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MISIONEROS DE LA MISERICORDIA
DOMUND 2015
Queridos diocesanos:
“Misioneros de la misericordia”, el lema elegido para el Domund 2015, no puede ser
más oportuno, si tenemos en cuenta que en los próximos meses nada en la Iglesia se va
a hacer sin una mención al Año Jubilar convocado por el Papa Francisco. Pero no es
solamente la sintonía oportuna lo que le da significado y valor al lema escogido; en
realidad, decir misioneros de la misericordia es definirlos en su misión y situarlos en el
corazón mismo de Dios, que es compasivo y misericordioso, y en el corazón de la
Iglesia, que tiene en la misericordia “su viga maestra”. ¿Qué mueve el corazón de un
misionero? ¿Qué le lleva a salir en la misión ad gentes, si no es ofrecer la misericordia
salvadora de Dios a todos los hombres? Cuando Jesucristo envía a ir al mundo entero,
envía a anunciar la misericordia del Padre.
En la rica y bella actividad de un misionero todo es expresión de la misericordia misma
de Cristo: la Palabra que anuncian y las obras que realizan son el reflejo del amor
predilecto por los más pobres de Aquel que los ha enviado. Por eso, el misionero ha de
ser un apasionado en el amor por Jesús y en el amor al pueblo; así lo ha recordado el
Papa Francisco en su mensaje para el DOMUND. El misionero sabe que todo lo que es
y hace lo ha de pasar siempre por el corazón traspasado de Jesucristo, expresión del
infinito amor de Dios por el hombre. Se puede decir que la pasión del misionero es el
Evangelio dicho y hecho; es decir, ofrecido como don con palabras y obras.
Es verdad que lo que acabo de decir nos identifica a todos en nuestra misión en la
Iglesia, especialmente ahora que todos estamos llamados a ser una Iglesia en salida
hacia las periferias dolientes, de cualquier lugar del mundo. Sin embargo en esta
Jornada Misionera del Domund se nos invita a fijarnos en los que dejan casa, familia,
entorno, país, para llevar la buena noticia del Evangelio a donde aún no ha llegado o, si
ha llegado, a donde aún no ha dejado una huella permanente. A quienes recordamos son
a los misioneros y misioneras que andan repartidos por el mundo para llevar la alegría
del Evangelio de Jesucristo. Recordamos a aquellos que el Concilio Vaticano II, en el
Decreto Ad Gentes, del que ahora celebramos el 50 aniversario de su aprobación,
definía de este modo: “La misión, pues, de la Iglesia se realiza mediante la actividad
por la cual, obediente al mandato de Cristo y movida por la caridad del Espíritu Santo,
se hace plena y actualmente presente a todos los hombres y pueblos para conducirlos a
la fe, la libertad y a la paz de Cristo por el ejemplo de la vida y de la predicación, por
los sacramentos y demás medios de la gracia, de forma que se les descubra el camino
libre y seguro para la plena participación del misterio de Cristo” (Ad Gentes, 5).
Como sabéis muy bien, esa Iglesia misionera la encarnan una multitud de hombres y
mujeres - sacerdotes, consagrados y consagradas y laicos -, que llevan por el mundo el
rostro misericordioso de Cristo. Lo hacen porque su generosidad está marcada por el
corazón mismo de Hijo de Dios, al que aman y al que anuncian para que sea amado
como fuente de salvación. Pero también lo hacen porque llevan la compasión
misericordiosa a flor de piel ante tanta fragilidad y miseria. Los misioneros y misioneras
son el modelo auténtico de un deseo que el Papa Francisco tiene para todos los
cristianos: ¡”Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora
más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa”
((EG 261).
Por gratitud y también por un profundo sentido de comunión, todos deberíamos de
sostener sus vidas, su misión, sus obras. Os propongo, pues, una vez más que
mantengáis vivo el apoyo a las misiones, en las personas que, como decía hace unos
días un misionero, son cauce de la misericordia de Dios. Os animo, entonces, a
aumentar nuestra ayuda solidaria a través de esta campaña anual del Domund, que
coordina Roma por las Obras Misionales Pontificias. Sigamos valorando y proponiendo
la vocación misionera y sostengámosla con nuestra oración y nuestros sacrificios y,
sobre todo, subamos el listón de nuestra generosidad con el apoyo económico.
Termino esta llamada misionera dando una buena noticia: este año tendré la
oportunidad, Dios mediante, de celebrar el envío de un sacerdote de nuestra Diócesis de
Plasencia. Se trata de Julián Martín Paniagua, que ya tiene su destino en una zona de
Brasil, a donde irá con un equipo misionero del Instituto Español de Misiones
Extranjeras (IEME). Rezad por él y por todos los misioneros y misioneras diocesanos.
Con mi afecto y bendición.
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Plasencia