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El condicionamiento clásico o condicionamiento pavloviano.
Por definición, la experiencia es la clave del aprendizaje. Filósofos como John Locke y
David Hume se hicieron eco de la conclusión a la que había llegado Aristóteles :
aprendemos por asociación. La mente conecta los acontecimientos que ocurren en
secuencia : los asociamos.
Los psicólogos definen el aprendizaje como el proceso por el cual la experiencia o la
práctica producen un cambio relativamente permanente en la conducta o el potencial
conductual. Una forma básica de aprendizaje es el condicionamiento, que designa la
adquisición de patrones bastante específicos de conducta en presencia de estímulos bien
definidos. El condicionamiento es el proceso de aprendizaje a través de asociaciones,
podemos asociar dos estímulos y por lo tanto anticipar los hechos. En el
condicionamiento clásico, las conductas reflejas –respuestas involuntarias que siguen
automáticamente a cierto tipo de estímulo- son provocadas por otros estímulos ante
neutrales.
En otro tipo de condicionamiento, el condicionamiento operante o instrumental,
algunas conductas voluntarias llegan a ser emitidas en presencia de determinados
estímulos para obtener una recompensa o evitar el castigo.
En ambos casos, la experiencia en presencia de estímulos bien definidos causa los
cambios correspondientes de conducta.
Hergenhahn y Olson (1993) señalan:
“Ningún organismo sobreviviría mucho tiempo, si no aprendiera cuáles objetos del
ambiente puede utilizar para satisfacer sus necesidades básicas. Y tampoco, si no
pudiera aprender cuáles objetos son seguros y cuáles peligrosos…En términos
generales, es mediante el condicionamiento clásico como aprendemos cuáles objetos del
ambiente favorecen la supervivencia y cuáles no; y es mediante el condicionamiento
instrumental u operante como se aprende a adquirir o evitar los objetos convenientes e
inconvenientes.”
En conclusión, los condicionamientos clásico y operante son indispensables para
nuestra capacidad de sobrevivir y adaptarnos a un mundo cambiante.
Ivan Pavlov (1849-1936), fisiólogo ruso mientras estudiaba los procesos digestivos,
advirtió que los animales salivaban cuando se les ponía comida en la boca. Introdujo
tubos en las glándulas salivales de los perros para medir cuánta saliva producían al
recibir alimento. Observó que los perros salivaban antes de ponerles la comida en la
boca. La simple vista de la comida los hacía babear. De hecho, babeaban incluso al oír
los sonidos de los pasos del experimentador. ¿Qué los hacía salivar aun antes de tener la
comida en la boca? ¿Cómo habían aprendido a salivar en respuesta al sonido que
producen los pasos del experimentador?
Para contestar las preguntas anteriores, se propuso enseñarles a los perros a salivar
cuando no estuviera presente la comida. Diseñó un experimento en el que hacía sonar
una campana poco antes de traer la comida al cuarto. El sonido de una campana
normalmente no hace salivar a los perros; pero después de oírla varias veces poco antes
de ser alimentados, los animales comenzaban a salivar en cuanto sonaba la campana. Se
les había condicionado a salivar ante un nuevo estímulo: la campana, que normalmente
no provocaba esta respuesta.
En términos generales, el condicionamiento clásico consiste en parear una respuesta que
normalmente es provocada por un estímulo con otro estímulo distinto y antes neutral.
En el experimento de Pavlov, el estímulo incondicionado (EI) es la comida, que
invariablemente produce cierta reacción, la salivación en este caso.
La reacción, o respuesta incondicionada (RI), siempre se logra con el estímulo
incondicionado: cada vez que al perro se le da comida (EI), su boca saliva (RI).
El sonido de la campana, recibe el nombre de estímulo condicionado (EC). En un
principio se dice que el estímulo condicionado es “neutral” respecto a la respuesta
deseada (la salivación), porque los perros no salivan al oír una campana en forma
natural.
El pareamiento frecuente de ambos produce el cuarto elemento: la respuesta
condicionada (RC). Esta es la conducta que el animal aprendió a dar en respuesta al
estímulo condicionado.
La salivación en respuesta al sonido estaba condicionada al aprendizaje de la asociación
entre el sonido y la comida. Una traducción de Pavlov denominó a la salivación “reflejo
condicionado”. En la actualidad, esta respuesta aprendida se denomina respuesta
condicionada (RC)
Para distinguir estos dos tipos de estímulos y respuestas, podemos recordar:
condicionado = aprendido; no condicionado = no aprendido.
Gracias a sus experimentos, Pavlov y sus colegas consiguieron identificar cinco
procesos de condicionamiento principales: la adquisición, la extinción, la recuperación
espontánea, la generalización y la discriminación.
La adquisición
Para comprender el concepto de adquisición, o aprendizaje inicial, Pavlov tuvo que
enfrentarse con el problema del tiempo: ¿Cuánto tiempo debía transcurrir entre la
presentación del estímulo neutro (el sonido, la luz, el tacto u otra cosa) y el estímulo no
condicionado? Descubrió que, en la mayoría de los casos, la respuesta era que el tiempo
debía ser poco. Con muchas especies y procedimientos, medio segundo es suficiente.
Esto apoya la hipótesis de que el condicionamiento clásico es biológicamente
adaptativo. Ayuda al organismo a prepararse para los acontecimientos buenos o malos.
Las señales de sonido (EC) de Pavlov son un acontecimiento biológico importante que
es la llegada de la comida (EI). Para un ciervo salvaje, el sonido del crujido de las ramas
(EC) puede revelar la presencia de un depredador.
La extinción y la recuperación espontánea
¿Qué ocurre si después del condicionamiento se presenta repetidas veces el estímulo
condicionado sin el estímulo incondicionado?
Pavlov descubrió que al oír el sonido una y otra vez sin la presentación de la comida, el
perro salivaba cada vez menos. Esta disminución de la salivación ilustra el fenómeno de
la extinción.
Sin embargo, si dejaba pasar algunas horas antes de volver a activar el sonido, la
salivación reaparecía de manera espontánea. La recuperación espontánea, es decir, la
reaparición de una respuesta condicionada (debilitada) después de un período de
descanso, le sugirió que la extinción reprimía la RC, pero no la eliminaba.
La generalización
Un perro condicionado a responder a un sonido específico también respondía a otros
sonidos, aunque nunca los hubiera oído asociados a la comida. Esta tendencia a
responder a los estímulos parecidos al EC se denomina generalización. La
generalización puede ser adaptativa, como ocurre con los niños a los que se les enseña a
temer a los automóviles que circulan por las calles y que responde de manera similar
ante los camiones y las motocicletas. El fenómeno se ha estudiado en el laboratorio
donde se comparó a los niños maltratados con los niños que no sufrieron maltrato. Al
mostrarles un rostro enojado en la pantalla de un ordenador, las respuestas de las ondas
cerebrales de los niños maltratados eran muchísimo más intensa y duraderas (Pollak y
col., 1998).
La discriminación
Los perros de Pavlov también aprendieron a responder a un sonido específico y no a
otros. La discriminación es la capacidad aprendida para distinguir un estímulo
condicionado (que predice el EI) de otros estímulos neutros. La discriminación tiene un
valor importante para la supervivencia. Los estímulos un poco diferentes a veces pueden
tener consecuencias completamente distintas.
Si podemos aprender a temer un objeto cualquiera después de asociarlo a un estímulo
atemorizador o causante de ansiedad, ¿por qué no tenemos fobias prácticamente a todo?
Actualización de los conceptos de Pavlov
¿Qué importancia tiene que se pueda condicionar la salivación de un perro mediante un
sonido? La importancia radica en el hecho de que mediante el condicionamiento clásico
es posible condicionar muchas respuestas diferentes a muchos estímulos diferentes en
muchos organismos diferentes, ha sido efectivo en muchas especies con las que se han
realizado pruebas. El condicionamiento clásico es una forma de aprendizaje que utilizan
prácticamente todos los organismos para adaptarse a su ambiente.
Pavlov, también nos enseñó cómo un proceso como el del aprendizaje se puede estudiar
de manera objetiva, sus estudios constituyeron un modelo científico de procedimiento.
Algunos estímulos funcionan fácilmente como condicionados para ciertas clases de
respuestas y otros no. Los objetos comunes de las fobias –alturas, serpientes, gatos, la
oscuridad y otros “están relacionados con la supervivencia de la especie humana a lo
largo de la evolución” (Seligman, 1972, p. 455). Así pues, el ser humano está preparado
para aprender respuestas de temor y fobias ante ellos, pero difícilmente aprenderá a
temer a las flores.
Condicionamiento operante
La mayor parte de la conducta humana es voluntaria, sin que la desencadenen eventos
externos. Hacemos un gesto especial con la mano para indicarle a un taxi oque se
detenga. Los niños recogen sus juguetes para evitar el castigo u obtener alguna
recompensa de sus padres. Estas acciones y otras similares pueden clasificarse como
conducta operante. Son conductas aprendidas cuyo fin es operar sobre el ambiente para
lograr algo deseado o evitar algo desagradable; no son reflejos automáticos
desencadenados por estímulos de relevancia biológica. Este tipo de aprendizaje se llama
condicionamiento operante o instrumental.
Experimentos de condicionamiento operante de Thorndike
A fines del siglo XIX, mientras Pavlov realizaba sus experimentos con perros, el
psicólogo y educador estadounidense Edward Lee Thorndike, usaba una “caja
problema”, o una simple caja de madera, para determinar cómo aprenden los gatos.
Colocó un gato hambriento en espacios estrechos de la caja problema, con comida
afuera donde el gato podía verla y olerla. Para conseguirla debía encontrar la manera de
abrir el cerrojo de la puerta, proceso que Thorndike cronometraba. Al inicio tardaba
mucho en descubrir la manera de abrir la puerta. Pero cada vez que Thorndike volvía a
encerrarlo en la caja, tardaba menos tiempo en hacerlo hasta que finalmente podía
escapar de ella en cuestión de segundos.
Al analizar este tipo de aprendizaje, nos damos cuenta de que el condicionamiento
operante se realiza cuando escogemos una respuesta en particular, la respuesta operante,
entre varias conductas y luego nos concentramos en observarla y modificarla.
El segundo elemento esencial es la consecuencia que acompaña a la conducta. Los gatos
de Thorndike obtenían la libertad o un trozo de pescado por escapar; un perro recibe una
galleta por sentarse cuando se lo ordenamos, y un niño puede recibir elogios por el
simple hecho de ayudar a limpiar la mesa. Se da el nombre de reforzamientos a las
consecuencias que aumentan la probabilidad de que una conducta se repita.
Tipos de reforzamiento
El reforzamiento positivo agrega un elemento satisfactorio a la situación, como por
ejemplo la comida o la música agradable.
El reforzamiento negativo le quita un elemento desagradable a la situación al eliminar
un estímulo nocivo o molesto. Los animales aprenden a oprimir las barras y a abrir
puertas no sólo para obtener comida y agua (reforzamiento positivo), sino también para
evitar las descargas eléctricas o los ruidos fuertes (reforzamiento negativo). Con ambos
tipos de refuerzo se logra aprender nuevas conductas o fortalecer las ya existentes.
Algunos investigadores han señalado que, en el aula, posiblemente disminuyan la
motivación y la creatividad natral cuando se entregan recompensas por el aprendizaje
(Tagano, Moran y Sawyers, 1991). Sin embargo, en general, la evidencia confirma los
efectos positivos del reforzamiento. Cuando se recompensa la conducta creativa en una
tarea, a menudo mejora la creatividad en otras.
Castigo
La conducta también puede ser controlada por medio del castigo. El castigo agrega algo
desagradable al ambiente y tiende a debilitar la conducta. Existen situaciones en que el
castigo no funciona. Para que el castigo surta efecto, éste tiene que ser aplicado
correctamente. Primero, debe ser rápido, porque si es aplicado mucho después no se
comprenderá su sentido.
El castigo debe ser suficiente sin llegar a la crueldad. La costumbre de imponer
sanciones más severas por cada falta no es tan eficaz como mantener un nivel constante
de castigo. El castigo es eficaz si es consistente. Si los padres no castigan a sus hijos
cada vez que se portan mal, algunas veces sí, y otras, no; es probable que el mal
comportamiento persista.
La aplicación correcta del castigo puede modificar rápidamente la conducta, lo cual es
decisivo en algunos casos extremos, como poner fin a conductas peligrosas y poder
recurrir a otras clases de terapia.
Pero el castigo no deja de tener serios inconvenientes. Primero, lo único que consigue es
suprimir la conducta, pero sin que se enseñe otra más adecuada. Por lo tanto, la
conducta negativa tenderá a repetirse cuando desaparezca la persona que impone la
sanción o la amenaza de ésta. El castigo rara vez da resultado cuando se desean cambios
duraderos de conducta.
Segundo, el castigo mezcla emociones desagradables que impiden el aprendizaje del
comportamiento que queremos enseñar en lugar del comportamiento que está siendo
castigado. Así, cuando los niños están aprendiendo a leer, se sentirán atemorizados o
confusos, si el profesor o un progenitor, los reprende cada vez que pronuncian mal una
palabra. Al aumentar su confusión y su miedo, pronunciarán mal más palabras y serán
reprendidos con mayor frecuencia. Con el tiempo se sentirán tan abrumados por el
miedo que no querrán leer.
Tercero, con el castigo se trasmite la idea de que se justifica el infligir dolor a otros, con
lo cual se enseña involuntariamente una conducta agresiva reprochable. En los estudios
de laboratorio, los monos a los que se castiga tienden a atacar a otros (B. Schwarts,
1989). Además, el castigo irrita a la gente y la gente enojada suele volverse más
agresiva y hostil.
Si el castigo debe usarse para suprimir una conducta indeseable, debe terminar cuando
se realice otra más conveniente (para reforzarla negativamente). También es
conveniente aplicar reforzamiento positivo (elogio, recompensa) para fortalecer la
conducta deseada. Esta estrategia es más útil que la sola aplicación del castigo porque
enseña un comportamiento alterno para sustituir las acciones que lo provocaron.
Además hace menos amenazador el ambiente global del aprendizaje.
Consideraciones finales sobre el conductismo.
El psicólogo estadounidense John B. Watson en su obra “La psicología vista por un
conductista” (1913), afirmó que de la misma manera que no podemos definir el alma
tampoco podemos definir la conciencia. Y si algo no se puede ubicar o medir, no puede
ser objeto de estudio científico. Para él, la psicología es el estudio de la conducta
observable y mensurable, nada más. En la teoría de Watson, puede apreciarse la
influencia de la teoría de la evolución, desarrollada por Darwin en la obra El origen de
las especies, publicada en 1859. Si todas las especies habían evolucionado por medio de
la selección natural a partir de un pequeño número de antecesores, tenía sentido estudiar
con las mismas técnicas las conductas de los animales y las humanas, ambas emanadas
de un tronco común.
Desde la década de 1920 hasta la de 1960, los psicólogos norteamericanos, al principio
liderados por John Watson y después por B. F. Skinner, descartaron la introspección y
redefinieron la psicología como la ciencia de la conducta observable”. Alegaban que
uno no puede observar una sensación, un sentimiento o un pensamiento, pero sí puede
observar y registrar la conducta de las personas al responder a situaciones diferentes.
El estudio de la conducta por ensayo-error de Thorninke, sirvió de base al llamado
condicionamiento operante, método utilizado y desarrollado posteriormente por
Skinner.
B. F. Skinner se convirtió en uno de los líderes de la escuela conductista de la
psicología. Igual que Watson, estaba convencido de que los psicólogos debían estudiar
sólo la conducta observable y mensurable.
El conductismo dominó la psicología académica de Estados unidos hasta la década de
1960.