Download descripción de cuatro escalas adaptadas al castellano

Document related concepts

Delincuencia juvenil wikipedia , lookup

Trastorno antisocial de la personalidad wikipedia , lookup

Acoso escolar wikipedia , lookup

Violencia doméstica wikipedia , lookup

Violencia en el noviazgo wikipedia , lookup

Transcript
DESCRIPCIÓN DE CUATRO ESCALAS ADAPTADAS AL CASTELLANO:
R-CRAS, CPS, HCR-20 y SVR-20
Jiménez-González, E.M., Instituto de Psicología Forense
RESUMEN
De acuerdo a los datos anglosajones, obtenidos en los últimos veinte años, los
resultados de las evaluaciones psicológicas forenses han sido altamente satisfactorias tanto
a nivel predictivo, como a nivel de pronóstico y de tratamiento. Por desgracia en lengua
castellana aun no poseemos pruebas diseñadas con un propósito forense específico, de ahí
la importancia y la necesidad de traducir y adaptar pruebas psicológicas forenses al
castellano. A continuación desarrollaremos el contenido, la finalidad y las principales
características de las cuatro escalas y pruebas psicológicas forenses que hemos adaptado al
castellano (R-CRAS, CPS, HCR-20 y SVR-20).
MARCO TEÓRICO
El psicólogo tiene a su disposición una serie de instrumentos, los tests
psicológicos, y unos conocimientos específicos sobre evaluación que le capacitan para
objetivar el estado psicológico de los individuos con gran precisión. Las pruebas
psicológicas son aplicables en todo tipo de proceso donde se requiera de un perito
psicólogo. Este hecho seguramente es el principal responsable de que se solicite cada vez
más la participación de psicólogos como expertos en procesos judiciales. No obstante, es
preciso recordar que las cuestiones a las que se debe dar respuesta difieren de las que son
habituales en los contextos en que se desarrollaron la mayoría de dichas pruebas (Clemente,
1998).
Es tarea primordial de la Psicología Forense, según Grisso (1986, 1987), establecer
nuevos modelos conceptuales, diferentes de los que están en uso en la clínica. El psicólogo
forense tiene que establecer los objetivos de la evaluación y construir procedimientos que
sean legalmente rentables. Se debe esforzar en “traducir” y adaptar los conocimientos
psicológicos para que éstos sean útiles desde el punto de vista legal, desde el que se le
plantean continuamente nuevos requerimientos.
Las técnicas y métodos de evaluación deben ser elegidos dando gran importancia a
su vigencia y a su capacidad explicativa de las categorías y áreas psicológicas que interesen
estudiar. La aceptación o el rechazo de las evaluaciones psicológicas forenses dependerá
pues de la utilización, por parte de los profesionales, de aquellos productos que cubran las
expectativas de los “consumidores”. Es decir, el foro legal es como un mercado que
consume información, y los psicólogos o psiquiatras, dentro de este marco, son
suministradores de información especializada, pero si el “mercado” legal considera a las
evaluaciones psicológicas forenses como mediocres o carentes de funcionalidad, tales
evaluaciones difícilmente serán tomadas realmente en serio. Por tanto, y dada la escasa
existencia de pruebas psicológicas forense en castellano, hemos considerado primordial
adaptar aquellas pruebas anglosajonas que han demostrado ser herramientas valiosas para el
ámbito criminológico, penal, judicial y penitenciario.
R-CRAS ESCALAS ROGERS
RESPONSABILIDAD CRIMINAL
PARA
LA
EVALUACIÓN
DE
LA
Las escalas R-CRAS se crearon con el propósito de facilitar un enfoque sistemático
y empírico para la evaluación de la responsabilidad penal, que permitiera al experto
(psicólogo o psiquiatra) cuantificar las principales variables psicológicas y ambientales de
la conducta del acusado/a en el momento del delito, además incluyen pautas decisionales
para ayudar al evaluador a utilizar la información que ha cuantificado en su estudio sobre la
responsabilidad criminal. Estas escalas han sido el instrumento de evaluación forense más
investigado en su relativa corta existencia, y se les puede considerar como una herramienta
de evaluación sustentada sobre criterios racionales, aportando un notable incremento de
objetividad y sistematización a las evaluaciones psicológicas forenses de la imputabilidad
(Clemente, 1998).
El R-CRAS consta de dos partes e incorpora tres protocolos o modelos de decisión:
el modelo ALI (Criterios de Demencia del American Law Institute), el modelo GBMI
(Guilty but Mentally Ill - Culpable pero Mentalmente Enfermo) y el modelo M´Naghten
(Regla Correcto - Incorrecto de M´Naghten). La Parte I está diseñada para establecer el
nivel de deterioro de las variables psicológicas significativas en la determinación de la
demencia o de la falta de juicio. La Parte II articula los procesos de decisión hacia la
formulación de una opinión precisa sobre la responsabilidad penal a través de los siguientes
modelos:
1. El modelo ALI está compuesto por cinco conceptos operativos:
» Fiabilidad de la persona evaluada (sinceridad)
» Organicidad
» Psicopatología
» Control cognitivo
» Control conductual o volitivo
2. El modelo GBMI aporta información sobre los siguientes puntos:
» Que la persona evaluada no reúna el criterio de mentalmente enfermo.
» Que al tiempo de la comisión de un delito la persona evaluada no estuviera sufriendo un
trastorno mental legalmente definido.
» Que el trastorno mental no incluya ninguna anormalidad manifestada por conducta
criminal o antisocial.
3. El modelo M´Naghten incluye los siguientes factores:
» Que al tiempo de la comisión de un delito la persona evaluada presentara una pérdida en
su capacidad de reconocer la naturaleza o calidad de su comportamiento.
» Que a pesar de ser consciente de sus actos no comprendiera la incorrección legal o moral
de su conducta, es decir, que no supiera que dicha conducta estaba mal (ilegal).
Hay tres fases diferenciadas en la utilización de las escalas R-CRAS (Rogers, 1984):
FASE I: Recogida de datos (toda clase de información relevante a la exploración forense)
1. Revisión de los informes policiales, declaraciones y sumario
2. Una o varias entrevistas clínicas con el acusado focalizadas en:
» Antecedentes psicológicos
» Antecedentes psiquiátricos
» Antecedentes médicos
» Conducta delictiva anterior
» Diagnóstico diferencial (de los signos, síntomas o conductas)
» Examen del estado mental del acusado/a en la época del delito
» Cualquier información necesaria para efectuar las valoraciones de la segunda fase o para
cumplimentar los modelos decisionales de la tercera fase
3. Cualquier otra fuente de información y variables relevantes al caso
FASE II: Valoración de las variables psicológicas y situacionales (relativas a los criterios
legales de la prueba ALI: simulación, organicidad, trastorno mental grave, pérdida de
control cognitivo y pérdida de control comportamental).
En esta fase el evaluador debe responder y emitir sus valoraciones sobre treinta
variables a partir de la información recogida en la Fase I. Para cada una de las variables
emite una valoración de 0 a 5 ó 6, dependiendo de cada variable (0 = carencia de
información; 1 = ni síntomas ni desorganización; 2 = el factor es clínicamente
insignificante; y desde 3 a 5 ó 6 para sucesivos intervalos de intensidad o gravedad de los
síntomas o condiciones). El evaluador cuenta con esquemas de apoyo sobre el sentido de
cada término de las escalas (descripciones del DSM-IV, criterios diferenciales, etc.).
Finalmente, el evaluador suma las puntuaciones de los ítem para cada una de las
cinco subescalas, formando las puntuaciones finales correspondientes a las mismas.
Pasemos a ver cuales son las subescalas y sus variables (Rogers, 1984):
A. Fiabilidad de la persona evaluada (dos ítem):
1. Fiabilidad de los autoinformes bajo el control voluntario del acusado/a
2. Interferencias involuntarias con el informe del acusado/a
B. Organicidad (cinco ítem):
3. Nivel de intoxicación en el momento del delito
4. Evidencia sobre la existencia de una alteración o daño cerebral
5. Relación del daño cerebral con la comisión del delito imputado
6. Retraso mental
7. Relación del retraso mental con la comisión del delito imputado
C. Psicopatología (diez ítem):
8. Conducta bizarra observable
9. Nivel general de ansiedad
10. Amnesia sobre el delito imputado
11. Delirios
12. Alucinaciones
13. Afecto depresivo
14. Afecto maníaco
1. Nivel de incoherencia verbal
16. Intensidad y adecuación del afecto
17. Evidencia de trastorno del pensamiento formal
D. Control cognitivo (cuatro ítem):
18. Preparación y planteamiento
19. Concienciación de la criminalidad de la conducta
20. Focalización del delito (selectivo vs aleatorio)
21. Nivel de actividad en la comisión del delito imputado
E. Control conductual (siete ítem):
22. Conducta social responsable durante la semana anterior al delito imputado
23. Autocontrol autoinformado por el acusado/a
24. Estimación del autocontrol del acusado por parte del evaluador
25. Relación de la pérdida de control con alguna psicosis
26. Alteración del razonamiento
27. Alteración de la conducta
28. Alteración del juicio de la realidad
Dos ítem adicionales, que aunque no contribuyen a ninguna escala conceptual sí se
tienen en cuenta a la hora de las decisiones finales, son:
29. Capacidad para autocuidarse
30. Concienciación de la maldad del acto
FASE III: En esta última fase tiene lugar la aplicación de los modelos decisionales en forma
de árboles de decisión. Estos modelos incluyen preguntas a las que hay que contestar
argumentativamente de forma “sí” o “no”, utilizando las puntuaciones de las subescalas e
ítem para las pruebas legales ALI, GBMI y M´Naghten.
Los árboles de decisión para los distintos modelos que componen las R-CRAS son los
siguientes:
ALI:
SIMULACIÓN
NO
SI
ORGANICIDAD
SI
CON JUICIO
SI o NO
TRASTORNO
MENTAL
NO
CON JUICIO
NO
CON JUICIO
SI
SI
PERDIDA DE
CONTROL COGNITIVO
SI o NO
PERDIDA DE
CONTROL VOLITIVO
SI
PERDIDA CONTROL COGNITIVO O
VOLITIVO RESULTANTE DIRECTO
DE UN TRASTORNO MENTAL O
UNA ANOMALÍA
SI
SIN JUICIO
NO
CON JUICIO
GBMI:
CON JUICIO A
NIVEL LEGAL
PARAR
SI
NO
SIMULACIÓN
SI
PARAR
NO
PARAR
NO
TRASTORNO
MENTAL
SI
DETERIORO SUSTANCIAL DE:
CRITERIO/JUICIO
COMPORTAMIENTO
PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD
AUTOCUIDADO PERSONAL
NINGÚN SI
REUNE EL
MODELO
GBMI
SI/NO
SI/NO
SI/NO
SI/NO
TODOS
NO
PARAR
M´NAGHTEN:
SIMULACIÓN
SI
CON JUICIO
NO
CON JUICIO
NO
SI
ORGANICIDAD
SI o NO
TRASTORNO
MENTAL
SI
FALTA DE CAPACIDAD COGNITIVA PARA
COMPRENDER LA NATURALEZA CRIMINAL DE
LA CONDUCTA
SI/NO
Y/O
COMPRESIÓN DE LA INCORRECCÓN LEGAL O
MORAL DE DICHA CONDUCTA
SI/NO
NO
CON JUICIO
SI
PÉRDIDA CAPACIDAD
COGNITIVA
RESULTANTE DIRECTA
DE UN TRASTORNO
MENTAL O ANOMALÍA
SI
SIN JUICIO
NO
CON JUICIO
CPS - ESCALA PSICOLÓGICA DE CARLSON
La CPS aporta información significativa para medir y clasificar a las personas que,
o bien están recluidas en un centro penitenciario, o bien han sido acusadas de cometer
alguna acción delictiva. Este cuestionario consta de cincuenta ítem, agrupados en cuatro
áreas de contenido y una escala de validez. Cada ítem está compuesto por cinco alternativas
de respuesta, redactas todas ellas en un vocabulario muy simple y sencillo para adaptarse a
las características propias de la mayoría de las personas que integran la población
penitenciaria.
Su tiempo medio de administración oscila entre veinte y cuarenta minutos,
dependiendo de las habilidades lectoras de cada caso concreto, y se puede cumplimentar de
forma individual o colectiva.
Las áreas de contenido y la escala de validez que la componen son las siguientes
(Carlson, 1982):
1. Abuso de Sustancias (AS). Esta dimensión refleja el nivel en que una persona
consume drogas o alcohol, y la relevancia que pueden tener estas sustancias en su conducta
delictiva.
2. Pensamientos Distorsionados (PD). Esta área de contenido engloba la desorganización
de pensamiento, la confusión, las distorsiones perceptuales y alucinaciones, y los
sentimientos de irrealidad. Estos rasgos pueden manifestarse a su vez en reacciones
ansiosas. Altas puntuaciones en esta dimensión se relacionan con problemas a la hora de
manejar y adaptarse a la realidad, debido a que son indicativas de personas que no saben
o no pueden organizar su mundo por estar emocionalmente alterados. Por lo general, son
individuos que se sienten desgraciados, tristes, malhumorados, y presentan altas tasas de
pensamientos hipocondríacos.
3. Tendencias Antisociales (TA). Esta subescala refleja una animosidad hostil y una
actitud socialmente desafiante, así como la tendencia a ser agresivo o amenazante. Dicha
tendencia a la agresividad no tiene porque culminar en una agresión física real, y puede
limitarse a comentarios y formas de actuar despectivos o burlones. Puntuaciones altas en
esta dimensión son significativas de personas cínicas y narcisistas que utilizan a los demás
para sus propios intereses, ven con buenos ojos las conductas delictivas y presentan pocos
sentimientos de remordimiento o culpa.
4. Autodesaprobación (A). Esta área detecta el nivel en el que una persona se
degrada a sí misma y a sus acciones. Los individuos que puntúan alto en esta dimensión
tienen baja autoestima, no valorándose en lo más mínimo y rechazando sus logros o
posibles cumplidos. Estos rasgos pueden ir acompañados de depresión y de ideas suicidas.
5. Validez (V). Esta subescala muestra el grado en que la persona mantiene una
aceptable actitud a la hora de cumplimentar la prueba. Bajas puntuaciones en esta
dimensión indican que la persona o bien están contestando a cada uno de los ítem que
constituyen la totalidad de la prueba de forma intencionada, con desinterés, o bien que no
entienden las preguntas
Como se dijo al principio, esta prueba a su vez sirve para clasificar a las personas
evaluadas sobre la base de como sería su nivel de ajuste institucional. La escala presenta
dieciocho tipos distintos de posibles perfiles que se pueden encontrar dentro de una
población penitenciaria. Veamos cuáles son las principales características de éstos perfiles
(Carlson, 1982):
Perfil Tipo 1:
El abuso de alcohol y/o drogas es una de las principales características de este
grupo. Aunque algunas de estas personas son conscientes del hecho de estar metidas
siempre en problemas, exhiben poco motivación para el cambio. Otros niegan sus
problemas con el alcohol y/o las drogas y no aprecian en su debida forma la severidad de su
situación, manteniendo una actitud práctica y realista hacia los aspectos negativos de su
pasado.
Estas personas no presentan falta de disciplina y no es típico en ellos causar
altercados dentro de la institución penitenciaria. Como son fáciles de convencer y de guiar,
tienen más probabilidad de ser víctimas que agresores. Este grupo funciona bien bajo una
supervisión firme, por tanto, los establecimientos de seguridad donde predomine una
supervisión estructurada sería el medio más beneficioso para estos individuos.
Dentro de este grupo, pocos son los seleccionados para formar parte de un
tratamiento para la adicción a las drogas y/o el alcohol, debido a su falta de motivación y
desinterés hacia el cambio. Una vez abandonado el centro, estas personas suelen tener
problemas para manejarse por sí mismos en la sociedad y si se les concede un permiso,
pueden echar a perder o desbaratar su buen nivel de ajuste institucional por el consumo
abusivo de sustancias.
Perfil Tipo 2:
Las personas que integran este grupo despliegan una serie de rasgos pasivoagresivos. Son descritos como personas agradables y amigables, pero también como
irresponsables, inmaduros y a veces hostiles. Otro problema asociado a este perfil es la falta
de comunicación y de guía recibida por sus entornos familiares.
Las personas que integran este tipo pueden tener una inteligencia media y poseer
buenas habilidades. Sin embargo, y debido a su pobre motivación, sus habilidades no son
usadas a menudo con una finalidad constructiva. Es decir, pueden ser atraídos por una
forma de vida delictiva y con bastante frecuencia se relacionan con grupos de amigos
“socialmente inaceptables”. Ellos usan a estas bandas como un medio para ganar
reconocimiento y tienden a ser más gregarios que líderes.
La naturaleza cooperativa y sociable de este tipo de personas debería hacer que su
ajuste institucional con el personal y los otros internos no presentara ningún problema. No
obstante, el deseo de ser parecidos y aceptados por su grupo de amigos puede presentar un
problema cuando las normas del centro a donde se les traslade sean muy estrictas. Aquellos
que son transferidos a centros de mínima seguridad se comportan adecuadamente, y pocos
se vuelven incompetentes.
Perfil Tipo 3:
Las personas que integran este perfil son descritas normalmente como inmaduros y
rebeldes, pero no decididamente antisociales. Ellos buscan continuamente el apoyo de su
grupo de amigos y se verán envueltos en problemas de tipo delictivo si piensan que estas
acciones les serán útiles a la hora de ganarse la aprobación de sus compañeros. Sus delitos
tienden a ser no planeados, impulsivos y con la obtención de pocas ganancias económicos.
Suelen ser inquietos y aunque pueden empezar un proyecto con gran entusiasmo, su
interés rápidamente decae y, por consiguiente, son incapaces de completar una tarea. En el
momento de abandonar una labor pueden estar confundidos y considerarse como
necesitarios de ayuda y asistencia, pero en unos pocos días este sentimiento desaparecerá y
se involucrarán en un nuevo proyecto. Generalmente su motivación para el cambio está
críticamente limitada.
Este tipo de internos suelen ser seguidores y su ajuste institucional dependerá en
gran medida de la actitud de sus compañeros residentes. Estos individuos raramente son la
causa de problemas de seria importancia, pero su inmadurez les hace difícil hacerle frente a
las estructuras y normas y pueden rebelarse especialmente si se les estimula a ello. En
establecimientos de mínima seguridad se manejan apropiadamente y sólo unos pocos
terminarán en centros de máxima seguridad.
Perfil Tipo 4:
La principal característica de este grupo es la existencia de problemas familiares, es
decir, la estricta disciplina o la falta total de ésta puede ser el contribuidor de mayor peso
para con sus posteriores prácticas delictivas. Estas personas suelen haber sido consideradas
problemáticas y alborotadoras ya en su época de colegio, en donde, con una alta
probabilidad, asistían de forma irregular.
Su motivación para el éxito es marginal, y su personalidad inmadura es otra de las
características más significativas de los integrantes de este perfil. Esta inmadurez se suele
ver acompañada de agitación, insensatez y de un pobre juicio o sentido común.
Estos individuos se han visto envueltos en problemas a través de amigos y, por lo
tanto, dentro del centro penitenciario probablemente serían fácilmente influenciables por
otros internos. Aquellos que han sido transferidos a un centro de mínima seguridad se han
comportado de forma correcta, con un rango bajo de retorno a otros tipos de instituciones
más severas.
Perfil Tipo 5:
Los individuos de este tipo son marcadamente antisociales. Su ajuste social ha sido
pobre, demostrando dificultades y carencias a la hora de relacionarse con otras personas.
Por esto es que en raras ocasiones realizan contactos reales con los demás. A primera vista,
los componentes de este perfil pueden aparecer como cooperativos y encantadores, sin
embargo, bajo esa apariencia existen rasgos de impulsividad, intolerancia, hostilidad,
agresión y conductas irracionales.
La depresión es otro de los rasgos característicos de este grupo, acompañada de
sentimientos de inferioridad y afectos inapropiados. No es raro ni infrecuente para algunas
de estas personas presentar pensamientos suicidas.
Estos individuos suelen tener un ajuste institucional desequilibrado. Son
irresponsables en el trabajo y más a menudo en su supervisión, presentando una pobre
respuesta a la autoridad y con frecuencia fallan en el acatamiento de las ordenes. Por lo
general son antisociales por naturaleza, mezclándose en raras ocasiones con otros
residentes, y cuando lo hacen pueden ser manipulativos y despiadados.
La inmensa mayoría de los integrantes de este tipo de internos permanecen en
centros de media seguridad, y aquellos que son trasladados a instituciones de mínima
seguridad se integran en éstos con un moderado éxito.
Perfil Tipo 6:
Una personalidad pasiva-agresiva es indicativa de este grupo. Son personas
cooperativas, amigables, que se relacionan bien con sus amigos, carentes de ambición y de
alguna forma perezosos. Sin embargo, bajo la influencia del alcohol pueden ser
beligerantes, controvertidos y físicamente agresivos.
A pesar de que en su mayor parte reconocen la existencia de problemas personales,
tienen poca o ninguna motivación hacia los tratamientos. Así mismo, estos individuos
muestran pocos remordimientos ante sus ofensas, y a menudo niegan su responsabilidad
sobre lo ocurrido.
Su ajuste institucional en centros de media seguridad es satisfactorio, donde suelen
presentar buenas actitudes, se relacionan bien con el personal, se comportan de una manera
educada y son trabajadores voluntariosos. No obstante, necesitan algún tipo de supervisión
por su propio bien, ya que estos individuos ocasionalmente se enfrentan con otros internos
bien por mentir o por robar. Aquellos que se les traslada a centros de mínima seguridad se
comportan de forma competente y presentan un bajo porcentaje de retorno a módulos de
mayor seguridad.
Perfil Tipo 7:
Este grupo muestra una personalidad alterada y a menudo se recomienda que estén
bajo tratamiento psiquiátrico. Estos individuos son inmaduros y emocionalmente lábiles,
dependen en gran medida de otros personas y necesitan desesperadamente atención y apoyo
emocional pero, al mismo tiempo, se alejan de los demás por ser tan irracionales, exigentes
y absorbentes.
Los rasgos hipocondríacos están a menudo presentes en este perfil y las
somatizaciones en respuesta a las presiones de la vida son desplegadas en forma de
constantes quejas de dolor. Su juicio y su sentido común es más bien pobre y necesitan ser
guiados para controlar sus impulsos.
Su motivación hacia los tratamientos es baja, y aunque aceptan y reconocen su
comportamiento a un nivel superficial, el verse envueltos en problemas puede causarles una
retirada o que se desdigan en su reconocimiento y, consiguientemente, se vuelvan pasivos.
A su vez, muestran una carencia en la existencia de objetivos o metas a conseguir en el
transcurso de sus vidas y tienen pocas esperanzas sobre su futuro.
La imagen que tienen de ellos mismos es pobre y no es raro que tengan sentimientos
de culpabilidad, desesperación, ansiedad y/o depresión. La existencia de intentos suicidas
en este grupo no son infrecuentes, aunque pueden ser sólo un medio de llamar la atención
más que intentos verdaderos de quitarse la vida.
En el tiempo en que permanecen en una institución penitenciaria, estas personas
hacen continuos requerimientos de buscar la atención tanto por parte del cuerpo de
funcionarios como del cuerpo médico. Estos individuos son poco seguros y a veces no son
muy de fiar, por lo que su supervisión es necesaria. Por esta razón, aquellos que han sido
transferidos a instituciones más abiertas y permisivas, se vuelven incompetentes. El mejor
tipo de centro para las personas que componen este perfil, sería un módulo de media
seguridad, o bien que fueran integrados en un programa de entrenamiento en un módulo de
mínima seguridad.
Perfil Tipo 8:
Este perfil está compuesto por personas marcadas por el consumo abusivo de drogas
y/o alcohol, el cual puede haber tenido como resultado algún tipo de daño cerebral. No
suelen pertenecer a una familia estructurada y con frecuencia presentan resentimientos y
hostilidad hacia sus padres. No establecen fuertes relaciones con sus amigos, con la
consecuencia de que estos individuos se ven influenciados negativamente por sus
conocidos.
El pronóstico para el futuro de los integrantes de este grupo no puede ser positivo,
debido a su falta de responsabilidad e interés. La reincidencia es, en consecuencia, alta
dentro de este tipo de personas.
Otros internos pueden sacar partido de este tipo de individuos, puesto que son
fácilmente influenciables y se dejan llevar por el mal camino. Presentan poca motivación a
conseguir algún tipo de logro mientras están dentro de una institución penitenciaria, sin
embargo, se comportan de forma adecuada bajo una supervisión constante. Muchos son
enviados a centros de mínima seguridad, donde se suelen adaptar con bastante éxito.
Perfil Tipo 9:
A pesar del hecho de que estas personas proceden de hogares estables y bien
estructurados, despliegan elementos de inestabilidad emocional, es decir, muestran
sentimientos de inferioridad e inseguridad, y presentan la tendencia de intentar impresionar
a los que le rodean. En cierta forma son pasivos, tímidos, serios y cooperativos, aunque
también muestran comportamientos de tipo negativo tales como hacer cosas sin una razón
aparente.
Este grupo tiene un nivel medio de ajuste a la institución penitenciaria donde son
destinados, presentando buena conducta, actitudes y hábitos de trabajo. Se suelen llevar
bien con sus compañeros, manteniendo correctas relaciones interpersonales. Un gran
porcentaje de los integrantes de este perfil son derivados a establecimientos de mínima
seguridad, donde son clasificados como internos con buena conducta.
Perfil Tipo 10:
Este grupo a menudo procede de un buen ambiente familiar, en el cual encontraron
bastante apoyo. Su ajuste social ha sido adecuado y, por consiguiente, estas personas se
comportan de una forma amigable y cooperativa con las autoridades. Pueden mostrar un
ligero nivel de pesimismo y un punto de vista un tanto crítico, sin embargo, suele ser algo
situacional y pasajero.
Su grado de ajuste a las instituciones penitenciarias es positivo y sus actitudes
dentro de éstas son favorables. Las personas de este perfil responden ante las autoridades
del centro en una forma digna de mención, y aquellos internos que son derivados a módulos
de mínima seguridad se manejan de manera bastante acorde dentro de ellos.
Perfil Tipo 11:
Este tipo generalmente es descrito como emocionalmente pasivo, pero con un
pronóstico favorable a largo plazo. Pueden ser personas templadas, pero es normalmente su
impulsividad y sus asociaciones con otras personas lo que les hace verse envueltos en
complicaciones. Estos individuos pueden agitarse en algún momento y desplegar algunas
conductas extrañas o inmaduras, pero por lo general tienden a presentarse como individuos
agradables y cooperativos.
Este tipo de internos son fácilmente influenciables por sus amigos o por otros
residentes, los cuales pueden sacar partido a este hecho. Sus relaciones con el personal del
centro suelen ser favorables, lo que hace que se desenvuelvan más exitosamente en
instituciones de mínima seguridad, donde se adaptan bien y son muy pocos los que deben
ser trasladados a otro tipo de centros.
Perfil Tipo 12:
Las personas que integran este grupo provienen de un entorno familiar poco
reforzante, lo que les puede suponer una pobre actitud hacia la familia, especialmente hacia
su padre. Suelen haber mostrado problemas de disciplina en el colegio, generalmente por su
marcado rencor hacia las autoridades. Estos individuos buscan constantemente la atención y
una forma de conseguirla es a través de intentos superficiales de suicidio y/o de rabietas.
Tienden a ser farisaicos por naturaleza, asumiendo que ellos tienen siempre la razón
y el resto del mundo es el que se equivoca. Elementos como la inmadurez, la
irresponsabilidad, la no motivación y la inestabilidad son fácilmente reconocibles en este
tipo de perfil.
Su bajo motivación y su deficiente actitud hacen difícil, en alguna forma, su ajuste a
una institución penitenciaria. Estos individuos suelen apartarse de los otros residentes
principalmente porque temen ser golpeados. La mayoría de estas personas son destinadas a
centros de mínima seguridad y muy pocos se vuelven problemáticos dentro de estos
centros.
Perfil Tipo 13:
Este tipo de personas se presentan a sí mismas como las víctimas de las
circunstancias, más que como los agresores. Estos individuos tienden a racionalizar sus
ofensas y niegan tener ningún tipo de culpa sobre ellas, teniendo siempre una excusa
dispuesta para cada uno de los actos delictivos cometidos. Se centran en sí mismos y no
atienden a las críticas ni a los consejos. Sus juicios son erróneos y se dejan llevar por sus
impulsos, lo que les convierte en una diana fácil para sus amigos más manipulativos.
Sentimientos de inseguridad, falta de identidad, dependencia, e inmadurez
emocional son también rasgos característicos de este grupo. A su vez, muestran poca
perspicacia y ninguna ambición hacia metas futuras pero, por lo general, son educados,
cooperativos, tímidos y a veces callados. Algunas de las personas pertenecientes a este
perfil tienen dificultades a la hora de entender o dirigir su sexualidad.
Estas personas suelen ser fácilmente atemorizados por otros internos, y pueden
convertirse en residentes pasivos. Para este grupo lo más adecuado son los programas
estructurados, ofreciéndoles entrenamiento en algún oficio.
Perfil Tipo 14:
Las conductas violentas y marcadamente agresivas son características de este tipo
de individuos. Bajo la presión de un fuerte estrés, estos sujetos tienden a manifestarse con
reacciones de pánico que les guían a comportarse de manera violenta hacia otros o hacia sí
mismos. No se involucran emocionalmente en sus ofensas y rápidamente racionalizan estas
conductas antisociales o problemáticas.
Poseen una personalidad débil e inmadura y una seria carencia de previsión sobre
sus actos o de responsabilidad para con los mismos. Pueden tener una larga historia de
abuso de sustancias, que se pudo haber iniciado como el resultado de sus problemas
emocionales en el pasado.
Su mala conducta mientras están institucionalizados les hace ser agresivos,
amenazando y/o atacando al personal de servicio y destrozando el mobiliario, por poner
algún ejemplo. Su permanencia en un centro penitenciario puede retribuirles beneficios, en
la forma de aumentar su sentido de la responsabilidad y su madurez. La mayoría de estas
personas permanecen en instituciones de media seguridad y sólo un pequeño porcentaje son
transferidos a módulos de mínima seguridad.
Perfil Tipo 15:
Este grupo es principalmente descrito por tener algún tipo de trastorno de la
personalidad y en algunos casos hay indicios de mínimos daños cerebrales. Estas personas
se presentan como irritables, impulsivas, furiosas, irresponsables y sus conductas son
difíciles de predecir. Tienen un temperamento ansioso y tienden a mostrarse nerviosas o
temerosas cuando están rodeadas de gente.
Sus ataques de ira, su agresividad y, de alguna forma, su violencia, son también
característicos de este perfil. En realidad, esta dureza puede ser una coraza que se imponen
para paliar sus sentimientos de inseguridad e inferioridad y su poco confianza en sí mismos.
Estos sujetos encuentran difícil adaptarse a las reglas y normativas. No obstante, sus
ofensas pueden ser cometidas con el propósito de ser arrestados y así retornar a un lugar
“seguro” como puede ser una institución correccional o un centro penitenciario. Esto puede
ser en parte el resultado de un hogar difícil e infeliz, donde crecieron sin el control de sus
padres.
Este tipo de personas encontrará problemas en las instituciones debido a su
naturaleza absorbente y exigente. Sus actitudes, en general, son pobres y requieren de
constante supervisión, más aun si consideramos que son extremadamente rencorosos con
las autoridades. Estos individuos también encuentran dificultades en el trato con otros
internos, los cuales a menudo consiguen hacerles pasar un “mal rato”. La inmensa mayoría
de los internos que se encuadran dentro de este perfil permanecen en centros de media
seguridad y aquellos que son enviados a módulos de mínima seguridad probablemente
volverán en un periodo de tiempo no muy largo.
Perfil Tipo 16:
Una actitud negativa y de pasotismo es la predominante en este grupo. Estas
personas no quieren, ni prevén, cualquier tipo de cambio, ni se cuidan de sí mismos ni de lo
que les pueda pasar. Son inmaduros, explosivos, irresponsables y presentan un mal
temperamento como el resultante a una provocación. Su filosofía de vida se basa en la
creencia de que uno se debe hacer respetar a través del poder de la fuerza física. Son, por
tanto, despreciativos para con los demás y no tienen en consideración los sentimientos de
otras personas. Estos sujetos se identifican con un sistema de valores basado en la
venganza, la lucha y el odio hacia la autoridad (especialmente aquella que procede de otros
hombres).
Estos individuos normalmente son el producto de hogares rotos y de una situación
familiar conflictiva. Además, suelen tener también una historia de un abuso desmedido de
todo tipo de sustancias. Este grupo, por lo general, presenta una latente carencia de
respuesta a sus problemas y una negación a creer que tal respuesta se pueda dar, haciendo
casi imposible cualquier tipo de tratamiento o recuperación.
Su conducta, actitud y sociabilidad mientras están institucionalizados son
favorables, por lo que sus problemas les pueden venir normalmente por el hecho de verse
envueltos en peleas o asaltos debido a su naturaleza agresiva. Como ya hemos indicado,
estas personas se resisten a la autoridad y, por consiguiente, no les gusta que el personal del
centro les diga lo que deben hacer.
Es recomendable transferirlos a un establecimiento penitenciario de seguridad
media, ya que pueden mostrarse hostiles en algún momento. Aunque, aquellos que son
destinados a centros de mínima seguridad normalmente permanecen allí, con un baja tasa
de envío a otro tipo de módulos con una seguridad más estricta.
Perfil Tipo 17:
El abuso de alcohol y drogas es una de las características más significativas dentro
de este grupo. Su ambiente familiar es comúnmente estable, aunque algunos de estos
sujetos pueden considerarse como demasiados dependientes de sus familias. Son personas
inmaduras, antisociales y con baja perseverancia en sus trabajos.
El ajuste institucional en este tipo de internos suele ser de alguna forma difícil, ya
que tienden a ser irreflexivos y desconsiderados con los demás, necesitando de supervisión
constante. La incidencia de conductas problemáticas son frecuentes como, por ejemplo, el
hecho de intentar escaparse de las instalaciones del centro. Un gran porcentaje de estos
individuos son destinados a módulos de media seguridad y a muy pocos se les designan
instituciones de máxima seguridad. Sin embargo, hay que resaltar que aquella minoría que
son trasladados a centros de mínima seguridad terminan adaptándose a éstos
adecuadamente.
Perfil Tipo 18:
Los individuos encuadrados en este perfil son descrito como callados y pasivos. Por
norma, se sienten incómodos cuando están en compañía de otras personas y pueden llegar a
usar el alcohol o las drogas como una vía para ser más sociables, por este motivo, cuando
están depresivos o bajos de ánimo suelen beber o consumir drogas en exceso.
Los intentos de suicidios son una característica frecuente en este grupo. Las
relaciones que han llegado a establecer con sus amigos de la infancia, sus profesores u otras
figuras de autoridad han sido pobres.
Estas personas, a pesar de sus problemas a la hora de relacionarse, se comportan de
manera adecuada en el periodo de su institucionalización, desplegando buenos hábitos de
trabajo, actitudes y conductas responsables y una buena educación en sus formas.
Algunos son enviados a centros de media seguridad, sin embargo, aquellos que son
destinados a una institución de mínima seguridad permanecen allí con éxito y sin tener que
ser trasladados a otro tipo de módulos con una seguridad más severa.
HCR-20 – EVALUACIÓN DE LOS FACTORES DE RIESGO DE VIOLENCIA DE
WEBSTER, DOUGLAS, EAVES Y HART
El HCR-20 está formado por una lista de veinte factores o ítem que evalúan el
riesgo de futuras conductas violentas en poblaciones penitenciarias y psiquiátricas. La
violencia está definida como “un intento o amenaza de hacer daño a una persona o
personas”. Los ítem están basados en una comprensiva revisión de la literatura existente
sobre el tema de la violencia y sobre los principales factores encontrados en muestras
forenses. Así mismo, el HCR-20 incluye variables que capturan consideraciones relevantes
del pasado, del presente y del futuro y que deberían ser tenidas en cuenta como el primer
paso a la hora de evaluar el riesgo potencial de que una persona presente conductas
violentas (Webster, Douglas, Eaves y Hart, 1997).
El HCR-20 también puede ayudar a la hora de determinar el grado de violencia de
una población en particular o de un contexto específico y, de esta forma, planear los
mejores y más adecuados programas de tratamiento o ayudas.
Los veinte ítem están divididos en tres secciones: información acerca de la historia
del sujeto; información sobre la sintomatología clínica y psicosocial del sujeto; e
información sobre el control de los componentes violentos del sujeto. Estas tres secciones
valoran respectivamente el pasado, presente y futuro de la persona evaluada. Veamos como
se distribuyen los distintos item dentro de estas tres secciones:
A) Ítem Históricos - H (diez ítem):
H1. Violencia previa
H2. Edad en su primer incidente violento
H3. Inestabilidad en sus relaciones
H4. Problemas laborales o de desempleo
H5. Problemas por el uso de sustancias (alcohol y drogas)
H6. Enfermedad mental mayor
H7. Psicopatía
H8. Inadaptación temprana (en el hogar, colegio, comunidad, etc.)
H9. Trastornos de la personalidad
H10. Fallos anteriores en su supervisión (en correccionales, hospitales, permisos, etc.)
B) Ítem Clínicos - C (cinco ítem):
C1. Falta de comprensión
C2. Actitudes negativas (antisociales y procriminales)
C3. Síntomas activos de enfermedad mental mayor
C4. Impulsividad
C5. Falta de respuesta a los tratamientos (farmacológicos, psicológicos, etc.)
C) Ítem de Manejo/Control de Riesgos - R (cinco ítem):
R1. Falta de viabilidad en sus planes
R2. Exposición a desestabilizadores (armas, sustancias adictivas, etc.)
R3. Falta de apoyo o soporte personal
R4. Incumplimiento o desobediencia a los intentos de mejora
R5. Estrés
Otras consideraciones: Este apartado se incorpora al final de la prueba con la finalidad de
mencionar algún factor, o factores, que el evaluador considere de vital importancia a la hora
de conceptualizar el riesgo de violencia y que no aparezca lo suficientemente claro ni
definido en ninguno de los veinte ítem que componen la totalidad de la prueba.
Esta prueba requiere que los evaluadores hagan dos tipos de juicios. En un primer
nivel, los evaluadores deben determinar la presencia versus ausencia de cada uno de los
veinte ítem o factores individuales de riesgo. En un segundo nivel, los expertos deben
integrar esta información para llegar a una decisión final o sumario, de acuerdo al potencial
de riesgo de violencia que presente la persona evaluada.
Cada ítem está codificado sobre una escala de tres puntos, según la certeza de que el
factor de riesgo esté presente. El valor “0” indica que el factor de riesgo está ausente o bien
que no se tiene la suficiente información para sugerir que el factor de riesgo se encuentra
presente; el valor “1” muestra que el factor de riesgo está posiblemente o parcialmente
presente, es decir, la evaluación de la información indica que hay alguna evidencia para su
presencia aunque no de una forma concluyente; y el valor “2” señala que el factor de riesgo
está definitiva y claramente presente.
Si la información no es la adecuada o es insuficiente para posicionarse y emitir una
decisión con respecto a un ítem en particular, éste puede ser omitido y, por tanto, no tenido
en cuenta en el sumario final. Es decir, un ítem omitido tendrá el mismo valor que uno
puntuado como “0”, indicando ambos que no hay información para sugerir que el factor de
riesgo exista.
En los ítem que hacen referencia a la existencia de alguna enfermedad mental o de
algún trastorno de la personalidad (H6, H7, H9, C1 y C3), los evaluadores deben tener en
cuenta a la hora de cumplimentarlos si su decisión está confirmada a través de una
evaluación mental pasada o actual (codificado como “C”), o si ésta es provisional hasta su
posterior confirmación por evaluación mental (codificado como “P”).
En la sección que evalúa los ítem de manejo o control de riesgos, los expertos deben
clarificar el contexto de la medición de dicho riesgo para hacer las matizaciones pertinentes
en la interpretación de los ítem. Esto es, deben elaborar sus decisiones en base a la
“violencia institucional” (codificada como “In”), o en base a la “violencia comunitaria”
(codificada como “Out”). Cuando el riesgo se centra en la violencia comunitaria se da por
hecho que el interno se incorporará a la sociedad en un futuro cercano y, por tanto, sus
planes se referirán a cuando recobre su libertad. Por el contrario, si el riesgo se interpreta
desde el punto de vista institucional se asume que el sujeto deberá permanecer aún bastante
tiempo en prisión y, en consecuencia, sus planes se posicionarán en su institucionalización.
Por último, para llegar a la apreciación final los evaluadores deben sumar el total de
los valores obtenidos en cada uno de los ítem o factores de riesgo (valor máximo =
cuarenta), y decidir si la persona evaluada debe encuadrarse en un nivel de riesgo bajo,
moderado o alto de violencia: “Bajo” indica que el evaluador no cree que el sujeto presente
riesgo de violencia (o un riesgo muy bajo); “Medio” implica que el experto piensa que el
evaluado muestra de alguna manera un riesgo a la violencia; y “Alto” significa que el
profesional cree que el individuo revela un elevado riesgo a la violencia.
SVR-20 – EVALUACIÓN DEL RIESGO DE VIOLENCIA SEXUAL DE BOER, HART,
KROPP Y WEBSTER
El SVR-20 es una listado de veinte ítem que evalúa los factores de riesgo de la violencia
sexual. Esta técnica se desarrolló para evaluar la presencia o ausencia en un sujeto de
determinados factores que supondrían el riesgo de que dicho sujeto presentara en el
futuro conductas de violencia sexual entendidas como “el intento o la amenaza de
contactar sexualmente con una persona que no ha consentido o no está en condiciones de
consentir” (Boer, Hart, Kropp y Webster, 1997).
El SVR-20 no puede ser usado para determinar si una persona ha cometido o no un acto
de agresión sexual en el pasado. Los factores de riesgo incorporados en esta prueba están
asociados con el riesgo de futura violencia entre aquellos individuos que ya han
cometido algún tipo de ofensa.
Los veinte factores de riesgo caen dentro de tres categorías principales:
A. Ajuste Psicosocial - A (once ítem): La mayoría de los factores de esta primera sección
son históricos, reflejando características del sujeto relativamente estables. El resto de
factores muestra el nivel de funcionamiento pasado y actual de la persona evaluada.
Veamos cuáles son:
» A1. Desviación sexual
» A2. Víctimas de abusos durante la infancia
» A3. Psicopatía (integrado por psicopatía antisocial y trastorno de personalidad disocial)
» A4. Enfermedad mental mayor (serios daños o deterioros cognitivos o afectivos)
» A5. Problemas por consumo de sustancias (alcohol y drogas)
» A6. Ideación suicida/homicida
» A7. Problemas/inestabilidad en sus relaciones
» A8. Problemas laborales
» A9. Pasado de agresiones violentas/físicas no sexuales
» A10. Pasado de agresiones no violentas/físicas (conductas antisociales)
» A11. Anteriores violaciones de su supervisión (permisos, libertades condicionales, etc.)
B. Historia de Ofensas Sexuales - S (siete ítem): Todos los factores de esta segunda sección
están relacionados con la historia de agresiones sexuales llevadas a cabo por la persona
evaluada. De nuevo, estos factores son principalmente históricos en su naturaleza, aunque
también tienen aspectos más dinámicos. Pasemos a enunciarlos:
» S1. Alta densidad de agresiones sexuales
» S2. Múltiples tipos de agresiones sexuales (variaciones en la naturaleza de la ofensa o en
el tipo de la víctima)
» S3. Daño físico en las víctimas de las agresiones sexuales
» S4. Uso de armas o amenazas de muerte durante las agresiones sexuales
» S5. Escalada en la frecuencia o severidad de las ofensas sexuales
» S6. Extrema minimización/negación de los abusos sexuales (negar la responsabilidad, la
consecuencia de los actos, o los propios abusos)
» S7. Actitudes que apoyan o disculpan los abusos (creencias personales, religiosas,
sociales, políticas, etc.)
C. Planes Futuros - P (dos ítem): Esta tercera sección contiene dos factores de riesgo que
reflejan los planes futuros del individuo. Estos factores no son muy comunes en otros tipos
de pruebas que evalúan violencia sexual y capturan tanto el funcionamiento actual del
sujeto como su funcionamiento pasado. Dichos factores son:
» P1. Carencia de planes realistas (en sus relaciones personales, empleo, lugar de
residencia, etc.)
» P2. Actitudes negativas hacia las intervenciones (rechazo o baja motivación hacia los
tratamientos, terapias o apoyos)
Es interesante anotar que muchos factores incluidos en la primera y tercera sección
aparecen en muchos esquemas para la evaluación del riesgo de violencia de género. Es
decir, dichos factores predicen la violencia general así como la violencia sexual. En
contraste, aquellos que aparecen en la segunda sección de la prueba tienden a estar
asociados específicamente con el factor de riesgo para la violencia sexual.
Al igual que pasaba con la prueba anteriormente comentada (HCR-20) tras las tres
secciones principales aparece un apartado con la denominación “Otras Consideraciones”,
que tiene la función de integrar aquellos factores que son cruciales para conceptualizar el
riesgo de violencia sexual en un caso dado, pero que no son lo suficientemente comunes o
importantes sobre la media como para ser considerados explícitamente en cualquier
evaluación. Estos factores pueden estar relacionados con la probabilidad de que un
individuo cometa un acto de abuso sexual o con la naturaleza, frecuencia, severidad e
inminencia de tal acto.
El riesgo actual de violencia sexual en un sujeto dependerá de la combinación de los
factores de riesgo presentados en cada categoría. Al codificar el SVR-20 no sólo se
determina la presencia o ausencia de cada factor, sino también si ha habido algún cambio
reciente en el estado de los mismos y toda esta información puede ser integrada en un plan
de acción o en un programa de tratamiento. Desarrollemos estos últimos puntos más
extensamente.
Codificar el SVR-20 requiere de los evaluadores dos tipos de juicios. El primero se
hace a nivel de los ítem y se trata de determinar la presencia o ausencia de cada uno de los
veinte factores de riesgo a través de una escala de tres puntos: “N” indica que el factor de
riesgo está definitivamente ausente o que no hay evidencia a raíz de la evaluación de que el
factor está presente y es cuantificado con cero puntos; “?” revela que el factor de riesgo está
parcial o posiblemente presente o bien que está presente sólo en un contexto limitado, y se
le asigna el valor de uno; por último, “Y” muestra que el factor de riesgo está definitiva y
claramente presente, y es valorado con dos puntos.
Si la información de un ítem no es suficiente para permitir una decisión
concerniente a la presencia o ausencia del factor de riesgo al cual representa, o bien dicha
información no es considerada válida o fiable por parte del sujeto, dicho ítem puede ser
omitido. Esta opción pasaría a codificar a este ítem con el valor de uno, al igual que la
alternativa “?”.
Cuando un factor de riesgo ha sido valorado como “Y”, es decir, está
definitivamente presente, los evaluadores deben además indicar si ha habido algún cambio
reciente en el estatus de éste. Dichos cambios son a su vez codificados de la siguiente
forma: “+” indica que el factor de riesgo ha empeorado (está ahora presente y antes no, o se
ha exacerbado); “0” muestra que recientemente no ha habido ningún cambio en el estado
del factor de riesgo; y “-” revela que el factor de riesgo ha mejorado en los últimos tiempos
(está ahora ausente, o se ha disminuido).
Para terminar, esta prueba guarda más similitudes con el HCR-20 (hecho que no es
de extrañar si tenemos en cuenta que ambas escalas comparten a dos de sus cuatro autores).
Una de estas similitudes se refiere a la necesidad de diferenciar en todos los ítem que se
refieren a enfermedades mentales o trastornos de personalidad (A1, A3, A4 y A6), si la
decisión de los evaluadores se hace apoyada sobre la base de una evaluación mental pasada
o actual (codificado como “C”) o por el contrario es una decisión provisional hasta su
posterior confirmación por evaluación mental (codificado como “P”).
Otra similitud es la posibilidad de hacer un resumen o decisión final del riesgo de
violencia sexual utilizando la escala de tres puntos con que se pueden codificar los ítem
(máxima puntuación posible = cuarenta). Tal decisión se basa en definir el riesgo de
violencia sexual como bajo, moderado o elevado (para no repetirnos ver definición en el
desarrollo de la prueba HCR-20).
En general, un juicio de “Bajo” riesgo indica que el individuo no está en la
necesidad de una intervención especial o de unas estrategias de supervisión diseñadas para
controlar su probabilidad futura de riesgo de violencia sexual. Un juicio de riesgo
“Moderado” sugiere que se debería desarrollar un plan para el manejo de ese riesgo. Por
último, un juicio de “Alto” riesgo señala que hay una urgente necesidad de implementar un
plan de manejo y control de dicho riesgo en la persona evaluada y, en ocasiones, requerirá
una respuesta de emergencia (hospitalización, suspensión de la libertad condicional o de
permisos, etc.).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Boer, D.P., Hart S.D., Kropp P.R. y Webster C.D. (1997). SVR-20. Manual for the Sexual
Violence Risk20. Professional Guidelines for Assessing Risk of Sexual Violence. Manual.
Vancouver: The British Columbia Institute Against Family Violence.
Carlson, K.A. (1982). CPS. Carlson Psychological Survey. Manual. Port Huron, Michigan:
Sigma Assessment Systems, Inc.
Clemente, M. (Eds.) (1998). Fundamentos de la Psicología Jurídica. Madrid: Ediciones
Pirámide.
Grisso, T. (1986). Evaluating Competencies. Forensic Assessments and Instruments. Nueva
York: Plenum Press.
Grisso, T. (1987). The Economic and Scientific Future of Forensic Psychological
Assessment. American Psychologist, 42, 831-839.
Rogers, R. (1984). R-CRAS. Rogers Criminal Responsibility Assessement Scales. Manual.
Florida: PAR.
Webster, C.D., Douglas, K.S., Eaves D. y Hart, S. D. (1997). HCR-20. Assessing Risk for
Violence (Version 2). Manual. Burnaby: Mental Health, Law, and Policy Institute
Simon Fraser University and The British Columbia Forensic Pyschiatric Services
Commission.