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ORIENTACIONES SOBRE LA TERCERA PREGUNTA
He aquí el enunciado de esta tercera pregunta:
“Relación del tema o autor elegidos con otra posición filosófica y valoración
razonada de su actualidad”.
Y el criterio de evaluación correspondiente a esta pregunta es el siguiente:
“se valorará el conocimiento de otra posición filosófica en relación con el tema
o autor del texto (se puntuará con un máximo de 2 puntos). Además se tendrá en cuenta
la argumentación razonada del alumno sobre la vigencia del tema o el autor (se puntuará
con un máximo de 1 punto)”.
Así, pues hay dos partes: una de comparación y otra de valoración personal. Lo
que sigue son unas orientaciones sobre cómo abordar estas dos partes. Debéis
interpretarlas a modo de sugerencias. Se os ofrecen distintas posibilidades entre las
cuales deberíais elegir una y prepararla antes del examen. De todas formas, no tenéis
ninguna obligación de ateneros a ellas.
COMPARACIÓN
PLATÓN.- Podéis elegir:
a) Aristóteles
b) Descartes
a) La comparación más directa y próxima es con Aristóteles, que debéis centrar
en la crítica de éste a la teoría de las ideas de Platón. Esta crítica debe conduciros a
exponer la doctrina del “hilemorfismo”y, a partir de ahí, la filosofía de la naturaleza
aristotélica. Es importante exponerla ordenadamente siguiendo el guión que estudiamos
en clase: concepto de “physis”, tema del movimiento (paso de la potencia al acto), tipos
y causas del movimiento y “teleología inmanente”. No debéis olvidar, finalmente, las
diferencias en sus teorías antropológicas: la unión antinatural y accidental de alma y
cuerpo en Platón y la unión hilemórfica (sustancial) de ambas en Aristóteles.
b) En general: Descartes inaugura la Modernidad con el nuevo modelo de
conocimiento basado en el sujeto (y con ello marcará el desarrollo posterior de la
historia de la Filosofía), pero también se inserta en una tradición filosófica que va desde
Platón a la Escolástica. Por ello puede compararse con Platón, con el que comparte su
concepción dualista de la realidad y del hombre. Ambos coinciden también en rechazar
los sentidos, aunque en un caso principalmente porque nos muestran el mundo sensible
y cambiante, y en otro porque nos engañan y carecen de certeza. Y esta diferencia
respecto a los sentidos se refleja respecto a la razón: para Platón es la facultad de
conocer la verdad porque conoce el mundo de las ideas, eterno e inmutable, y para
Descartes porque se atiene a verdades evidentes, indudables.
Aunque la base de la comparación es el dualismo ontológico y antropológico
compartido por ambos autores, debéis precisar las diferencias referidas a los
presupuestos fundamentales de ambas filosofías. Para ello, y más en concreto, podéis
explicar:
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- el distinto significado que tiene la noción de “idea” en ellos: realidades
verdaderamente existentes fuera de la mente en Platón, y representaciones mentales en
Descartes.
-la distinta manera de entender la relación del conocimiento: para Platón se
entiende como relación directa entre sujeto y objeto, es decir, el alma puede llegar a
conocer directamente la verdadera realidad (mediante la “reminiscencia” y mediante la
“dialéctica”). Para Descartes, en cambio, el conocimiento de la realidad no es directo,
sino a través de las ideas (que “representan” en la mente esa realidad extramental). Ésta
es la innovación fundamental con la que Descartes funda la filosofía moderna.
-su distinta concepción sobre el conocimiento verdadero: en Platón es el que
capta “ideas”, es decir, realidades inmutables, permanentes y únicas ( y por ello el
conocimiento verdadero, el más seguro, será también inmutable). En Descartes, sin
embargo, el conocimiento verdadero es el que establece en la primera de las reglas de su
método que guía toda su filosofía: el evidente.
-respecto a su antropología: teoría tripartita del alma en Platón (de la que se
deriva la virtud de la justicia en el hombre) y la teoría de las acciones y pasiones en
Descartes, de la que se deriva su idea de libertad.
DESCARTES.- Aparte de la posibilidad de compararlo con Platón y Ortega
(ver apartados correspondientes), podéis optar por el empirismo y explicar las doctrinas
de Locke y Hume (o de cualquiera de ambos). La comparación debéis desarrollarla a
partir del problema central de la Filosofía en los orígenes de la Modernidad, centrando
las diferencias en el origen y validez del conocimiento: la experiencia para el empirismo
y la razón para el racionalismo. Al decir “la razón”, entendemos las ideas que ésta posee
en sí misma sin derivarlas de la experiencia. Por tanto, el punto central de la
discrepancia entre empiristas y racionalistas está en el hecho de si existen o no ideas
innatas. El presupuesto compartido por ambas corrientes, que es la gran novedad que
define la filosofía moderna, es el modelo de entender la relación del conocimiento. No
se trata de una relación directa entre el sujeto y el objeto, sino mediada por las ideas. El
sujeto no conoce la realidad directamente sino por medio de sus “ideas” o
“representaciones” (las ideas de razón para los racionalistas, las impresiones sensibles
para los empiristas). Por lo tanto, la existencia de una realidad extramental (en general,
el problema de las sustancias) no es inmediatamente evidente y necesita ser demostrada.
NIETZSCHE.- Por motivos de afinidad y contemporaneidad, quizás lo más
natural es compararlo con Ortega (ver Apdo. de Ortega) pero puesto que el texto de
Nietzsche trata de la crítica a la tradición filosófica, podéis escoger también a Platón, el
gran maestro fundador de esa « “razón” en la filosofía» a la que dirige su crítica el texto
de Nietzsche. Recordad que Nietzsche se refiere a esta tradición a veces como
“platonismo”, otras como “cristianismo”, y otras también como “platonismocristianismo”. Vuestra comparación debe atender fundamentalmente a la crítica
nietzscheana del dualismo metafísico (la división del mundo en un mundo “verdadero”
y en un mundo “aparente”) inaugurado por Platón y que recorre toda la historia de la
filosofía. Las cuatro tesis que cierran el texto de Nietzsche os pueden servir de guía para
esta tarea. En resumen: el mundo “aparente” de Platón, el del mundo sensible, el del
cambio, el devenir, la pluralidad y la sensibilidad, es el único verdaderamente existente.
Por tanto no hay razón para el dualismo ontológico. El “otro” mundo, el del “ser
verdadero”, el mundo racional caracterizado por la inmutabilidad y unidad (y todos los
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conceptos supremos de la tradición filosófica), no existe, es una ilusión, una invención
nacida de un “instinto de calumnia”, de rechazo, desprecio y condena hacia la plenitud y
fuerza vitales. Una consecuencia de esta crítica sería abandonar la “perspectiva de la
razón” que define la filosofía platónica (la historia de la filosofía sin más), es decir,
renunciar a comprenderla desde significados eternos y verdades absolutas, y ver la
realidad desde la “perspectiva del artista”. Sólo mediante la comprensión artística de la
realidad podemos alcanzar a apreciarla según su fuerza creadora y contradictoria,
efímera, cambiante y plural.
ORTEGA.- Lo más lógico es desarrollar la comparación desde el
“raciovitalismo” y confrontar la noción de “razón vital” con el racionalismo y el
vitalismo, en general. Del primero, conocéis a Descartes con el que podéis establecer
una comparación directa. Del segundo, el autor más representativo es Nietzsche.
-Con el racionalismo y Descartes: debe quedar claro que Ortega no va contra la
razón (entiende la filosofía como conocimiento teorético), sino contra el racionalismo,
contra lo que llama “razón pura”, y no por lo que tiene de razón, sino por su separación
y abstracción de la experiencia de la vida y de la historia. Porque es una razón sola y
aparte, desvinculada de la vida. Quien mejor representa esta razón pura es el Sujeto
cartesiano. El desarrollo de esta idea sería como sigue: mientras Descartes postula una
“razón pura” y concibe un sujeto intemporal y ajeno a la vida, Ortega propone una razón
vital e histórica. El yo no está aislado, según Ortega, y la estructura de la razón se
conforma en relación con las circusntancias en las que el sujeto vive. A esta razón
temporal y vital le corresponde una verdad en perspectiva. Esto significa que no existe
solo una verdad, sino tantas como sujetos, y que la perspectiva de cada uno de ellos es
verdadera e insustituible en la constitución de una verdad completa, que sólo es la suma
de todas las perspectivas. Para Descartes, por el contrario, la verdad es absoluta y
eterna, aquella que descubre un Sujeto de Conocimiento abstracto ejerciendo una razón
abstracta que no tiene nada que ver con las circunstancias vitales.
Descartes, para Ortega, representa el ejemplo más destacado de la postura
“idealista”, por tanto también podéis abordar su comparación desde la crítica orteguiana
al realismo-idealismo. En esa crítica debéis destacar la importancia que tiene el que
aparezcan juntas, pues se trata de dos doctrinas filosóficas aparentemente opuestas pero
que comparten un mismo error fundamental. El idealismo sostiene finalmente que una
cosa existe porque depende de mí, “porque está presente ante mí”, pues sólo puedo tener
acceso directo a mis ideas. Lo independiente es el sujeto, la primacía es del espíritu. El
realismo también postula una realidad independiente, en este caso la que existe fuera de
mí y de la que yo formo parte. La primacía en la relación de conocimiento se concede
ahora a la naturaleza. Pero ambas posiciones filosóficas comparten un mismo error que
consiste en interpretar su realidad fundamental como una sustancia determinada y con
una identidad permanente, ya constituida y dada. Así es en el sujeto pensante cartesiano,
que se interpreta como res cogitans, es decir, como una cosa. Interpreta la conciencia, el
intelecto o el yo como una cosa, todo lo importante que se quiera, pero una cosa,
idéntica e invariable, como algo ya dado y con un modo de ser permanente. Es la
primera sustancia en Descartes, a partir de la cual cree poder construir todo el
conocimiento verdadero. La primera verdad (la “realidad radical” en términos
orteguianos) es el Yo. El yo y sus ideas, pero no las cosas. Lo que Ortega impugnará a
Descartes es esa idea del yo, pues no hay un yo sin las cosas. Como tampoco puede
haber cosas sin un yo, que es la objeción que dirige al realismo. Para Ortega tanto las
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cosas (la naturaleza, la realidad exterior) como el yo (el sujeto, la razón, el intelecto)
deben ser “relativizados” -deben ponerse en relación- por la única realidad radical, que
es la vida humana, que nunca está deteminada de un modo permanente, sino que es
movilidad y cambio (historia).
-Con Nietzsche.- comparten algunos de los intereses fundamentales que definen
su época. Así, podemos encuadrarlos dentro de la nueva "Filosofía de la vida" o
“vitalismo” nacida a finales del siglo XIX. La vida es para ambos la esencia última de la
realidad, aunque es verdad que entendida ésta de manera diferente. En Nietzsche
prevalece una consideración más cercana a la perspectiva biológica o natural,
entendiéndola a partir del fondo de impulsos e instintos vitales (su “voluntad de poder”
se manifiesta en los típicos procesos que caracterizan los organismos naturales),
mientras que Ortega, más influenciado por el historicismo, la piensa más bien como
biografía humana, una realidad de carácter histórico. El ser humano se define como
historia y no como naturaleza, y en el transcurrir de esa historia tanto los seres humanos
como las sociedades se van constituyendo y conformando con el paso del tiempo.
Desde presupuestos vitalistas compartidos, coinciden también en parte en la valoración
de nuestra tradición filosófica y en la interpretación de la razón. Ambos sitúan en
Sócrates el origen de esa tradición, pues con él tiene lugar el descubrimiento de la razón
y el "intento de desalojar la vida espontánea para suplantarla con la pura razón". Y
ambos entienden las doctrinas racionales como algo inventado por el hombre para
responder a una cierta situación vital. La razón, y la cultura en general que ella genera,
es un invento necesario que tiene un valor básico de supervivencia: es como una "tabla
de salvación" sin la cual el hombre se sentiría perdido en el universo y en la vida. "La
razón es sólo una forma y función de la vida", dice Ortega. Sin embargo, el vitalismo
orteguiano es más cauto que (no tan radical como) el de Nietzsche. Su doctrina, el
raciovitalismo, reclama la primacía de una "razón vital" (o "razón viviente") sobre la
"razón pura", pero no niega el valor de la razón, ni deriva de ahí un análisis crítico
destructivo, como ocurre en Nietzsche. Para este la facultad racional no puede penetrar
en la esencia básica de la vida, caracterizada como cambio, devenir y pluralidad.Al
dejarnos guiar por la razón y despreciar los instintos estamos despreciando, a su vez, la
vida. Para Ortega, sin embargo, la razón es una facultad humana irrenunciable ya que es
necesaria para analizar nuestro vivir y plantearnos nuestro proyecto vital . “Mi ideología
no va contra la razón, puesto que no admite otro modo de conocimiento teorético que
ella: va sólo contra el racionalismo" . La alerta crítica de Ortega se dirige a una razón
desligada de la vida. La de Nietzsche va contra una razón radicalmente anti-vital que ha
conformado nuestra cultura y cuyos restos es preciso acabar de destruir para así poder
reinstaurar el auténtico sentido de la vida.
También coinciden en la concepción heracliteana de la realidad. Tanto para
Ortega como para Nietzsche la vida, como realidad última, se caracteriza por el devenir,
el cambio, la evolución. Los dos también tienen una consideración parecida de la vida
como proyecto. El “superhombre” (artista trágico, el portador de los nuevos valores tras
la “muerte de Dios”) para Nietzsche, y el hombre con “existencia auténtica” para
Ortega, son aquellos que construyen su vida creativamente y tomándose en serio su
libertad personal, los que asumen decidida y conscientemente la dirección de su propia
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vida. Finalmente, y aunque los dos vivieron en contextos diferentes (la Alemania de la
segunda mitad del siglo XIX y la España de la primera mitad del XX), ambos nos
dejaron excelentes análisis de sus respectivos contextos históricos: Nietzsche de la
decadencia de la cultura occidental y Ortega de la crisis que vivía España.
SUGERENCIAS PARA LA VALORACIÓN PERSONAL
-PLATÓN.- ¿Existen las ideas como realidades o debemos pensar que sólo
tienen existencia mental? Tal vez las matemáticas nos ofrezcan el modelo más creíble,
pues es verdad que, por ejemplo, podemos distinguir claramente entre el triángulo en sí
(la idea platónica de triángulo, la definición matemática de triángulo) de la existencia de
triángulos sensibles (que se parecen o imitan a la idea pero que no coinciden
exactamente con ella). Pero esa “idea platónica”, ese “triángulo matemático”, ¿tiene una
existencia real, fuera de nuestra mente, o es más bien una construcción mental, una
idealización producida precisamente a partir de los triángulos imperfectos materiales?
Por otra parte, ¿ocurre lo mismo con la existencia de la belleza en sí, la bondad en sí, la
justicia en sí, la verdad en sí...? En cualquier caso, no resulta convincente afirmar que
existan los correlatos ideales platónicos (recordad: realidades verdaderamente
existentes, según Platón) de los objetos del mundo físico. ¿Quién puede creerse que
exista en un mundo ideal una mesa en sí separada de las mesas concretas y materiales
que pueblan el mundo físico?
-La Idea del Bien prefigura claramente la idea de Dios. El mismo Platón la
separa de las demás ideas y afirma su absoluta trascendencia, y acepta que no es
adecuadamente explicable, como ocurre con el Dios cristiano ¿No es eso recurrir a un
concepto irracional, religioso, alejándose así de la explicación racional o filosófica?
-Su utopía política se basa en un principio de especialización funcional: cada
clase debe ejercer las funciones propias a las que por su propia condición está destinada.
Concretamente, los gobernantes deben ser los más sabios porque son los que conocen el
bien, la verdad, lo conveniente y lo correcto. Platón (y Sócrates) consideraba un absurdo
suponer que todos los ciudadanos poseen la areté política, la virtud o el saber que les
permite gobernar. Así como no confiaríamos nuestra salud, ni siquiera nuestros zapatos,
a cualquiera, sino sólo al que posee la técnica médica o al que es un buen zapatero, sólo
debemos confiar el gobierno a los mejores, a los más sabios.
Pues bien, podéis discutir esa idea política, claramente anti-democrática desde
una perspectiva actual. Una pista, una frase del pensador norteamericano John Dewey:
“la democracia es la aceptación de que ningún hombre ni ningún grupo de hombres es
lo bastante sabio o lo bastante bueno como para gobernar a otros sin su consentimiento”
-DESCARTES.- Podéis convertiros en críticos de la filosofía cartesiana
señalando algunas debilidades de su sistema filosófico. Dos sugerencias:
a) el círculo vicioso en el razonamiento que presenta a Dios como
garantía de la validez de la primera regla de su método. Por un lado, Dios queda
demostrado a partir de las ideas claras y distintas (que son verdaderas, según el
criterio de evidencia establecido en su primera regla). Pero, por otro lado, este
criterio está sostenido en el propio Dios y de Él depende toda su validez. Más
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brevemente: a Dios se llega por la evidencia, pero la evidencia solo vale por
Dios.
(Al final tiene sentido preguntarse cuál es la sustancia que constituye el
principio fundamental del sistema filosófico cartesiano, pues encuentra la
primera verdad en el Sujeto pensante pero al final postula a Dios como garantía
de la verdad. ¿En qué quedamos? ¿Qué es más fundamental: el Yo o Dios?)
b) Crítica a la conclusión del razonamiento de la duda metódica que le
lleva a afirmar la existencia del Sujeto pensante. Aceptemos que mientras dudamos no
podemos dudar de que dudamos (de que pensamos, por tanto), pero eso no nos permite
concluir que hay en el mundo un Yo (una sustancia que consiste en pensar), sobre todo
si nos hemos propuesto, como así ha hecho Descartes, dudar de todo cuanto sea posible.
-Respecto al dualismo alma/cuerpo, tanto en Descartes como también en Platón,
podéis reflexionar sobre la diversidad existente entre los fenómenos mentales y los
físicos o corporales, pero ¿implica esta diversidad una auténtica separación o
independencia? ¿Es concebible una mente sin cerebro? Desde luego, las distintas
soluciones propuestas por los racionalistas al llamado “problema de la comunicación de
las sustancias” son claramente insatisfactorias; y la ciencia actual rechaza de manera
casi unánime el dualismo mente-cerebro. Pero sigue abierta la cuestión, central en la
filosofía actual, de las relaciones de los fenómenos mentales o estados internos con el
órgano físico del que emanan, el cerebro. El extraordinario desarrollo de las
neurociencias en las últimas décadas ha permitido profundizar en la comprensión de
cómo trabaja el cerebro, qué es lo que ocurre en el cerebro cuando experimentamos un
estado mental o ejecutamos una función mental (p.e., cuando vemos). La afirmación de
la neurobiología de que no hay actividad psíquica sin cerebro es difícilmente rebatible,
pero de ahí no se sigue necesariamente que la vida psíquica no es más que actividad
cerebral, y que solo describiendo aquella, comprenderemos esta. Aunque en algunos
casos particulares puede establecerse una correlación definida entre actividad psíquica
y actividad cerebral, sigue siendo una utopía o una ilusión pensar que si podemos
identificar y relacionar todos los fenómenos que ocurren en el cerebro podremos
finalmente comprender la vida mental de su portador. La relación existente entre lo
mental y lo biológico podría ser del mismo tipo que la existente entre lo biológico y lo
físico-químico. Eso es lo que nos sugiere una moderna corriente de pensamiento, el
“monismo emergentista”. En verdad lo biológico no es más que lo físico-químico
organizado en estructuras más complejas. Sin embargo, lo biológico no se comporta de
la misma manera que las estructuras físico-químicas más simples de las que está
compuesto. La aparición de lo biológico supuso un nuevo orden de complejidad de la
realidad material y la aparición de nuevos fenómenos antes inexistentes. Así también, la
compleja organización que supone el surgimiento de lo psíquico (la vida mental y el
pensamiento) supone la aparición de nuevos acontecimientos que no se habían dado
hasta ese momento en la historia de la vida, pero no porque haya aparecido una realidad
distinta a lo biológico, sino porque lo biológico (y en último término lo físico-químico)
ha alcanzado un mayor nivel de complejidad.
NIETZSCHE: Un de los retos principales que nos plantea la filosofía de
Nietzsche es el que a menudo se refiere con la denominación de la “autocreación”.
Puesto que no hay un sentido objetivo de la verdad y del bien (no hay nada que valide
externamente un modo de vida personal, no hay ninguna autoridad religiosa para la
moral), entonces eso nos deja en libertad absoluta para crear nuestra vida y crearnos a
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nosotros mismos. Pero ese imperativo de autocreación no tiene por qué identificarse
necesariamente con pura dominación y autoafirmación, como ocurre en Nietzsche. La
autocreación puede verse como un valor entre otros. Entre quienes se crean a sí mismos
puede haber personas que cuiden de los demás y a quienes les disguste el egoísmo y la
dureza (la insensibilidad, la falta de compasión) que Nietzsche cree indisociables del
alma noble. Él creía en la autocreación sin restricciones quizá pensando que sólo una
autoridad externa podría proveer una base para el comportamiento moral, pero este
supuesto es cuestionable. ¿Por qué mi preocupación por otras personas no debería poner
límites a mi preocupación por la clase de persona que quiero ser? Aunque sea verdad
que no exista una validación externa de la moral esto no nos conduce inevitablemente
hacia un amoralismo que desprecie a los débiles y esté exento de toda compasión.
Como lo anterior (pero dicho de otra forma), también os podéis atrever con un
juicio sobre la crítica nietzscheana a nuestra tradición moral. Por ejemplo: aun cuando la
moral cristiana sea una moral de esclavos y de débiles, que nace del odio de éstos hacia
la vida y que tiene por finalidad hacer más soportable su debilidad y esclavitud, eso no
niega que el mensaje cristiano original contenga una llamada muy clara a considerar al
otro como a uno mismo, llamada que ha promovido el crecimiento de los sentimientos
relacionados con la atención y el cuidado a los otros, de la compasión y solidaridad, y
que en definitiva ha situado en el núcleo de todo discurso moral el valor de la dignidad
de la persona sobre el que se cimenta nuestra cultura moral de los Derechos Humanos.
Por último, puesto que el texto de Nietzsche versa sobre la crítica a la “razón” y
ésta está incardinada en el lenguaje (el apartado más extenso del texto de Nietzsche está
dedicado precisamente al lenguaje), podéis guiaros por el último apartado de la
“Presentación” de su filosofía (“Crítica de Nietzsche al lenguaje: metáfora contra
concepto”) para comparar el lenguaje de índole conceptual con el lenguaje metafórico.
Si el primero caracteriza la función descriptiva o explicativa del lenguaje y, por lo
mismo, es el usual en el discurso científico,el uso metafórico del lenguaje tiene que ver
con la función expresiva y, por lo tanto, nos sitúa en “la perspectiva del artista”. Ciencia
o arte, ¿cuál nos puede proporcionar una más profunda intelección o comprensión de la
realidad?
ORTEGA.- Su intento de integrar vida y razón (de radicar la razón en la vida,
su raciovitalismo) mediante el perspectivismo, ¿no diluye o debilita –muy a su pesar- la
noción de verdad y el conocimiento objetivo? Desde luego hay todo un campo de
verdades (claramente el de las matemáticas o la lógica, pero también el de las ciencias
naturales como la física, química, biología, etc.) que son independientes de toda
perspectiva vital o histórica del sujeto. El perspectivismo orteguiano puede valer quizá
para las llamadas “ciencias del espíritu”(también llamadas “ciencias culturales o
sociales o simplemente “humanas”), pero no para “las ciencias naturales” (Recordad la
distinción de Dilthey entre “comprender” y “explicar”). Aplicado a estas, el
perspectivismo conduce a un relativismo insostenible. Sin ningún género de dudas
podemos decir que la Física actual es más verdadera que la Física aristotélica, en eso no
valen lo mismo la perspectiva del ciudadano de la Atenas clásica y la del ejecutivo de
Nueva York (ejemplo parecido al que él nos pone en el texto) ¿Podemos decir lo mismo
respecto a la historia, la sociología, el derecho, la moral o la psicología? En vuestro
comentario podéis intentar explicar en qué consiste la diferencia entre ambos tipos de
ciencia. Una pista: las ciencias humanas –a diferencia de las naturales- tratan de
realidades o fenómenos en los que interviene la libertad humana, lo que limita las
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posibilidades de experimentación y conduce inevitablemente a un conocimiento de
menor exactitud, rigor y poder predictivo que el que obtenemos en las ciencias
naturales. Pero aún aceptando eso y reconociendo que la objetividad que pueda
alcanzarse en ambos ámbitos (naturaleza y vida humana) es diferente, Ortega mantiene
la validez del conocimiento racional y el valor de verdad en el estudio de los fenómenos
humanos o históricos, intentando evitar caer en el relativismo extremo. Pero no se ve
bien cómo puede ser eso, pues si cada pueblo y época gozan de su “congrua porción de
verdad” y no tiene sentido que ninguno pretenda oponerse a los demás, entonces
difícilmente puede sostenerse, por ejemplo, que hay sistemas de organización social,
valores o ideales morales o “modos de vida” superiores. ¿Estaría de acuerdo Ortega con
la existencia del progreso moral en la historia de la humanidad?
-Sobre su visión de España: la mayor parte de la filosofía contemporánea
española es deudora de Ortega. Su obra representa el inicio de una tradición filosófica
nunca existente antes en España. Se habla de una “Escuela de Madrid” que tiene a
Ortega como maestro, y que quedó truncada por una guerra civil que envió a todos sus
protagonistas, incluido Ortega, al exilio. La generación de filósofos surgidos bajo el
magisterio de Ortega comparte una misma preocupación por sacar a España de su
atraso, que no es solo de índole política o cultural, sino que hunde sus raíces en la
mediocridad y vulgaridad colectiva. La visión que tiene Ortega de España viene
mediatizada por su división entre “hombre-masa” y “minorías excelentes”. El
diagnóstico que hace del pueblo español, la causa última de su atraso secular, es el de
“aristofobia” u odio a los mejores. Y solo el impulso de una élite de intelectuales, una
minoría de hombres ejemplares (creadores, científicos, artistas) podrá sacarla de su
atraso y mediocridad. El modelo, la solución, para Ortega es Europa. Es de los primeros
que se da cuenta de que España debe tener un proyecto común con Europa.
Seguramente, en la actualidad Ortega se sentiría muy feliz al contemplar como España
es un miembro de pleno derecho de la Unión Europea. Su sueño de "europeizar España"
se ha hecho realidad medio siglo después de su muerte. En estos momentos España ya
no se puede entender fuera de Europa. Sin embargo, su concepto de una "España
invertebrada" sigue tal vez plenamente vigente, dado el protagonismo alcanzado por los
nacionalismos periféricos y el actual modelo descentralizado del Estado español.
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