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Transcript
80 Años Ayudando con amor
El Papa Pío XI fue el gran impulsor del DOMUND. Electo Papa en 1922, toma un gran cariño a las
misiones demostrado en la Fiesta de Pentecostés de ese mismo año cuando interrumpió su homilía
despertando un silencio azaroso; toma su solideo blanco y lo hizo circular entre los cardenales,
obispos sacerdotes y fieles en la basílica de San Pedro en Roma, haciéndose así él mismo el
recaudador de una colecta en favor de las misiones. A petición de los miembros de las Obras
Misionales Pontificias (OMP), Pío XI instituyó la JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES el
14 de Abril de 1926.
Este año se cumplen 80 años de haber sido instituida oficialmente la Jornada Mundial de las
Misiones, con la cual se ha ayudado con AMOR, a través del Fondo Universal de Solidaridad,
administrado por la obra Pontificia de la Propagación de la Fe (POPF), quien tiene entre sus
objetivos '' Promover la solidaridad Económica apelando a la generosidad de los cristianos en el
mundo entero, con el fin de elaborar un programa de Justicia social y de asistencia para subvenir de
manera regular a las necesidades esenciales de toda la iglesia en territorios de Misión (Estatuto
OMP Titulo I Art. 6).
Con ocasión de la Jornada Misionera Mundial 2006, el Papa Benedicto XVI, nos invita a
reflexionar este año sobre el tema ''La Caridad, alma de la Misión: La misión si no está orientada
por la caridad, es decir, sino brota de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a
mera actividad filantrópica y social'' (Mensaje JMM 2006) Es una oportunidad que tiene la iglesia
para vivir misioneramente el mes de Octubre y para seguir ayudando con AMOR ''Dando aun
desde la pobreza'' (Puebla 268).
Hay dos acontecimientos que no podemos pasar desapercibidos en el contexto latinoamericano. La
preparación y celebración de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe,
''Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos el El tengan vida'' a celebrarse en
Brasil, en Mayo de 2007 y la preparación y celebración del Tercer Congreso Americano Misionero
CAM 3 ''La Iglesia en discipulado misionero'' a celebrarse en Quito, Ecuador en Agosto de 2008.
La Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificias, ponen a su disposición un nuevo
material de apoyo para la celebración de la Jornada Misionera Mundial que celebramos el
Penúltimo Domingo de Octubre el cual esperamos les sirva para dar un mayor impulso al mes
dedicado a la Misión Universal.
Que Dios bendiga abundantemente las muestras de solidaridad y amor para con
aquellos que mas lo necesitan.
Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la
Jornada Misionera Mundial 2006:
Queridos hermanos y hermanas:
1. La Jornada Misionera Mundial, que celebraremos el domingo 22 de octubre próximo, ofrece la oportunidad
de reflexionar este año sobre el tema: “La caridad, alma de la misión”. La misión, si no es orientada por la
caridad, es decir, si no nace de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a una
mera actividad filantrópica y social. Efectivamente, el amor que Dios nutre por cada persona, constituye el
núcleo de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y todos cuantos lo acogen se convierten a su vez en
testigos. El amor de Dios que da vida al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, Palabra de
salvación, icono perfecto de la misericordia del Padre celestial. Se podría sintetizar bien el mensaje de
salvación con las palabras del evangelista Juan: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios
envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4, 9). Después de su resurrección,
Jesús confió a los discípulos el mandato de difundir el anuncio de este amor, y los Apóstoles, transformados
interiormente por la fuerza del Espíritu Santo el día de Pentecostés, comenzaron a dar testimonio del Señor
muerto y resucitado. Desde entonces, la Iglesia continúa esta misma misión, que constituye para todos los
creyentes un compromiso irrenunciable y permanente.
2. Toda comunidad cristiana está llamada, pues, a dar a conocer a Dios que es Amor. Sobre este misterio
fundamental de nuestra fe he querido detenerme a reflexionar en la Encíclica“Deus Caritas est”. Dios
impregna con su amor la entera creación y la historia humana. Al origen, el hombre salió de las manos del
Creador como fruto de una iniciativa de amor. Después, el pecado ofuscó en él la huella divina. Engañados
por el maligno, los progenitores Adán y Eva rompieron la relación de confianza con su Señor, cediendo a la
tentación del maligno que infundió en ellos la sospecha de que Él era un rival que pretende limitar su libertad.
Así, al amor gratuito divino, se prefirieron a sí mismos, convencidos de que de tal manera afirmaban su libre
albedrío. La consecuencia fue que terminaron por perder la felicidad originaria, y gustaron la amargura de la
tristeza del pecado y de la muerte. Pero Dios no les abandonó, y les prometió la salvación, a ellos y a sus
descendientes, preanunciando el envío de su Hijo unigénito, Jesús, que revelaría, en la plenitud de los
tiempos, su amor de Padre, un amor capaz de rescatar cada criatura humana de la esclavitud del mal y de la
muerte. Por tanto, en Cristo nos ha sido comunicada la vida inmortal, la misma vida de la Trinidad. Gracias a
Cristo, buen Pastor que no abandona la oveja descarriada, se da a los hombres de cada tiempo la posibilidad
de entrar en la comunión con Dios, Padre misericordioso pronto a volver a acoger en la casa al hijo pródigo.
Signo sorprendente de este amor es la Cruz. En la muerte en cruz de Cristo -he escrito en la Encíclica Deus
caritas est- “se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y
salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y
a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la
orientación de su vivir y de su amar” (n. 12).
3. A la vigilia de su pasión, Jesús dejó como testamento a los discípulos, reunidos en el Cenáculo para
celebrar la Pascua, el “mandamiento nuevo del amor - madatum novum”: “Lo que os mando es que os améis
los unos a los otros” (Jn 15, 17). El amor fraterno que el Señor pide a sus “amigos” encuentra su manantial en
el amor paterno de Dios. Observa el apóstol Juan: “Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1
Jn 4, 7). Así pues, para amar según Dios es necesario vivir en Él y de Él: Dios es la primera “casa” del
hombre, y sólo quien vive en Él arde con un fuego de caridad divina en grado de “incendiar” el mundo.
¿No es esta, quizás, la misión de la Iglesia en todo tiempo? No es difícil comprender entonces que la
auténtica solicitud misionera, empeño primario de la Comunidad eclesial, se encuentra unida a la
fidelidad al amor divino, y esto es válido para cada cristiano, para cada comunidad local, para las
Iglesias particulares y para todo el Pueblo de Dios. Precisamente, de la conciencia de esta misión común
toma fuerza la generosa disponibilidad de los discípulos de Cristo para realizar obras de promoción
humana y espiritual, que testimonian, como escribía el amado Juan Pablo II en la Encíclica Redemptoris
missio, “el espíritu de toda la actividad misionera: El amor, que es y sigue siendo la fuerza de la misión,
y es también el único criterio según el cual todo debe hacerse y no hacerse, cambiarse y no cambiarse.
Es el principio que debe dirigir toda acción y el fin al que debe tender. Actuando con caridad o
inspirados por la caridad, nada es disconforme y todo es bueno” (n. 60). Ser misioneros significa, pues,
amar a Dios con todo! lo que uno es, hasta dar incluso, si es necesario, la vida por Él. ¡Cuántos
sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, también en este tiempo actual, le han rendido el testimonio
supremo de amor con el martirio! Ser misioneros es inclinarse, como el buen Samaritano, sobre las
necesidades de todos, especialmente de los más pobres y necesitados, porque quien ama con el amor de
Cristo, no busca el propio interés, sino únicamente la gloria del Padre y el bien del prójimo. Se encuentra
aquí el secreto de la fecundidad apostólica de la acción misionera, que traspasa las fronteras y las
culturas, llega a los pueblos y se difunde hasta los extremos confines del mundo.
4. Queridos hermanos y hermanas, que la Jornada Misionera Mundial sea ocasión propicia para
comprender cada vez mejor que el testimonio del amor, alma de la misión, concierne a todos. Servir el
Evangelio no puede considerarse como una aventura solitaria, sino el empeño que cada comunidad
comparte. Junto con los que se encuentran en la primera línea de las fronteras de la evangelización -y
pienso aquí con reconocimiento en los misioneros y las misioneras- otros muchos, niños, jóvenes y
adultos, con la oración y su cooperación de maneras diferentes, contribuyen a la difusión del Reino de
Dios en la tierra. El deseo es que esta coparticipación crezca cada vez más gracias a la aportación de
todos. Aprovecho con gusto esta circunstancia para manifestar mi gratitud a la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos y a las Obras Misionales Pontificias [O.M.P.], que con entrega coordinan
los esfuerzos que se realizan en todo el mundo para apoyar la actividad de todos cuantos se encuentran
en la primera línea de las fronteras misioneras.
La Virgen María, que con su presencia al pie de la Cruz y su oración en el Cenáculo ha colaborado
activamente en los inicios de la misión eclesial, sostenga su acción, y ayude a los creyentes en Cristo a
ser cada vez más capaces de un amor verdadero, para que en un mundo espiritualmente sediento se
conviertan en manantial de agua viva.
Formulo este deseo de corazón, mientras envío a todos mi Bendición.
Vaticano, 29 de Abril de 2006
BENEDICTUS PP. XVI
DOMUND ‘06
Desde hace 80 años se celebra en la Iglesia durante el penúltimo domingo del mes de Octubre la
Jornada Misionera Mundial, conocida por sus siglas en español DOMUND, o Domingo Mundial de las
Misiones Católicas.
¿Pero qué es el DOMUND?
El Domingo de las Misiones Católicas es un día especialmente dedicado a solicitar ayuda y
cooperación económica a favor de la Acción Misionera de la Iglesia en el Mundo entero, su origen se remonta
al año de 1.926 cuando el Papa decreta que este día se celebre una jornada dedicada completamente a
reflexionar sobre la responsabilidad misionera de la Iglesia en el mundo entero.
¿Cuándo se celebra?
El DOMUND se celebra normalmente el cuarto domingo del mes de Octubre y se pide que este día
y durante todo el mes se haga todo lo necesario en todas las comunidades cristianas así como en las
Instituciones para dar a conocer la acción misionera de la Iglesia .
¿Cómo celebrarlo?
El DOMUND puede dar pie a un sin fin de iniciativas, tardes de oración misionera, horas santas,
diálogo con los misioneros que estén de paso, colectas, rifas, cenas misioneras, cine-foro misionero, en fin,
todo aquello que el buen juicio nos inspire.
¿Dónde se celebra?
El DOMUND debe celebrarse en todas las comunidades cristinas tantos en las grandes catedrales
como en las pequeñas capillas de las montañas, de los desiertos y de las selvas este día es para recordar esta
incesante tarea de la Iglesia en todas partes.
¿Quiénes lo celebran?
Los señores Obispos son los primeros catequistas y evangelizadores así como los sacerdotes en las
parroquias cada uno y a su nivel debe animar y organizar lo necesario para su celebración.
En las comunidades religiosas el DOMUND es una buena ocasión para recordar la dimensión
misionera de toda vida consagrada.
Mención aparte merece las comunidades educativas católicas en las cuales no se debe dejar de
presentar la necesidad que tienen los niños y las niñas en las Misiones. Muchas veces estos pequeños
“grandes misioneros” dan ejemplos fabulosos de cooperación.
En las familias también se debe contemplar un momento de oración y de recuerdo por los misioneros
y por las misiones. Los padres y madres de familias, los adultos en general deben tener un especial cuidado en
promover en casa la iniciativa.
En los grupos y comunidades de base, en los movimientos apostólicos y comunidades cristianas
conviene que haya una iniciativa también en este sentido. Se pueden realizar carteleras parroquiales, imprimir
una oración para todos los asistentes a las eucaristías, explicar el tema en la catequesis parroquial y en las
homilías.
A continuación se presentan un conjunto de iniciativas para que podamos aprovechar todo el mes de
octubre misionero
¡VAMOS A PONERLE MUCHO CORAZON!
VIVIENDO CON AMOR EL
OCTUBRE MISIONERO
Para articular esta corriente arterial en el organismo circulatorio de la Iglesia se sugiere dedicar cada
una de las semanas del Octubre Misionero a una intención concreta. El Mensaje del Santo Padre sobre la
Misión que según él nace de la caridad que es Dios nos puede servir de pauta para orientar e intensificar la
participación de los fieles con la ayuda del material elaborado por Obras misionales Pontificias para la
Jornada del DOMUND
¡UNÁMONOS A LAS MISIONES DE LAS
SIGUIENTES MANERAS !!!!
PRIMERA SEMANA (1 al 7)
ORACIÓN POR LAS MISIONES
Durante esta semana de oración por las misiones, la Iglesia se funde en un solo corazón y una sola
alma para orar por los que están proclamando el Evangelio en los territorios de misión. La oración es el
vínculo primordial de la vida del cristiano. Así como la Eucaristía es el centro de la vida cristiana y es la
fuente el encuentro con Dios que es Amor. “La caridad, alma de la misión”. La misión, si no es orientada por
la caridad, es decir, si no nace de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a una mera
actividad filantrópica y social. (Mensaje 1).
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Meditar sobre la Palabra de Dios que es proclamada en la Santa Misa y en los momentos de oración
y que nos recuerdan el amor divino del cual surge nuestra Misión.
Participar en la Eucaristía e incluir en ella oración por los Misioneros y las Misioneras.
Pedir por la Intención Misional del Santo Padre.
Organizar “Horas santas” por las misiones o establecer cadenas de oración simultáneas con las
comunidades cristianas.
Recurrir a los conventos de clausura para que oren por las Misiones especialmente durante el mes.
¡¡Únete este domingo 22 de Octubre a las 12:00 del mediodía, rezando un Padre Nuestro, un Ave
María y un Gloria por la intención misionera del Santo Padre!
SEGUNDA SEMANA (8 al 14)
SACRIFICIO
Durante esta semana se pueden intensificar las ofrendas de los propios sacrificios por las misiones
uniéndonos al sacrificio de Cristo y al de los misioneros y misioneras. Lo recordaba ya Juan Pablo II “en la
Eucaristía volvemos a vivir el misterio de la redención culminante en el sacrificio del Señor, como lo señalan
las palabras de la consagración: ‘mi cuerpo que es entregado por vosotros... Mi sangre, que es derramada por
vosotros’ Lc. 22, 19-20. Cristo ha muerto por todos; el don de la salvación es para todos, don que la Eucaristía
hace presente sacramentalmente a lo largo de la historia: ‘haced esto en recuerdo mío’. Lc. 22, 19. A este
banquete y sacrificio están invitados todos los hombres, para poder, así, participar de la misma vida de
Cristo”. (Mensaje Domund, 2.004).
La semana de oración es continuada por la del sacrificio que lleva a los fieles a unirse al sacrificio de Cristo y
a compartir el sacrificio escondido e inmolado del misionero.
 Ofrecer sacrificios varios como: Ayuno, abstinencia, y mortificaciones por las misiones
 Colaborar en actividades a favor de los necesitados: hospitales, refugios, cárceles.
TERCERA SEMANA (15 al 21)
DONATIVOS
Esta semana culmina con la celebración del día del DOMUND. Durante estos días las comunidades
cristianas y los fieles deben ser informados y sensibilizados para que colaboren muy generosamente con las
necesidades materiales de los misioneros. “La ocasión es igualmente propicia para recordar la contribución
que las beneméritas Obras Misionales Pontificias ofrecen a la acción de la Iglesia. Éstas cuentan con todo
mi aprecio y les doy las gracias, en nombre de todos, por el precioso servicio que ofrecen a la nueva
evangelización y a la misión ad gentes. Invito a apoyarlas espiritual y materialmente, para que también
gracias a su aportación el anuncio evangélico pueda llegar a rodos los pueblos de la tierra” (Mensaje, 5.
Domund 2.003, S.S. Juan Pablo II)
Los Estatutos de las Obras Misionales Pontificias señalan: “Para que el mes de octubre ofrezca a los
cristianos la ocasión de dar una dimensión misionera universal a la cooperación misionera, se invita a los
Obispos a que pidan a los responsables de las entidades católicas y a los fieles, que renuncien, durante este
período, a las colectas de carácter particular” (n.12). Se trata de canalizar la generosa colaboración de los
fieles hacia los frentes eclesiales mas necesitados. Esta intercomunicación de bienes no se refiere solo a los
económicos, sino a los espirituales y personales, sin duda más importantes que aquellos y no menos
necesarios.
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Profundizar en el sentido de la presentación del pan y del vino y de la colecta durante la
celebración eucarística.
Organizar actividades para recaudar fondos para las misiones.
Difundir el tríptico de la Jornada y el sobre para las ofrendas misioneras
Intensificar la información sobre el DOMUND en los medios de comunicación social: Prensa,
radio, TV.
Colaborar en la difusión de la revista misionera Salvador del Mundo.
Distribuir a tiempo los sobres del DOMUND
Materiales apropiados:
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Sobres del DOMUND
Trípticos informativo para la domiciliación de las ayudas.
Revista
SPOT PARA RADIO “La cápsula Misionera” y Televisión
Video DOMUND 2006
CUARTA SEMANA (22 al 28)
VOCACIÓN MISIONERA
El mes puede concluir con la certeza de que el dueño de la mies ha suscitado vocaciones para la
misión en laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas. En el seno de cada comunidad el Señor ha puesto en el
corazón de algunos la semilla de la vocación. “Es la hora de TU compromiso misionero”. Es la semana de
pensar que tal vez en la parroquia haya habido una generosa respuesta económica, pero ¿hay vocaciones?:
“Debemos preguntarnos por qué en varias naciones, mientras aumentan los donativos, se corre el peligro de
que desaparezcan las vocaciones misioneras, las cuales reflejan la verdadera dimensión de la entrega a los
hermanos” (RM 79).
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Iniciar grupos de formación misionera para jóvenes.
Difundir testimonios vocacionales de misioneros
(ver revista Salvador del Mundo )
Visitar la delegación Diocesana de misiones para conocer el trabajo de los que colaboran con las
Obras Misionales Pontificias.
Abrir posibilidades para favorecer la cooperación de voluntarios con actividades misioneras (JUMI,
Ad gentes, Centro Misionero Católico, Puntos Corazón, etc.) Teléfono de Información: 2225-5386
SÍNTESIS DE LA PRIMERA ENCÍCLICA DEL PAPA BENEDICTO
XVI, “DEUS CARITAS EST”, SOBRE EL AMOR CRISTIANO
“Dios es amor; quien está en el amor, habita en Dios y Dios habita en él” (1 Jn 4,
16). Estas palabras, con las que comienza la encíclica, expresan el centro de la fe cristiana. En un
mundo en el cual al nombre de Dios se le asocia a veces con la venganza o incluso el odio y la
violencia, el mensaje cristiano del Dios Amor es de gran actualidad.
La Encíclica está articulada en dos grandes bloques. La primera ofrece una reflexión teológicofilosófica sobre el “amor” en sus diversas dimensiones -eros, philia, agape – precisando algunos
datos esenciales del amor de Dios por el hombre y de la relación intrínseca que este amor tiene con
el amor humano. La segunda parte trata del ejercicio concreto del mandamiento del amor al
prójimo.
Primera parte
El término “amor”, una de las palabras más usadas y de las cuales más se abusa en el mundo de
hoy, abarca un vasto campo semántico. Sin embargo, en la multiplicidad de significados, emerge
como arquetipo del amor por excelencia el que se da entre el hobre y la mujer, que en la antigua
Grecia recibía el nombre de “eros”. En la Biblia, y sobre todo en el Nuevo Testamento, se
profundiza en el concepto de “amor” –un desarrollo que se expresa en la misa al margen de la
palabra “eros”, en favor del término “ágape”, para expresar un amor oblativo. Esta nueva visión del
amor, que es una novedad esencial del cristianismo, a menudo ha sido valorada de forma
absolutamente negativa como rechazo del “eros” y de la corporeidad. Aunque ha habido tendencias
de ese tipo, el sentido de esta profundización es otro. El “eros”, puesto en la naturaleza del hombre
por su mismo Creador, tiene necesidad de disciplina, de purificación y de maduración para no
perder su dignidad original y no degradarse en puro “sexo”, convirtiéndose en una mercancía. La fe
cristiana siempre ha considerado al hombre como un ser en el cual espíritu y materia se
compenetran mutuamente, extrayendo de esto una nueva nobleza. El desafío del “eros” puede
considerarse superado cuando, en el hombre, cuerpo y alma se encuentran en perfecta armonía.
Entonces el amor se convierte en “éxtasis”; pero “éxtasis” no en el sentido de euforia pasajera, sino
como éxodo permanente del yo recluido en sí mismo, hacia su liberación en el don de sí, y
precisamente de esta forma, hacia el encuentro de sí mismo, y también hacia el descubrimiento de
Dios: de esta forma el “eros” puede elevar al ser humano “en éxtasis” hacia lo Divino. En definitiva,
“eros” y “ágape” exigen que no se les separe nunca completamente al uno del otro, al contrario,
cuano más ambos, aunque en dimensiones diversas, encuentran su justo equilibrio, tanto más se
realiza la verdadera naturaleza del amor. A pesar de que el “eros” inicialmente es sobre todo deseo,
al acercarse después a la otra persona, se preguntará cada vez menos sobre sí mismo, buscará cada
vez más la felicidad del otro, si donará y deseará “ser para” el otro: así se inserta en él y se afirma el
momento del “ágape”.
En Jesucristo, que es el amor encarnado de Dios, el “eros”-“agape” alcanza su forma más radical.
En a muerte en cruz, Jesús, donándose para levantar y salvar al hombre, expresa el amor de la forma
más sublime. A este acto de ofrecimiento, Jesús le ha asegurado una presencia duradera a través de
la institución de la Eucaristía, en la que, bajo las especies del pan y del vino, se dona a sí mismo
como nuevo maná que nos une a Él. Participando en la Eucaristía, también nosotros somos
implicados en la dinámica de su donación. Nos unimos a Él y al mismo tiempo nos unimos a todos
los otros a quienes Él se dona; nos convertimos así en “un solo cuerpo”. De esta forma, el amor a
Dios y el amor al prójimo están verdaderamente unidos. El doble mandamiento, gracias a este
encuentro con el “ágape” de Dios, ya no es sólo exigencia: el amor puede ser “mandado” porque
primero se ha donado.
Segunda parte
El amor al prójimo enraizado en el amor de Dios, más que tarea para fiel, lo es para la entera
comunidad eclesial, que en su actividad caritativa debe reflejar el amor trinitario. La conciencia de
tal deber ha tenido relevancia constitutiva en la Iglesia desde sus inicios (cfr Hch 2, 44-45) y bien
pronto se manifestó también la necesidad de una cierta organización como presupuesto para su
cumplimiento eficaz. Así, en la estructura fundamental de la Iglesia, emergió la “diaconía” como
servicio del amor al prójim ejercido de modo comunitario y de forma ordenada –un servicio
concreto, pero al mismo tiempo también espiritual (cfr Hch 6, 1-6). Con la progresiva difusión de la
Iglesia, este ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales. La íntima
naturaleza de la Iglesia se expresa así en una triple tarea: el anuncio de la Palabra de Dios
(“kerygma-martyria”), la celebración de los Sacramentos (“leiturgia”), y el servicio de la caridad
(“diakonia”). Son tareas que se presuponen mutuamente y que no pueden separarse una de otra.
Desde el siglo XIX, contra la actividad caritativa de la Iglesia se ha levantado una objeción
fundamental: ésta estaría en contraposición –se ha dicho- con la justicia, y acabaría por actuar como
sistema de conservación del “status quo”. Con el cumplimiento de obras individuales de caridad, la
Iglesia favorecería el mantenimiento del sistema injusto existente, haciéndolo de alguna forma
soportable y frenando así la rebelión y el cambio potencial hacia un mundo mejor. En este sentido el
marxismo había puesto en la revolución mundial y en su preparación la panacea para la
problemática social –un sueño que con el transcurrir del tiempo se ha desvanecido. El magisterio
pontificio, empezando por la Encíclica “Rerum novarum” de León XIII (1891), hasta la trilogía de
las Encíclicas sociales de Juan Pablo II (“Laborem exercens” [1981], “Sollicitudo rei socialis”
[1987], “Centesimus annus” [1991]), ha afrontado con creciente insistencia la cuestión social, y en
la confrontación con situaciones problemáticas siempre nuevas, ha desarrollado una doctrina social
muy articulada, que propone orientaciones válidas más allá de los límites de la Iglesia.
Con todo, la creación de un orden justo de la sociedad y del Estado es la tarea central de la política,
por tanto no puede ser el cometido inmediato de la Iglesia. La doctrina social católica no pretende
conferir a la Iglesia un poder sobre el Estado, sino simplemente purificar e iluminar la razón,
ofreciendo su propia contribución a la formación de las conciencias, de manera que las verdaderas
exigencias de la justicia puedan ser percibidas, reconocidas y también realizadas. A pesar de ello no
existe ningún ordenamiento del Estado, por justo que sea, que pueda hacer superfluo el servicio del
amor. El Estado que quiere proveer de todo se convierte en definitiva en una instancia burocrática
que no puede asegurar la contribución esencial de la que el hombre que sufre – cada hombre– tiene
necesidad: la amorosa dedicación personal. Quien quiere desembarazarse del amor, se dispone a
desembarazarse del hombre en cuanto hombre.
En nuestra época, un efecto positivo colateral de la globalización se manifiesta en el hecho de que la
solicitud por el prójimo, superando los confines de las comunidades nacionales, tiende a alargar sus
horizontes al mundo entero. Las estructuras del Estado y las asociaciones humanitarias secundan de
diversas maneras la solidaridad expresada por la sociedad civil: así se han formado múltiples
organizaciones con fines caritativos y filantrópicos. También en la Iglesia Católica y en otras
Comunidades eclesiales han surgido nuevas formas de actividad caritativa. Entre todas estas
instancias es de auspiciar que se establezca una colaboración fructífera. Naturalmente, es importante
que la actividad caritativa de la Iglesia no pierda su propia identidad, disolviéndose en la
organización asistencial común y convirtiéndose en una simple variante, sino que mantenga todo el
esplendor de la esencia de la caridad cristiana y eclesial. Por ello:
- La actividad caritativa cristiana, más allá de su competencia profesional, debe basarse en la
experiencia de un encuentro personal con Cristo, cuyo amor ha tocado el corazón del creyente
suscitando en él el amor por el prójimo.
- La actividad caritativa cristiana debe ser independiente de partidos e ideologías. El programa del
cristiano – el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús– es “un corazón que ve”. Este
corazón vede dónde hay necesidad de amor y actúa de modo consecuente.
- La actividad caritativa cristiana, además, no debe ser un medio en función de lo que hoy viene
señalado como proselitismo. El amor es gratuito; no viene ejercido para alcanzar otros objetivos.
Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por así decirlo, dejar a Dios y a Cristo aparte. El
cristiano sabe cuando es el tiempo de hablar de Dios y cuándo es justo hacer silencio sobre Él y
dejar hablar sólo al amor. El himno a la Caridad de San Pablo (cfr 1 Cor 13) debe ser la “Carta
Magna” del entero servicio eclesial para protegerlo del riesgo de convertirse en puro activismo.
En este contexto, y frente la inminente secularismo que puede condicionar también a muchos
cristianos empeñados en el trabajo caritativo, hay que afirmar la importancia de la oración. El
contacto vivo con Cristo evita que la experiencia de la desmesuración de las necesidades y de los
límites del propio trabajo puedan, por un lado, empujar al trabajador a la ideología que pretende
realizar lo que Dios, aparentemente, no consigue o, por otro lado, convertirse en tentación a ceder a
la inercia y a la resignación. El que reza no desperdicia su tiempo, aunque la situación parezca
empujar únicamente a la acción, y no pretende cambiar o corregir los planes de Dios, sino que busca
–con el ejemplo de María y de los Santos- alcanzar en Dios la luz y la fuerza del amor que vence
toda oscuridad y egoísmo presente en el mundo.
ROSARIO MISIONERO
El Papa Juan Pablo II, en la carta encíclica Redemptoris Missio sobre las misiones, afirma:
«Todos los cristianos son corresponsables de la actividad misionera. La participación de las
comunidades y de cada fiel en este derecho-deber se llama 'cooperación misionera'» (No. 77).
Y más adelante el Papa dice: «Entre las formas de participación, el primer lugar corresponde a la
cooperación espiritual: oración, sacrificios, testimonio de vida cristiana. La oración debe acompañar el
camino de los misioneros para que el anuncio de la Palabra resulte eficaz por medio de la gracia divina» (No.
78).
Estas palabras del Vicario de Cristo son un llamado a todo el pueblo cristiano a vivir concretamente
el compromiso apostólico-misionero que brota de nuestro bautismo.
Pues bien, el «Rosario misionero» es una manera concreta para cumplir con ese deber. Lo ha pensado
y organizado hace algunos años un obispo norteamericano, Monseñor Fulton Sheen, con el fin de sugerir y
brindar un medio muy práctico de orar por las misiones y misioneros.
Consiste en rezar los cinco misterios de cada día teniendo presentes los cinco continentes del mundo,
pensando en la situación concreta de cada continente desde el punto de vista de la evangelización y de la
presencia cristiana, y orando por los misioneros y misioneras, por todos los agentes de la evangelización, y
por todos los que aún no conocen la Buena Nueva de la salvación, para que se abran a la luz del Evangelio.
María Mediadora
Los cristianos que se esfuerzan por vivir la dimensión misionera de su bautismo rezan por las
misiones y muchos de ellos conocen y usan el Rosario misionero, presentado y explicado por interesantes
publicaciones sobre el tema. Las hay por todas las exigencias.
La Santísima Virgen María fue la mujer preparada por Dios para dar existencia humana al propio
Hijo de Dios, hecho hombre por la salvación de la entera humanidad.
En la constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II se afirma que «María, aceptando la
palabra divina, fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios con generoso corazón, se
consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo el
misterio de la redención con El y bajo El» (No. 56).
Esto significa que ella es la «Nueva Eva» que cooperó con el «Nuevo Adán» para que naciera la
humanidad nueva.
Es así como María concibió y dio a luz a Jesús en Belén, estuvo con El en todo momento.
EL ROSARIO MISIONERO
Para ayudar a las personas que quieren rezar de esta manera, se han confeccionado «rosarios
misioneros» en cinco colores.
Cada continente está simbolizado por un color:
El “verde” simboliza a África; el “rojo” simboliza a América; el “blanco” simboliza a Europa; el “azul”
simboliza a Oceanía; y el l “amarillo” simboliza a Asia.
AFRICA
En la decena verde del rosario rezamos por Africa.
Africa es un gran continente que ha vivido y vive momentos históricos difíciles, pero que a pesar de
ello ofrece también al mundo signos de esperanza.
En el siglo XIX, las grandes potencias coloniales europeas se «repartieron» el continente africano
como se reparte un pastel. Cada uno escogió la parte que más le interesaba sin importarle nada de las
situaciones geográficas, raciales, tribales y culturales de los pueblos africanos. De
esta manera los africanos se vieron subyugados por «dueños» que buscaban
exclusivamente sus intereses estratégicos y económicos.
Pero Dios miró con amor a los africanos y precisamente en el siglo
pasado suscitó grandes misioneros, quienes vieron en los habitantes de áfrica a
personas redimidas por la cruz de Cristo, hermanos a quienes había que llevar la
luz del Evangelio.
El Sínodo Africano celebrado en Roma ha sido un signo de la gran vitalidad de la Iglesia africana
que trata de responder de una manera evangélica a los grandes desafíos que presenta hoy este continente:
guerras fratricidas con la secuela de refugiados y desplazados, modelos de desarrollo impuestos por intereses
extranjeros con la complicidad de las clases africanas dominantes, la inculturación en los ámbitos de la
liturgia, los estudios bíblicos, el matrimonio, etc.; los pobres, los enfermos de SIDA, el aborto, etc.
Los católicos africanos son más de 80 millones; hay muchos obispos, sacerdotes y religiosos autóctonos;
también hay un gran número de laicos comprometidos y catequistas que son los principales animadores de las
comunidades cristianas.
AMERICA
El segundo misterio “color rojo es por América”.
Santa María de Guadalupe estuvo presente en los comienzos de nuestra
evangelización. Estuvo presente en el desarrollo de la misma. Sigue presente y cuida de sus
hijos en nuestros tiempos. A esta presencia suya se atribuye la conservación de la fe, sobre
todo en América Latina.
Vale la pena, pues, aprovechar el rezo del santo Rosario para hacer memoria y
meditar su mensaje maternal. Esto nos ayudará a conocerlo más a fondo, a escucharlo con el
corazón, a vivirlo concretamente y a experimentar esa presencia protectora y de intercesión de la Santísima
Madre de Dios y Madre nuestra, Santa María de Guadalupe
EUROPA
En el tercer misterio del rosario con “la decena blanca pedimos por Europa”.
La tradición cristiana de Europa es muy antigua, comienza en los tiempos en que
el apóstol Pablo pisó tierras europeas y con la llegada del apóstol Pedro a Roma. Los dos
apóstoles, columnas del cristianismo, fueron martirizados en Roma y con el pasar del
tiempo Europa se transformó en el centro de irradiación del Evangelio. A lo largo de los
siglos, Europa envió muchos misioneros y misioneras a evangelizar los otros continentes.
Sin embargo en la actualidad el viejo continente presenta un panorama no muy halagador.
Los cristianos están divididos en varias denominaciones: católicos, ortodoxos y
protestantes. Con la caída del muro de Berlín se esperaba alcanzar una mayor unidad y una
disminución de conflictos de tipo social, político y económico. En cambio se ha visto que
la unificación no es tan fácil y que los desafíos, sea desde el punto de vista social, político,
como religioso y otros han aumentado.
El desarrollo industrial y económico ha llevado a los países europeos al bienestar y
al consumismo, al materialismo y al ateísmo prácticos, que han destruido la fe y el sentido
religioso en las conciencias de tantas personas.
El mismo Papa Juan Pablo II constata con amargo realismo: «Grupos enteros de
bautizados han perdido el sentido vivo de la fe... llevando una existencia alejada de Cristo y
de su Evangelio».
De aquí que el propio Papa concluye. «Se impone en estos países no sólo una nueva evangelización,
sino también, en algunos casos una primera evangelización».
Los obispos europeos están conscientes de los graves problemas que aquejan al continente y tratan de
buscar nuevos caminos para renovar la fe de los cristianos europeos y para difundir el mensaje evangélico.
Todos ellos afirman que no obstante la dificultad que se está atravesando, el continente europeo debe
mantenerse abierto a la solidaridad universal.
OCEANIA
El color azul del Rosario misionero identifica, en el cuarto
misterio, al continente más nuevo y más pequeño: Oceanía. Continente
formado por miles de islas grandes (la mayor de ellas es Australia) y
pequeñas, perdidas en el inmenso azul del Océano Pacífico.
La población total de este continente es de casi 25 millones de
habitantes. La mayoría de ellos aún no han conocido la Buena Nueva de la salvación.
También el Papa Juan Pablo II lo hace notar: «El multiplicarse de las jóvenes Iglesias en tiempos
recientes no debe crear ilusiones. En los territorios confiados a estas Iglesias, especialmente en Asia, pero
también en Africa, América Latina y Oceanía, hay vastas zonas sin evangelizar; a pueblos enteros... no ha
llegado aún el anuncio evangélico y la presencia de la Iglesia local»
Entre los misioneros que han vivido, trabajado y muerto anunciando la Buena Nueva en este
continente se encuentra el padre Damián Veuster, de nacionalidad belga. El trabajó en Molokai, una isla entre
Honolulú y Hawai, donde vivían cientos de leprosos en la más absoluta miseria física y moral. Padre Damián
se hizo leproso con los leprosos, con el fin de ganarlos a todos para Jesucristo. Murió consumido por la lepra
y por una vida de entrega total.
Hay un buen número de misioneros que trabajan en este continente, pero no son suficientes para la
gran tarea de la evangelización.
ASIA
En el quinto misterio, con la decena amarilla, hacemos oración por el
continente asiático. En ese inmenso continente viven más de la mitad de los habitantes
del mundo. Asia es también el continente que encierra en sí las más grandes y
antiguas culturas, como es el caso de China, India, Japón.
En este continente han nacido los más grandes y famosos fundadores de
movimientos religiosos: Confucio en China, Buda en India, Mahoma en Arabia,
Abraham en Mesopotamia. El mismo Jesucristo nació en ese continente, pues
Palestina es parte de Asia Occidental. No es de admirarse por lo tanto que los pueblos
y culturas de este continente estén empapados de un profundo sentido religioso.
Entre los misioneros que han venido a anunciar el Evangelio en estas tierras podemos citar: santo
Tomás, san Bartolomé y san Francisco Javier. Pero a pesar de los esfuerzos realizados por estos misioneros y
por tantos otros que llegaron después de ellos, Asia cuenta sólo con un 3% de cristianos, de los cuales más de
la mitad se encuentran en Filipinas. El Papa Juan Pablo II está consciente de esta situación y manifiesta que se
deberían enviar nuevas fuerzas a este continente: «En el continente asiático, en particular hacia el que debería
orientarse principalmente la misión ad gentes, los cristianos son una pequeña minoría, por más que a veces se
den movimientos significativos de conversión y modos ejemplares de presencia cristiana».
Anunciar el Evangelio a los pueblos asiáticos que tienen profundas tradiciones religiosas y
costumbres sociales, no es sencillo. Ellos tienen un concepto de divinidad que no les permite aceptar
fácilmente el mensaje cristiano que predica al Hijo de Dios que se humilla tomando naturaleza humana, y
muriendo en una cruz para redimir el mundo.
LITURGIA DEL DOMUND
 AMBIENTACIÓN DE LA CELEBRACIÓN: Celebramos hoy el
Domingo Mundial de las Misiones. Día apropiado para reflexionar sobre
la naturaleza misionera de la Iglesia y para reconocernos como
instrumentos vivos y eficaces de la Obra Evangelizadora.
Este domingo es ideal para celebrar la presencia del Señor resucitado y anhelar que su mensaje
de salvación llegue a los hombres y mujeres de todos los pueblos. Pero nuestra conciencia
misionera no puede reducirse a un día o a un mes del año; siempre debemos ser conscientes de
nuestra identidad misionera. Ofrezcamos ésta y todas nuestras Celebraciones Eucarísticas por
la misión de la Iglesia. Gozosos, iniciemos nuestra misa dominical.
 PRIMERA LECTURA (Is. 56, 1.6-7): En la primera lectura de hoy, Dios revela al profeta,
que todos los pueblos están invitados a participar de la salvación que está a punto de realizar. El
único requisito que pide es una vida conforme a la justicia y al derecho. Escuchemos.
 SALMO RESPONSORIAL: El salmista anhela que la salvación que Dios ofrece, alcance a
todas las naciones de la tierra. Unámonos a su oración y respondamos al Salmo 66: “Que
reciban tu salvación todos los pueblos, Señor”. (o “Que todos los pueblos conozcan tu
bondad”).
 SEGUNDA LECTURA (1ª Tm. 2,1-8): Después de Jesucristo, San Pablo es el prototipo del
misionero. Por eso es lógica su preocupación de que todos los pueblos conozcan la plenitud de
la verdad que Jesucristo nos ofrece. Y por ello, nos exhorta a participar de la actividad
misionera. Atendamos su exhortación.
 ANTES DEL ALELUYA (Mt. 28,16-20): Al igual que en los tiempos de Cristo, la necesidad
del anuncio del Mensaje de Salvación es una prioridad. Por eso, el Señor nos invita a responder
valientemente su exhortación. Alabemos al Señor.
 ORACIÓN DE LOS FIELES:
SACERDOTE: Con la confianza en un Dios salvador y cercano a todos, presentamos nuestras
súplicas y peticiones.
Por la Iglesia, para que la Eucaristía sea siempre la fuente y el culmen de toda su acción
misionera.
Roguemos al señor
Por la Iglesia universal, para que siempre y en todo momento anunciemos el mensaje de Jesús a
todos los pueblos.
Roguemos al Señor.
Por los que gobiernan los destinos de los pueblos, para que lo hagan como servicio a todos, en
especial a los más débiles.
Roguemos al Señor.
Por las personas mayores, los enfermos, para que nos sintamos cercanos y solidarios a ellos.
Roguemos al Señor.
Por los misioneros –sacerdotes, religiosas/religiosos, laicos repartidos por todo el mundo, para
que se sientan respaldados por nuestra oración y nuestra aportación económica.
Roguemos al Señor.
Por los niños y los jóvenes, para que Dios vaya sembrando en ellos la ilusión por la vocación
misionera.
Roguemos al Señor.
Por todos los que nos hemos reunido en esta Eucaristía, para que seamos testigos y maestros de
la misión, como lo fue Francisco Javier.
Roguemos al Señor.
Escucha y recibe, Señor, todo lo que acabamos de presentarte y todo lo que hay en nosotros de
súplica y de petición.
 OFERTORIO: Padre Santo, presentamos hoy ante tu altar, los dones que nos prodiga tu amor
y los símbolos que iluminan el caminos de nuestra fe:
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Velas: Luminarias que representan la luz de Cristo, que nos guía en el caminar misionero.
Pan y Vino: El sudor y la fatiga del esfuerzo humano, donándose como ofrenda al
memorial de Cristo.
Biblia: La Palabra de Dios iluminando la vida del hombre con destellos de salvación.
Rosario Misionero: Con él en las manos nos estrechamos en solidaridad fraterna y con la
intercesión de la Virgen María, oramos porque la luz del Mesías llegue a todos los
corazones.
Banderas: Con espíritu misionero y corazón fraterno saludamos a África, perdida entre el
verdor de sus bosques y selvas; América, el continente de la esperanza enrojecido por la
sangre que derramaron los mártires al ofrendar su vida durante la evangelización; Europa,
que guarda la blanca figura del Romano Pontífice sucesor de San Pedro; Oceanía,
archipiélagos azules acariciados por las brisas marinas; y Asia, que se identifica con el color
amarillo predominante en las razas que lo pueblan.
 COMUNIÓN: Nos acercamos a recibir el Cuerpo y Sangre del Señor para ser fortalecidos en
nuestra vida de fe y tomar fuerza en la tarea evangelizadora del mundo.
 DESPEDIDA: Concluye la Eucaristía en la cual hemos compartido la Palabra, el Cuerpo y la
Sangre de Jesús. El Señor nos invita, no solo a vivirla, sino a anunciarla a hombres y mujeres
del mundo entero tan necesitados de evangelizadores.
INTERIOR CONTRAPORTADA
Fundadores y fundadoras de OMP
Pauline Marie Jaricot
Inicia en 1818 la asociación de la Propagación de la Fe, reconocida oficialmente el
3 de mayo de 1822. Paulina es “la fundadora de la mayor agencia de ayuda a las misiones en
toda la historia de la Iglesia Católica: La Asociación de la Propagación de la Fe”, que se
convirtió después en la Obra de la Propagación de la Fe y que fue distinguida por Pío XI
con el título de “Pontificia” en el año 1922
Mons. Charles Auguste Marie de Forbin Janson
Obispo de Nancy, con su devoción al Niño Jesús desarrolla un movimiento de
niños cristianos para la ayuda y la salvación de los niños paganos. Nace así el 19 de Mayo
de 1843 la Asociación de la Santa Infancia o la Infancia Misionera, a la que Pío XI
declarara “Obra Pontificia” en el año 1922
Jeanne Bigard
Con el estímulo y bajo la guía de su madre Stephanie, se da por entero a promover la ayuda para la
preparación al ministerio sacerdotal de los jóvenes en los países de misión. En el año 1894 lanza el primer
manifiesto de la Obra de San Pedro Apóstol, que inicia su actividad en el año 1896; se establece oficialmente
en Caen en el año 1889 y es reconocida “Pontificia” por Pío XI en 1922.
Paolo Manna, Beato
Misionero en Birmania, habiendo constatado la inmensidad del trabajo
misionero, se encuentra lleno de dolor por la indiferencia del Clero y muy preocupado
por el escaso número de los misioneros. Funda, por esta razón, la Unión Misional del
Clero para animar a los sacerdotes a la Obra máxima, la evangelización del mundo, da a
conocer las misiones y promueve la oración en su favor. El 23 de octubre de 1916 el
Papa Benedicto XV aprueba la Unión que, después de una rápida y fecunda difusión en el
mundo, en 1956, es declarada “Pontificia” por Pío XII.
CONTRAPORTADA
ORACIÓN MISIONERA
Señor Dios, padre de toda la humanidad,
te damos gracias por habernos llamado a la Fe
y ser parte de la Santa Iglesia.
Aviva en nuestra comunidad cristiana el Espíritu
Misionero, y ayúdanos a comprender que
nuestro primer deber es creer,
vivir y anunciar el Evangelio.
Te encomendamos a esos hombres y mujeres que,
dejándolo todo, han salido para tierras lejanas
anunciando la Palabra de tu Hijo.
Haz resonar en nuestros corazones
la voz apremiante de Jesús: “Sígueme”.
Danos el valor de ir predicando
la salvación a quienes no la conocen.
Para que tu mies tenga obreros,
tus ovejas tengan pastores buenos, tus hijos, hermanos.
Te lo pedimos por intercesión de la
Santísima Virgen María,
Estrella de la Evangelización, la que nos entregó a
Jesucristo, consolación de la Humanidad.
Amén.