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LECTIO DIVINA 27 DE AGOSTO SANTA MÓNICA, NUESTRA MADRE (FIESTA ON) Nacida en Tagaste el año 331 o 332, ocupa el primer lugar en la galería de santos en la Familia Agustiniana por ser la madre de san Agustín. Inseparables el uno del otro, madre e hijo dejan en segundo plano a Patricio, padre y esposo, y a los otros dos hijos del matrimonio. La figura de Mónica, con una personalidad muy definida, da consistencia y color a la familia. Ella se encargó de llevar la iniciativa en la educación, con un acento especial en lo religioso. La pedagogía de Mónica, diríamos hoy, es la del testimonio y el acompañamiento perseverantes. Así ganó a Jesucristo a su marido y tuvo una influencia decisiva en la conversión de su hijo Agustín. Con inmenso gozo asistió a su bautismo la noche de Pascua del año 387. Mónica es el tipo de mujer fuerte y prudente de que habla la Biblia y se puede presentar como la madre cristiana con una fortaleza de ánimo poco común, aguda inteligencia y una peculiar preocupación por la transmisión de la fe a su esposo y a su hijo. El Papa Benedicto XVI decía en Castelgandolfo refiriéndose a santa Mónica: «vivió de manera ejemplar su misión de esposa y madre, ayudando a su marido Patricio a descubrir la belleza de la fe en Cristo y la fuerza del amor evangélico, capaz de vencer el mal con el bien… Como dirá después san Agustín, su madre lo engendró dos veces: la segunda requirió largos dolores espirituales, con oraciones y lágrimas, pero que al final culminaron con la alegría no sólo de verle abrazar la fe y recibir el bautismo, sino también de dedicarse enteramente al servicio de Cristo (Apunte biográfico en el Subsidio Litúrgico para el Misal Agustiniano p. 85). LECTURAS (se ofrecen las dos Primeras Lecturas a elegir) Eclo 26, 1-4. 16-21 El texto es una visión positiva a la que se ofrece en el capítulo anterior y comienza con una afirmación llena de seguridad y validez: es la dicha y felicidad que proporciona al marido la mujer buena y virtuosa. De este modo se atenúa la sospecha de misoginia que pudo haber dejado el texto anterior. De ahí que, de entrada, comienza con la bendición de duplicar los años (es bendición fundamental en el Dt: 5, 16. 33; 6, 2; 11, 9; 22, 7; 25, 25) y bendición fundamental de la paz. Lógicamente a esto no se llega de cualquier manera; lo primero es temer al Señor, ese es el camino. Y otro modo de decir es que vale más que la riqueza en oposición a 25, 23. Es cierto que nuestra lectura se acorta pero en realidad hay que notar (vienen más tarde en el texto) los valores de la mujer virtuosa: la mujer hermosa se compara a lo más noble y luminoso en la naturaleza y en el culto: en su casa irradia luz y orden, su figura tiene algo de sagrado, es una fantasía de riqueza esplendente. Hay que recordar lo que el autor sabe decir del sol y del culto, para apreciar el valor de los vv. 16-18. Al final de nuestra lectura aparece la mujer en imagen de tierra prometida: así adquiere carácter israelítico la imagen (ancestral) mítica de la fecundidad. SANTA MÓNICA, 27 DE AGOSTO Rom 12, 9–16b “Vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno”. Pablo invita a discernir si el amor al prójimo es sincero y auténtico, o fingido; el detalle del “corazón” indica que los actos de amor deben brotar de la intimidad, de la convicción interior y la aceptación personal de pertenecer unos a otros. Si sospechamos que nos falta esta disposición interior, que se expresa en los actos de amor, necesitamos clamar suplicando la gracia que renueva interiormente y nos hace una nueva creación: “si uno es cristiano, es criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, ha llegado lo nuevo” (2 Cor 5, 17). Luego Pablo vuelve a referirse a la dimensión interior cuando ejerce la misericordia a hacerlo con jovialidad, ya que esa alegría será el signo de amor auténtico que se goza haciendo el bien al hermano, porque se alegra con el que está alegre y llora con el que llora”; es decir, no hace diferencia entre su vida y la del hermano, entre su cansancio y el cansancio del hermano. El amor lo arranca del egoísmo, de manera que ya no pueda vivir solo para sí mismo. Además, Pablo reclama la atención también sobre las actitudes exteriores y en definitiva señala que hay dos actitudes ante la comunidad: la del que ama con sinceridad y por eso es “siervo” de la comunidad y del que, estando en la comunidad, vive permanentemente defendiendo sus propios derechos; o sea, del que hace una obra buena esperando el agradecimiento o la recompensa. Aunque no lo diga expresamente, Pablo implica la humildad que favorece a la caridad. Mt 7, 7-12 La exhortación a orar confiada y perseverantemente se expresa con diversos verbos a la vez que la seguridad de la respuesta emplea verbos adecuados. Jesús insiste en la bondad del Padre celestial, que trasciende toda bondad terrena y asegura que la súplica recibirá de él una respuesta positiva. Al mismo tiempo que subraya la importancia de la oración, Jesús invita a confiar en el amor paternal-maternal de Dios. Y propone una idea fundamental: si los padres humanos, a pesar de sus imperfecciones y egoísmos tienen entrañas de compasión y misericordia con sus hijos, ¡cuánto más Dios que es Padre!. Hay que indicar algo importante al que se hace referencia en el v. 12: “tratad a los demás como queráis que ellos os traten”. En la Biblia (Tob 4, 15) se dice: “no hagas a otro lo que a ti no te agrada”. Sin embargo, Jesús lo expone de forma positiva: “como queréis que os traten los hombres tratadlos vosotros a ellos” (cf. Lc 6, 31). Para Jesús, el amor al prójimo es el corazón y el alma de la Ley (cf. 19, 19), donde este precepto compendia la lista de los mandamientos. Este amor, que no establece distinciones entre amigos y enemigos, es el principio que rige su interpretación de la Ley (cf. 22, 34-40). Ahí está el criterio para discernir la voluntad de Dios expresada en la Ley y en las Profetas, y el principio fundamental que permite interpretarlos correctamente. MEDITACIÓN Una de las maravillas de la fe cristiana, aunque sea una de las mayores dificultades, es la salir de verdad del propio amor, del propio querer y del interés: es como un salto en el vacío, es de tal modo fiarse de Dios para borrarse a sí mismo. Ahora bien, lo que puede parecer una pág. 2 LECTIO DIVINA ruptura de sí mismo es el acto de libertad más grande: es dar el valor total hasta casi uno desaparecer de su propia voluntad. Y ¿es posible esto? Al menos, la constatación de personas que, desde su silencio y anonimato social, orientan su vida más en búsqueda de la voluntad de Dios que de la suya, son luz y clave para dar un viraje total a la existencia conscientes de un horizonte que señala el camino y la meta desde realidades trascendentes. Nos hemos hecho a la idea de cuadricular a las personas que llamamos santos/as desde un plano muy horizontal, más de pisa tierra que de mirada al cielo, más de vocerío milagroso que de misterio interior. Una mujer como Mónica queda muchas veces en un lugar secundario al interceptar en ella el misterio de la presencia de Dios, tema fundamental que la define y le distingue. Y todo ello porque su fe es dar todo su sí a Dios, decirle desde lo profundo de su oración -¡cuántas expresiones desde la soledad y del fracaso aparente!-, que su amor es total a Él con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser; algo así como decirle a Dios mientras su hijo Agustín se alejaba, se distanciaba y se perdía…: “yo, Mónica, creo en Ti, que eres mi único recurso”. Plegaria en la fe profunda, sin visos de lástima, siempre con esperanza. Es difícil penetrar en el alma de quien, sorteando todas las dificultades, jamás se arroga un mérito; nosotros ponemos en juego nuestros razonamientos, nuestras lógicas y hasta nuestros fracasos después de búsquedas más en aire de protagonismo que de confianza ilimitada en Dios. Agustín resume en una página llena de amor y cariño el “sueño” de su madre: “mi madre, tu sierva fiel, lloraba en tu presencia por mí más de lo que lloran las madres por la muerte física de sus hijos… Y tú la escuchaste, Señor. La escuchaste y no mostraste desdén por sus lágrimas, que profundamente regaban la tierra allí donde hacía oración… Lo que vio en sueños es que ella se encontraba sobre una regla de madera y que un joven resplandeciente, alegre y risueño, se le acercaba a ella, llena de tristeza y le amonestó para su tranquilidad que donde estaba ella ahora, allí estaba yo también. Cuando ella fijó su vista en este punto, me vio a su lado de pie sobre la misma regla” (Confesiones 3, 11, 19). Vivir desde el misterio del corazón es ser persona de fe y con una libertad que es el don más maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos como la facultad sin condiciones para aceptar y vivir lo que Él quiera. ORACIÓN Señor: recuerdo aquellas palabras del salmo 137, que son plegaria de fe y de confianza, y hago mías aquellas palabras: “cerca está el Señor de los que le invocan sinceramente”. Habla Mónica: “Esa ha sido mi convicción durante toda mi vida e incluso te he gritado muchas noches en mi soledad cuando mi hijo Agustín se alejaba de ti y marchaba a su ritmo. Pienso más, Señor, en tu misericordia infinita que iba poco a poco sembrando en el corazón de mi hijo (y tuyo) una llamada definitiva. Gracias, Señor, porque me hiciste entrar en mi interior y dejar que Tú llevaras la iniciativa y el cuidado de Agustín. Y cuando recuerdo mis largas noches de insomnio parece que Tú me hicieras comprender que “no podía perderse el hijo de tantas lágrimas”. Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste mis palabras, porque acreciste el valor en mi alma. ¿Cómo olvidar, Señor, tus favores conmigo? Hoy doy rienda suelta a mis lágrimas llenas de agradecimiento porque “Señor, tu misericordia es eterna” (Una posible oración de Mónica). Nosotros, también, hijos de Mónica, te alabamos, Señor, en esta festividad por tu milagro en ella: “vivificada en Cristo, vivió de tal manera que fuese alabado tu nombre en su fe y en sus costumbres, y en su corazón se sintiese su presencia. Ganó a su marido para ti al final de sus días. Formó a los hijos dándoles a luz tantas veces veía que se desviaban de ti; ante sus lágrimas, diarias y sinceras, le concediste que su hijo Agustín no pereciese” (Prefacio de la misa). pág. 3 SANTA MÓNICA, 27 DE AGOSTO CONTEMPLACIÓN Estando ya inminente el día en que había de salir de esta vida –que tú, Señor, conocías, y nosotros ignorábamos-, sucedió a lo que yo creo, disponiéndolo tú por tus modos ocultos, que nos hallásemos solos yo y ella apoyados sobre una ventana, desde donde se contemplaba un huerto o jardín que había dentro de la casa, allí en Ostia Tiberina, donde apartados de las turba, después de las fatigas de un largo viaje, cogíamos fuerzas para la navegación. Allí solos conversábamos dulcísimamente: «y olvidando las cosas pasadas, ocupados en lo por venir», inquiríamos los dos delante de la verdad presente, que eres tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que «ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre concibió». Abríamos anhelosos la boca de nuestro corazón hacia aquellos raudales soberanos de tu fuente, «de la fuente de vida que está en ti», para que, rociados según nuestra capacidad, nos formásemos de algún modo idea de cosa tan grande. Y como llegara nuestro discurso a la conclusión de que cualquier deleite de los sentidos carnales, aunque sea el más grande, revestido del mayor esplendor corpóreo, ante el gozo de aquella vida no solo no es digno de comparación, pero ni aun de ser mentado, levantándonos con más ardiente afecto «hacia el que es siempre el mismo», recorrimos gradualmente todos los seres corpóreos, hasta el mismo cielo, desde donde el sol y la luna envían sus rayos a la tierra. Y subimos todavía más arriba, hablando y admirando tus obras; y llegamos hasta nuestras almas y las pasamos también, a fin de llegar a la región de la abundancia indeficiente, en donde tú apacientas a Israel eternamente con el pasto de la verdad, y es la vida la Sabiduría, por quien todas las cosas existen, así las ya creadas como las que han de ser, sin que ella lo sea por nadie: siendo «ahora» como «antes» y como será «siempre», o más bien, sin que en ella «fue» ni «será», sino solo «es» por ser eterna, porque lo ha sido o será no es eterno. Y mientras hablábamos y suspirábamos por ella, llegamos a tocarla un poco con todo el ímpetu de nuestro corazón; y suspirando y dejando allí prisioneras las primicias de nuestro espíritu, tornamos al estrépito de nuestra boca, donde tiene principio y fin el verbo humano, en nada semejante al Verbo, Señor nuestro, que permanece en sí sin envejecerse y renueva todas las cosas… Pero tú sabes, Señor, que en aquel día, mientras hablábamos de estas cosas –y a medida que hablábamos nos parecía más vil este mundo con todos sus deleites-, díjome ella:«Hijo, por lo que me a mí me toca, nada me deleita ya en esta vida. No sé qué hago en ella ni por qué estoy aquí muerta a toda esperanza del siglo. Una sola cosa había por lo que deseaba detenerme un poco en esta vida y era verte cristiano católico antes de morir. Superabundantemente me ha concedido esto mi Dios, puesto que, despreciada la felicidad terrena, te veo siempre suyo, ¿Qué hago, pues, aquí? (SAN AGUSTÍN, Confesiones IX, 10, 23-25). ACCIÓN Repetir la lectura de la “Contemplación” ante el Santísimo. pág. 4