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LA CULTURA, LA CIVILIZACIÓN Y LA GUERRA.
Abril de 2003
Heriberto Justo Auel*
Hace dos años S. Huntington publicó “La Cultura es lo que Importa”. Diez años antes
había dado a conocer otro libro: “El Choque de las Civilizaciones”. En el último, agregó
un subtítulo sugestivo que rectifica y enriquece su tesis anterior: “Cómo los valores dan
forma al progreso humano”.
La Cultura y la Civilización.
Los valores, principios y creencias conforman las culturas. Y el progreso humano se
desarrolla a través de las civilizaciones. Solo cuando hay confusión y perplejidad, como
se da en nuestro caso, se confronta cultura con civilización. Allí está la causa de nuestra
inexplicable decadencia. Es más, hemos llegado a homologar, inconscientemente, a
nuestra cultura con la barbarie. Hemos querido reemplazar nuestros valores
identificatorios con lo moderno, con el cambio, sin apercibirnos que solamente es
posible progresar si sostenemos la continuidad de “nuestra” cultura, de la ética
consecuente, de la moral pública y de sus hábitos cívicos interrelacionados. Sobre estos
y no contra estos, se desplaza la civilización, el cambio. Si “somos lo que debemos ser”,
habrá soberanía, credibilidad y confianza. Habrá una personalidad nacional sólida,
estable, fuerte. Entonces habrá progreso. Podemos culturizar a la civilización. Pero no
podemos civilizar a la cultura que nos identifica, sin corrompernos y, posiblemente,
disgregarnos.
La Guerra.
Así las cosas, vayamos a la guerra, “el más espectacular de los fenómenos sociales”,
según G. Bouthoul. Las guerras, según éste autor, son “nuestros puntos de referencia
cronológicos más destacados y, quiérase o no, los límites que señalan los grandes giros
de los acontecimientos. Es por la guerra que han perecido casi todas las civilizaciones
conocidas. Es por la guerra que han hecho su entrada casi todas las nuevas
civilizaciones”. “Es por la guerra que se establecen o se sancionan las supremacías
que colocan, durante un tiempo más o menos largo, un cierto tipo de sociedad a la
cabeza de la humanidad”. “En una palabra, la guerra es la más notable de todas las
formas de transición de la vida social. Es una forma de transición acelerada”.
De la Pax Global a la Pax Americana.
Las guerras, como expresión de las crisis de las civilizaciones, varían en su naturaleza y
en sus formas al ritmo dinámico de la política internacional y de la tecnología. Cuando
finalizó la Segunda Guerra Civil Europea (1939/1945), comienza el conflicto Este–
Oeste y adquiere un ritmo crecientemente acelerado la revolución de la ciencia y la
tecnología. Se inició (1947) una inédita nueva Guerra Mundial: la Guerra Fría. Cuando
ésta finaliza (1989/1991), los intelectuales dicen estar “perplejos” ante el panorama que
presenta la posguerra fría. No abarcan a ambas variables, la política y la tecnológica, en
una misma ecuación. En el Norte hubo pesimistas y optimistas y en el Sur, numerosos
decepcionados por la implosión soviética. Se consideró al Nuevo Orden Internacional
como un desorden neblinoso, a cargo de un directorio imperial “de hecho”: el G7/8. En
él, los socios del “primum inter pares” aceptaron los valores de la Revolución de
Filadelfia, que se expandieron. Pero hubo y hay evidentes y veladas relaciones
“quisquillosas”.
1
La Nueva Guerra Mundial “Antiterrorista”.
La posguerra fría fue breve. Duró apenas diez años. El 11 de septiembre de 2001,
comenzó la guerra mundial en curso, muy diferente a la anterior, si bien ambas
comparten la condición de ser las primeras con presencia QBN. En la presente, no habrá
estabilidad como en la anterior, pues no funciona la disuasión convencional o no
convencional.
El salto cualitativo de la Civilización Industrial a la Civilización Posindustrial
Planetaria, ya tiene a su condigna guerra. Por el momento le llamamos
“antiterrorista”.
La inició una agresión “imponderable” y dramática. La nación de los Padres
Fundadores de la república democrática estadounidense fue puesta a prueba por un
enemigo sin rostro, sin estado, operando en red y atacando a los valores políticos
esenciales del Norte desarrollado, comenzando por la libertad.
Ante el hecho, la unidad aparente del G8 evidenció su debilidad. Hubo indecisión en el
Consejo de Seguridad ante la resolución estratégica del pasaje a la ofensiva-preventiva
de EE.UU., a pesar de que no existe alternativa operacional alguna frente a este nuevo
enemigo. La “vieja” Europa se resquebrajó. Los Organismos Internacionales mostraron
su extemporaneidad; la Alianza del Atlántico Norte, que ya había mostrado sus egoístas
indecisiones en los Balcanes, confirmó que ya no es operativa desde la implosión
soviética.
Dos intervenciones militares en el bajo vientre euroasiático, en el marco de la presente
guerra mundial, han posicionado a las fuerzas de EE.UU. en un espacio estratégico
llave, entre el Mediterráneo y el Indico. Constituyen “la marca avanzada” del nuevo
equilibrio entre los subsecuentes bloques “in partibus”, en un vecindario de estados
asociados con el crimen organizado e influenciados por los fundamentalismos que
demonizan a la civilización “del conocimiento” e impulsan el retroceso de la
secularización de los estados.
A la fecha, el “efecto Irak”, como elemento moderador y estabilizador, ya se percibe
claramente en las actitudes de Israel, Palestina, Arabia Saudita, Egipto, Irán, Siria,
Turquía y aun en Corea. Pero nos interesa particularmente su efecto en nuestro extremo
occidente. Su repercusión en nuestra América. El termómetro situacional está en
Colombia y en su accionar de los últimos días pero, más cerca aun, en los
acontecimientos positivos que muestra el Brasil de Lula. Solo nuestro querido país está
ausente e inconsciente ante la naturaleza de los acontecimientos que lo condicionan . La
demostración cabal de este estado cataléptico, es la reciente abstención en la ONU,
contemporánea con los fusilamientos y encarcelamientos escandalosos de la dictadura
castrista y en el discurso de la mayoría de los candidatos a la presidencia, incapaces de
enfrentar a los tabúes situacionales.
La Cultura, la Civilización y la Guerra, en nuestro Continente.
La colusión entre el crimen organizado global, operando en red y los extremismos
religiosos sectarios que hemos citado, adquiere otra dimensión y otra forma en América
del Sur. En nuestro continente la poderosa red criminal global está asociada con los
remanentes terroristas revolucionarios de las décadas pasadas, con epicentro en las
FARC colombianas y con metástasis en todos los países del área. Esos remanentes se
han transformado en fuertes carteles de tráficos ilegales y son el sostén financiero de
reemplazo de la “guerra social” en curso, que apuntan a la Internacional Socialista
Latinoamericana y a la feudalización institucional de nuestros débiles estados. Si estos
objetivos se alcanzaran, seríamos el nuevo santuario de la red criminal mundial e
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inexorablemente el espacio de una enérgica intervención armada de la Alianza Ad-hoc
que opera en Irak. La violencia se desarrollará aquí con la modalidad operativa de las
“guerras de la tercera especie” o de la “cuarta generación”. No habrá teatros de
operaciones militares. Habrá violencia caótica en la sociedad.
En la explotación de su triunfo estratégico, el terrorismo revolucionario doméstico y sus
aliados políticos han logrado un alto grado de transculturación en nuestros pueblos:
quiebra de valores y corrupción generalizada. A su vez, evadieron el franco ingreso a la
civilización del conocimiento. Rechazan la competitividad La educación y la
instrucción, en nuestra querida Patria, han alcanzado una degradación hasta ahora
desconocida, en todos los niveles.
Si no hubiere una reacción positiva de nuestro electorado el próximo 27 de abril, para
terminar con la total parálisis política en la que nos encontramos, para recuperar nuestra
cultura fundacional e impulsar un rápido ingreso a la civilización posindustrial, las
“guerras del nuevo cuño” arrasarán a nuestras comunidades empobrecidas, desocupadas
y hambrientas. Las viviremos dramáticamente, como guerras civiles conducidas por
mafias frente al estado residual y la disgregación territorial será inexorable. Quien
prevalezca en esta pugna, conducirá la “transición acelerada” que señalara Bouthoul.
La guerra mundial “antiterrorista” emergerá en nuestra Región y asolará a sus
poblaciones inermes y desinformadas. Las avanzadas están presentes. Nuestros
dirigentes no quisieron, no pudieron o no supieron retener en oportunidad nuestra
genuina cultura e ingresar con decisión a la nueva civilización. No administran la Paz.
En su mayoría carecen del coraje y de la lucidez necesarias para percibir y enfrentar los
riegos estratégicos que nos presenta el Siglo XXI. La inercia ideológica eliminó a la
Política y nos coloca con ansiedad o inconciencia, frente a la guerra en acto. Las
circunstancias que envuelven a las elecciones del 27 de Abril, nos sitúan en una vital
encrucijada. “Sepa el Pueblo votar”.
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*Pte del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.**
** http://cablemodem.fibertel.com.ar/ieeba/
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