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Año: 27, Enero 1985 No. 574 N. D. El periodista francés y analista político ex-director de «LExpress», Jean-Francois Revel, abanderado de «La Nueva Derecha» en Europa, ha publicado diecisiete obras entre las que están Ni Marx Ni Jesús, La Tentación Totalitaria, La Nouvelle Censure, Como terminan las Democracias y El Estado Megalómano. El presente artículo ha sido traducido por nosotros y es publicado con autorización de USIS. El original aparece como boletín de USIS deI 21 de diciembre de 1984 bajo el título CONTINENTAL MAINSTREAM IS A FREEMARKET CURRENT. EUROPA APUNTA AL MERCADO LIBRE Jean-Francois Revel ITALIA: Hace pocos meses, el Primer Ministro socialista Bettino Craxi, abolió la famosa «escala móvil», un ajuste automático en los salarios al aumento en los precios que fue durante décadas la Regla de Oro de las relaciones industriales y la causa principal de la inflación Italiana. ESPAÑA: El Primer Ministro socialista Felipe González firmó un acuerdo con los sindicatos españoles, por medio del cual las empresas obtenían normas más flexibles para despedir trabajadores por motivos económicos. FRANCIA: El Primer Ministro socialista Laurent Fabius resultó ser un defensor acérrimo de las utilidades así como de las reducciones en los impuestos corporativos y sobre la renta. Ahora se habla de los «nuevos pobres», aquellos que no tienen trabajo pero han perdido su derecho a reclamar seguro de desempleo a raíz de que la izquierda redujo el gasto gubernamental en programas sociales. Todos los salarios están prácticamente congelados, en especial los de los empleados públicos. PORTUGAL : El Primer, Ministro socialista Mario Soares tiene el propósito de estimular la empresa privada y la banca privada para frenar los efectos negativos de las nacionalizaciones masivas de 1975. Si los gobiernos de izquierda de nuestros días demuestran su fe en el mercado e implementan tales medidas de austeridad, no debe sorprendernos que los gobiernos conservadores y moderadores actúen en el mismo sentido: en Dinamarca la coalición gobernante, que llegó al poder en 1982 y fue re-elegida en 1984, logró reducir la inflación. En Holanda la coalición moderada ha reducido el gasto público a partir de 1982. Y nadie negará que la Primera Ministra británica Margaret Thatcher, en su enfrentamiento con el sindicato de mineros y en sus privatizaciones sistemáticas de la industria británica, está llevando a cabo una clara revolución conservadora. Todo esto sería mucho menos notorio si las medidas de austeridad fueran solamente adaptaciones pragmáticas a las dificultades económicas. Pero es mucho más que eso; las medidas adoptadas implican una nueva convicción: la economía de libre mercado es más productiva y más eficiente y una mejor solución al problema de la pobreza y el desempleo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, prevaleció en Europa un consenso, casi universal, que asignaba al Estado más valor que al mercado, que prefería la empresa pública a la empresa privada y la planificación central a la iniciativa individual. La confianza en la creatividad económica del Estado, y el consiguiente bajo aprecio a los empresarios privados, era la tónica de la derecha y también de la izquierda, aunque las motivaciones ideológicas fueran diferentes. Por contraste, podemos decir que la actual desconfianza en el Estado y la fe que se tiene en la creatividad de los empresarios privados es una visión compartida por la derecha y la izquierda, con excepción de los comunistas. El capitalismo ha cobrado aceptación bajo la etiqueta de «liberalismo». Una de las curiosidades transatlánticas de terminología política es que, en América, la palabra «liberal» significa exactamente lo opuesto que en Europa. En Europa, el liberalismo ha conservado el significado que tenía a finales del siglo XVIII: liberal es aquel que aboga por un mínimo de ingerencia estatal y un máximo de libertad individual en los asuntos políticos, culturales y económicos. Lo que tienen en común un liberal americano y un liberal europeo es su respeto por los derechos humanos. Un conservador europeo es alguien que quiere que las cosas sigan corno están, aunque debemos dejar a la Gran Bretaña fuera de nuestra definición, ya que Margaret Thatcher, desde luego, no encaja en ella. Para hablar literalmente, los verdaderos conservadores de la Europa contemporánea son aquellos que se aferran a la filosofía más o menos socialista que ha prevalecido durante los últimos 40 años. Sin embargo, para ser exactos, la palabra «socialista» no es el término apropiado. La separación entre el pasado y el presente coincide con la línea que separa a los que abogan por un papel importante del Estado, y los que quieren volver a un sistema de mayor libertad enraizado en la sociedad misma. Esa línea no coincide, necesariamente, con la división entre derecha e izquierda. Cuando el señor Felipe González logra convencer a los sindicatos que el camino para combatir el desempleo y crear nuevas fuentes de trabajo en España, es dar a los industriales más libertad en la contratación y despido de trabajadores, no está alejándose de la izquierda, sino del legado franquista. Después de todo, fueron las leyes sociales paternalistas de Francisco Franco las que obstaculizaron la libertad de despedir trabajadores en España. Y cuando el señor Craxi acusa al Instituto «Per la Ricostruzione Industriale» (la central burocrática que supervisa el sector nacionalizado en Italia, entidad que pierde miles de millones de dólares cada año), no puede olvidar que este mounstro burocrático fue inventado por Mussolini en 1933. Como Hitler, Mussolini descubrió que, a través de un sistema bancario nacionalizado, se podía controlar toda la economía. Cuando los socialistas franceses siguieron el ejemplo de Italia en 1981, también fue con el propósito de controlar la economía. No debe extrañarnos, entonces, que la desnacionalización de los bancos sea ahora el primer punto en la agenda de la oposición política francesa. Pero esta tendencia hacia menos interferencia estatal no tiene sólo raíces económicas. Es un fenómeno cultural, que explica por qué la opinión pública francesa rechazó el proyecto del gobierno por medio del cual se buscaba imponer en toda la nación un sistema de educación único manejado por el Estado. En cuanto a la televisión francesa, que es estatal, proyecta la imagen de un imperio colonial en sus últimas etapas de desintegración. Carece de creatividad y de credibilidad, y nadie le da más de unos cuantos años de vida. Sin embargo, el ansia de liberación que es tan evidente en toda Europa no siempre tiene suficiente fuerza para alcanzar su objetivo. La «tiranía del status quo» para usar la expresión de Milton Friedman, es demasiado fuerte. Aun así, el rompimiento con el pasado es claro en el ambiente intelectual. Hace 10 años la mayoría de los académicos, estudiantes, escritores políticos y periodistas gustaban de citar a Marx, Mao, Marcuse, Galbraith y Sartre. Su inspiración más conservadora provenía de Keynes. Ahora esos nombres han desaparecido, y los que están de moda son Hayek, Schumpeter, von Mises, Friedman y Debreu. Es sumamente difícil, especialmente en Francia, encontrar a un teórico marxista de calibre cuando se necesita uno para balancear un simposium o un debate (quiero decir uno que no sea comunista). Muy pronto los europeos tendrán que importar a sus marxistas de los Estados Unidos, en donde todavía abundan. Sería utópico esperar que medio siglo de hábitos burocráticos e inclinaciones socialistas puedan ser revertidos de golpe. Tradiciones muy antiguas confieren importancia al Estado Central en Europa o a las estructuras burocráticas. Lo único que podemos afirmar con certeza es que, de ahora en adelante, la corriente principal irá en sentido opuesto. En cuanto al socialismo, la conclusión trascendente que se deriva de ese cambio es que, por primera vez, una abrumadora mayoría de europeos se pronuncian por la conservación de una sociedad abierta y rechazan la tentación colectivista. «Es un error suponer que las nacionalizaciones sólo son obra de los regímenes «de izquierdas», y que caracterizan exclusivamente a las políticas «de izquierdas». Se producen en todo los regímenes en los que el Estado quiere poseer el monopolio o al menos el control global de la decisión económica y cultural. También los fascistas son devotos de las nacionalizaciones». Jean- Francois Revel, «EL ESTADO MEGALÓMANO». El Centro de Estudios Económico-Sociales, CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad privada, cultural y académica , cuyos fines son sin afan de lucro, apoliticos y no religiosos. Con sus publicaciones contribuye al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la filosofia de la libertad. Apto. 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