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Transcript
¿Para qué sirve la filosofía?
Últimamente, vemos como la filosofía está siendo infravalorada por la sociedad, frente
al resto de saberes más técnicos y prácticos para la vida laboral. Conocimientos que, en
teoría, nos aportan la cultura general, la especialización que necesitamos para
convertirnos en ciudadanos competitivos y productivos. Para resolver la cuestión que
nos acecha, tendremos que introducirnos en el mundo de la filosofía y desmigar el
concepto de utilidad.
En un mundo que avanza cada vez más deprisa, que evoluciona con gran rapidez, cuesta
asimilar la presencia de un saber tan estático como la filosofía. Estático, pues uno puede
hacerse exactamente las mismas preguntas que Platón o Aristóteles más de veinte siglos
después, aunque lógicamente, las respuestas no serán las mismas. En toda la historia de
la filosofía, las preguntas no han cambiado prácticamente, si se quiere se han añadido
algunas; pero lo que impresiona es el número de respuestas distintas.
El filósofo es aquel que pretende encontrar la respuesta a sus dudas, y así darle a su vida
un sentido. La filosofía, el preguntarse por todo tiene como objeto resolver cuestiones
universales e inmutables que tienen influencia directa en la vida de las personas.
En primer lugar, cabe decir que la filosofía no tiene porque ser útil. Básicamente,
porque no nació para ser útil. No tiene porqué servirnos para nada. Se originó a partir de
la admiración de la naturaleza, se trata del conocimiento sólo por el placer de conocer.
Si la filosofía es amor por la sabiduría – interpretando etimológicamente la palabra ¿Por qué le pedimos al amor que sirva para algo? Al igual que la madre ama a su hijo, el
filósofo ama la sabiduría, y ese lazo es inexpugnable. Ese espíritu filosófico es el mismo
que se ve reflejado en los ojos de los niños pequeños cuando miran al cielo y nos
preguntan: ¿Por qué brillan? Y por muy técnica que nos suene la respuesta, las
preguntas se siguen sucediendo hasta que la imaginación del pequeño se agote.
Propongo, entonces, abordar la cuestión que más quebraderos de cabeza ha provocado a
los filósofos, esto es, Dios.
Hablaremos, de la contraposición entre filosofía y religión, o lo que es lo mismo, entre
razón y fe. ¿Existen personas capaces de guiarse únicamente por una de las dos?
Tarde o temprano, el hombre es arrastrado por una ráfaga de realismo que le obliga a
decidir en qué quiere creer. Irrevocablemente, la decisión de creer o no en Dios termina
condicionando su forma de ver el mundo. La cuestión es que filosofía y religión nunca
han estado enfrentadas, aunque se pretenda instigar el conflicto, no hay más que ver que
hay filósofos santos y filósofos ateos.
La diferencia entre ambas radica en que el creyente acepta unos dogmas, unos
principios ya establecidos, un camino de espiritualidad ya marcado. Sin embargo, el no
creyente camina en cierto modo por el sendero que elige libremente.
La filosofía trata de esclarecer el significado de la existencia de Dios para el hombre.
Decía Wittgenstein: ‘Creer en Dios es ver que la vida tiene un sentido’, es asimilar que
estamos en el mundo por y para algo. Ver que la vida tiene un sentido es, a su vez,
encontrar el sentido a todo aquello que existe en el mundo, entre otros la filosofía.
Pienso que si la filosofía está aquí, en nuestro mundo, es por que la necesitamos, al
igual que necesitamos las matemáticas o la biología. Todo tiene una razón de ser, hasta
lo más minúsculo e insignificante, es importante. Por tanto, la filosofía no carece de
sentido, y es injusto juzgarla como inútil o inservible.
La filosofía es indispensable, se trata de una de las materias que más sirven para nuestro
desarrollo como personas, para el ‘mundo real’. Y es que la filosofía nos hace menos
calculadores y más humanos. El ser humano no la desarrolló con el objeto de que nos
fuera provechosa y beneficiosa, sino por el simple deseo de saber más, de entender más
allá de las palabras. ‘Una vida sin examen no merece la pena ser vivida’ mítica frase de
Sócrates, el filósofo que murió por defender las convicciones propias, por creer en su
verdad. Ciertamente, una vida sin retos sin filosofía no merecería la pena ser vivida
porque resultaría tediosa y demasiado rutinaria.
Que la filosofía no sea fácil no tiene que ser una de las causas para abandonarla en un
rincón y desentendernos de ella, con el objeto de que no siembre en nosotros más
preocupaciones. Cuesta trabajo y tiempo formarte como persona, y no por eso una debe
dejar de esforzarse en crecer. Gracias a la filosofía, podemos conformar nuestros
ideales, podemos enriquecernos de lo que los pensamientos ajenos, podemos acceder a
aquello en lo que no creemos para tratar de comprenderlo y respetarlo, y así no llegar
nunca a pensar que nuestra forma de razonar es la única que vale.
Voy a centrarme en el tema de la asignatura de Filosofía en el Bachillerato. Es
importante tener en cuenta que cuando somos jóvenes, buscamos insaciablemente creer
en algo. Y entonces nos topamos con que debemos estudiar a un puñado de pensadores
con ideas tan distintas, incluso opuestas, que no nos dejan nada en claro, sino que nos
confunden aún más.
No hay unidad, pues la filosofía es dispersa, desordenada y estéticamente
desequilibrada, pero es que los seres humanos tampoco somos uniformes.
Especial mención merece la contemplación de cómo entre los propios filósofos se han
criticado, contrastado y fusionado ideas. La filosofía recoge mundos muy dispares,
correspondientes a mentes muchas veces antagónicas. Esto – y el vocablo estrafalario de
los pensadores más exquisitos- contribuye a crear la atmósfera de complejidad inherente
a la filosofía.
La solución es, según mi criterio, enseñar un poco menos de filosofía y un poco más a
filosofar; y es que, al fin y al cabo, lo vital es no dejar de hacerse preguntas, no dejar de
dudar, porque tenerlo todo claro nos conduce irremediablemente al error. Gracias a que
muchos no lo tienen todo claro, la llama de la filosofía sigue refulgiendo.
Personalmente, la filosofía me ha otorgado una gran capacidad para argumentar y
relacionar ideas; pero más allá de lo teórico, me ha capacitado para ser más tolerante y
respetar las ideas de los demás, así como para ver al ser humano desde otra perspectiva.
Tras estos dos años de estudio me resulta divertido pensar cómo había podido vivir tan
tranquila sin hacerme preguntas de índole filosófica.
Aprender este saber más centenario que el olmo viejo al que cantaba Machado, ha
cambiado mi forma de visualizarme en el mundo, y también me ha hecho crecer como
persona, porque me ha dado las alas de la independencia intelectual. Hoy, puedo citar a
Descartes y atribuirle la razón: ‘Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos
cerrados, sin tratar de abrirlos jamás’. Ojalá nunca caigamos en un profundo sueño que
nos impida despegar los párpados. Filosofía, como asignatura, me ha sido útil, porque a
mí me ha servido para cambiar y mejorar a nivel humano, aún así, yo no necesito que
algo tenga utilidad para apreciarlo.
Por todo ello, la filosofía es útil, porque forma a los individuos del mañana. Les aporta
tolerancia, crítica objetiva y deja florecer en ellos el pensamiento propio, evitando así
que se dejen llevar por mareas sociales, prejuicios o creencias infundadas.
Claudia Ferrero
Claudia Ferrero