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ANTROPOLOGÍA DE LA ANIQUILACIÓN O LA
RESURRECCIÓN
Ciertamente, ante la cuestión de la finitud de la existencia o la muerte
son posibles varias respuestas fundamentales: aniquilación,
resurrección y reencarnación. Existen más posibilidades y variaciones
acerca de lo que sucede tras la vida pero lo esencial es el análisis
riguroso, preciso y profundo de las mismas. Desde mi planteamiento
estoy convencido de que la transmigración es excesivamente artificial y
contradice los más elementales esquemas lógicos y ontológicos. Como
escribe el teólogo H. Vorgrimler de un modo muy explícito y expresivo:
«Es insostenible la suposición de que una princesa egipcia anterior a la
era cristiana empiece en nuestro siglo una vida nueva en la región del
Rhur, o que un clérigo de Westfalia sea un asno tunecino en su
próximo grado de purificación.» A diferencia de lo que considera Lain
Entralgo pienso que la aniquilación o la resurrección no son dos
opciones con la misma fuerza racional ante una antropología de la
mortalidad que pretende ser argumentativa y coherente en todos sus
análisis. Estimo que desde una perspectiva científica y experimental
posee más potencia explicativa y argumental la aniquilación frente a la
otra alternativa. Independientemente de la plena libertad de los
individuos para estar de acuerdo o creer también de un modo
inequívoco en la resurrección.
De todas formas, me parece que un planteamiento dicotómico y
excluyente de las dos posiciones ante la muerte pueden ser superadas
desde un enfoque que las trascienda desde la propia vida. Si se
reafirma la plenitud de los instantes vitales se produce una sensación
de eternidad o de completitud que no es la expresión de una
temporalidad simplemente acumulativa e imilitada. Lo que da origen
a una nueva antropología del ser humano que destaca por la
transformación de lo eterno en lo vivido o vivenciado como
representación repetida en lo fundamental o esencial por las diversas
generaciones a lo largo del tiempo.
El propio Laín Entralgo escribe: «Pienso que la tesis de la aniquilación
tiene mayor razonabilidad cosmológica: dentro de lo que sabemos
acerca de la evolución del cosmos, la idea de la muerte es pura y
simplemente la reincorporación de la materia individual a la total
dinámica del universo, parece ser la más aceptable». Considero que es
lo más plausible desde una interpretación racional de la realidad.
Porque si se reflexiona sobre la pervivencia del alma o del pensamiento
es cierto que parece lo más adecuado para el logro de una plenitud
ontológica que supere la limitación temporal de la existencia humana
en este mundo. Además es indudable, a mi juicio, que toda
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antropología y con mayor razón la relativa a la cuestión de la
aniquilación o la resurrección consiste en reflexiones y análisis que
pueden ser abordados desde una perspectiva metafísica,
fenomenológica, hermenéutica y religiosa en función de los motivos
epistemológicos de cada pensador.
Como escribe Laín Entralgo el propio Jesús aunque afirma claramente
y de modo rotundo la resurrección no explicita de forma detallada y
precisa como será la auténtica realidad de esa vida supraempírica: «En
su disputa con los saduceos se limita a decir que “cuando resuciten de
entre los muertos ni los hombres se casarán, ni las mujeres se darán en
matrimonio, sino que serán como ángeles en el cielo”; esto es, no
necesitarán tener descendencia y serán inmortales. La vida de los
resucitados no será la simple continuación de la vida actual; será algo
esencialmente distinto de ella, aunque misteriosamente la asuma». Este
planteamiento de Jesús de Nazaret, en mi opinión, deja innumerables
líneas interpretativas abiertas ya que es la plasmación de una intención
divinizadora de la esencia humana expresada en los individuos que
participan en cierta forma de una vida divina que no se parecerá a la
terrena del mundo empírico. De hecho y a diferencia de lo que sostiene
la filosofía platónica la muerte no supone para Jesús y San Pablo la
separación de un alma inmortal y un cuerpo corruptible sino produce
otro fenómeno que trasciende las limitaciones físicas de la realidad
humana en este mundo.
En contraste con este planteamiento espiritual de los que dieron origen
al cristianismo las reflexiones contemporáneas desde diversas
corrientes filosóficas al tomar en consideración los conocimientos de
las ciencias poseen un campo de valoraciones y análisis más amplio,
profundo y riguroso.
Ciertamente, como también dice Laín Entralgo respecto a Zubiri:
«acabó pensando y afirmando que la psique es por naturaleza mortal y
no inmortal, de modo que con la muerte acaba todo en el hombre o
acaba el hombre del todo». Lo que pone de manifiesto que desde la
ciencia está claro lo que sucede con la muerte aunque el deseo de
inmortalidad es un deseo natural del ser humano que no quiere
desaparecer en la nada o el no ser más absoluto y radical. Algo que
expuso magníficamente Unamuno en El sentimiento trágico de la vida
y en otras obras y escritos. Para Zubiri lo que sobrevive o se recrea es
la sustantividad humana entera o lo que es lo mismo el hombre y no el
alma. Además como reitera Laín: «Lo que si sostenía Zubiri, pero ya
como creyente cristiano y como teólogo, es que también todo el hombre
resucita, si merece esta gracia de Dios por la promesa de Jesús…». El
gran problema es entender la acción recreadora o resurreccional de la
divinidad respecto al ser humano. Evidentemente es algo que forma
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parte del misterio del cristianismo y en general de las creencias
espirituales o religiosas que afirman la inmortalidad. La posible
deiformación de la existencia humana en el mundo empírico es una de
las alternativas que propicia, a mi juicio, una divinización de la
realidad vivida por los seres humanos en un sentido similar al
propuesto por la filosofía zubiriana.
Además como escribe Laín Entralgo en relación con una explicitación
más precisa de la significación posible de la superación de la muerte:
«Resurrección del cuerpo-ha escrito el teólogo W. Breuning- significa
que el hombre ante Dios no sólo reencuentra su último instante, sino
toda su historia». Quizás es una forma de revelación cognoscitiva que
supera las categorías temporales de un modo que es incognoscible
desde la limitada inteligencia humana en comparación con la divina.
Estas cuestiones de la pervivencia después de la muerte han sido objeto
de innumerables especulaciones a lo largo de la historia del
pensamiento fundamentalmente por causa de ser creencias, y no algo
evidenciable por los sentidos. Por tanto, como indica Laín no es
extraño que las dudas o la incertidumbre estuviesen presentes incluso
en algún gran pensador: «Cuentan que San Alberto Magno, un santo
de la cristianísima Edad Media, no del secularizado y desgarrado
tiempo actual, solía preguntarse en su vejez: Numquid durabo?, “ ¿Es
que voy a perdurar? ”». Aunque es cierto que las creencias religiosas
pueden superar las dudas especulativas de la inteligencia razonadora
acerca de la existencia supramundana.
En conclusión, desde mi reflexión considero que es factible la
elaboración de una antropología de la muerte pero unida a lo que
representa la propia vida. Quizás la forma de lograr una superación
positiva y gratificante del hecho inevitable del morir es la deiformación
de lo real que es una vía de acceso a lo divino que es el fundamento
último de todo. La intensificación y plenificación de la existencia por
parte de los seres humanos es un trayecto de recreación resurreccional
que se proyecta en este mundo al menos. Y si bien no es en sentido
estricto y riguroso un modo de inmortalidad y pervivencia nos
aproxima a algo relativamente parecido. Estimo que lo más deseable
sería que desapareciera este dualismo entre la aniquilación o la
resurrección, pero es extremadamente difícil por numerosas razones
desde un planteamiento que se fundamente en argumentos y juicios
profundos. Ante el avance de las ciencias que se dedican a investigar el
cerebro, y también de otras disciplinas relacionadas con la
computación y la inteligencia artificial se abren en el presente y en el
futuro posibilidades nuevas que también investiga la filosofía de la
mente y la psicología cognitiva. En cualquier caso, existen límites éticos
desde la perspectiva de la Bioética actual que pueden ser objeto de
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análisis y discusión por parte de los investigadores. Ya que los nuevos
descubrimientos y aplicaciones para extender la consciencia humana
después de la muerte de una forma artificial a través de nuevos
sistemas neuronales u otras complejas técnicas que imiten la
identidad consciente de cada individuo plantean serias dudas ante su
realizabilidad en un futuro, y sobre todo respecto a sus consecuencias
éticas en relación con la dignidad humana y el respeto a una existencia
natural en este mundo.
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