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Antibióticos: una historia de esfuerzos y casualidades
( Publicado en Revista Creces, Junio 1990 )
¿Cuál fue el primer antibiótico que se usó y quien fue su descubridor? Científicos reunidos
en la Universidad de Rockefeller indican que -contrariamente a lo que comúnmente se
piensa- la respuesta es: la gramicidina y Pierre Dubos ¿Y la penicilina? ¿Y Alexander
Fleming?.
¿Cuál es el valor de la historia de la ciencia para el desarrollo de la investigación científica?
Preguntarse eso es equivalente a preguntarse por el valor de la historia en general. Se
supone a menudo que la ciencia es un proceso automático aunque en realidad se beneficie
de una inmensa diversidad y riqueza de estilos, personalidades y aproximaciones. Esto se
puede ilustrar cuando se analiza la historia del desarrollo de los antibióticos por ejemplo.
Ante la pregunta ¿cuál fue el primer antibiótico que se usó clínicamente y quién fue su
descubridor? Lo más probable es que la respuesta de la gran mayoría sea que la penicilina
y Alexander Fleming. La respuesta correcta sin embargo es la gramicidina y René Dubos.
Las cosas en su lugar
En octubre de 1989 se realizó en la Universidad de Rockefeller un simposio para
conmemorar los 50 años del descubrimiento de la gramicidina. Uno de los organizadores Carol Moberg- definió un objetivo adicional: corregir cierta inclinación atribuida a los
británicos en la historia de los antibióticos ya que generalmente se le da todo el crédito del
descubrimiento de los antibióticos a Fleming, por su trayectoria con la penicilina pero esto
no es correcto como veremos.
La historia de la penicilina -tal como fue narrada en el simposio por Norman Healey, de la
Universidad de Oxford- es bien sabida. Un día del verano de 1928 Alexander Fleming dejó
su laboratorio del St. Mary Hospital en Londres para ir de vacaciones. En su ausencia una
espora que flotaba en el aire cayó en una de las distintas placas de incubación
abandonadas, originándose una colonia circular de moho. Al regreso, Fleming descartó el
lote de placas contaminadas. Sin embargo, la fortuna hizo que -para ilustrar un punto en
una conversación con un colega- tomara una placa contaminada con una colonia circular
del hongo y se percatara de que las colonias de estafilococo de la placa sufrían lisis
(ruptura) en el área alrededor del moho. Denominó al hongo ""penicilina"", pero en rigor
no lo identificó bien, no comprendió sus propiedades y nunca consiguió aislarlo. Los
esfuerzos realizados con posterioridad con el fin de reproducir el fenómeno, revelaron la
magnitud de la casualidad que lo produjo, ya que se requiere de condiciones muy
específicas para lograr un resultado similar.
Al poco tiempo Fleming perdió interés en la penicilina y no publicó nada al respecto hasta
1931 Hasta mediados de 1930 nadie pensaba que la penicilina tuviese algún valor
práctico. Más tarde, Horvard Florey y Ernst Chain, se interesaron en el asunto y
descubrieron su valor como antibiótico. Luego las compañías farmacéuticas y los gobiernos
aprovecharon el descubrimiento, consiguiendo estabilizar el producto y expandir su
producción durante la Segunda Guerra Mundial. Finalmente la penicilina llegó a ser un
agente terapéutico irremplazable.
Este es un ejemplo clásico de cómo la ciencia combina a menudo la buena fortuna con el
trabajo esforzado. Al respecto vale la pena recordar la expresión de Pasteur: ""La fortuna
favorece a la mente entrenada"". La vida y los logros de Dubos también estuvieron
marcados por una combinación de buena suerte y preparación.
Dubos nació en una pequeña ciudad en las afueras de París y estudió en el lnstituto
Nacional de Agronomía, debido principalmente a que un ataque de fiebre reumática le
impidió dar los exámenes de ingreso a otras universidades. En 1924 se embarcó rumbo a
EE.UU. y durante el viaje conoció al bacteriólogo Selman Waksman quien lo convenció de
que ingresara a la Universidad de Rutgers como estudiante graduado.
En el intertanto un articulo del microbiólogo de suelos ruso Sergei Winogradsky, había
convencido a Dubos de que los microorganismos se pueden estudiar mejor en un ambiente
en el que expresen sus complicadas interacciones con el medio, que aislados en el
laboratorio. Este enfoque determinó casi todo su trabajo experimental y lo llevó a
desarrollar técnicas de manipulación del suelo que le permitieron aislar microbios
apropiados para casi cualquier propósito.
Otro hecho fortuito lo llevó al entonces llamado Instituto Rockefeller para Estudios
Médicos. Mientras visitaba a un colega francés en el Instituto, Dubos conoció al eminente
bacteriólogo Ostwald Avery, y ambos simpatizaron de inmediato. Dubos le relató sus
técnicas para aislar microbios del suelo mientras que Avery le contó de su interés en
descubrir microbios que disolvieran la cubierta de polisacárido del mortal neumococo tipo
III. Lo que hacía tan peligroso al neumococo era precisamente el hecho de que la cubierta
de polisacárido no era disuelta por las defensas del huésped. Dubos concluyó que tal
bacteria debía existir, o de otro modo el polisacárido se habría acumulado en forma
permanente en la naturaleza. Tan confiado estaba en sus técnicas que le aseguró a Avery
que él podría encontrarlo.
Avery ofreció al entonces joven de 26 años un trabajo en el Instituto Rockefeller. En tres
años Dubos descubrió el microbio deseado en una muestra de suelo pantanoso de
arándano de Nueva Jersey, y extrajo una enzima que disolvía la cubierta. Esta enzima no
era propiamente un antibiótico ya que no mataba a la bacteria, sino que le extraía la
cubierta permitiendo así que las defensas del huésped hicieran el resto. La preparación fue
tan efectiva que incluso permitió curar ratones de laboratorio infectados con neumonía.
Aunque la enzima no se uso en humanos dado que las sulfas, drogas químicas
desarrolladas en esa época, eran más eficientes, el trabajo de Dubos fue un despliegue
sorprendente del potencial encerrado en el estudio sistemático de las técnicas
microbiológicas como una aproximación racional a la quimioterapia. En otras palabras,
Dubos estableció la escena para la exploración de la naturaleza como una fuente de
antibióticos. Mostró como buscar en la naturaleza productos antibióticos, definiendo qué es
lo que se espera encontrar diseñando los sistemas de prueba para revelar su presencia.
Durante la década del 30, Dubos refinó y extendió sus métodos de manipulación del suelo,
buscando descubrir microbios que digirieran totalmente a bacterias. En febrero de 1939
publicó su primer informe del aislamiento del microbio Bacillis brevis, que ataca a
bacterias; este bacterio produce la sustancia química tirotricina, compuesto formado por
los polipéptidos tirocideno y gramicidina; este último mostró un efecto protector de
infecciones en los animales.
Hasta entonces, los agentes terapéuticos se basaban casi todos en productos venenosos
como arsénico, mercurio, fenoles y otros semejantes, a los que los investigadores médicos
intentaban transformar en ""balas mágica"" para atacar las enfermedades, mediante
sustitución de grupos químicos que los hicieron menos tóxicos para el huésped. La
gramicidina era diferente, porque suponía procesos naturales iniciados por una bacteria
con especificidad suficiente para ser tóxico para un tipo de célula y no para la mayoría de
las otras. Tal como dijo uno de los relatores del simposio, ""Fue el primer principio
antibacteriano que resultó de una búsqueda deliberada y sistemática de principios
antagónicos entre microorganismos del suelo"". Cuando Florey y Chain -quienes habían
estado preparando un estudio puramente académico sobre mecanismos microbiológicosleyeron el trabajo de Dubos, no sólo apreciaron la importancia de las técnicas sistemáticas
para estudiar microorganismos tales como la penicilina, sino también advirtieron el
potencial quimioterapéutico.
La gramicidina era muy tóxica para su uso sistemático en humanos, pero se usó
exitosamente en animales para defenderlos de grandes dosis de organismos patógenos
gram positivos como neumococos, estafilococos y estreptococos. De hecho, durante la
exhibición de ganado vacuno en la Feria Mundial de 1939, la gramicidina salvó la
exposición al reemplazar las sulfas en el tratamiento de la mastitis que desarrolló la
famosa ""Elsie"".
Entre las intervenciones más celebradas del Simposio se contó la de Sir Edward P.
Abraham, quien purificó y determinó la estructura de la penicilina, como miembro del
grupo de Florey. Según su relato, el trabajo inicial de Florey y Chain fue de interés
puramente académico: ""Nunca se nos paso por la mente la posibilidad de ayudar a la
humanidad sufriente"", habría dicho Florey al recordar esa época. Los esfuerzos
posteriores para desarrollar la penicilina se basaron en una evidencia muy débil -una
prueba de toxicidad en roedores y una prueba clínica en seis sujetos (dos de los cuales
murieron)- lo que sugiere que sin duda la penicilina habría sido rechazada si en ese
entonces estuvieran en uso las regulaciones promulgadas posteriormente por el Comité
Británico para la Seguridad en Medicina. De nuevo, ¿cuánto habrá contribuido al desarrollo
de la penicilina el hecho de que en 1941 no existieran tales regulaciones?
Otros relatores del simposio mencionaron los trabajos ecológicos de Dubos, que incluyeron
el célebre El hombre, un animal, por el cual ganó el premio Pulitzer en 1969. Como dijo
Joshua Lederberg, presidente de la Universidad Rockefeller, Dubos fue el primer científico
penetrante que tuvo un sentido de la necesidad de una aproximación humanística a los
límites de la ciencia y a las consecuencias de la innovación científica.
A.M. Pinto
Artículo extraído de CRECES EDUCACIÓN - www.creces.cl