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Althusser dinamita el Gran Invernadero
9.3. Una pesadilla de aire acondicionado (L Althusser)
Semiomas muertos: una dialéctica sin sujeto ni fines…ni envolturas
Este es el legado positivo más importante legado por Marx y Hegel: el concepto de un
proceso sin sujeto. Tal concepto da sustento a El Capital. [...] Hablar de un proceso sin
sujeto implica sin embargo que la expresión 'sujeto' es una expresión ideológica1
Militante de Acción Católica, ferviente y devoto estalinista, Althusser llegó a ser un
duro del PCF que, en un momento decisivo, optó en su contra por las tesis humanistas
de R Garaudy y J Semprún; finalmente se hizo maoísta para volver posteriormente al
catolicismo juvenil. Nunca había abandonado, en realidad, sus inclinaciones místicas:
en su biblioteca, las obras de Lenin estaban junto a las de Santa Teresa de Jesús, y en un
gesto extravagante, pero que confirmaba esa tendencia, poco antes de asesinar a su
mujer había solicitado a J Guitton que le tramitara una entrevista con Juan Pablo II2.
El marxismo escolástico, para librarse de los espectros hegelianos potencialmente
subversivos de la dialéctica había repetido que Marx sencillamente había invertido y
puesto sobre los pies la dialéctica idealista convirtiéndola en dialéctica materialista
capaz de encontrar las verdaderas leyes del proceso histórico. Althusser defenderá una
posición todavía más radical al teorizar una ruptura epistemológica (término tomado de
G Bachelard) que separaría al joven Marx (humanista y todavía en la línea filosófica
hegeliana y feuerbachiana) del Marx maduro descubridor de la nueva Ciencia de la
Historia y cuya visión de la dialéctica nada tenía que ver, ciertamente, con los ingenuos
esquemas hegelianos..
Para comprender a Marx debemos tratarlo como un sabio entre otros, y aplicar a su
obra científica los mismos conceptos epistemológicos e históricos que aplicamos a
otros…Marx aparece así como un fundador de ciencia, comparable a Galileo y a
Lavoisier3.
Además de esta ciencia del materialismo histórico Marx habría elaborado en forma
práctica su propia filosofía llamada materialismo dialéctico. No existe una elaboración
sistemática de la misma, pero en tanto que una filosofía de la ciencia, se la puede
encontrar “en estado práctico” en El Capital: lo que el marxismo introduce de nuevo en
la filosofía es una nueva práctica de la filosofía. El marxismo no es una (nueva)
filosofía de la praxis, sino una práctica (nueva) de la filosofía4.
1
ALTHUSSER, L.: Lenin und die Philosophie, Reinbck, 1974, p. 65 ss.
SEBRELI, J J.: El olvido de la razón, Debate, Barcelona, 2007, p. 271
3
ALTHUSSER, L.: Para leer “El Capital”, Siglo XXI, Mexico, 1972, pp 165-166, cit por M Cruz,
Ibidem, p120.
4
ALTHUSSER, L.: Lenin i la filosofia, Tres i Quatre, Valencia, 1970, cit por M Cruz, Ibidem, p 122.
2
1
Así pues, resulta imprescindible extraer de las grandes obras de Marx y de la tradición
marxista en general toda esa filosofía como nueva práctica teórica. Para lo cual no hay
más remedio que realizar un trabajo crítico riguroso de análisis e interpretación textual.
Su combate contra el joven Marx y el marxismo hegelianizado en los años cincuenta
reflejaba la pretensión e Althusser de volver al marxismo ortodoxo, imbuido de
positivismo, del peor Engels, de Plejanov y aun del Stalin de Sobre el materialismo
histórico y el materialismo dialéctico. Estas vejeces, en manos de Althusser, lograron
atraer adeprtos porque venían envueltas en las formas novedosas del estructuralismo y
el posestructuralismo con un toque incluso de psicoanálisis, vía Lacan, a quien le debía
el concepto de sobredeterminación5.
La obra de Althusser, con su postulación de una estructura sin sujeto ni fin, pretende
esquivar cualquier humanismo que ligue la problemática del Marx maduro a la
conciencia de los hombres y a sus vicisitudes histórico-empíricas.
De ahí que Althusser levante, frente a Kant y Hegel, la bandera de Spinoza, como única
forma de enfrentarse a toda esa tradición filosófica sustentada sobre el fondo de lo que
denomina “la ideología jurídica del sujeto” y en la que tanto Kant como Hegel se
hallarían inmersos…Se observará que para poder oponerse de forma tan frontal a las
tesis humanistas, Althussser ha necesitado usar de aquella cláusula inicial, la de los
dos Marx, que le servía para no tomar en consideración el reproche de que en algunos
textos marxianos sí se habla del hombre…Planteadas así las cosas, cabe oponer a la
perspectiva althusseriana…la tesis de la presencia en la obra de Marx del concepto de
“esencia humana”. Dicho concepto- explícito en los Manuscritos económico-filosóficos
e implícito en los desarrollos del resto de sus obras- caracteriza al hombre como ser
natural, social y consciente. El hombre es, en primer lugar, un ser natural, biológico,
que se distingue del resto de seres de la naturaleza en su específica actividad vital: el
trabajo….Pero, además, -y acaso sea éste el aspecto quem mejor defina ese ser del
hombre- es una actividad consciente…Por supuesto que esa consciencia no es una
consciencia pura, absolutamente clarificada, sino que hay que atender a todas las
oscuridades y deformaciones a que hicimos mención…Que el hombre tome las riendas
de su propio destino-objetivo último del programa marciano- significa en definitiva que
sea capaz de poner su voluntad al servicio de su conciencia6.
Entrar en flujo con La revolución teórica de Marx (Pour Marx)
La crítica al “dogmatismo” staliniano ha sido “vivida” por los intelectuales
comunistas, antes que nada, como una “liberación”. Esta “liberación” ha dado
nacimiento a una reacción ideológica de tendencia “liberal”, “moral”, que ha
encontrado espontáneamente los viejos temas filosóficos de la “libertad”, del
“hombre”, de la “persona humana” y de la “alienación”. Esta tendencia ideológica ha
buscado sus garantías teóricas en las obras de juventud de Marx, que contienen, en
efecto, todos los argumentos de una filosofía del hombre, de su alienación y de su
liberación. Estas condiciones han provocado una inversión asombrosa de la situación
5
6
SEBRELI, J J.: Ibidem, p271
CRUZ, M.:,Ibidem, pp 126-127.
2
de la filosofía marxista. Las Obras de juventud de Marx que desde los años treinta
servían de caballo de batalla a los intelectuales pequeño-burgueses en su lucha contra
el marxismo, se han puesto súbita y masivamente al servicio de la nueva
“interpretación” que ha sido desarrollada actualmente por numerosos intelectuales
comunistas “liberados” del dogmatismo estaliniano por el XXº Congreso. El tema del
“humanismo marxista” la interpretación “humanista” de la obra de Marx, se han
impuesto progresiva e irresistiblemente en la filosofía marxista reciente al interior
mismo del Partido Comunista soviético y de los partidos comunistas occidentales 7.
Según Althusser, el marxismo científico surge de una definitiva ruptura epistemológica
e inaugura una nueva problemática. Es una nueva filosofía que nace de la fundación de
una nueva ciencia: la teoría de la historia. Esta ruptura epistemológica concierne al
mismo tiempo a dos disciplinas teóricas diferentes. Fundando la teoría de la historia
(materialismo histórico), Marx, en un solo y mismo movimiento, rompió con su
conciencia filosófica e ideológica anterior y fundó una nueva filosofía (materialismo
dialéctico)8.
Al rechazar la esencia del hombre como fundamento teórico, Marx rechaza todo ese
sistema orgánico de postulados. Echa a las categorías filosóficas de sujeto, esencia,
empirismo, ideal, etc de todos los campos en que reinaban. No sólo de la economía
política (rechaza el mito del homo oeconomicus, es decir, del individuo que tiene
facultades y necesidades definidas en tanto que sujeto de la economía clásica); no sólo
de la historia (rechaza el atomismo social y el idealismo político-ético); no sólo de la
moral (rechaza la idea moral kantiana); pero también de la filosofía misma: ya que el
materialismo de Marx excluye el empirismo del sujeto (y su reverso: el sujeto
trascendental) y el idealismo del concepto (y su reverso: el empirismo del concepto).
Esta revolución teórica total sólo tiene derecho a rechazar los antiguos conceptos en
la medida en que los remplaza por conceptos nuevos. Marx funda, en efecto, una nueva
problemática…Este descubrimiento está contenido inmediatamente en la teoría del
materialismo histórico, donde Marx no sólo propone una nueva teoría de la historia de
las sociedades, sino también una nueva “filosofía” con implicaciones infinitas9
Resulta, entonces, que también ahora, en nuestro tiempo, filosofar es volver a comenzar
por nuestra cuenta la odisea crítica del joven Marx, atravesar la capa de ilusiones que
nos oculta lo real y tocar la única tierra natal: la de la historia, para encontrar en ella,
al fin, el reposo de la realidad y de la ciencia reconciliadas gracias a la perpetua
vigilancia de la crítica.
Althusser apuesta por desentrañar esa filosofía enterrada, en un sentido prácticometodológico, en las grandes obras de Marx. La filosofía marxista está en gran parte
todavía por constituirse, fundada por Marx en el acto mismo de la fundación de su
teoría de la historia…pues, como decía Lenin, sólo han sido colocadas las piedras
angulares…10. ¿Dónde está esta metateoría o filosofía de todas las prácticas teóricas? La
7
ALTHUSSER, L.: La revolución teórica de Marx, Siglo XXI, Madrid, 1974, p. XIII.
Ibidem, Prefacio, p. 24.
9
Ibidem, p. 189
10
Ibidem¸ Prefacio: Hoy, p. 22.
8
3
respuesta es terminante: no existe como tal a diferencia de El Capital que constituye la
ciencia del modo de producción capitalista. Pero esta filosofía dialéctica buscada por
Althusser existe en estado práctico no teórico en dos niveles ontológicos: el primero,
como teoría dormida sin conciencia de sí misma en la epistemología marxista del Marx
maduro y el segundo como dialéctica práctica en toda la praxis política del marxismo
desde Lenin a Mao.
Sin embargo, algo amenaza el horizonte de esa anhelada filosofía marxista, y ello no es
otra cosa que el llamado humanismo socialista:
Es asombroso comprobar cómo, conforme a la necesidad de su desarrollo, en la mayor
parte de las democracias socialistas asi como en la Unión Soviética pasan a primer
plano los problema de la política y de la moral y cómo los partidos occidentales están
obsesionados también por estos problemas. Ahora bien, no es menos asombroso ver
cómo estos problemas son tratados a menudo teóricamente recurriendo a conceptos
que pertenecen al período de juventud de Marx, a su filosofía del hombre: los conceptos
de enajenación, de escisión, de fetichismo, de hombre total etc. Sin embargo,
considerados en sí mismos, estos problemas son, en el fondo, problemas que lejos de
requerir una “filosofía del hombre”, conciernen a la preparación de nuevas formas de
organización de la vida económica, de la vida política y de la vida ideológica
(comprendidas en ella las nuevas formas de desarrollo individual) de los países
socialistas en su fase de desaparición o superación de la dictadura del proletariado.
¿Por qué, entonces, ciertos ideólogos plantean estos problemas en función de los
conceptos de una filosofía del hombre, en lugar de plantearlos, abierta, clara y
rigurosamente en los términos económicos, políticos, ideológicos, etc de la teoría
marxista? ¿Por qué tantos filósofos marxistas experimentan la necesidad de recurrir al
concepto ideológico, premarxista, de enajenación en su pretensión de pensar y
“resolver” estos problemas históricos concretos? 11.
Althusser no quiere darse por enterado de que el marxismo realmente existente como
materialismo histórico (en todas sus contradictorias variantes) siempre habría de
resultar una unidad inseparable (como en el propio Marx de juventud y/o de madurez)
de dimensiones téoricas, práctico-revolucionarias y corporales. Del hecho de que en la
obra de madurez de Marx casi hayan desaparecido términos como enajenación,
escisión, hombre total o fetichismo (algo, por cierto, que no sucede, además, con este
concepto decisivo para entender El Capital) no se puede deducir que hayan perdido su
virtualidad a la hora de configurar el ethos y la corporalidad del Marx científico y que
todos ellos y muchos más no se hallen latentes (en tanto que soportes praxeológicos,
deseantes y emocionales) como verdadero sentido y significado de toda su obra.
En todo caso, la pretensión dogmática de traducir enteramente (cancelando sus
dimensiones críticas) a la nueva terminología teórica del Marx maduro todas las
supuestas excrecencias ideológicas del Marx juvenil no sólo implica un atroz
escolasticismo sino también una empresa condenada al fracaso ya que de llevarla a
cabo,-como así ocurrió, efectivamente, en los años setenta con la crisis definitiva del
socialismo real- por el desagüe de la bañera no sólo se iría el agua sucia (del humanismo
11
Ibidem, pp. 198-199.
4
filosófico del joven Marx) sino también el auténtico niño de la praxis-útópico-corporalrevolucionaria que hacía del marxismo un auténtico semillero de algunas de las
envolturas, impliegues y plikas más fascinantes de toda la historia de la humanidad.
Según Althusser, la teoría científica marxista habría de tomar cartas en el asunto para
desterrar por completo las concepciones ideológicas y plantear estos problemas en
términos científicos y no ideológicos; que permitirían llamar a las cosas por su nombre,
es decir, utilizando los conceptos marxistas apropiados, en lugar de designarlos, como
ocurre a menudo, a través de conceptos ideológicos (enajenación) o sin un status
definido. Deploramos comprobar, por ejemplo, que el concepto con el que los
comunistas designan un fenómeno histórico importante en la historia de la URSS y del
movimiento obrero: el concepto de “culto de la personalidad” sea, si lo tomamos por
teórico, un concepto que no se puede encontrar ni clasificar en la teoría marxista;
puede describir y condenar, sin duda, un estilo de comportamiento y, en este sentido,
tener un valor doblemente práctico. Pero, según mi conocimiento, Marx no ha
considerado nunca que un estilo de comportamiento político pueda ser asimilado
directamente a una categoría histórica, es decir, a un concepto de la teoría del
materialismo histórico ya que si (¿no? designa una realidad no es un concepto. Sin
embargo, todo lo que se dice del “culto a la personalidad” concierne con toda
exactitud al dominio de la superestructura, por lo tanto, de la organización del Estado
y de las ideologías; concierne, más aún, en grueso, a ese único dominio que, como
sabemos, posee una “autonomía relativa” en la teoría marxista (lo que explica,
simplemente, en teoría, que la infraestuctura socialista haya podido desarrollarse en lo
esencial sin problemas mientras la superestructura sufría estos errores). ¿Por qué no se
evocan los conceptos marxistas existentes, conocidos y reconocidos, para pensar y
situar este fenómenos, descrito, en efecto, como comportamiento y referido a la
“psicología” de un hombre, , es decir, simplemente descrito y no pensado? Si la
“psicología” de un hombre pudo asumir ese papel histórico, ¿por qué no plantear en
términos marxistas el problema de las condiciones de posibilidades históricas de esta
aparente promoción de la “psicología” a la dignidad y a la dimensión de un hecho
histórico? El marxismo contiene en sus principio la materia para plantear este
problema en términos de teoría, para aclararlo y ayudar a resolverlo12…
El humanismo filosófico, por el que corremos el peligro de ser invadidos y que se
protege bajo las realizaciones, sin precedente, del socialismo mismo, sería este
complemento destinado a dar a ciertos ideólogos marxistas, a falta de teoría, el
sentimiento de poseer esta teoría que les hace falta: sentimiento que no puede aspirar a
lo que Marx nos ha dado de más precioso en el mundo: la posibilidad de un
conocimiento científico. He aquí por qué, si el humanismo está a la orden del día, las
buenas razones de esta ideología no pueden, en ningún caso, servir de garantía a las
malas, sin conducirnos a la confusión de la ideología y de la teoría científica13.
Althusser amonesta severamente a los ideólogos soviéticos- embarcados en el proceso
de desestalinización del PCUS- para que no vayan demasiado lejos en sus
reclamaciones humanistas:
12
Ibidem, pp. 199-200.
13
Ibidem, pp. 200-201.
5
Por su parte el XXII Congreso del PCUS ha declarado que, con la desaparición de la
lucha de clases, la dictadura del proletariado había sido superada en la URSS; que el
Estado soviético ya no era más un Estado de clase sino un “Estado del pueblo entero”
y que la URSS estaba comprometida en la construcción del comunismo bajo la
consigna “humanista”: “Todo para el hombre”14.
Contra la palinodia de los marxistas soviéticos y de los partidos comunistas
occidentales, Althusser les recuerda a todos, gravemente, que los propios Marx, Engels
y Lenin lucharon sin cesar contra las interpretaciones ideológicas de tipo idealista,
humanista, que amenazaban a la teoría marxista15.
Atando cabos
Para Althusser, en efecto, el legado más precioso de Marx no fue su compromiso
revolucionario en la lucha por otra sociedad sin explotación, ni su ethos ético-político
ligado a un radicalismo ideológico que acabase definitivamente con la enajenación de
los seres humanos, sino la posibilidad de un conocimiento científico de la realidad. Los
ideales humanistas (incluidos aquellos propagados por los propios marxistas soviéticos
a partir del XXII Congreso del PCUS) esconderían para Althusser en la forma de un
mero sentimiento la incapacidad teórica de pensar los verdaderos problemas de la
transición al socialismo.
Ahora bien, ¿acaso toda la teoría althusseriana sobre el déficit teórico del sentimental
humanismo socialista no se basa, a su vez, en el sentimiento irracional de contar ya
(contra toda la evidencia totalitaria del estalinismo y de las transformaciones radicales
sufridas por un proletariado cada vez más aburguesado e integrado en los países mas
desarrollados del capitalismo opulento de los años sesenta) con una Ciencia de la
Historia capaz de dar cuenta definitiva de todos los avatares de la humanidad en
general y del capitalismo en particular? ¿Cómo tachar de sentimentales, ideológicos y
pre-marxistas a los marxistas humanistas desde el fetichismo de una pretendida Ciencia
que cuanto menos entiende (y más impotente se muestra ante) las atrocidades del
presente (el culto a la personalidad y los crímenes del estalinismo) más se empecina en
proclamarse místicamente como Ciencia ajena por completo a la vieja problemática
filosófica de la enajenación y a cualquier discurso de la “psicología” burguesa que le
recuerde sus flagrantes complicidades con las barbaries cometidas en su
nombre?¿Acaso no resulta asimismo evidente el carácter ideológico de una Ciencia que
-ante la atroz explotación y enajenación de millones de seres humanos durante el
estalinismo- sólo parece preocuparse de su pedigrí, pureza y títulos teóricos
interpretando como regresivas contaminaciones ideológicas, filosóficas y humanistas
cualquier mínima tentativa de reconocer y llamar a las cosas (a los crímenes y
violaciones de la humanidad) por su nombre? ¿Acaso no resulta evidente que la crítica
del humanismo socialista se hace desde la ceguera metafísica de la pretendida,
dogmática, incontaminada Ciencia estructuralista del Materialismo Histórico?
De las rupturas de Marx a las fracturas del Gran Invernadero
14
15
Ibidem, Prólogo a la segunda edición, pp XIII-XIV.
Ibidem, p. XIV.
6
En el nivel profundo del saber occidental- dictamina venenosamente Foucault-, el
marxismo no ha introducido ningún corte real; se aloja sin dificultad, como una figura
tranquila, plena y cómoda y ¡a fe mía! satisfactoria por un tiempo (el suyo), en el
interior de una disposición epistemológica que la acogió favorablemente (dado que es
justo la que le dio lugar) y que no tenía a su vez el propósito de dar molestias ni, sobre
todo, el poder de alterar en lo más mínimo ya que reposaba enteramente sobre ella. El
marxismo se encuentra en el pensamiento del siglo XIX como el pez en el agua, es
decir, que en cualquier otra parte deja de respirar…Sus debates han producido algunas
olas y han dibujado ondas en la superficie: son sólo tempestades en un vaso de agua16
Althusser deja que se vaya el niño con el agua de la bañera. El hecho cierto de que Marx
construyese una nueva visión materialista de la Historia y apenas se ocupara
temáticamente -desde la Ideología alemana en adelante- de temas filosóficos, no
significa ni mucho menos que hubiese renunciado a todo planteamiento de tipo ético,
epistemológico, y ontológico: recuérdese su proyecto de escribir una Dialectica
materialista y la pasión por la liberación, la praxis y el trabajo vivo de los Grundrisse.
Tampoco se infiere de ello que hubiese renunciado a todos aquellos fundamentales
soportes corporales en torno a una nueva sociedad sin explotadores ni explotados y,
mucho menos, a aquellas prácticas revolucionarias que formaban parte tanto de su obra
de juventud (de manera literal como hemos visto) como de su ethos de madurez.
La pretensión de convertir la obra de Marx en una Ciencia ya acabada de la Historia como la física de Galileo- y explorar, al mismo tiempo, esa Metateoría o Filosofía
verdadera,- contenida en estado práctico en las grandes obras del Marx maduro-, y que
estaría supuestamente a años luz del hegelianismo y feuerbachismo del joven Marx,
implica, por lo que respecta a este último rechazo, el rechazo paralelo de la totalidad del
ethos que daba sentido a la obra tout court de Marx. Una cosa es una ruptura
epistemológica (en tanto que fundación con nuevas categorías de otra visión del mundo
más socioeconómica y menos antropológica y moral) y otra muy diferente invocar una
ruptura emocional con unos ideales por una sociedad sin enajenación ni explotación del
hombre por el hombre. Esta segunda ruptura-inexistente en Marx- contribuyó a herir de
muerte el corazón atmopoiético del materialismo histórico y todas sus variadas
envolturas y soluciones habitacionales.
La ruptura del joven Marx con Hegel y con Feuerbach no fue exclusivamente, ni
prioritariamente, una ruptura teórica a partir de las Tesis sobre este último y la
Ideología alemana sino - ya desde 1843- fue sobre todo una ruptura política entendida
como realización práctico-revolucionaria de las promesas de la gran filosofía alemana y,
añadimos nosotros, una ruptura corporal (literal en los Manuscritos) cuando opone la
recuperación de la totalidad sensible del hombre- en el marco de una nueva sociedad
comunista- al idealismo de la autoconciencia hegeliana y al materialismo todavía
abstracto y no práctico-revolucionario de Feuerbach.
16
FOUCAULT.: Las palabras y las cosas. México, Siglo XXI, 1981, págs. 256-7.
7
Estas son las tres grandes rupturas de Marx con su conciencia filosófica hegelianofeuerbachiana que hacen sinergia entre sí y resultan absolutamente inseparables: (1) una
teórica, como señala Althusser; (2) otra política, diagnosticada por G Della Volpe y
Colletti -y ya muy evidente desde su Prefacio a la Crítica de la Filosofía del Derecho
de Hegel (1843)- ruptura que se mantiene a lo largo de toda su obra (especialmente en
los apuntes de los Grundrisse sobre liberación y utopía) como propedéutica
indispensable para la revolución y la lucha de clases y, finalmente, (3) otra ruptura
corporal, deseante y emocional (inseparable de las otras dos y venero vivo, inagotable,
de ambas) realizada ya con toda claridad en los Manuscritos, invocada en el Prólogo a
la Contribución a la crítica de la economía política de 1859 como superación de la
prehistoria de la humanidad, omnipresente en la utopía del trabajo vivo de los
Grundrisse y absolutamente esencial en el Marx maduro de El Capital como dialéctica
de la enajenación y del fetichismo de la mercancía.
A toro pasado resulta más que evidente que la obsesión althusseriana por garantizar la
autonomía unilateral de la primera ruptura le llevó a hipostasiar monstruosamente el
campo teórico de la (supuesta) Ciencia marxista de la Historia hasta el punto de perder
de vista su ligazón con la praxis de la lucha de clases (punto clave reconocido por las
autocríticas del propio Althusser) y, muy especialmente, con aquellas otras dimensiones
somáticas no menos decisivas e irrenunciables que soportaban no sólo el invernadero
marxiano contra toda enajenación del Capital sino que también infundían un aliento y
una atmósfera imprescindibles a la deriva de las diferentes envolturas, plikas,
tradiciones, prácticas y sensibilidades del marxismo histórico.
Por ello, al tachar de ideológicas y humanistas tanto la ruptura política con sus
imprescindibles niveles praxeológicos de subjetividad colectiva e individual
revolucionaria (exploradas como subjetividades por Lukács, Korsch, Gramsci, Sartre y
tantos otros en el pasado siglo), como la ruptura corporal con la enajenación del
proletariado por el Capital –tan presente en las centelleantes reflexiones de los
Grundrisse sobre trabajo vivo y subjetividad revolucionaria que apasionaron a A
Negri17- y en el humanismo socialista y la Escuela de Francfort, Althusser aceleró
fehacientemente al harakiri colectivo del materialismo histórico a lo largo de las
décadas de los sesenta y setenta.
El espejismo de una Ciencia autosuficiente, clausurada
e irrespirable
praxeológicamente -justo cuando desde Kuhn a Feyerabend se estaba abriendo la veda
contra el cientificismo de las llamadas ciencias duras- se tornó cerril ceguera metafísica
autocomplaciente y estéril, al tachar como ideológicas las únicas verdaderas promesas
sinneónticas que podía ofrecer, todavía, entonces, el materialismo histórico.
Rechazado por Althusser como lo único que podía haber seguido siendo en los años
sesenta, es decir, como una ideología comprometida con la emancipación y la liberación
de los seres humanos y convertido en una atrabiliaria Ciencia del siglo XIX, el
marxismo dejó poco a poco de climatizar envolturas para sinneontes. En esto justamente
consistió el delirio escolástico y academicista de una Ciencia de la Historia en forma de
estructuras flotantes sin sujeto ni finalidad: Althusser enrareció hasta tal punto la
atmósfera de las viejas envolturas de la praxis que hizo casi irrespirable el aire de las
últimas plikas del marxismo realmente existente. Y lo más ingenuo de todo ello, lo más
17
NEGRI, A.: Marx, más allá de Marx. Nueve lecciones sobre los Grundrisse en
http://br.geocities.com/polis_contemp/dossie_negri_textos/Negri_Marx_alem_Marx_Intro_Licao1.pdf
8
pueril de toda esa interminable, idealista, fetichista y mística ceremonia de los adioses y
las rupturas, es que se realizó toda ella en el nombre de una Ciencia incapaz de
reconocer su auténtica condición de Gran Invernadero, fuera del cual, como ya
advirtiera Foucault, el marxismo y los marxistas habrían de dejar de respirar.
RIP
El hecho de no haber constituido una renovación del marxismo, sino más bien su
enterramiento fue algo que pronto se reconoció. En verdad, el marxismo vivió siempre
de la ideología ilustrada del sujeto autónomo a priori. Amputarlo y continuar
desenredando el antiguo ovillo era una empresa condenada al fracaso. El monstruo
desdentado que quedó no puede ser la novia radiante de la renovación humana. Sin
embargo, no sólo el énfasis revolucionario del marxismo tenía que escaparse con la
interpretación estructuralista como el aire de un globo pinchado, sino que también toda
la práctica justificativa le fue arrebatada contra la propia intención de Althusser. De
hecho, si tanto la lucha de clases como el propio socialismo anhelado son simples
«procesos sin sujeto», ¿quién podrá garantizar un contenido humano y los resultados
guiados por las necesidades humanas? Los comunicados del «frente de construcción
socialista» en el este y de la praxis de los «movimientos de liberación» en el sur se
volvían cada día peores y más alarmantes. Althusser fue apenas uno de los muchos
enterradores del marxismo que, en Francia, pondrían luego manos a la obra de manera
mucho más abierta y menos contrita.
Robert Kurz, Subjektlose Herrschaft. Zur Aufhebung einer verkürzten
Gessellschaftkritk, en revista Krisis ("Beiträge zur Kritk der Warengesselchaft"), nº 13,
Bad Honnef, 1993.
9