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Nacer de nuevo El imperativo de una ética para indigentes Por: Guillermo Zapata, PhD E. Levinas (1906-1995), filósofo judío nacido en el exilio y la persecución (como todos los judíos), se libró de ser exterminado en los campos de concentración gracias al hecho de haber obtenido la nacionalidad francesa. Quiero reseñar en este ensayo aquel sentimiento del autor centrado en una nueva ética promovida por la indignación que produce el mismo hecho del exterminio. E. Levinás sobre vivió a dos guerras. Le veo como un hombre taciturno, amigo de mostrarse muy poco, lector incansable que ha penetrado el núcleo de la cultura Rusa con sus literatos (Dostoievski, Gogol, Puschin, Tolstoi), la cultura Alemana con sus filósofos (Hegel, Husserl, Heidegger), la cultura Francesa con sus pensadores (Bergson, Ch. Blondel, M. Pradines, M. Blachot). Levinas es un hombre que se revela ante la cultura técnico científica que tiene su fundamento en la modernidad que entiende el mundo, el hombre, y la ciencia desde la metáfora de la Máquina. El hombre es una máquina que piensa. En este fundamento, nace el pensamiento de la identidad, de lo mismo. Lo calculado y medible, regido por la máquina. La monotonía de una realidad que no es más que representación de un yo Omnímodo, poderoso, tiránico, que impone sus leyes cuánticas a todo cuanto pasa por sus manos. 1. Un parto difícil "Se parecen los hombres a unos esclavos encadenados en el fondo de una caverna..." así comienza Platón su alegoría de la Caverna en el libro VII de la República. Los hombres para Levinás, no hemos nacido. Estamos inmersos en lo mismo, en el anonimato. No tenemos nombres. En nada nos parecemos de las cosas. Estamos en la noche donde no existen diferencias, y donde todo es parte de lo mismo. Si como afirmaba Hegel: "Todo lo real es racional y todo lo racional es real", el Ser que se piensa en Occidente, es el ser interpretado por los griegos de la substacia, la esencia primera de todas las cosas. El logos interpretado como razón. El yo de una conciencia absoluta que todo lo transforma en identidad. La razón lleva proponer como imperativo categórico y universal el principio de causa y efecto mecánico. Se niega toda alteridad, toda distinción. La verdad no es más que una tautología, siempre menciona lo mismo. La conciencia no es otra cosa que representación, de ella misma. Es una reduplicación del yo. "Yo pienso, luego existo", quien se piensa es un Yo, quien existe es el Yo. Pero este yo, es una autoposeción. El mismo yo se instaura, el mismo yo se autoproclama como auto existente. El mismo Yo se traduce como el Yo conquisto, Yo domino, Yo impero, Yo tiranizo, Yo mando... Este yo, es un vacío, abstracto. Todos los filósofos occidentales hacen eco de este Yo. Husserl, Heidegger, Hegel. Según Heidegger "El Dasein, (Ser ahí)... jamás tiene hambre" (Levinas, Totalidad e infinito, TI, 1987, 153). El hombre hijo de la técnica y de la ciencia, está encadenado a su totalidad, a su absoluto. Es un hombre insensible. Una máquina, una pieza más del sistema. Es un hombre sin sentido, sin dignidad y por consiguiente, sin historia. Es el hombre que no responde por nada, en este sentido su ética no es otra cosa que una ética falsa, porque su conciencia es apenas una representación sin historia. La crítica de Levinas a este pensamiento consiste en el hecho que el pensar inmanente es un G. Zapata, "Nacer de nuevo, el imperativo de una ética para indigentes" 2 acontecimiento antropológico, cuya referencia al Todo se da o adquiere desde la substancialidad de la razón. Levinás llamará a esta situación, ateísmo (cf. Arnáis, G. "Filosofía de la subjetividad en E. Levinas", en Nuevas Antropologías, 1994, 194). En este sinsentido de un hombre que no ha nacido a lo humano, en esta carencia de responsabilidad en la que está sumergido el hombre científico técnico de hoy, nos plantea el autor un ser que no ha sido engendrado aún a la responsabilidad y a hacer su propia historia. Es necesario un nuevo nacimiento, que implica un parto difícil, capaz de transformar la oscuridad de lo único en camino de pluralidad. Es preciso recuperar la realidad de lo humano. Levinas sale al rescate de la subjetividad. Su filosofía es un desafío a pensar el hombre, la sociedad, el mudo desde la recuperación de la responsabilidad que permite recuperar la capacidad de inventarse a sí mismo. La trascendencia humana está herida de muerte. El hombre no sabe quién es, por ello, no es responsable de sí, ni de los otros. 2. Reinvención de lo humano ¿Cómo reinventar lo humano que ha nacido atado a la concepción de una única substacia, una única verdad, un único destino: la materia, la cantidad, el quantum? Levinas nos propone salir de la shoah a través de un exilio que consiste en salir de la prisión de lo inmanente y del ateísmo del absoluto monolítico yoísta. Nos propone un camino a la alteridad. Su filosofía es un pensar desde la acción, la alteridad. La otreidad. El totalmente otro. Porque, "la muerte de Dios comienza aquí cuanto todo, incluso la invención, no es más que un acontecimiento objetivo de lo inteligible mismo (Levinas, Dieu qui vient a l´idee, 22). El problema de fondo es ético. La sensibilidad humana no deja de cuestionarse ante el sufrimiento inmerecido de tantos seres humanos marginados, ofendidos en su dignidad, por las guerras, por el hambre, por el desempleo... víctimas de una civilización técnica en donde la máquina ha desplazado al mismo hombre. ¿Quién es el responsable de esta tragedia que cada día cobra dimensiones tan alarmantes? La ética de la irresponsabilidad, del anonimato, de la conciencia como mera representación, de lo neutro, no tiene respuesta. A esto a conducido esta sociedad que bien puede compararse con una fábrica de inhumanidad. Para evitar el que este hecho siga aconteciendo, Levinas nos propone recuperar la trascendencia como reconstrucción de la humanidad. Ante el dolor de un hombre desfigurado por la tiranía de lo mismo, E. Levinas sugiere revitalizar nuestra relación no ya con el imperativo del dominio, la fuerza, la guerra, sino con la dimensión creadora de la alteridad. La relación de alteridad, es el espacio y el escenario en donde la humanidad se restablece y se restituye. Una humanidad que reconoce lo distinto, lo extraño, lo lejano, lo extranjero. En esta relación se juega lo que el autor llama la altivez y la sustitución del otro. 3. El éthos de la huella. La huella es una metáfora que insinúa que la totalidad, lo mismo, no se puede limitar. La huella sugiere que es preciso dejar que lo infinito se muestre, se manifieste en la relación. La filosofía de la totalidad y de lo mismo nos tiene acostumbrados al dominio, a la tiranía y a ejercer el poder con el orgullo y la soberbia del yo dominante. La huella nos sugiere que no podemos disponer de los otros, que es preciso rastrear el sentido de los demás, reconociendo su soberanía. Levinas nos recuerda que todos somos soberanos, todos somos necesitados de G. Zapata, "Nacer de nuevo, el imperativo de una ética para indigentes" 3 los otros. Esta radical condición de necesidad está sugerida con el rostro desnudo que todos llevamos, para podernos relacionar cara a cara los unos con los otros, sin dominio. Así lo afirma el autor en su obra Totalidad e infinito: "el rostro se niega a la posesión, a mis poderes. En su teofanía en su expresión.... se transforma en resistencia total... porque desafía mi poder de poder" (TI 1998, 211). 4. El éthos de la indigencia. La recuperación de la humanidad desde la realización del sentido, que emerge de las relaciones de reconocimiento del otro, nos sumerge e el terreno de la ética, que es acción orientada. La ética como acción orientada, se ordena aquí desde la apertura del escenario para que suceda lo humano, lo totalmente otro, aquello que me precede desde antiguo. En la relación de esta forma, se dan las condiciones para la recuperación del sentido. Saber tratar adecuadamente con lo otro, es lo sagrado. El espacio del otro es sagrado (Cf. Arnáiz, oc, 197). La indigencia de los otros me invita a sustituir a los otros, a hacer mía su causa, a luchar codo a codo para la construcción de la humanidad nueva. Esta acción es una acción urgente, tan urgente que no permite postergarse. Emerge así que la acción primera en Levinas, es eminentemente ética. La ética es así, filosofía primera. Se realiza desde el horizonte de la finitud. Todos los seres humanos, finitos, precarios, pobres, indigentes, están convocados por el imperativo de construir lo humano. En esta tarea, todos estamos implicados. Pensar aquí es actuar. Actuar es acción que desarrolla el éthos natural con el que viene marcado todo hombre, la solidaridad ante el sufrimiento del otro, especialmente del pobre, de la viuda, del extranjero. 5. Conclusión. La humanidad no saldrá de su destino trágico causado por la injusticia, si no le reconstruimos desde lo más plenamente humano, la preocupación por los otros. Es preciso nacer de nuevo. La conciencia irresponsable por seguir los dictámenes del ser es una conciencia insensible, inmisericorde que elimina toda diferencia. Levinas nos propone una ética del reconocimiento en el que se asume la riqueza de la alteridad. En esta ética, todo hombre está llamado a trabajar por la humanidad, que ha sido tiranizada y lacerdada por la inmisericorde impiedad de la civilización técnica industrial. Frente a esta civilización, es preciso generar una cultura de la solidaridad en la que todos los hombres están convocados en el proyecto común de suprimir el mal de la tierra, con su actitud de responsabilidad, especialmente por todos los que sufren. Levinas, autor que ha escrito desde el reverso de la historia, nos sugiere la utopía de un hombre enriquecido en la construcción común de una humanidad nueva que sólo será posible con la concertación de todos. Es verdad que, según Levinas, sólo el camino de la trascendencia se conquista saltando más allá de nuestra finitud abriendo el espacio del infinito que aparece en nuestro reconocimiento. Sólo de esta manera "El ser que se manifiesta asiste a su propia manifestación y en consecuencia me llama" (TI 213)... sólo desde allí, es llamada "mi libertad que llama a la responsabilidad y la instaura" (oc 216). Al instaurar la responsabilidad, ha comenzado a acontecer una nueva humanidad.