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Desde una Antropología Decimonónica a una Perspectiva Interpretativa Maria Natalia Seco Collado La antropología del siglo XIX se basaba en comparaciones de datos de la diversidad humana. Para este entonces los intelectuales se componían de sabios multifacéticos que para los estudios de las sociedades humanas acogían un modelo explicativo evolucionista; trataban de establecer una historia de las sociedades a través del análisis de materiales diversos, luego lo ordenaban, clasificando el material en secuencias históricas hipotéticas, en base a conceptos de evolución por estadios generales (GUBER 2005). Para el evolucionismo unilineal, las etapas de desarrollo ocurrían según grados de avances tecnológicos y de organización político-social, de lo más simple a lo más complejo, desde modos diferentes hasta otros más afines (GUBER, 2005). Por su parte, la escuela histórico-cultural, que luego recibe el nombre alternativo de Difusionista, se caracterizaría por la no aceptación de la historia de la humanidad como ascenso, sino como caída. A diferencia de los evolucionistas quienes partían de un estado de naturaleza que de manera progresiva alcanzaban estados actuales de la cultura (GUBER 2005). El referente empírico de ambas escuelas residía en poblaciones primitivas, diferentes que debían ser incorporadas a la historia de la humanidad (GUBER 2005:17). Los expertos no realizaban viajes, sino que se basaban en fuentes secundarias; recibían los materiales del recolector y los analizaban. “El campo era la fuente de material empírico que debía ser salvada de una vertiginosa extinción de los grupos humanos, por esa razón se debían a la acumulación de datos de esos pueblos” (GUBER 2005:18). Algunos padres, evolucionistas, de la antropología guardaban una celosa relación con las colonias, como es el caso de Tylor que ensayaba raspadores de piel tasmanianos en Londres, observando el uso de lanzadores en el tejido para después dirigir la preparación de la primera guía de trabajo de campo y organizar las primeras expediciones (GUBER 2005). Al contrario de Morgan, quien viajaba a tierras indígenas para comprobar sus hipótesis acerca de la articulación entre formas de parentesco, el señalaba que el verdadero conocimiento se obtenía en forma directa (GUBER 2005). En 1898, bajo este contexto, se formó la expedición inglesa de la universidad de Cambridge al Estrecho de Torres (GUBER 2005). Hacia 1888, Hoddon ya había viajado al Estrecho de Torres, y los materiales que trajo estaban ligados a la cultura y a lo datos etnográficos. Para expandir su información comenzó a planificar la segunda expedición, la de 1898, la cual institucionalizaría el trabajo de campo y la recolección directa (GUBER 2005). “En conferencias y artículos Hoddon advertía contra el recolector rápido, sugería el acercamiento a los nativos ganando su simpatía, para así obtener un conocimiento mas profundo sobre el material obtenido” (GUBER 2005:18). Uno de los integrantes de esta exploración, Rivers, sugiere el “Método Genealógico” como sumamente confiable para la investigación dado que sostenía que a través de este método era posible recorrer el mismo procedimiento llegando a resultados idénticos. “En 1913 anunció las condiciones del trabajo intensivo, cuyas bases propias de la disciplina científica antropológica estaban echadas” (GUBER, 2005:19) En la primera mitad del sigo XX, Malinouwski, entre otros siguieron este modelo. Malinowski fue el primero en promover la etnográfica como un camino más elevado para llegar a las metas que se habían propuesto en la Antropología del sigo XIX. Surge entonces la necesidad de sistematizar el trabajo de campo de la antropología, la recolección de datos debía ser de primera mano, lo cual requería la presencia del investigador en el campo (GUBER 2005). El mencionado autor propone participar en la comunidad dejando de ser un observador desde afuera. De esta manera la Observación Participante es una técnica que reúne dos aspectos del proceso de investigación, así el trabajo de campo esta conjugado con el de gabinete, al tiempo que esta técnica –desde esta perspectiva funcionalista- se proponía aportar al estudio de una cultura como un todo funcional, Por otra parte en la misma época, “Boas en los EE.UU. introducía el trabajo de campo como requisito de toda investigación antropológica (…) El culturalismo norteamericano sostenía que la recolección textual en la lengua nativa era un primer paso para constituir un corpus cultural” (GUBER, 2005:21). Los textos registrados presentaban la ventaja de no estar distorsionados por la interferencia del recolector. “El trabajo de campo en la Antropología Cultural norteamericana, a diferencia de la tradición británica, tomaba a la lengua como objeto principal del conocimiento antropológico, pero como objeto, no como medio de comunicación habitual con los informantes” (GUBER, Rosana 2005:21). Ya para la época de Malinowski (1917 aproximadamente), las nuevas modalidades del trabajo de campo etnográfico se asociaban con la “revolución Funcionalista” y con un “fuerte renacimiento del empirismo británico que quería comprender la integración de datos” de pueblos destinados a su extinción (GUBER 2005). “Bajo este clima, la academia británica reconoció nuevos requisitos para la investigación etnográfica: realización de trabajo de campo sistemático; recolección de datos de primera mano y realización de trabajo de campo para reconocer la lógica interna de la sociedad como una totalidad” (GUBER 2005:22). De esta manera, según lo dicho, se consideraba que, por un lado, la Antropología debía ser capaz de formular generalizaciones, dado que era una ciencia nomotética que empleaba solo la técnica de la observación (GUBER 2005). El trabajo de campo servia para comprobar hipótesis y, por otro lado, “el investigador debía ser cuidadoso en distinguir sus inferencias de la observación” (GUBER 2005:23). Los positivistas y naturalistas privilegiaban la neutralidad valorativa del sujeto cognoscente con respecto a su objeto de estudio (GUBER, Rosana 2005). Al tiempo que, el principal motivo de la etnografía como ciencia fue el de resguardar la diversidad cultural amenazada por el proceso de occidentalización, en especial durante la época del colonialismo. Posteriormente, la perspectiva que abunda en el siglo XX, en las décadas de 1960 y 1970, es la perspectiva Comprensiva, abarcando una variada serie de reflexiones acerca de la practica de la etnografía y del concepto de cultura. La misma nació de la confluencia de la Sociología Webwriana Clásica y de varias orientaciones filosóficas e intelectuales (fenomenológica, Estructuralismo, etc.) (MARCUS y FISCHER 2000). A grandes rasgos puede decirse que esta “Antropología Comprensiva opera en dos niveles al mismo tiempo: suministra informaciones de otros mundos desde el interior y reflexiona acerca de los fundamentos epistemológicos de tales informes” (MARCUS George y Michael FISCHER 2000:53). Dentro de estas llamadas antropologías compresivas se destaca la teoría interpretativa de Clifford Geertz, para quien el etnógrafo no explica, sino interpreta la información que le suministran sus informantes. Este desplazamiento del científico al interprete repercute no sólo en el contenido, sino también en la forma de como se empezaría a escribir en adelante los textos etnográficos El investigador en este caso revive en carne propia las distintas situaciones de sus informantes. Se producen nuevos cambios, como “el reconocimiento de la subjetividad del propio investigador en el proceso de conocimiento y del campo de las significaciones sociales cuya relación esta más comprometida con la particularidad que con la generalidad” (GUBER, Rosana 2005:24). El trabajo de campo deja de ser visto como una fuente de de hechos-datos, para convertirse en la experiencia misma sobre la cual la Antropología organizaría su conocimiento (GUBER 2005). Sin embargo seguirán vigentes algunos postulados clásicos del método etnográfico de la tendencias precedentes, como son: la presencia directa en el campo, el estar cara a cara (GUBER 2005). Finalmente, vale decir que el interpretativismo continuó largo tiempo preso del empirismo que le demanda al investigador sensibilidad teórica para copiar lo real tal como se presenta. No obstante, se reconoce al interpretativismo el aporte de las siguientes características adoptadas por el método etnográfico: “incorporación de los aspectos subjetivos en el proceso de investigación etnográfica; trabajo de campo como experiencia de organización del conocimiento e importancia de las técnicas ligadas” (GUBER, Rosana 2005:25) Bibliografía: GUBER, Rosana (2005): El trabajo de campo etnográfico, trayectorias y perspectivas. En: El Salvaje Metropolitano. Reconstrucción de conocimiento social en el trabajo de campo Cap.1 (Páginas 16-27) Paidós Estudios de Comunicación, Buenos Aires, Barcelona, México. MARCUS George y Michael FISCHER (2000): La antropología como crítica cultural: Un momento experimental en las Ciencias Humanas (Páginas 41-79) Arrourtu Editores. Buenos Aires. (B.B.E).