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DE LOS CUIDADOS PALIATIVOS AL ACOMPAÑAMIENTO
TERAPEUTICO EN EL PACIENTE GERIÁTRICO
“POR UNA MEDICINA HUMANIZADA”
Carlos Escorza Santos
Psicoterapeuta y Médico General.
Hospital Clínica del ISSSTE. Xalapa, Ver. México.
Dom. Av. Fernando Gutiérrez Barrios No. 602. Xalapa, Ver. Méx.
Tel. y Fax: 012288142153
E- Mail: [email protected]
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, los problemas asociados al progresivo envejecimiento de la
población están cobrando interés creciente debido principalmente al aumento del número
de personas mayores de 65 años en las sociedades industrializadas, generado por una
disminución de las tasas de natalidad y mortalidad y un incremento importante de la
esperanza de vida. La población anciana a nivel mundial está creciendo un 2% cada año, de
manera considerablemente más rápida que la población en su conjunto. La población
mundial tiene hoy cerca de 600 millones de personas ancianas, lo que triplica el número
registrado hace 50 años. A mitad de siglo, habrá unos 2.000 millones de ancianos, en una
correlación de dos personas mayores por cada niño.
Estima la ONU que en 2050, la población europea con 19 países o regiones tendrán
poblaciones con más del 10% por encima de los 80 años de edad. Y el 44% de la población
española en 2050 será mayor de 65 años.
En algunos países latinoamericanos como Argentina, Chile, Uruguay y México ya se
observa este fenómeno demográfico, donde la pirámide poblacional se esta invirtiendo. En
México, los adultos mayores de 60 años, actualmente representan más del 7% de la
población nacional, es decir, que uno de cada veinte mexicanos pertenecen a este sector y
proyecciones a futuro nos indican que en el año 2050, será uno de cada cuatro mexicanos.
El aumento en el promedio de vida en México es de 71.4 años para los hombres y para las
mujeres de 77.5. Se estima que en los próximos años seguirá aumentando para ser de 80
para las mujeres y de 76 para los hombres. La ventaja femenina en cuanto a esperanza de
vida varía de cinco a ocho años. Sin embargo, vida más larga no es necesariamente
sinónimo de vida más saludable.
Aunado al aumento en la esperanza de vida, y la situación socioeconómica que
prevalece en México, ha surgido un fenómeno que ha ocasionado la aparición de hogares
monoparentales y familias trigeneracionales, lo que origina que actualmente en nuestro
país, más del 30 por ciento de los hogares sean sostenidos por personas mayores de 65
años, lo cual nos lleva a reconsiderar las políticas y acciones que el gobierno habrá de
implementar para satisfacer las necesidades de este importante grupo, ya que diversas
investigaciones arrojan información referente a que los adultos mayores consumen más del
30 por ciento de los presupuestos de la seguridad social, en pensiones y jubilaciones que
todos reconocemos son insuficientes. También se consumen alrededor del 30 por ciento del
presupuesto de salud, y ocupan hasta el 60 por ciento de las camas de hospital ( Evaluación
y Perspectiva de Seguridad Social.) ( CONAPO. México, 1999.)
La morbilidad de la población envejecida representa una mayor complejidad respecto
a otros grupos de edad, principalmente porque el estado de salud es un reflejo de su estilo
de vida y en él se acumulan la presencia de factores de riesgo.
Por ello, estos cambios tendrán un profundo impacto en todos los ámbitos de la
sociedad, pero en ninguno con tanta trascendencia como en la salud pública. Ya que
estamos asistiendo el aumento gradual de la prevalencia de algunas enfermedades crónicas,
junto al envejecimiento progresivo de nuestra población, observando una alta incidencia en
la atención
hospitalaria del “paciente geriátrico y crónico”, el cual permanece
hospitalizado por periodos prolongados, originando gran variabilidad en el perfil de éstos
en cuanto a diagnósticos, motivos de ingreso, grado de severidad de procesos clínicos,
costo beneficio y calidad en el tipo de cuidados.
ANTECEDENTES.
Desde el principio de la civilización, las diferentes culturas que han poblado la tierra
se han visto atraídas por el fenómeno del envejecimiento. Por un lado, el reconocimiento de
la sabiduría y experiencia que adquiere el ser humano con el transcurso de los años, hace
que muchos pueblos hayan dado al anciano un papel indiscutible de liderazgo dentro de la
sociedad, pero también han sido reconocidos por otros pueblos como una carga, ya que se
consideran poco productivos en el ámbito laboral y los cambios fisiológicos propios de la
vejez, llevan a que este grupo de edad, tenga una mayor propensión a desarrollar ciertas
enfermedades y pierda en forma gradual algunas de sus facultades de la juventud, como
consecuencia final, un mayor riesgo de morir o una inadecuada calidad de vida.
Frente a esta realidad, la ONU en su Asamblea General declaró el 28 de agosto de
1978 el “Día Internacional del Anciano”, y partiendo de ahí, la OMS y la OPS se dieron a
la tarea de establecer reuniones Internacionales como la “Asamblea Mundial sobre
Envejecimiento” celebrada en 1982 en Viena, misma que en 1992 emite la "Declaración
sobre derechos humanos y responsabilidades de las personas de edad"; en 1998, en Kobe,
Japón, un “Simposio sobre el envejecimiento y la salud” y la “Segunda Asamblea Mundial
sobre Envejecimiento”, celebrada en Madrid España del 8 al 12 de abril de 2002, donde se
decide adoptar un Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento para
responder a las oportunidades que ofrece y los retos que plantea este fenómeno en la
población en el siglo XXI y para promover el desarrollo de una sociedad para todas las
edades.
Estos eventos internacionales, han generado compromisos que nuestro país ha
adquirido, como:
− El crear por decreto el 22 de agosto de 1979, el Instituto Nacional de la Senectud
(INSEN), impulsado y fundado por la Dra. Emma Godoy, quien de inicio funda la
Asociación Civil “Dignificación de la Vejez”, que tiene como fundamento preparar y
educar al ser humano para enfrentarse a la vejez. Sin embargo, el INSEN fue reformado el
24 de agosto de 2001, en donde al modificar sus artículos, se cambia su denominación por
el de Instituto Nacional de Adultos en Plenitud (INAPLEN), y se amplia su objeto social,
dotándole de los elementos humanos y materiales necesarios, para cumplir de manera
eficaz y eficiente con la misión de promover el desarrollo humano integral de los adultos
mayores.
− En 1985 se establece el "Programa Nacional de la Tercera Edad", coordinado y fundado
por la Dra. Lylia Berthely Jiménez.
− En 1986, se inicia con el primer servicio de geriatría en México, en el Instituto de
Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), del Hospital
Regional Adolfo López Mateos. Y en 1998, la puesta en marcha del programa nacional de
capacitación de recursos humanos para el Envejecimiento Exitoso.
− La creación por decreto del Comité Nacional de Atención al Envejecimiento (CONAEN)
que es presidido por el Secretario de Salud desde el 12 de agosto de 1999, con la tarea del
de contribuir a la prevención y control de las enfermedades de mayor prevalencia en la
población mayor de 60 años, así como el desarrollo de estrategias para su prevención
oportuna.
− Y en el aspecto legislativo, se deroga y publica en la Gaceta Oficial del Distrito Federal
el 7 de marzo del 2000, la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores en el
Distrito Federal, influyendo para que el 25 de julio de 2003 entre en vigor la Ley de los
Derechos de las Personas Adultas Mayores para toda la República, “votada por
unanimidad, en las Cámaras de Diputados y Senadores”.
Por lo aquí expuesto, es necesario considerar que el Gobierno Federal ha venido
estableciendo políticas públicas de desarrollo humano integral para adultos de sesenta años
o más, con el objeto de llevar a cabo el cambio y transformación que requiere nuestra
sociedad, así como las bases para diseñar acciones y programas que fortalezcan a los menos
favorecidos de este sector, respetando siempre su dignidad y pugnando por el mejoramiento
de su nivel de vida.
UNA SOLA RESPUESTA.
Uno de los grandes problemas para diseñar atención al envejecimiento es que, el
grupo de los adultos mayores ofrece una diversidad amplísima, por lo que los proyectos que
se diseñen deben tener como característica central una gran flexibilidad y deberán enfocarse
a la funcionalidad, que se traduce en la capacidad de independencia y en la calidad de vida.
Sin embargo, no podemos aspirar a alcanzar dicha meta, sino definimos en este mar
de atención asistencial un programa específico, y responder de manera objetiva a las
necesidades individuales y colectivas de esta población. Así en el año 2001, durante la
estancia y formación como médico interno de pregrado, en la Clínica Hospital de segundo
nivel de atención del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del
Estado (ISSSTE), localizada en la ciudad de Xalapa, Veracruz, México; se advirtió que el
32% de los pacientes que asistían a urgencias eran personas mayores de 65 años, de los
cuales el 45% eran hospitalizados con patologías crónico-degenerativas (Cardiopatías,
enfermedades metabólicas, neumonía, cáncer, enfermedad vascular cerebral entre otras),
permaneciendo en el hospital por periodos prolongados o reincidiendo en breve tiempo.
Advirtiendo también el desgaste y deterioro físico y emocional que sufrían los amigos y
familiares que permanecían varios días junto a sus enfermos.
Debido a que no se contó con estadísticas propias de las características clínicoepidemiológicas de los pacientes geriátricos hospitalizados, se realizó un estudio
descriptivo transversal en un período de un año. Se revisaron 229 historias clínicas de los
pacientes de 65 y más años de edad que ingresaron a dicha Clínica Hospital.
RESULTADOS Y CONCLUSIONES.
El 39,5% de los pacientes ocuparon las camas. El 48% correspondió al sexo
femenino, con edad promedio de 71 años y el 52% al sexo masculino, con edad promedio
de 74. La estadía hospitalaria promedio fue de 20 días. Las causas más frecuentes de
hospitalización fueron, en primer lugar, las enfermedades cardiovasculares (39%), seguidas
de las metabólicas (30,0%), Enfermedad Vascular Cerebral (11,0%), infecciosas (10,0%),
Cáncer en un (6,0%) y Fracturas un (4%). Con relación al uso de fármacos, se realizaron
1763 prescripciones para un promedio de 7,69 por paciente. Los grupos de fármacos más
indicados fueron: Medicamentos antimicrobianos (503; 35%), cardiovasculares (492; 34%),
antiinflamatorios y analgésicos (243 17%) y los antiulcerosos (211; 17%). La frecuencia de
síntomas atribuibles a efectos farmacológicos adversos fue de 12 (5,2%).
En conclusión, y con la visión de extrapolar dichos resultados, se pudo apreciar que
al incrementarse la edad de los individuos, más se incrementan los episodios de cuidados
intensivos con encarnizamiento diagnóstico y terapéutico en el hospital, lo que implica una
alta ocupación por día de camas hospitalarias, donde la eficiencia del hospital y el
acortamiento de la estancia hospitalaria seguirán siendo, por mucho tiempo, una prioridad,
fenómeno que podrá ser resuelto tanto por la aparición de nuevas tecnologías, como por los
altos costos de la hospitalización, por lo que las necesidades médicas crecientes de la
población geriátrica debe llevar al establecimiento de personal entrenado en la atención
integral de este grupo de pacientes y así garantizarles una mejor calidad de vida.
Al respecto, se propuso en ese periodo, un programa de “Cuidados Paliativos” para
pacientes geriátricos, donde en su momento, se justificaba el tipo de atención por
contemplar una población más cercana a la etapa terminal. Lo cual fue bien recibido por
personal de enfermería y por los médicos que asistieron a la sesión clínica donde se
presentó dicha información. No obstante, en la práctica se identificó resistencia por parte
del personal médico ya que conceptuaron a la vejez como un hecho eminentemente
biológico y una antesala de la muerte, y no como un proceso que brinda una etapa para la
vida; así mismo, sus prácticas médicas con los pacientes geriátricos hospitalizados
continuaron siendo frías y despersonalizadas.
Fue necesario establecer definiciones para clarificar las acciones a la población
señalada, y el envejecimiento rechaza definiciones fáciles, por lo menos en términos
biológicos ya que el envejecimiento posee importantes connotaciones emocionales y
médicas y entraña numerosos interrogantes. Su concepto es variado entre los distintos
profesionales y la manera de entenderlo ha cambiado a lo largo de la historia.
Existe en la actualidad un gran número de teorías sobre el envejecimiento. Parece
cada día más evidente que, siendo el envejecimiento un proceso multidimensional, es
necesario explicar en distintos niveles los numerosos y diversos mecanismos que
interactúan. Sería a todas luces sorprendente que una sola teoría pudiese explicar
globalmente el proceso en toda su diversidad y complejidad. Por lo que todas las
profesiones deben conocer las dimensiones básicas del envejecer, además de que es un
asunto no sólo de profesionales, sino de cualquier persona relacionada con adultos mayores,
en su propia familia, en su profesión o comprobando su propio envejecimiento. Por ende
resulta difícil dar una definición universal del envejecimiento.
Concluyendo, se dedujo que el envejecimiento es un proceso individual, que los
organismos no envejecen con la misma premura dentro de un mismo sistema y que se
empieza a envejecer en el mismo momento en que se nace. De esta manera, es importante
distinguir la vejez del envejecimiento. Vejez se refiere a una fase del desarrollo y el
envejecimiento es un proceso de carácter evolutivo y dinámico. Para comprender el
envejecimiento en esta propuesta de trabajo, es necesario distinguir entre el envejecimiento
en su curso normal y las enfermedades relacionadas con la vejez.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1972, propuso como la edad de
inicio de la vejez a los 65 años. Más adelante, la Asamblea General de las Naciones Unidas,
por resolución 35/l29 declaró en 1981 persona de la tercera edad a quienes poseen 60 o más
años. Aunque arbitraria, esta definición es necesaria para organizar la investigación, la
enseñanza y la asistencia para los ancianos. Sin embargo, el envejecimiento es un proceso
propio de cada individuo que no debe asociarse, obviamente, al concepto cronológico ni
mucho menos al de enfermedad.
Por consiguiente, un paciente anciano no es sinónimo de paciente geriátrico. Este
último tiene particularidades clínicas propias en la forma de presentación de las
enfermedades, en el tipo de patologías que posee y las terapéuticas a implementarse. El solo
argumento de la edad es insuficiente para poder definir el grado de fragilidad que tendrá el
paciente añoso.
Así la Gerontología, será la disciplina que aborde desde una óptica científica,
filosófica y humana el estudio del proceso del envejecimiento, y que requiere, en su
estudio, un enfoque multidisciplinario que permita abordar y comprender mejor los
cambios y las necesidades tanto colectivas como individuales que se producen en este
grupo de edad. Por lo que se le consideró como el eje rector para el acompañamiento
terapéutico del paciente geriátrico institucionalizado en esta Clínica Hospital en particular.
Se parte de que, uno de los objetivos principales en la atención al paciente geriátrico
tiene que ver con la respuesta del mismo hacia el proceso de enfermedad o invalidez, y el
papel que juega el equipo de salud estará dirigido hacia la valoración del estado saludenfermedad, la planeación y la implementación de las acciones correctivas o de apoyo en el
entorno bio-psico-socio-cultural y espiritual. Por ello, el médico, la enfermera, el auxiliar
de clínica, el psicólogo, el administrativo, el agente pastoral, el asistente social y los
familiares, hoy deben trabajar conjuntamente para dar respuestas adecuadas al enfermo y
así hacer brotar la dignidad de su persona por encima de todo.
DE LOS CUIDADOS PALIATIVOS AL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO.
Justificar en un principio la filosofía de los “Cuidados Paliativos” en la atención del
paciente geriátrico, fue muy importante porque permitió darse cuenta de que no está en una
etapa terminal, y que uno de los objetivos primordiales de la Clínica Hospital no sólo es el
de otorgar un diagnóstico y tratamiento en estos pacientes, sino también de su recuperación
funcional y su reinserción en la comunidad.
Por ello es de vital importancia definir que el paciente geriátrico es el que cuenta
habitualmente con las siguientes características:
 Mayor de 65 años
 Con pluripatología con descompensación clínica y que requiere control
simultáneo.
 Tendencia a la incapacidad o deterioro funcional.
 Cuenta con posibilidades reales de recuperación funcional. (En caso
contrario, se considera un paciente anciano de alto riesgo)
 Deterioro de funciones cognitivas
 Problemas familiares y/o sociales.
Parece claro que los Cuidados Paliativos incluyen la atención de pacientes que
sufren padecimientos que los llevarán a la muerte a corto plazo de 3 a 6 meses,
generalmente en un contexto de dolor de difícil control. Y el Acompañamiento Terapéutico
es una práctica alternativa para el abordaje de aquellos pacientes en quienes resulta difícil
sostener la dirección de su tratamiento y que no puede plantearse de antemano o de manera
estereotipada sino que será defina a partir de la singularidad de la persona a quien esté
dirigido.
Sin embargo, es necesario realizar un análisis profundo con relación a las semejanzas
y diferencias que existen entre los Cuidados Paliativos y el Acompañamiento Terapéutico,
por lo que se propone efectuar un ensayo con sus analogías y divergencias en la atención y
asistencia de los pacientes geriátricos. Por ahora, solo se tomará una sola diferencia, la cual
consiste en establecer el acompañamiento terapéutico al paciente geriátrico con la
convicción de que no es un paciente terminal, y para lograr este proceso es necesario
provocar un cambio de actitud en todo el personal que labora en un hospital..
POR UNA MEDICINA HUMANIZADA.
Sabemos que la medicina a sufrido cambios importantes en su tecnificación pero al
mismo tiempo nos plantea problemas serios en cuanto a la humanización, ya que sabemos
que el trato no es equitativo para los ancianos, debido a que precisan una serie de apoyos
físicos y psíquicos, implicando a toda un equipo de personas (cuidadores principales,
familia, voluntariado,) e instituciones (públicas y privadas); por lo que se plantea la
necesidad de elaborar unos mínimos contenidos éticos que regulen y orienten, de alguna
manera, el actuar con este colectivo poblacional, provocando cambios de paradigmas en su
atención institucionalizada. Ya que no debería ser difícil que un hospital no parezca un
hospital.
En este sentido, hacia el ideal de felicidad, de convivencia, de solidaridad, de sentido
existencial o de cualquier otra categoría moral que recoja o agrupe los principales anhelos y
aspiraciones del ser humano, y de éstos aplicados al ámbito de la asistencia sociosanitaria
de los adultos mayores, podemos partir de unas sencillas pero sólidas bases para la
construcción de estos fundamentos humanos y éticos aplicables al mundo del adulto mayor.
Desde un punto de vista humano y ético se pueden aportar muchas acciones, todas
ellas apoyadas en los pilares del respeto a la dignidad de la persona humana y la promoción
de su calidad de vida. Estos conceptos estándar pueden verse impregnados de múltiples
tintes ideológicos, culturales o filosóficos, pero no cabe duda que la “dignidad”, el “valor
de la persona” y la “calidad de la vida personal” pueden ser los elementos que aseguren el
reconocimiento y el fomento de la vida humana en su totalidad.
Se intenta presentar algunas claves éticas fundamentales que promuevan
comportamientos de respeto, benevolencia, justicia, equidad y solidaridad, asentándolo
especialmente en los pacientes geriátricos hospitalizados; para influir de manera directa en
los diferentes planos de atención, como son: el físico (biológico), disminuyendo el mayor
número de días en el hospital y evitando así enfermedades nosocomiales; eventos adversos
en el plano psicoafectivo, social y espiritual. Evitar la máxima dependencia con la
pasividad y la impotencia que esto genera, ante el sometimiento y devaluación por la
despersonalización que se sufre dentro del hospital, al pasar a formar parte de un número,
una cama y una enfermedad.
Y es por eso, que el paciente geriátrico puede ser un buen paciente o un mal paciente
al someterse o no a las indicaciones objetivas y frías brindadas por el personal de salud, lo
que le ocasiona sentimientos y emociones de tristeza, nostalgia, angustia, miedo, pánico y
un estado depresivo que va en contra de su total restablecimiento.
Hablar de Humanización o de humanizar algunos ambientes deshumanizados supone
partir de una idea, consciente o inconsciente, de cómo debería vivir el ser humano para
realizarse como tal. En este sentido, la humanización de la asistencia en salud es un tema
que, hoy por hoy, preocupa fundamentalmente a los enfermos, a las familias y al personal
de salud, pero que se está extendiendo la inquietud a sectores tan importantes como los
Servicios Sociales y la gestión de la salud pública y privada.
En nuestro medio socio-sanitario observamos, por una parte, que tenemos un
aceptable nivel de calidad técnica asistencial; pero por otra, constatamos que se va
perdiendo o dejando a un lado en el quehacer diario la consideración del enfermo o del
anciano como persona. Quizá esta deshumanización (lo no humano) no sea otra cosa que un
fiel reflejo de la sociedad actual en la que vivimos, o del cambio cultural constante al que
estamos asistiendo, como la pérdida de la incapacidad jurídica del médico y de todo el
personal de salud, la precariedad laboral y los bajos salarios así como el síndrome de
desgaste profesional.
Estos y otros factores afines, se están dejando sentir en las principales estancias de la
vida humana, y por consiguiente, también en la relación asistencial con personas que
experimentan la enfermedad o el dolor. En este sentido, podemos indicar algunas
conclusiones y propuestas:
1. Establecer una comunicación abierta entre el paciente geriátrico y los profesionales de
salud, es un escollo difícil de salvar en la práctica diaria; por lo que en un hospital, es
necesario sentarse al lado del enfermo y de los familiares, ya que es el primer paso para
establecer una buena comunicación. La comunicación es una herramienta terapéutica
esencial que da acceso al principio de autonomía, al consentimiento informado, a la
confianza mutua, a la seguridad y a la información que el enfermo necesita para ser
ayudado y ayudarse a sí mismo. Y aquí estará una de las funciones del acompañante
terapéutico permitiendo ser el sostén fundamental y primario en el cual el paciente
encontrará en él un vínculo esencial entre el personal de salud, sus familiares y el proceso
de su propia enfermedad. Una buena comunicación en el equipo de salud reduce
ostensiblemente el estrés generado en la actividad diaria. Una familia con accesibilidad a la
información de lo que está sucediendo facilita la atención con el paciente y promueve más
soluciones.
2. A veces se asume una función directiva en la organización de salud o en la gestión de
algunos centros hospitalarios, más como afán económico y político que por ofrecer un
mejor servicio al anciano como persona y como paciente, por lo que se generan estereotipos
de atención, y ante el quiebre de modelo sano que sufre por la estereotipia de la
enfermedad, se hace imperante la necesidad de nuevos modelos de identificación que
sirvan para que éste pueda aprender y recrear nuevas formas de relacionarse con su mundo
próximo a través de nuevas vivencias. Por ello los intereses e inquietudes del paciente son
el motor principal con que cuenta el Acompañante Terapéutico para reforzar aquellas áreas
donde el enfermo se muestra débil. Es tarea del acompañante terapéutico estimularlo para
crear nuevos intereses que rompan con antiguos vínculos que sostienen la enfermedad,
permitiendo una nueva manera de afrontar los objetos y situaciones de su mundo real;
desprendiendo así, otras opciones de atención como el Hospital de día, servicios de
estancia y/o cuidados mínimos, el Hospice y la Hospitalización a domicilio entre otras.
3. Se olvida que la persona que cursa con una enfermedad y es dependiente, también
tiene su biografía, valores, familia, ética, fe, angustias, problemas, y nos acercamos a ellos
de manera técnica, fría e impersonal. Es de vital importancia que el Acompañante
Terapéutico obtenga información de primera mano sobre la dimensión real del mundo del
paciente en una forma integral, así como las verdaderas significaciones familiares del
mismo; donde logrará una mirada nueva, distinta y global que ayudará en la comprensión y
articulación diagnóstica y pronostica; por lo que la relación médico-paciente será una
confianza que se entrega a una conciencia y facilite la presencia de los familiares, guías
espirituales, y la visita de amigos que lo estimulen para una pronta recuperación, evitando
incrementar así los días de estancia hospitalaria y el abuso o encarnizamiento diagnóstico y
terapéutico.
4. La tecnificación, el maquinismo, la protocolización, la burocracia, y otros factores
niegan y despersonalizan cada vez más la realidad individual del paciente, máxime si éste
se encuentra con dependencia psíquica y física. Muchos enfermos necesitan probablemente
tecnología mínima pero, con toda seguridad cuidados máximos.
Ante este panorama no se proponen dogmatismos, doctrinas moralistas, ni soluciones
idealistas, sino una concepción de la realidad social y de salud desde otra perspectiva, desde
la visión del ser humano como individuo que experimenta la enfermedad y la dependencia
y recibe de otro los cuidados de salud y de ayuda, mediante su valía profesional de
(médicos, enfermeros, nutriólogos, trabajadores sociales psicólogos y directores de
hospitales entre otros.) y su valía humana como (su calor, empatía, cualidades,
sentimientos, en fin, su humanismo).
Con todo hay que decir que hay un gran desconocimiento del mundo del paciente
geriátrico y del anciano de alto riesgo. Esta es una de las causas fundamentales que impide
un encuentro personal y una relación adecuada. Es necesario y fundamental sensibilizar al
personal de salud y sobre todo al que se encuentra laborando en un hospital, para que el
trato que establezcan con sus pacientes, este lleno de calidez y calidad humana. ¿Acaso
sólo el “hacer profesional” se reduce exclusivamente a cumplir funciones técnicas propias u
ordenadas por otros, sin más interacción con el enfermo? Creemos que no. Es sano y
valioso tener una gran calidad y competencia profesional, pero Humanizar la Medicina no
quiere decir que seamos más buenos, sino más capaces y de dar respuestas más adecuadas a
las necesidades de las personas que cursen con alguna enfermedad.
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redasistencial.tripod.com.ar/redasistencialdebuenosaires/
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Salud. S.S.A. Primera edición 2001. pp 43
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