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OPINION: La
crisis de Ucrania vista desde la economía
“En EE.UU. y Europa Occidental, la discusión se centra en impedir que Vladimir Putin siga
expandiendo el territorio ruso. Por el momento, la estrategia de Occidente parece
destinada a más fracasos; sólo un vuelco considerable en la estrategia económica por
parte del gobierno ucraniano posiblemente marque una diferencia. Es poco probable que
dar o prestar mucho dinero a Ucrania ayude, y tal vez hasta resulte contraproducente”.
Llenar a Ucrania de créditos del FMI no bastará para poner coto a la expansión de Rusia,
sostienen los columnistas. Por (C) THE NEW YORK TIMES - PETER BOONE - SIMON
JOHNSON
El fracaso económico de Ucrania en los últimos 20 años es pasmoso. Cuando desapareció la Unión
Soviética en 1991, el PBI per cápita de Ucrania era superior al de Rumania, algo mayor que el de
Polonia, y un 30% inferior al de Rusia. Hoy, Polonia y Rumania duplican el ingreso per cápita
ucraniano; Rusia casi lo triplica.
Eso refleja en parte la falta de recursos naturales, pero también gobernantes que se llenaron los
bolsillos en vez de dedicarse al crecimiento. La Revolución Naranja de 2004 llevó a Viktor Yushchenko
a la presidencia, después de más de una década de corrupción, pero este episodio resultó una gran
desilusión. Los años siguientes, de Yanukovych en el poder, fueron aún peores.
La situación económica de Ucrania se tornó más desesperante en el último tiempo. Si Ucrania paga
sus cuentas, el monto necesario en los próximos dos años para afrontar los pagos de deuda y para
cubrir el déficit presupuestario en su trayectoria actual asciende a unos US$40.000 millones. Estas
cuentas crecen a diario con las graves alteraciones debidas a la pérdida de Crimea, la constante
inestabilidad en el este del país y el no pago de los envíos de gas de Rusia. Como consecuencia del
apoyo férreo de Occidente al actual gobierno de Kiev, muchos ucranianos esperan una ayuda
significativa y generosa para sacar al país de esta crisis.
Las acciones diplomáticas de Occidente en los últimos meses han sido un fiasco para Ucrania y
vecinos. Los diplomáticos aprobaron abiertamente el cambio hacia un gobierno anti ruso en Kiev, y
celebraron la salida del presidente pro ruso Viktor Yanukovych. A todos nos alegra la caída de algunos
políticos muy corruptos; sin embargo, en medio de todas estas intrigas, algunos diplomáticos y medios
periodísticos perdieron de vista el partido final con Rusia.
Sin una amenaza militar creíble y con una falta de disposición de los políticos para infligir dolor con la
aplicación de sanciones contra Rusia similares a las impuestas contra Irán, los políticos de Occidente
resultan inoperantes. Los alemanes no quieren alterar el suministro de gas de Rusia, los británicos no
quieren perder su condición de refugio financiero y los estadounidenses temen represalias contra sus
empresas con gran exposición en Rusia (como PepsiCo, Exxon o Citigroup).
Mediante una serie de pasos que parecen haber sido planeados cuidadosamente, Putin se apoderó de
Crimea, obtuvo enorme apoyo popular en Rusia y en gran parte de Crimea, y dejó a Occidente con la
responsabilidad financiera por el resto de Ucrania.
No hay duda de que Rusia pretende anexarse más porciones de Ucrania. La intervención militar rusa
es posible, pero la estrategia con Crimea ha resultado mucho más fácil. Putin puede ser paciente. Si el
este y el sur de Ucrania siguen trastabillando mientras Rusia aumenta su riqueza, es sólo cuestión de
tiempo para que surjan grandes movimientos separatistas en estas regiones.
Rusia hará de Crimea un éxito como ejemplo para otros: jubilaciones, sueldos estatales y otros
ingresos pueden duplicarse para alcanzar los promedios de Rusia. Los procesos de debates y
referéndums en Quebec, Escocia, Cataluña, y otras regiones, todos apuntan a caminos democráticos
viables de salida que Rusia puede fomentar.
Una Ucrania estable, con una economía a la altura de la de sus vecinos, es la mejor defensa contra la
desintegración. Existe una posibilidad de mantener a Ucrania unida con sus fronteras actuales (menos
Crimea), pero haría falta un cambio abrupto en la estrategia económica ucraniana, algo muy difícil de
realizar con tantos resortes del poder en manos de la elite política consolidada y enquistada.
Rusia controla muchos de los resortes para el éxito de Ucrania. Es su principal socio comercial.
Ucrania está muy endeudada con Rusia y depende de ella para la mayoría de su energía. Rusia
estuvo vendiendo gas a Ucrania a bajo precio. Y Rusia tiene una notable capacidad de promover
intrigas políticas e inestabilidad generalizada. En suma, si Ucrania no logra normalizar las relaciones
con Rusia, hay poca esperanza de crecimiento.
A diferencia de la influencia rusa, la capacidad de Occidente para determinar el éxito de Ucrania es
muy limitada. La idea de que el FMI otorgue a Ucrania un fuerte préstamo así como otras ayudas
financieras externas no van a ayudar mucho y quizás empeoren las cosas. Dada la situación financiera
de Ucrania, ese dinero podría ser malgastado antes de que el país mejore –como tarde o temprano
hará– las relaciones con Rusia.
Una mayor integración de Ucrania con Europa, a través de la UE, podría sentar un marco institucional
más apropiado para el crecimiento. La posibilidad de un acuerdo de asociación como ése es una de
las razones que movieron a Rusia a ejercer más presión. Sin embargo, un pacto comercial no resuelve
la corrupción en Ucrania, y cualquier éxito sigue dependiendo de la cooperación rusa. La Unión
Europea necesita estrechar relaciones con Rusia todo lo posible, pero lo de Crimea es un obstáculo.
Algo que Ucrania podría hacer es combatir todas las formas de corrupción. Pero para tomar las
medidas se necesita legitimidad política a través de nuevas elecciones presidenciales y
parlamentarias. Para un pacto con la Unión Europea, un plan del FMI y una lucha en gran escala
contra la corrupción hace falta un gobierno que pueda contraer compromisos a largo plazo y demostrar
fortaleza política. El gobierno actual fue elegido tras violentos choques callejeros y desde un principio
reveló una posición anti rusa reñida con mantener la nación unificada y con armonizar las relaciones
con Rusia.