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TEATRO HASTA EL SIGLO XVI
Apenas hay testimonios teatrales hasta el siglo XV, la única pieza
que conservamos de este periodo es un breve fragmento con el
título Auto de los Reyes Magos que se encontró en la catedral
de Toledo en el Siglo XVIII y que podría datar de finales del siglo
XII o principios del XIII.
En España el Teatro Medieval nació en los templos vinculado a
celebraciones religiosas, escenificando hechos tomados de la
historia sagrada. Estas primitivas obras se realizaban dentro de
las iglesias y plazas de los pueblos. Estas primeras obras religiosas
se llamaron autos.
Simultáneamente hubo un teatro profano que estuvo construido
por los llamados “juegos de escarnio” de los cuales solo queda
el nombre.
TEATRO RENACENTISTA
En la 1ª mitad del s.XVI, tenemos dos tipos de teatro, hecho por
los mismos autores:
EL TEATRO RELIGIOSO:
El teatro de principios del siglo XVI continúa el de los maestros
anteriores, que aún desarrollan su obra. Imita escenas pastoriles
sobre el Nacimiento o la Pasión de Cristo, la adoración de los
Reyes Magos, etc., y cultiva el dialecto sayagués. La aportación
de los dramaturgos del primer Renacimiento al teatro
humanístico consiste en traducciones y adaptaciones de
tragedias y comedias de autores grecolatinos, destinadas a la
lectura de un público minoritario. Como teatro culto, su impacto
social fue muy reducido.
EL TEATRO PROFANO: Toma básicamente como modelos la
comedia latina de Plauto y Terencio y el teatro italiano de la
época (Boccaccio)
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OBRAS DIALOGADAS. Siguiendo la tradición de la Celestina,
aparecen varias comedias en las que se potencia, sobre todo,
la parte obscena y el inframundo de la prostitución. Muchas de
ellas tenían finales felices.
En la 2ª mitad del s.XVI, los dramaturgos se proponen actualizar
el teatro, buscando una expresión dramática más acorde con
los intereses de los nuevos tiempos. Para ello incorporan a sus
obras temas que se retomarían luego en el teatro barroco. Las
obras dramáticas tratan ahora asuntos históricos y novelescos,
mostrando personajes, situaciones y desenlaces dramáticos
sorprendentes. Con la intención de atraer a un público más
amplio lo llevan a la calle, siguiendo el ejemplo de las
compañías italianas de la comedia dell’arte.
Sigue habiendo teatro religioso. Códice de autos viejos. Obras
de Timoneda. Obras de jesuítas (en latín y castellano).¨
El teatro profano y Lope de
Rueda.
LOPE DE RUEDA:
Hablar del teatro popular en la 2ª mitad del s.XVI es hablar del
sevillano Lope de Rueda. Además de autor, fue empresario y
actor. Recorrió con su compañía muchas ciudades y pueblos
de España, alcanzando gran celebridad. Su producción
dramática abarca los géneros de la comedia y el teatro breve.
En este género, el más destacado de su producción teatral, nos
ha dejado los pasos (Las aceitunas, La ciudad de Jauja, La
carátula, Cornudo y contento) , un conjunto de pequeñas
piezas en prosa, de carácter cómico y realista, que se
representaban de manera aislada o en los entreactos de las
comedias. En los pasos, los asuntos, ambientes y personajes son
de raíz popular. La figura del bobo anticipa la del gracioso de la
comedia barroca. Los pasos se hallan en el origen del género
del entremés, que tanto éxito tendrá en el s.XVII con Cervantes.
El teatro de Lope de Rueda refleja la influencia italiana en sus
comedias. Pero sus obras más conocidas son sus pasos, piezas
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teatrales breves de carácter cómico. Los pasos suelen estar
protagonizados por personajes arquetípicos como el bobo o el
criado y representan una acción desligada de la de la comedia
en la que se incluyen. Se trata de un género de carácter
popular porque el autor busca expresiones que agraden a un
público amplio y con las que este se pueda identificar:
aparecen elementos folclóricos en la trama, se emplea un
lenguaje coloquial, etc. Este último es uno de los grandes
aciertos del autor, pues mantiene lo que se conoce como
decoro: sus personajes hablan como les corresponde.
En los pasos de Lope de Rueda suele aparecer el contraste
entre el mundo organizado de la sensatez y el mundo al revés
que concibe el loco o el simple y que desencadena la
comicidad. El bobo es uno de los personajes más
representativos de su obra; este se caracteriza además por ser
indiscreto, glotón y rudo. A menudo, el paso se centra en la
burla que otros personajes hacen de él. Su lenguaje es confuso
y tiende al enredo y al equívoco, lo que supone la base del
chiste.
Tragedias de fin de siglo: Las obras llamadas “tragedias” en esta
época son dispares, muchas de ellas con episodios cómicos.
Con críticas del absolutismo de Felipe II.
Autores: destacan Juan de la Cueva (teatro experimental) y
Cervantes (El trato de Argel y El cerco de Numancia).
TEATRO SIGLOS XVI Y XVII. CORRALES DE COMEDIAS
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Los corrales de comedias
Surgen en 1579 y suponen la estabilización de la
práctica teatral, pues ésta abandona el espacio de la calle
para recluirse en arquitecturas fijas. Los primeros y
principales corrales de Madrid fueron el Corral de la Cruz
y el Corral del Príncipe; ambos recibieron sus nombres de
las calles donde respectivamente estuvieron situados.
Las obras teatrales de la época (llamadas genéricamente
comedias, aunque se trate de dramas, para diferenciarlas
de los Autos Sacramentales) son especialmente apreciadas
en Madrid, Sevilla, Valencia y Barcelona.
Los corrales de comedias persistieron hasta bien entrado
el siglo XVIII, cuando fueron demolidos para edificar los
teatros a la italiana, es decir, inmuebles de arquitectura
renacentista, italianizante que se acomodaron al cambio de
la naturaleza del teatro.
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No fueron arquitecturas construidas con el objeto de ser
teatros; se aprovecharon los patios interiores de las casas
particulares, que, por su disposición, formaban un espacio
cuadrangular rodeado de fachadas interiores con balcones,
rejas y ventanas. El corral de comedias era, pues, un solar
descubierto en cuya cabecera se instalaba un tablado
saliente con tejadillo que contaba con dos o tres accesos al
escenario y dos balcones traseros en diferentes niveles. El
primer nivel era considerado espacio escénico y el
segundo normalmente se utilizaba para las tramoyas.
También en un lateral solía encontrarse una cortina, que
servía para mostrar las apariencias o descubrimientos de
escenas efectistas, si la comedia las tenía.
El amplio espacio frente al tablado se llama patio (de
donde procede la actual denominación de patio de
butacas). En las primeras filas se instalaban bancos sin
respaldo para el público masculino y la parte posterior
quedaba reservada a los mosqueteros, hombres que
asistían de pie a la comedia y que gozaban del privilegio
de gritar, arrojar objetos y hasta reventar la comedia si no
era de su agrado. A los lados del tablado se instalaban
unas tarimas a modo de gradas para los miembros de las
clases más altas. Tras ellas estaban las rejas, balcones y
celosías de las viviendas que constituían los aposentos y
funcionaban a modo de anfiteatros y palcos. Los vecinos
alquilaban estas ventanas a los altos cargos eclesiásticos o
representantes de la aristocracia, lo que les permitía asistir
a las comedias sin mezclarse con las clases bajas y
evitando, además, ser reconocidos.
Detrás de los mosqueteros, en la fachada del fondo
opuesta al escenario y estrictamente separada del patio se
encontraba la cazuela o jaula, el lugar destinado al público
femenino, que era poco culto y extremadamente
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alborotador. Con el fin de aprovechar el espacio la figura
del apretador tenía como misión empujar a las mujeres que
se encontraban en la entrada de la cazuela para que
cupieran más. Junto al espacio destinado a las mujeres
estaban los alojeros, vendedores de frutos secos y aloja
(una bebida popular a base de agua, miel y especias) que
se consumían durante la representación. A principios del
siglo XVII los corrales se municipalizaron, es decir, su
gobierno pasó de manos de las Cofradías que los habían
fundado con fines benéficos, a manos de los
ayuntamientos. Cada municipio nombraba a dos de sus
regidores comisarios de comedias para las pequeñas
decisiones diarias. Aquellos aspectos más importantes
pasaban al Consejo de Castilla, donde se tomaban
determinaciones más trascendentes en nombre del rey.
Los arrendatarios alquilaban los corrales para las
representaciones y se encargaban de localizar a los autores
de comedias (una especie de directores de compañías). El
autor de comedias era una figura de suma importancia. Él
se ocupaba de organizar la temporada teatral, contratar
entre 8, 14 o más actores (profesionalizados desde
mediados del siglo XVI), repartir los papeles, decidir la
escenografía, velar por el estado financiero de la compañía
y, en general, dirigir toda la producción además de, a
menudo, actuar con ella. Los arrendadores solían adelantar
cierta cantidad de dinero al autor de escenográficos de la
puesta en escena.
Igual que en la actualidad, los espectáculos teatrales se
publicitaban. Para ello, la compañía realizaba una pegada
de pasquines o carteles en sitios estratégicos como la
puerta de los propios corrales o los postes de la Plaza
Mayor u otros puntos igualmente concurridos.
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Los precios de las entradas se fijaban de acuerdo a las
condiciones del arrendamiento y su alteración estaba
penada. Tal es así que en 1665 se mandó que en la entrada
de los corrales constase la lista de precios de las diferentes
localidades (taburetes, bancos, banquillos, tarimones...). A
modo orientativo, a principios del siglo XVII, una entrada
costaba una quinta parte del sueldo diario de un obrador o,
lo que es lo mismo, 20 maravedíes para un jornalero cuyo
sueldo medio era de 162 maravedíes.
Puesto que no existía el concepto de billete de entrada, el
acceso al interior del corral resultaba complicado. En el
momento de entrar se efectuaba el pago de una cantidad
común y luego al sentarse se abonaba la diferencia según
el lugar ocupado. Por el orden y el cobro velaban los
alguaciles de comedias, oficiales de rango menor que
asistían a todas las representaciones.
Las comedias tenían una duración de tres horas y
comenzaban a las dos de la tarde los cuatro meses de
invierno, a las tres los cuatro de primavera y a las cuatro
los días de verano, pues era fundamental aprovechar la luz
del día, así como las horas más templadas cuando el frío
arreciaba y las más frescas cuando el calor era intenso. La
temporada teatral se iniciaba en Pascua e iba hasta
Carnaval o Carnestolendas del año siguiente, dejando sin
actividad la Cuaresma, época que las compañías dedicaban
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a la adquisición y estudio de nuevas comedias. Se cerraba
desde el Miércoles de Ceniza hasta la Pascua de
resurrección, aunque para no privar completamente al
público de diversión suelen organizarse funciones de
títeres. La temporada de verano era más floja debido a las
altas temperaturas. Sin embargo, las comedias que
comenzaron representándose sólo los días de fiesta,
pasaron enseguida a ocupar jueves y domingos, y ya en
tiempos de Felipe IV la demanda obligó a la
representación diaria con un estreno casi diario también. A
pesar de esta frecuencia, los llenos dificultaban la
posibilidad de acceso al corral. La popularidad de las
comedias y la enorme asiduidad de toda clase de gentes a
los corrales generó una ingente cantidad de obras y autores
de comedias, y provocó que aquellas obras que no habían
sido concebidas para los corrales, como los autos
sacramentales y las obras palaciegas, acabaran
adaptándose para ser representados en ellos.
En caso de que el espectáculo no guste al público, éste
no tiene el menor reparo en silbar a los cómicos, o
arrojarles frutas u objetos, llegando incluso a evadir la
escena para lo que, pasan previamente por encima de los
doctos y atribulados intelectuales de los bancos. Los
espectadores del patio (llamados Infantería porque están
de pie) también pueden intentar asaltar la escena porque
determinada comedianta los entusiasme demasiado, o
porque les haya gustado tanto la obra que quieran sacar a
hombros los actores. Para que esto no se produzca con
excesiva frecuencia los comediantes suelen tutelarse con
Cofradías o Hermandades Religiosas, cuyos miembros, a
cambio de una parte de los beneficios, ejercen de guardias
de seguridad durante la función.
Según la norma de implantada por Lope de Vega, el
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espectáculo empieza con una loa, un pequeño poema en el
que el recitador se congracia con el público elogiando la
belleza de la ciudad, al mismo tiempo que recita la
introducción de la obra que se va a representar,
presentando a los personajes y explicando su situación. La
comedia en sí consta de tres jornadas (actos).
Entre el primer y el segundo acto, para distraer al
público, mientras se cambian los decorados, se representa
un entremés, pieza cómica de una media hora de duración,
en la que intervienen a lo sumo dos o tres personajes y que
suele tratar sobre temas de actualidad. Muchas veces son
improvisados a partir de los chismorreos de los
Mentideros.
Durante el segundo entreacto se hace un baile, a menudo
de carácter exótico. Los bailarines van vestidos de indios,
turcos, pastores griegos, etc. La música se hace con
vihuelas, tamboriles, sonajas y arpas, y se cantan coplas
referentes al argumento. El baile es muy celebrado entre la
Infantería, pues les permite entrever las piernas de las
bailarinas.
Tras la última jornada de la obra se puede rematar el
espectáculo con otro entremés, aunque lo más frecuente es
representar una jácara o una mojiganca. La jácara es una
representación parecida al entremés pero en la que los
actores hacen el papel de pícaros o rufianes, y que se
interpreta en el llamado lenguaje de germanía (argot
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propio de las gentes del hampa-conjunto de maleantes, los
cuales, unidos en una especie de sociedad, cometían robos
y otros desafueros). Una mojiganga, por el contrario, no es
una forma de representación teatral, sino un desfile de
personajes disfrazados grotescamente con motes colgados
de sus espaldas.
En vida de Calderón, estos característicos corrales de
comedias concentraron una actividad teatral tan
importante que en Europa sólo fue equiparable a la
italiana.
Imágenes del Corral de Comedias de Almagro