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Arcipreste DIMITRI TSIAMPARLIS LA IGLESIA ORTODOXA MADRID 1995 Edita: Parroquia Ortodoxa Griega en Madrid, 1995 ® Arcipreste Dimitri Tsiamparlis, 1995 Colaboración y revisión: Rogelio Sáez Carbó Portada: Alzado principal de la Iglesia Ortodoxa Griega en Madrid Depósito Legal: .M -11.49i -1995 ISBN 84-605-2692-5 Impreso en Gráficas Chile, S.A.L. C/. Chile, 27 - Tel. 359 57 55 - 28016 Madrid A mi esposa Jenny como prueba de reconocimiento y afecto por su discreta y abnegada labor al servicio de nuestra Parroquia de Madrid. INTRODUCCIÓN La Iglesia ortodoxa, ni nació, ni se formó en el año 858 con San Focio, ni en el año 1054 con el Patriarca Miguel Celurario, como equivocada y erróneamente algunos enseñan presentándola como Iglesia separada de Roma en el siglo XI. La Iglesia Ortodoxa nació el día de Pentecostés cuando Jesucristo envió el Espíritu Santo sobre sus discípulos reunidos como había prometido. Según el profesor Alexis Stawrowsky, hay que tener en cuenta que de la misma manera que la Iglesia Católica se reconoce como UNA, SANCTA, CATHOLICA ET APOSTOLICA, también la Iglesia Ortodoxa se denomina y profesa ser la MIA; AGIA; KATHOLIKI KAl APOSTOLIKI EKKLISIA, es decir, UNA, SANTA, CATOLICA Y APOSTOLICA. La palabra Katholikós (católico), en eslavo Sobornaya según la concepción ortodoxa, no es equivalente de la palabra «Universal», en griego oikoumenikí y en eslavo vselenskaya. La palabra «universal» corresponde a la extensión externa, geográfica y racial de la Iglesia, siendo representada en todo el universo y en todos los pueblos. La palabra griega Katholikí (católica) significa una relación íntima para con todos y tiene un sentido profundo interno; así «católico» significa no sólo lo que tiene relación con todo el universo sino lo que está recogido de todos, reunido de todo el mundo, hecho uno de todos, íntegro en sí mismo y revelado para todos. En la ortodoxia la Catolicidad es concebida como acción unificadora, doctrinal y orgánica del Espíritu Santo, que hace de todos los pueblos un solo rebaño de nuestro Señor Jesucristo, que abre a los ojos de la Iglesia la íntegra verdad de la fe cristiana, que produce la unidad de lo más variado, creando un nuevo mundo de paz, de unión y de fe verdadera. Esta pequeña exposición tiene como fin dar algunas respuestas a los que se interesan por nuestra Ortodoxia y ofrecerles en todo lo posible una imagen auténtica y orientativa de lo que es la Iglesia Católica Ortodoxa Oriental. Madrid, Navidad 1994. EL AUTOR LA IGLESIA ORTODOXA Historia.-La Iglesia que Cristo, en el día de Pentecostés, fundó Una siguió siendo Una hasta julio del año 1054 cuando el árbol de la Iglesia Cristiana se dividió en dos ramas: Iglesia Ortodoxa Oriental e Iglesia Romana Occidental, sufriendo esta última una dolorosa división en el siglo XVI por la Reforma. El incidente del verano de 1054, cuando el cardenal Humberto dejó en el altar de Santa Sofía de Constantinopla la bula de excomunión y que se ha considerado el punto de partida de la separación de las Iglesias, no fue un hecho aislado. Si la causa principal fue teológica, no hay que desechar factores culturales y políticos. Mucho antes de esa fecha Oriente y Occidente ya eran, de hecho, extranjeros el uno para el otro. Pocos latinos hablaban griego, y en el Imperio Romano de Oriente era raro quien hablara la lengua de los romanos. Esta división se acentuó con el imperio Carolingio, que se distinguió por un hondo prejuicio ante todo lo que fuera cultura griega, cuando Carlomagno vio rechazadas sus pretensiones por el emperador de Bizancio, acusando a la Iglesia Oriental de hereje. Entre tanto, el obispo de Roma, a falta de un poder consolidado en Occidente, fue asumiendo cada vez más el rol político que jamás sobrevino a ningún patriarca griego, donde la división de funciones entre Emperador y Patriarca no dejaba ningún sitio para el Papa. Mientras éste reivindicaba un poder absoluto sobre Occidente, Bizancio no puso ninguna objeción, pero cuando intentó extender su poder a Oriente comenzaron los problemas. El Papa Nicolás I pretendió intervenir en el nombramiento de la sede Bizantina obteniendo un vivo rechazo. Además de las pretensiones papales se introdujo en la querella con Bizancio el tema del Filioque, que tanto alarmó al patriarca San Focio, y que con el siguiente Papa, Juan VIII, volvió a la calma la situación. Las desafortunadas tentativas de unión doctrinal, terminaron con la excomunión del patriarca Miguel Cerulario por el cardenal Humberto. Pero durante todo el tiempo que habían durado las disputas, éstas habían sido eclesiásticas y las diferencias no habían llegado al pueblo; el cristiano medio no era consciente de la separación y confiaba en que los malentendidos pudieran ser aclarados. Fueron las Cruzadas las que hicieron la separación definitiva: introdujeron un espíritu de odio y amargura que llevaron el conflicto a nivel mismo del pueblo. El Oriente Ortodoxo no olvidó jamás los sacrilegios sistemáticos y licenciosos de los cruzados en 1204; cuando vieron destruir el altar de Santa Sofía, despedazar el iconostasio y sentar mujerzuelas en el trono del Patriarca debieron pensar que los cristianos que hacían aquello no eran cristianos en el mismo sentido que ellos. Las diferencias doctrinales latentes fueron entonces exacerbadas y ya no quedó ninguna duda de la profunda separación entre Oriente y Occidente. Pero, aun siendo hoy día las cuestiones doctrinales las que impiden la reconciliación, tanto romanos como ortodoxos debemos mirar el pasado con tristeza y arrepentimiento, pues para la Iglesia Una y Santa la división es una tragedia. ESTRUCTURA Y GEOGRAFÍA La Iglesia Ortodoxa es un conjunto de Iglesias locales autocéfalas, es decir, con derecho a elegir ellas mismas sus propios jefes: los obispos. Es una familia de Iglesias fundamentadas, al mismo tiempo, sobre las tradiciones seculares de los antiguos patriarcados y sobre las realidades del mundo moderno y cuya unidad persiste gracias al doble vínculo de la misma fe y la misma comunión sacramental. Son grupos de Diócesis cuyos obispos se unen generalmente en Concilio y eligen un primado local que lleva el título de Patriarca, Arzobispo o Metropolita. Las relaciones mutuas entre las autocefalias están reguladas, además, por una cierta jerarquía de honor, de la cual el Patriarcado de Constantinopla ocupa, después de la división de la Iglesia, el primer puesto con una primacía honorífica y no jurídica. Actualmente el mundo ortodoxo, de unos 250 millones de fieles, se compone de las siguientes Iglesias. A. LOS CUATRO PATRIARCADOS ANTIGUOS: I. Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, con sede en Fanar (Estambul) Turquía. El Patriarca, desde el año 588, lleva el título de Arzobispo de Constantinopla, la nueva Roma y Patriarca Ecuménico. Su jurisdicción se extiende a los ortodoxos de Turquía, las islas griegas de Creta y Patmos, las del Dodecaneso, los monasterios de monte Athos, a todas las Diócesis griegas del extranjero: Europa, América y Australia, y a la Iglesia autónoma de Finlandia. II. Patriarcado de Alejandría, con sede en Alejandría, Egipto. Su jurisdicción se extiende a las Diócesis de Egipto, Libia, Túnez, Sudán, Rhodesia, Etiopía, Camerún, Kenia, Uganda, Zaire, Tanzania y Ghana. III. Patriarcado de Antioquía, con sede en Damasco, Siria. Agrupa todas las comunidades ortodoxas de Siria, Líbano, Irán, Irak, Kuwait, Arabia y algunas regiones de Turquía. También extiende su jurisdicción a las importantes comunidades árabes de América del Sur y de Australia. IV. Patriarcado de Jerusalén, con sede en Jerusalén, Israel. Se trata de una comunidad monástica cuyo jefe es el Patriarca y dedicada, sobre todo, a la custodia y culto de los Santos Lugares. Su jurisdicción se extiende a las comunidades y parroquias de Israel y Jordania. B. Otros Patriarcados: Patriarcado de Moscú, de Serbia, de Rumania, de Bulgaria y el Patriarcado (Catolicos) de Georgia. C. Otras Iglesias Autocéfalas: La Iglesia de Chipre, de Grecia, de Polonia, Albania y América. D. Iglesias Autónomas: Iglesia de Finlandia, de Checoslovaquia, de Japón, de Monte Sinaí, de Estonia, de Lituania, de Ucrania, Hungría, China y las Rusa y Ucraniana en el extranjero. E. Iglesias en Dispersión: Comprende las varias Iglesias de América del Norte y Sur, de Australia, de Nueva Zelanda, de Asia y de Europa, no comprendidas anteriormente y dependientes de diversas jurisdicciones patriarcales. El hecho de estar representada la Iglesia Ortodoxa por varias Iglesias locales y autocéfalas no disminuye, de ningún modo, su carácter de Una, Santa, Católica y Apostólica. Aunque difieran en detalles de estructura son unánimes en su doctrina, en su forma de culto y en su tradición apostólica. La unidad es unidad de fe y no de administración. Si la unidad pudiese estar determinada por un órgano visible y permanente las controversias dogmática s de los primeros siglos, los concilios y las diferencias de los Santos Padres no hubieran tenido ningún sentido. Las normas básicas e idénticas por las cuales se rigen las iglesias ortodoxas contienen los siguientes elementos: A. Administración Canónica: 1. Obispos diocesanos, representantes de la Iglesia en su diócesis y que la administran con ayuda de órganos elegidos o nombrados y compuestos de clero y laicos. 2. Concilio de la Iglesia local, al que pueden acudir bien los obispos de esta Iglesia solamente, o bien los obispos y representantes del clero y de los laicos. 3. El Primado, que es la cabeza visible de la Iglesia local y que recibe el título de Patriarca, Arzobispo o Metropolita. 4. Sínodo permanente de los obispos de la Iglesia local, tanto si son elegidos por la colectividad de los obispos como si son nombrados por el Patriarca y convocados a las sesiones de turno. 5. Parroquias, gobernadas por curas-párrocos con la ayuda de Consejos parroquiales, compuestos de todo el clero de la parroquia y por representantes elegidos o nombrados por los laicos. 6. Monasterios, tanto femeninos como masculinos y que pueden ser dependientes del Ordinario diocesano o bien dependientes del gobierno central de la Iglesia local. En la Iglesia Ortodoxa no existen órdenes monásticas, aunque hay dos formas de vida religiosa: a) Conventos Cenovitas (de koinovios = vida en común), donde los monjes forman una familia religiosa bajo la dirección de un superior único, el hegúmeno. Poseen en común el alojamiento, el vestido, la alimentación y el trabajo. b) Conventos Idioritmos (propio ritmo), donde los monjes tienen la administración en común, así como la liturgia los domingos y grandes fiestas, parte del vestido y el trabajo. La alimentación está a cargo de cada uno y se les permite poseer los bienes que ellos mismos se han procurado, aunque generalmente no pueden ser muchos. Existen también los Anacoretas y los Eremitas. La vida monástica de la Iglesia Ortodoxa en su mayor parte es una vida completamente litúrgica. En los monasterios comunitarios todo el ritual litúrgico se cumple sin omisión. La plena vida litúrgica exige al menos catorce horas diarias, quedando el resto del día para el trabajo manual o científico y un reposo muy corto. B. Fundamentos básicos de la Iglesia: 1. Sagradas Escrituras y Tradición apostólica. 2. Cánones, llamados Apostólicos, de los siete Concilios Ecuménicos y de algunos Concilios locales, así como de algunos Santos Padres confirmados por el Concilio de Trulo (691 Penthekti) o que han sido recibidos posteriormente por toda la Iglesia de Oriente. 3. Rito, en el que predomina el Bizantino en su forma litúrgica y sacramental y en el cual se admite la lengua vernácula, aunque pueden emplearse otras lenguas en la liturgia. 4. Disposiciones eclesiásticas particulares de cada Iglesia en forma de decretos de los Concilios locales, del Patriarcado o del Sínodo. LA FE DE LA IGLESIA ORTODOXA La palabra ortodoxia significa recta creencia, justa opinión, recta fe, justa doctrina, que viene a significar que se acomoda al auténtico dogma cristiano y también el verdadero culto y la verdadera alabanza a Dios. La Iglesia Ortodoxa guarda con fidelidad la doctrina y costumbres de la primitiva Iglesia Cristiana. Su fe se funda en las Sagradas Escrituras y en la Santa Tradición, refrendadas por las definiciones dogmáticas de los siete Concilios Ecuménicos. 1º 2º 3º 4º En Nicea, en el año 325. En Constantinopla, en el año 381. En Efeso, en el año 431. En Caledonia, en el año 451. 5º 6º 7º En Constantinopla, en el año 553. En Constantinopla, en el año 680. En Nicea, en el año 787. En los cánones llamados apostólicos y de algunos concilios locales, así como de algunos Santos Padres, como ya se ha indicado anteriormente. De forma resumida se puede decir que la fe de la Iglesia Ortodoxa se fundamenta en los siguientes principios: I. La Sagrada Escritura y la Tradición como fuentes de la Revelación refrendadas por las definiciones de los siete Concilios Ecuménicos. II. El Misterio de la Santísima Trinidad: Dios-Padre, Dios-Hijo (Encarnación y Redención) y Dios-Espíritu Santo, que procede solamente del Padre y no del Padre y del Hijo. III. La celebración eucarística, con la presencia real de Cristo en las santas especies de Pan y Vino. IV. El culto a la Santísima Virgen y a los Santos, la veneración de sus reliquias e iconos (imágenes pintadas y no esculpidas) como vasos del Espíritu Santo que tiene su fundamento en la imagen de Cristo encarnado. V. Los Sacramentos como fuentes de la gracia: Bautismo, Crismación, Penitencia, Eucaristía, Orden, Santos Oleos y Matrimonio. A. Cuerpo doctrinal El cuerpo doctrinal de la Ortodoxia coincide mayoritariamente con la doctrina romana. Las diferencias más acusadas son las siguientes: I. Procedencia del Espíritu Santo.- Entre las herejías, las referentes a la Trinidad han sido las más castigadas por la Iglesia porque sabe que es el fundamento de toda verdad. La tendencia natural de la razón quisiera ver en la Trinidad como la unidad de una sola esencia con tres modos de manifestación (sabelianismo) o tres dioses politeístas. San Gregorio el Teólogo rehusó a judaizarse en la monarquía divina ni helenizarse en la pluralidad divina. La Trinidad se afirma desde la eternidad como lo Existente, uno y trino a la vez, y toda idea de teogonía, de nacimiento de Dios o de evolución de la divinidad en Trinidad está excluida. La teología ortodoxa mantiene desde siempre que el Espíritu Santo procede solamente del Padre y no del Padre y del Hijo, como así lo estableció unilateralmente la Iglesia Romana, a pesar de la prohibición de reformar el Credo, que es la profesión de fe y patrimonio de toda la Iglesia, sin que ninguna parte tenga derecho a reformarlo. La cuestión de la procedencia de las Personas Divinas es un problema propio del Padre, que es la única fuente de la divinidad: Un solo Dios porque hay un solo Padre es la afirmación fundamental. Haciendo proceder el Espíritu Santo del Padre y del Hijo se menoscaba el poder de engendrar del Padre y la Unidad Trinitaria se rompe en dos deidades: Padre-Hijo y Padre-Hijo-Espíritu Santo. Un Espíritu Santo que procediera del Padre y del Hijo, considerados como un solo principio, transformaría las dos Divinas Personas en una deidad impersonal. La teología ortodoxa distingue claramente entre el plan causal intra-divino (es decir, de origen) y el plan causal extra-divino (es decir, de revelación, de testimonio en lo creado). Es en este único sentido que si el Espíritu Santo procede eternamente del Padre por la procesión de origen, procede del Hijo sólo como manifestación. Pero también el Espíritu Santo manifiesta a! Hijo obrando en el mundo por Él (diakporévete día tou lú). En efecto, el Credo lo dice con precisión: el Cristo-Dios Hombre «nació por obra del Espíritu Santo y de María, la Virgen». El Espíritu Santo traduce aquí la presencia del Padre, que sólo El engendra, y al mismo tiempo permite decir que el Hijo nace por medio y para el Espíritu Santo. II. La primacía papal.-La Iglesia Ortodoxa no reconoce al Papa de Roma la primacía jurídica, la infalibilidad ni la condición de vicario de Cristo. En efecto, el Padre otorgó todo el poder a su Hijo, y es Nuestro Señor el que lo detenta en su Divina Persona hasta el fin del mundo. Es por ello que la comunidad ap ostólica se estableció como una familia, y el poder apostólico no era otro que la caridad y el servicio. La Ortodoxia no niega a Roma una primacía de honor o, como dice San Ignacio, un obispo que preside en la caridad. El error es haber querido transformar esa presidencia de caridad en una supremacía de poder y jurisdicción. Los Apóstoles fueron testimonio itinerante de Cristo resucitado; donde iban establecían comunidades y dejaban a otros el cuidado de presidirlas y cumplir las funciones sacramentales. Así se estableció una distinción entre apostolado, que es un testimonio itinerante y universal, y ministerio episcopal, que es una función sacramental, administrativa y local. El único apóstol y obispo a la vez fue Santiago, el hermano del Señor, en Jerusalén. San Cipriano insiste en que el episcopado es uno en virtud de la fe de toda la Iglesia (la fe de Pedro) y todos los obispos se sientan sobre la única cátedra, la de Pedro, confesando la verdadera fe. Más aún, todo fiel que, como Pedro, confiese qu e Cristo es el Hijo de Dios, es sucesor del apóstol a más título que el Obispo de Roma. Habiendo recibido del Espíritu Santo una gracia igual, la dignidad de los obispos es la misma, por pequeña que sea su sede. Siendo los obispos iguales es natural que se reunieran en concilios para tratar problemas comunes y creyendo que éste era el instrumento elegido por Dios para guiar a los suyos. Desde el Concilio de Jerusalén los apóstoles hablaron con una autoridad que en otro lugar sería presuntuosa: El Espíritu Santo y nosotros... (Hech 15, 28). Un individuo aislado no osaría decir: nos parece justo al Espíritu Santo y a mí..., pero reunidos en concilio los miembros de la Iglesia pueden reclamar para sí una autoridad que, individualmente, son conscientes de no poseer. Las relaciones entre los obispos, incluido el Papa, deben ser de coordinación, y no de subordinación (Nicolás Cabasilas). La presidencia de honor no contiene ninguna infalibilidad doctrinal ni ningún poder jurídico. Jamás fueron reconocidas por ningún concilio hasta el Vaticano I, donde la Iglesia Romana se separó explícitamente de la Santa Tradición. La primacía de honor que tenía Roma pasó, después de la separación de las Iglesias, al Patriarca de Constantinopla. III. La Santísima Virgen.-La Iglesia Ortodoxa la venera como la más gloriosa de todas las criaturas de Dios. Es santa y pura desde su concepción, pero nació de Joaquín y de Ana y, como los demás hombres, era mortal, distinguiéndose del resto de la humanidad por la especial bendición de Dios bendita tú entre las mujeres. Según la doctrina Ortodoxa, la Virgen María nació con el pecado original, pues, de no ser así no hubiera sido libre para aceptar o no la obra de la Encarnación. El pecado original sólo fue ultrapasado en su divino Hijo, nacido del Espíritu Santo. Además, excluyendo a María del resto de los mortales recibiría los bienes de la Redención antes de que ésta hubiera tenido lugar. La ortodoxia reconoce su maternidad divina y espiritual, su mediación y promueve su culto, devoción, veneración, su invocación en la liturgia y en la vida cotidiana. En los oficios ortodoxos se la conmemora con frecuencia y se le atribuyen varios títulos: Theotokos: Madre de Dios; Panagía: Toda Santa; Aiparthenos: Siempre Virgen; Amomos: Inmaculada; Ajrandos: Sin Tacha; Evlogimeni: Bendita; Dedoxasmeni: Glorificada, Soberana... etc., aunque, sobre todas, la invocación como Theotokos es la clave del culto ortodoxo a la Virgen. El dogma de la Asunción de la Virgen no está aceptado por la Iglesia Ortodo xa, pues no lo cree necesario y, además, podría suponerse que María, a causa de su Concepción inmaculada, no murió. Desde tiempos muy remotos la fiesta de la Asunción de la Virgen está arraigada en el corazón y la conciencia de los fieles. Tal como se desprende de sus oficios, la ortodoxia celebra la muerte, la posterior resurrección y asunción de la Virgen como un prototipo de la nuestra. IV. El Purgatorio y las indulgencias.- La idea de Purgatorio es totalmente ajena a la Ortodoxia. La Iglesia primitiva no admitía juicios particulares condenatorios después de la muerte. Nuestro Padre San Isaac el Sirio lo dice taxativamente en sus Sermones ascéticos: «La Iglesia ruega por todos los muertos para que su sueño místico sea una purificación que les prepare a la resurrección común». La misma relación de comunión que existe entre los vivos, existe entre éstos y los difuntos, de tal manera que pueden rogar, mutuamente, los unos por los otros, hasta el juicio de Dios. Esa comunión de los santos, es decir, de fieles vivos y difuntos, es posible porque estamos asociados a la Santísima Trinidad: Cristo es el mediador, los santos inter cesores y los fieles cooperadores, unidos todos por el ministerio de la salvación. Los santos participan con los ángeles en la salvación de los vivos, y su sueño místico es de espiritualización deificante y no para satisfacer ninguna pena. Por consecuencia, las indulgencias no son admitidas en la ortodoxia por no tener las almas que redimir ninguna pena. Además, si se pudieran redimir las penas de las almas del Purgatorio, tal como dice la Iglesia Romana, la obligación del Papa y los obispos sería redimirlas todas y no sólo en 100 ó 200 días. En cuanto a la Redención se aplica a cada hombre en particular por los méritos de su mediador, Jesucristo, y estos méritos son distribuidos gratuitamente. Nuestras buenas obras no tienen la virtud de justificarnos por ellas mismas, sino que son la consecuencia necesaria de la verdadera fe y el amor a Dios. La fe y el amor que nos inclina al bien es un don de Dios; todo lo que es bueno nos viene por la gracia de Dios y por los méritos de Cristo; sin esa gracia nada hay de bueno o útil que nos sirva para nuestra salvación. B. Los Santos Misterios (Sacramentos) La Iglesia Ortodoxa cuenta con siete Sacramentos y son, fundamentalmente, los mismos que los de la Iglesia Romana, aunque sin dar a este número un carácter tan absoluto como en Occidente. Hay, sin embargo, entre ambas confesiones algunas diferencias: I. Bautismo.-Con el Bautismo recibimos la absolución de todos nuestros pecados, original y actuales. Se administra a los niños después de los cuarenta días de su nacimiento y se realiza, con invocación a las tres Divinas Personas, por triple inmersión, que es la única forma apropiada en la Iglesia, aunque, algunas veces se aceptan otras formas por necesidad. Al final del Bautismo se administra el sacramento de la Crismación y la Santa Comunión, constituyendo un todo inseparable que se ad ministra a todo cristiano, sea niño o adulto. II. Crismación.-Uno de los más importantes, pues el cristiano, al ser ungido por el Santo Crisma (Santo Miron) participa en el sacerdocio real del Pueblo de Dios tal como participaban en el Antiguo Testamento los Reyes de Israel cuando eran ungidos. La Crismación la administra un sacerdote, pero el Santo Miron lo Bendice un obispo, tradicionalmente se bendice el Jueves Santo, por el prelado de cada Iglesia local. Es una mezcla de aceite puro de oliva con otros varios aceites, así como especias aromáticas y plantas en un número aproximado de 60 variedades, como símbolo de la abundancia de los dones y frutos del Espíritu Santo. III. Eucaristía.-La Iglesia Ortodoxa cree en la presencia real de Cristo en la Eucaristía como lo atestigua la Epíclesis de la celebración litúrgica. Los santos dones después de la conmemoración de la Cena del Señor y de la invocación al Espíritu Santo son realmente el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El pan que se emplea es con levadura y, una vez consagrado, se mezcla con el vino en el Cáliz. Mediante una cucharilla los fieles ortodoxos reciben el Santo Cuerpo y la Preciosa Sangre de Nuestro Señor. Un trozo de tela que se llama Antiminsion donde está pintado o bordado el Santo Entierro del Señor y en el que está cosida una pequeña partícula de reliquias de un santo es necesario para la celebración de la Divina Liturgia. El rito que se usa es el bizantino y las liturgias usadas son tres: de San Juan Crisóstomo, de San Basilio y de los presantificados. El mismo término liturgia proviene de la palabra griega que significa acción común y también se da el nombre griego de eucaristía porque durante su celebración los fieles dan gracias a Dios por su infinita bondad. IV. Penitencia.-Tiene el mismo principio y objeto que en la Iglesia Romana, es decir, la reconciliación del pecador. No existen confesionarios ni tampoco la distinción jurídica de pecado mortal o venial. Cada pecado, poco o mucho, es mortal, porque como miembro alejado y apartado de la comunión y del amor de Dios se termina muriendo en la fe. Las fórmulas de absolución tienen la forma de petición de perdón y en ellas es siempre Dios quien perdona y no el sacerdote. V. Matrimonio.- Es el símbolo del amor de Cristo a su Iglesia. Litúrgicamente tiene dos partes: los desposorios y la coronación. El ministro del sacramento es el sacerdote y no los contrayentes según la creencia de la Iglesia Romana. La orto doxia mantiene la indisolubilidad del matrimonio, excepto en los casos de adulterio, fundándose en San Mateo 5, 32. Existe el divorcio y las segundas y terceras nupcias en los casos en que el sacramento ha quedado manifiestamente privado de la efi cacia de la gracia. VI. Orden.- Existen tres grados jerárquicos: Episcopado, Presbiterado y Diaconado. Los obispos están obligados al celibato, por ello son, en su mayoría, monjes. A los presbíteros y diáconos se les autoriza la continuidad del estado conyugal si ya existía anterior a la ordenación. Después de la ordenación no está permitido el matrimonio. VII. Santos Oleos: (Efjeleon = aceite de oración).- Se administra no sólo a los enfermos en peligro de muerte, sino también a cualquier enfermo y a todos los fieles ortodoxos de manera comunitaria el día de Miércoles Santo, con la intención particular de perdonar los pecados olvidados así como conseguir la salud del cuerpo. Existen también en la Iglesia Ortodoxa otros oficios que poseen un carácter sacramental y en los que también actúa la gracia redentora que llamamos Sacramentalia, tales como la toma de hábito monástico, la bendición de las aguas el día de las Santas Teofanías (Epifanía), los funerales, la unción en una consagración real y varias bendiciones más: trigo, aceite, frutas, campos, casas, vehículos y otros objetos diversos. VIDA LITÚRGICA La liturgia es un circuito que se compone de tres ciclos: Diario que tiene como centro la celebración de la Eucaristía y del Oficio Divino; Semanal, con centro en el domingo y celebración de la Divina Liturgia en que la Iglesia se identifica con el reino de Dios; y Anual que contiene todas las fiestas de tal manera que cada una se celebra una sola vez durante el año y que tiene como centro la fiesta de las fiestas: la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. El calendario eclesiástico comienza el 1 de septiembre. Junto a la Pascua hay doce fiestas particularmente importantes. - Nacimiento de la Santísima Virgen (8 de septiembre). - Exaltación y veneración de la Santa Cruz (14 de septiembre). - Entrada en el Templo de la Santísima Virgen (21 de noviembre). - Natividad de Cristo (25 de diciembre). - Teofanía (bautizo de Cristo, 6 de enero). - Presentación al Templo del Señor (2 de febrero). - Anunciación (25 de marzo). - Entrada a Jerusalén (Domingo de Ramos). - Ascensión (40 días después de Pascua). - Pentecostés (50 días después de Pascua). - Transfiguración (6 de agosto). - Dormición y Asunción de la Virgen María (15 de agosto). Cada ciclo tiene sus oficios especiales incluidos en los varios libros litúrgicos de la Iglesia Ortodoxa. El ayuno: El ayuno es un mandamiento divino (Génesis 2, 16-17) y constituye una gran lucha espiritual, la mejor expresión del ideal ascético de la ortodoxia, un ejercicio importante para nuestra vida espiritual. Siguiendo el ejemplo de Jesús y de los Santos, con el ayuno sometemos nuestro cuerpo a nuestro espíritu, lo que nos (leva al arrepentimiento. La ortodoxia fiel a las disposiciones apostólicas, a los cánones conciliares y al conjunto de la tradición patrística, ha proclamado siempre el gran valor del ayuno para la vida espiritual del hombre y su salvación. El verdadero ayuno se refiere al conjunto de la vida cristiana del seguidor de Cristo y encuentra su apogeo en su participación en la vida litúrgica y particularmente en el Sacramento de la Eucaristía. El ayuno eucarístico es el que nos destaca porque es un ayuno total necesario antes de comulgar y que recuerda que la vida en la tierra sirve para preparar la vida eterna; nos lleva al gran momento de recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor. Además están los siguientes períodos de ayuno: a) La Gran Cuaresma. Siete semanas antes de la Pascua de Resurrección. b) El ayuno de los Apóstoles, que empieza diez días antes de la fiesta de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo (29 de junio). c) El ayuno de los catorce días que preceden la fiesta de la Domición de la Virgen (del 1 al 15 de agosto). d) El ayuno de Navidad. Cuarenta días antes de la Natividad del Señor (del 15 de noviembre al 24 de diciembre). e) Cada miércoles y viernes (días de la traición y crucifixión del Señor), y las fechas siguientes: - El 5 de enero, vísperas de la Teofanía. - El 29 de agosto, conmemoración de la decapitación de San Juan Bautista. - El 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación y Veneración de la Santa Cruz. - El 24 de diciembre, vísperas de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. La liturgia en la vida de la Iglesia Ortodoxa tiene un papel trascendental. Una liturgia siempre viva y dramática, que ha servido de refugio único para toda la teología y toda la vida eclesial, y que durante siglos ha sido la principal fuente de instrucción religiosa del cristiano ortodoxo, constituyendo, además, un poderoso lazo de unión entre las distintas Iglesias que encuentran en ella la expresión de su única fe. El fiel ortodoxo ve en la participación litúrgica la señal de su pertenencia al Cuerpo Místico de Cristo; por ello estará siempre atento a la manera y forma en que se celebra el culto, que no es un acto sólo del sacerdote, antes bien, todo fiel se siente responsable de todo lo que pasa en el templo de Dios. ESPIRITUALIDAD En el sacramento de la confirmación el cristiano recibe el sello del don del Espíritu Santo. En el sacramento del bautismo se libera del pecado original, pero no de sus consecuencias. Todo esto no es más que el principio del desarrollo de la vida espiritual. La verdadera espiritualidad ortodoxa consiste en la conquista del Espíritu Santo: una vida caracterizada por una irresistible nostalgia y un irresistible amor de Cristo, por una incesante lucha para unirse a Él. El encuentro y la comunión entre Dios y el hombre resulta de la colaboración (sinergia) de Dios y el hombre. La adquisición de la plenitud de la gracia divina requiere del hombre una acción mental, una renuncia al mundo, una lucha constante contra las pasiones, una mortificación de sí mismo con una apertura consiguiente del espíritu en un silencio absoluto de todos los sentidos humanos, con la oración perpetua cuyo fin es la victoria completa sobre todo el defectuoso ser humano, su transfiguración en un hombre nuevo y, si Dios quiere, su compenetración con la luz divina de la gracia del Espíritu Santo. Esta espiritualidad está íntimamente ligada con la teoría y práctica de la llamada oración de Jesús de los padres Hesicastas (hisijia = silencio) del desierto que ya encontramos desde el siglo IV en Siria, Egipto y Palestina. La oración de Jesús consiste en conectar las palabras de la oración Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí con el ritmo de la respiración y en concentrar la inteligencia en el corazón, considerado como el centro de todo el organismo psicofisiológico del hombre. El mensaje de la Espiritualidad ortodoxa consiste en anunciar y dar testimonio vivo de la presencia del Reino de Dios en la historia. Dios está presente en la Iglesia, no solamente en su palabra escrita, sino en la realidad de los Santos Sacramentos y en la eficiencia de los dones del Espíritu Santo, de los cuales dan testimonio los Santos. Estos dones son asequibles a todos los cristianos cuando viven verdaderamente conformes a las promesas de su bautismo. LA IGLESIA ORTODOXA Y SU CONTRIBUCIÓN EN EL MOVIMIENTO ECUMÉNICO La Iglesia Ortodoxa ha estado siempre a favor del diálogo, por razones tanto teológicas como pastorales. Siempre ha buscado los medios para suscitar el interés de las demás Iglesias y Confesiones cristianas, sobre el camino común para la búsqueda de la unidad perdida. Deseaba nuestra Iglesia, y desea, la sincera comprensión y colaboración de las Iglesias cristianas. Reza siempre por la paz de todo el mundo por el bienestar de las santas iglesias de Dios y la unión de todos. La ortodoxia y especialmente el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, realizó ya, a principios de este siglo, una apertura hacia las Iglesias heterodoxas. La actitud hacia el Consejo Ecuménico de las Iglesias (que tiene su partida en la famosa conferencia de las Misiones de Edimburgo en 1910) había sido preparada por la larga serie de contactos entre teólogos protestantes y ortodoxos durante todo el siglo XIX. En los años 1902 y 1904, el Patriarca de Constantinopla, S. S. Joaquín II, dirigió a los primados de las Iglesias ortodoxas una encíclica sobre la unión y acercamiento de las Iglesias. En el año 1920 fue dirigida desde el Patriarcado de Constantinopla otra encíclica, pero esta vez a todos los cristianos para un diálogo y colaboración entre las Iglesias. Desde el principio la mayoría de las Iglesias ortodoxas estuvieron representadas en las diversas Asambleas Ecuménicas y a partir del año 1948, el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla fue prácticamente la única Iglesia ortodoxa que promovió activamente la participación al Consejo Ecuménico de las Iglesias. Aparte de sus relaciones, contactos teológicos y reuniones con las antiguas Iglesias orientales llamadas Precalcedonienses (Nestoriana, Etíope, etc.), la Iglesia Veterocatólica, la Iglesia Anglicana, Protestante Evangélica y Luterana, es sobre todo con la Iglesia Católica Romana con la que la ortodoxia tuvo la ocasión de crear relaciones de un género mayor y de una gran importancia. De todos son conocidos los resultados tan positivos para el acercamiento de las dos Iglesias a través de los tres encuentros de las dos grandes figuras de la Iglesia: S. S. el Papa de Roma Pablo VI y S. S. el Patriarca Ecuménico de Constantinopla Atenágoras I (Jerusalén, 6-1-64; Estambul, 25-7-67 y Roma, 26-1067). El diálogo de caridad permitió el levantamiento en el año 1965 de los anatemas (excomuniones) del año 1054 y la inauguración de un diálogo teológico original y atento a la urgencia de reunificación de la Iglesia indivisa. Dicho diálogo ha sido declarado diálogo oficial entre las dos Iglesias en la visita de S. S. el Papa Juan Pablo II al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla el 30 de noviembre de 1979, con ocasión de la fiesta del Apóstol San Andrés, Patrono de la Iglesia de Constantinopla. Se ha constituido una Comisión Mixta de 30 miembros católico-romanos y otros 30 ortodoxos, teólogos expertos, asumiendo el desarrollo del diálogo y el estudio de las dificultades que se interponen en el camino de la unión. El diálogo tuvo su apertura el 29 de mayo de 1980 en las islas griegas Patmos y Rodas, tratando el tema: El misterio de la Iglesia y de la Eucaristía a la luz de la Santísima Trinidad. La segunda Asamblea General tuvo lugar en Munich (Alemania) del 30 de junio al 6 de julio de 1982, definiendo como tema de la segunda fase de trabajo, Fe, Sacramentos y Unidad. La tercera Asamblea tuvo lugar en Gonia - Creta (Grecia) del 30 de mayo al 8 de junio de 1984, con la presencia de 56 altos dignatarios de ambas Iglesias. De su comunicado final habría que destacar lo siguiente: Está claro que el diálogo teológico hace progresos en una atmósfera de paz y de amor, de donde puede brotar la anhelada y plena comunión entre ambas Iglesias. La cuarta Asamblea General se celebró en Bari (Italia) del 29 de mayo al 7 de junio de 1986, donde se desarrolló un trabajo muy positivo. La Comisión examinó los dos documentos previstos: Fe, Sacramentos y Unidad de la Iglesia y El sacramento del Orden en la estructura sacramental de la Iglesia, y particularmente el sentido de la sucesión apostólica, para la santificación y la unidad del pueblo de Dios. Otra reunión tuvo lugar, como continuación de la cuarta Asamblea, en el mismo lugar del 9 al 16 de junio de 1987, para el tratado final y la aprobación del comunicado común sobre el tema Fe, Sacramentos y Unión de la Iglesia. La quinta Asamblea Plenaria tuvo lugar en el monasterio ortodoxo de Nuevo Valamo en Finlandia, del 19 al 27 de junio de 1988, donde la Comisión aprobó un documento conjunto sobre El sacramento del Orden en la estructura sacramental de la Iglesia y se ha constituido una subcomisión mixta con el propósito de estudiar conjuntamente los problemas que se vienen planteando respecto de los católicos orientales unidos a Roma (Uniatas). La sexta Asamblea Plenaria se celebró en Freising - Munich (Alemania) del 5 al 15 de junio de 1990 y se desarrolló el tema de las Iglesias católicas de rito bizantino, que son también llamadas Iglesias Uniatas. Los miembros de la subcomisión que se constituyó en la plenaria de Valamo, para tratar este tema, en sus reuniones y trabajos habían sido unánimes en admitir dos cosas: a) Que el uniatismo no debe ser considerado ya como modelo para la unión de las Iglesias, pues la eclesiología en la que se inspira no responde a la tradición común de nuestras Iglesias antes de la separación. La búsqueda de la unidad, por contrario, deberá tener como modelo la teología de las Iglesias hermanas. b) Hay que rechazar toda forma de violencia para resolver los problemas entre las Iglesias. La séptima Asamblea general tuvo lugar en Balamand - Líbano, en la Escuela de Teología Ortodoxa de San Juan Damasceno, norte de Líbano, del 17 al 24 de junio de 1993. Los congresistas trataron el tema del Uniatismo y volvieron a formular juntos en un espíritu de franqueza y fraternidad, un texto elaborado en junio de 1991, buscando los medios para reunificar las dos Iglesias. El comunicado final subraya la importancia de los trabajos en un momento en que los países de Europa Oriental y Central, experimentan grandes transformaciones, con la nueva libertad religiosa y el incremento de las actividades públicas de las Igle sias, Oriental y Católica, que ponen sus relaciones en tela de juicio. La tarea de la Comisión es muy esencial. Significa una fase importante en el esfuerzo de confraternización entre las dos Iglesias. Hay todavía por resolver entre ellas serios problemas teológicos que conciernen a capítulos esenciales de la fe cris tiana. Pero existen también otros obstáculos que derivan de la desconfianza, de la irresponsabilidad, del temor, de los factores no teológicos de las diferencias cristianas, del fanatismo, que oponen a los cristianos entre ellos y enfrentan a las religiones. Hace falta un estudio sincero y fiel de todas estas cuestiones para superar los malentendidos y los desacuerdos que existen entre nuestras dos Iglesias. Pero el diálogo ortodoxo y católico no se limita exclusivamente a la discusión teológica, que por supuesto constituye un elemento indispensable de un procedimiento más amplío. Es también indispensable la vida en común de nuestras Iglesias, la fraternidad entre nosotros, para poder comprender mutuamente las diversas expresiones de la fe y para poder dar desde ahora el testimonio común. Los clérigos y los fieles de nuestras iglesias se darán cuenta de la importancia del diálogo teológico, que desarrolla un trabajo asiduo en un espíritu ecuménico y que aunque a veces hay confrontaciones y dificultades, sin embargo se está trabajando con fe, esperanza y amor, de cara a la recuperación de la unidad perdida. Los muros de separación pueden ser altos, pero no infinitos. Todos nosotros debemos contribuir, según nuestras posibilidades, en la realización del gran anhelo de nuestro Señor que todos seamos uno (Juan, 17,20). Estamos llamados a trabajar para que se cumpla aquella unidad que Jesús quiere para su Iglesia y no a la unidad que a veces nosotros imaginamos, o a veces nosotros soñamos, o a veces nosotros desfiguramos. El ecumenismo es el ejercicio constante de la paciencia, la paciencia cristiana que va unida con la esperanza hacia la unidad de los cristianos. Un árbol no crece de un día para el otro. Le hace falta tiempo y unas condiciones favorables. La unidad de los cristianos no es una visión que se concretizará de golpe, ya que la desunión tan profundamente enraizada en la conciencia de todos los cristianos, puede parecer crónica. Sin embargo todos los esfuerzos que tienden hacia el mismo objetivo, no quedarán sin ver su fruto. Un día el arbolillo llegará a ser un árbol. Por eso, para conseguir la unidad que Dios quiere de los cristianos y los hombres todos en la única Iglesia de Cristo, necesitamos contar con la ayuda de Dios. Un importante éxito ecuménico ha sido que los cristianos divididos han comprendido que pertenecen los unos a los otros y por consiguiente deberían quedarse juntos. A pesar de las diferencias doctrinales que existen entre las dos Iglesias, nuestra fe después de tantos siglos de vida en común, permanece idéntica en lo esencial. Todos somos miembros de dos Iglesias hermanas que tienen una raíz común con su cabeza en Jesucristo. Iglesias que los hombres en un momento de la historia han separado. Los puntos comunes de las dos Iglesias son la base sobre la cual hoy los representantes y los teólogos buscan su unión completa. Estos puntos comunes son también la base de nuestras vidas, los que nos dan fuerza en los momentos agradables y los momentos difíciles. Los que hacen que una familia pueda sentirse completamente unida además de por el amor, también por la fe común. Sabemos que las diferencias no se pueden borrar en unos días. Hace falta tiempo y grandes esfuerzos de comprensión mutua por parte de los teólogos. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Nuestro Santo Padre el Patriarca Atenágoras decía que somos la misma Iglesia, con un mismo Señor, la misma Virgen, el mismo Cáliz, la misma vida aquí y en la eternidad. Y el actual Patriarca Ecuménico de Constantinopla S. S. Bartholomeos I, insiste sobre la necesidad del diálogo ecuménico con las siguientes palabras: Nuestro deber histórico es el diálogo y lo continuaremos con todas nuestras fuerzas. Confiamos los frutos del diálogo a la gracia y la sabiduría de Dios. Tal vez los frutos están en una perspectiva escatológica, pero esto no modifica de ninguna manera nuestro deber actual (30 Días, Año VIII, N.` 84, 1994). Dice también el Patriarca: No consigo creer en otra vía que la del diálogo siempre reemprendido. El ecumenismo no es un lujo, es un deber (Le Monde, 20-4-94). Ciertamente, todas las Iglesias que se proclaman de Cristo deben necesariamente profundizarse en su unidad en Cristo. Es cierto, hay siempre una necesidad para mejorar 1a calidad del diálogo interortodoxo. Por otra parte, esta exigencia no concierne únicamente a la ortodoxia. Sin embargo, nuestras dificultades, fueran las que fueren, nunca han supuesto un obstáculo al deseo del mundo ortodoxo de hacer avanzar la causa de la unidad de los cristianos (Le Figaro, 19-4-94). Con la unidad, la Iglesia no trata de ser más fuerte o más gloriosa, pues nada tiene propio suyo. La Iglesia es el canal de la gracia para el mundo entero y su unidad es la que permitirá incluir a todos los hombres y hacer de la humanidad una sola familia con Dios. Con el amor de Dios Padre, la ayuda de su Hijo y la iluminación de su Espíritu, esperamos un día todos participar del mismo Cáliz en la celebración de la Eucaristía común. LA ORTODOXIA EN ESPAÑA La presencia de la ortodoxia en España empieza a fines del siglo pasado cuando algunos comerciantes griegos vinieron a España para trabajar. Más tarde y después de la primera guerra mundial, varios refugiados rusos y personas de otros países donde se había impuesto el régimen comunista, se establecieron en España, como en otras partes de Europa y América. Fue entonces, en 1949, cuando se fundó la Parroquia del Apóstol San Andrés, bajo la jurisdicción del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla para las necesidades religiosas de todos los ortodoxos sin distinción de nacionalidad y ubicada en un chalet de la calle Luis Díaz Cobeña, núm. 20, de Madrid. El que esto escribe, fue destinado a la Parroquia de Madrid en el año 1967 con el acuerdo unánime de toda la comunidad ortodoxa. El 17 de junio de 1968 y en cumplimiento de las disposiciones del artículo 23 de la Orden Complementaria del 5 de abril de 1968 de la Ley 44/1967, de 28 de junio sobre Libertad Religiosa, la Parroquia se inscribió bajo el número seis (6) SG. en el Registro de Entidades Religiosas de la Dirección General de Asuntos Religiosos del Ministerio de Justicia de España. La llegada del nuevo Rector contribuyó a crear un nuevo dinamismo que culminó, con el apoyo y colaboración de los fieles ortodoxos y la importante aportación y participación de la empresa constructora española Donato Lasa, en la construcción del hermoso edificio de estilo bizantino, la actual parroquia, en la calle Nicaragua, núm. 12, dedicada a San Andrés Apóstol y San Demetrio Gran Mártir y Myroblita, y cuya primera piedra se colocó el 11 de diciembre de 1971. La inauguración se celebró el día 3 de junio de 1973 por el entonces Arzobispo ortodoxo griego de Francia Monseñor Meletios Karabinis, exarca de S. S. el Patriarca Ecuménico de Constantinopla Dimitrios I para España y Portugal. Hoy el titular de la sede de nuestro Arzobispado de París es S. E. Monseñor leremias Kaligeorgis. El nuevo edificio de la calle Nicaragua, núm. 12, es el único representativo de la Iglesia Ortodoxa en toda la Península Ibérica y está construido en estilo bizantino. Su Iconostasio de madera totalmente elaborado en Grecia, sus iconos, sus frescos, obras de iconógrafos griegos y su iluminación le dan un ambiente cálido y acogedor, invitando al rezo y recogimiento. En el año 1975 el conjunto del edificio, que comprende la iglesia, campanario, casa rectora y salones, fue declarado monumento histórico por el Excmo. Ayuntamiento de la Villa de Madrid y recibe la visita de numerosos alumnos de colegios, institutos y escuelas cristianas de Madrid y cuyo estudio les sirve tanto para su desarrollo religioso y artístico, como para descubrir la coexistencia armoniosa y pacífica que favorece el intercambio de las espiritual idades de las distintas Iglesias Cristianas. La divina Liturgia se celebra los domingos y fiestas a las 11,00 h. de la mañana. Dado el carácter panortodoxo e internacional de sus feligreses (griegos, rusos, búlgaros, yugoslavos, rumanos, georgianos, árabes, españoles), los idiomas que se utilizan a la Divina Litúrgica son el griego, eslavo y español. La presencia ortodoxa ha ido creciendo con los años a través de las familias que se han instalado aquí por razones de trabajo, uniones matrimoniales, y en estos últimos años con ortodoxos que han venido procedentes de los países del Este. El número aproximado de los ortodoxos en toda España es de 3.500 entre griegos, rusos, rumanos, búlgaros, yugoslavos, georgianos, árabes y españoles. La mayor parte de ellos viven en Madrid, Barcelona y en las Islas Canarias. A partir del año 1979 existe también una segunda parroquia, del Patriarcado Ortodoxo de Rumania, fundada para las necesidades de emigrantes rumanos. Es la de la Santísima Virgen María, legalizada por el Estado español en el año 1980. Los oficios se celebran en la capilla cedida para el uso litúrgico por los Padres Redentoristas en la calle Félíx Boix, núm. 13, de Madrid. La Divina Liturgia se celebra los domingos y fiestas principales del año litúrgico a las 11,30 h. de la mañana. La presencia de la ortodoxia en España es pacífica. Los dos representantes en Madrid son miembros del Comité Cristiano Interconfesional, que existe en España desde 1968, y que trata de mejorar, en un clima de caridad fraterna, las relaciones entre distintas Iglesias y Confesiones cristianas que a él pertenecen. Nuestra Iglesia Ortodoxa es consciente de que lo que prima en nuestras relaciones es, ante todo, la sencillez y la hondura de los sentimientos que crean recíprocamente y el respeto absoluto entre todos para cumplir libremente la misión religiosa que incumbe a cada grupo eclesial. ¿No es éste, quizá, el mejor medio para evitar el riesgo de un fenómeno de sincretismo que conduciría a confusiones entre los grupos o a absorciones puras y simples de unos en detrimento de otros? A pesar de nuestra pequeñez en lo que se refiere al número de fieles, y de nuestra humilde presencia en Madrid y en toda España, en la Iglesia Ortodoxa somos conscientes de poder dar una respuesta positiva a las preocupaciones de todos los cristianos. Ello se refleja en nuestras relaciones ecuménicas y en nuestro diálogo confiado con las demás confesiones cristianas presentes en España. La fraterna armonía de los ortodoxos con el resto de los hermanos cristianos aquí en España, es como un ejemplo y símbolo para la futura concordia y fraternidad entre las Iglesias y en este sentido puede considerarse como auténtica esperanza para el futuro de la tan añorada Unidad Cristiana. Pedimos a Dios nos ayude a conservar este legado excepcional que es para nosotros la verdadera riqueza y garantía de una auténtica vida espiritual, tal como nos lo ordenó nuestro divino Salvador. BIBLIOGRAFÍA Para la realización de este trabajo se han tenido en cuenta las siguientes obras: - La Ortodoxia. Paul Evdokimov. Edic. Península. Barcelona, 1968. - La Priere dans I'Eglise d'orient. Paul Evdokimov. Mulhouse, 1966. - L'Orthodoxie, I'Eglise des sept conciles. Timothy Ware. Desclée de Brouwer, 1968. - La Iglesia Ortodoxa. Oliver Clement. Publicaciones Claretianas. Madrid, 1990. - La Iglesia Ortodoxa ayer y hoy. Jean Meyendorf. Bilbao, 1969. - La Theologie Orthodoxe aujourd'hui. Jean Meyendorf. París, 1969. - Orthodoxie et Catholicité. Jean Meyendorf. París, 1965. - La Iglesia Ortodoxa en España. Alexis Stawrowsky. Madrid, 1976. - Cristianos Ortodoxos. Y. M. Congar. Barcelona, 1963. - Cristianismo Oriental. N. Zernov. Madrid, 1962. - Teología mística de la Iglesia de oriente. Vladimir Losky. Barcelona, 1982. - Premier regard sur I'Orthodoxie. Monseñor Stefanos Charalambidis. París. Ediciones de Dauphin, 1994. - La fe de los ortodoxos. Atanasios Delikostopoulos. Atenas, 1992. INDICE Pág. Introducción Historia Estructura y Geografía - Administración canónica - Fundamentos Básicos de la Iglesia La Fe de la Iglesia ortodoxa La vida litúrgica Espiritualidad La Iglesia Ortodoxa y su contribución en el Movimiento Ecuménico. La Ortodoxia en España Bibliografía