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Fragmento de tesis Titulo
de tesis: Capital moral y prácticas
económicas en la vida social de las clases populares. Un
estudio socio-antropológico en el partido de La Matanza.
(EHESS/UBA)
Ariel Wilkis
“Nuestros contemporáneos no admiten todavía sin resistencia que la realidad moral, como
todas las realidades, sean abandonadas a las disputas de los hombres” (E. Durkheim La
determination du fait moral, p. 70)
Capítulo Introductorio
En el año 2003 participé en la realización de un censo en un “asentamiento”
localizado en el partido de La Matanza, al Oeste del conurbano de la provincia de
Buenos Aires. En el contexto más profundo de la crisis económica y social que
experimentó la Argentina a comienzos de siglo, los indicadores producidos por el
INDEC1 relativos a las condiciones de vida en estos territorios subrepresentaban los
niveles de pobreza, desempleo y otros datos claves. Los resultados fueron elocuentes: el
nivel de pobreza alcanzaba a casí el 96% del barrio2, el de indigencia 76%, la tasa de
desempleo era del 59% y el ingreso promedio de los hogares era de 240 pesos alrededor de 72 euros-3 (Abal Media, et al., 2004). Estos datos mostraban cómo las
tendencias de la crisis económica y social se plasmaban de manera más extrema en estos
territorios. El informe daba cuenta de un dato que quisiera sacar a la luz: el 54% de los
hogares recibía algún plan social, y los programas sociales proporcionaban el 36% de
los ingresos monetarios del barrio4.
Me gustaría señalar la siguiente paradoja: Pese a que hubo una cantidad
considerable de dinero que fue transferido en calidad de ayuda social, existe un vacío en
los estudios sociológicos y antropológicos centrados en los usos de este dinero. ¿Cómo
1
Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
En el ANEXO I se explican las diferentes modalidades de medir la pobreza según el INDEC.
3
Los datos se ubicaban por arriba del promedio para el conurbano bonaerense que presentaba estos datos
para ese mismo período: 69% (pobreza), 40% (indigencia) y 27,4% (desempleo) (INDEC, 2003).
4
Los ingresos laborales representaban el 60%. El promedio de estos ingresos era más elevado que el
dinero recibido de los plantes sociales: 234 pesos (alrededor de 70 euros) frente a 150 pesos (alrededor de
45 euros), respectivamente.
2
no hacer nota que esta ausencia libera a estas circulaciones de una profunda reflexión
que tienda los puentes entre el dinero y los juicios sobre uso?
El Plan Jefes y Jefas de Hogar que otorgaba una suma fija de dinero (150 pesos)
a casí dos millones de desempleados en su momento de mayor amplitud alcanzó a
transferir 2.310 millones de pesos en 2002 y 3.052 millones de pesos en 2003. Si bien la
cantidad de beneficiarios de este plan fue disminuyendo, en parte por las mejoras del
mercado de trabajo y el crecimiento económico, la implementación de nuevos
programas sociales (Plan Familias, Mano a la obra, Seguro de capacitación, entre otros)
implicó la continuidad de transferencias monetarias directas de dinero en calidad de
programas asistenciales. Entre el 2% y el 6% del presupuesto nacional se ha utilizado
para estos fines durante 2002-2009 (Cogliandro, 2010).
Como lo demuestran algunos debates públicos recientes, el juicio sobre los usos
del dinero se convirtió en potestad para juzgar a quienes recibían ayuda estatal
monetaria. A través de esta circulación las clases populares se exponen a ser
representadas como una clase-objeto. En octubre del año 2009 se sancionó un nuevo
programa de asistencia social. El común acuerdo sobre la necesidad de implementar un
programa universal de ayuda se desvanecía al momento de considerar el real alcance
que tendría la implementación impulsada por el gobierno. El relato desarrollado por los
integrantes de los partidos de la oposición consistió en señalar que un programa
verdaderamente universal “liberaría a los pobres de su situación de rehenes” como
declaró una dirigente. Este argumento se adosaba al uso público de la categoría de
“clientelismo político” como etiqueta de descalificación política (Vommaro, 2010;
Wilkis, 2009). Esta posición implicaba una narración sobre el uso que los pobres hacían
de la ayuda estatal. Hasta el momento, el dinero circuló corrompiendo la vida colectiva
de los pobres. A partir de la universalización la “explotación” llegará a su fin. El debate
que podía generarse por no compartir este punto de vista colocaba a los juicios morales
sobre el uso del dinero de origen estatal en el centro de la representación sobre las clases
populares (Ver ANEXO II).
Como se verá a lo largo de esta tesis, las representaciones morales asociadas a la
circulación monetaria en calidad de ayuda no son exclusivas de los políticos
profesionales ni de los agentes externos a las clases populares.
La ausencia del uso del dinero como objeto sociológico y su presencia en las
representaciones nativas (y expertas) sobre (y entre) las clases populares llevó a
formularme las siguientes preguntas:
¿Qué lugar ocupa el uso del dinero en las representaciones morales sobre y entre
las clases populares? ¿Cómo ellas organizan prácticas y circulaciones económicas?
¿Qué nuevos problemas y perspectivas se desprenden a partir de estos interrogantes en
la (extensa) literatura sobre las clases populares?
El primer argumento que desarrollaré será mostrar cómo el conurbano
bonaerense se convirtió para los sociólogos en el locus empírico privilegiado para
analizar las transformaciones de las clases populares desde la década del 80’.
Posteriormente, me concentraré en los objetos, métodos e instrumentos conceptuales
que fueron utilizados para interpretar estas transformaciones. Y, finalmente, plantearé
los obstáculos epistemológicos que bloquearon una interrogación sobre la circulación y
usos del dinero hacia y entre las clases populares. Esta primera parte de la introducción
será seguida por la presentación de la perspectiva sobre la sociología del dinero que me
permitirá interrogar la relación entre dinero y juicios morales. En el apartado siguiente
plantearé la hipótesis que me lleva a elaborar el concepto de capital moral. A
continuación, me detendré a explicitar la construcción de este concepto que es un
instrumento clave para desarrollar el objetivo de esta tesis que es comprender los usos
sociales de los juicios y evaluaciones morales vinculados a las circulaciones
monetarias entre y hacia las clases populares. Cierro este capítulo introductorio
presentado en plan de la tesis.
La construcción de un objeto interesante para investigadores
interesados
Los años 80’ y la transición a la democracia
¿Cómo el conurbano5 se convirtió en un objeto interesante? ¿Qué sociólogos se
interesaron en este objeto6? ¿Cómo se llegó a constituir el conurbano como sinónimo de
mundo popular? ¿Cúales fueron las etapas de esta construcción? y ¿Cómo lo popular se
representó? Estas preguntas me permitirán comprender la socio-génesis de la
(re)invención del conurbano7.
5
La ciudad de Buenos Aires (donde habitan casi 2.800.00 personas) está rodeada de 24 partidos que
forman lo que habitualmente se denomina conurbano bonaerense (alrededor de 9.000.000 de habitantes).
Los partidos se dividen en tres coronas o anillos ubicados según la proximidad a la Ciudad de Buenos
Aires. Pese a su extensión y heterogeneidad social, en las páginas que siguen mostraré cómo los
sociólogos fueron interesándose por algunas dimensiones de la realidad social del conurbano.
6
Sobre la jerarquía de objetos y métodos científicos Cfr. Bourdieu, 1975.
7
En el sentido que Neiburg habla de la invención intelectual del peronismo (Neiburg, 1998).
Desde los inicios de la década de los 80’ –al finalizar la dictadura militar que
comenzó en 1976 y duró hasta 1983- se desarrolló un interés particular en los estudios
sobre el conurbano de Buenos Aires. Este locus empírico será el prisma por donde los
investigadores
buscarán
comprender
las
transformaciones
morfológicas,
organizacionales y políticas de las clases populares (ver Cuadro Las secuelas de la
dictadura)8.
8
En el ANEXO III se encuentra una cronología de quienes ocuparon el gobierno desde 1976.
Las secuelas de la dictadura
A diferencia de otros países de Latinoamérica, la Argentina presentaba hacia mediados
de la década del 70’ un mercado de trabajo relativamente integrado, una mayor presencia del
trabajo asalariado, niveles bajos de subocupación y se registraban menores diferencias de
ingresos entre sectores y calificaciones (Altimir y Beccaria, 1999). Por otra parte, se desarrolló
un fuerte complejo institucional alrededor de los sindicatos que le otorgaba protección social y
presencia política a los trabajadores. Por último, el Estado adquirió rasgos híbridos de políticas
universalistas (educación y salud) y particularistas asentadas en las presiones de los grupos
sociales. La relativa homogeneidad de las clases sociales, sus universos socio-culturales
compartidos y el imaginario de la movilidad social, conformaban la pertenencia e
interdependencia dentro de la sociedad Argentina. Era una integración que no estaba exenta de
conflictos pero que a base de las luchas sociales y políticas los sectores subalternos marcaban su
existencia social frente a otros grupos y el Estado.
Las políticas del gobierno militar (1976-1983) desarticularon los movimientos políticos
de izquierda y revolucionarios, y llevaron adelante una clara ofensiva contra los sectores
asalariados. La desaparición forzosa de personas9, el encarcelamiento y el exilio junto a la caída
de los salarios y la destrucción del empleo industrial desequilibraron la estructura de fuerza
sociales y políticas a favor de los sectores concentrados de la economía.
La desindutrialización del país fue categórica. La cantidad de personas empleadas en la
indutria disminuyó entre 1973-1985 un 10% y la cantidad de establecimientos industriales se
redujo un 13%. Entre 1974 y 1980 los ingresos de los asalariados formales disminuyeron un
15,5%, el de los cuentapropistas 4,3% y el de los asalariados informales un 16,9%, entre 19801990 estos ingresos caerán a 37,3%, 47,7% y 38%, respectivamente (FETIA-CTA, 2005).
Mientras en 1974 en el Gran Buenos Aires había 4,4% de personas con ingresos bajo la línea de
la pobreza, en 1980 llegará a haber 11,1% y al finalizar la década, bajo los efectos de las hiperinflaciones, llegará a casi 50% (Bayon y Saravi, 2002). Este proceso implicó un claro
crecimiento de la desigualdad social: en la tabla se observa la participación de cada sector social
en la distribución del ingreso.
9
Año
Ingresos bajos Ingresos medios Ingresos altos
1974
12,4
60,7
27
1981
10,1
56,4
33,5
1989
7,3
51,1
41,7
Según el informe de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP) el 30% de los
desaparecidos fueron obreros. La estimación de este informe señala alrededor de 9.000 personas
desaparecidas pero los organismos de derechos humanos estiman este número en 30.000.
El viraje hacia el locus empírico del conurbano se produce en convergencia con
un decline de las ideologías revolucionarias y su reemplazo en un clima marcado por la
transición a la democracia10. Si, desde el punto de vista de las transformaciones
morfológicas, el nuevo perfil social de las clases populares implicaba que las
producciones científicas se empiecen a interesar en ellas, desde el punto de vista de las
ofertas ideológicas, este viraje era acompañado por una jerarquización de temas que
desplazaron objetos consagrados como eran las relaciones de la clase obrera con el
peronismo11. En este sentido, el prestigio del objeto empírico conurbano se inscribe en
las controversias que el campo intelectual en general, y el de la sociología en particular,
desarrolló en torno a su relación con las clases populares.
El proceso de constitución de la sociología como saber autónomo de la mano de
Gino Germani, fundador de la “sociología cientifica”, y su vinculación con el fenómeno
peronista ha sido bien documentado12. La pretensión científica de la sociología se
apoyaba en dar respuestas a la especificidad del peronismo y esto suponía explicitar el
apoyo de la clase obrera al mismo13. Las controversias sobre este apoyo fueron un hilo
conductor de las disputas entre quienes se reconocían como sociólogos entre la década
del 50’ y la década 70’14. La representación sobre el peronismo y su proyección en el
campo político era dependiente de si la clase obrera era una fuerza social madura que
apoyó autónomamente a Juan Perón o, por el contrario, esta adhesión surgió de las
10
Este fue el marco conceptual que se instaló en la agenda de las ciencias sociales latinoamericanas hacia
el fin de las dictaduras militares. Esta idea reúne las expectativas sobre la democracia como alternativa al
autoritarismo. Para Lesgart (2002), la transición a la democracia redefinió la misma idea de política y el
lenguaje para hablar de ella asociada, ahora, al prisma de la democracia republicana, liberal o
representativa.
11
El peronismo es el partido político vinculado históricamente a las clases populares argentinas desde su
creación por Juan Peron en la década del 40 -quien fuera tres veces presidente entre 1946-1955 y 19731974-. La base social del peronismo ha sido policlasista: los sindicatos, los trabajadores urbanos,
pequeños campesinos y fracciones de las clases medias y elites del interior. Su ideología popular,
nacionalista e intervencionista constituyen las características históricas del peronismo. No obstante, en la
década del 90 es un gobierno peronista quien emprende las políticas aperturistas y de reestructuración del
Estado.
12
Sobre este punto consultar Neiburg (1998), Germani (2004), Noé (2005) y Blanco (2006).
13
“Por mucho tiempo, interpretar al peronismo fue un tema central en los combates intelectuales
argentinos, de tal forma que, para ser escuchados, cualquier individuo interesado en hablar sobre la
realidad social y cultural del país debió participar en el debate sobre sus orígenes y su naturaleza”
(Neiburg, 1998:15). En el mismo tono Jelin (1997) remarca que la interpretación del peronismo define a
las ciencias sociales en Argentina. Estas perspectivas se enmarcan en una dinamica más amplia de
interpenetración del campo politico en el campo de la cultura. En relación a la sociología, Sigal resalta la
preponderancia de un “un carácter mixto de intelectuales implicados al mismo tiempo en los valores de su
disciplina y en los de un campo ideólogico-político más vasto” (Sigal, 2002:11)
14
El interrogante sobre este apoyo reaparecerá a mediados de los 90’ cuando se intente de explicar como
un gobierno peronista que llevó adelante políticas neoliberales sin embargo fue votado por los sectores
que eran los más afectados por ellas. Sin embargo, la pregunta será por los sectores marginales o los
pobres y no sobre la clase obrera. Cfr. la compilación Peronismo y menemismo (1995).
nuevas fracciones de la clase obrera que eran aquellas que llegan del interior del país y
que eran portadoras de valores tradicionales. La naturaleza de ese apoyo irradiaba sobre
la caracterización de la estructura social argentina, de la propia clase obrera y de la
orientación político-ideológica del propio movimiento popular. De esta manera, las
interpretaciones sobre los orígenes del peronismo proyectaban la relación de los
sociólogos con las clases populares15.
Con la transición a la democracia esta antigua oposición dejará de tener
gravitación. Una de las fuentes de esta modificación descansa en la revitalización de la
democracia republicana a partir de la derrota de los movimientos de izquierda producida
durante la dictadura. Las conversiones intelectuales de aquellos sociólogos que antes del
golpe militar partieron al exilio en el marco de la dictadura militar y retornaron
sosteniendo posiciones democráticas permitieron una inversión en la jerarquía política
de esas dos fracciones de las clases populares16.
Los habitantes del conurbano irán adquiriendo no sólo una nueva legitimidad
científica sino que ésta se integrará a su legitimidad política. Si la transición a la
democracia organizó un discurso sociológico despojado de reminiscencias a la lucha de
clases y lo hacia conformando un estilo de trabajo sociológico próximo a la filosofía
política, también fue el paradigma que orientó una agenda de investigación centrado en
culturas políticas democráticas.
Frederic (2003) relata cómo al comienzo de la etapa democrática el barrio se
convirtió en un tema privilegiado de los cientistas sociales que buscaban representar una
cultura política popular despojada de las relaciones de clase o el conflicto. Las
metáforas espaciales tienen un anclaje fundamental para representar las legitimidades
políticas de las clases populares Así, como en el pasado se señalaba la plaza o la fábrica
15
Una clara marca de estas controversias es el volumen Estudios sobre los orígenes del peronismo (1971)
de Murmis y Portantiero. Rebatiendo la tesis de un corte abrupto entre una vieja clase obrera sindicalizada
y una nueva clase obrera proveniente de las zonas rurales y sin experiencia política previa que se
convertían en una masa disponible y manipulable por el proyecto autoritario de Perón, los autores
reinterpretaban que ha sido la autonomía y los intereses de clase de los sindicatos y obreros viejos que
han marcado la adhesión al peronismo. Otro autor interesado en esta controversia situa la interpretación
de Murmis y Portantiero en el clima político de la nueva izquierda de los años 60’ y 70’. “El énfasis
puesto en la racionalidad de la acción obrera en el lugar otrora reservado a la anomia o el arcaísmo
politico permite la reincorporación de lo que antes era visto como desviación a la lógica de las luchas
sociales.” (Torre,1990 :17)
16
Una fórmula de Lechner (1985) sintetiza esta conversión de los intelectuales latinoamericanos: “de la
revolución a la democracia”. Uno de los sociólogos más representativo de esta conversión intelectual
detalla su significado político e intelectual de la revisión que llevaron adelante, esta tuvo como puntos
centrales: “la defensa de la democracia como un valor per se; el apoyo al Estado de derecho y a los
controles constitucionales; la defensa del pluralismo; la tipificación del fracaso de la experiencia
guerrillera como un error de principio y no como una derrota contingente; el rechazo a la violencia
armada como vía política legítima.” (de Ipola, 2009 :198)
como espacios de constitución del peronismo, bajo la perspectiva de la transición
democrática el locus de constitución de un agente popular políticamente legítimo fue el
barrio.
La división del trabajo intelectual bajo el paradigma de la transición implicaba
que la fundamentación de un (nuevo) orden democrático fuera acompañado por la
delimitación de agentes que lo encarnacen. Esto explica la recepción y uso de
determinados conceptos como el de movimiento social. Su uso tuvo una fuerte
aceptación en los primeros años de la década de los 80' para señalar las matrices
colectivas que emergían en los procesos de transición democrática y que aparecían
señalando nuevos actores, dinámica y demandas alejadas, todas ellas, de los modelos
tradicionales de movilización -sindicatos, movimientos nacionales, partidos políticos,
etc...17-.
A la luz de la legitimidad política que dio marco la transición democrática se
comprende el creciente interés por el conurbano locus socio-espacial donde se
concentraban los sectores populares que portaban propiedades sociales opuestas a la
grilla de interpretación asentada en una clave clasista. Paradójicamente, la distancia con
respecto al mundo obrero, fruto del drástico proceso de precarización social de sus
condiciones de vida, los hacía científica y políticamente interesantes. Así, entre la
producción sociológica sobre el conurbano, se destacan las investigaciones basadas en
datos estadísticos destinados a captar las nuevas tendencias sociales: investigaciones
sobre pobreza y, en menor medida, sobre el mercado de trabajo pero también sobre
procesos de acción colectiva (“toma” de tierras, protestas vecinales).
La década del 90’ y la narración sociológica de la descomposición social
Entrada la década del 90’ el tránsito hacia el conurbano tendrá otros intereses y
agentes interesados (ver cuadro Desigualdad, pobres y políticas sociales en los 90’). El
paradigma de la exclusión como grilla de interpretación de los efectos de las políticas
neoliberales aglutinó todo un programa de investigación. A través suyo el conurbano se
instalaba como el prisma de la descomposición social de las clases populares18. Los
relatos de la descomposición estarán en el primer puesto de las narraciones sociológicas
relativas a este espacio social19. Las expectativas puestas en las movilizaciones sociales
17
La recepción y circulación de los trabajos de A. Tourrain alimentaron esta perspectiva.
“En el marco del modelo neoliberal, los relatos de las sociologías de la descomposición se articularon
en torno a conceptos de alcance intermedio, como el de desinstitucionalización, desestructuración,
anomia, desafiliación, e incluso destradicionalización, y así dieron lugar a interesantes análisis sobre la
dinámica de individualización expulsiva, como contracara de los procesos de globalización neoliberal de
nuestras sociedades dependientes.” (Svampa, 2008: 21)
19
La recepción y circulación de La Metamorfosis de la cuestión social de Robert Castel es un claro
indicio de la estructuración de la agenda de las ciencias sociales. A través suyo, baterías de conceptos
ganan legitimidad: exclusión, desafiliación, vulnerabilidad. Sobre esta recepción y circulación entre los
sociólogos interesados en la cuestión social, Cfr de Gatica (2009).
18
de principio de la transición a la democracia se diluyeron y dejaron a los investigadores
en un impasse con respecto a una proyección política de las clases populares
precarizadas.
En el plano de las controversias de los sociólogos con respecto a las clases
populares este deslizamiento reafirmaba la alteración de la jerarquía entre las fracciones
precarizadas frente a las integradas de las clases populares. Un punto de no retorno se
instalaba sobre la representación del mundo popular. Denis Merklen (2005) brinda una
imagen bastante elocuente de la consolidación de una nueva grilla de interpretación: el
deslizamiento de la problemática del trabajador a la del pobre. Este desplazamiento
implica colocar en el centro de las preocupaciones intelectuales (para representar a las
clases populares) la cuestión de la subsistencia o las carencias antes que el de los
derechos sociales.
En esta consolidación mucho tuvo que ver el propio interés estatal o de los
organismos multilaterales de crédito por conocer a los pobres redefinidos como
beneficiarios de programas sociales. La circulación de recursos en calidad de ayuda
social implicó una atención creciente por el perfil social de los habitantes más relegados
del conurbano. Junto a esos bienes circularán los sociólogos como expertos en pobreza
y política social. Legitimidades científicas y políticas se encontraban nuevamente
orientando a los sociólogos hacia el conurbano, ahora como expertos en pobreza y
políticas sociales20.
Desigualdad, pobres y políticas sociales en los 90’
A fines de los 80’ las dificultades para estabilizar la economía implementando medidas de
ajuste de corto plazo fueron radicalizando el diagnóstico hacia las tesis del neoliberalismo
económico. El espíritu reformador venía siendo sostenido por los acreedores externos y los
organismos multilaterales de crédito que se constituían en grupos de presión cada vez más
favorecidos frente a la crisis fiscal del Estado. La lógica pragmática de conservar cuotas de
autoridad y orden social desplazó de la agenda pública alternativas de política económica
disidentes con los postulados del “Consenso de Washington” (Torre, 1998). Se derivaba de este
análisis los objetivos de reforma económica: racionalizar la intervención del Estado y desregular
los diferentes tipos de mercados, aumentar el liderazgo del capital privado y abrir la economía.
La superdependencia estatal del financiamiento externo y la intervención directa de los
organismos multilaterales en la fijación de las políticas públicas erosionaron las capacidades
20
Sobre el proceso de academización de la política social cfr Pantaleón (2004) y de Gatica (2009)
estatales de proteger las condiciones de vida los sectores populares (Sidicaro, 2001). El efecto
fue un aumento de la desigualdad social, la concentración económica y el disciplinamiento de
los trabajadores. Se observa el decline del trabajo industrial, el aumento de la brecha salarial
entre trabajadores calificados y no calificados y de la desigualdad de ingresos entre los hogares
del GBA. La desindustrialización del país siguió el proceso iniciado en la dictadura: entre 1973
y 1994 los establecimientos indutriales disminuyeron un 29% y la cantidad de trabajadores
empleados en ese sector cayó un 34% para el mismo país (FETIA-CTA, 2005). Lo distintivo del
mercado de trabajo en los 90 no sólo fue el crecimiento del desempleo sino también del trabajo
en negro sin ningún tipo de beneficio social y con alta inestabilidad laboral, ambos fenómenos
acrecentados entre los trabajadores menos calificados y pertenecientes a los niveles más bajo de
la distribución del ingreso. Estas hipótesis ayudan a comprender la dinámica de la pobreza en el
GBA ligada tanto al desempleo como a la desigualdad la salarial.
Año
Cuadro I Gba 1991/2000
Incidencia de Desocupaci
la Pobreza
ón
(personas)
1991
21.5
2000
28.9
Fuente: INDEC y SIEMPRO
5.3
14.7
Asalariados
sin Benef.
Sociales
25.30%
35.20%
Relación de
Relación
ingresos más salarios entre
ricos y más trab.calif y no
pobres
calif
5.45
3.98
7.88
5.18
% ocup. Ind
Manuf
24.2
16.3
Los intereses programáticos de los sectores neoconservadores que dominaron la agenda de
las políticas públicas en los 90’, tuvieron como objetivo desmantelar los institutos de la política
social del Estado de bienestar argentino, incluidos los vinculados al empleo (Lo Vuolo y
Barbeito, 1998; Grassi, 2003). En este proceso se produjo una confluencia de intereses políticos,
económicos y conocimientos “técnicos”, entre agentes de organismos estatales locales y de
organismos multilaterales de créditos. Esta convergencia se apoyó en concepciones privatistas y
desreguladoras de las protecciones sociales de los asalariados e impulsó políticas de
focalización y compensación para quienes se encontraban fuera del mercado laboral o carecían
de recursos económicos. Se pasó de un universalismo de la oferta a una universalidad de la
satisfacción (tratar desigualmente a quienes son desiguales socialmente (Franco, 1996) Los
recursos públicos deben estar destinados a quienes no puedan garantizar sus necesidades
básicas. Se define a la población objetivo de los programas los más pobres. Por lo tanto, el
Estado durante estos años ha aumentado su presencia a través de estas intervenciones en las
condiciones de vida de los sectores populares. Las políticas sociales focalizadas no solamente
implicaron redefinir al pobre como beneficiario sino también la configuración del mundo
popular en su conjunto.
A estos procesos que ayudaron a (re)inventar el conurbano como locus empírico
legitimo para los sociólogos habría que señalar el recambio generacional que el propio
campo de la sociología experimentó a mediados de los 90’. Una nueva generación de
sociólogos tendrá como arma de ruptura con la precedente la inclinación al trabajo
etnográfico21 desarrollado en los barrios pobres del conurbano. El interés en este
método y en este espacio social les daba una marca generacional diferenciándose de la
generación que ocupó las posiciones dominantes en el campo de la sociología desde el
retorno de la democracia. Esta tenía un estilo de trabajo sociológico apegado a una
perspectiva macro-sociológica o inscripta en la filosofía política. Para la generación más
joven el uso de la etnografía pretendía mostrar las inconsistencias de una mirada desde
arriba muy centrada en el sistema político. El trabajo etnográfico y la construcción de
objetos sociológicos ubicados espacialmente en el conurbano se convertían en
instrumentos de ruptura al mostrar una realidad social que se descubría desde abajo (en
el doble sentido: por el objeto y por el método).
Este era precisamente el título de una compilación de artículos que condensaban
las propiedades de los sociólogos de la nueva generación22. Esta publicación proyecta
tanto una identidad generacional23 como un estilo de trabajo sociológico que intervenía
en el proceso de (re)invención -sociológica- del conurbano24. La mirada desde abajo
permitía interpretar los nuevos perfiles sociales que emergían bajo los cambios
estructurales sociales, económicos y políticos. El mundo popular que estos perfiles
describen aparece asociado a la sociabilidad territorial, menos apegado al peronismo,
configurado por mediaciones religiosas y políticas, como la participación en grupos
evangélicos o en redes clientelares, y su economía incrustada en redes sociales.
Estas reorientaciones en los estilos de trabajo sociológico si bien presentaban
rupturas con respecto al pasado ellas no dejaban de mantener el foco de atención en el
marco de la sociología política y, en algunos casos, directamente en el objeto
consagrado de la sociología argentina: el peronismo. Habría que interpretar en esta
21
La etnografía no pertenecía a las técnicas usuales de los sociólogos que adherían a la sociología
cualitativa.
22
Desde abajo. Las transformaciones de las identidades sociales (2000), compilado por Maristella
Svampa.
23
Años después la compiladora de este volúmen reconoce la identidad generacional de sus autores bajo
dos marcas importantes: por un lado, la “falta de un horizonte político, en una época marcada a fuego por
la crisis del ideario de izquierda y el pasaje a un paradigma neoliberal”, por otro lado, “hemos sido una
generación que vivió como pocas la profesionalización de las ciencias sociales y la progresiva
autonomización de los campos o subsistemas sociales” (Svampa, 2008:23). Estas dos marcas son el
reflejo invertido de la generación anterior: estas tuvieron trayectorias académicas más inestables (cierres
sucesivos de la universidad por intervenciones militares, exilios) y participaban de un campo académico
mucho más subordinado al campo político, al punto que para algunos autores (Sigal, 2002) es imposible
hablar para esos años de un campo sino de varios fragmentados ideológicamente. (sobre la relación entre
el campo de la sociología y la política en los años 60’ y 70’ consultar Rubinich, 1999)
24
Aunque no todos los artículos tratan sobre el conurbano o los pobres urbanos.
clave la atención prestada a un trabajo como La política de los pobres de Javier Auyero,
publicado en 2001 pero que recoge una investigación realizada algunos años antes. El
estilo de trabajo sociológico (etnografía) y el objeto (redes clientelares de los pobres del
conurbano) son indicadores de la ruptura con respecto a la mirada desde arriba pero
ellos se producen en el marco de objetos consagrados por el campo de la sociología (las
clases populares y el peronismo) y su subdisciplina más consagrada (la sociología
política25).
Los ciclos de protesta y las nuevas expectativas en las clases populares
precarizadas
Una última etapa de esta (re)invención del conurbano está marcada por la
reaparición y generalización del objeto que había atraído la atención a comienzos de la
democracia: las acciones colectivas (ver cuadro Beligerancia popular y organización).
El relato de la descomposición y el deslizamiento hacia la figura de pobre debilitaba la
asociación entre el mundo popular y algún tipo de organización colectiva. Sin embargo,
a fines de la década de los 90’ y en un clima político marcado por ciclos de protestas y
movilizaciones sociales en contra de las políticas neoliberales, el interés en el
conurbano se plasmará en la idea de organización26. Revirtiendo las representaciones de
un mundo popular asolado por la descomposición social o la desertificación
organizativa, entre fines de los 90’ y principios de la década del 2000 la (re)invención
sociológica del conurbano se pobló de organizaciones colectivas: movimientos sociales,
micro-emprendimientos, cooperativas, redes productivas, etc… Esta grilla de
interpretación supuso una mirada más completa del mundo popular del conurbano que
la que imponía el paradigma de la exclusión. Svampa (2003), además de constatar la
omnipresencia del Estado a través de un sin número de políticas focalizadas de
asistencia, señala que la nueva matriz de los sectores populares se constituye de una
trama organizativa, comunitaria, donde intervienen desde movimientos sociales anticapitalistas pasando por Caritas e incluyendo las redes de los partidos políticos
tradicionales.
Merklen (2005) habla de un proceso de inscripción territorial de la sociabilidad
de los pobres urbanos donde los sindicatos, el mundo asalariado y la fábrica han sido
25
Si los sociólogos durante largo tiempo pensaron que explicar al peronismo es explicar la sociedad
argentina, por lo tanto, de esta creencia se desprende la jerarquía de la sociología política.
26
Una compilación centrada en un largo trabajo de campo en barrios populares del conurbano tiene como
titulo un indicio de esta etapa de (re)invención sociológica: De la exclusión a la organización. Hacia la
integración de los pobres en los nuevos barrios del conurbano bonaerense. Forni, Floreal (comp.), 2002.
desplazados por las organizaciones sociales, las acciones colectivas a nivel local, la
lucha por la subsistencia y la sociabilidad centrada en los territorios de relegación
urbana.
Beligerancia popular y organización.
Durante el primer gobierno de Menem (1989-1995) las protestas sindicales estuvieron
en general orientadas a defender a los (por entonces) empleados públicos de los efectos de los
procesos privatizadores y racionalizadores del Estado. También es durante este período que
comienzan a surgir movimientos de resistencia en diferentes localidades del país. “ya no
(resistencia) a la implementación de las reformas, sino que son reacciones a las consecuencias
estructurales de su consolidación: reconversión con achicamiento industrial, crisis económicas
regionales (fiscales y productivas) y desempleo endémico. Comienza a implementarse la ayuda
social directa a los desocupados, aumentando drásticamente la cantidad mensual promedio de
prestaciones para desempleados.” (Gomez, 2006) Este ciclo de protestas originado en las
provincias del interior del país se extenderá hacia el conurbano bonaerense. En este ganarán
protagonismo las “oganizaciones de desocupados”. Los dos componentes distintivos de estas
organizaciones han sido las protestas sociales por demanda de trabajo27 y planes sociales, y el
trabajo comunitario en los barrios más pobres -creando comedores, huertas, cooperativas de
trabajo-. La heterogeneidad ideológica de las organizaciones describe un mapa que va desde el
trosquismo hasta las tradiciones nacionales-populares (Svampa y Pereyra, 2003).
En el proceso de reconfiguraciones socio-política de las clases populares, habría que
datar que la conformación de las organizaciones de desocupados/as es fruto, en parte, de un
aumento de la beligerancia popular en torno al “desempleo” y de su ingreso o reconversión dado que muchas eran organizaciones de base originadas en los ‘80- en el campo de las políticas
sociales como voceros autorizados de las clases populares. La configuración de un campo de
política social estructurado en base a la “lucha contra la pobreza” fue una de las condiciones
estatales para el desarrollo de las movilizaciones y organizaciones de desocupados/as. Existió
una íntima relación entre la consolidación y el crecimiento de estas organizaciones y la
expansión de los planes sociales que el gobierno distribuía, generando una suerte de círculo
virtuoso en torno a la política social (Cross y Freytes Frey, 2007). La vida cotidiana al interior
de estas organizaciones, igual que las demandas al Estado, fueron configuradas en gran parte
por los “planes” (Quiroz, 2006; Manzano, 2009).
Las protestas sociales alcanzan un alto nivel de beligerancia durante fines de año 2001.
El prolongado estancamiento económico y endeudamiento público, la falta de respuestas
estatales a la aguda crisis social y un fuerte crecimiento de las movilizaciones sociales que
cuestionaban al elenco gubernamental condicionó la renuncia del gobierno de la coalición
El “corte de ruta” o el “piquete” se convirtieron en símbolos distintivos de estos grupos sociales. De
aquí que tanto para los detractores como sus integrantes sean a veces denominados como como
“movimiento piquetero”.
27
gobernante ALIANZA que había reemplazado dos años antes al gobierno peronista de Carlos
Menem.
Esta (re)invención implicó rejerarquizar políticamente a las clases populares
precarizadas. Para los sociólogos, las acciones de protesta y organización de estas
fracciones de clase permitió dejar de percibirlas negativamente para cifrar en ellas las
expectativas de un nuevo actor social y político.
Este recorrido saca a la luz varios elementos que son imprescindibles para tener
una relación lo más controlada posible con respecto al objeto de esta tesis. La
(re)invención sociológica del conurbano asocia a este último al mundo popular y más
específicamente al de las fracciones más relegadas de las clases populares. Las
controversias de los sociólogos sobre las clases populares tiene un punto de no retorno
con esta asociación: la cuestión obrera perdió gravitación para significar al mundo
popular. Este se cifró a través de la cuestión barrial, la figura de pobre, las redes
sociales y finalmente las formas de organización colectiva. Este proceso dejó la marca
de un estilo de trabajo sociológico afín a las técnicas etnográficas o las entrevistas
cualitativas, en todo caso en ruptura con el estilo orientado a la macro-sociología o la
filosofía política.
Al objetivar la jerarquía del conurbano dentro de la oferta de objetos científica y
políticamente interesantes, se desprende la posibilidad de controlar los obstáculos que
esta posición impone. Así, las propias clasificaciones nativas que me llevaron a
investigar un objeto consagrado y un estilo de trabajo sociológico legitimado son
controladas explicitando las condiciones de posibilidad de su elección28. De esta
manera, esta objetivación permite ensayar caminos no realizados, preguntas no
formuladas, conceptos y perspectivas no probadas. En este sentido, ¿Por qué los usos
del dinero ha sido un objeto ausente en los estudios locales sobre las clases populares?
Hipótesis de una ausencia
El argumento que sigue trata de reconstruir las condiciones de posibilidad en
torno a ciertas preguntas o problemas ausentes en la literatura sobre las clases populares
en el conurbano.
“La jerarquía de los dominios y de los objetos orienta las inversiones intelectuales por mediación de la
estructura de posibilidades (medias) de beneficio material y simbólico que ella contribuye a definir: el
investigador participa siempre de la importancia y del valor que es comúnmente atribuido a su objeto.”
(Bourdieu, 1975:4)
28
Las tendencias académicas en los países centrales resultan ciertamente
relevantes para comprender las condiciones que legitiman ciertos objetos y
perspectivas29, sobre todo cuando se ha acelerado la circulación internacional de ideas y
personas entre estos y los países periféricos. La clave para la comprensión de la
recepción de objetos y perspectivas reside también en los campos locales y regionales.
En una exagerada esquematización, si en la década del 80’ la filosofía y la sociología
política dominaban la agenda de las ciencias sociales, durante los 90’ se produjo una
modificación sustantiva hacia los análisis de las consecuencias sociales del
neoliberalismo (análisis del mercado de trabajo, de la reestructuración del Estado,
aumento de la pobreza, transformación de las políticas sociales, auge del clientelismo y
de los movimientos sociales). La fortaleza ideológica del discurso anti-neoliberal exigía
asumir sus premisas a la hora de construir determinados objetos. La representación
legítima suponía, principalmente, mantener la tesis socialmente desintegradora de la
economía. Por ejemplo, las categorías de mercado o dinero funcionaban en realidad
como pre-nociones para denunciar la corrosión de la vida colectiva bajo el
neoliberalismo, inhibiendo su potencial heurístico respecto del análisis de las prácticas
económicas en aquel contexto.
De Polanyi al conurbano. Barrios desmercantilizados, pobres
desmonetizados
La prolífica literatura local sobre la vida colectiva en los barrios populares los
destaca como lugares de acción colectiva (Svampa y Pereyra, 2003), de sociabilidad
política (Merklen, 2005; Grimson et. al., 2009), de solidaridad local (Forni, 2002), de
identidad social (Guber, 1984), pero rara vez se mencionan o analizan las prácticas
monetarias30.
¿Están los barrios desmercantilizados? ¿Están los pobres desmonetizados? ¿Por
qué se produce esta representación que une barrios desmercantilizados y pobres
desmonetizados?
29
La renovación de la sociología económica en los países centrales como EEUU y Francia es un proceso
que se desarrolla al menos desde la década del 80’. Sobre el primer país consultar Swedberg (1994) y
Zelizer (2008), sobre el segundo país, Roig y Heredia (2008), Steiner y Vatin (2009). En relación a la
etnografía económica en este último país Cf. Dufy y Weber (2008).
30
Si bien no es parte central de su argumento Kessler (2004) analiza los usos del dinero en jóvenes que
realizan actos delictivos.
Quisiera plantear la siguiente interpretación para responder estas preguntas: la
producción sobre el conurbano tuvo una afinidad electiva con la representación de la
división tripartida de Polanyi (2001 [1944]) entre reciprocidad, redistribución e
intercambio retomada por Larissa Lomnitz (1975)31. Esta división se proyectó en las
investigaciones sobre el conurbano sin alterarse esta partición. La literatura mantiene la
interpretación de la desconexión entre los sistemas de intercambio (mercado, relaciones
mercantiles) y los sistemas de reciprocidad. El dinero y el mercado parecieran estar
fuera de los territorios que son donde inscriben su sociabilidad los pobres. La nueva
matriz popular (Svampa, 2004) o la inscripción territorial de los pobres (Merklen,
2005), para nombrar las dos formulaciones más logradas sobre la configuración del
mundo popular luego de casí 35 años de transformaciones, nada dicen del dinero o las
relaciones mercantiles. Tampoco los intentos de restituir una sociología de la pobreza
que vaya más allá de la grilla de la escasez (Gutiérrez, 2004) incorpora un horizonte
reflexivo sobre los hechos monetarios. Explícita o implícitamente, esta re-actualización
sobre los factores de reciprocidad desplaza un abordaje incisivo sobre las relaciones
mercantiles o las prácticas monetarias.
Incluso la literatura sociológica o antropológica, que está más próxima por
temas y conceptos a indagar las prácticas monetarias, no las ha construido como un
objeto específico. La literatura sobre estrategias de sobrevivenca o reproducción social
(Torrado, 1981; Bartolomé, 1985; Forni et. al., 1991, Aguirre, 2006 y Gutiérrez, 2006)
no elaboró un análisis específico sobre la cualidad social del dinero para comprender y
explicar dichas prácticas sociales. La línea de investigación centrada en el estudio de los
presupuestos de los hogares pobres (Floreal Forni et. al., 1991 y 1998) tampoco
incorporó, pese a la alta proximidad temática, una objetivación de los usos sociales del
dinero en la gestión de los ingresos familiares.
En términos generales, la literatura quedó demasiado encerrada en perspectivas
que desequilibraron las interpretaciones sobre las condiciones de vida de las clases
populares a favor de las redes política, el capital social o la acción colectiva o la
ausencia de todas ellas. Entre la sobre-socialización y la exclusión se jugó la
representación de las clases populares.
31
Probablemente, la prolongación de las tesis de Polanyi a través de Lomnitz obedezca a los resortes
críticos que su obra tiene con respecto al capitalismo como disolvente de los vínculos sociales. Sobre este
aspecto ver Steiner, 2007.
En este punto, los sociólogos críticos coinciden con los economistas. Sean
ortodoxos o heterodoxos ellos igualmente representan a los pobres como
desmonetizados. Roig (2009) constata como los profesionales de la economía
representan a los pobres sin vínculos con el dinero.
La ausencia de una problematización de la oposición reciprocidad-mercado
permitió que la inscripción territorial de los pobres este marcada por la hipótesis de la
centralidad de la reciprocidad en oposición al mercado (y junto con ella al uso del
dinero)32. Estas tendencias se inscribe en una perspectiva de mundos hostiles (Zelizer,
2009 [2005]).
Bajo esta etiqueta Zelizer engloba las perspectivas de las ciencias sociales que
enuncian la separación de la economía y las relaciones solidarias, afectivas o íntimas.
“Por una parte, descubrimos una esfera de sentimientos y de solidaridad; por otra parte,
una esfera de cálculo y eficiencia. Abandonadas a sí mismas, continúa exponiendo la
teoría, cada una de estas esferas funciona de manera automática y satisfactoria. Pero
ambas siguen siendo hostiles entre sí”. Zelizer remonta esta teoría de mundos hostiles a
los principios que organizaron la sociología de fines de siglo XIX y principios del XX.
“Los analistas del siglo XIX han dado por sentado de una manera reiterada que el
mundo social se organiza alrededor de dos principios que compiten entre sí y son
incompatibles: Gemeinschaft y Gesellschat, atribuciones y logros, sentimientos y
racionalidad, solidaridad y egoísmo.” (Zelizer: 2009 [2005]: 45-47).
P. Steiner (2007) pone en relación la crítica de los mundos hostiles realizada por
Zelizer con las propias tesis de Polanyi que, de alguna manera, se proyectan en los
estudios locales que tratan de manera separada la reciprocidad y el intercambio
mercantil. “Su objetivo (de los trabajos de Zelizer) consiste en poner de manifiesto que
la moneda y la comercialización de los ámbitos emparentados no tienen el poder
corrosivo que se les presta, ya que personas no reciben desprovistas de moral, afectos o
sentimientos las monedas y la comercialización. Para decirlo en otros términos: la
moneda y la mercantilización no generan el riesgo de una inversión mortal en la
relación mercado-sociedad. Ahí reside la fortaleza de tesis de Zelizer que se opone a la
obra de Polanyi.” (Steiner, 2007:271).
32
La excesiva atención a la hipótesis de la reciprocidad tiene una historia intelectual específica. Alvarez
Leguizamon (2002) analiza esta historia en las ciencias sociales latinoamericanas constituida por el pasaje
de la noción de reciprocidad a la de capital social como recursos preciados de los más pobres o nuevos
pobres. En esta agenda conceptual confluyen tanto orientaciones intelectualmente críticas como las
impulsadas por los organismos multilaterales de crédito.
La torsión hacia las tesis de Zelizer en reemplazo de las Polanyi permiten poner
en el centro de la escena a los usos del dinero y dirigir la atención a cómo circula entre y
hacia las clases populares. De esta manera, si las interpretaciones dominantes apegadas
a la oposición reciprocidad-mercado excluían la reflexión sobre el dinero en esta tesis,
por el contrario, lo convertiremos en un revelador privilegiado de los juicios y
evaluaciones morales hacia y entre las clases populares.
A continuación presentaré algunos argumentos de la sociología del dinero
desarrollados en los últimos año, después me concentraré en los terminos don y
mercancía, y, finalmente, explicitaré cómo la perspectiva de los usos del dinero me lleva
a plantear la noción de capital moral.
Dinero y mundos hostiles
La sociología ha tendido a borrar los significados que los sujetos le atribuyen al
dinero, pasando por alto las diferentes modalidades de vinculación que ellos poseen con
esta institución social crucial. En relación a la sociología clásica, Deflem (2003)
sostiene que se ha tendido a asimilar el dinero al mercado. Destacando su rol de
equivalente general, medio impersonal o vector de la racionalización de las relaciones
sociales, el dinero ha sido conceptualizado por parte de la literatura sociológica y
antropológica en oposición a los lazos morales y afectivos que atan a las personas.
A fuerza de las dicotomías que están en el origen de la teoría social moderna
(comunidad/sociedad,
solidaridad
orgánica/solidaridad
mecánica,
sociedad
moderna/sociedad tradicional, entre otras) el dinero ha quedado del lado de los
mecanismos racionales, impersonales y objetivos de vinculación social. A estas
equivalencias se les suele oponer los mecanismos emotivos, personales y subjetivos que
entrelazan a las personas. La exclusión del dinero de este último juego de equivalencias
opaca los significados de su uso, en especial su dimensión normativa; en el caso de que
esta sea tenida en cuenta, se lo hace para determinar el trasfondo irracional, residual, de
la circulación monetaria con anclajes morales.
La literatura contemporánea ha señalado este déficit de la sociología mostrando
los usos múltiples del dinero y su carácter irreductible a una esfera social -el mercadoy un vínculo social -relaciones mercantiles- (Bloch y Parry, 1989; Bloch, 1994; Dodd,
1994; Zelizer, 2005[1994]; Hart, 2005; Weber, 2008[2000]). Estos aportes son
relevantes para indagar los sentidos que se le atribuye al dinero al interior de una
problemática que tiene como epicentro el uso del dinero por parte de los agentes
sociales.
Ya en sus investigaciones sobre el significado social del dinero Zelizer (2005
[1994]) emprendía una critica a estos pilares del discurso sociológico y las
representaciones polares que daban en torno a los principios que organizaban y oponían
a la sociedad (moderna) y a la comunidad. Para Zelizer el dinero no debe ser tratado en
tanto un mediador universal, abstracto e impersonal, sino que, por el contrario, en
diferentes escenas y contextos su uso tiene anclajes en dimensiones sociales y morales.
Desde su perspectiva, no se puede pensar al dinero como un objeto único, uniforme y
generalizable sino que existen monedas múltiples que se diferencian socialmente en
marcos interaccionales y rituales.
Prestarle atención a los sentidos asociados a la circulación del dinero significa
que este no es un dato homogéneo sino que las prácticas monetarias están cultural y
socialmente diferenciadas. Se trata de superar una visión neutralista e instrumentalista
de la moneda largamente dominante en las ciencias económicas como en las ciencias
sociales (critica que encontramos en Mauss, 1971[1914]; Simiand, 1934; Bloch y
Parry, 1989; Zelizer, 2005[1994]; Weber y Dufy, 2009 [2007]; de Blinc y Lazarus,
2007; Orléan, 2009).
Antes de pasar a la noción de capital moral quisiera detenerme en señalar la
perspectiva que tendré con respecto a nociones que tocan la oposición reciprocidadmercado. Ya señalé que el dinero no se encuentra en uno de estos polos ahora
explicitaré cómo consideraré esta oposición a la luz de la nociones de don y mercancía.
Sobre dones y mercancías33
En las últimas décadas se han escrito cientos de páginas que reflejan el debate
académico en torno a la pertinencia de la distinción entre don y mercancía, sin que éste
pudiera resolverse a favor de una u otra postura. Están quienes defienden la oposición
entre estos términos y los usan para describir tipos societales (Polanyi, 2001 [1944];
Gregory, 1982)34. Este uso ha sido cuestionado por estar ligado a un discurso
esencialista de la antropología (Carrier, 1992), por tener su sustento en una
representación etnocéntrica de la modernización (Weber, 2008 [2001]) y, finalmente,
señalando su naturaleza ideológica (Parry, 1986). Aun sosteniendo este argumento,
33
Este argumento está desarrollado en Wilkis y Carenzo (2008)
Para Sahlins (1983 [1974]) antes que una oposición binaria estos términos representan los extremos de
un continuum de intercambios.
34
estos autores no renuncian a utilizar la distinción don-mercancía afirmando su coexistencia en diferentes tipos de sociedad (Thomas, 1991), señalando su heterogeneidad
interna (Weiner, 1992; Dufy y Weber, 2009 [2007]), o su potencial crítico para la
antropología (Goddard, 2000). Otros autores rechazan la idea de operar una distinción
analítica entre estos términos (Miller, 1987; Thomas, 1991; Appadurai, 1991 [1986];
Weiner, 1992). Paradójicamente, como señala Bertaud (1991), buena parte de quienes
se oponen y defienden esta distinción apoyan sus argumentos en interpretaciones sobre
la misma fuente, el célebre texto de Marcel Mauss “El ensayo sobre el Don. Forma y
razón del intercambio en las sociedades arcaicas” (1997 [1923–1924])”.
La perspectiva que adoptaré con respecto a estas posiciones es la siguiente.La
distinción don-mercancía resulta un esquema de percepción y apreciación que los
agentes movilizan para vincularse con los objetos, con el modo de transferirlos y con
quienes entran en contacto a través de ellos. Los registros y observaciones iluminan el
uso práctico de estos términos haciendo particular énfasis en las contiendas que se
establecen cuando la distinción entre ellos es invocada para marcar y clasificar las
transferencias y vínculos interpersonales.
En este sentido, acuerdo con la advertencia que realiza Nicholas Thomas:
“Abandonar la distinción entre don y mercancía obscurece la biografía social de las
cosas” (1991:29); agregando que -como evidencia varias circulaciones de esta tesis impide observar el modo en el cual las personas lidian con esta distinción para
vincularse con las cosas y las personas. De este modo pretendo alejarme de un modelo
interpretativo rígido, para dar cuenta de la reversibilidad, contigüidad e hibridación que
acontece entre las transferencias que estos términos nombran.
Al trabajar sobre este registro la indagación se opone a tomar las propiedades de
los objetos como indicadores de esta distinción, cuestión que resulta particularmente
relevante cuando se aborda los usos sociales del dinero. Generalmente la circulación de
moneda ha sido representada como sinónimo de mercancía y opuesta al don (Simmel,
1987 [1900]; Marx, 1994 [1867]; y Douglas y Isherwood, 1979). Esta perspectiva tiene
la ventaja de obligar a tomar recaudos respecto de las tesis que excluyen necesariamente
al dinero de determinados vínculos sociales o esferas de intercambio. Lejos de estar
asociado naturalmente a un polo de la forma don-mercancía, el uso del dinero es un
revelador privilegiado de las dinámicas de esta distinción.
Esta perspectiva se ajusta a la idea planteada por Zelizer (2005) de analizar los
intercambios según tres criterios: la relación entre las partes, personal o anónima, el
medio de pago, monetario o no monetario, la forma de la transacción mercantil o no
mercantil. Así se rompe la división que pone de un lado al dinero, al mercado y las
relaciones anónimas frente a ausencia del dinero, intercambios de dones y relaciones
personales. En lugar de una oposición esta perspectiva permite plantear exploración de
combinaciones entre estos elementos. Como señala Zelizer: “El antiguo continuun de lo
íntimo a lo personal no desaparece, sino que adquiere un significado distinto.
Confirmamos que es un continuun y no la dicotomía de esferas separadas.” (Zelizer,
2009:327) Estas perspectivas ayudan a pensar tanto la heterogeneidad interna de las
circulaciones de dones (Weber y Dufy, 2009) como de las transacciones mercantiles y la
conexión que hay entre ambas circulaciones.
La perspectiva de los usos del dinero como instrumento de ruptura
La introducción de esta perspectiva sobre los usos del dinero implica disociarlo
de una esfera social exclusiva y abre la posibilidad de analizarlo circular en universos
sociales tratados como opuestos. Las inflexiones profundas que la sociedad argentina
sufrió en los últimos 30 años constituyeron las condiciones de posibilidad para la
extensión y diversificación de formas de enmarcamiento (Mauger, 2001)35 de las clases
populares. Estos procesos produjeron una inflación discursiva, en especial en lo relativo
a los usos sociales de los instrumentos económicos de las clases populares. El campo
discursivo gestado puede organizarse en dos polos opuestos: el polo del desinterés y el
polo del interés. En el primero encontramos a la caridad, la economía social o la
filantropía. En el segundo encontramos el clientelismo político o el asistencialismo. Las
transformaciones morfológicas y organizativas son acompañadas por disputas alrededor
de estas categorías de parte de miembros de partidos políticos, militantes de
movimientos sociales, agentes religiosos, agentes estatales, ONG’s, intelectuales o
expertos, entre otros. Los usos de estas etiquetas a menudo reifican las relaciones
sociales que pretenden nombrar, representándolas bajo un atributo y excluyendo otros
(la dominación vs. el altruismo, el egoísmo vs. la reciprocidad, el interés material vs. la
gratificación simbólica).
La constitución de objetos sociológicos siguió en cierta medida esta dinámica.
Gran parte de los estudios se concentraron en uno de los polos sin colocar en
perspectiva lo que los une. Así, por ejemplo, al tropo del clientelismo político se le
opone el tropo de la economía social, dos variantes en competencia para encuadrar a las
relaciones económicas de las clases populares. Lo mismo puede decirse de las
circulaciones económicas asociadas a redes religiosas diferenciadas de las circulaciones
asociadas a las redes políticas o de la economía social. Las investigaciones tendieron a
dar una representación discontinua de estas circulaciones económicas y los mundos
sociales en las cuales están inmersas.
35
En referencia a las categorías del pensamiento estatal que redefinieron los problemas sociales
(inempleabilidad, inserción, jóvenes delincuentes), y que acompañaron los dispositivos institucionales de
enmarcamiento de las clases populares en Francia desde la década del 80’, Mauger (2001) sugiere “hace
falta tomar como objeto las luchas simbólicas (sobre las categorías y los dispositivos), las calificaciones
convergentes y divergentes, los esquemas de percepción y juzgamiento que las engendran, las
imputaciones de sentido que ellas implican, las estrategias que ellas inducen, la circulación de etiquetas y
teorías que le son solidarias.” (Mauger, 2001:3). Este esquema puede servir para inventariar todas las
etiquetas (no sólo las asociadas al Estado) que fueron cruciales en la redefinición de las clases populares.
Frente a este fraccionamiento (la autonomía del estudio de las redes políticas, las
redes religiosas, los emprendimientos productivos o la otra economía, etc…) el uso del
dinero aparece como un instrumento de ruptura. Su circulación en cada uno de estos
universos sociales permite realizar la operación que primero pregonó Durkheim y
después Bourdieu retomó: todo buen ejercicio sociológico buscar unir lo que
comúnmente se separa y separar lo que comúnmente se une. (Durkheim, 1994 [1897];
Bourdieu, P. et. al., 2002 [1973])
¿Puede el dinero ser un revelador de la continuidad de estos universos sociales?
¿Puede el dinero revelar, además, la continuidad entre el universo no mercantil –
explorado por la literatura- y el universo mercantil -dejado de lado por ella-?
La circulación del dinero se convirtió en una unidad de observación privilegiada
para restituir la continuidad entre universos sociales representados de manera
discontinua e incluso de manera opuesta. No obstante, el dinero por si solo no da cuenta
de esta continuidad. ¿Cómo desplegar una estrategia de investigación sobre la
circulación del dinero que descubra una regularidad sociológica que define un género de
prácticas y que impregna al mundo social de las clases populares?
La perspectiva del clientelismo, la economía social, la caridad y el abandono del
universo mercantil, pasan por alto una manera más general de vinculación de las clases
populares con las circulaciones económicas. La sociología de Pierre Bourdieu me ayuda
a plantear la existencia de una regularidad sociológica que impregna al mundo social de
las clases populares, y en especial a sus prácticas económicas. Me parecía pertinente
plantear la hipótesis que las prácticas económicas de las clases populares están
asociadas a la acumulación de un tipo de capital específico: el capital moral.
En definitiva, el problema de investigación de esta tesis está construido a partir
de la intención de observar la continuidad real y teórica entre los mundos sociales que
las representaciones del desinterés y el interés, de la reciprocidad y el mercado separan.
Por continuidad real me refiero a que las personas transitan por estos mundos sociales,
por continuidad teórica pienso en que las circulaciones monetarias y los vínculos
sociales que en ellos se forjan pueden obedecer a una misma exigencia de acumulación
de capital moral.
La (nueva) preocupación por una sociología de los actos morales.
La sociología ha establecido una relación privilegiada con los hechos y actos
morales. Las indagaciones de Durkheim por homologar hechos morales y hechos
sociales, la preocupación weberiana sobre el mundo de los valores, la teoría de las tres
obligaciones de la circulación del don de Mauss, los desarrollos de Parson y Merton
sobre la integración normativa o la anomia, el orden la interacción goffmiano y su
carácter sagrado, el mantenimiento de las expectativas normativas de Garfinkel, los
emprendedores morales de H. Becker, la ética del honor de Bourdieu y, más
recientemente, la sociología de la justificación pública de Bolstanki y Thévenot,
informan una historia sub-discipinar específica hilvanada por la preocupación sobre la
moralidad de los vínculos sociales. Sin embargo esta tiene sus propios ciclos. Pharo
hace el siguiente balance con respecto a la sociología moral en Francia:
A partir de los años 50’ la moral no tuvo mucha incidencia en las
categorías analíticas de la sociología, particularmente en Francia donde el
marxismo hizo prevalecer un enfoque histórico-político de los fenómenos
sociales. Es solamente a fines de los años setenta que se asiste a un
resurgimiento de la sociología moral con la aparición de una ‘sociología
ética’…Poco después, otros investigadores, que habían trabajado
precedentemente con Pierre Bourdieu desarrollaron una nueva ‘sociología
política y moral’ centrados en los métodos de justificación pública. (Pharo,
1994: 27).
Esta renovación de la sociología moral en Francia se da lugar en el marco de una
discusión crítica con la sociología de Bourdieu. El propio Pharo da señales para
comprender cómo se ubicaría la obra de este último en este proceso:
“Si los valores y las virtudes son esenciales (en la obra de Bourdieu), no lo
son como objetos de conocimiento sino como instrumentos de la lucha
política. La ética permanece periférica al sistema y no se convierte en un
objeto analítico directo.” (Pharo, 2004:124).
Las clasificaciones de la sociología de Bourdieu como reproductivista
(Merchiers, 2004) o utilitarista (Caillé, 1994) son operaciones que dejan a su obra en los
bordes de una sociología capaz de dar cuenta de los actos morales. A diferencia de estas
interpretaciones, en esta tesis intentaré mostrar cómo la sociología de Bourdieu provee
herramientas relevantes para comprender aspectos cruciales como los valores o las
virtudes.
Sobre el capital moral36.
En un pasaje de La distinción (1979) destinado a caracterizar a la pequeñaburguesia Bourdieu realiza una descripción sobre el ethos cultural de esta fracción de
clase que encuentro muy sugerente para la elaboración de la noción de capital moral:
La pequeña burguesía ascendente rehace permanentemente la historia de
los orígenes del capitalismo: como los puritanos no pueden contar más que
con su ascetismo. En los intercambios sociales donde otros pueden avanzar
garantías reales de dinero, cultura o relaciones, ella no puede ofrecer más
que garantías morales: pobres (relativamente) en capital económico,
cultural y social, ella no puede ‘justificar sus pretensiones’ como (se) dice,
y de darse las chances para realizarlas, que a condición de pagar en
sacrificios, en privaciones, en renuncias, en buena voluntad, en
reconocimiento, en síntesis, en virtud. -el resaltado es mio-(Bourdieu,
1979:388).
Este párrafo es rico por varias razones. En primer lugar, porque Bourdieu
ilumina cómo una posición social se sostiene sobre el reconocimiento de virtudes
morales37 .En efecto, a través de esta descripción Bourdieu logra identificar una
posición social específica. Por lo tanto, las virtudes morales tienen un valor topográfico,
permiten distribuir a quienes se las reconocen dentro de un espacio social distintivo En
segundo lugar, estas virtudes son bienes de intercambio que sustituyen a otros tipos de
capital (económico, cultural y social). El rendimiento de estos bienes está asociado al
reconocimiento de una buena voluntad. La apreciación de una persona (su adhesión a
determinados valores) sustenta la conversión de actos y palabras en garantías morales que sustituyen a las “garantías verdaderas: dinero, cultura, relaciones”- . Estos
elementos permiten que hablemos de una subespecie de capital simbólico: el capital
moral.
Siguiendo este argumento podría presentar una primera definición del concepto.
Así como en la última versión el capital simbólico es definido como “el producto de la
transfiguración de una relación de fuerzas en una relación de sentido” (Bourdieu, 1997),
es decir, el capital económico o cultural cuando son conocidos y reconocidos según sus
36
Corouge y Pialoux (1985), Lenoir (1986), Dorandeu (1994) y Coutant (2005) mencionan el concepto
sin profundizar su definición. Valverde (1994) lo asocia al trabajo moralizador de los filántropos.
37
Problema presente desde las investigaciones sobre el ethos del honor kabylie o sobre el campesinado de
la región de Bearn.
categorías de percepción. El capital moral, por su parte, puede ser pensado como el
efecto de la transfiguración de una relación de fuerzas en relaciones de valor. Las
categorías de percepción y apreciación que el capital moral impone son las vinculadas a
poner en valor los actos sociales bajo los estándares de lo que debe ser obligatorio. (ver
cuadro El capital simbólico como programa de investigación)38
El capital simbólico como programa de investigación.
Cuando observamos el proceso de creación del concepto de capital simbólico (Pinto,
1998; Wilkis, 2008) encontramos que en su génesis se encuentra el análisis del ethos del honor
Kabylie y el intercambio de dones.
La imagen que reconstruye Bourdieu de la sociedad
tradicional o precapitalista adquiere consistencia al representar un mundo social no
diferenciado, donde las relaciones económicas, políticas y familiares son interdependientes. Esta
interdepedencia está regulada por el código de honor Kabylie que impregna toda la sociabilidad
tradicional. La economía Kabylie el capital simbólico es la “forma más preciada de
acumulación” (Bourdieu, 2000:367). Las investigaciones de Bourdieu van a prolongar las
reflexiones seminales centradas en los datos del trabajo de campo en Argelia para alcanzar un
conjunto de prácticas -fenomenológicamente diferentes- que comparten la propiedad de estar
reguladas por una economía de bienes simbólicos 39. Las prácticas pertenecientes al género
simbólico no serían menos económicas que las actividades económicas -en el sentido
restringido del término40-. Este género de prácticas es definido por una formula próxima al
lenguaje de El ensayo sobre el don: son prácticas que pertenecen a microcosmos sociales que
comparten la propiedad de generar las condiciones objetivas para que los agentes tengan interés
en el desinterés. Si el desinterés es una orientación razonable de las prácticas en determinados
universos sociales, obedece a que la complicidad ontológica entre el habitus de los agentes y el
campo que lo produce descuenta como natural la acumulación del capital simbólico. La tercera
formulación de la noción de capital simbólico cierra una reflexión iniciada por una lectura antieconomicista de la dominación. La existencia social, dice Bourdieu, requiere de razones y estas
están desigualmente repartidas. “no hay peor desposesión, peor privación que las de los
vencidos en las luchas simbólicas por el reconocimiento, por el acceso a un ser socialmente
reconocido” (Bourdieu, 2003 [1997]: 346). Estas luchas no son representadas en una región del
38
La inspiración maussiana en este punto es clave: el don transforma relaciones de aniquilamiento físico
en relaciones de antagonismo moral.
39
Bourdieu (2002, cap. 6 “La economía de los bienes simbólicos”) señala entre estas investigaciones el
funcionamiento de la economía Kabyle, el estudio de la economía doméstica en Argelia, Béarn y otros
lugares, trabajos nunca publicados sobre la economía de la ofrenda, y también los estudios sobre la
economía del campo cultural, el campo literario y el campo burocrático.
40
Para Bourdieu todas las prácticas son económicas en el sentido que son guiadas por algún tipo de
interés que las hace razonables. No obstante, suele usar el termino económico para adjetivar prácticas
ajustadas a la racionalidad capitalista, en este caso advierte que está haciendo un uso restringido del
termino.
espacio social o están vinculadas a un tipo de prácticas sino que se desarrollan en todos los
universos sociales.
El capital simbólico no es una especie de capital sino el efecto que todo capital produce
cuando es negado en tanto tal, es decir, cuando las arbitrariedades de las fuerzas que los
sostienen son reconocidas como legítimas.
El capital simbólico es menos una noción y más un programa de investigación. La
primer versión de capital simbólico está centrado en el ethos del honor, las obligaciones
morales son una vía privilegiada para comprender los lazos políticos y económicos, luego la
noción se autonomiza de esta referencia a la moral. La noción de capital moral se inscribe en el
programa de investigación de la noción de capital simbólico retomando elementos de su primera
formulación centrados en la cuestión de los valores y las obligaciones morales.
En este sentido, el capital moral remite a los esquemas de percepción y
apreciación que reconocen propiedades pertinentes como virtudes en el marco de
relaciones específicas. Estas propiedades, precisamente, funcionan como capital porque
son sacadas de la insignificancia y la ineficiencia en las que se encontrarían en otro
espacio social41. Los usos sociales de los juicios y evaluaciones morales sacan de la
indiferencia moral a las personas y sus actos para ponderarlos y valorizarlos. A través
de esta perspectiva, esta noción se convierte en un medio conceptual (Pharo, 2004: 360)
de identificación del carácter moral, inmoral o indiferente de un hecho, persona o acto
social.
La valorización a través de las obligaciones y el estatus (Weber, 1992[1920]) de
las personas dentro de un orden social son elementos que la noción de capital moral
intenta vincular. Los juicios y evaluaciones morales funcionan asociando y disociando,
es decir, funcionan distinguiendo, en este caso actos y personas morales. Como todo
esquema simbólico proveen los instrumentos clasificatorios sobre el lugar de los agentes
en el orden social. En este sentido, existe una íntima conexión entre el capital moral y
la legitimidad de las jerarquías sociales (Dumont, 2001 [1966]). La noción de capital
moral vincula la diferenciación social con las justificaciones de ocupar una posición
dentro de una jerarquía social.
Las personas son medidas -jeararquizadas- en función del cumplimiento de
obligaciones. Acumular capital moral es acumular legitimidad en una posición dentro
de la jerarquía social. Interrogarse sobre las obligaciones que vinculan a las personas es
41
Sigo el argumento de Bourdieu (1989) sobre la noción de capital y su carácter socialemente
contextualizado.
interrogarse sobre las creencias profundas que ellas tienen sobre las posiciones de los
agentes en la jerarquía social. Las obligaciones son vectores estratégicos de
legitimación de status sociales. Yo creo que, además, esto implica observar al universo
moral no como un terreno neutro sino agonístico y diferenciador. En este sentido,
retomo la idea de Mauss en la versión agonística del don: las personas se disputan las
jerarquías sociales y luchan por eclipsar moralmente a los otros, esta dinámica esta
comprendida en la noción de capital moral.
Bourdieu escribía:
No hay universo social donde cada agente no deba contar, en cada
momento, con el valor fiduciario que le es acordado y que define lo que
puede permitirse, es decir, entre otras cosas, los bienes, ellos mismo
jerarquizados, de los que puede apropiarse o las estrategias que puede
adoptar y que, para tener posibilidades de ser reconocidas, y por ende
simbólicamente eficaces, deben situarse a la altura justa, ni demasiado
arriba ni demasiado abajo. (Bourdieu, 2007 [1980]:223)
A través de las obligaciones se hace legible las virtudes de las personas, y estas
virtudes funcionan como poderes. En determinados territorios sociales estos poderes se
entrelazan con la circulación de bienes, o mejor dicho, estos bienes no circulan sin estar
acompañado del trabajo moral específico de imponer y cumplir las obligaciones.
Entonces, es relevante como parte de la economía de bienes simbólicos analizar cómo
los agentes hacen este trabajo que les permite acumular esta especie de capital que,
como sub especie de capital simbólico, otorga un reconocimiento específico
(precisamente el de ajustarse a las obligaciones) que “define lo que puede permitirse”.
En pocas palabras, lo moral del capital moral se específica a partir del
reconocimiento de virtudes bajo esquemas de evaluación y juicio ligados a criterios de
obligación social. Analizar los contextos en los cuales estos son usados como las
condiciones en las cuales los agentes tienen interes en la virtud (Bourdieu, 1994c), es
una entrada a una sociología de los actos morales de raigrambre bourdesiana.
Violencia, Capital moral y economía de bienes simbólicos de las clases populares
Gerard Mauger (2006) ha propuesto un esquema conceptual para comprender las
transformaciones de los estilos de vida de los jóvenes de clases populares basado en la tesis que
el mismo se asienta en un cambio en la economía de bienes simbólicos. Esta tesis sugiere
prestarle atención a cómo se distribuyen las razones de existencia social”, cúales son los medios
y condiciones para que los sujetos sean reconocidos. El análisis de Mauger se resuelve
iluminando el rol del capital agonístico como estructurador de las relaciones sociales de los
jóvenes de clases populares.
El uso de la violencia verbal y física cumple una función emblemática: permite la
rehabilitación estatutaria frente al desclasamiento escolar y social: el respeto se logra en el
mundo de la cultura de la calle defendiendo el honor puesto en juego por la agresión de la
autoridad (en especial la policía), pero también mostrando atributos de la excelencia juvenil
(ropa de marca, auto, dinero). Para ello se requiere ingresar en el “bizness” (comercio ilegal) a
través de la capacidad de pelear, de construir capital social y medios para “arreglárselas”.
Un buen ejemplo para reflexionar sobre mi propuesta de capital moral sería pensarlo en
comparación (y vinculación) con la elaboración del concepto capital agonístico. Si éste es
percibido como capital simbólico por las destrezas físicas -guerreras-, el capital moral es
percibido como capital simbólico por las virtudes reconocidas. En particular, por la manera que
ellas indican obligaciones a partir de las cuales son evaluadas las personas. Este primer
contrapunto permite afirmar el argumento en favor de desmenuzar al capital simbólico en sus
diferentes especies (una especie corporal, una especie ética), por lo tanto, como géneros del
mismo fenómeno.
Antes de pasar al plan de la tesis quisiera señalar una observación referida a un
concepto que está próximo al de capital moral: el de economía moral. En relación a este
último, cuyo uso en los estudios historiográficos está asociado al nombre de E.P
Thompson (1984[1979]) y en la antropología al de J. Scott (1976), la noción de capital
moral permite explorar el mundo moral de los dominados buscando diferencias,
antagonismos, competencias y jerarquizaciones. La noción de economía moral implica
un set de valores compactos que obstaculizan la comprensión de las presiones hacia el
antagonismo moral entre las clases populares. Espero que el concepto de capital moral
cumpla esta expectativa.
Plan de la tesis
El capitulo 2 reconstruye las etapas del trabajo de campo centrados en el partido
de La Matanza, localizado en el oeste del conurbano bonaerense. El itinerario que se
relata da cuenta de los obstáculos de construir un problema de investigación asentado en
las modalidades que se habían establecido como legítimas para investigar a las clases
populares. Las delimitaciones en términos espaciales (un barrio), los recortes según
grupos sociales específicos (movimientos sociales, partidos políticos, redes religiosas,
etc…), o la división en lógicas de acción autónomas (economía, política), fueron
cediendo en favor de una exploración etnográfica basada en el seguimiento de cosas y
personas. Esta perspectiva metodológica le dio unidad a la indagación y permitió
descubrir la unidad entre circulación monetaria y juicios morales más allá de la división
espacial, de categorías sociales y lógicas de acción.
La hipótesis que se formula en esta tesis se desprende de este descubrimiento: la
circulación de valores monetarios es una unidad de observación del universo moral de
las clases populares (y de sus relaciones con otras clases). Cada capítulo se presenta
como una exploración singular para demostrar esta hipótesis. Sus argumentos muestran
la unidad entre circulaciones monetarias y juicios morales en escenas y vínculos
sociales tratados comúnmente por separado
Por este motivo, el relato de la tesis trata de unir bajo esta hipótesis escenas y
vínculos sociales configurados no mercantilmente y mercantilmente, circulaciones
hacia y entre las clases populares, adentro y afuera de los barrios populares, las que se
producen en microcosmos sociales como el de la política, la religión o al interior de las
familias, y en el marco de prácticas económicas lícitas e (i)lícitas.
Los capítulos, entonces, son variantes de esta exploración imponiéndose en cada
uno de ellos controversias y discusiones singulares.
El desarrollo del capítulo 3, que abre la parte A de la tesis, problematiza las
etiquetas para nombrar a las circulaciones monetarias como el altruismo o el
clientelismo. La noción de capital moral permite mostrar la continuidad en las
circulaciones cuando las percepciones de los agentes acentúan su discontinuidad al usar
estas etiquetas. El capítulo siguiente (cap. 4) explora la positividad del dinero para
establecer vínculos políticos. El uso de la categoría “sueldo político” en el contexto de
una red política del peronismo de dos barrios del conurbano será el punto de apoyo para
mi argumentación. El capítulo 5 explora cómo se vinculan las exigencias de acumular
capital moral y los usos del dinero en el marco de una red religiosa de una “villa”. El
capítulo 6 analiza un proceso de generalización monetaria en el ámbito de esta última.
Explora cómo los agentes redefinen sus vínculos a partir que se acrecienta la
disposición de dinero proveniente de programas sociales. Se argumenta que el dinero se
convierte en una unida para evaluar las obligaciones morales que vinculan a los
habitantes de los barrios con sus líderes políticos o religiosos.
En estos cuatro capítulos la noción de capital moral permite mostrar tanto la
presión a la diferenciación cuando se trata de alcanzar bienes que circulan hacia las
clases populares como la continuidad entre universos sociales que suelen ser
representados como opuestos o discontinuos (en el caso de esta parte de la tesis: los
microcosmos sociales de la política y el de la religión). En estas exploraciones se
ilumina el entrelazamiento entre las virtudes reconocidas (que funcionan como capital
moral) y la circulación monetaria. El resto de la tesis insistirá con este argumento que
implica ponderar esta especie de capital como multiplicador de capital económico en
relación a las clases populares.
El capítulo 7 abre la parte B de la tesis, su argumento se centra en el análisis de
la mercantilización de bienes de ayuda. Interrogarse sobre las condiciones particulares
en que se realizan estas transacciones mercantiles implica prestarle atención a la
organización social que las hace posible, en especial cómo circula el dinero y qué
evaluaciones morales se imbrican en ellas. El capítulo siguiente (cap. 8) propone una
interpretación que distinga en los límites barriales las condiciones bajo las cuales los
juicios morales son más preponderantes y, por lo tanto, la noción de capital moral más
productiva para comprender las transacciones mercantiles. Se analiza las prácticas del
fiado y actividades de la economía ilícita.
El capítulo 9 se interroga lo siguiente: ¿Bajo qué condiciones se exponen los
agentes a ser evaluados moralmente cuando ingresan en una transacción comercial
mediada por una relación de crédito? El propósito será mostrar cómo el capital moral es
una especie de garantía específica en el marco de las relaciones financieras de las clases
populares. En este sentido, el desarrollo del capítulo permitirá apreciar cómo las
circulaciones monetarias estudiadas implican tener en cuenta los criterios de distinción
moral que tornan posible a los agentes convertirse o no en receptores de un crédito. E
indagar cómo esta distinción implica una suerte de multiplicación del capital
económico.
Finalmente, la última exploración (cap. 10) se centra en las prácticas monetarias al
interior de las familias. En las narraciones etnográficas que presento quisiera mostrar la
utilidad de seguir la circulación del dinero como método para comprender cómo los
miembros de las familias se representan a sí mismos y los valores que pretenden
encarnar