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EYACULACION RETROGRADA. IMPLICACIONES
PSICOLOGICAS EN LA SEXUALIDAD
Guillermo Pedrajas de Torres. Urólogo.
La Hipertrofia Benigna de Próstata (HBP) es probablemente la patología más
frecuente en el varón adulto, afectando al 25% de los varones a los 40 años y al 80%
a los 70 años. De estos, sobre un 60% precisarán medicación y un 40% tendrá
síntomas suficientemente graves como para requerir tratamiento quirúrgico.
Esta introducción, que puede resultar fuera de contexto a cualquier lector
atraído por el título, no es otra cosa que una de las principales causas de Eyaculación
Retrógrada a las que frecuentemente se enfrenta el urólogo en su consulta.
Técnicamente esta anomalía consiste en la proyección del semen durante la
eyaculación hacia atrás a la vejiga, en vez de hacia el exterior a través de la uretra. Y
es debida, como apuntaba anteriormente, a la afectación del cuello vesical por dos
causas fundamentales: el empleo de fármacos para corregir los síntomas prostáticos o
principalmente por la cirugía de la HBP.
¿Que implicaciones físicas tiene?
La única afectación orgánica es la fertilidad, puesto que para conseguir un
embarazo son precisas técnicas complejas y muy probablemente una fecundación in
vitro. Aunque esto no es un problema real ya que la inmensa mayoría de los pacientes
prostáticos son mayores de 50 años y casi ninguno ansía más descendencia.
¿Pero que ocurre realmente?
Pues que ante nosotros se encuentra un paciente que ha mejorado, o incluso
solucionado definitivamente, una serie de síntomas urinarios que le angustiaban en su
vida diaria; pero estas personas, que mantenían una vida sexual activa previamente,
se ven muy afectados por la ausencia de eyaculación, hasta el punto de sentirse
mucho peor que antes, arrepintiéndose incluso hasta de haberse operado.
Y no me refiero solo a la preocupación de “a donde ha ido su semen” sino que
esta disfunción supone un amplio abanico de trastornos de la esfera sexual: desde
anomalías del orgasmo, que ya no lo identifican tan placentero como antes, hasta
impotencia. Puede incluso resultarle infantil a algún lector, pero bastantes pacientes
acuden quejándose de que ya “no son hombres” por el simple hecho de no emitir
semen, a pesar de mantener erecciones de perfecta calidad y duración. Y esto hace
que paulatinamente vayan evitando el encuentro sexual con sus parejas por no
resultarle ya satisfactorio
¿Dónde esta la fuente de este problema sexual?
Evidentemente (para el médico o el psicólogo) es Psicógeno. Por un lado, la
cirugía de la próstata benigna rara vez (salvo complicaciones excepcionales) afecta a
los nervios implicados en la erección ni en la eyaculación. Respecto al orgasmo, este
depende de centros autónomos conectados con la corteza cerebral, así como de la
estimulación genital y de la contracción de los músculos y órganos implicados en la
eyaculación, pero no del hecho de que el semen vaya en una dirección o en otra.
Claro que esto resulta muy fácil explicarlo aquí o en un foro médico, pero nos
“enfrentamos” a una persona que realmente está sufriendo una impotencia u otra
disfunción sexual que antes no padecía. Y aunque consiguiera comprender nuestros
bien fundados razonamientos anatómico-quirúrgicos, a pesar incluso de orinar como
no lo hacía desde hace años, se marchará apesadumbrado de nuestra consulta sin
esperanzas de conseguir una solución, con la consiguiente merma en su calidad de
vida.
¿Qué podemos hacer?
La información previa a la intervención quirúrgica puede ser útil pero no
suficiente, pues mientras que el paciente no experimente el problema no es
consciente de hasta que grado puede afectarle.
¿Cómo intentar entonces convencer a esta persona de que el problema está en
“su cabeza” y no en sus genitales? Nos hayamos en este momento ante dos
dificultades: la acuciante falta de tiempo para charlar con el paciente, debido a la cada
vez mayor presión asistencial y nuestra falta de preparación para poder ofrecer al
paciente un tratamiento psicoterápico y poder así abordar su trastorno de forma
correcta
El Urólogo, como médico, recurre entonces a su arma terapéutica más
socorrida, no solo por su eficacia sino también por la rapidez para solucionar el
problema en ese momento y poder darle una “salida” al paciente. Se trata del empleo
de fármacos como Viagra® y otros similares, utilizados comúnmente en la impotencia
y con muy buenos resultados. Pero somos conscientes de que aunque inicialmente se
beneficien de este tratamiento, evidentemente no es la solución.
Lo idóneo sería un abordaje terapéutico combinado de este problema que
implique tanto al Urólogo como al Psicólogo. Es bueno para el paciente un primer
contacto con el urólogo que, no solo compruebe que el resultado de la intervención es
óptimo, sino que además lo tranquilice respecto a su nuevo “trastorno”. Y creo que es
labor del urólogo dar paso al psicólogo, concienciando al paciente de que se puede
beneficiar de un tratamiento por parte de este especialista. Que la solución de sus
“males” no radica en el uso de “pastillas” y que por recurrir al psicólogo no esta “mal
de la cabeza”, pero que mientras este especialista no trate de forma adecuada ese
trastorno sexual, seguirá acudiendo inútilmente al urólogo cada vez más desesperado
y conviviendo con un problema que tiene más fácil solución de lo que piensa.