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Arzobispado de Buenos Aires y toda Argentina
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Boletín dominical correspondiente al domingo 15 de septiembre de 2013
Solemne conmemoración de la Exaltación de la Santa Cruz
El relámpago del trueno de la Gracia divina
“La señal de la cruz”
Homilía de Monseñor Pablo Yazigi, Arzobispo de Alepo
En las lecturas bíblicas y los himnos de las vísperas y los matutinos de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz,
encontramos referencias a incidentes del Antiguo Testamento que prefiguran la Santa Cruz. En primer lugar, el hecho que
el profeta Jonás extendió sus brazos en forma de cruz en el vientre de la ballena es una clara prefiguración de la Pasión
salvífica, como así también el hecho que el profeta fuera expulsado de allí al tercer día, prefigurando la resurrección del
Señor al tercer día. Por otro lado, encontramos la referencia al hecho que Moisés trazó la señal de la Cruz al golpear dos
veces las aguas del Mar Rojo con su vara, dividiendo las aguas y haciendo pasar al pueblo de Israel a pie seco. Además,
Moisés golpea las aguas amargas en Mara, y ellas se vuelven dulces, y así da de beber al pueblo sediento.
Pero la imagen más significativa es la de Moisés levantando la serpiente de cobre en el desierto para que los que habían
sido envenenados por las mordeduras de las serpientes se curaran mirando hacia ella. Esta serpiente es el símbolo de Cristo
crucificado, quien tomo nuestra naturaleza humana sin pecado, tal como la serpiente de cobre no tenía veneno. De ese
modo, se sucedieron imágenes y acontecimientos en el Antiguo Testamento prefigurando la Crucifixión. Por ejemplo,
cuando Josué, hijo de Nun, perseguía a sus enemigos, elevó sus brazos en forma de cruz hacia el Señor y el sol se detuvo
hasta que acabó con ellos. De igual modo, cuando Jesús extendió sus brazos sobre la cruz, el sol se ocultó al ver que el
aguijón del pecado había sido vencido y que el infierno cautivado y que toda la providencia de Dios se había cumplido.
De hecho, la prefiguración de la señal de la cruz en el Antiguo Testamento precedía un evento salvífico en que el Señor
intervendría radicalmente en la vida de las personas. El mejor ejemplo es lo acontecido después de la crucifixión de Cristo.
A raíz de todo ello, después de haber visto la gracia en los eventos que prefiguraban la cruz en el Antiguo Testamento y
la gracia de la cruz de Jesús, nos preguntamos: ¿Cuándo nos persignamos y por qué?
Nos persignamos al dar gracias; al decir “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”; antes y después de comer; al
despertarnos y antes de dormir; antes de salir de la casa y al volver a ella; antes y después de estudiar… Cierto, es posible
que la señal de la cruz nos acompañe en nuestra vida cotidiana, en conductas, movimientos, conversaciones. Quiera Dios
que la señal de la cruz nos acompañe en todo esto, para que lo bendiga y purifique. Nos persignamos en las celebraciones
litúrgicas: en el sacramento del matrimonio, hacemos la señal de la cruz con las coronas; todas las bendiciones en los oficios
se dan con la señal de la cruz; todos los elementos, tal como el agua, el pan, el vino, se bendicen con la señal de la cruz… En
breve, la señal de la cruz es un llamado para atraer la gracia divina hacia nosotros.
De todo lo que se relaciona con la señal de la cruz, sean incidentes del Antiguo Testamento, sea nuestra vida litúrgica
cristiana o nuestra vida cotidiana, resulta que la señal de la cruz es el primer relámpago que precede el trueno de la Gracia
divina y su presencia poderosa. Además, la señal de la cruz se encuentra al umbral entre dos realidades: la primera se
relaciona con la realidad antigua, referida a aquellos ejemplos, donde prevalece el miedo, la necesidad, la sed, la fatiga, el
pecado, etc.; y la segunda se refiere a la realidad del ser humano después de la señal de la cruz, en la que aparece saciado y
no hambriento, fuerte y no débil; es la realidad de la gracia que se perfecciona en nuestra debilidad (Cf. II Co 12:9).
La señal de la cruz apela a la gracia divina que hacemos para convertir una realidad antigua en un acontecimiento
nuevo. La señal de la cruz es una puñalada dirigida a nuestro viejo hombre, y un soplo de vida para la resurrección del
hombre nuevo en Cristo. La señal de la cruz es una revolución que atrae la gracia divina que solicitamos cada vez que nos
persignamos con dicha señal de la victoria.
Pues, “ante Tu cruz nos prosternamos, Señor, y Tu santa resurrección alabamos y glorificamos”. Amén.
Tropario de la Santa Cruz (Tono 1)
Salva, Oh Señor, a Tu pueblo y bendice Tu heredad, concede a los fieles la victoria sobre el enemigo y a los tuyos
guarda por el poder de Tu Santa Cruz.
Kontakion de la Santa Cruz (Tono 4)
Tú, que por Tu propia voluntad fuiste levantado sobre la Cruz, apiádate de Tu nuevo pueblo, que lleva Tu nombre,
Cristo Dios; alegra con Tu poder a Tus fieles servidores, concediéndoles la victoria sobre sus enemigos; que Tu alianza les
sea un arma de paz y un trofeo inconquistable.
Primera carta a los Corintios (1:18-24)
1
Hermanos, el mensaje de la Cruz es una locura para los que se pierden; pero para los que se salvan -para nosotros- es
fuerza de Dios. Porque está escrito: “Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré la ciencia de los inteligentes”. ¿Dónde está el
sabio? ¿Dónde el hombre culto? ¿Dónde el razonador sutil de este mundo? ¿Acaso Dios no ha demostrado la sabiduría del
mundo es una necedad? En efecto, ya que el mundo con su sabiduría no reconoció a Dios en las obras que manifiestan Su
Sabiduría, Dios quiso salvar a los que creen por la locura de la predicación. Mientras los judíos piden milagros y los griegos
van en busca de sabiduría, nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para
los paganos; pero Fuerza y Sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos.
Santo Evangelio según San Juan (19:6-20, 25--35)
En aquel tiempo, cuando los sumos sacerdotes y los ancianos vieron a Jesús gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Les
dijo Pilato: “Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, porque yo ningún delito encuentro en él”. Los judíos le replicaron: “Nosotros
tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios”. Cuando oyó Pilato estas palabras, se
atemorizó aún más. Volvió a entrar al pretorio y dijo a Jesús: “¿De dónde eres tú?” Pero Jesús no le dio respuesta. Entonces
Pilato le dijo: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?” Respondió Jesús:
“No tendrías contra Mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor
pecado”. Desde entonces Pilato trataba de liberarlo. Pero los judíos gritaron: “Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo
el que se hace rey se enfrenta al César”. Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar
llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. Era el día de la preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Pilato dijo a los judíos:
“He aquí a su Rey”. Ellos gritaron: “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!” Les dijo Pilato: “¿A su Rey voy a crucificar?” Replicaron los
sumos sacerdotes: “No tenemos más rey que el Cesar”. Entonces se lo entregó para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a
Jesús y lo llevaron, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado “de la Calavera”, que en hebreo se llama Gólgota,
y allí lo crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso
sobre la cruz. Lo escrito era: “Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos”. Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el
lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad, y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Junto a la cruz
de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su
madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí
tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo
estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed”. Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a
una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo:
“Todo está cumplido”. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no
quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne-, rogaron a Pilato que les quebraran las
piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero al
llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado
con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la
verdad para que también ustedes crean.
¿Qué conmemoramos hoy?
La Exaltación de la Santa Cruz
La fiesta que celebramos hoy se relaciona con un gran evento para la vida de la Iglesia. En el tiempo en que los
cristianos eran perseguidos, el rey Constantino, mientras se preparaba para enfrentar a su enemigo Macendio y entrar a
Roma, vio en el cielo la señal de la Cruz dadora de Vida en la que se leía esta frase: “con esta señal vencerás”. Y es así que
decidió adoptar este símbolo en la vestidura de su ejército. Como sabemos, Constantino triunfó y fue coronado nuevo
Emperador. En el vigésimo aniversario de su reinado, Constantino envió un grupo encabezado por su madre, Santa Elena, a
Tierra Santa para que buscaran el mismo madero de la Cruz en la que había sido puesto nuestro Señor. Llegando a Tierra
Santa, el grupo averiguó que, según lo dicho entre la gente, la Cruz había sido enterrada bajo el templo de Venus,
construido por el emperador Adriano en el siglo II después de Cristo. Iniciaron, pues, las excavaciones hasta que
encontraron no una sino tres cruces. Elena, perpleja ante aquel acontecimiento, se preguntó cuál sería la Cruz de Cristo.
Mientras esto ocurría, cerca de allí pasaba una marcha fúnebre. El obispo de Jerusalén, llamado Macario, se aproximó a la
caravana pidiendo que se detuvieran. Ordenó que se llevaran las tres cruces y que se tocara al cadáver sobre estas, una por
una. En cuanto una de las tres tocó al difunto, volvió a la vida inmediatamente. Cuando todos vieron esto no hubo más que
preguntar: la Cruz de Cristo había sido encontrada. Macario, entonces, levantó la Cruz con ambas manos bendiciendo al
pueblo que exclamó a una sola voz: “Señor ten piedad”. Desde entonces los padres decidieron que el 14 de septiembre fuera
la fecha para festejar la exaltación de la preciosa y vivificadora Cruz en todas las iglesias. Casi 300 años después, en el 614, el
rey persa Quisro conquistó Jerusalén y una de las cosas que hizo fue apoderarse de la Cruz, y llevarla a su capital llamada
“Al-madáen”. Allí estuvo 14 años hasta que fue recuperada por el rey Heráclito.
Celebramos esta fiesta no solo por haber encontrado el madero de la santa Cruz, ni solo su elevación o su recuperación,
sino también por lo que se hizo por medio del madero: por la Cruz “vino la alegría a todo el mundo”, y por ella el Señor ha
elevado “la naturaleza caída de Adán”. Por el madero se cumplió la voluntad divina. Así cantamos en las vísperas de la fiesta:
“¡Vengan, naciones todas, adoremos el Madero Bendito, por medio del cual, la justicia eterna fue realizada! Porque, por la Cruz, aquél
que por un madero engañó a Adán nuestro primer padre, ha sido engañado; y aquél que, por la tiranía se apoderó de la criatura dotada
por Dios con la dignidad real, ha sido derrocado, precipitándose con una caída espantosa. Y por la sangre de Dios el veneno de la
serpiente fue lavado; y la maldición de la justa condenación fue resuelta, cuando el Justo fue condenado injustamente. Porque fue
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conveniente que el Madero sanase al madero y que, por la Pasión del Impasible, se desvanecieran los sufrimientos de aquél condenado por
causa de un árbol. ¡Gloria a Tu Dispensación Temible para con nosotros, Cristo Rey! Por la cual nos salvaste a todos, por que eres
Bondadoso y Amante de la humanidad”.
25 años de CEICA
Comisión Ecuménica de Iglesias Cristianas en Argentina
Con motivo de celebrarse las Bodas de Plata (1988-2013) de la fundación de la C.E.I.C.A., las iglesias miembros de la
misma se reunieron a pleno en un acto oficial el pasado jueves 5 de septiembre de 2013 en el Auditorium Manuel Belgrano
de la Cancillería Argentina.
La CEICA es el único organismo ecuménico en la República Argentina que reúne a la Iglesia Católica Romana con todas
las Iglesias Ortodoxas acreditadas en nuestro país: tres Iglesias Ortodoxas Bizantinas o del Oriente (Patriarcados Ecuménico
de Constantinopla, de Antioquía y de Moscú); y dos Iglesias Pre-Calcedónicas u Orientales (Iglesia Apostólica Armenia e
Iglesia Siriana Ortodoxa de Antioquía). Junto a ellas, la Iglesia Anglicana, la Iglesia Metodista, la Iglesia Discípulos de
Cristo; e Iglesias de la Reforma: Luterana, Reformada, Dinamarquesa, Presbiteriana, y una Iglesia Pentecostal.
Además del auspicio de la Secretaría de Culto de la Nación, del acto participaron, entre otros, autoridades religiosas,
diplomáticas, grupos ecuménicos y entidades porteñas con testimonio ecuménico. Cabe destacar que el acto contó con la
adhesión especial de Su Santidad el Papa Francisco y del Secretario General del Consejo Mundial de Iglesias.
Breve Reseña Histórica de la C.E.I.C.A.
Para organizar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, se reunían todos los años en Buenos Aires las
autoridades de las principales Iglesias y comunidades eclesiales. Surgió entonces la idea de hacer esos encuentros más
frecuentes y regulares, y nació de esa iniciativa, a comienzos de 1988, la Comisión Ecuménica de Iglesias Cristianas en la
Argentina (CEICA).
Además de organizar el Acto Central de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, la CEICA generó, desde
el 2005, el acto por el Día de la Biblia, con el auspicio de la Sociedad Bíblica Argentina, el cual era hasta 2011 abierto al
público, mientras que, a partir del 2012, fue dedicado a los alumnos en teología del ISEDET y de la UCA. Preparó también
cursos ecuménicos para el año 2000, y participó de eventos mayores de las iglesias que la componen como es el 1700º
Aniversario de Armenia como primer reino cristiano y el Milenio del Bautismo del Rus de Kiev, como así también los
preparativos de la 6ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias reunida en Porto Alegre, Brasil.
Por otra parte, la CEICA recibió o participó en la recepción de destacadas personalidades cristianas de visita a
Argentina, tal como los Patriarcas Armenios Ortodoxos, Karekin I y II; el Patriarca Siriano Ortodoxo de Antioquía Ignacio
Zakka Iwas; el Patriarca Armenio Católico Narsis Tazarian; el Patriarca de los Maronitas, Cardenal Boutros Al Raï; los
presidentes del Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los cristianos, los Cardenales Edward Kassidy
y Walter Kasper; los Secretarios Generales del Consejo Mundial de Iglesias Rev. Dr. Konrad Raiser y Rev. Samuel Kobia; el
Metropolita Kirill de Smolensk y Kaliningrad (hoy Patriarca Kirill de Moscú de la Iglesia Ortodoxa Rusa).
A nivel interno, desde su fundación, ha sido acompañada por el entonces Arzobispo de Buenos Aires y primado de
Argentina, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, y hoy Papa Francisco. Asimismo, conoció a destacados presidentes de las
familias católicas, evangélicas y ortodoxas que integran la CEICA, tales como los Señores: Arzobispo Mario José Serra,
Arzobispo Juan José Iriarte, Obispo David Leake, Obispo Emérito Aldo Manuel Etchegoyen, Arzobispo Kissag
Mouradian, Obispo Carlos Humberto Malfa y el actual Presidente Arzobispo Siluan Muci. La modalidad que los
Presidentes rotaran entre las tres familias de iglesias fue introducida por la firme insistencia del extinto Arzobispo
Monseñor Iriarte (Arzobispo Emérito de Resistencia, Chaco), ya que por el acuerdo inicial de las Iglesias, la CEICA era
siempre presidida por el representante de la Iglesia Católica Romana.
Sin lugar a dudas, este espacio ecuménico, único en Argentina, permitió afrontar dificultades y desafíos de toda tarea
ecuménica, armonizando distintas tradiciones y superando incomprensiones. Ello es posible por la participación de obispos,
sacerdotes, pastores y laicos, hombres y mujeres, quienes lograron un enorme progreso en el conocimiento y aprecio mutuo,
el descubrimiento de todo lo que se tiene en común, incluidas las dificultades en la misión pastoral.
La Señal de la Santa Cruz
“No te avergüences, hermano, de la señal de la cruz que es fuente de valentía y de bendición,
en ella somos hechos nueva creación en Cristo”.
San Juan Crisóstomo
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