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HEREDARÁS EL VIENTO:
INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO DARWINIANO EN LA LITERATURA
Desde la primera aparición, en 1859, de El Origen de las Especies de Charles
Darwin, la teoría de la evolución impactó, en mayor o menor medida, en todas las ramas
del pensamiento humano. Nos preguntamos si el principio de supervivencia del más apto
era aplicable a las sociedades humanas y nació el darwinismo social. Nos cuestionamos qué
tanto de nuestras conductas o actitudes son producto de la cultura y qué tanto son rasgos
que hemos heredado a lo largo de nuestra evolución animal y así nació la psicología
evolutiva.
La literatura también fue impactada por el pensamiento darwiniano. Por un lado, los
escritores, cuya imaginación fue estimulada por el concepto de evolución, tomaron los
temas tratados por Darwin para construir sus obras. Por otro, la misma actitud hacia la
literatura se vio influenciada por el pensamiento darwiniano en la forma del darwinismo
literario y de la teoría de la memética. Empecemos por estos dos enfoques.
En primer lugar tenemos la teoría de la memética, que compara a la cultura con los
organismos biológicos. Un gen es una unidad de información que se transmite de un ser a
sus descendientes. De la misma manera, un meme es una unidad de información cultural
que se puede transmitir de una mente a otra mediante el discurso, los gestos, los rituales y,
por supuesto, el arte. Como los genes, los memes son susceptibles a la selección natural.
Los genes determinan que un individuo de una especie tendrá tal o cual
característica. Si esta característica resulta ventajosa para el organismo, éste sobrevivirá
para reproducirse y heredar sus genes a sus descendientes. Si por algún motivo el entorno
cambia y la característica antes ventajosa se vuelve un problema, ésta desaparecerá.
Según la teoría de la memética, algo similar sucede con la información cultural.
Según Richard Dawkins, quien primero introdujo el término en 19761, un meme puede ser
una melodía, una frase hecha, una creencia o una moda. Los teóricos de la memética
sostienen que los memes pueden evolucionar mediante la selección natural, a través de
procesos como mutación, competencia y herencia.
Memes literarios serían, por ejemplo, el conjunto de características estilísticas y
temáticas de una corriente literaria, digamos, el Romanticismo. Mientras el ambiente
cultural es favorable al Romanticismo las obras heredan sus memes unas a otras, creciendo
y reproduciéndose. En cuando el ambiente cultural cambia, las características que las obras
obtienen de sus “memes románticos” ya no son ventajosas y poco a poco van
1
Dawkins, Richard The Selfish Gene, 1976
desapareciendo, extinguiéndose. De la misma forma, los géneros y las corrientes literarias
evolucionan.
Por otro lado, el darwinismo literario estudia la literatura en el contexto de la
evolución por selección natural. Para esta corriente el comportamiento humano es el
resultado tanto de la evolución de sus genes como del desarrollo de su cultura. Una
determinada forma de comportarse puede ser ventajosa o perjudicial para un individuo; si
es ventajosa, el individuo se reproduce y hereda sus rasgos conductuales a su progenie.
Una de las metas del darwinismo literario es demostrar cómo la escritura y lectura
de obras literarias contribuye al éxito de los individuos para adaptarse a su entorno, para
sobrevivir y reproducirse. En otras palabras, la literatura es una actividad humana; toda
actividad humana es resultado de la evolución por selección natural y tiene como objetivo
mejorar la capacidad adaptativa de los individuos que conforman una especie; por tanto, la
literatura lleva a mejorar la capacidad adaptativa de los individuos, lo que redunda en
beneficio para la especie. Básicamente, si la literatura existe es porque constituye una
ventaja evolutiva para nuestra especie.
Un ejemplo clásico de lo anterior es el análisis que el autor darwinista Joseph
Carroll hace de la trama de Orgullo y Prejuicio de Jane Austen2: la novela describe un
orden social en el que los machos compiten en entre sí con base en atributos
socioeconómicos, como dinero y rango, mientras que las hembras compiten con base en
atributos personales como juventud y belleza. El objetivo, como siempre, es la
reproducción. La historia del cortejo entre Darcy y Elizabeth establece un modelo de
subversión parcial del orden social, ya que la pareja otorga más importancia a la atracción
mutua que a los valores sociales dominantes. Un crítico darwiniano diría que el libro
funciona como una herramienta para que los humanos perciban, ordenen y entiendan el
sentido de los impulsos conflictivos que caracterizan las relaciones románticas, y por lo
tanto, sería funcional para el desarrollo adaptativo de los individuos.
Ahora pasemos a la influencia de Darwin en los temas de obras literarias. Las ideas
de Darwin, bien o mal entendidas, estimularon la imaginación de muchos autores desde el
principio. Por ejemplo, Darwin dice que las modificaciones en las especies responden a
cambios en el ambiente y que si no hay cambios la especie no tiene porqué modificarse, lo
cual explica la pervivencia de criaturas muy antiguas como los cocodrilos o los tiburones.
El escritor Arthur Conan Doyle toma esta premisa como base de su novela El
Mundo Perdido (1912) en la que dinosaurios sobreviven en una meseta aislada en medio de
la selva amazónica, y en la que las condiciones naturales se mantienen iguales desde el
mesozoico. Darwin plantea que el hombre viene de los simios del viejo mundo y Conan
2
Carroll, Joseph, Human Nature and Literary Meaning
Doyle en la misma novela imagina extraños homínidos evolucionados a partir de monos
americanos, los cuales son al final derrotados por los superiores Homo sapiens.
Desde que Darwin planteó su tesis evolutiva, nos preguntamos, no sin cierto
escalofrío, si el ser unicelular estaba destinado a evolucionar y convertirse en un ser
humano, o si evolucionamos porque dio la casualidad de que las condiciones fueron
favorables para que sucediera. Este debate es central en otra de las novelas de Doyle, El
cinturón venenoso, en la que dos científicos discuten si después de la extinción de la vida
animal en la tierra, la humanidad podría volver a evolucionar a partir de los seres
unicelulares que sobrevivan al cataclismo.
Fueron los mamíferos los que evolucionaron hasta convertirse en seres inteligentes,
pero, ¿y si hubiesen sido los reptiles? ¿Y si hubiesen sido las aves o los cefalópodos? Los
autores de ciencia-ficción nos han mostrado civilizaciones construidas por aves, reptiles o
pulpos que evolucionaron hasta convertirse en seres humanoides inteligentes. ¿Y cuáles son
las posibilidades de la evolución? ¿Qué extraños seres podrían haber evolucionado en otros
planetas con otras condiciones de vida diferente a las nuestras? Ésta es la premisa de
muchas aventuras de ciencia-ficción, de entre las que destaca El Viaje del Beagle Espacial
(1950) de AE van Vogt. En esta novela, una nave espacial viaja por las galaxias estudiando
las diferentes formas de vida que han evolucionado en los planetas que visita. El nombre de
la nave, por supuesto, es un homenaje al barco en el que Darwin hizo su famoso viaje.
Cuando Darwin nos dijo que el hombre viene del mono, la imaginación de los
hombres de genio se disparó. Uno de ellos fue el escritor norteamericano Jack London, que
con su novela Antes de Adán (1910) trató de recrear la vida de un grupo de homínidos
(probablemente pertenecientes al género Parathropus) en el mundo prehistórico. Antes de
Adán es una novela cruda y violenta, que carece del romanticismo de obras posteriores
sobre hombres primitivos.
El protagonista y narrador de la novela es un hombre contemporáneo que tiene
sueños sobre otra vida en la prehistoria. Él explica que estos sueños son recuerdos que han
sido heredados por su ancestro homínido, de la misma manera en que muchos de nuestros
instintos nos han sido heredados por nuestros antepasados animales.
Pero en la Universidad conocí la evolución y la psicología y me enseñaron la explicación de
varios estados mentales no acostumbrados. Por ejemplo, ahí tenéis el sueño de la caída en el
espacio, conocido de todo mundo, por experiencia propia y directa. Mi profesor me dijo que
esto era un recuerdo racial, originado de nuestros antecesores que vivían en los árboles. La
posibilidad de caerse era para ellos una eterna amenaza. Muchos perderían la vida de esa
manera; todos debieron experimentar horribles caídas, salvándose al agarrarse a las ramas
cuando rodaban hacia el suelo.
En cada actitud y conducta de los homínidos de su tribu, el narrador-protagonista ve
las semillas de la civilización. En el acto de lealtad de un amigo ve el origen de la bondad
humana:
Y entonces se levanta ante mis ojos todo lo que allí estaba latente, y veo la visión de Damón y
Pyrhias, los mártires, la Cruz Roja, los guías que emprenden los heroísmos desesperados, el
padre Damián, y Cristo mismo, y todos los grandes hombres de la Tierra, cuy fortaleza tiene
sus huellas originarias en el lazo primitivo y rudimentario de Diente Mellado, Oreja Caída y
otros ignorados habitantes del naciente mundo.
Y en el descubrimiento de la calabaza como medio de transporte de líquidos ve la
semilla del pudor:
Hasta ahí y no más allá llegamos en los medios de transporte durante mi vida en la Horda. A
nadie se le ocurrió tejer una cesta con mimbres o juncos. A veces ataban con varitas flexibles y
con enredaderas los manojos de helechos y ramas que se traían a las cuevas para acostarse
sobre ellos. Acaso al cabo de diez o veinte generaciones llegaríamos a inventar el tejido de las
cestas, y después vendría otra cosa indudablemente: si se tejían mimbres para hacer cestos, el
paso próximo sería el tejido de la tela. Seguiría a esto el vestido, y al cubrir nuestra desnudez,
nacería el pudor.
Jack London parece querernos decir “Hey, somos animales, de aquí vinimos. De
esta barbarie, de esta lucha sangrienta y fratricida. Todo lo malo y bueno de nosotros viene
de aquí”.
Pero, si el hombre ha evolucionado a partir del mono ¿qué evolucionará a partir del
hombre? Esta pregunta ha quitado el sueño a más de un autor, como HG Wells, que en La
Máquina del Tiempo (1895), nos lleva al año 800 mil, en que dos razas, los Morlocks y los
Eloi han evolucionado a partir del hombre. Wells narra que los primeros evolucionaron a
partir del proletariado obligado a vivir bajo tierra sin oportunidad de desarrollar su
intelecto, por lo que se convierten en bestias albinas y caníbales. Por otro lado, los Eloi
evolucionan a partir de una aristocracia cada vez más dependiente de la mecanización y se
convierten en seres inútiles, débiles e indefensos que no saben más que ocuparse en juegos
infantiles, y que además son depredados por los Morlocks, en una especie de macabra
justicia poética: [Pág 79].
Como lo veo, el hombre del Mundo Superior derivó hacia la belleza inútil, mientras el hombre
de Inframundo hacia la mera industria mecánica. Pero al Estado perfecto le faltó algo para
alcanzar la perfección mecánica: absoluta permanencia. Aparentemente, conforme el tiempo
pasó, la alimentación de los habitantes del Inframundo, como fuera que se llevase cabo, se vio
interrumpida. La Madre Necesidad, que había sido suspendida por algunos milenios, regresó
y empezó desde abajo.
De hecho, Wells aprendió biología de TH Huxley, cercano colaborador de Darwin,
por lo que estaba muy familiarizado con la teoría de la evolución.
Muchos son los relatos de ciencia-ficción que abordan el tema del ser que
evolucionará a partir del hombre, probablemente para sojuzgarlo, como el Homo sapiens ha
sojuzgado a todos los demás animales. En el clásico cuento de Robert Arthur, El fin de la
evolución (1941), los hombres han sido esclavizados por una raza de seres superinteligentes
que evolucionaron a partir de un humano mutante. Esta raza de Amos, sin embargo, está
destinada a la extinción, como se han extinto otras criaturas a lo largo de la historia de la
vida:
La mole del dinosaurio, que lo convirtió en el ser supremo, lo mató. Los colmillos del tigre
dientes de sable lo destruyeron. Y el cerebro de los Amos, que les ha dado el poder, está
destinado a ser la causa de su extinción.
Curiosamente, este cuento relaciona de forma simbólica la evolución con el libro
del Génesis, pues los protagonistas del cuento son Aydem y Ayve, los fundadores de una
nueva humanidad en la tierra de Aiden.
El popular cómic de Stan Lee, Los Hombres-X, parte de la premisa de que una
nueva especie humana, el Homo superior, dotada de superpoderes, está surgiendo a partir
del Homo sapiens, lo que causa conflicto entre ambas razas. Y así hay muchos ejemplos.
Pero no sólo en la ciencia-ficción han encontrado cabida las ideas de Charles
Darwin. Quizá la obra literaria más importante e influyente de cuantas tienen por tema a
Darwin sea Heredarás el viento (1955) de Jerome Lawrence y Robert E Lee. En esta obra
teatral de 1955, lo importante es el impacto que las ideas de Darwin han tenido en la
sociedad.
En 1925 el maestro de escuela John T Scopes fue juzgado por violar la ley del
estado de Tennessee al enseñar la teoría de la evolución. William Jennings Bryan,
candidato a la presidencia de los EUA en tres ocasiones distintas y ex secretario de Estado
de Woodrow Wilson, encabezó la persecución de Scopes. Clarence Darrow, miembro
prominente de la Unión Americana para las Libertades Civiles, defendió al acusado.
La obra teatral, sin embargo, no pretende ser un documental de lo sucedido.
Lawrence y Lee, como lo había hecho Arthur Miller con Las brujas de Salem, toman un
acontecimiento histórico para comentar la situación política de su época: el Macartismo,
una era de férreo conservadurismo autoritario en la que la libertad de pensamiento era vista
casi como un acto de traición. Los mismos autores nos dicen que lo que sucede en la obra
“Podría haber sido ayer, o podría ser mañana”.
Para Lee y Lawrence el pensamiento científico representa la libertad intelectual, la
facultad de elegir con base en nuestra capacidad de raciocinio lo que creemos y lo que no.
En contraste, el pensamiento religioso es presentado como autoritario, irracional e
intolerante. Para los autores, el debate no es sólo entre religión y ciencia, sino entre libertad
y autoritarismo, porque mientras al conocimiento científico se llega mediante el uso de la
razón, el conocimiento religioso es impuesto por una autoridad:
BRADY: ¿Pero cómo? Es posible que exista algo sagrado para el tan celebrado agnóstico?
DRUMMOND: ¡Sí! La mente humana individual. En la capacidad de un niño para dominar
las tablas de multiplicar hay más santidad que todos sus aclamados “¡Osanas!” y “¡Aleluyas!”
Una idea es un monumento más grandioso que una catedral. Y el avance del conocimiento
humano es mayor milagro que convertir palos en serpientes o la partición de las aguas. […]
Darwin nos llevó arriba de una cima desde la cual pudimos mirar hacia atrás y ver el camino
por el que hemos andado. Pero a cambio de esta vista, de este conocimiento, debemos
abandonar nuestra fe en la placentera poesía del Génesis.
Existen varias diferencias entre lo que sucedió en la vida real y lo que se plasmó en
la obra teatral. En primer lugar, los nombres de personas y de lugares han sido cambiados.
En general, el personaje de Brady, que representa a Bryan, es retratado como más
intolerante e ignorante de lo que en realidad fue. Por ejemplo, al contrario de lo que
muestra la obra, Bryan sí había leído a Darwin, no consideraba la cronología de Ussher
como acertada y no consideraba que la unión sexual fuera el pecado original. Estos cambios
fueron introducidos por los autores para acentuar el conflicto entre libertad y autoritarismo,
razón y fanatismo.
Heredarás el viento ha sido una obra muy influyente en los Estados Unidos, al igual
que la película que veremos a continuación. Ambas obras han sido atacadas por
creacionistas y admiradas por librepensadores desde el inicio.
Esta obra ha sido adaptada al cine en distintas ocasiones. La primera es de 1960 y
cuenta con las maravillosas actuaciones de Spencer Tracy, Fredrich March y Gene Kelly, y
con la magistral dirección de Stanley Kramer. A diferencia de lo que sucede en muchas
adaptaciones cinematográficas de obras literarias, ésta no la reduce, sino que la amplia. Es
una cinta fundamental e imperdible. Por ahora, me permito despedirme con una cita libre
del libro de Los Proverbios:
Si eres necio, serás siervo del sabio de corazón,
y si atribulas tu propia casa, heredarás el viento.