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15 de octubre de 2013
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
Nº 44
Una gota en el océano, por Peter H. Gleick
1
Adversidad creciente: Cambio climático, alimentos y la lucha contra el hambre
7
Los efectos del cambio climático se acercan al punto de no retorno
9
El hombre, más culpable que nunca del cambio climático
12
¿Está preparada América Latina para un aumento de 4 grados en la temperatura mundial?13
El cambio climático amenaza la productividad de la soja en Brasil
15
Triple amenaza a la vida en los océanos
17
El cambio climático, el agua y la seguridad alimentaria
18
1. UNA GOTA EN EL OCÉANO, POR PETER H. GLEICK
Etiopía inició la construcción de la represa Grand Renaissance en el Nilo Azul, justo río arriba
de Sudán y Egipto. En muchos Asentidos esta enorme represa es un símbolo de la
problemática que miles de millones de personas afrontan en todo el mundo en relación con el
agua, con su multiplicidad de significados, interpretaciones y consecuencias.
Para los etíopes, representa su primer intento a gran escala de controlar y utilizar las aguas del
Nilo para el desarrollo económico mediante la generación de energía hidroeléctrica y quizá la
producción agrícola. Para los egipcios, representa una posible interferencia en sus propios
sistemas y estrategias de abastecimiento de agua debido a los riesgos de que los flujos de agua
del Nilo —que consideran un elemento vital— se reduzcan o se sometan al control político de
gobiernos e instituciones fuera de su frontera. Para algunos integrantes de la comunidad
vinculada a las políticas hídricas, la represa es la prueba tangible del fracaso de las iniciativas
para establecer una gestión conjunta e integral de toda la cuenca del Nilo. Para otros, es un
símbolo del enfoque del siglo XX para la gestión de los recursos hídricos; a saber, construir
infraestructuras centralizadas a gran escala sin entender ni abordar los verdaderos costos
ambientales, sociales y políticos y sin considerar opciones integradas más globales para el
desarrollo económico. En realidad, el proyecto representa, en cierto grado, todas estas cosas.
En el transcurso de las últimas décadas del siglo XX, el agua potable ha desempeñado un
papel secundario pero de importancia creciente en las estrategias globales para reducir la
pobreza y promover el desarrollo económico a nivel mundial. Anteriormente, las políticas de
desarrollo se centraban en las estrategias relativas al comercio, la agricultura, la energía, el
transporte y la industria, y solo prestaban una escasa atención al agua. Y en las raras ocasiones
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en las que se integraba el agua a los planes de desarrollo, era en el contexto de la construcción
de grandes infraestructuras o de necesidades de agua potable y saneamiento básico.
Ese enfoque está empezando a cambiar, pero con lentitud. Entre los académicos, está cobrando
importancia el reconocimiento de que los desafíos en materia hídrica están estrechamente
ligados a otros desafíos relativos a los recursos y al desarrollo económico.
Pero todavía existe una gran incertidumbre sobre la forma óptima de implementar políticas de
desarrollo prácticas que trasciendan los límites institucionales, políticos y geográficos
tradicionales.
El agua está vinculada con casi todo lo que nos importa: la salud humana y ecológica, la
producción industrial y agrícola, el comercio internacional, el cambio climático, y las políticas
tanto nacionales como internacionales. Hasta tanto no gestionemos el agua en forma integral,
correremos el riesgo de seguir perdiendo oportunidades de aplicar estrategias de desarrollo
más eficaces y eficientes. Entre estas oportunidades se encuentran las tecnologías nuevas, o
formas diferentes de gestión institucional, o reconsiderar las herramientas económicas que
utilizamos en el sector hídrico, tales como precios, subsidios, mercados y mecanismos de
financiamiento.
Crisis hídrica
Los problemas hídricos actuales tienen muchas facetas. En algunas partes del mundo, el
problema sigue siendo el acceso insuficiente al agua potable y al saneamiento, centro de
atención primordial de la iniciativa en materia de agua de los Objetivos de Desarrollo del
Milenio (ODM) de las Naciones Unidas. En otras regiones, hay una competencia creciente por
los limitados recursos hídricos entre los usuarios agrícolas, industriales, nacionales y
ecológicos. Hace mucho que la discordancia entre las fronteras políticas y los límites de las
cuencas hidrográficas ha complicado la gestión eficaz de los sistemas hídricos y, en muchas
partes del mundo, estos escollos políticos se están agravando, en lugar de mejorar, dando lugar
a un riego creciente de conflictos.
Por último, el cambio climático está afectando cada vez más la disponibilidad, calidad y
demanda de agua de una forma tal que los administradores de recursos hídricos no están
preparados a enfrentar. Esto implica la necesidad de identificar los riesgos y las oportunidades
que depara el futuro en materia del cambio climático (véase el mapa).
A medida que nos acercamos al año 2015, fecha objetivo para alcanzar los ODM, resulta
imperativo revaluar los avances y las prioridades. En el sector hídrico, ya son obvias varias
deficiencias.
Al nivel más básico, en nuestro conocimiento persisten lagunas inaceptables debido a las
incongruencias e incertidumbres sobre la forma de medir y evaluar el acceso al suministro
básico de agua.
Lo positivo es que se han realizado avances sustanciales en el cumplimiento de los ODM en
cuanto al acceso al agua potable, aunque sigue siendo insuficiente para cientos de millones de
personas. Por otra parte, incluso los observadores optimistas han reconocido la falta de avance
general hacia el cumplimiento de los ODM en cuanto al acceso suficiente al saneamiento,
especialmente en algunas partes de África y Asia. Es necesario tomar medidas nuevas y más
amplias, de una buena vez, para satisfacer las necesidades humanas básicas en materia de
suministro de agua y para eliminar el flagelo de las muertes y enfermedades prevenibles
relacionadas con el agua.
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Dado el papel vital que desempeña el agua en la satisfacción de las necesidades humanas y
ambientales, estos sectores compiten cada vez más entre sí por recursos hídricos, que son cada
vez más limitados. Ríos importantes como el Colorado, el Nilo, el Amarillo y el Ganges se
sobre utilizan en forma creciente o están sumamente contaminados. Los recursos hídricos
subterráneos de India, el norte de África, la zona central de Estados Unidos, partes de China y
Oriente Medio se están bombeando más rápido de lo que la Naturaleza los recarga. Según
algunas estimaciones, el 30%–40% de la producción agrícola depende de recursos hídricos
insostenibles. En estudios recientes efectuados para determinar y evaluar los valores máximos
de escasez de agua se ha subrayado la necesidad de mejorar la gestión del agua (Gleick y
Palaniappan, 2010).
Estrategias integradas
El agua es esencial para abastecer la necesidad de alimentos de la creciente población del
planeta. El 70% del agua que utilizan los seres humanos se dedica a la agricultura. Pero el
agua también es vital para las funciones ecológicas básicas que también mantienen a la
humanidad, entre ellas, la producción pesquera, el tratamiento natural de la calidad del agua; y
la salud de los ríos, lagos y pantanos. Las políticas del siglo XX relativas al agua que
favorecieron a determinados sectores en detrimento de otros, o ignoraron las necesidades de
los ecosistemas, deben remplazarse por estrategias más integradas que maximicen el uso
productivo del agua y a la vez minimicen las consecuencias adversas de dicho uso. Entre otras
cosas, este nuevo enfoque exige establecer e imponer requisitos mínimos sobre el agua para
apoyar la salud de los ecosistemas, mejorar la eficacia y productividad del consumo de agua,
ampliar los sistemas de tratamiento y reutilización del agua, e integrar la gestión del agua de
superficie y el agua subterránea en lugar de seguir tratando a estas fuentes hídricas como
ajenas e independientes.
También implica buscar fuentes de abastecimiento innovadoras, tales como la recolección de
agua pluvial, la desalinización, la reutilización de aguas servidas, etc.
Cooperación en lugar de conflictos
Existe un largo historial de conflictos sobre los recursos de agua potable, que se remontan a
4.500 años atrás en la antigua Mesopotamia. La cronología de los conflictos relacionados con
el agua, mantenida por el Instituto del Pacífico, es una lista de estos conflictos, que incluye la
naturaleza de las disputas relacionadas con el agua la ubicación geográfica y las partes en
pugna, y las estrategias para reducir dichos conflictos. La mayoría de las posibles disputas
relacionadas con el agua se resuelven en forma pacífica, mediante negociaciones y acuerdos
de cooperación. La tarea es poner a disposición más herramientas internacionales que
fomenten la cooperación en materia hídrica, pero que también aborden el número creciente de
conexiones entre las estrategias de desarrollo inadecuadas o infructuosas y los riesgos de
disputas regionales, sub nacionales y locales relacionadas con el agua. La comunidad
internacional puede ayudar a reducir el riesgo de conflictos relacionados con el agua,
estimulando las negociaciones y los acuerdos entre las partes que comparten cuencas
hidrográficas y ayudando a proporcionar datos y apoyo científico para la gestión del agua.
Pero la actual disputa sobre la represa Grand Renaissance del Nilo pone de manifiesto la
dificultad para llegar a acuerdos globales sobre las cuencas de los ríos compartidos cuando los
intereses en pugna no logran llegar a un acuerdo. Sin embargo, resulta aún más difícil elaborar
herramientas útiles para resolver ambas disputas sub nacionales crecientes, muchas de las
cuales radican en competencias étnicas, económicas y sociales, así como en discrepancias
sobre la forma de asignar los escasos recursos de agua entre los distintos usuarios.
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Además de estos problemas más tradicionales relacionados con el agua, los planificadores y
administradores de recursos hídricos del siglo XXI afrontan una nueva amenaza compleja: el
efecto creciente del cambio climático sobre los recursos y los sistemas hídricos. A medida que
se acelere el cambio climático, se alterarán las tasas de evaporación, la demanda de agua, las
tendencias de la pluviosidad, las condiciones de las nevadas y deshielos, los glaciares, la
frecuencia e intensidad de las tormentas, y el nivel del mar. Si bien los administradores del
agua han elaborado herramientas para abordar la variabilidad natural del clima, algunas nuevas
amenazas serán distintas en su propia naturaleza o trascenderán el rango de extremos para los
cuales planificamos, diseñamos y construimos en la actualidad. Por lo tanto, en el caso de
algunas regiones o sistemas hídricos las estrategias actuales para abordar las consecuencias de
las inundaciones y sequías pueden resultar inadecuadas para gestionar los nuevos extremos
que impone el cambio climático. La adaptación al cambio climático es absolutamente esencial
en la gestión del agua y debe comenzar ahora. Toda estrategia a largo plazo debe incluir
nuevos programas para comprender y luego adaptarse al cambio climático inevitable a fin de
mejorar nuestras políticas y métodos de desarrollo.
La dimensión económica del derecho al agua
Existen muchos enfoques para gestionar los recursos de agua; entre ellos, la construcción y
operación de infraestructuras de gran escala tales como represas, acueductos, centrales de
tratamiento de agua y plantas de distribución; la imposición de reglamentos y normas para
monitorear la calidad del agua o el diseño de aparatos que utilizan agua; las estrategias
educativas para estimular nuevas políticas y conductas relacionadas con el agua, y la
utilización de diversas herramientas económicas y de mercado.
El papel de una economía inteligente para abordar los problemas hídricos es indiscutible, pero
la economía por sí sola puede ofrecer únicamente una parte de la solución. Del mismo modo
que no hay una única crisis hídrica, tampoco existe una única solución para el agua. Esto
plantea un problema para los financistas, los socios del desarrollo, las empresas tecnológicas,
las empresas que aportan capitales de riesgo, y los posibles donantes o inversionistas que
buscan soluciones rápidas, flexibles y muy rentables.
Fijar un precio
Tal vez la herramienta más útil —y más incomprendida— para gestionar el agua es el precio.
Para todo recurso natural es fundamental ijar un precio apropiado a los efectos de la
asignación y uso del recurso, la equidad, la protección ambiental, y la innovación.
Pero en el caso del agua, la fijación de precios ha resultado ser especialmente complicada y
controversial. Una parte del problema es la percepción contradictoria de que el agua es tanto
un bien económico como un derecho humano. En efecto, a fines de 2010, las Naciones Unidas
declararon que el acceso al agua potable y al saneamiento es un derecho humano formal
(Naciones Unidas). Sin embargo, se reconoció que puede recurrirse a la fijación de precios, los
mercados, y otros mecanismos económicos para ayudar a satisfacer el derecho al agua y
proporcionar servicios sostenibles relacionados con el agua.
No necesariamente hay un conflicto entre estos dos puntos de vista, al menos en cuanto a la
cantidad relativamente pequeña de agua necesaria para satisfacer las necesidades básicas y a la
existencia de estrategias exitosas para proporcionar agua y saneamiento a las poblaciones más
pobres. En algunas regiones, por ejemplo, pueden ofrecerse servicios de agua básicos con
tarifas subsidiadas, o incluso en forma gratuita, para cumplir objetivos sociales.
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En el caso de los usuarios que consumen una mayor cantidad de agua, la fijación de precios
apropiada es una parte integral de las estrategias globales para la gestión exitosa de los
recursos hídricos. Para la mayoría de los usos, las tarifas del agua son excesivamente bajas. En
la canasta de servicios públicos del consumidor normal, que incluye energía,
comunicaciones/telefonía, Internet, y transporte, el agua es por lejos lo más barato. E incluso
cuando se emplean sistemas sofisticados de abastecimiento de agua y saneamiento, el costo
económico total de esos servicios, incluidas las externalidades ecológicas vinculadas a la
obtención del agua o a la disposición de las aguas servidas, raramente se carga a los
consumidores. Los precios inapropiados del agua dan lugar al uso ineficiente, el consumo
excesivo, la degradación ambiental, la inversión inadecuada para mantener y ampliar los
servicios, y el subsidio inapropiado a algunos usuarios a expensas de otros.
Algunos también argumentan que al aumentar los precios del agua se corre el riesgo de
perjudicar indebida e injustamente a los pobres, que a menudo consumen un mínimo de agua
solamente para las necesidades básicas. Este riesgo es real.
El derecho humano al agua protege especialmente los modestos volúmenes de agua necesarios
para cubrir las necesidades básicas tales como la bebida, la cocción de alimentos, el
saneamiento y la limpieza; no debe privarse a los pobres de los servicios básicos porque no
puedan pagarlos. En estudio tras estudio se ha demostrado que los más pobres a menudo
tienen la voluntad de pagar servicios de agua apropiados o, de hecho, a menudo los pagan más
caros que los segmentos más pudientes de la sociedad, en forma tanto directa como indirecta:
se ven forzados a comprar agua a vendedores privados, pagar más por la energía para hervir o
tratar el agua, o pasar horas en la agotadora tarea de recoger agua de dudosa calidad en lugares
distantes, y contraen enfermedades al exponerse a aguas contaminadas. Estos “costos” reales
raramente se incluyen en las estrategias o análisis tradicionales para fijar los precios.
De modo que para fijar apropiadamente los precios del agua debe tenerse en cuenta un
conjunto complejo de requisitos para garantizar que puedan satisfacerse las necesidades
humanas básicas, se respete el derecho humano al agua, se cubran los costos de
infraestructura, operación y mantenimiento de los servicios hídricos, y se envíen señales
correctas a los mercados y consumidores. Los organismos competentes, las organizaciones
intergubernamentales y los servicios públicos deberían divulgar más ampliamente los estudios
recientes sobre la formulación de tarifas innovadoras de servicios públicos que fomentan un
consumo eficaz sin descuidar la solvencia de dichos servicios, las estrategias financieras y las
consideraciones sobre equidad (Donnelly y Christian-Smith, 2013).
Mercados de agua
Existen vastos mercados mundiales para toda clase de bienes y servicios, y, por consiguiente,
algunos economistas han tratado de argumentar que también podría tener sentido desarrollar
un mercado hídrico. La capacidad y las limitaciones de dicho mercado para resolver
problemas hídricos, especialmente los de escasez local o temporal, han despertado un interés
creciente. Sin embargo, los mercados hídricos siempre serán extremadamente limitados,
locales y controversiales.
Aunque el agua es en muchos modos nuestro recurso natural más importante, invalorable y
crucial para la supervivencia básica, no es muy valiosa en una economía de mercado. La
mayor barrera para los mercados hídricos a gran escala es el bajo costo del agua, incluso
asignándole el precio total apropiado, en comparación con el alto costo de trasladarla de un
lugar a otro. Dado que el agua es extremadamente pesada (un kilogramo por litro), su traslado
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es caro a menos que pueda realizarse mediante la gravedad. No es casual que en las primeras
transferencias de agua a gran escala desde una cuenca o región hacia otro lugar se emplearan
sistemas de gravitación, tales como los antiguos sistemas de irrigación de Mesopotamia y de
los valles del río Indo, así como los más sofisticados acueductos de la antigua Roma.
Las propuestas planteadas por empresarios privados para comercializar y trasladar agua desde
regiones ricas en agua hacia regiones con escasez de agua son sumamente irrealistas
sencillamente por los costos energéticos que entrañan. A menos que el costo de la energía de
un sistema hídrico sea nulo o bajo porque se basa en la gravedad, el agua se vuelve
antieconómica rápidamente en comparación con el costo de los sistemas sofisticados de
desalinización que proporcionan agua confiable de alta calidad.
Si bien la desalinización es cara, es competitiva en comparación con el transporte de agua a
largas distancias. Si a esto añadimos la oposición local al envío de agua a consumidores
distantes, y los ulteriores problemas jurídicos planteados por las legislaciones y políticas
locales en materia de derechos sobre los recursos de agua, es improbable que alguna vez
lleguen a desarrollarse los mercados de agua a gran escala (Gleick, 2010).
La única excepción está dada por las grandes cantidades de agua utilizadas para elaborar
productos de mercado, tales como los alimentos que se transportan a todo el mundo. En estos
últimos años, esta agua ha pasado a denominarse agua virtual (Allan, 1998). Si se fija un
precio apropiado al agua en su lugar de origen, o sea teniendo en cuenta la totalidad de los
costos ecológicos y sociales que implica obtenerla y utilizarla, el comercio internacional de
bienes y servicios puede ser una forma apropiada y viable de comercialización indirecta del
agua. Incluso en la actualidad, unos 20 países no tienen suficiente disponibilidad de agua
potable natural para cultivar todos los alimentos que consumen. Por lo tanto, los alimentos
cultivados en lugares del mundo más ricos en agua que son trasladados a estas regiones con
escasez de agua son una forma de comercio de agua.
De frente y a todo vapor
En estos dos últimos siglos, los métodos tradicionales para encontrar, explotar, distribuir y
utilizar el agua han sido provechosos para mucha gente. Pero se necesitan nuevas estrategias
para abordar las restantes necesidades insatisfechas de agua y de servicios relacionados con el
agua y para afrontar nuevos problemas complejos, tales como el efecto del cambio climático.
En muchas partes del mundo todavía se necesitan nuevas infraestructuras tradicionales, por
ejemplo sistemas de depósito, tratamiento y distribución a gran escala. Como lo pone en
evidencia el caso de la cuenca del río Nilo, persiste una gran presión y demanda por dicha
infraestructura. Pero estos proyectos deben construirse sujetos a normas ecológicas, sociales,
culturales y comunitarias estrictas que limiten los desplazamientos de poblaciones, protejan la
pesca y los flujos de aguas abajo, y respeten los principios internacionales sobre el uso
compartido del agua.
También debemos crear un método que utilice recursos de agua no tradicionales como las
aguas servidas tratadas, un método que se focalice en satisfacer la demanda de agua mejorando
la eficacia y productividad del consumo, aplique estrategias económicas innovadoras tales
como políticas tarifarias inteligentes y mercados hídricos y de agua virtual apropiados, e
incluya instituciones perfeccionadas para llevar a cabo la planificación y gestión integral de
los recursos hídricos regionales (Gleick, 2003). En particular, si se presta atención a la
multiplicidad de opiniones e inquietudes y se acepta que el agua, la energía, los alimentos y
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los problemas climáticos deben considerarse en forma integral, finalmente podrían resolverse
nuestros problemas de agua a nivel mundial.
Fuente: Peter H. Gleick es Presidente del Instituto del Pacífico de Oakland, California, editor
de la serie he World’s Water, y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados
Unidos. Este artículo fue publicado en la Revista Finanzas & Desarrollo del Fondo Monetario
Internacional (FMI) y se encuentra disponible en el sitio Wb: http://www.imf.org
2. ADVERSIDAD CRECIENTE: CAMBIO CLIMÁTICO, ALIMENTOS Y LA LUCHA CONTRA EL
HAMBRE
El mundo se enfrenta a un riesgo real e inminente de sufrir graves reveses en la lucha contra el
hambre debido al cambio climático. Y no se trata de una amenaza lejana: el riesgo se está
fraguando hoy y se intensificará en las próximas décadas.
Este informe se nutre de las investigaciones y de la experiencia de programas de Oxfam en
todo el mundo para analizar la manera en que el cambio climático incidirá negativamente en
los cuatro pilares consensuados de la seguridad alimentaria: disponibilidad, acceso, utilización
y estabilidad.
El documento expone que la inestabilidad climática, manifestada por una meteorología más
extrema y volátil, está menoscabando ya la seguridad alimentaria, y que, de no tomarse
medidas urgentes, esa inestabilidad aumentará la presión sobre unos sistemas alimentarios ya
de por sí castigados.
El clima está cambiando
Las emisiones de gases de
efecto invernadero están
cambiando el clima global
debido a que atrapan calor
y calientan los océanos y
la atmósfera, alteran la
climatología
a
nivel
regional, y hacen que la
meteorología se torne cada
vez más extrema e
imprevisible.
La
probabilidad
de
que
aparezcan
fenómenos
meteorológicos extremos
va en aumento. En el
período entre 1951 y
1980, la probabilidad de
que se produjera un
verano de calor extremo
en el hemisferio Norte era
de uno por cada 300; en el
período de 1981 a 2010 la
probabilidad
había
aumentado a casi uno de
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cada diez. Si la evolución en el siglo XXI mantiene la tendencia de su primera década, muy
pronto se producirán extremos climáticos nunca vistos por la humanidad desde los comienzos
de la agricultura.
Pese que a nivel mundial se ha reconocido la necesidad de mantener el calentamiento por
debajo del nivel crítico de 2°C, las emisiones están aumentando rápidamente y es probable que
los niveles de calentamiento sean muy superiores a esta cifra. La concentración de dióxido de
carbono (CO2) en la atmósfera terrestre ha alcanzado muy recientemente las 400 partes por
millón, por primera vez en unos tres millones de años. La última vez que se alcanzaron estos
niveles la temperatura global era entre 2 y 3°C más alta que la de hoy, y el nivel del mar unos
25 metros superior.
Las personas pobres son las más expuestas
El cambio climático nos
afecta a todos, pero los
países en desarrollo
sufrirán más que los
países desarrollados, y
las regiones del mundo
con mayor inseguridad
alimentaria serán las más
afectadas. Pese a que los
países de bajos ingresos
de regiones tropicales y
subtropicales son los que
menos contribuyen al
cambio climático, es muy
probable que en el futuro
sufran grandes cambios
en los patrones anuales
climáticos
y
de
precipitaciones que les
harán aún más vulnerables a la inseguridad alimentaria, especialmente en África y en el sur de
Asia.
La producción y los precios de los alimentos ya se están viendo afectados a nivel mundial por
la incidencia de fenómenos meteorológicos extremos. Se ha demostrado también que el
cambio climático y otras consecuencias del clima han desempeñado un papel clave en algunos
desastres, como la sequía de 2011 en el Cuerno de África. Según una estimación, el cambio
climático y sus consecuencias para el hambre y las enfermedades contagiosas provocan hoy la
muerte de 400.000 personas cada año en los países más pobres del mundo. Las personas más
pobres son las más afectadas, pues el cambio climático exacerba las condiciones que les dejan
más expuestas al riesgo de sufrir inseguridad alimentaria.
Hoy, una de cada ocho personas en el mundo se acuesta con hambre. Los análisis sugieren que
el número de personas en riesgo de pasar hambre aumentará entre un 10 y un 20% para 2050
como consecuencia del cambio climático (Gráfico 1). Se calcula que esto haría aumentar la
desnutrición infantil en un 20% en comparación con un escenario sin cambio climático,
acabando así con las mejoras que de otro modo se hubieran podido conseguir.
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El cambio climático está transformando el reto del hambre
Los asistentes a la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996, celebrada tras casi 30
años de avances en la lucha contra el hambre, creían que la seguridad alimentaria se podía
lograr. Para Oxfam y otras organizaciones, la erradicación del hambre es una meta factible,
una meta que debe sostenerse en la creencia de que el hambre se produce no por escasez de
alimentos, sino por la desigualdad y las injusticias que imperan en la forma de distribuir esos
alimentos.
Sin embargo, el cambio climático está transformando la naturaleza del reto del hambre, y
quizás también nuestra capacidad para abordarlo. Y para mayor preocupación, eso está
sucediendo a la par que aumenta la demanda mundial de alimentos.
Si no se toman medidas urgentes para reducir las emisiones y potenciar la resiliencia, el
cambio cli mático pondrá en peligro la inocuidad y la seguridad del sistema alimentario
mundial, y por tanto la posibilidad de garantizar el derecho básico de todas las personas a los
alimentos. Nuestro sistema alimentario no puede afrontar un cambio climático sin límites que
provocaría un aumento permanente en la variabilidad del rendimiento de los cultivos, una
volatilidad excesiva de los precio de los alimentos y alteraciones continuas en los medios de
vida, hechos que provocarían problemas de seguridad alimentaria insuperables para muchos
países y comunidades pobres.
Fuente: Documento elaborado por OXFAM (Informe Temático – septiembre de 2013),
disponible en el sitio Web: http://www.oxfam.org
3. LOS EFECTOS DEL CAMBIO CLIMÁTICO SE ACERCAN AL PUNTO DE NO RETORNO
Los científicos tienen cada vez más claro —al 95%— que el hombre es el principal actor del
cambio climático y advierten de que los daños causados hasta ahora por las emisiones —
subida del nivel del mar, acidificación de los mares o el derretimiento de los glaciares— se
mantendrán durante siglos si los Gobiernos no se conciencian de que el calentamiento es real y
muy grave, aunque se haya suavizado en los últimos años, y toman ya medidas drásticas para
combatirlo. Aunque lo enfrentaran con firmeza, ya hay efectos con los que conviviremos al
menos 1.000 años. Dependiendo del escenario, entre el 15% y el 40% del CO2 emitido puede
quedarse ya en la atmósfera. Según sus previsiones, el nivel del mar podría subir entre 26 y 82
centímetros y la temperatura aumentar hasta 4,8 grados a finales de siglo.
El Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), creado por Naciones Unidas, ha
avanzado este viernes en Estocolmo (Suecia) las principales conclusiones de su último
informe, que representa una llamada de atención a los líderes políticos en un momento de
crisis en el que la lucha contra el calentamiento ha dejado de ser prioridad.
Seguimiento y proyecciones del cambio climático
El documento será estudiado por los gobernantes del mundo antes de llegar a un acuerdo
multilateral vinculante para reducir la emisión de gases de efecto invernadero en 2015, que
deberá comenzar a aplicarse en 2020. “Todavía podemos prevenir los peores efectos del
cambio climático y dejar a nuestros hijos y sus hijos un planeta decente. Pero necesitamos
Gobiernos que actúen como bomberos y no como pirómanos”, ha recogido este viernes
Europa Press citando un cuadro del informe de consejos para políticos que no ha sido
difundido este viernes.
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Para lograrlo, los autores recomiendan comenzar “lo más rápido posible” una senda hacia la
energía renovable, proteger los bosques, los océanos y los recursos hídricos de los que
depende la economía.
El informe AR5, principalmente pensado para los representantes políticos, reúne las
evidencias científicas de los últimos seis años. En esta edición, en la que han participado 831
expertos de 85 países, se ha podido comprender con mayor exactitud la forma en la que está
subiendo el nivel del mar, algo que ha aumentado la confianza de sus previsiones, que dibujan
en varios escenarios posibles.
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El anterior trabajo, difundido en 2007, mostró evidencias suficientes de que el cambio
climático es inequívoco y estableció como causa probable las actividades humanas. Fue
atacado en su momento por varios expertos por incluir errores. Entre otros, sobre la velocidad
con la que podrían desaparecer los glaciares del Himalaya. Otro grupo lo revisó después y
concluyó que las principales conclusiones seguían siendo válidas.
Los investigadores creen al 95% que el hombre es el principal causante
Estas son algunas de las previsiones de esta entrega:
» Nivel del mar. La confianza en las previsiones del crecimiento del nivel del mar ha crecido
con respecto al anterior informe, el AR4, gracias a la mejora de la comprensión de los
componentes de nivel del mar, un mayor acuerdo de los modelos basados en procesos con
observaciones y la inclusión del hielo en los cambios dinámicos. “Como el océano se calienta,
los glaciares y las capas de hielo se reducen, el nivel del mar seguirá aumentando a nivel
mundial, pero a un ritmo más rápido que hemos experimentado en los últimos 40 años” dijo
Qin Dahe, vicepresidente del grupo de trabajo número 1 del IPCC. Las previsiones apuntan a
una subida para 2100 que va de los 26 a los 82 centímetros. La horquilla es mayor de la que
se estimaba en 2007 (18 y 59 centímetros).
» Papel del hombre. El trabajo dice que es muy factible, con una probabilidad de al menos el
95%, que las actividades humanas sean la causa predominante del calentamiento global en el
siglo XX. Este aspecto ha aumentado con respecto al último estudio, de 2007, en que la
probabilidad la situaban en el 90%. En el de 2001, estaba en un 66%.
» Cambios en el clima. El calentamiento es inequívoco, y desde 1950 muchos de los cambios
observados no tienen precedentes en décadas o milenios. La atmósfera y los océanos se han
calentado, las cantidades de nieve y hielo han disminuido, los niveles del mar han crecido, y
las concentraciones de gases de efecto invernadero han crecido. Cada una de las últimas tres
décadas ha sido sucesivamente más cálida —y las olas de calor serán más frecuentes y
duraderas con una probabilidad del 90% —, la superficie de la tierra ha estado mucho más
caliente que cualquier década precedente a 1850. Entre 1880 y 2012, el aumento estimado de
la temperatura ha sido de 0,85 grados. Los científicos creen “probable” que suba a finales de
siglo al menos 1,5 grados con respecto a la era preindustrial, aunque los escenarios más
pesimistas elevan el aumento a 4,8 grados.
El texto debe servir a los líderes mundiales para un pacto vinculante en 2015
» Océanos. Es “virtualmente cierto” (al 99%) que se ha calentado la parte superior de los
océanos, desde la superficie a los 700 metros de profundidad, desde 1971 hasta 2010. El
informe considera, con alto nivel de confianza, que el calentamiento oceánico es el principal
actor del aumento de la temperatura, ya que representa más del 90% de la energía acumulada
entre 1971 y 2010.
» Hielos. En las últimas décadas, los bloques de Groenlandia y del Antártico han ido
perdiendo masa, mientras que los glaciares continúan menguando.
» Carbono. Las concentraciones en la atmósfera de dióxido de carbono, metano y óxido
nítrico han crecido hasta niveles sin precedentes al menos en los últimos 800.000 años. Esas
agrupaciones de C02 han crecido un 40% desde los tiempos preindustriales, principalmente
por las emisiones de combustibles fósiles. Los océanos han absorbido el 30% de dióxido de
carbono produciendo la acidificación de los mares.
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» Irreversibilidad. Muchos aspectos del cambio climático persistirán durante siglos aunque
las emisiones de CO2 se detengan. Las temperaturas permanecerán a niveles elevados durante
siglos.
Fuente: Nota periodística publicado el 25 de septiembre del 2013 en el periódico español El
País y disponible en el sitio Web: http://sociedad.elpais.com
4. EL HOMBRE, MÁS CULPABLE QUE NUNCA DEL CAMBIO CLIMÁTICO
Un informe de referencia de Naciones Unidas sostiene que los científicos están convencidos
en un 95% de que la actividad humana es la "causa dominante" del calentamiento global desde
1950.
En la tierra, en el aire y en los océanos el calentamiento global es "inequívoco", explicaron
este viernes los representantes del IPCC en una conferencia de prensa desde Estocolmo,
Suecia.
Los científicos añadieron que la pausa en el ritmo del calentamiento del planeta de los últimos
15 años es demasiado corta como para reflejar una tendencia a largo plazo.
En su documento, el panel advierte que las continuas emisiones de gases de efecto invernadero
causarán más calentamiento y cambios en todos los aspectos del sistema climático.
Y para contener estas transformaciones hacen falta "reducciones sustanciales de las
emisiones".
Tras una semana de intensas negociaciones en la capital sueca, finalmente se divulgó el
resumen de las evidencias científicas del cambio climático destinado a gobiernos y
legisladores de todo el mundo.
Cambios sin precedentes
Se considera que este informe de 36 páginas es el más completo hasta la fecha sobre el
conocimiento científico de un planeta cada vez más caliente, y es la primera parte de una
trilogía del IPCC que será difundida a lo largo del próximo año.
En él se afirma claramente que muchos de los cambios observados en el sistema climático
desde 1950 "no tienen precedentes ni en decenios ni en milenios".
Cada una de las últimas tres décadas ha sido mas cálida que la anterior en la superficie de la
Tierra, y mas calientes que cualquier otro período desde 1850 y probablemente más que nunca
en los últimos 1.400 años.
"Nuestro examen científico muestra que la atmósfera y el océano se han calentado, que la
cantidad de hielo y nieve ha disminuido, que el nivel del mar ha aumentado y que las
concentraciones de gases de efecto invernadero se han incrementado", dijo Qin Dahe,
copresidente del Grupo de Trabajo I del IPCC, a cargo del nuevo reporte.
Desde 1950, sostienen los autores, la humanidad es claramente responsable de más de la mitad
del aumento observado de las temperaturas.
Pausa del calentamiento
Sin embargo, una pausa en el ritmo del calentamiento de la Tierra desde 1998 desafía las
declaraciones del panel. En este sentido, los científicos señalan que este período comenzó con
el año más cálido jamás registrado debido al fenómeno del El Niño.
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Que el ritmo de aumento de la temperatura se haya reducido entre 1998 y 2012 con respecto a
la media de 1951-2012 (0,05º C frente a 0,12º C) responde probablemente a la atenuación del
sol por las erupciones volcánicas y a una redistribución del calor en los océanos.
"Las tendencias basadas en registros cortos son muy sensibles", dice el informe, "y en general
no reflejan tendencias climáticas a largo plazo".
Sin embargo, el reporte altera una cifra central con respecto a su informe anterior de 2007: el
rango de temperatura asociado con una duplicación de concentración CO2 en la atmósfera,
llamado equilibrio de sensibilidad climática, era de entre 2 y 4,5ºC en aquel estudio.
En el nuevo documento, los científicos prevén que el aumento de la temperatura superará los
1,5º C para finales de siglo, dentro de un margen que ahora estiman en entre 0,3º C y 4,5º C.
Los científicos dicen que esto refleja una mejor comprensión, mejores registros y nuevas
estimaciones de los factores que influyen en el aumento de las temperaturas.
También dicen los expertos que el nivel del mar aumentará más rápidamente que lo observado
en los últimos 40 años.
El mar ha subido 0,19 metros de 1901 a 2010 y podría crecer entre 26 y 82 centímetros a
finales de este siglo, una margen mayor al señalado en 2007, de entre 18 y 59 centímetros.
El informe aprobado por los delegados de los gobiernos reunidos en Suecia analiza y actualiza
los avances científicos, y fue elaborado por más de 800 expertos.
El resultado del Grupo de Trabajo I será de referencia para las otras dos partes del informe y
será fundamental en las futuras negociaciones de la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) que pretenden alcanzar un acuerdo
internacional sobre el clima para 2015.
Fuente: Nota informativa publicado el 27 de septiembre del 2013 en el portal informativo
BBC Mundo y disponible en el sitio Web: http://www.bbc.co.uk/
5. ¿ESTÁ PREPARADA AMÉRICA LATINA PARA UN AUMENTO DE 4 GRADOS EN LA
TEMPERATURA MUNDIAL?
Huracanes más frecuentes e intensos, menor superficie cultivable y pérdida de zonas bajas son
apenas algunas de las posibles consecuencias para América Latina y el Caribe si la
temperatura mundial aumentara 4 °C hacia 2100, de acuerdo al nuevo estudio ‘Bajando la
temperatura’. Un aumento que duplica la meta reconocida a nivel internacional de 2 °C,
ampliamente considerada como el punto de inflexión tras el cual el daño ambiental se torna
irreparable.
Responsable de solo una fracción (12,5%) de las emisiones mundiales totales, América Latina
podría ser una de las regiones más castigadas si la temperatura aumentara, siendo las zonas
más afectadas el Caribe y las regiones tropicales, y las poblaciones pobres de la región las que
más sufrirían.
Ejemplos concretos de este impacto:
Mayor nivel de los océanos: desde 1998, el deshielo de los campos de hielo patagónicos han
contribuido un 2% del aumento anual en el nivel del mar. A medida que la temperatura sube,
esta tasa probablemente también aumente; el informe estima que el nivel del mar aumentará
entre 0,5 y 1 m para comienzos del siglo entrante. Dicho aumento podría ocasionar daños
incalculables a las pequeñas islas caribeñas que se encuentran apenas por encima del nivel del
mar, contaminando humedales de agua dulce vitales para el suministro de agua de esas islas;
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las pérdidas totales se cifran en US$68.200 millones para 2080, buena parte de ellas asumidas
por la industria turística de esa región.
Tormentas frecuentes: uno de los riesgos meteorológicos más peligrosos para la región, se
espera que la frecuencia de las tormentas tropicales de alta intensidad aumente, siendo
América Central y el Caribe una de las cuatro regiones con mayores probabilidades de padecer
las consecuencias de los daños resultantes. Esto sería particularmente preocupante en países
como México, cuya costa oriental, como explican los expertos en este blog, ya está expuesta a
un riesgo considerable, sobre todo dada la velocidad a la que crece la población e
infraestructura local.
Más sequías: dado el crecimiento de la población mundial, se espera que la demanda de
alimentos también aumente. Hogar de un tercio de la tierra cultivable y de los recursos del
mundo, la región está bien ubicada para convertirse en uno de los principales productores de
alimentos a futuro. Sin embargo, como se pudo observar en la grave sequía que afectó a
México este año, el informe advierte que un aumento de 4 °C tendría un impacto muy
importante en la superficie de tierra cultivable, que disminuiría, especialmente en América
Latina, África e India.
Adaptación al cambio climático
Aun hoy, el clima mundial está cambiando y por lo tanto las diferentes regiones deben
adaptarse para poder maximizar su capacidad de recuperación ante los cambios. Como explica
el Asesor del Banco Mundial para Cambio Climático, Erick Fernández, “prepararse ante los
desastres naturales de hoy constituye el primer paso en la adaptación a los desastres naturales
de mañana”.
En el caso de América Latina, esta capacidad de recuperación significa:
 Asegurar que la infraestructura regional pueda soportar los nuevos ‘extremos’
climáticos
 Utilizar una mayor variedad de cultivos, que tengan un buen rinde en caso de sequía,
inundación y alta temperatura, así como garantizar los cultivos futuros mediante
bancos de semillas.
 Priorizar el uso territorial para conservar y gestionar peligros múltiples
 Implementar planes de respuesta a situaciones de emergencia y sistemas de alerta
temprana
 Establecimiento de redes de protección y seguridad social para proteger a los grupos
más vulnerables de la región.
 Intercambio de mejores prácticas y sistemas de información entre países.
 Monitoreo del tiempo y clima regionales
¿La solución radica en el crecimiento verde?
Ofreciendo una panorámica de la más reciente climatología, el informe advierte que la
temperatura mundial apunta a una suba de 4 °C y que los más recientes compromisos en
términos de gases de efecto invernadero no reducirán en mucho esta cifra. Sin embargo, un
compromiso sostenido con el crecimiento verde e inclusivo podría limitar este aumento a 2 °C.
Actualmente, América Latina emite el 12,5% de los gases de efecto invernadero del mundo,
aunque la creciente población urbana y la tasa de motorización aparecen en el informe
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‘Crecimiento verde inclusivo en América Latina y el Caribe’ como fuentes potenciales de
degradación ambiental en caso de no corregirse.
De todas maneras, la región ya asumió el desafío, muchos países están llevando a cabo
soluciones innovadoras y ecológicamente saludables, adaptadas a sus responsabilidades
ambientales.
En particular:
Se han establecido sistemas de autobuses de transporte rápido en toda la región para fomentar
el uso de transporte público y reducir la dependencia del automóvil, yendo a la vanguardia en
términos de transporte público en el mundo en desarrollo.
La generación eléctrica en América Latina se multiplicó en más de dos veces en los últimos 20
años, aunque un aumento en la utilización de recursos renovables, así como de gas natural,
ayudaron a que la región redujera su dependencia del petróleo y del diésel, reduciendo de esta
forma la huella de carbono de su industria eléctrica.
Siendo algunos de los principales productores agropecuarios del mundo, varios países de
América Latina han reducido la huella ambiental de la industria a través de esquemas para la
conservación de bosques y áreas arboladas, así como fomentando la reforestación, como este
en Costa Rica.
Actualmente, el Banco está trabajando junto a 130 países de todo el mundo para solucionar el
cambio climático, duplicando los créditos para adaptación. Ahora mismo están operando
US$7200 millones en Fondos de inversión en el clima en 48 países, 14 de los cuales se
encuentran en América Latina y el Caribe.
Fuente: Artículo de prensa elaborado y difundido por el Banco Mundial y disponible en el
sitio web: http://www.bancomundial.org/es
6. EL CAMBIO CLIMÁTICO AMENAZA LA PRODUCTIVIDAD DE LA SOJA EN BRASIL
El rendimiento de la soja brasileña, rubro clave de las exportaciones, puede caer hasta 24 por
ciento hacia 2050. También habrá merma de frijol, arroz, maíz, caña de azúcar, café y naranja.
Algunos de esos alimentos ya muestran pérdidas en las cosechas de este año. ¿Qué está
pasando con el poderoso sector agropecuario de Brasil?
De acuerdo al primer informe exhaustivo sobre el cambio climático en este país sudamericano,
la temperatura en su extenso territorio se puede elevar entre tres y seis grados hasta 2100, y las
pérdidas agrícolas serán uno de sus efectos más notables. No será “el fin del mundo”, aciertan
a decir algunos científicos consultados por IPS. Pero otros anticipan una crisis de seguridad
alimentaria.
El capítulo sobre agricultura estima que hasta 2020, el sector sufrirá pérdidas en torno a los
3.100 millones de dólares por año.
“Si la temperatura continúa subiendo y bajando, como está ocurriendo, tendremos olas de
calor y de frío muy fuertes y pérdida de productividad agrícola”, dijo a IPS el investigador
Eduardo Assad, de la estatal Empresa Brasileña de Pesquisas Agropecuarias (Embrapa) y uno
de los autores del informe.
Además de la soja, de la que Brasil es el primer exportador mundial, otros alimentos
mencionados son fundamentales en la mesa brasileña. Por eso, “sin duda estamos hablando de
seguridad alimentaria”, dijo a IPS el coordinador del programa de cambios climáticos y
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energía del Fondo Mundial de la Naturaleza – Brasil(WWF-Brasil), Carlos Rittl, doctorado en
ecología.
El informe es el primero de tres que publica el Panel Brasileño de Cambios Climáticos, un
organismo que crearon en 2009 los ministerios de Ciencia y Tecnología y de Medio Ambiente.
Este volumen se centra en la base científica del recalentamiento global y reúne trabajos de 345
investigadores. Su publicación se hizo en el marco de la Primera Conferencia Nacional de
Cambios Climáticos Globales, que se llevó a cabo desde el lunes 9 hasta este viernes 13 en la
sureña ciudad de São Paulo. Los dos siguientes se publicarán en octubre y noviembre.
El calor, agravado por menos lluvias, podría reducir el caudal de los ríos y el suministro de
agua subterránea, si no hubiera respuestas para bajar la emisión de gases de efecto
invernadero, causantes del calentamiento.
“Ya estamos siendo afectados”, dijo Rittl. “Estamos sufriendo eventos meteorológicos
extremos cada vez más frecuentes, tempestades, inundaciones, lluvias intensas, a su vez
asociadas a deslizamientos de tierra y otros accidentes como los que tuvimos en la región
serrana de Río de Janeiro (en 2011) o sequías extremas como ahora en el Nordeste”,
ejemplificó.
Estas sequías podrían extenderse por varios “años seguidos” y dejar “sin agua para la
producción agrícola o para beber”, acelerando procesos de desertificación, agregó.
En la Amazonia, las lluvias podrían reducirse en 45 por ciento. La caída hídrica en este bioma
donde se están construyendo muchas centrales hidroeléctricas, acarrearía riesgos para el
suministro de energía.
En las pampas del sur y en el sudeste, las precipitaciones aumentarían en 40 por ciento,
causando más inundaciones.
“En regiones muy pobres del Nordeste la producción de subsistencia sufrirá consecuencias
severas, con una tendencia a un mayor empobrecimiento de su población y migración a los
centros urbanos”, apuntó Rittl.
La agricultura familiar es una fuente central de provisión de alimentos en este país. “En
determinadas regiones no va a ser posible producir más cultivos”, advirtió.
Assad, sin embargo, destaca que el informe no concluye que habrá más inseguridad
alimentaria. Sí se debe anticipar un “posible cambio en la geografía agrícola”.
Investigaciones de Embrapa y de la Universidad de Campinas muestran que las zonas
cafeteras del sudeste ya no serán más aptas para ese cultivo tradicional de Brasil.
La Embrapa ya trabaja en el desarrollo de variedades de café más resistentes. También busca
soluciones para adaptar la soja, el maíz y el sorgo, así como un frijol tolerante a temperaturas
elevadas.
El informe no presenta novedades respecto de escenarios climáticos ya trazados para Brasil,
pero sí sistematiza los conocimientos existentes y expone cuáles son las lagunas de
conocimiento en cada caso. Por eso es una hoja de ruta para las investigaciones futuras.
En 2009, Brasil se comprometió a reducir sus emisiones de gases invernadero entre 36,1 por
ciento y 38,9 por ciento, según dos escenarios de crecimiento del producto interno bruto.
El gobierno asevera que ya avanzó en 62 por ciento hacia esa meta, gracias a la marcada
reducción del ritmo de la deforestación.
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Pero, si bien hubo logros en esa área y en la elaboración del Plan de Agricultura de Bajo
Carbono (ABC), el cambio climático “no es un tema prioritario para el gobierno” de Dilma
Rousseff, dijo Rittl.
El ecólogo comparó la inversión destinada al ABC entre 2011 y 2012, de 1.560 millones de
dólares, con los casi 50.000 millones de dólares de estímulos para la gran agricultura que
dispuso el gobierno.
“La gran inversión sigue en la agricultura tradicional que continúa las emisiones”
contaminantes, subrayó.
La agricultura y la energía “representan juntas 90 por ciento o más de las emisiones” de Brasil,
dijo el experto.
Assad mencionó acciones en marcha como sistemas integrados de agricultura, pecuaria y
silvicultura, recuperación de pastizales degradados, mayor uso de la siembra directa (sin
laboreo) y de fijación biológica de nitrógeno. “Estamos implementando sistemas que, en vez
de emitir más, secuestran carbono”, explicó.
El objetivo es llegar a 2020 con 20 millones de hectáreas cultivadas bajo esos métodos. “Si
mantenemos el monocultivo, tendremos problemas”, pues con más lluvia y humedad “habrá
más plagas y enfermedades”, alertó.
La expansión de uno de esos monocultivos, la soja, es una de las causas de la degradación de
suelos y la deforestación.
“Los grandes sectores agrícolas que antes creían que el cambio climático no era importante,
ahora perciben que también son vulnerables y son nuestros aliados”, enfatizó Assad. Pero esos
planes son insuficientes si no se integran las acciones de los diferentes ministerios, que “no
tienen comunicación entre sí”, remarcó Rittl. “Tenemos que prepararnos mucho más para las
consecuencias que vamos a enfrentar en cualquier escenario”.
Fuente: Nota informativa publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) y disponible en el sitio Web: http://www.fao.org
7.
TRIPLE AMENAZA A LA VIDA EN LOS OCÉANOS
Los mares del mundo están en peligro. Y la amenaza que se cierne sobre ellos es mayor aún
que la consignada en el reciente informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático
(IPCC), lo cual ya es decir bastante. Así lo afirma un reporte del Programa Internacional sobre
el Estado de los Océanos (IPSO, por sus siglas en inglés) y la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza (UICN), organizaciones que agrupan a científicos y otros
especialistas en la materia.
El informe advierte que el impacto de los cambios registrados a nivel global en los océanos es
más grave e inminente de lo que se había anticipado. “La situación debería ser objeto de la
mayor preocupación para todos, ya que todos se verán afectados por cambios en la capacidad
del océano de sustentar la vida en la Tierra”, afirmó el director científico del IPSO, el profesor
Alex Rogers, del Sommerville College, de Oxford.
El “trío mortal”
El informe identifica tres grandes factores de preocupación, a los que se refiere como el “trío
mortal”: la desoxigenación, la acidificación y el calentamiento de los océanos. Con respecto al
primero, hace notar que se acumula la evidencia de una progresiva pérdida de oxígeno en los
mares y cita informes que prevén una reducción de entre el 1 y el 7 por ciento hasta el año
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2100. Entre las causas se menciona el calentamiento global y la contaminación provocada por
los vertidos de desechos de la industria agrícola y aguas servidas.
La acidificación de las aguas marinas, por una creciente concentración de CO2, también
supone una amenaza para el ecosistema. Según advierten los científicos, con las
concentraciones previstas para mediados del presente siglo, o antes, la erosión excederá a la
calcificación en el proceso de formación de los arrecifes de coral, lo que redundará en la
extinción de determinadas especies y afectará a la biodiversidad en general.
En cuanto al tercer factor del “trío mortal”, los científicos se remiten al reciente informe del
IPCC, indicando que los mares están absorbiendo parte considerable del calentamiento global,
con consecuencias negativas para el ecosistema, incluyendo la alteración de las dinámicas de
la cadena alimentaria y la propagación de enfermedades.
Llamado a la acción
A los ya citados factores interrelacionados, se suma también otro problema originado por el
ser humano: la sobrepesca, que sigue poniendo en peligro especies claves. Todo ello configura
un panorama inquietante, ante el cual los científicos del IPSO y la UICN urgen a tomar
medidas. En concreto, demandan la reducción de las emisiones de CO2 para que el aumento
de la temperatura global se mantenga por debajo de los 2 grados Celsius, y la implementación
efectiva de un sistema de gestión basado en los intereses de la comunidad y los ecosistemas,
que favorezca la pesca en pequeña escala.
Igualmente piden un acuerdo internacional para asegurar la conservación y la utilización
sostenible de la biodiversidad en las aguas internacionales. El tiempo apremia, según subrayó
el profesor Dan Laffoley, de la UICN, indicando: “lo que estos últimos informes dejan
absolutamente en claro es que posponer las acciones incrementará los costos en el futuro y
provocará pérdidas mayores, quizá irreversibles”.
Fuente: Nota publicada en el Portal Informativo Deutsche Welle (DW) y disponible en el sitio
Web http://www.dw.de/
8.
EL CAMBIO CLIMÁTICO,
EL AGUA Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA
A consecuencia del cambio climático para los agricultores será más difícil de prever y más
variable el suministro de agua, y la sequía y las inundaciones serán más frecuentes. Sin
embargo, estas repercusiones variarán enormemente de un lugar a otro. Los científicos prevén
que las temperaturas elevadas beneficiarán la agricultura de las latitudes septentrionales,
mientras que una gran parte de las regiones tropicales áridas y semiáridas afrontarán una
disminución de las lluvias y los escurrimientos, tendencia ominosa para los países de esas
regiones que más inseguridad alimentaria sufren.
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La situación actual
Numerosas cuencas fluviales explotadas
intensivamente, de las principales regiones
productoras de alimentos, ya trabajan al límite de
sus recursos básicos. Estos son indicadores
preocupantes de lo que todavía está por venir,
dada la dependencia de la población urbana
respecto a la producción agrícola, y la
proporción de las personas cuyos medios de
subsistencia dependen de la agricultura y
actividades afines, que en el África subsahariana
son más de dos terceras partes de la población.
En todo el mundo la agricultura representa un 70
por ciento del agua que se extrae; en el África
subsahariana representa el 87 por ciento. Pero la
demanda de las zonas urbanas en acelerado
crecimiento aumenta la presión sobre la calidad
y la cantidad de los recursos hídricos locales.
El agua cada vez se necesita más para fines
ambientales, como la reposición de los
humedales.
Efectos en la seguridad alimentaria
La gestión del agua es fundamental para la estabilidad de la producción mundial de alimentos.
Un acceso fiable al agua incrementa la producción agrícola, ofrece un suministro estable de
numerosos productos agrícolas decisivos e ingresos más altos en las zonas rurales, donde
viven tres cuartas partes de las personas que sufren hambre en el mundo. Sin una gestión
sostenible del agua en las cuencas hidrográficas, los lagos y los acuíferos subterráneos
asociados a ellos, la seguridad alimentaria local, regional y mundial corre riesgos. La sequía es
la más frecuente causa natural específica de aguda escasez de alimentos en los países en
desarrollo. Las inundaciones son otra causa importante de emergencias alimentarias. En la
medida en que el cambio climático haga aumentar la variabilidad de la lluvia y la frecuencia
de los fenómenos meteorológicos extremos, será un obstáculo para la seguridad alimentaria.
Se prevé que para 2060, los cambios en la precipitación pluvial, la evaporación del agua desde
el suelo y la transpiración (el vapor que despiden las plantas) reducirán el escurrimiento en
algunas partes del mundo, como el Cercano Oriente, América Central, el norte del Brasil, la
zona occidental del Sahara y el sur de África. En cambio, el escurrimiento aumentará, por
ejemplo, en el norte de Europa, el norte de China, África oriental y la India. El escurrimiento
es importante para reabastecer el agua de los ríos y los lagos y, en consecuencia, también para
la irrigación y el mantenimiento de los servicios ambientales.
La agricultura de secano, que comprende el 96 por ciento del total de la superficie agrícola en
el África subsahariana, el 87 por ciento en América del Sur y el 61 por ciento en Asia, será la
más afectada. En las zonas marginales semiáridas donde hay prolongadas estaciones secas,
habrá mayor riesgo de que se malogren las cosechas. Donde no se puede asegurar la
estabilidad de la producción, la población tendrá que emigrar. Para el decenio de 2080, la
superficie no apta para la agricultura de secano en el África subsahariana, debido a las
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condiciones del clima y a limitaciones del suelo y de las tierras, podría aumentar de 30 a 60
millones de hectáreas.
Pero en las grandes cuencas
fluviales y los deltas de los
ríos la irrigación también
corre riesgos debido al
conjunto de la disminución
del
escurrimiento,
la
salinidad
(Indus),
el
aumento
de
las
inundaciones y del nivel del
mar
(Nilo,
GangesBrahmaputra,
Mekong,
Yangsté), así como por la
contaminación urbana e
industrial. Estas presiones
sobre una parte de las
principales
tierras
productivas reducirán la
producción agrícola, la
biodiversidad y la capacidad natural de recuperarse de los ecosistemas, con posibles
repercusiones negativas para millones de agricultores y consumidores de todo el mundo
debido a la gradual limitación del suministro de alimentos.
Las repercusiones del cambio climático serán desiguales entre los países y las regiones. En
China, donde hay 140 millones de personas subnutridas, la producción de cereales aumentaría
100 millones de toneladas, mientras que en la India, donde hay 200 millones de personas
subnutridas, se prevé una pérdida de 30 millones de toneladas. En Mozambique las
proyecciones indican una pérdida de más del 25 por ciento de la capacidad de producción
agrícola, mientras que las hipótesis muestran en América del Norte un aumento de entre el 3 y
el 13 por ciento del valor agrícola, debido al cambio climático.
¿Qué se puede hacer?
Las zonas donde se prevé la disminución de las lluvias tendrán que mejorar el
almacenamiento, la gestión y la productividad del agua. Los sistemas grandes de irrigación
deberán adaptarse a los cambios que se producirán en los regímenes de suministro de agua y
se necesitará apoyo para las medidas de control del agua en pequeña escala, realizadas sobre el
terreno.
Hay cinco intervenciones normativas clave:
1. Incluir medidas de adaptación y atenuación para la gestión del agua destinada a la
agricultura en los planes nacionales de desarrollo.
2. Promover medidas técnicas y de gestión para incrementar la flexibilidad de la
agricultura de secano y la de irrigación, y reducir la pérdida de agua en los sistemas de
producción con irrigación.
3. Mejorar el conocimiento sobre el cambio climático y el agua y difundir buenas
prácticas entre los países y las regiones.
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4. Promover políticas nacionales de gestión de riesgos mediante mejores redes de
vigilancia y productos de aseguración innovadores.
5. Movilizar fondos de adaptación para afrontar los desafíos del agua y la seguridad
alimentaria causados por el cambio climático.
Fuente: Nota informativa publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) y disponible en el sitio Web: ftp://ftp.fao.org/
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Edición a cargo de Rodrigo Fernández Ortiz