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TEMA 11. El teatro español posterior a 1936: tendencias, rasgos
principales, autores y obras más significativas.
1. ORIENTACIONES DRAMÁTICAS
En los años de posguerra, la escena española estuvo dominada por un teatro “nacional”,
al servicio de la dictadura. Las dos líneas que triunfaban en los escenarios (la comedia
burguesa y el teatro de humor) tenían como rasgo común la evasión de la realidad de la
época. Mientras, los dramaturgos exiliados continuaron su producción fuera de España.
A finales de los años cuarenta irrumpió el teatro realista, de denuncia de la realidad.
El detonante fue el estreno, en 1949, de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo,
y la tendencia quedó confirmada con la puesta en escena, en 1952, de Escuadra hacia la
muerte, de Alfonso Sastre.
Desde mediados del siglo XX surgieron orientaciones dramáticas innovadoras tanto en
lo formal como en el contenido de las obras: en los años cincuenta, el teatro de vanguardia,
y en los sesenta, el teatro simbolista. Ambos tuvieron grandes dificultades para la puesta en
escena de las obras en la España franquista. En los años sesenta, el teatro que
verdaderamente triunfaba en los escenarios era un teatro evasivo, heredero de la comedia
burguesa. A finales de esa misma década, surgieron los primeros grupos de teatro
independiente, muchos de los cuales entraron en los circuitos del teatro comercial.
Las últimas dramaturgias, surgidas desde 1975, se inclinan por un teatro de temas
contemporáneos, de estética básicamente realista y de una moderada renovación formal.
2. TEATRO INMOVILISTA
2.1.
La comedia burguesa
Se caracteriza por la perfecta construcción de las obras y por su intrascendencia, con
dosis de humor, ternura y amabilidad. Sobresale el tema del amor para exaltar la familia, el
matrimonio, el hogar... Persigue fines moralizadores. Sus personajes, como la mayor parte de
su público, pertenecen a la burguesía. En esta línea destacan José Mª Pemán, Luca de Tena y
Edgard Neville, con El baile. En los años sesenta triunfó el teatro representado por la nueva
comedia burguesa, inmovilista, que repite esquemas del pasado. Son autores representativos
de esta tendencia, Alfonso Paso con Los pobrecitos y Jaime de Armiñán.
2.2.
El teatro de humor
En los años de posguerra floreció el teatro de humor, alejado de la realidad inmediata y
con tintes absurdos, con dos importantes autores: Jardiel Poncela y Miguel Mihura.
La producción teatral de Jardiel se caracteriza por la incorporación de lo inverosímil,
con ingredientes de locura y de misterio. Los personajes pertenecen a la burguesía y aparece
con frecuencia el esquema criado / amo. Representan una sociedad feliz, cuyos objetivos son
el amor y el dinero. Destacan, de entre sus obras, Eloísa está debajo de un almendro y Cuatro
corazones con freno y marcha atrás.
La producción de Mihura no pretende reflejar, sino idealizar la vida por medio del
triunfo de la bondad y de la ternura. Su humor es producto de la asociación inverosímil de
elementos, de la exageración y de la distorsión de la causalidad lógica. Su obra más
representativa, estrenada en 1952, es Tres sombreros de copa.
3. TEATRO INNOVADOR
Frente a las propuestas anteriores, aparecen a partir de los años 50 obras innovadoras y
comprometidas con la realidad social. Las tendencias que las definen son similares a las que
se desarrollan en narrativa y en poesía: teatro existencial, social y experimental.
3.1.
Teatro existencial y social
Propone una meditación sobre el sentido de la vida, sobre la condición humana. En
1953, el TEU (Teatro Español Universitario) montó Escuadra hacia la muerte de Alfonso
Sastre, donde se pone de relieve la inexistencia de libertad y lo absurdo de la vida. Sastre,
cuando no fue mal entendido, fue ignorado.
Antonio Buero Vallejo eligió una vía más posibilista: la crítica sutil en lugar de la
confrontación directa. Sus obras giran en torno al deseo de realización humana (búsqueda de
la felicidad, verdad, libertad) obstaculizada por el mundo concreto en que el hombre vive, en
un plano existencial y social. En la ardiente oscuridad, por ejemplo, la ceguera deviene
símbolo de las limitaciones del hombre y, como todo el teatro de Buero plantea una serie de
interrogantes: ¿el hombre debe aceptar sus limitaciones o rebelarse aunque sea imposible
superarlas? ¿Es preferible la verdad o la felicidad basada en la ignorancia? En Historia de una
escalera (1949) se entrecruzan, como en La colmena de Cela en narrativa, el plano existencial
con el social: las limitaciones del hombre no sólo dependen de su falta de voluntad sino
también del medio social, injusto y opresivo que niega la libertad.
En esta línea de teatro social de los 60 cabe también mencionar las producciones
dramáticas de Lauro Olmo con La camisa; Carlos Muñiz y Martín Recuerda, quien en Las
salvajes en Puente San Gil aborda la problemática de la brutalidad de unos aldeanos
instigados por fuerzas retrógradas, para mostrar la injusticia social y la alienación.
3.2.
Teatro experimental
A finales de los 60 y principios de los 70, se observa una voluntad de superar el
realismo social, de la misma manera que ocurría en la narrativa y en la poesía. A esta
tendencia que asimila las nuevas corrientes europeas (teatro del absurdo, Brecht, teatro de la
crueldad...) se la conoce como teatro experimental. Antonio Buero Vallejo anuncia el inicio
de esta tendencia con El tragaluz (1967) y aporta posteriormente La fundación (1974), obras
que recogen temas existenciales y sociales, pero que superan la estética del realismo, gracias
a la dimensión simbólica de los elementos escénicos (elementos que pueblan el espacio de
La Fundación y que paulatinamente desaparecen) y a los efectos de inmersión: el ruido del
tren en El tragaluz y la adopción del punto de vista de Tomás en La Fundación. En todas sus
obras aparece un enfoque ético: la libertad va unida a la responsabilidad, la tragedia se
desencadena por una trasgresión moral. Por ejemplo, Max decide delatar a sus compañeros en
La Fundación; Vicente, en El tragaluz, decide subirse al tren, anteponiendo el egoísmo a la
solidaridad.
Dentro de este teatro experimental, se suele distinguir un teatro vanguardista, heredero
del teatro del absurdo y del teatro de la crueldad. Destacan dos autores: Fernando Arrabal
con El cementerio de automóviles y Francisco Nieva con Pelo de tormenta; además de los
grupos de teatro independiente, quienes rechazan el espectáculo conservador mediante la
elaboración de una estética peculiar: “Els Joglars”, “Els Comediants”, el TEI…
Fuera del panorama teatral de la posguerra, cabe hacer una reseña del teatro de los 80.
Hay, como en poesía y en narrativa, una pluralidad de tendencias, aunque predomina una
línea de realismo depurado: Las bicicletas son para el verano (1982) de Fernando Fernán
Gómez; Bajarse al moro de J. Luis Alonso de Santos.