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CAPITULO 5 B
MATERIAL DE APOYO
INTRODUCCIÓN
En el presente capítulo deseamos ofrecer a los auxiliares del M.J.V.C. material adicional, tomado de
distintas fuentes, que les servirá en la preparación de sus temas. Lo hemos llamado "MATERIAL
DE APOYO", pues esa es precisamente su función: apoyar la preparación de la Jornada brindando
ideas, textos, expresiones, pero sin coartar o limitar la libertad y creatividad de cada Auxiliar y
Escuela.
Hemos querido ofrecer sobre todo textos que ayuden a la profundización de cada tema. Esto no
significa que dicho material de apoyo aparecerá necesariamente en el tema de la Jornada. Al
contrario, mucho de este material es bastante profundo y le servirá más al Auxiliar en su
preparación personal que al joven que participa en la Jornada. Conviene pues que el Auxiliar se
familiarice con este material y tome de él lo que le pueda servir.
Algunos de estos textos son extensos, pero pensamos que era necesario incorporar al Manual
Básico el material más adecuado para que el Auxiliar disponga directamente de él, sin tener que
recurrir a otros libros.
Ciertamente hay otros muchos textos que podrían ser incluidos aquí. Las limitaciones de espacio
nos impiden incluirlos. Pero esperamos que este capítulo sea un aliciente para que cada Auxiliar y
cada Escuela se esfuercen continuamente por mejorar la calidad de su servicio apostólico.
Hemos querido también ofrecer material actual, sano en la doctrina y que oriente claramente la
capacitación del Auxiliar. Estamos seguros que será un instrumento valioso en la preparación de
cada Jornada. Hemos ordenado el Material por etapa y plática, ya que esto permite una utilización
más sencilla.
Al final de este capítulo hemos incluido también unas fichas de trabajo sobre ciertos temas que
serán muy útiles para nuestra reflexión.
ETAPA HOMBRE:
VISIÓN DEL HOMBRE
ALTO EN MI VIDA
Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II.
Situación del hombre en el mundo de hoy
4. (Esperanza y temor). Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e
interpretarlos a la luz del Evangelio, de modo que adecuándose a cada generación, pueda la Iglesia
responder a las perennes interrogaciones de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y
futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo
en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia lo
caracteriza. He aquí algunos rasgos fundamentales del mundo moderno.
Hoy el género humano vive un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos
y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su
inteligencia y su actividad creadora; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos
individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las
realidades y los hombres con quienes vive. Es esto tan claro que ya se puede hablar de una
verdadera metamorfosis social y cultural, que redunda también sobre la vida religiosa.
Como ocurre en los casos de crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no leves
dificultades. Si bien el hombre amplia extraordinariamente su poder, no siempre consigue
someterlo a su servicio. Quiere conocer con profundidad creciente su intimidad espiritual, y con
frecuencia se siente más incierto que nunca de sí mismo. Descubre paulatinamente las leyes de la
vida social y duda sobre la orientación que a ésta se debe dar.
Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder
económico. Sin embargo una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria, y son
muchedumbre los que no saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo
de su libertad, y entre tanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psíquica. El mundo siente
con mucha viveza su propia unidad y la mutua interdependencia e ineludible solidaridad; pero se
ve gravísimamente dividido por la presencia de fuerzas contrapuestas.
DOCUMENTO DE SANTO DOMINGO
4 Es preciso anunciar de tal manera a Jesús que el encuentro con El lleve al reconocimiento del
pecado en la propia vida y a la conversión, en una experiencia profunda de la gracia del Espíritu
recibida en el bautismo y la confirmación. Esto supone una revaloración del sacramento de la
penitencia, cuya pastoral debería prolongarse en dirección espiritual de quienes muestran la
madurez suficiente para aprovecharla.
TEXTOS DE JUAN PABLO II
(Todos los Textos del Papa están tomados del libro "TOTUS TUUS";cfr. Bibliografía)
21 Sin embargo, si miramos profundamente en el corazón de los hombres, entonces veremos
frecuentemente gran incertidumbre personal, deseos de comprensión e iluminación del sentido de
la vida. En el fondo, muchos hombres, cada vez más, quieren ante todo intentar encontrarse a sí
mismos. (Alemania)
31 ¿Cuál es vuestro concepto del hombre? Es una pregunta fundamental, porque la respuesta será
determinante para vuestro futuro y el futuro de vuestro país, porque tenéis el deber de hacer
fructífera vuestra vida (Costa de Marfil).
El hombre no puede ser feliz más que en la medida en que es capaz de aceptar las exigencias que
le plantea su propia humanidad, su dignidad de hombre. Las exigencias que le plantea Dios.
(Francia).
VOCACIÓN A SER PERSONA
Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II.
12. (El hombre, imagen de Dios). Creyentes e incrédulos están generalmente de acuerdo en este
punto: los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos.
Pero ¿qué es el hombre? Muchas son las opiniones que el hombre ha dado y da sobre sí mismo,
diversas e incluso contradictorias. A veces se exalta como regla absoluta, o se hunde en la
desesperación. La duda y la ansiedad se siguen en consecuencia. La Iglesia siente profundamente
estas dificultades y, aleccionada por la revelación divina, puede darles la respuesta que perfile la
verdadera situación del hombre, dé explicación a sus enfermedades y puedan conocerse,
simultáneamente y con acierto, la dignidad y la vocación propias del hombre. La Biblia nos enseña
que el hombre ha sido creado "a imagen de Dios", con capacidad para conocer y amar a su Creador,
y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla
glorificando a Dios. "¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿El hijo del hombre para que
te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo
pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por ti debajo de sus pies" (Ps. 8, 5-7). Pero
Dios no creó al hombre para vivir solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer (Gen. 1,
27). Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas
humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social y no puede vivir ni
desplegar sus cualidades, sin relacionarse con los demás Dios, pues, nos dice también la Biblia,
miró cuanto había hecho y lo juzgó muy bueno (Gen. 1, 31).
14. (Constitución del hombre). En la unidad de un cuerpo y un alma, el hombre, por su misma
condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su
más alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador. No debe, por tanto, el hombre
despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio
cuerpo como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día. Herido por el pecado,
experimenta la rebelión del cuerpo. La propia dignidad humana pide, pues, que glorifique a Dios
en su cuerpo y que no permita que lo esclavicen las inclinaciones depravadas de su corazón. No se
equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya
como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad humana. Por su
interioridad es, en efecto, superior al universo entero: a estas profundidades retorna cuando entra
dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones,' y donde él
personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino. Al afirmar por tanto, en sí mismo
la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio
provocado solamente por las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el
contrario, la verdad más profunda de la realidad.
15. (Dignidad de la inteligencia; verdad y sabiduría). Tiene razón el hombre, participante de la luz
de la inteligencia divina, cuando afirma que por su inteligencia es superior al universo material.
Con el ejercicio infatigable de su ingenio a lo largo de los siglos, la humanidad ha realizado grandes
avances en las ciencias positivas, en el campo de la técnica y en la esfera de las artes liberales. Pero
en nuestra época ha obtenido éxitos extraordinarios en la investigación y en el dominio del mundo
material. Siempre, sin embargo, ha buscado y ha encontrado una verdad más profunda. La
inteligencia no se ciñe solamente a los fenómenos. Tiene capacidad para alcanzar la realidad
inteligible con verdadera certeza, aunque a consecuencia del Pecado esté parcialmente oscurecida
y debilitada. Finalmente, la naturaleza intelectual de la persona humana se perfecciona y debe
perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae con suavidad la mente del hombre a la
búsqueda y al amor de la verdad y del bien. Imbuido por ella, el hombre se alza por medio de lo
visible hacia lo invisible. Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de esta sabiduría
para humanizar todos los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del mundo
corre peligro si no se forman hombres más instruidos en esta sabiduría. Debe advertirse, a este
respecto, que muchas naciones, económicamente pobres, pero ricas en esta sabiduría; pueden
ofrecer a las demás una extraordinaria aportación. Con el don del Espíritu Santo, el hombre llega
por la fe a contemplar y saborear el misterio del plan divino.
16. (Dignidad de la conciencia moral). En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la
existencia de una ley que él no se dicta, a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es
necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe
evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su
corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado
personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se
sienta a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella. Es la conciencia la
que de modo admirable da a conocer esa ley, cuyo cumplimiento se realiza en el amor de Dios y
del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar
la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y
a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanta mayor seguridad tienen
las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas
objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia
invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el
hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien, y la conciencia se va progresivamente
entenebreciendo por el hábito del pecado.
17. (Grandeza de la libertad). La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la
libertad, que posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con entusiasmo. Y con toda
razón. Mas con frecuencia la fomentan de manera depravada como si fuese pura licencia para
hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala. La verdadera libertad es signo
eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido "dejar al hombre en manos de su
propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a
Él, alcance la plena y bienaventurada perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el
hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción
interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El
hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a
su fin con la libre elección del bien y se procura medios adecuados para ello con eficacia y esfuerzo
crecientes. La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia a esta
ordenación a Dios, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios. Cada cual tendrá que dar
cuenta de su vida ante el tribunal de Dios según la conducta buena o mala que haya tenido
Tomado del Libro: FE CRISTIANA Y COMPROMISO SOCIAL. (cfr. Bibliografía final).
El cristiano, por eso mismo, puede dialogar con todo hombre, aun no cristiano, no creyente, aun
ateo, sin perder su identidad. Puede reconocer en todo hombre la semilla de verdad que está
latente en él y así, nada humano le es ajeno. Tiene algo que decir a todo hombre, una palabra que
lo invita a vivir según su propia conciencia en todo lo que tiene de verdad, confiando que esta
verdad le pone en marcha hacia la verdad plena.
En todo cristiano hay algo que se estremece en el contacto con la verdad humana esparcida en el
mundo.
¿Quién es entonces el hombre?
El hombre es un misterio para sí mismo.
Está inmerso en la naturaleza. Nace, vive y muere como cualquier ser viviente. Tiene sus raíces en
la materia y se nutre de ella. Por su trabajo la humaniza, adaptándola a sus necesidades.
TEXTOS DE JUAN PABLO II
16 No es necesario repetir, porque todos los conocéis bien, los daños que trae al hombre la
autosuficiencia de una cultura y de una técnica cerradas a lo trascendente, la reducción del
hombre a mero instrumento de producción, víctima de ideologías preconcebidas o de la fría lógica
de las leyes económicas, manipulado para fines utilitaristas e intereses de grupos que ignoraron e
ignoran el bien verdadero del hombre. (Brasil).
17 Me afecta cualquier amenaza contra el hombre, contra la familia y la nación. Amenazas que
tienen siempre su origen en nuestra debilidad humana, en la voluntad frágil, en la forma
superficial de considerar la vida. (Polonia).
21 Sin embargo, si miramos profundamente en el corazón de los hombres, entonces veremos
frecuentemente gran incertidumbre personal, deseos de comprensión e iluminación del sentido de
la vida. En el fondo, muchos hombres, cada vez más, quieren ante todo intentar encontrarse a sí
mismos. (Alemania)
25 La tradición cristiana añade que el hombre es un ser para sí mismo, no un medio para otro fin
cualquiera. La dignidad personal del hombre es, por ello, la instancia por la que ha de juzgarse,
fuera de toda aplicación cultural, el conocimiento técnico científico. Esto tiene una importancia
singular cuando el mismo hombre se convierte cada vez más en objeto de investigación, en objeto
de técnicas humanas. (Alemania).
39 Por eso insisto también en la necesidad de movilizar todas las fuerzas que encauzan la
dimensión espiritual de la existencia humana, que testimonian la primacía de lo espiritual en el
hombre de lo que corresponde a la dignidad de su inteligencia, de su voluntad y de su corazón
para no sucumbir de nuevo ante la monstruosa alienación del mal colectivo, que siempre está
dispuesto a utilizar los poderes materiales en la lucha exterminadora de los hombres contra los
hombres, de las naciones contra las naciones. (Francia).
MADUREZ
Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II.
18. (El misterio de la muerte). El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre
con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la
desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la
ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en si lleva, por ser irreductible a la
sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy
útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy
proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineluctablemente del
corazón humano. Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la
revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más
allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que
entró en la historia a consecuencia del pecado será vencida cuando el omnipotente y
misericordioso Salvador restituya al hombre el estado de salvación perdido por el pecado. Dios ha
llamado y llama al hombre a adherirse a Él con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión
de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el
hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe,
apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente a la interrogación angustiosa sobre
el destino futuro del hombre, y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con
nuestros queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya
en Dios la vida verdadera.
19. (Formas y raíces del ateísmo). La razón más alta de la dignidad humana radica en la vocación
del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con
Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo
conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente
ese amor y se confía por entero a su Creador. Muchos son, sin embargo, los que hoy día se
desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan en forma explícita. Es este
ateísmo uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo. Y debe ser examinado con toda
atención. La palabra "ateísmo" designa realidades muy diversas. Unos niegan a Dios
expresamente. Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios. Los hay que someten la
cuestión teológica a un análisis metodológico tal que reputan como inútil el propio planteamiento
de la cuestión. Muchos, rebasando indebidamente los límites de las ciencias positivas, pretenden
explicarlo todo sobre esta base puramente científica o, por el contrario, rechazan sin excepción
toda verdad absoluta. Hay quienes exaltan tanto al hombre que dejan sin contenido la fe en Dios,
ya que les interesa más, a lo que parece, la afirmación del hombre que la negación de Dios. Hay
quienes imaginan un Dios, por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio.
Otros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios porque al parecer no sienten
inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso. Además
el ateísmo nace a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo o como
adjudicación indebida de carácter absoluto a ciertos bienes humanos que son considerados
prácticamente como sucedáneos de Dios. La civilización actual, no en sí misma, pero sí por su
sobrecarga de apego a la tierra, puede dificultar en grado notable el acceso del hombre a Dios.
Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones
religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y por tanto no carecen de culpa. Sin embargo
también los creyentes tienen en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado
en su total integridad, no es un fenómeno menos original, sino un fenómeno derivado de varias
causas, entre las que se debe contar la reacción crítica contra las religiones y, ciertamente, en
algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por lo cual en esta génesis del
ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes en cuanto que, con el descuido de la
educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina o incluso con los defectos de su
vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la
religión.
Libro: FE CRISTIANA Y COMPROMISO SOCIAL.
El hombre está enraizado en lo sensible, lo visible, lo terrenal y lo temporal. Esto de por sí no
significa ninguna caída, concepto que no existe en la fe cristiana. La carne es radicalmente buena.
El misterio, por el cual la Palabra divina se hace carne, no se presenta en la Biblia como una
humillación. Hubo humillación sólo cuando "Cristo siendo de condición divina... se despojó de sí
mismo, tomando condición de siervo" (Fil. 2, 5-7). El hombre emerge por su espíritu a lo invisible,
fuera de los límites del tiempo y del espacio. El horizonte escatológico es de la esencia misma del
espíritu en el hombre.
Hay una diferencia radical entre el espíritu y la carne, la razón y el instinto, la inteligencia y el
sentido. Pero nunca, a nivel del hombre, la carne se da sin el espíritu, nunca el espíritu se da sin la
carne. Se implican mutuamente y se implican en su totalidad. En este punto, hay una diferencia
esencial entre el concepto griego y el concepto cristiano. Según Sócrates, el cuerpo es mortal y
desaparece para siempre. El alma es inmortal. Los Hebreos conciben la carne y el espíritu en una
unidad indisoluble. "Se siembra un cuerpo natural, se levanta un cuerpo espiritual. Pues si hay un
cuerpo natural hay también un cuerpo espiritual", dice enfáticamente Pablo (I Cor. 15, 44). El
hombre es carne y espíritu, indisolublemente, pero puede vivir según la carne, lo que lo lleva,
carne y espíritu a la corrupción, o según el espíritu, lo que lo lleva, carne y espíritu, a la
incorrupción. Por el espíritu, el hombre penetra en el universo de los valores morales, es decir
llega a la conciencia del sentido de la existencia y a la libertad de optar por el bien o por el mal.
Esta conciencia y esta libertad están condicionadas, pero no determinadas, por un sinnúmero de
circunstancias personales y sociales que las limitan, pero que nunca llegan a abolir el reducto
íntimo de los actos por los cuales el hombre dirige libremente su vida "no bajo la presión de un
ciego impulso interior o de la mera coacción externa", sino "movido e inducido por convicción
interna personal" (Gaudium et Spes, 17).
Sin embargo, todos los actos libres son del hombre entero, carne y espíritu. No hay un solo acto
humano, por muy elevado que sea, que no incluya la parte más sensible del hombre. Cuanto más el
hombre accede al mundo invisible, tanto más asume lo sensible, en todos sus componentes.
Tocamos aquí el misterio de la existencia en algo fundamental. Llegando al universo de los valores,
de la realidad que escapa a los sentidos, realizándose según el espíritu, el hombre llega a una
plenitud, incluso en lo sensible, que no puede alcanzar si se queda sumergido en lo sensible. El
animal alcanza sus fines vitales siguiendo el solo instinto. No así el hombre, porque en el hombre
el instinto está totalmente asumido y parcialmente suplido por la razón. Resulta que el hombre
meramente instintivo, impulsivo, se vuelve infinitamente más estúpido y cruel que el animal. Las
leyes morales son las leyes inmanentes de la existencia humana. A todos los niveles terrenales y
temporales, la vida conyugal y familiar, la vida económica, la vida política, nacional e internacional,
la vida cultural llegan a su más alto grado de plenitud cuando alcanzan los valores que dan a la
vida su sentido.
Y sin embargo, los valores tienen como fin primero conducir al hombre a una felicidad más allá de
la muerte. El bien y el mal no se definen por lo útil o lo nefasto en la vida material, por lo agradable
o lo desagradable, por lo que lleva a la vida o a la muerte en su sentido biológico. Se definen por lo
que lleva a la vida y a la muerte en su sentido definitivo. Hacer el bien, ser "justo", vivir según el
espíritu conduce a la vida para siempre. Hacer el mal, ser "injusto", vivir según la carne, conduce a
la muerte para siempre. El hombre choca aquí con un misterio ante el cual "toda imaginación
fracasa" (Gaudium et Spes, 18), pero al mismo tiempo misterio sin el cual todo es incoherente en la
existencia: los actos libres del hombre, que optan por el bien y por el mal, lo siguen para siempre.
Sin esta fe, no habría ninguna diferencia, en el momento de la muerte, entre el criminal más
grande, que ha decidido fríamente la masacre de millones de hombres, y aquel que ha entregado
su vida al bien de sus semejantes.
Decir que el hombre bueno vivirá siempre en la memoria de la humanidad es una palabra vacía,
pues muchas veces los malos ocupan más espacio que los buenos en la historia. Además, el
hombre está encerrado en un mundo temporal y terrenal que perece. La ciencia nos llevó a esta
conclusión dentro de sus certezas. Hay entonces un destino final radicalmente igual para el
hombre bueno y el hombre malo, si todo termina en el momento de la muerte. Todo es absurdo sin
la fe en un más allá de la muerte. Un mundo que surge de la nada y regresa a la nada.
La espera del hombre Abordamos así otro misterio de la existencia humana: del mismo modo que
el hombre no puede llegar a la plenitud de vida a nivel sensible, sin el espíritu, del mismo modo no
puede llegar a la plenitud de lo humano sin algo que supere absolutamente al hombre. "El hombre
rebasa infinitamente al hombre" (Pascal).
Hay mucho más en la existencia que lo meramente sensible. Hay mucho más en la existencia que lo
puramente humano.
Es el misterio más íntimo del hombre: es un ser proyectado más allá de sí mismo, tiene un vínculo
inmanente con quien lo trasciende radicalmente. Toda la grandeza del hombre proviene de que
lleva en sí la "Imagen de Dios invisible" (Col. 1,15). "La semejanza divina, he ahí su verdadera
naturaleza" (San Gregorio de Niza). "El hombre sólo tiene sentido en el mundo como imagen y
semejanza de Dios" (Juan Pablo ll en Le Bourget, 1.6.1980).
Es la gran paradoja del hombre. Por una parte, está atraído en forma invencible por Dios. Este
"deseo natural" de conocer a Dios (Suma Theologica. la., qu. 12, a. 1) y de participar en su vida, no
es un episodio: todo el dinamismo del ser humano se explica por ese deseo. La naturaleza tiende
hacia el hombre en quien culminan todas las energías de la materia y de la vida. Toda la
humanidad tiende hacia Dios en quien se realiza en plenitud su imagen que el hombre tiene
inscrita en sí en caracteres indelebles. En este punto, la fe cristiana hace suya la intuición más
profunda de los Griegos: Dios mueve haciéndose desear, "Theos Kinei os eromenos". El hombre se
percibe y se define como un ser para Dios, pero, por otra parte Dios está absolutamente fuera de
su alcance. Entre lo humano y lo divino, hay una distancia infinita, infranqueable para el hombre.
No hay nada en el hombre, ni en su inteligencia, ni en su libertad, que pueda captar en su plenitud
a Dios. Dios es el ser inalcanzable por la creatura en su totalidad. Todo en el hombre expresa el
deseo de conocer a Dios y de unirse a Él. Nada en el hombre merece el don supremo por el cual
Dios se da a conocer y a vivir.
TEXTOS DE JUAN PABLO II
18 No queráis imitar ciertos modelos extranjeros, basados sobre el desprecio del hombre o sobre
el interés. No tratéis de correr en busca de necesidades artificiales que os darán una libertad
ilusoria u os llevarán al individualismo, mientras que la aspiración comunitaria está tan
fuertemente arraigada en vosotros. No os dejéis ilusionar por los atractivos de ideologías que os
hacen vislumbrar una felicidad completa, siempre aplazada para más adelante. (Costa de Marfil)
19 De igual modo, debemos ser cada vez más sensibles a la grandeza del hombre como nos ha sido
manifestada en el misterio de la encarnación y de la redención: cuán preciosa es cada alma
humana y qué ricos los tesoros de la Gracia y del Amor. (Alemania)
27 Esa historia de los caminos de Cristo hacia el hombre y de los caminos del hombre hacia Dios es
decisiva para el hombre, y solamente en ella puede el hombre encontrarse plenamente a sí mismo,
considerar el valor y las posibilidades de su corazón y hallar un justo puesto en el mundo.
(Alemania).
28 En nuestro compromiso por el hombre, nosotros los cristianos estamos deseosos y dispuestos
a colaborar con vosotros en favor de la dignidad del hombre, de sus derechos innatos, de la
sacralidad de su vida incluso en el seno materno de su libertad y autodeterminación a nivel
individual y social, de su elevación moral y la primacía de su dimensión espiritual. Como hombres
religiosos, hemos de dedicar una particular atención al fortalecimiento de las relaciones sociales
cordiales y adoptar un estilo de vida marcado por la sobriedad personal y el sincero respeto de la
belleza del mundo en que vivimos. Esta es nuestra tarea hoy. (Japón).
32 No se puede pensar una cultura sin subjetividad humana y sin causalidad humana; sino que, en
el campo de la cultura, el hombre es siempre el hecho primero: el hombre es el hecho primordial y
fundamental de la cultura. (Francia).
33 En la búsqueda del bienestar de todos los pueblos y naciones hay que optar continuamente.
Existen opciones que deben hacerse según los principios y prioridades políticas, según las leyes
económicas o a la luz de las necesidades prácticas. Pero existe una opción que hay que hacer
siempre, cualquiera que sea el contexto o el campo, y es una opción fundamental: la opción a favor
o en contra del hombre. Cualquiera que sea la responsabilidad o autoridad de hombres y mujeres,
nadie escapa a esta disyuntiva: ¿trabajaremos por el bien del hombre, o en contra de él? ¿Será el
bien total de la persona humana el criterio último de nuestras acciones o programas? (Kenia).
34 El hombre debe constituir el centro de todas las consideraciones relativas al mundo del trabajo
y de la economía. En todas las reivindicaciones demandadas debe ser determinante siempre la
consideración de la inviolable dignidad del hombre, no sólo del trabajador individualmente
considerado, sino también de su familia; no sólo de los hombres de hoy, sino también de las
generaciones futuras. (Alemania).
36 El hombre contemporáneo está sometido a la tentación del rechazo de Dios en nombre de su
propia humanidad. Es una tentación especialmente profunda y especialmente amenazadora desde
el punto de vista antropológico, si se considera que el mismo hombre no tiene otro sentido que el
de imagen y semejanza de Dios. (Francia).
ETAPA CRISTIANO
DIOS Y MI VIDA
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
EL CONOCIMIENTO DE DIOS SEGÚN LA IGLESIA
36 "La santa Iglesia, nuestra madre, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas
creadas" (Concilio. Vaticano I: DS 3004; cfr. 3026; C. Vaticano II, DV 6). Sin esta capacidad, el
hombre no podría acoger la Revelación de Dios. El hombre tiene esta capacidad porque ha sido
creado "a imagen de Dios" (cfr. Gn 1, 26).
37 Sin embargo, en las condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas
dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón: A pesar de que la razón humana,
hablando simplemente, pueda verdaderamente, por sus fuerzas y su luz naturales, llegar a un
conocimiento verdadero y cierto de un Dios personal, que protege y gobierna el mundo por su
providencia, así como de una ley natural puesta por el Creador en nuestras almas, sin embargo hay
muchos obstáculos que impiden a esta misma razón usar eficazmente y con fruto su poder natural,
porque las verdades que se refieren a Dios y a los hombres sobrepasan absolutamente el orden de
las cosas sensibles y cuando deben traducirse en actos y proyectarse en la vida exigen que el
hombre se entregue y renuncie a sí mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes
verdades, padece dificultad por parte de los sentidos y de la imaginación, así como de los malos
deseos nacidos del pecado original. De ahí procede que en semejantes materias los hombres se
persuadan fácilmente de la falsedad o al menos de la incertidumbre de las cosas que no quisieran
que fuesen verdaderas (Pío XII, enc. Humani generis: DS 3S75).
38 Por esto el hombre necesita ser iluminado por la Revelación de Dios, no solamente acerca de lo
que supera su entendimiento, sino también sobre "las verdades religiosas y morales que de suyo
no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado actual del género humano,
conocidas de todos sin dificultad, con una certeza firme y sin mezcla de error" (ibid., DS 3876, cfr.
C. Vaticano I; DS 3005, DV 6, S. Tomás de A., s. th. 1,1,1).
CÓMO HABLAR DE DIOS
39 Al defender la capacidad de la razón humana para conocer a Dios, la Iglesia expresa su
confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos los hombres. Esta
convicción está en la base de su diálogo con las otras religiones, con la filosofía y las ciencias, y
también con los no creyentes y los ateos.
40 Puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje sobre Dios lo es
también. No podemos nombrar a Dios sino a partir de las criaturas y según nuestro modo humano
limitado de conocer y de pensar.
41 Todas las criaturas poseen una cierta semejanza con Dios, muy especialmente el hombre,
creado a imagen y semejanza de Dios. Las múltiples perfecciones de las criaturas (su verdad, su
bondad, su belleza) reflejan, por tanto, la perfección infinita de Dios. Por ello, podemos nombrar a
Dios a partir de las perfecciones de sus criaturas, "pues de la grandeza y hermosura de las
criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sb 13, 5).
42 Dios trasciende toda criatura. Es preciso, pues, purificar sin cesar nuestro lenguaje de todo lo
que tiene de limitado, de expresión por medio de imágenes de imperfecto, para no confundir al
Dios "inefable, incomprensible, invisible inalcanzable" (Anáfora de la Liturgia de San Juan
Cris6stomo) con nuestras representaciones humanas. Nuestras palabras humanas quedan
siempre más acá del misterio de Dios.
43 Al hablar así de Dios, nuestro lenguaje se expresa ciertamente de modo humano, pero capta
realmente a Dios mismo, sin poder, no obstante, expresarlo en su infinita simplicidad. Es preciso
recordar, en efecto, que "entre el Creador y la criatura no se puede señalar una semejanza tal que
la diferencia entre ellos no sea mayor todavía" (C. Letrán IV; DS 806), y que "nosotros no podemos
captar de Dios lo que El es, sino solamente lo que no es y cómo los otros seres se sitúan con
relación a El" (S. Tomas de A., s. gent. 1, 30).
DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE
50 Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras.
Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus
propias fuerzas, el de la Revelación divina (cfr. C. Vaticano I: DS 3015). Por una decisión
enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Lo hace revelando su misterio, su designio
benevolente que estableció desde la eternidad en Cristo en favor de todos los hombres. Revela
plenamente su designio enviando a su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, y al Espíritu Santo.
Articulo 1 LA REVELACIÓN DE DIOS
DIOS REVELA SU DESIGNIO AMOROSO
51 "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad,
mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el
Espíritu Santo y se hacen participes de la naturaleza divina" (DV 2).
52 Dios, que "habita una luz inaccesible" (1 Tm 6, 16), quiere comunicar su propia vida divina a los
hombres libremente creados por El, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos (cfr. Ef 1,
4-5). Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de
conocerlo y de amarlo más allá de lo que ellos serian capaces por sus propias fuerzas.
53 El designio divino de la Revelación se realiza a la vez "mediante acciones y palabras",
íntimamente ligadas entre si y que se esclarecen mutuamente (DV2). Este designio comporta una
"pedagogía divina" particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas
para acoger la Revelación sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la
misión del Verbo encarnado, Jesucristo.
San Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina bajo la imagen de un mutuo
acostumbrarse entre Dios y el hombre "El Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho
Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a
habitar en el hombre, según la voluntad del Padre" (haer. 3, 20,2)
LAS ETAPAS DE LA REVELACIÓN
54 "Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de si
en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó,
además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio" (D.V. 3). Los invitó a
una comunión íntima con El revistiéndolos de una gracia y de una justicia resplandecientes. Esta
Revelación no fue interrumpida por el pecado de nuestros primeros padres. Dios, en efecto,
"después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación con la promesa de la redención, y
tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la
salvación con la perseverancia en las buenas obras" (DV 3).
Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte Reiteraste,
además tu alianza a los hombres (MR, Plegaria eucarística IV, 118).
La alianza con Noé
56 Una vez rota la unidad del género humano por el pecado, Dios decide desde el comienzo salvar
a la humanidad a través de una serie de etapas. La alianza con Noé después del diluvio (cfr. Gn 9,
9) expresa el principio de la economía divina con las "naciones", es decir, con los hombres
agrupados "según sus países, cada uno según su lengua, y según sus clanes" (Gn 10, 5; cfr. 10, 2031).
57 Este orden a la vez cósmico, social y religioso de la pluralidad de las naciones (cfr. Hch 17, 2627), confiado por la providencia divina a la custodia de los ángeles (cfr. Dt 4, 19, Dt 32,8), está
destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que, unánime en su perversidad (cfr. Sb 10,
5), quisiera hacer por si misma su unidad a la manera de Babel (cfr. Gn 11, 4-6). Pero, a causa del
pecado (cfr. Rm 1, 18-25), el politeísmo así como la idolatría de la nación y de su jefe son una
amenaza constante de vuelta al paganismo para esta economía aun no definitiva.
58 La alianza con Noé permanece en vigor mientras dura el tiempo de las naciones (cfr. Lc 21, 24),
hasta la proclamación universal del Evangelio. La Biblia venera algunas grandes figuras de las
"naciones", como "Abel el justo", el rey-sacerdote Melquisedec (cfr. Gn 14, 18), figura de Cristo (cfr.
Hb 7, 3), o los justos "Noé, Daniel y Job" (Ez 14, 14). De esta manera, la Escritura expresa qué
altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza de Noé en la espera de que
Cristo "reúna en uno a todos los hijos de Dios dispersos" Jn 11, 5
Dios elige a Abraham
59 Para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abraham llamándolo "fuera de su tierra, de su
patria y de su casa" (Gn 12,1), para hacer de él "Abraham", es decir, "el padre de una multitud de
naciones" (Gn 17,5): "En ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 12,3; cfr. Ga 3,8).
60 El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el Pueblo
de la elección (cfr. Rm 11,28), llamado a preparar un día la reunión de todos los hijos de Dios en la
unidad de la Iglesia (cfr. Jn 11,52; 10,16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los
paganos hechos creyentes (cfr. Rm 11, 17-18.24).
Dios forma a su pueblo, Israel
62 Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel como su Pueblo salvándolo de la
esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, para
que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo y verdadero, Padre providente y juez justo,
y para que esperase al Salvador prometido (cfr. DV 3).
63 Israel es el pueblo sacerdotal de Dios (cfr. Ex 19,6), el que "lleva el Nombre del Señor" (Dt 28,
10). Es el pueblo de aquellos "a quienes Dios habló primero" (MR, Viernes Santo 13: oración
universal VI), el pueblo de los "hermanos mayores" en la fe de Abraham.
64 Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una
Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres (cfr. Is 2,2-4), y que será grabada en los
corazones (cfr. Jr 31, 31-34; Hb 10, 16). Los profetas anuncian una redención radical del pueblo de
Dios, la purificación de todas sus infidelidades (cfr. Ez 36), una salvación que incluirá a todas las
naciones (cfr. Is 49, 5-6, 53,11). Serán sobre todo los pobres y los humildes del Señor (cfr. So 2, 3)
quienes mantendrán esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam,
Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel. De ellas la figura
más pura es María (cfr. Lc 1, 38).
CRISTO JESÚS, "MEDIADOR Y PLENITUD DE TODA LA REVELACIÓN" (DV 2)
Dios ha dicho todo en su Verbo
65 "De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres
por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo" (Hb 1, 1-2). Cristo,
el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En El lo dice
todo; no habrá otra palabra más que ésta. San Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa
de manera luminosa, comentando Porque en darnos, como nos dio a su Hijo que es una Palabra
suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra;... porque lo que
hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en tí, dándonos al Todo, que es su
Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o pedirle alguna visión o revelación, no
sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin
querer otra alguna cosa o novedad (Carm. 2, 22).
No habrá otra revelación
66 "La economía cristiana, por ser. Alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar
otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (D.V. 4). Sin
embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a
la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.
67 A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han
sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la
fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de
ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la
Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones
constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia. La fe cristiana no puede
aceptar 'revelaciones" que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la
plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se
fundan en semejantes "revelaciones".
CRISTO
TEXTOS DE JUAN PABLO II
471 Haced la experiencia de esta amistad con Jesús. Vividla en la oración con El, en su doctrina, en
la enseñanza de la Iglesia que os la propone (España).
472 Como amigo, me gustaría traeros al menos un poco de serenidad y de esperanza para
encontrar la voluntad de ser mejores y valentía para ello (Brasil).
473 Amistad indica amor sincero, amor en dos direcciones y que desea todo bien para la otra
persona, amor que produce unión y felicidad. No es un secreto que el Papa ama a los jóvenes como
vosotros y se siente inmensamente feliz en vuestra compañía (Filipinas).
474 Hay que desear a toda Europa que haga realidad en ella aquella civilización del amor que está
inspirada por el Evangelio y que al mismo tiempo es profundamente humana. Ella corresponde a
los más profundos deseos y necesidades del hombre, también en la dimensión social de su
existencia. En este aspecto, la civilización del amor se refiere a aquella forma de coexistencia y de
convivencia entre los pueblos en la que Europa formaría una efectiva familia de pueblos. Así como,
en cualquier familia, cada uno de sus miembros encuentra una completa atención y respeto, del
mismo modo, en esta familia de pueblos, todas las naciones grandes, medianas y pequeñas
deberían ser respetadas. Estas naciones tienen ya su propia larga historia, su plena identidad y su
propia cultura (Alemania).
475 si mi visita os hiciera amaros un poco más; si mi visita os orientase un poco más eclesial o
comunitariamente y pensáis en los demás con mayor amor; si mi visita os hiciera desear más
servir que ser servidos, entonces mi visita, por la gracia de Dios, sería, fructífera y valiosa
(Filipinas).
La Iglesia debe recordar siempre que en Jesucristo se nos. ha dado la verdadera y específica
imagen del hombre y de lo humano. Jesucristo permanece, así lo dice el filósofo alemán Karl
Jaspers, el más decisivo entre los hombres decisivos de la historia. Y el Concilio dice: "Cristo, el
nuevo Adán manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su
vocación" (Gaudium et Spes 22.) (Alemania).
192 En el conocimiento de Cristo encontraréis la clave del Evangelio. En el conocimiento de Cristo
podréis comprender las necesidades del mundo. Desde el momento que El se ha hecho como
nosotros en todo, menos en el pecado, vuestra unión con Jesús de Nazaret no podrá ser nunca, y
no lo será, un obstáculo para comprender y responder a las necesidades del mundo. Y. finalmente,
en el conocimiento de Cristo no sólo descubriréis y entenderéis las limitaciones de la sabiduría y
de las soluciones humanas a las necesidades de la humanidad, sino que experimentaréis también
el poder de Jesús y el valor de la razón y el esfuerzo humanos cuando se comprenden desde la
fuerza de Jesús, cuando se hallan redimidos en Cristo (Estados Unidos).
193 El verdadero conocimiento y la auténtica libertad se hallan en Jesús. Dejad que Jesús forme
parte siempre de vuestra hambre de verdad y justicia, y de vuestro compromiso por el bienestar
de vuestros semejantes (Estados Unidos).
194 El mensaje de amor que trae Cristo es siempre importante, siempre interesante. No es difícil
ver cómo el mundo de hoy, a pesar de su belleza y grandeza, a pesar de las conquistas de la ciencia
y de la tecnología, a pesar de los refinados y abundantes bienes materiales que ofrece, está ávido
de más verdad, de más amor, de más alegría. Y todo esto se encuentra en Cristo y en su modelo de
vida (Estados Unidos).
228 He venido a alentaros en el camino del Evangelio, un camino estrecho, ciertamente, pero un
camino real, seguro, experimentado por generaciones de cristianos, seguido por los santos y
bienaventurados que honran a vuestra patria; el camino por el cual, al igual que vosotros, se
esfuerzan en andar vuestros hermanos de la Iglesia universal. Ese camino no transige con el
adornamiento, las renuncias o los abandonos. No se realiza volviendo la espalda al sentido moral,
y sería de desear que la misma ley civil ayudara a la elevación del hombre. Es un camino que no
pretende soterrarse ni permanecer oculto, sino que exige, por el contrario, la audaz alegría de los
Apóstoles (Francia).
229 La evangelización es, en efecto, el objetivo común de todos vuestros Movimientos. Es, por
definición, el hilo conductor de vuestros programas de Acción Cató1ica o de Movimientos de
espiritualidad; pero igual puede decirse de los Movimientos cristianos de actividades culturales y
de los Movimientos socio-caritativos, ya que se trata, en fin de cuentas, de realizar obras de
educación cristiana, o de testimoniar el amor de Dios y formar los corazones en la caridad
(Francia).
230 el Evangelio da una respuesta total, que va completamente hasta el fondo de las cosas
(Francia).
231 Pienso sobre todo, señoras y señores, en la vinculación fundamental del Evangelio, es decir,
del mensaje de Cristo y de la Iglesia, con el hombre en su humanidad misma. Este vínculo es
efectivamente creador de cultura en su fundamento mismo (Francia).
232 El Evangelio es definitivo y no pasa. Sus criterios son para siempre. No podéis hacer
"relecturas" del Evangelio según los tiempos, conformándoos a todo lo que el mundo pide
(España).
251 Ese anuncio de Cristo Redentor, de su mensaje de salvación, no puede ser reducido a un mero
proyecto humano de bienestar y felicidad temporal. Tiene ciertamente incidencia en la historia
humana colectiva e individual, pero es fundamentalmente un anuncio de liberación del pecado
para la comunión con Dios, en Jesucristo. Por lo demás, esa comunión con Dios no prescinde de
una comunión de los hombres entre sí, pues quienes se convierten a Cristo, autor de la salvación y
principio de unidad, son llamados a congregarse en Iglesia, sacramento visible de esa unidad
salvífica (Brasil).
252 Para los problemas fundamentales del hombre, sus incertidumbres y angustias, sus
interrogantes y búsquedas, la Iglesia tiene un camino. Nadie está obligado a tomar ese camino ni a
seguirlo, pero es mi deber indicarlo y proponerlo. Os agradezco que sepáis ver en mí,
principalmente, éste: el mensajero de la salvación en Jesucristo (Brasil).
253 Concentración en Dios y en su salvación, dirigida a los hombres, significa orden interno de las
verdades teológicas. En el centro se encuentran Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo. La
Palabra de la Escritura, la Iglesia y los sacramentos constituyen los grandes fundamentos
históricos de la salvación ofrecida al mundo (Alemania).
254 He venido a vosotros para hablaros de la salvación en Cristo Jesús. He venido para
proclamarlo de nuevo: proclamaros este mensaje a vosotros, con vosotros y para vosotros, y a
todas las gentes. Como sucesor del apóstol Pedro, hablando en el Espíritu Santo, yo también
proclamo que: "En ningún otro hay salvación, pues ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el
cielo por el cual podamos ser salvos" (act 4,12) (Estados Unidos).
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
452 El nombre de Jesús significa "Dios salva" El niño nacido de la virgen María se llama "Jesús"
"porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21); No hay bajo el cielo otro nombre dado a
los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12).
454 El nombre de Hijo de Dios significa la relación única y eterna de Jesucristo con Dios su Padre:
El es el Hijo único del Padre (cfr. Jn 1, 14.18; 3, 16.18) y El mismo es Dios (cfr. Jn 1, 1). Para ser
cristiano es necesario creer que Jesucristo es el Hijo de Dios (cfr. Hch 8, 37; 1 Jn 2, 23).
MISTERIO PASCUAL
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
569 Jesús ha subido voluntariamente a Jerusalén, sabiendo perfectamente que allí moriría de
muerte violenta a causa de la contradicción de los pecadores (cfr. Hb 12, 3).
570 La entrada de Jesús en Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías, recibido en
su ciudad por los niños y por los humildes de corazón, va a llevar a cabo por la Pascua de su
muerte y de su resurrección.
"JESUCRISTO PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO, FUE CRUCIFICADO, MUERTO Y.
SEPULTADO"
.571 El misterio pascual de la cruz y de la resurrección de Cristo está en el centro de la Buena
Nueva que los Apóstoles y la Iglesia, a continuación de ellos deben anunciar al mundo. El designio
salvador de Dios se ha cumplido, "de una vez por todas" (Hb 9, 26), por la muerte redentora de su
Hijo Jesucristo
572 La Iglesia permanece fiel a "la interpretación de todas las Escrituras" dada por Jesús mismo,
tanto antes como después de su Pascua: "¿No era necesario que Cristo padeciera eso y entrara así
en su gloria?" (Lc 24, 26-27, 44-45). Los padecimientos de Jesús han tomado una forma histórica
concreta por el hecho de haber sido "reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas" (Mc 8, 31), que lo "entregaron a los gentiles, para burlarse de él, azotarlo y
crucificarlo"(Mt 20, 19).
573 Por lo tanto, la fe puede escrutar las circunstancias de la muerte de Jesús, que han sido
transmitidas fielmente por los Evangelios (cfr. DV 19) e iluminadas por otras fuentes históricas, a
fin de comprender mejor el sentido de la redención.
Párrafo I JESÚS E ISRAEL.
574 Desde los comienzos del ministerio publico de Jesús, fariseos y partidarios de Herodes, junto
con sacerdotes y escribas, se pusieron de acuerdo para perderlo (cfr. Mc 3, 6). Por algunas de sus
obras (expulsión de demonios, cfr. Mt 12, 24; perdón de los pecados, cfr. Mc 2, 7; curaciones en
sábado, cfr. Mc 3, 1-6; interpretación original de los preceptos de pureza de la Ley, cfr. Mc 7, 14-23;
familiaridad con los publicanos y los pecadores públicos, cfr. Mc 2, 14-17), Jesús apareció a
algunos malintencionados como sospechoso de posesión diabó1ica (cfr. Mc 3, 22; Jn 8, 48; 10, 20).
Se lo acusó de blasfemo (cfr. Mc 2, 7; Jn 5, 18; 10,33) y de falso profetismo (cfr. Jn 7, 12; 7, 52),
crímenes religiosos que la ley castigaba con pena de muerte por lapidación (cfr. Jn 8, 59; 10, 31).
575 Muchas de las obras y de las palabras de Jesús han sido, pues, un "signo de contradicción" (Lc.
2,34) para las autoridades religiosas de Jerusalén, aquellas a las que el Evangelio de San Juan
denomina con frecuencia "los judíos" (cfr. Jn 1, 19; 2, 18; 5, 10; 7, 13; 9, 22; 18, 12; 19, 38; 20, 19),
más incluso que para la generalidad del Pueblo de Dios (cfr. Jn 7, 4849). Ciertamente, sus
relaciones con los fariseos no fueron solamente polémicas. Fueron unos fariseos los que lo
previnieron del peligro que corría (cfr. Lc 13, 31). Jesús alaba a alguno de ellos, como al escriba de
Mc 12, 34, y come varias veces en casa de fariseos (cfr. Lc 7, 36; 14, 1). Jesús confirma doctrinas
sostenidas por esta élite religiosa del Pueblo de Dios: la resurrección de los muertos (cfr. Mt 22,
23-34; Lc 20, 39), las formas de piedad (limosna, ayuno y oración; cfr. Mt 6, 18) y la costumbre de
dirigirse a Dios como Padre, carácter central del mandamiento del amor a Dios y al prójimo (cfr.
Mc 12, 28-34).
598 "Debemos considerar como culpables de esta horrible falta a los que continúan recayendo en
sus pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor
Jesucristo el suplicio de la cruz, sin ninguna duda los que se sumergen en los desórdenes y en el
mal "crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y lo exponen a publica infamia"(Hb 6, 6). Y es
necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que el de los judíos. Porque, según
el testimonio del Apóstol, "de haberlo conocido ellos no habrían crucificado jamás al Señor de la
Gloria" (I Co 2, S). Nosotros, en cambio, hacemos profesión de conocerlo. Y. cuando renegamos de
Él con nuestras acciones, ponemos de algún modo sobre Él nuestras manos criminales (Catech. R.
I, 5, 11).
"Y los demonios no son los que lo han crucificado; eres tú quien con ellos lo has crucificado y lo
sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados (san Francisco de Asís,
admon. 5,3).
II LA MUERTE REDENTORA DE CRISTO EN EL DESIGNIO DIVINO DE SALVACIÓN
"Jesús entregado según el preciso designio de Dios"
599 La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de
circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica San Pedro a los judíos
de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: "Fue entregado según el determinado
designio y previo conocimiento de Dios" (Hch 2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los que
han "entregado a Jesús" (Hch 3,13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de
antemano por Dios.
600 Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto
establece su designio eterno de "predestinación", incluyendo en él la respuesta libre de cada
hombre a su gracia: "Si, verdaderamente, se han reunido en esta ciudad contra tu santo siervo
Jesús, que tú has ungido, Herodes y Poncio Pilato con las naciones gentiles y los pueblos de Israel
(cfr. Sal 2, 1-2), de tal suerte que ellos han cumplido todo lo que, en tu poder y tu sabiduría, habías
predestinado" (Hch 4, 27-28). Dios ha permitido los actos nacidos de su ceguera (cfr. Mt 26, 54;
Jn.18, 36; 19, 11) para realizar Su designio de salvación (cfr. Hch 3, 17-18).
"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
601 Este designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo", "el Justo" (Is 53, 11; cfr.
Hch 3, 14), había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es
decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cfr. Is 53, 11-12; Jn 8, 3436). San Pablo profesa, en una confesión de fe que dice haber recibido (1 Col 15, 3) que "Cristo ha
muerto por nuestros pecados según las Escrituras". La muerte redentora de Jesús cumple, en
particular, la profecía del Siervo doliente. (cfr. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el
sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cfr. Mt 20, 28). Después de su
Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cfr. Lc 24,25-27),
luego a los propios apóstoles (cfr. Lc 24, 44-45).
Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre
609 Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los amó hasta el
extremo" (Jn 13, 1) porque "nadie tiene mayor amor que el queda su vida por sus amigos" (Jn 15,
13). Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y
perfecto de su amor divino, que quiere la salvación de los hombres (cfr. Hb 2, 10.17-18; 4, 15; 5, 79). En efecto, aceptó libremente su pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el
Padre quiere salvar: "Nadie me quita la vida: yo la doy voluntariamente" (Jn 10,18).De aquí la
soberana libertad del Hijo de Dios cuando Él mismo se encamina libremente hacia la muerte (cfr.
Jn. 18,4-6; Mt 26, 53).
Jesús anticipó en la Cena la ofrenda libre de su vida
610 Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de sí mismo en la Cena tomada con los doce
Apóstoles (cfr. Mt 26, 20), en "la noche en que fue entregado" (1 Co 11, 23). En la víspera de su
pasión, estando todavía libre, Jesús hizo de esta ultima Cena con sus Apóstoles el memorial de su
ofrenda voluntaria al Padre (cfr. 1 Co 5, 7), por la salvación de los hombres: "Este es mi Cuerpo que
va a ser entregado por vosotros" (Lc 22, 19). "Esta es mi sangre de la Alianza que va a ser
derramada por muchos, para remisión de los pecados"(Mt 26, 28).
611 La eucaristía que instituyó en este momento será el "memorial" (1 Co 11, 25) de su sacrificio.
Jesús incluye a los Apóstoles en su propia ofrenda y les manda perpetuarla (cfr. Lc 22, 19). Así
Jesús instituye a sus Apóstoles como sacerdotes de la Nueva Alianza: "Por ellos me consagro a mí
mismo, para que ellos sean también consagrados en la verdad" Jn 17, 19; cfr. C. Trento: DS
1752,1764).
La agonía de Getsemaní
612 El cáliz de la Nueva Alianza que Jesús anticipó en la Cena al ofrecerse a sí mismo (cfr. Lc
22,20), lo acepta a continuación de manos del Padre en su agonía de Getsemaní (cfr. Mt 26, 42),
haciéndose "obediente hasta la muerte" (Flp 2, 8; cfr. Hb 2600 5, 7-8). Jesús ora: "Padre mío, si es
posible que pase de mí este cáliz" (Mt 26, 39). Expresa así el horror que representa la muerte para
su naturaleza humana. Esta, en efecto, como la nuestra, está destinada a la vida eterna; además, a
diferencia de la nuestra, está perfectamente exenta de pecado (cfr. Hb 4, 15), que es la causa de la
muerte (cfr. Rm 5, 12); pero sobre todo está asumida por la persona divina del "Príncipe de la
Vida" (Hch 3, 15), de "El que vive" (Ap 1, 18; cfr. Jn 1, 4; S. 26). Al aceptar en su voluntad humana
que se haga la voluntad del Padre (cfr. Mt 26, 42), acepta su muerte como redentora, para "llevar
nuestras faltas en su cuerpo sobre el madero" (1 P 2, 24).
La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo
613 La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de
los hombres (cfr. 1, Co 5, 7; Jn 8, 34-36) por medio del "Cordero que quita el pecado del mundo" Jn
1, 29; cfr. 1 P 1, 19) y el sacrificio de la Nueva Alianza (cfr. 1 Co 11, 25) que devuelve al hombre a la
comunión con Dios (cfr. Ex 24, 8), reconciliándolo con El por "la sangre derramada por muchos
para remisión de los pecados" (Mt 26, 28; cfr. Lc 16,15-16).
614 Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa todos los sacrificios (cfr. Hb 10, 10).
Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos
con El (cfr. Jn 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y
por amor (cfr. Jn 15, 13), ofrece su vida (cfr. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio del Espíritu Santo
(cfr. Hb 9, 14), para reparar nuestra desobediencia.
Jesús reemplaza nuestra desobediencia por obediencia.
615 "Como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así
también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" (Rm 5, 19). Por su
obediencia hasta la muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución del Siervo doliente que "se dio a sí
mismo en expiación", "cuando llevó el pecado de muchos", a quienes "justificará y cuyas culpas
soportará" (Is53, 10-12). Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados
(cfr. C. de Trento: DS 1529).
En la cruz, Jesús consuma sacrificio.
616 El "amor hasta el extremo" (Jn 13, 1) es el que confiere su valor de redención y de reparación,
de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y amado a todos en la
ofrenda de su vida (cfr. Ga 2, 20; Ef 5, 2. 25). "El amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno
murió por todos, todos por tanto murieron" (2 Co 5, 14). Ningún hombre, aunque fuese el más
santo, estaba en condiciones de tomar sobre si los pecados de todos los hombres y ofrecerse en
sacrificio por todos. La existencia en Cristo de la Persona divina del Hijo, que al mismo tiempo
sobrepasa y abraza a todas las personas humanas y que lo constituye Cabeza de toda la
humanidad, hace posible su sacrificio redentor por todos.
617 Sua sanctissima passione in ligno crucis nobis justificationem meruit ("Por su sacratísima
pasión en el madero de la cruz nos mereció la justificación") enseña el Concilio de Trento (Ds
1529), subrayando el carácter único de sacrificio de Cristo como "causa de salvación eterna" (Hb 5,
9). Y la Iglesia venera la cruz cantando: O crux, ave, spes única ("Salve, oh cruz, única esperanza";
himno Vexilla Regis).
Nuestra participación en el sacrifico de Cristo.
618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo, "único mediador entre Dios y los hombres (I Tm 2, 5).
Pero, porque en su Persona divina encarnada "se ha unido en cierto modo con todo hombre" (GS
22, 2), El "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este
misterio pascual" (GS22, 5). Él llama a sus discípulos a "tomar su cruz y a seguirlo" (Mt 16 24),
porque El "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas"(I P2, 21). El
quiere, en efecto, asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros
beneficiarios (cfr. Mc 10,39; Jn 21, 18-19; Col 1,24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre,
asociada más íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cfr. Lc 2, 35):
Párrafo 3 JESUCRISTO FUE SEPULTADO.
624 "Por la gracia de Dios, gustó la muerte para bien de todos" (Hb 2, 9). En su designio de
salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente "muriese por nuestros pecados" (1 Co 15, 3) sino
también que "gustase la muerte", es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de
separación entre su alma y su cuerpo durante el tiempo comprendido entre el momento en que El
expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del
sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del sábado santo en el que Cristo depositado
en la tumba (c£ Jn 19, 42), manifiesta el gran reposo sabático de Dios (cfr. Hb 4, 4-9), después de
realizar (cfr. Jn 19,30) la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero (cfr.
Col1, 18-20).
El Cuerpo de Cristo en el sepulcro.
625 La permanencia de Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el estado pasible de
Cristo antes de Pascua y su actual estado glorioso de resucitado. Es la misma persona de "El que
vive" la que puede decir: "Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos" (Ap 1,
18):626 Ya que el "Príncipe de la vida que fue llevado a la muerte" (Hch 3, 15) es, al mismo tiempo
"el viviente que ha resucitado" (Lc 24, 5-6), era necesario quela Persona divina del Hijo de Dios
haya continuado asumiendo su alma y su cuerpo separados entre sí por la muerte: Por el hecho de
que en la muerte de Cristo el alma haya sido separada de la carne, la persona única no se encontró
dividida en dos personas; porque el cuerpo y el alma de Cristo existieron por la misma razón
desde el principio en la Persona del Verbo; y en la muerte, aunque separados el uno de la otra,
permanecieron cada cual con la misma y única Persona del Verbo (S. Juan Damasceno, f. o. 3, 27).
"No dejarás que tu Santo vea la corrupción".
627 La muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que puso fin a su existencia humana
terrena. Pero, a causa de la unión que su cuerpo conservó con la Persona del Hijo, no fue un
despojo mortal como los demás, porque "la virtud divina preservó de la corrupción el Cuerpo de
Cristo" (Tomas de Aquino, s. th.3, 51, 3). De Cristo se puede decir a la vez: "Fue arrancado de la
tierra de los vivos" (Is 53, 8); y "mi carne reposará en la esperanza de que no abandonaras mi alma
en el Infierno ni permitirás que tu Santo experimente la corrupción" (Hch2, 26-27; cfr. Sal 16, 910). La resurrección de Jesús "al tercer día" (1 Co 15,4; Lc 24, 46; cfr. Mt 12, 40; Jon 2, 1; Os 6, 2)
fue la prueba de ello, porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día
(cfr. Jn 11,39).
"Sepultados con Cristo..."
628 El bautismo, cuyo signo original y pleno es la inmersión, significa eficazmente la bajada del
cristiano al sepulcro muriendo al pecado con Cristo para una nueva vida: "Fuimos, pues, con El
sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre
los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva"(Rm 6,
4; cfr. Col 2, 12; Ef 5, 26).
Párrafo 2 AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS.
638 "Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en
nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús" (Hch 13, 32-33). La resurrección de Jesús es la verdad
culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como
verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del
Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la
Cruz: Cristo resucitó de entre los muertos.
Con su muerte venció a la muerte.
A los muertos ha dado la vida.
(Liturgia bizantina, Tropario de Pascua)
I. EL ACONTECIMIENTO HISTÓRICO Y TRASCENDENTE.
639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo manifestaciones
históricamente comprobadas, como lo atestigua el Nuevo Testamento. Ya San Pablo, hacia el año
56, puede escribir a los Corintios:"Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucito al tercer
día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1Co 15, 3-4). El Apóstol habla
aquí de la tradición viva de la Resurrección, que recibió después de su conversión a las puertas de
Damasco (cfr. Hch 9, 3-18).
El sepulcro vacío.
640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado"(Lc 24, 5-6). En el
marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se encuentra es el sepulcro vacío.
No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro podría explicarse
de otro modo (cfr. Jn 20, 13; Mt 28, 11-15). A pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para
todos un signo esencial. Su descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el
reconocimiento del hecho de la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres
(cfr. Lc 24, 3. 22-23), y después de Pedro (cfr. Lc24, 12). "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 23
afirma que, al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo" (Jn 20, 6), "vio y
creyó"(Jn 20, 8). Eso supone que confirmó en el estado del sepulcro vacío (cfr. Jn 20,5-7), que la
ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto
simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cfr. Jn 11, 44).
Las apariciones del Resucitado.
641 María Magdalena y las santas mujeres, que iban a embalsamar el cuerpo de Jesús (cfr. Mc 16,
1; Lc 24, 1), enterrado de prisa en la tarde del Viernes Santo por la llegada del sábado (cfr. Jn 19,
31. 42), fueron las primeras en encontrar al Resucitado (cfr. Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18). Así, las
mujeres fueron las primeras mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles
(cfr. Lc 24, 9- 5 10). Jesús se apareció en seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cfr. 1
Co 15, 5). Pedro, llamado a confirmar en la fea sus hermanos (cfr. Lc 22, 31-32), ve por tanto al
resucitado antes que los demás y es sobre su testimonio que la comunidad exclama: "¡Es verdad!
¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!"(Lc 24, 34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles -y a
Pedro en particular- en la construcción de la era nueva que comenzó en la mañana de Pascua.
Como testigos del Resucitado, los Apóstoles son las piedras de fundación de su Iglesia. La fe de la
primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de
los Cristianos y, para la mayoría, todavía vivos entre ellos. Estos "testigos de la resurrección de
Cristo" (cfr. Hch 1, 22) son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla
claramente de más de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de
Santiago y de todos los Apóstoles (cfr. 1 Co 15, 4-8).
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la resurrección de Cristo fuera del orden
físico y no reconocerla como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los discípulos
fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz de su Maestro, anunciada por
El de antemano (cfr. Lc 22,31-32). La sacudida provocada por la pasión fue tan grande que los
discípulos (por lo menos algunos de ellos) no creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección.
Los Evangelios, lejos de mostrarnos una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos
presentan a los discípulos abatidos ("la cara sombría"; Lc 24, 17) y asustados (cfr. Jn 20, 19). Por
eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían
como desatinos"(Lc 24, 11; cfr. Mc 16, 11.13). Cuando Jesús se manifestó a los once en la tarde de
Pascua, "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes lo
habían visto resucitado" (Mc 16, 14).
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús resucitado, los
discípulos dudan todavía (cfr. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cfr. Lc 24 39). "No acababan de
creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41). Tomás conocerá la misma prueba
de la duda (cfr. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición en Galilea referida por Mateo, "algunos sin
embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por esto la hipótesis según la cual la Resurrección habría sido un
"producto" de la fe (o de la credulidad) de los Apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su
fe en la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la
realidad de Jesús resucitado.
El estado de la humanidad resucitada de Cristo.
645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (cfr. Lc 24,
39; Jn 20, 27) y de compartir la comida (cfr. Lc 24, 30.4143; Jn 21, 9. 13-15). Los invita así a
reconocer que El no es un espíritu(cfr. Lc 24, 39), pero sobre todo a que comprueben que el
cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y
crucificado, ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cfr. Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27).Este cuerpo
auténtico y real posee, sin embargo, al mismo tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo
glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad
donde quiere y cuando quiere (cfr. Mt28, 9.16-17; Lc 24, 15.36; Jn 20, 14.19.26; 21, 4), porque su
humanidad ya no puede ser retenida en la Tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del
Padre (cfr. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre de aparecer
como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cfr. Jn 20,14-15) o "bajo otra figura" (Mc 16, 12)
distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para suscitar su fe (cfr. Jn 20, 14.16;
21,4.7).
646 La resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las
resurrecciones que El había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim, Lázaro.
Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían
a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento, volverán a morir.
La resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de
muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena
del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San
Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cfr. 1 Co15, 35-50)
La Resurrección como acontecimiento trascendente.
647 "¡Qué noche tan dichosa -canta el Exultet de Pascua-, sólo ella conoció el momento en que
Cristo resucitó de entre los muertos!" En efecto, nadie fue testigo ocular del acontecimiento mismo
de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede decir cómo sucedió físicamente.
Menos aún su esencia más íntima, el paso a otra vida, fue perceptible a los sentidos.
Acontecimiento histórico demostrable por la señal del sepulcro vacío y por la realidad de los
encuentros de los Apóstoles con Cristo resucitado, no por ello la Resurrección pertenece menos al
centro del misterio de la fe en aquello que trasciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo
resucitado no se manifiesta al mundo (cfr. Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido
con él desde Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).
II LA RESURRECCIÓN, OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
648 La resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención trascendente de Dios
mismo en la Creación y en la historia. En ella, las tres Personas divinas actúan juntas a la vez y
manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el poder del Padre que "ha resucitado" (cfr. Hch
2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha introducido de manera perfecta su humanidad -con su
cuerpo- en la Trinidad. Jesús se revela definitivamente "Hijo de Dios con poder, según el Espíritu
de santidad, por su resurrección de entre los muertos" (Rm 1,3-4). San Pablo insiste en la
manifestación del poder de Dios (cfr. Rm 6, 4; 2Co 13, 4; Flp 3, 10; Ef 1, 19-22; Hb 7, 16) por la
acción del Espíritu, que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al estado
glorioso de Señor.
649 En cuanto al Hijo, El realiza su propia resurrección en virtud de su poder divino. Jesús anuncia
que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar (sentido activo del término)
(cfr. Mc 8, 31; 9, 9-31; 10, 34). Por otra parte, El afirma explícitamente: "Doy mi vida, para
recobrarla de nuevo...Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo" Jn 10, 17-18).
"Creemos que Jesús murió y resucitó" (1 Ts 4, 14).
650 Los Padres contemplan la resurrección a partir de la Persona divina de Cristo que permaneció
unida a su alma y a su cuerpo, separados entre sí por la muerte: "Por la unidad de la naturaleza
divina que permanece presente en cada una de las dos partes del hombre, éstas se unen de nuevo.
Así, la muerte se produce por la separación del compuesto humano y la Resurrección por la unión
de las dos partes separadas" (San Gregorio Niceno, res. l; cfr. también DS 325; 359; 369; 539).
III SENTIDO Y ALCANCE SALVÍFICO DE LA RESURRECCIÓN.
651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe" (1 Co 15, 14). La
Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las
verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su justificación si Cristo, al
resucitar, ha dado la prueba definitiva de su autoridad divina según lo había prometido.
652 La resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cfr. Lc
24, 26-27.44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cfr. Mt 28, 6; Mc 16, 7; Lc 24, 6-7). La
expresión "según las Escrituras" (cfr.1 Co 15, 3-4 y el Símbolo de Nicea-Constantinopla) indica que
la resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.
653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su resurrección. El había dicho: "Cuando
halláis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La resurrección del
Crucificado demostró que, verdaderamente, El era "Yo Soy", el Hijo de Dios y Dios mismo. San
Pablo pudo decir a los judíos: "La Promesa hecha a los padres Dios la ha cumplido en nosotros... al
resucitar a Jesús, como está escrito en el salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado
hoy"' (Hch 13, 32-33; cfr. Sal 2, 7). La resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio
de la encarnación del Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.
654 Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su
resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos
devuelve a la gracia de Dios (cfr. Rm 4,25) "a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre
los muertos así también nosotros vivamos una nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre
la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cfr. Ef 2,4-5; 1 P 1, 3). Realiza la
adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama
a sus discípulos después de su resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (Mt 28, 10; Jn 20, 17).
Hermanos no por naturaleza, sino por don de gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una
participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su resurrección.
655 Por último, la resurrección de Cristo -y el propio Cristo resucitado- es principio y fuente de
nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que
durmieron...; del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo"
(1 Co 15, 20-22). En la espera de que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus
fieles. En Ellos cristianos "saborean los prodigios del mundo futuro" (Hb 6, 5) y su vida es
arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cfr. Col 3, 1-3), para que ya no vivan para los que
viven, "sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2Co 5, 15).
TEXTOS DE JUAN PABLO II
203 Caminemos juntos, peregrinos, hacia la cruz del Señor, pues con ella comienza una nueva era
en la historia del hombre. Este es tiempo de gracia, tiempo de salvación. A través de la cruz el
hombre ha podido comprender el sentido de su propia suerte, de su propia existencia sobre la
tierra. Ha descubierto cuánto le ha amado Dios. Ha descubierto, y descubre continuamente, a la luz
de la fe, cuán grande sea el propio valor. Ha aprendido a medir la propia dignidad con el metro de
aquel sacrificio que Dios ha ofrecido en su Hijo para la salvación del hombre. (Polonia).
204 Símbolo de la fe, la cruz es también símbolo del sufrimiento que conduce a la gloria, de la
pasión que conduce a la resurrección. "Per crucem ad lucem", por la cruz, llegar a la luz; este
proverbio profundamente evangélico, nos dice que, vivida en su verdadero significado, la cruz del
cristiano es siempre una cruz pascual. (Brasil).
205 Donde surge la cruz, se ve la señal de que ha llegado la Buena Noticia de la salvación del
hombre mediante el amor. Donde se levanta la cruz, está la señal de que se ha iniciado la
evangelización. (Polonia).
206 La cruz se transforma también en símbolo de esperanza. De instrumento de castigo, se
convierte en imagen de vida nueva, de un mundo nuevo. (Brasil)
207 En el signo de la cruz, Jesucristo, Hijo unigénito, nos dio la fuerza de hacernos hijos de Dios. En
ese signo, el Espíritu, que procede del Padre y del Hijo- el Espíritu Santo-, preanunciado por Cristo
como Paráclito y huésped de nuestras almas, que visita los corazones de los hombres y actúa en la
historia de la humanidad, se volvió en soplo que pasó y pasa continuamente por tierra brasileña.
Con este signo- el signo de la cruz- están marcadas, desde hace ya casi cinco siglos, generaciones
enteras de hijos e hijas de esta tierra. Los padres transmiten esa señal de fe a sus hijos, los abuelos
a sus nietos... (Brasil)
235 ¡Que esta Buena Nueva de Jesús sea siempre vuestra alegría! ¡Qué su Evangelio penetre
siempre, con su luz y su fuerza, el fondo de vuestros corazones, de vuestras familias, de vuestras
costumbres, de todas las realidades de vuestra vida como Hijos de Dios! ¡Qué sea vuestra
salvación! ¡Qué os conserve muy unidos! (Benin)
ETAPA SANTO
ESPÍRITU SANTO Y GRACIA
TEXTOS DE JUAN PABLO II
106 A través del Espíritu Santo, el mismo Jesús asume la responsabilidad final de la aceptación de
su palabra y del crecimiento de su Iglesia.
107 Después de su ascensión al cielo, Nuestro Señor Jesucristo envió el Espíritu Santo a los
Apóstoles y a la Iglesia. El Espíritu Santo fue el primer don de Jesús a los que creen. Jesús mismo
había anunciado la venida del Espíritu de Verdad cuando dijo: "... El dará testimonio de mí, y
vosotros daréis también testimonio" (Jn 15, 26-27).
108 Debemos identificarnos cada vez más profundamente con la revelación del Padre en Cristo;
debemos finalmente ser cada vez más sensibles a la acción del Espíritu Santo que el Señor nos ha
donado y que quiere seguir donando a través de nosotros, de nuestro ministerio, de nuestra
santidad, de nuestra identidad sacerdotal.
109 Creemos todos que un mismo Espíritu conduce la comunidad y los corazones de los hombres,
y un mismo Espíritu es el que ha dado vida a vuestro servicio en la Iglesia. Justamente en los
momentos de mayor dificultad estad dispuestos a abandonaros a este Espíritu.
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
1996 Nuestra justificación es obra de la Gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que
Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cfr. Jn 1, 12-18), hijos
adoptivos (cfr. Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina. (cfr. 1 P 1, 3-4) de la vida eterna
(cfr. Jn 17, 3).
1997 La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida
trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su cuerpo. Como
"Hijo adoptivo" puede ahora llamar "Padre" a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del
Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia.
1998 Esta vocación a la vida eterna es sobrenatural. Depende enteramente de la iniciativa gratuita
de Dios, porque sólo Él puede revelarse y darse a sí mismo. Sobrepasa las capacidades de la
inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana, como las de toda creatura (cfr. 1 Co 2, 7-9).
1999 La Gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu
Santo en nuestra alma para sanarla del Pecado y santificarla: es la Gracia santificante o
divinizadora, recibida en el Bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación (cfr. Jn 4,
14; 7, 38-39).Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y
todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo (2 Co 5,17-18).
LA GRACIA
CITAS BÍBLICAS
"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gen 1:26).
Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, el cuál nació de mujer y fue sometido a la
Ley, con el fin de rescatar a los que estaban sometidos a la Ley, para que así llegáramos a ser hijos
adoptivos de Dios. Gal. 3,
"A todos los que lo recibieron, les concedió el ser hijos de Dios; a aquellos que creen en su nombre
que no de la sangre ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, SINO QUE DE DIOS HAN
NACIDO" (Jn 1:12).
"En verdad te digo, nadie puede ver el Reino si no nace de nuevo. El que no renace del agua y del
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne y lo que nace del
Espíritu, es espíritu (Jn 3: 3-6)
¡Si tú conocieras el don de Dios! Si supieras quien es el que te pide de beber, tú misma me pedirías
a Mi y Yo te daría Agua Viva... el que beba del agua de este pozo volverá a tener sed, en cambio el
que beba del agua que Yo le daré no volverá a tener sed, el agua que Yo le daré se hará en él un
manantial de agua que brotará para la Vida Eterna" (Jn 4: 10-14).
El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, de pie, decía a toda voz: Venga a Mí el que tiene
sed; el que crea en Mí tendrá de beber, pues la Escritura dice: de él saldrán ríos de Agua Viva. Jesús
al decir esto, se refería al Espíritu Santo que luego recibirían en los que creyeran en El". (Jn. 7:3739).
Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador... permanezcan en Mí y Yo permaneceré en
ustedes. Como la rama no puede producir fruto por sí misma si no permanece en la planta, así
tampoco pueden ustedes producir frutos si no permanecen en Mí. Yo soy la vid y ustedes los
sarmientos" (JN 15:1-5).
"Su poder divino nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad. Primero el
conocimiento de aquél que nos llamó por su propia gloria y poder, entregándonos las promesas
más extraordinarias y preciosas. Por ellas USTEDESPARTICIPAN DE LA NATURALEZA DIVINA,
después de rechazar la corrupción y los malos deseos de este mundo" (2a. Pe 1,3-4).
Ustedes son ahora hijos; por esta razón Dios mandó a nuestros corazones el Espíritu de Su Propio
Hijo que clama al Padre: ¡Abba! o sea: ¡Padre! (Gál. 4:4-6) ¡Ved qué amor nos ha mostrado el Padre,
que seamos hijos de Dios, y lo seamos!"(I Jn. 3,1).
"Y si el Espíritu Santo de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en ustedes, Aquel
que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también vida a sus cuerpos mortales por el
Espíritu Santo que habita en ustedes". Romanos 8,11"¿No saben ustedes que son templos del
Espíritu Santo y que el Espíritu Santo habita en ustedes?" (I Cor.3, 16)."Bendito sea Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes
espirituales y celestiales. El nos eligió en la persona de Cristo antes de la creación del mundo para
que fuésemos Santos e irreprochables ante El por el amor. El nos ha destinado en la persona de
Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos para la Gloria de su GRACIA, que tan generosamente
nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por ese Hijo, por su sangre hemos
recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de Gracia, sabiduría y prudencia, han
sido un derroche para con nosotros dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegase el momento culminante: recapitular en
Cristo todas las cosas del cielo y la tierra". Ef1, 3-10.
"Ustedes no tienen ningún mérito en esto: es un Don de Dios", Efesios 2,9:
PECADO
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
1849 El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor
verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes.
Hiere la naturaleza del hombre y atenta contrala solidaridad humana. Ha sido definido como "una
palabra, un acto a un deseo contrario a la ley eterna.
1870 "Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia"
(Rm 11, 21)
1871 El pecado es "una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna"(S. Agustín Faust 22)
Es una ofensa a Dios, se alza contra Dios en una desobediencia contraria a la obediencia de Cristo.
1872 El pecado es un acto contrario a la razón. Lesiona la naturaleza del hombre y atenta contra la
solidaridad humana.
1874 Elegir deliberadamente, es decir sabiéndolo y queriéndolo, una cosa gravemente contraria a
la ley divina y al fin último del hombre, es cometer un pecado mortal. Este destruye en nosotros la
caridad sin la cual la bienaventuranza eterna es imposible. Sin arrepentimiento, tal pecado
conduce a la muerte eterna.
1875 El pecado venial constituye un desorden moral que puede ser reparado por la caridad que tal
pecado deja subsistir en nosotros.
1876 La reiteración de pecados, incluso veniales, engendra vicios entre los cuales se distinguen los
pecados capitales.
TEXTOS DE JUAN PABLO II
1488 No hay pecado que no pueda ser perdonado si nos acercamos al trono de la misericordia con
un corazón contrito y humillado. Ningún mal es más poderoso quela infinita misericordia de Dios.
1490 Cristo, exento de pecado detestaba el pecado, pero amaba a los pecadores y los visitaba para
proporcionarles el perdón. Me gustaría traeros la llamada y el consuelo del Redentor del Hombre.
1492 La meditación del amor del Señor pasa necesariamente por la meditación de su pasión: "se
entregó por mí". Esto implica que cada uno tome conciencia no sólo del pecado del mundo en
general, sino de este pecado por el que cada uno está realmente implicado, de forma negativa, en
los sufrimientos del Señor.
ORACIÓN Y SACRIFICIO
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
¿QUE ES LA ORACIÓN?
"Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito
de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría"
(Santa Teresa del Niño Jesús, ms autob. C 25r).La oración como don de Dios
2559 "La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes" (San
Juan Damasceno, f. o. 3, 24). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro
orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde "lo más profundo" (Sal 130, 14) de un corazón
humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cfr. Lc 18, 9-14). La humildad es la base de la
oración. "Nosotros no sabemos pedir como conviene" (Rm 8, 2ó). La humildad es una disposición
necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (cfr.
San Agustín, serm 56, 6, 9).2560 "Si conocieras el don de Dios" (Jn 4, 10). La maravilla de la
oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va
al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús
tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo
o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre
tenga sed de El (cfr. San Agustín, quaest. 64, 4).2566 El hombre busca a Dios. Por la creación Dios
llama a todo ser desde la nada a la existencia. "Coronado de gloria y esplendor". (Sal 8, 6), el
hombre es, después de los ángeles, capaz de reconocer "¡qué glorioso es el Nombre del Señor por
toda la tierra!" (Sal 8, 2). Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios,
el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de Aquel que le llama a la
existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres (cfr. Hch
17, 27).2567 Dios es quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a su Creador o se esconda
lejos de su Faz, corra detrás de sus ídolos o acuse a la divinidad de haberlo abandonado, el Dios
vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración.
Esta iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la iniciativa del hombre es
siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración
aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de
palabras y de acciones, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Este se revela a
través de toda la historia de la salvación.
CAPITULO SEGUNDO
LA TRADICIÓN DE LA ORACIÓN.
2650 La oración no se reduce al brote espontáneo de un impulso interior: para orar es necesario
querer orar. No basta só1o con saber lo que las Escrituras revelan sobre la oración: es necesario
también aprender a orar. Pues bien, por una transmisión viva (la sagrada Tradición), el Espíritu
Santo, en la "Iglesia creyente y orante" (D.V. 8), enseña a orar a los hijos de Dios.
2651 La tradición de la oración cristiana es una de las formas de crecimiento de la Tradición de la
fe, en particular mediante la contemplación y la reflexión de los creyentes que conservan en su
corazón los acontecimientos y las palabras de la Economía de la salvación, y por la penetración
profunda en las realidades espirituales de las que adquieren experiencia (cfr. DV 8).
Artículo2 EL CAMINO DE LA ORACIÓN.
La oración al Padre
2664 No hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o
interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos "en el Nombre" de Jesús. La
santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios
nuestro Padre. La oración a Jesús
2665 La oración de la Iglesia, alimentada por la palabra de Dios y por la celebración de la liturgia,
nos enseña a orar al Señor Jesús. Aunque esté dirigida sobre todo al Padre, en todas las tradiciones
litúrgicas incluye formas de oración dirigidas a Cristo. Algunos salmos, según su actualización en la
oración de la Iglesia, y el Nuevo Testamento ponen en nuestros labios y graban en nuestros
corazones las invocaciones de esta oración a Cristo: Hijo de Dios, Verbo de Dios, Señor, Salvador,
Cordero de Dios, Rey, Hijo amado, Hijo de la Virgen, Buen Pastor, Vida nuestra, nuestra Luz,
nuestra Esperanza, Resurrección nuestra, Amigo de los hombres...2679 María es la orante
perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con ella al designio del Padre, que
envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado, acogemos (cfr. Jn 19, 27)
a la Madre de Jesús, hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con ella y a ella. La oración
de la Iglesia está sostenida por la oración de María. La Iglesia se une a María en la esperanza (cfr.
L.G. 68-69).
2680 La oración está dirigida principalmente al Padre; igualmente se dirige a Jesús, en especial
por la invocación de su santo Nombre: "Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ¡ten piedad de nosotros,
pecadores!"
2681 "Nadie puede decir: 'Jesús es Señor', sino por influjo del Espíritu Santo"(I Co 12, 3). La Iglesia
nos invita a invocar al Espíritu Santo como Maestro interior de la oración cristiana.
2682 En virtud de su cooperación singular con la acción del Espíritu Santo, la Iglesia ora también
en comunión con la Virgen María para ensalzar con ella las maravillas que Dios ha realizado en ella
y para confiarle súplicas y alabanzas.
2692 En su oración, la Iglesia peregrina se asocia con la de los santos cuya intercesión
solicita.2693 Las diferentes espiritualidades cristianas participan en la tradición viva de la oración
y son guías preciosas para la vida espiritual.2694 La familia cristiana es el primer lugar de
educación para la oración.2695 Los ministros ordenados, la vida consagrada, la catequesis, los
grupos de oración, la "dirección espiritual" aseguran en la Iglesia una ayuda para laoración.2696
Los lugares más favorables para la oración son el oratorio personal o familiar, los monasterios, los
santuarios de peregrinación y, sobre todo, el templo que es el lugar propio de la oración litúrgica
para la comunidad parroquial y el lugar privilegiado de la adoración eucarística.2697 La oración
es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin embargo, olvidamos
al que es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del
Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como un "recuerdo de Dios", un frecuente
despertar la "memoria del corazón": "Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de
respirar" (San Gregorio Nacianceno, or. theol. 1, 4). Pero no se puede orar "en todo tiempo" si no
se ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración
cristiana, en intensidad y en duración.2698 La Tradición de la Iglesia propone a los fieles unos
ritmos de oración destinados a alimentar la oración continua. Algunos son diarios: la oración de la
mañana y la de la tarde, antes y después de comer, la Liturgia de las Horas. El domingo, centrado
en la Eucaristía, se santifica principalmente por medio de la oración. El ciclo del año litúrgico y sus
grandes fiestas son los ritmos fundamentales de la vida de oración de los cristianos.
2620 En el Nuevo Testamento el modelo perfecto de oración se encuentra en la oración filial de
Jesús. Hecha con frecuencia en la soledad, en lo secreto, la oración de Jesús entraña una adhesión
amorosa a la voluntad del Padre hasta la cruz y una absoluta confianza en ser escuchada.2621 En
su enseñanza, Jesús instruye a sus discípulos para que oren con un corazón purificado, una fe viva
y perseverante, una audacia filial. Les insta a la vigilancia y les invita a presentar sus peticiones a
Dios en su Nombre. El mismo escucha las plegarias que se le dirigen.2622 La oración de la Virgen
María, en su Fiat y en su Magníficat, se caracteriza por la ofrenda generosa de todo su ser en la
fe.2618 El Evangelio nos revela cómo María ora e intercede en la fe: en Caná (cfr. Jn 2, 1 - 12), la
madre de Jesús ruega a su Hijo por las necesidades de un banquete de bodas, signo de otro
banquete, el de las bodas del Cordero que da su Cuerpo y su Sangre a petición de la Iglesia, su
Esposa. Y en la hora de la nueva Alianza, al pie de la Cruz, María es escuchada como la Mujer, la
nueva Eva, la verdadera "madre de los que viven".
2619 Por eso, el cántico de María (cfr. Lc 1, 46-55; el "Magníficat" latino, el "Megalynei" bizantino)
es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de la Iglesia, cántico de la Hija de Sión y del nuevo
Pueblo de Dios, cántico de acción de gracias por la plenitud de gracias derramadas en la Economía
de la salvación, cántico de los "pobres" cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento las
promesas hechas a nuestros padres "en favor de Abraham y su descendencia por siempre".
Artículo 3 EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA:
2623 El día de Pentecostés, el Espíritu de la promesa se derramó sobre los discípulos, "reunidos
en un mismo lugar" (Hch 2, 1), que lo esperaban "perseverando en la oración con un mismo
espíritu" (Hch 1, 14). El Espíritu que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo (cfr. Jn
14, 26), será también quien la instruya en la vida de oración.2624 En la primera comunidad de
Jerusalén, los creyentes "acudían asiduamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, a
la fracción del pan y a las oraciones" (Hch 2, 42). Esta secuencia de actos es típica de la oración de
la Iglesia; fundada sobre la fe apostólica y autentificada por la caridad, se alimenta con la
Eucaristía.
2643 La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración: es la "ofrenda pura" de todo el
Cuerpo de Cristo "a la gloria de su Nombre" (cfr. Ml1, 11); es, según las tradiciones de Oriente y de
Occidente, "el sacrificio dealabanza".2644 El Espíritu Santo que enseña a la Iglesia y le. recuerda
todo lo que Jesús dijo, la educa también en la vida de oración, suscitando expresiones que se
renuevan dentro de unas formas permanentes de orar: bendición, petición, intercesión, acción de
gracias y alabanza.2645 Gracias a que Dios le bendice, el hombre en su corazón puede bendecir, a
su vez,, a Aquel que es la fuente de toda bendición.2646 La oración de petición tiene por objeto el
perdón, la búsqueda del Reino y cualquier necesidad verdadera.2647 La oración de intercesión
consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los
enemigos.2648 Toda alegría y toda pena, todo acontecimiento y toda necesidad pueden ser motivo
de oración de acción de gracias, la cual, participando de la de Cristo, debe llenar la vida entera: "En
todo dad gracias" (1 Ts 5. 18).2649 La oración de alabanza, totalmente desinteresada, se dirige a
Dios; canta para Él y le da gloria no sólo por lo que ha hecho sino porque El es.
"ENCUENTRO", De Ignacio LARRAÑAGA
1. Cuando, al orar, sientas sueño, ponte de pie, el cuerpo recto y los talonesjuntos.2. Cuando
sientas sequedad o aridez, piensa que puede tratarse de pruebas divinas o emergencias de la
naturaleza. No hagas violencia para "sentir". Hazte acompañar por los tres ángeles: la paciencia:
acepta con paz lo que tú no puedas solucionar. La Perseverancia: sigue orando aunque no sientas
nada. La Esperanza: todo pasará; mañana será mejor.
3. Nunca olvides que la vida con Dios es vida de fe. Y la fe no es sentir sino saber. No es emoción
sino convicción. No es evidencia sino certeza.4. Para orar necesitas método, orden, disciplina, pero
también flexibilidad, porque el Espíritu Santo puede soplar en el momento menos pensado. La
gente se estanca en la oración por falta de método. El que ora de cualquier manera llega a ser
cualquier cosa.5. Ilusión, no; esperanza, sí. La ilusión se desvanece; la esperanza permanece.
Esfuerzo, sí; violencia, no. Una fuerte agitación por sentir devoción sensible produce fatiga mental
y desaliento.6. Piensa que Dios es gratuidad. Por eso su pedagogía para con nosotros es
desconcertante; debido a eso, en la oración no hay 1ógica humana: a tales esfuerzos, tales
resultados; a tanta acción, tanta reacción; a tal causa, tal efecto. Al contrario, normalmente no
habrá proporción entre tus esfuerzos en la oración y los "resultados' Sabe que la cosa es así, y
acéptala con paz.
7. La oración es relación con Dios. Relación es movimiento de las energías mentales, un
movimiento de adhesión a Dios. Es, pues, normal que se produzca en el alma emoción o
entusiasmo. Pero, ¡cuidado!, es imprescindible que ese estado emotivo quede controlado por el
sosiego y la serenidad.
8. La visitación divina, durante la actividad orante, puede producirse en cualquier momento: al
comienzo, en medio, al fin; en todo tiempo o en ningún momento. En este último caso, ten cuidado
de no dejarte llevar por el desaliento y la impaciencia. Al contrario, relaja los nervios, abandónate,
y continúa orando.
9. Te quejas: rezo pero no se nota en mi vida. Para derivar la fuerza de la oración en la vida,
primero: sintetiza la oración de la mañana en una frase simple, por ejemplo: "¿Qué haría Jesús en
mi lugar?", y recuérdatela en cada nueva va circunstancia del día. Y segundo: cuando llegue una
contrariedad o prueba fuerte, despierta y toma conciencia de que tienes que sentir, reaccionar y
actuar como Jesús.
10. No pretendas cambiar tu vida, te basta con mejorar. No busques ser humilde; te basta con
hacer actos de humildad. No pretendas ser virtuoso; te basta con hacer actos de virtud. Ser
virtuoso significa actuar como Jesús. Con las recaídas no te asustes. Recaída significa actuar según
tus rasgos negativos. Cuando estés descuidado o desprevenido, vas a reaccionar según tus
impulsos negativos. Es normal. Ten paciencia. Cuando llegue la ocasión, procura no estar
desprevenido, sino despierto, y trata de actuar según los impulsos de Jesús.
11. Toma conciencia de que puedes muy poco Te lo digo para animarte, para que note desanimes
cuando lleguen las recaídas. Piensa que el crecimiento en Dios es sumamente lento y lleno de
contramarchas. Acepta con paz estos hechos. Después de cada recaída, levántate y anda.
12. La santidad consiste en estar con el Señor, y de tanto estar, su figura se graba en el alma; y
luego en caminar a la luz de esa figura. En eso consiste lasantidad.13. Para dar los primeros pasos
en el trato con Dios, puedes utilizar aquellas modalidades que, para caminar, ofrecen apoyo: los
números 1, 2, 3. En los peores momentos de dispersión o aridez, no pierdas el tiempo; siempre
podrás orar con las modalidades oración escrita, oración auditiva y lectura rezada.
Oración de abandono
Padre,
en tus manos me pongo.
Haz de mí lo que quieras.
Por todo lo que hagas de mí,
te doy gracias. Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal de que tu voluntad se haga en mi
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi alma entre tus manos,
te la doy, Dios mío,
con todo el ardor de mi corazón
porque te amo,
y es para mí una necesidad de amor
el darme, el entregarme entre tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre. Amén.
Generosidad
Señor, enséñame a ser generoso, a dar sin calcular, a devolver bien por mal, a servir sin esperar
recompensa, a acercarme al que menos me agrada, a hacer el bien al que nada puede retribuirme,
a amar siempre gratuitamente, a trabajar sin preocuparme del reposo. Y al no tener otra cosa que
dar, a donarme en todo y cada vez más a aquél que necesita de mí esperando sólo de Tí la
recompensa. O mejor: esperando que Tú Mismo seas mi recompensa. Amén.
Suplica
Dame, Señor, la simplicidad de un niño y la conciencia de un adulto. Dame, Señor, la prudencia de
un astronauta y el coraje de un salvavidas. Dame, Señor, la humildad de un barrendero, y la
paciencia de un enfermo. Dame, Señor, el idealismo de un joven y la sabiduría de un anciano.
Dame, Señor, la disponibilidad del Buen Samaritano y la gratitud del menesteroso. Dame, Señor,
todo lo que de bueno veo en mis hermanos, a quienes colmaste con tus dones. Haz, Señor, que sea
imitador de tus santos, o, mejor, que sea como Tú quieres: perseverante, como el pescador, y
esperanzado como el cristiano. Que permanezca en el camino de tu Hijo y en el servicio de los
hermanos. Amén.
TEXTOS DE JUAN PABLO II
592 En el silencio de la oración se realiza el encuentro con Dios y se escucha esa Palabra que Dios
dice en eterno silencio y en silencio tiene que ser oída (cfr. Dichos de Luz y Amor 104). Un grande
recogimiento y un desasimiento interior, unidos al fervor de la oración, abren las profundidades
del alma al poder purificador del amor divino. (España).
593 En un mundo en el que peligra la aspiración a la trascendencia, hacen falta quienes se
detienen a orar, quienes acogen a los orantes; quienes dan un complemento de espíritu a ese
mundo; quienes se ponen cada día a la hora de Dios. (España).
594 Al entregaros generosamente a vuestras tareas, no olvidéis nunca que vuestra primera
obligación es permanecer con Cristo. Es preciso que sepáis siempre encontrar tiempo para
acercaros a Él en la oración; sólo así podréis luego llevarle a aquellos con quienes os encontréis. La
vida interior sigue siendo el alma de todo apostolado. Es el espíritu de oración el que guía hacia la
donación de sí mismo; de ahí que sería un grave error oponer oración y apostolado. Quienes, como
vosotras, han aprendido en la escuela de Santa Teresa de Jesús pueden comprender fácilmente,
sabiendo que cualquier actividad apostólica que no se funda en la oración está condenada a la
esterilidad. (España).
ETAPA APÓSTOL
IGLESIA
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
748 "Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo,
desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre
el rostro de la Iglesia, anunciando el Evangelio a todas las criaturas". Con estas palabras comienza
la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" del Concilio Vaticano Il. Así, el Concilio muestra que el
artículo de la fe sobre la Iglesia depende enteramente de los artículos que se refieren a Cristo
Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los
Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol.749 El artículo sobre la Iglesia
depende enteramente también del que le precede, sobre el Espíritu Santo. "En efecto, después de
haber mostrado que el Espíritu Santo es la fuente y el dador de toda santidad, confesamos ahora
que es Él quien ha dotado de santidad a la Iglesia" (Catech. R. 1, 10, 1). La Iglesia, según la
expresión de los Padres, es el lugar "donde florece el Espíritu" (San Hipólito, t. a. 35).750 Creer
que la Iglesia es "Santa" y "Católica", y que es "Una" y "Apostólica"(como añade el Símbolo
Nicenoconstantinopolitano) es inseparable de la fe en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En el
Símbolo de los Apóstoles, hacemos profesión de creer que existe una Iglesia Santa ("Credo...
Ecclesiam"), y no de creer en la Iglesia para no confundir a Dios con sus obras y para atribuir
claramente a la bondad de Dios todos los dones que ha puesto en su Iglesia (cfr. Catech. R. 1, 10,
22).
Párrafo 1 LA IGLESIA EN EL DESIGNIO DE DIOS.
751 La palabra "Iglesia" ["ekklesia", del griego "ek-kalein" "llamar fuera'') significa "convocación".
Designa asambleas del pueblo (cfr. Hch 19, 39), en general de carácter religioso. Es el término
frecuentemente utilizado en el texto griego del Antiguo Testamento para designar la asamblea del
pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del Sinaí, en
donde Israel recibió la Ley y fue constituido por Dios como su pueblo santo(cfr. Ex 19). Dándose a
sí misma el nombre de "Iglesia", la primera comunidad de los que creían en Cristo se reconoce
heredera de aquella asamblea. En ella, Dios "convoca" a su Pueblo desde todos los confines de la
tierra. El término "Kiriake", del que se deriva las palabras "church" en inglés, y "Kirche" en alemán,
significa "la que pertenece al Señor".
752 En el lenguaje cristiano, la palabra "Iglesia" designa no sólo la asamblea litúrgica (cfr. I Co 11,
18; 14, 19.28.34.35), sino también la comunidad local (cfr. I Co 1, 2; 16, 1) o toda la comunidad
universal de los creyentes (cfr. ICo 15, 9; Ga 1, 13; Flp 3, 6). Estas tres significaciones son
inseparables de hecho. La "Iglesia" es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de
Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística.
La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo
de Cristo.
Los símbolos de la Iglesia
753 En la Sagrada Escritura encontramos multitud de imágenes y de figuras relacionadas entre sí,
mediante las cuales la revelación habla del Misterio inagotable de la Iglesia. Las imágenes tomadas
del Antiguo Testamento constituyen variaciones de una idea de fondo, la del "Pueblo de Dios". En
el Nuevo Testamento (cfr. Ef 1, 22; Col 1, 18), todas estas imágenes adquieren un nuevo centro por
el hecho de que Cristo viene a ser "la Cabeza" de este Pueblo (cfr. L.G. 9), el cual es desde entonces
su Cuerpo. En torno a este centro se agrupan imágenes "tomadas de la vida de los pastores, de la
agricultura, de la construcción, incluso de la familia y del matrimonio" (L.G. 6).
754 "La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo (Jn 10, 1-1()). Es
también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios, como el mismo anunció (cfr. Is 40, 11; Ez 34,
11-31). Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo
mismo el que sin cesar las guía y alimenta; El, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cfr. Jn 10,
11; I P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cfr. Jn 10,11-15)".
755 "La Iglesia es labranza o campo de Dios (I Co 3. 9). En este campo crece el antiguo olivo cuya
raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de
los gentiles (Rm I 1, 13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mt 21, 33-43 par.; cfr.
Is 5,1-7). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a
nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada (Jn
15, 1-5)".
756 "También muchas veces a la Iglesia se la llama construcción de Dios (I Co 3,9). El Señor mismo
se comparó a la piedra que desecharon los constructores, pero que se convirtió en la piedra
angular (Mt 21, 42 par.; cfr. Hch 4, 11; I P 2,7; Sal 1 18, 22). Los apóstoles construyen la Iglesia
sobre ese fundamento (cfr. I Co 3, 11), que le da solidez y cohesión. Esta construcción recibe
diversos nombres: casa de Dios (I Tm 3, 15) en la que habita su familia; habitación de Dios en el
Espíritu (Ef 2, 19-22), tienda de Dios con los hombres (Ap 21, 3), y sobre todo, templo santo.
Representado en los templos de piedra, los Padres cantan sus alabanzas, y la liturgia, con razón, lo
compara a la ciudad santa, a la nueva Jerusalén. En ella, en efecto, nosotros como piedras vivas
entramos en su construcción en este mundo (cfr. I P 2, 5). San Juan ve en el mundo renovado bajar
del cielo, de junto a Dios, esta ciudad santa arreglada como una esposa embellecida para su esposo
(Ap 21, 1-2)".
757 "La Iglesia que es llamada también "la Jerusalén de arriba" y "madre nuestra" (Ga 4, 26; cfr. Ap
12, 17), y se la describe como la esposa inmaculada del Cordero inmaculado (Ap 19, 7; 21, 2. 9; 22,
17). Cristo 'la amó y se entregó por ella para santificarla' (Ef 5. 25-26): se unió a ella en alianza
indisoluble, 'la alimenta y la cuida' (Ef 5, 29) sin cesar" (L.G 6).
II ORIGEN, FUNDACIÓN Y MISIÓN DE LA IGLESIA.
758 Para penetrar en el Misterio de la Iglesia, conviene primeramente contemplar su origen
dentro del designio de la Santísima Trinidad y su realización progresiva en la historia. Un designio
nacido en el corazón del Padre.
759 "El Padre eterno creó el mundo por una decisión totalmente libre y misteriosa de su sabiduría
y bondad. Decidió elevar a los hombres a la participación de la vida divina" a la cual llama a todos
los hombres en su Hijo:"Dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la santa Iglesia". Esta
"familia de Dios" se constituye y se realiza gradualmente a lo largo de las etapas de la historia
humana, según las disposiciones del Padre: en efecto, la Iglesia ha sido "prefigurada ya desde el
origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua
Alianza; se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del Espíritu y llegará
gloriosamente a su plenitud al final de los siglos" (L.G 2).
La Iglesia, preparada en la Antigua Alianza
761 La reunión del pueblo de Dios comienza en el instante en que el pecado destruye la comunión
de los hombres con Dios y la de los hombres entre sí. La reunión de la Iglesia es por así decirlo la
reacción de Dios al caos provocado por el pecado. Esta reunificación se realiza secretamente en el
seno de todos los pueblos: "En cualquier nación el que le teme a Dios y practica la justicia le es
grato"(Hch 10, 35; cfr. LG 9; 13; 16).
762 La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham,
a quien Dios promete que llegará a ser padre de un gran pueblo (cfr. Gn 12, 2; 15, 5-6). La
preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios (cfr. Ex 19, 5-6; Dt
7, 6). Por su elección, Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones (cfr. Is 2,25; Mi 4, 1-4). Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado
como una prostituta (cfr. Os l; Is 1,2-4; Jr 2).Anuncian, pues, una Alianza nueva y eterna (cfr. Jr
31,31-34; Is 55, 3). "Jesús instituyó esta nueva alianza" (L.G 9).
La Iglesia, instituida por Cristo Jesús
763 Corresponde al Hijo realizar el plan de Salvación de su Padre, en la plenitud de los tiempos;
ese es el motivo de su "misión" (cfr. L.G 3; A.G. 3)."El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio
de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las
Escrituras"(L.G 5). Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la
tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo "presente ya en misterio"(L.G 3).
764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo" (L.G 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino"(ib. (d.). El germen y el comienzo del
Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y
de los que él mismo es el pastor (cfr. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen la verdadera
familia de Jesús (cfr. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no Sólo una nueva
"manera de obrar", sino también una oración propia (cfr. Mt 5-6).
765 El Señor Jesús dotó a su comunidad de una estructura que permanecerá hasta la plena
consumación del Reino. Ante todo está la elección de los Doce con Pedro como su Cabeza (cfr. Mc
3, 1415); puesto que representan a las doce tribus de Israel (cfr. Mt 19, 28; Lc 22, 30), ellos son los
cimientos de la nueva Jerusalén (cfr. Ap 21, 12-14). Los Doce (cfr. Mc 6, 7) y los otros discípulos
(cfr Lc 10, 1-2) participan en la misión de Cristo, en su poder, y también en su suerte (cfr. Mt 10,
25; Jn 15, 20). Con todos estos actos, Cristo prepara y edifica su Iglesia.
766 Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación,
anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la Cruz."El agua y la sangre que brotan
del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (L.G. 3). "Pues
del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (S.C.
5).Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del
corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz (cfr. San Ambrosio, Lc 2, 85-89).
La Iglesia, manifestada por el Espíritu Santo
767 "Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el
Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia" (L.G. 4). Es
entonces cuando "la Iglesia se manifestó públicamente ante la multitud; se inició la difusión del
Evangelio entre los pueblos mediante la predicación" (A.G. 4). Como ella es "convocatoria" de
salvación para todos los hombres, la Iglesia es, por su naturaleza, misionera enviada por Cristo a
todas las naciones para hacer de ellas discípulos suyos (cfr. Mt 28, 19-20; A.G. 2, 5-6).
768 Para realizar su misión, el Espíritu Santo "la construye y dirige con diversos dones jerárquicos
y carismáticos" (L.G 4). "La Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y guardando
fielmente sus mandamientos del amor, la humildad y renuncia, recibe la misión de anunciar y
establecer en todos los pueblos el Reino de Cristo y de Dios. Ella constituye el germen y el
comienzo de este Reino en la tierra" (L.G 5).
La Iglesia consumada en la gloria.
769 La Iglesia "sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo" (L.G 48), cuando Cristo vuelva
glorioso. Hasta ese día, "la Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del
mundo y de los consuelos de Dios" (San Agustín, civ. 18, 51; cfr. L.G 8). Aquí abajo, ella se sabe en
exilio, lejos del Señor (cfr. 2 Co 5, 6; L.G 6), y aspira al advenimiento pleno del Reino, "y espera y
desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria" 2 (L.G 5). La consumación de la
Iglesia en la gloria, y a través de ella la del mundo, no sucederá sin grandes pruebas. Solamente
entonces, "todos los justos desde Adán, 'desde el justo Abel hasta el último de los elegidos' se
reunirán con el Padre en la Iglesia universal" (L.G 2).
III EL MISTERIO DE LA IGLESIA.
770 La Iglesia está en la historia, pero al mismo tiempo la trasciende. Solamente "con los ojos de la
fe" (Catech. R. 1, 10, 20) se puede ver al mismo tiempo en esta realidad visible una realidad
espiritual, portadora de vida divina.
La Iglesia, a la vez visible y espiritual
771 "Cristo, el único Mediador, estableció en este mundo su Iglesia santa, comunidad de fe,
esperanza y amor, como un organismo visible. La mantiene aun sin cesar para comunicar por
medio de ella a todos la verdad y la gracia". La Iglesia es a la vez: "sociedad dotada de órganos
jerárquicos y el Cuerpo Místico de el grupo visible y la comunidad espiritual.
APOSTOLADO.
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
863 Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de San Pedro y de
los apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto
que ella es "enviada" al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes
maneras, tienen parte en este envío. "La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también
vocación al apostolado". Se llama "apostolado" a "toda la actividad del Cuerpo Místico" que tiende
a "propagar el Reino de Cristo por toda la tierra" (A.A. 2).
864 "Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen del apostolado de la Iglesia", es evidente
que la fecundidad del apostolado, tanto el de los ministros ordenados como el de los laicos,
depende de su unión vital con Cristo (cfr. Jn 15, 5; A.A. 4). Según sean las vocaciones, las
interpretaciones de los tiempos, los dones variados del Espíritu Santo, el apostolado toma las
formas más diversas. Pero es siempre la caridad, conseguida sobre todo en la Eucaristía, "que es
como el alma de todo apostolado" (AA 3).
865 La Iglesia es una, santa, católica y apostólica en su identidad profunda y última, porque en ella
existe ya y será consumado al fin de los tiempos "el Reino de los cielos", "el Reino de Dios" (cfr. Ap
19, 6), que ha venido en la persona de Cristo y que crece misteriosamente en el corazón de los que
le son incorporados hasta su plena manifestación escatológica. Entonces todos los hombres
rescatados por él, hechos en el "santos e inmaculados en presencia de Dios en el Amor" (Ef 1, 4),
serán reunidos como el único Pueblo de Dios, "la Esposa del Cordero" (Ap 21, 9), "la Ciudad Santa
que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de Dios" (Ap 21, 10-11); y "la muralla de la
ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero"
(Ap 21, 14).
MARÍA.
Catecismo UNIVERSAL de la Iglesia Católica.
971 "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de la Iglesia
hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano" (MC 56). La Santísima
Virgen "es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y. en efecto, desde los tiempos
más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de 'Madre de Dios', bajo cuya protección
se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades... Este culto, aunque del todo
singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo
mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (L.G 66); encuentra
su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cfr. S.C. 103) y en la oración
mariana, como el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (cfr. Pablo VI, MC 42).
972 Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede
concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su
Misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para
la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con todos los santos" (L.G69),
aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre. Entre tanto,
la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la
Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día
del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en su marcha. Como señal de esperanza cierta y de
consuelo (L.G 68).
Oración a la Virgen María en el cansancio
Madre, vengo del tumulto de la vida. El cansancio me invade todo el cuerpo y sobre todo el alma.
Es tan difícil aceptar con paz todo lo que sucede alrededor de uno durante una Jornada de trabajo
y lucha. Las cosas en las que habíamos depositado tanta ilusión, decepcionan. Las personas a las
que queremos entregar bondad, nos rechazan. Y aquellas otras a las que acudimos en una
necesidad, intentan sacar provecho.
Por eso vengo a Tí, oh Madre, porque dentro de mí camina un niño inseguro. Pero junto a Ti me
siento fuerte y confiado al pensar que tengo una madre como Tú, meda animo. Me sienta apoyado
en tu brazo y guiado por tu mano. De esta manera puedo, con tranquilidad, retomar el camino.
Renuévame por completo para que consiga ver lo hermoso de la vida. Levántame para que pueda
caminar sin miedo. Dame tu mano para que acierte siempre con mi camino. Dame tu bendición,
para que mi presencia sea, en medio de mundo, un signo de tu bendición. Amén.