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Lección de la Escuela Dominical Pastor Dr. Enrique Gonzalez Iglesia Bautista Trinidad Arlington, Texas 09 de Noviembre, 2014 “Milagros de Cristo” La Limpieza de los Diez Leprosos Objetos a tener: Un letrero que diga: GRACIAS. Un corazón negro, un corazón rojo y un corazón blanco. Una barra de jabón. Su Biblia. Introduciendo la lección: Cuando alguien le da a usted alguna cosa, ¿Qué es lo que usted debe de decir? (Sostenga su letrero que dice, GRACIAS.) Correcto, gracias. Cuando alguien hace una cosa buena por usted, ¿Qué es lo que usted debe de decir? Sí, gracias. Yo conozco una historia real de la Biblia de alguien que se olvidó de decir “Gracias” y acerca de alguien más, que sí recordó decir “Gracias”. Siéntense derechos y escuchen esta historia realmente buena de la Biblia.(Baje su letrero y con acción diga lo siguiente.) Diciendo la historia: ¡Qué tristes ellos se veían! Ellos tenían llagas por todos lados. Esta clase de llagas no eran como las que tú te hacías cuando te caías por andar corriendo. Estas no son del tipo de llagas que te suceden cuando te caes de la bicicleta o se te machuca un dedo con la puerta o si te rasguña un gatito. Estas eran llagas causadas por una enfermedad terrible. Estas eran llagas que estaban comiendo su piel por dentro, causando que un dedo fuera corroído, una nariz y una oreja corroídas. Esta terrible enfermedad causaba las personas que la padecían, lucir repugnantes y horribles. Era una enfermedad llamada lepra. Cuando una persona tenía lepra, esa persona ya no podía vivir más en la misma casa con el resto de su familia. Una persona que tenía lepra tenía que vivir fuera de la ciudad en una choza pequeña o quizás en una cueva o dondequiera que pudiera encontrar un lugar para vivir por sí mismos. Cuando una persona tenía la enfermedad terrible de la lepra, esa persona no podía permitir que personas sanas se le acercaran- las personas sanas podían contagiarse de la enfermedad. La persona que tenía lepra tenía que gritar, “¡Inmundo, inmundo!” (Muestre como ellos tenían que hacerlo: Ellos tenían que cubrir su labio superior con su mano mientras gritaban.) Ellos no estaban diciendo, “Impuro, impuro” porque tenían suciedad en sus manos, rostros o en sus rodillas. Ellos estaban diciendo, “Impuro, impuro” porque ellos tenían la enfermedad terrible de la lepra. Había diez hombres que tenían esta enfermedad terrible de la lepra. Estos diez hombres tuvieron que dejar sus hogares. Ellos tuvieron que dejar sus esposas, sus hijos y éstos diez hombres estaban viviendo fuera de la ciudad donde nadie que estuviera sano pudiera acercarse a ellos. Miembros de su familia les traían comida, dejándoselas en un lugar lejos de los leprosos. Ellos podían hacer señas con las manos a los leprosos, pero no podían acercarse lo suficiente como para sentarse y hablar con ellos. ¡Qué triste! ¡Si tan solo hubiera una cosa que se pudiera hacer para deslavar esa terrible enfermedad! Pero, los lugares de las llagas no podían ser deslavados. Las llagas tenían que sanar por sí mismas o las personas morían con esa enfermedad. -2Los diez hombres que tenían la lepra; estoy seguro que se miraban a ellos mismos cada mañana cuando se despertaban. ¿Podría suceder algún milagro que quitara la lepra? No, estaba todavía ahí. ¡Qué triste! “¿Escuchaste? ¡Jesús está viniendo por el camino que lleva a nuestra aldea! ¡Jesús viene!” ¿Qué es lo que alguien está gritando tan emocionadamente mientras corre por las calles de la aldea? “¡Todos salgan de sus casas! ¡Encargados de las tiendas, salgan de sus tiendas! ¿Quieren ustedes ver a Jesús? ¡El viene! Los diez leprosos escucharon. Oh, ¿Pudiera ser posible que fueran sanados hoy? Ellos habían oído de Jesús. Ellos habían oído hablar a otras personas de cómo Jesús podía llevar a cabo milagros. Jesús podía hacer cualquier cosa- cosas que eran imposibles hacer, cosas que otros no podían hacer. Ellos habían escuchado que Jesús podía hacer caminar a las personas lisiadas. Ellos habían escuchado que Jesús podía hacer al ciego, ver y Jesús podía hacer al sordo, oír. ¿Los sanaría a ellos? ¿Llevaría Jesús el milagro de sanar su lepra? “¡Ahí viene!” Ahora, Jesús está muy cerca de nuestra aldea. ¿Lo ven? ¿Lo ven viniendo por el camino? Yo estoy seguro que la multitud comenzaba a amontonarse al lado del camino, así como las multitudes que separa por el camino para ver pasar a un desfile. Pero, los diez leprosos no podían acercarse en la multitud. Ellos tenían que permanecer apartados de otras personas. Los diez hombres que tenían la lepra tenían que quedarse parados atrás. Ellos no podían acercarse por donde Jesús estaría caminando. “¡Ahí está El!” Yo pienso que las personas lo estaban llamando, observándolo y quizás aplaudiéndolo mientras pasaba. Los hombres que tenían la lepra deseaban tanto que El les prestara atención; quizás El los sanaría. Ellos sabían que El los podía sanar; ellos tenían fe en El. “¡Jesús ten misericordia de nosotros ¡” ¡Oh, ellos tenían que gritar más alto para que El los escuchara ya que estaban muy lejos! “Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros.” Jesús volteo para mirar. ¡Jesús los miró directamente a ellos! Jesús vio que tenían lepra. Oh, como los amaba, como El ama a todos. Aunque ellos estaban impuros con la lepra, y aunque ellos se miraban repugnantes por la enfermedad, Jesús los amaba. Jesús habló a los diez hombres que tenían lepra. “Vayan a la sinagoga. Muéstrense a los sacerdotes.” Quizá los diez hombres pensaron, “¿Mostrarnos al sacerdote? La única vez que una persona con lepra podía ir a ver al sacerdote era cuando había sido sanada de la enfermedad. Después, el sacerdote los examina para asegurarse que está sanado. ¡Eso significa que nosotros estamos sanados! ¡Hurra! Los hombres se apresuraron a hacer lo que Jesús les dijo que hicieran. Ellos iban camino para ver al predicador, que en ese entonces era llamado un sacerdote. Pero espere un minuto. Uno de los diez hombres se detuvo. El volvió. Volvió a Jesús. El gritó, “¡Alabado el Señor! ¡Alabado el Señor! ¡El me ha sanado!” Este hombre corrió hacia Jesús. Cayó a los pies de Jesús, con su cara en el piso. “Gracias, Jesús. Oh, gracias. Yo confié en Ti y Tú me has lavado de mi lepra.” Jesús dijo al hombre, “¿No eran diez de ustedes hombres? ¿No eran diez de ustedes que tenían lepra, diez de ustedes que me pidieron que los sanara, diez de ustedes que fueron sanados de lepra?” Yo estoy seguro que el hombre levantó su cabeza. ¿Dónde estaban los nueve hombres que habían estado con él? ¡Todos se habían ido! Este hombre era el único que pensó en darles las gracias a Jesús por lo que había hecho por él. Jesús estaba triste. “Solo una persona de las diez había regresado para decirme, Gracias”. Entonces, Jesús dijo al hombre que estaba postrado a Sus pies, “Levántate - te puedes levantar. Vete. Ve y permite al sacerdote -3examinarte de acuerdo con la ley. Báñate. Ponte ropa limpia. Regresa a tu familia. Yo siempre recordaré que tú has dicho, “Gracias,” y también ayudaré a todo mi pueblo que se acuerde de ti. La historia acerca de ti estará escrita en la Biblia.” El hombre se fue feliz a ver al sacerdote. El sacerdote lo examinó y dijo, “Tú estás sanado. Tú no tienes más lepra. Ve a casa. Toma un buen baño. Ponte ropa limpia.” El hombre estaba tan feliz de haber sido sanado de su lepra. Jesús había llevado a cabo ese milagro. También, la familia de ese hombre estaba muy feliz. Los hombres estaban felices también, pero ninguno tan feliz como éste que había regresado para decir, “Gracias.” Jesús lo había elegido a él por acordarse de decir, “Gracias.” Miren a este corazón negro. (Sostenga el corazón negro.) En el corazón de todos hay algo peor que la enfermedad de la lepra. Hay pecado en el corazón de todos; cada uno de nosotros es nacido con pecado en su corazón. Así como Jesús amaba a esos diez hombres que estaban impuros y repugnantes con una enfermedad mala, así Jesús ama a todos aunque haya pecado es sus corazones. Jesús dijo, “Yo haré una manera de lavar ese pecado de sus corazones. Yo derramaré Mi sangre.” (Sostenga el corazón rojo.) El pecado puede ser eliminado de ese corazón. (Sostenga su barra de jabón.) El jabón no lavará el pecado así como tampoco lavará las llagas de la lepra. La Sangre de Jesús es la que limpia los corazones. (Sostenga el corazón blanco.) Si yo no usara jabón cuando mis manos están sucias, el jabón no haría mis manos limpias. Yo tengo que usar el jabón para limpiar mis manos. Tampoco, la sangre de Jesús limpiará su corazón a menos de que usted le pida a Jesús que limpie su corazón de todo pecado. Después que Jesús nos ha salvado, debemos decirle, “Gracias” y debemos decirle a otros acerca de lo que Jesús ha hecho por nosotros. Pida a Jesús que sea su Salvador, si usted no lo ha hecho. APRENDA NUESTRO VERSICULO BIBLICO: Lucas 17:15 sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz.” “Entonces uno de ellos, viendo que había sido