ha ocurrido.
El cinismo inherente a las declaraciones extractadas no parece ser puntual, sino fruto de
una posición sistemática de los grupos de poder económico aliados a los
neoconservadores en el gobierno norteamericano. Como se ha dicho, “el negocio
desempeña un papel de primer orden en la política de la Administración Bush. Se trata
de destruir recurriendo al poder militar del Estado para reconstruir acudiendo a la
empresa privada, reservando la parte del león para las empresas norteamericanas con
alguna participación de las controladas por los países coaligados. La limitación de las
empresas que pueden optar a contratas para la reconstrucción de Irak es ilustrativa al
respecto. Se excluye de dichos contratos a las empresas de los países que se opusieron a
la guerra por razones de seguridad mientras, por otro lado, se pide a los países así
castigados que condonen la deuda a Irak”12.
8
PARAMIO, L., El País, 7 de noviembre de 2002.
Texto en Internacional Legal Materials, vol.XLI, 2002, pp. 1440 y ss., breve glosa en SÁNCHEZ
RODRÍGUEZ, L. I., “Poder imperial y Derecho internacional. La pax americana”, en Soberanía del
Estado y Derecho Internacional, op. cit., p. 1297.
10
Dada la nacionalidad del líder y algún otro miembro destacado de Al-Qaeda.
11
SAMPEDRO, José Luis, Los mongoles en Bagdad, ed. Destino, Barcelona, 2003, p. 72 y 88,
haciéndose eco de los datos publicados por Phyllis Benis, menciona las conexiones de Dick Cheney
(Hallliburton, Bechtel) y Condolezza Rice (Chevron).
12
TORRES BERNÁRDEZ, S., op. cit., p. 754, nota al pie nº 11.
9
3
Tras la intervención militar de la coalición, ¿en qué situación quedan las posiciones
previas de Francia, China y Rusia en relación con el aprovisionamiento energético
procedente de los pozos iraquíes? Por sintetizar, China y Francia pierden sus posiciones,
mientras que Rusia pierde sus posiciones iniciales, pero logra recuperarlas en parte al
colocar a Lukoil como subcontratista de las empresas norteamericanas que se quedan
con las nuevas concesiones13. Es cierto, por tanto, que en los agrios debates previos a la
intervención, estas tres grandes potencias no sólo estaban defendiendo el orden político
y jurídico establecido frente a una de sus más groseras violaciones desde la Segunda
Guerra Mundial, sino asimismo sus propios intereses energéticos. ¿Pero quién ha sido el
gran perjudicado? Las tensiones diplomáticas entre Francia y los EEUU. Se reavivan de
cuando en cuando desde que De Gaulle decidiera crear la force de frappe. No obstante,
teniendo en cuenta la producción propia de energía nuclear y los suministros fáciles y
variados de gas natural que recibe, tanto de Rusia como de Argelia, no parece que el
golpe asestado a los intereses franceses sea estratégico sino puramente económico,
teniendo en cuenta, además, el moderado crecimiento económico a medio plazo de esta
economía europea.
A China se le plantea la cuestión de un modo más grave. Es perceptible una actuación
norteamericana en diversos frentes dirigida a ahogar el suministro energético chino, o al
menos restringirlo en la mayor medida posible. De lo contrario, a medio plazo el
crecimiento económico chino acabará con la economía norteamericana. De ahí que
Estados Unidos ande segando la hierba bajo sus pies en varios de sus campos de
aprovisionamiento energético14, pues si China es capaz de obtener toda la energía que
necesita ocupa cuotas de mercado cada vez mayores con unos productos fabricados a un
precio sin competencia posible. Quizá por ello, las fuentes oficiales norteamericanas
acusan a China de ser ella quien está privando a los EEUU. de fuentes energéticas, sin
fijarse en qué tipo de gobierno está apoyando15.
13
Tras divulgarse la vinculación del vicepresidente Dick Cheney con la empresa norteamericana
Halliburton, concesionaria inicial del petróleo iraquí tras la intervención militar, ésta fue sustituida por
Refinery Associates (USA), la cual, a su vez, subcontrató con la rusa Listaco, filial de Lukoil. De este
modo, Rusia mantiene su presencia en el origen de las fuentes energéticas iraquíes.
www.lavozdegalicia.es/especiales/irak/noticia.jsp?TEXTO=1522219.
14
Por ejemplo en África Ecuatorial. Véase la crónica de J. Reinoso “China se lanza a la conquista de
África”, El País, 16 de enero de 2006, en la que se dice “Pekín ha lanzado una fuerte ofensiva
diplomática en África destinada a contrarrestar el peso político de Occidente y a incrementar su presencia
económica en una región crucial para cubrir las necesidades energéticas y minerales de su pujante
economía. Tanto los dirigentes chinos como sus socios africanos consideran que la estrategia obligará a
Estados Unidos y a Europa a replantearse su visión de esta parte del mundo (…) Un tercio de las
importaciones de crudo de China (…) procede de África. Tiene intereses en el sector, entre otros, en
Sudán, Angola, Gabón, Egipto y Argelia”.
15
En su glosa a la reformulación de la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de marzo
de 2006 (“¿Dónde están los neocons…op. cit., p. 4), S. KERN comenta algunos puntos del documentoo,
en el que por ejemplo se afirma que, “Al ir convirtiéndose en una potencia global, China debe actuar
como una parte interesada responsable que cumple con sus obligaciones y colaborar con los EEUU y
otros países para hacer progresar el sistema internacional responsable de su éxito. [Sin embargo,] La
estrategia afirma que los líderes chinos están actuando como si quisiesen, de alguna manera, bloquear las
fuentes de energía de todo el mundo o intentar dirigir los mercados en lugar de abrirlos, como si pudieran
practicar un mercantilismo prestado de otra época. Y, en referencia a las actividades llevadas a cabo por
China en países como Sudán, [La Estrategia…] reprende a Pekín por apoyar a países ricos en recursos
naturales sin considerar el desgobierno de estos regímenes en el interior o el exterior. Estas advertencias
(comenta KERN) no aparecían en la primera versión de la estrategia, y en la sesión informativa posterior
a la publicación de la nueva versión, Hadley comentó que la advertencia es un intento de lograr que los
líderes chinos recapaciten sobre su constelación de intereses en sentido más amplio”.
4