Download HOMILIA 4º DOMINGO DE CUARESMA – CICLO C
Document related concepts
no text concepts found
Transcript
4TH SUNDAY LENTEN · CICLE C How many times have we been older brothers of our brothers and sisters? How many times have we thought that only those who obey deserve to be loved and rewarded? How many? Perhaps many, perhaps few ... the truth is that there is always some brother or sister in our life, precisely because it seems the most logical way to understand love. But because that seems the most logical does not mean it is true love. During this retreat we have made a special emphasis on the need to open our hearts to God's mercy and enter the door of mercy, which is Jesus. And no doubt we will have received many gifts and joys. Is it perhaps time to share with others? Is it time to change our gaze toward others, toward God? Let's face it, the older brother is not bad, what happens is that he lives from a false security. In the background he is afraid to make mistakes, to take a path that is not safe. Stay at father’s home gives him warmth, tranquillity, peace ... but everything is appearance, because deep in his heart there is much sadness and lack love. So anger and rage. We sometimes live this double life of older brother. Outside we smile, but inside we weep or simply remain silent. Of course, Father, you know, he realizes ... but as he did with little son does not want to take anything away their freedom and autonomy. To both alike he wants and expects, because the Father is never in a hurry, for the day when a truly open heart comes. To be merciful we need to experience mercy. But only we experience the mercy of God if we are able to open our hearts to God and others through prayer, action for justice, celebration and a welcoming spirit. If we have experienced these days mercy, then our mission will be to communicate and practice the mercy of God, communicate the Gospel. Maybe we need for this mistake, as the young son; we may need to take off the masks, as the eldest son ... it will be the only way the Spirit, who is in us, give us the courage and strength to serve, praise and reverence to God our Lord. 4º DOMINGO CUARESMA · CICLO C ¿Cuántas veces hemos sido hermanos mayores de nuestros hermanos y hermanas? ¿Cuántas veces hemos pensado que sólo los que obedecen merecen ser amados y premiados? ¿Cuántas? Quizá muchas, quizá pocas… lo cierto es que siempre hay algo de hermano/a mayor en nuestra vida, precisamente porque parece la manera más lógica de entender el amor. Pero que parezca la más lógica no significa que sea la verdadera de amar. Durante este retiro hemos hecho un especial hincapié en la necesidad de abrir nuestro corazón a la misericordia de Dios y entrar por la puerta de la misericordia, que es Jesús. Y sin duda habremos recibido muchos dones y alegrías, ¿no es quizá el momento de compartirlos con los otros? ¿No es quizá el tiempo de cambiar nuestra mirada hacia los demás, hacia Dios? Reconozcámoslo, el hermano mayor no es malo, lo que sucede es que vive desde una falsa seguridad. En el fondo tiene miedo a equivocarse, a tomar una senda que no sea segura. Quedarse en la casa del padre le da calor, tranquilidad, paz… sin embargo todo es apariencia, porque en el fondo del corazón hay mucha tristeza y falta mucho amor. Por eso el enfado y la rabia. Nosotros a veces vivimos esa doble vida del hermano mayor. Por fuera sonreímos, pero por dentro lloramos o sencillamente callamos. Por supuesto, el Padre, lo sabe, se da cuenta… pero igual que hizo con el hijo pequeño, no quiere quitarle nada de su libertad y autonomía. A los dos los quiere por igual, y espera, porque el Padre nunca tiene prisa, a que llegue el día en que se nos abra de verdad el corazón. Para ser misericordiosos necesitamos experimentar la misericordia. Pero solo experimentaremos la misericordia de Dios si somos capaces de abrir nuestro corazón a Dios y a los demás a través de la oración, la acción por la justicia, la celebración y la acogida. Si nosotros hemos experimentado estos días la misericordia, entonces nuestra misión será comunicar y practicar esa misericordia de Dios, comunicar el Evangelio. Quizá necesitemos para ello equivocarnos, como el hijo pequeño; quizá necesitemos quitarnos las máscaras, como el hijo mayor… será la única manera de que el Espíritu, que está en nosotros, nos de el ánimo y la fuerza para servir, alabar y hacer reverencia a Dios nuestro Señor.