Download 2. deberes de la persona humana
Document related concepts
Transcript
ANEXOS Diez principios fundacionales en la doctrina social de la Iglesia P. Robert P. Maloney, C.M. Superior General Permítaseme comenzar este artículo con un examen, en realidad muy fácil. Cuántos lectores pueden decir: ¿los diez mandamientos? ¿las ocho bienaventuranzas? ¿las cuatro virtudes cardinales? ¿las tres virtudes teologales? ¿los siete sacramentos? ¿las siete obras corporales de misericordia? ¿los siete pecados capitales? Casi todos, al menos esforzando un poco la memoria. ¿Cuantos podrán enumerar los diez principios sociales que constituyen “una parte esencial de la fe católica”? ¿Ninguno? Extrañamente, esta pregunta recibe la misma confusa respuesta en casi todos los grupos de católicos. Sin embargo, la Iglesia ha venido proclamando su doctrina social elocuente y repetidamente a lo largo de los últimos cien años. Hace seis años, al exponer mis expectativas para la Congregación de la Misión, propuse la pregunta: “¿A quien nosotros formamos llegan a percibir que los Misioneros Vicencianos son ‘expertos’ en la doctrina social de la Iglesia?” Más recientemente todavía, el 1 de enero de 1999, presenté este reto a las Hijas de la Caridad: “Les animo a que hagan de la doctrina social de la Iglesia una parte integral de la formación de los miembros de la Compañía”. La verdad es que, como afirmó recientemente una conferencia episcopal, que “A una gran mayoría de los católicos no les es familiar” la doctrina social de la Iglesia. Los obispos añaden: “Muchos católicos no entienden suficientemente que la doctrina social de la Iglesia es una parte esencial de la fe católica”[1]. ¿Por qué esta parte esencial de nuestra fe es tan poco conocida? Una razón es que la doctrina social católica no ha sido convenientemente condensada para su consumo; no ha sido “organizada” con fines catequéticos, como los diez mandamientos o los siete sacramentos. ¿Cómo podemos nosotros ayudar a la Iglesia a proclamar esta relativamente desconocida, aunque esencial, porción de nuestra fe? En cierto sentido la repuesta es sencilla, pero es al mismo tiempo un desafío: nosotros debemos primero, conocer esta doctrina y, después, en segundo lugar, comunicarla a los demás. Diez principios en la doctrina social de la Iglesia He aquí unos bloques fundamentales sobre los que descansa toda la doctrina social de la Iglesia. 1. El principio de la Dignidad de la Persona Humana. “Todo ser humano es creado a imagen de Dios y redimido por Jesucristo y, por lo tanto, es de un valor incalculable y digno de respeto como miembro de la familia humana”[2]. Este es el principio fundamental de la enseñanza social católica. Toda persona - prescindiendo de raza, sexo, edad, patria, religión, inclinaciones sexuales, empleo o nivel económico, salud, inteligencia, éxitos o cualquier otra característica diferenciadora – es digna de respeto. No es lo que uno hace o tiene lo que da derecho al respeto, lo que establece la dignidad de uno es sencillamente el ser una persona humana. Dada esa dignidad, la persona humana en la visión católica nunca es un medio, es siempre un fin. El cuerpo de la doctrina social católica comienza con la persona humana, pero no termina ahí. Los individuos tienen su dignidad personal; pero el individualismo no tiene lugar en el pensamiento social católico. El principio de la dignidad humana da a la persona el derecho a la pertenencia, como miembro, a una comunidad, la familia humana. 2. El principio del Respeto por la Vida Humana “Toda persona, desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, posee una inherente dignidad y el derecho a la vida, que fluye inevitablemente de dicha dignidad”[3]. La vida humana en cualquier estadio de su desarrollo o decadencia es preciosa y, por lo tanto, digna de protección y respeto. Es siempre equivocado atacar directamente a una vida humana inocente. La tradición católica ve lo sagrado de la vida humana como parte de cualquier visión moral en orden a una sociedad justa y buena. 3. El Principio de Asociación. “Nuestra tradición proclama que la persona humana no es solamente sagrada sino también social. La manera cómo organicemos nuestra sociedad – en economía y política, en las leyes y ordenamiento político – afecta directamente a la dignidad humana y a la capacidad de los individuos de desarrollarse en la comunidad”[4]. La pieza central de la sociedad es la familia: la estabilidad de la familia debe siempre ser protegida y nunca socavada. Mediante la asociación con otros – en familias y en otras instituciones sociales que fomentan el crecimiento, protegen la dignidad y promueven el bien común – la persona humana alcanza su realización. 4. El Principio de Participación. “Nosotros creemos que las personas tienen el derecho y el deber de participar en la sociedad, buscando juntos el bien común y el bienestar de todos, especialmente de los pobres y más vulnerables”[5]. Sin participación, los beneficios disponibles para un individuo a través de cualquier institución social no consiguen su objetivo. La persona humana tiene el derecho de no ser excluida de la participación en aquellas instituciones que son necesarias para el desarrollo humano. Este principio se aplica de manera especial a las condiciones relativas al trabajo. “El trabajo es más que un medio de ganarse la vida; es una forma de participación continua en la acción creadora de Dios. Si se ha de proteger la dignidad del trabajo, se deben respetar los derechos fundamentales de los trabajadores –el derecho a un trabajo productivo, a un salario decente y justo, a organizar sindicatos y a afiliarse a ellos, a la propiedad privada, y a la iniciativa económica”[6]. 5. El Principio de la Protección Preferencial de los Pobres y Vulnerables Nosotros creemos que estamos en contacto con Cristo cuando lo estamos con los pobres. El relato del juicio final [7] tiene un importante papel en la tradición de la Fe Católica. Desde sus primeros días la Iglesia ha enseñado que seremos juzgados por lo que hayamos elegido hacer o no hacer al hambriento, al sediento, al enfermo, al que no tiene hogar, al encarcelado. Hoy la Iglesia expresa esta enseñanza con los términos de “opción preferencial por los pobres”. ¿Por qué este amor preferencial por los pobres? ¿Por qué poner las necesidades de los pobres en primer lugar? Porque el bien común – el bien de la sociedad en su conjunto – lo requiere. Lo opuesto al rico y poderoso es el pobre y desvalido. Si el bien de todos, el bien común, ha de prevalecer, la protección preferencial ha de ser para los afectados negativamente por la ausencia de poder y por la presencia de privación. De lo contrario, el equilibrio requerido para mantener a la sociedad unida se romperá en detrimento del conjunto. 6. El principio de solidaridad. “La enseñanza social católica proclama que todos somos custodios de nuestros hermanos y hermanas, dondequiera que vivan. Somos una familia humana... Aprender a practicar la virtud de la solidaridad significa aprender que ‘amar a nuestro prójimo’ en un mundo interdependiente tiene unas dimensiones globales”[8]. El principio de solidaridad lleva a decisiones que promuevan y protejan el bien común. La solidaridad nos llama a responder no simplemente a las desgracias personales individuales; hay problemas sociales que están pidiendo a gritos estructuras sociales más justas. Por esta razón la Iglesia nos esta llamando hoy no sólo a comprometernos en las obras de caridad sino también a trabajar por la justicia social. 7. El Principio de Administración. “La tradición católica insiste en que demostremos nuestro respeto por el Creador mediante la administración de la creación”[9]. El administrador es un gerente, no un propietario. En una época de creciente conciencia respecto a nuestro entorno físico, nuestra tradición nos está llamando a un sentido moral de responsabilidad en relación con la protección del medio ambiente – campos de cultivo, praderas, bosques, aire, agua, minerales y otras reservas naturales. Las responsabilidades de administración se refieren también al uso personal de nuestros talentos, al cuidado de nuestra salud personal y al uso de nuestras pertenencias. 8. El Principio de Subsidiaridad. Este principio trata principalmente de “las responsabilidades y límites de gobierno, y de los papeles esenciales de las asociaciones de voluntariado”[10]. El principio de subsidiaridad pone un límite adecuado a la acción del gobierno, insistiendo en que ninguna instancia superior debe realizar una función que pueda ejercer eficaz y eficientemente, en un nivel inferior, una organización de personas o grupos más cercanos a los problemas y cercanos a la base. Los gobiernos opresores violan siempre el principio de subsidiaridad; los gobiernos excesivamente activos también violan, a veces, este principio [11]. Por otra parte, los individuos, con frecuencia, se sienten desarmados ante los tremendos problemas sociales: el desempleo, gente que duerme en las aceras o pidiendo limosna en las esquinas de las calles. Al tener estos problemas dimensiones sociales, ninguna persona o grupo puede hacer mucho para solucionarlos. Aunque dando la debida importancia a la subsidiaridad, el Gobierno que recauda las tasas debe ayudar a los individuos, a las comunidades menores, y a la comunidad nacional a “hacer algo” respecto a tales problemas. Por consiguiente, cuando pagamos las tasas estamos contribuyendo al establecimiento de la justicia social. 9. El Principio de la Igualdad Humana. “La igualdad de todas las personas se deriva de su dignidad esencial.... Mientras que las diferencias en talentos son parte del plan de Dios, la discriminación social y cultural en los derechos fundamentales... no es compatible con el designio de Dios”[12]. Tratar a los iguales con igualdad es una de las maneras de definir la justicia, entendida también clásicamente como dar a cada persona lo que le es debido. Subrayar la noción de igualdad es afirmar el principio elemental de justicia; uno de los primeros impulsos éticos que siente la persona humana en su desarrollo es el sentido de lo que es “justo” y de lo que no lo es. 10. El Principio del Bien Común. “Por bien común se entiende el conjunto de condiciones que permite a las personas alcanzar el desarrollo pleno de sus capacidades humanas y llegar a la realización de su dignidad humana”[13]. Las condiciones sociales que la Iglesia tiene en mente presuponen “el respeto por la persona”, “el bienestar social y el desarrollo del grupo” y el mantenimiento, por parte de la autoridad pública, de la “paz y la seguridad”. Hoy, en una época de interdependencia global, el principio del bien común apunta a la necesidad de estructuras internacionales que puedan promover el justo desarrollo de las personas y familias en el ámbito regional y nacional. Qué es lo que constituye el bien común va a ser siempre objeto de debate. La ausencia de sensibilidad respecto al bien común es un signo seguro de decadencia en la sociedad. En la medida en que el sentido comunitario se erosiona, la preocupación por el bien común declina. Una adecuada preocupación por la comunidad es el antídoto contra el desenfrenado individualismo, que, como el incontrolado egoísmo en las relaciones personales, puede destruir el equilibrio, la armonía y la paz en y entre los grupos, las vecindades, las regiones y las naciones. Éstos son los diez principios. Es algo maravilloso incluir estos principios de la doctrina social de la Iglesia entre los puntos esenciales de la fe. Al hacerlo, afirmamos que nuestras creencias son la base de la acción. Para el cristiano no hay sólo credenda sino también agenda. Nuestra agenda, por lo tanto, descansa sobre estos diez bloques de construcción: La Dignidad de la Persona Humana La Vida Humana La Participación La Asociación La Preferencia por los Pobres La Solidaridad La Administración La Subsidiaridad La Igualdad El Bien Común Comunicar esta enseñanza. Deseo animar a todos los miembros de nuestra Familia Vicenciana a comunicar a los demás la doctrina social de la Iglesia. Esta enseñanza debería ser de extrema importancia para nosotros, que vivimos en la tradición vicenciana. La opción preferencial de la Iglesia por los pobres nace de ahí. Los pobres, sin duda, se beneficiarán en la medida en que nosotros y otros, estemos profundamente enraizados en “esta parte esencial de la fe católica”. Permítanme que les ofrezca rápidamente una serie de sugerencias concretas sobre cómo podríamos “usar” estos principios. 1. Podrían constituir diez temas para una serie de conferencias en un programa de educación de adultos, diez apartados en un curso de un semestre, diez capítulos en un libro de texto, diez proyectos en un centro de investigación, diez secciones en una página web. 2. Para quienes llevan un fichero-archivo, estos principios podrían ser “depósitos”donde ir introduciendo la sabiduría recogida de: la Escritura, la literatura patrística, la historia de la Iglesia, los escritos teológicos, la enseñanza conciliar y papal, la enseñanza de diversas conferencias episcopales, otras fuentes, como la literatura contemporánea. 3. Quienes gozan con juegos mnemotécnicos y acrósticos podrían combinar el orden de los principios para construir palabras o conjuntos de mayúsculas fáciles de recordar. 4. Para encarnar estos principios, uno podría escribir diez ensayos biográficos breves, centrándolos en personas que han dado vida a uno o más de estos principios, de manera significativa, e.g.: San Vicente, Santa Luisa, Federico Ozanam, Rosalía Rendu, Madre Teresa de Calcuta, Dorothy Day, Mahatma Gandhi, Martín Lutero King, ¿? 5. Se pueden buscar pasajes en las grandes voces sociales del pasado e introducirlos en cada una de las carpetas-fichero de estos diez principios: Ambrosio, Crisóstomo, Tomás de Aquino, ¿? ¿? ¿? 6. Usando estos diez principios como guía, se podrían estudiar las grandes encíclicas sociales y seleccionar los pasaje-clave que enuncian los principios, y a continuación introducirlos en cada una de las diez carpetas. 7. Se podría consultar el índice del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica y buscar explicaciones más amplias de la doctrina social de la Iglesia; y señalar las secciones del Catecismo que tienen relación con cada uno de los principios. Los principios son importantes. Una vez interiorizado, conducen a algo. Guían nuestras decisiones. Nos impulsan a obrar. Una persona de principios tiene un lugar donde mantenerse firme. Conoce de donde viene y a donde desea llegar. Los principios nos dan una motivación. Quienes de entre nosotros somos maestros anhelamos, en lo profundo de nuestros corazones, ayudar a formar personas de principios, que estén dispuestas y deseosas de actuar responsablemente. Estos diez principios pueden servir como base de análisis en cualquier problema social. Por ejemplo, si alguno se pregunta por qué los documentos de la Iglesia se centran, tan a menudo, en la guerra, la paz, las armas nucleares, la economía, el aborto, la eutanasia, el cuidado de la salud, la educación y una amplia gama de otros temas que tienen una clara dimensión social y moral, estos principios proporcionan el marco necesario para entender dicha enseñanza. Mirando hacia los últimos cien años, Juan Pablo II escribió en la Centesimus Annus: “Para la Iglesia, enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano”[14]. Y añade: “La ‘nueva evangelización’... debe incluir entre sus elementos esenciales el anuncio de la doctrina social de la Iglesia”[15]. Ésas son palabras fuertes. Sería difícil expresarse de una manera más clara. La doctrina social de la Iglesia es una parte esencial de nuestra fe. Debemos proclamarla abiertamente en la nueva evangelización. Hoy, animo a toda la Familia Vicenciana a aceptar este reto[16]. (Traducido por Rafael Sáinz, C. M.) [1] Cf. Sharing Catholic Social Teaching: Challenges and Directions Reflections of the U.S. Catholic Bishops (Washington, DC: N.C.C.B., June, 1998). 1. [2] Sharing Social Teaching: Challenges and Directions - Reflections of the U.S. Catholic Bishops (Washington, DC: N.C.C.B., June 1998). [3] Ibid. págs. 1-2. [4] Ibid. pág. 4 [5] Ibid. pág. 5. [6] Ibid. pág. 5. [7] Mt 25, 31-46. [8] Ibid. pág. 5. [9] Ibid. pág. 6. [10] Ibid. pág. 6. [11] Estos ocho primeros principios han sido sacados del documento relativamente breve “Reflections of the U.S.Catholic Bishops”, que, como segundo subtítulo de Sharing Catholic Social Teaching, describe esta producción de la Conferencia Nacional de los Obispos Católicos. Al leer el informe-sumario de la fuerza de choque, he encontrado el enunciado de los dos principios adicionales que siguen. [12] “Summary,” págs. 23-24. [13] “Summary,” pág. 25. [14] Centesimus Annus 5. [15] Ibid. [16] Confieso, sin avergonzarme mucho, que, para el contenido de este artículo, carne y huesos, he robado gran parte de William J. Byron “Ten Building-Blocks of Catholic Social Teaching”, America (Vol. 179, # 13; October 31, 1998) 9-12. El artículo del Padre Byron ha sido ampliamente difundido, reimpreso, por la Conferencia de Obispos de Asia. El autor ha sido muy generoso al darme permiso para hacer uso del artículo de la forma que yo quisiera, y hasta me ha enviado una versión más completa. Acerca de | Mapa del Sitio | Contactenos | ©2005 Secretariado Internacional de JMV Ficha 1 FUNDAMENTO DE LA DSI: LA FE CRISTIANA 1. ¿Qué es la "fe cristiana"? • La fe cristiana es adhesión al Dios vivo: Según la doctrina conciliar, la fe cristiana es la respuesta consciente y libre del hombre a la auto-revelación de Dios, que llegó a su plenitud en Jesucristo (Cf. Constitución “Dei Verbum”, Nº 1). La fe es obra de la gracia que actúa en la inteligencia y en la voluntad del hombre, y, a la vez, es un acto consciente y libre del sujeto humano. • La fe, don de Dios al hombre, es también una virtud teologal y simultáneamente una disposición estable del espíritu, es decir, un hábito o actitud interior duradera. Por esto exige que el hombre creyente la cultive siempre, cooperando activa y conscientemente con la gracia que Dios le ofrece. 2. La fe cristiana como acontecimiento. Ser creyente cristiano es vivir el acontecimiento de Jesús: él es la opción fundamental desde la cual el creyente vive todas las demás opciones. Por la encarnación, Dios asume nuestra condición humana, en todo igual, excepto en el pecado. Vivir la encarnación es saber que Dios ha entrado en la historia concreta de cada hombre y le ha dado una dimensión nueva. El creyente que vive esto aprende a: Analizar la realidad del hombre concreto. Descubre la tensión: pecado - gracia, mentira - verdad, odio - amor, muerte - vida, esclavitud - libertad, frustración - esperanza. Asumir la realidad, como Jesús, metiéndose de lleno en la historia de los pobres. Compartir los sufrimientos, los límites y el pecado que oprime. Transformar la realidad de pecado y de injusticia. Encarnarse para realizar un proceso de fraternidad y solidaridad según el proyecto de Jesús. 3. La fe cristiana como celebración. • El acontecimiento de Jesús se vive celebrándolo como anuncio y como una realización aquí y ahora entre los hombres. • Vivir la Pascua de Jesús: su vida, su muerte y su resurrección, es sumergir toda nuestra vida en la celebración cristiana de los sacramentos. • Así, la Eucaristía no termina en el rito-culto sino en la historia: “No se puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos...” (Juan Pablo II). 4. La fe cristiana como proyecto liberador. • Quien ha optado por vivir el acontecimiento de Jesús y celebrarlo en su historia personal y social, ha optado seriamente por vivir todas las realidades desde las exigencias del amor y la libertad. • Amor eficaz y libertad que fortalece contra las tentaciones del tener, poder y gozar (Lc 4, 1-14). • Actitudes fundamentales para vivir este proyecto: Preocupación preferencial por los pobres. (Lc 4,18). Deseo de la verdad y el bien: la falsedad es contraria a la verdad del Reino de Dios. Denuncia de las injusticias y promoción de la justicia. El amor a todos los hombres. Jesús por amor se acercó a los pobres, por amor defendió la igualdad y la justicia. 5. La fe cristiana como opción comunitaria. • Nuestra fe es apostólica: es la fe de los Doce, testigos de la resurrección de Cristo, confirmados por la acción del Espíritu Santo. • Nuestra fe viene de la Palabra que nos transmite la comunidad y nos inserta en la celebración del acontecimiento de Cristo. • La Iglesia es Pueblo de Dios que vive, bajo la acción del Espíritu Santo, las palabras y los gestos de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir. El cristiano, al proclamar su fe, se compromete a convertir las situaciones de injusticia en experiencias históricas de igualdad, solidaridad, justicia y verdad. 6. ¿Qué entendemos por Doctrina Social de la Iglesia (DSI)? NO ES... • Una doctrina política ni una doctrina económica: la Iglesia desempeña un rol de testimonio; le urge el anuncio del reino de Dios. • Un sucedáneo del capitalismo: la Iglesia condena el capitalismo y el socialismo, responsables de graves injusticias sociales. • Una tercera vía entre capitalismo y socialismo: es teología, que clarifica las consecuencias éticas de los proyectos económicos y políticos, para que sean dignos del hombre. ES... • En sentido amplio: la dimensión social de la fe cristiana que brota del evangelio de Jesús, traducidas en compromisos por la vida, la justicia, la solidaridad, etc., que ilumina y transforma la sociedad según el designio del reino de Dios. • En sentido estricto: el rico patrimonio de enseñanza que la Iglesia ha adquirido progresivamente en los tiempos contemporáneos (ss. XIX y XX), como respuesta a los desafíos de la realidad humana y social, tomando como fundamento la dignidad de la persona humana, a la luz de la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia. 7. Niveles de vinculación: Nivel doctrinal Principios permanentes Nivel ético-moral Criterios de juicio Nivel sociopolítico Orientaciones para la acción Los niveles de vinculación reflejan la gradualidad en las exigencias derivadas de la fe cristiana. • Principios permanentes: tienen carácter doctrinal y son el fundamento de los otros niveles. • Criterios de juicio: son de orden ético-moral, llevan a una valoración de las actitudes humanas a lo largo de la historia. • Orientaciones para la acción: Se enmarcan en las diversas culturas y circunstancias históricas de los pueblos. Tienen por horizonte el ideal del reino de Dios, señalan lo que debe ser y lo que se puede ser. 8. ¿Cómo se elabora la DSI? Todos lo documentos de la DSI, sobre todo Matar et magistra (1961) y Gaudium et spes (1965), proponen el método: VER-JUZGAR-ACTUAR, como modelo de discernimiento cristiano ante la realidad. VER: • Es percibir con la sensibilidad: emocionarse y preocuparse con la realidad. • Es percibir con la inteligencia, informarse y comprender los problemas, las situaciones injustas, sus causas, efectos,... • Es analizar en equipo, organizadamente, con la ayuda de las ciencias humanas y sociales, desde distintos puntos de vista una misma realidad social. JUZGAR: • Es interpretar la realidad y discernir qué es y qué no es proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo. • Es iluminar y valorar qué es pecado-injusticia, qué es opresión-dominación y qué es liberación. • En este paso el cristiano actúa de manera específica y original a través de los principios de reflexión, los valores permanentes y los criterios de juicio de la DSI. ACTUAR: • Es dar vida a elecciones y decisiones coherentes con los valores del Reino de Dios (Dimensión práctica de la DSI). • Es comprometerse en acciones concretas para influir en la transformación de la sociedad, en la dirección elegida: la justicia social, la verdad, la libertad, la paz... ACTIVIDAD Leer y comentar, cómo se realiza cada uno de los pasos del discernimiento cristiano (VER-JUZGAR-ACTUAR) a partir de algunos textos de la Encíclica “Centesimus annus” de Juan Pablo II: VER: CA 4 y 22 ; JUZGAR: CA 46, 54b y 55c; ACTUAR: CA 57 y 61 Ficha 2 RAÍCES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ¿DE DONDE NACE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA? El compromiso social de los cristianos nace de un largo recorrido del pueblo de Dios. Dios mismo se pronuncia ante las situaciones de injusticia, invitando a su pueblo a tomar posición y a dar una respuesta a estas situaciones. I.- EL COMPROMISO SOCIAL EN EL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO 1. Un pueblo que recupera su dignidad por Dios El pueblo de Dios sufre la opresión en Egipto, y el Dios de Israel no es indiferente. Ex 3,7: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Y he bajado a librarlos…”. Ex 20,2: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud". Dt 26,7-9: “Dios escuchó nuestra voz y nos sacó de Egipto”. 2. Dios invita a su pueblo a vivir la experiencia de una sociedad solidaria de iguales Tenían un destino común: buscar y construir una sociedad libre de humillaciones y de opresores, de miseria y sufrimiento. Para ello deben aprender a ser: Un pueblo que comparte y no acumula bienes superfluos. Ex. 22,24: Y si prestas dinero... no le exigirás. Ex. 16,16-20: El maná en exceso “se llenó de gusanos...". Un pueblo que se organiza. Ex. 18,19-24: Jetró da a Moisés un sabio consejo: busca entre el pueblo algunos hombres que te ayuden y reparte la carga con ellos. Un pueblo que vive la religión al servicio de la vida, de la dignidad del trabajador, de la familia y los derechos fundamentales. Ex. 23,26: "No habrá en tu tierra mujer estéril ni que aborte". Dt. 24,14-18: "No explotarás al jornalero humilde y pobre... No torcerás el derecho". Ex. 22,20-23: “No ofenderás a los pobres". Dt.23,25: "Los pobres tienen derecho a coger los alimentos que necesiten". 3. Los profetas vocean las preferencias de Dios: por los pobres y la práctica de la justicia. Los profetas lo repiten sin cesar: Jr 22,3: "Practiquen el derecho y la justicia, libren al oprimido de manos del opresor...". Is 1,17: "... den sus derechos al oprimido, hagan justicia..." 4. Jesús anuncia y realiza en plenitud y con la entrega de la propia vida, el amor a los pobres y el compromiso con los problemas sociales. Así lo vemos en la carta de presentación de Jesús: Lc 4, 18-19: "El Espíritu del Señor está sobre mí, me envió a dar buenas noticias a los pobres... a abrir los ojos de los ciegos, liberar a los oprimidos.." Su ejemplo invita a estar con los marginados: niños, prostitutas, pecadores, enfermos... Los que quieran ocupar puestos importantes (políticos, dirigentes, coordinadores, jefes, etc.) tienen que servir y vivir con sencillez. Para Jesús, frente a un mundo de desigualdades y miseria, solo cabe compartir, desacralizar las riquezas, apasionarse por la justicia y la solidaridad. El nos invita a la valentía ante los problemas sociales, al sensibilizarse con la suerte de su pueblo. Con su acción, Jesús también educa política y socialmente al pueblo. II. EL COMPROMISO SOCIAL EN LA EXPERIENCIA DE LAS PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS La comunidad de los seguidores de Jesús entiende y vive, desde el primer momento, su compromiso ante los problemas sociales; de manera singular con los pobres y los necesitados. He 2,44; 4,32: Suprimen las barreras entre hermanos y comparten sus bienes. He 2,45: Tienen una especial sensibilidad y preocupación por los pobres... 1 Jn 3, 17-18: Preocupación por los pobres con obras... He 4,34-35: Se responsabilizan y se organizan para la distribución de los bienes ... He 5, 1-4: No se ve con buenos ojos a los que intentan engañar… St 2, 1-13: En una sociedad clasista, no hacen distinciones entre las personas... . St 4, 13-17: Rechazan la obtención de ganancias a cualquier precio... Sant 5,1-6: Denuncian las riquezas acumuladas... Gál: Se preocupan por cambiar las estructuras de la sociedad... III. ENTRE LUCES Y SOMBRAS, A LO LARGO DE LA HISTORIA Pertenece a la fe cristiana vincular el seguimiento de Jesús con el compromiso social. 1. Los santos padres, los primeros teólogos y obispos de las comunidades cristianas El amor al necesitado, al pobre, es preferente a todo lo demás, incluso a la religión de cultos y templos vistosos: San Jerónimo (siglo IV): "¿Qué sentido tiene que las paredes de nuestros templos estén cubiertas de perlas, mientras Cristo muere de hambre en el pobre?”… San Basilio (siglo IV): "El pan que tú retienes pertenece a los hambrientos..." San Juan Crisóstomo (s. IV): "El que no comparte sus bienes con los pobres comete un robo contra ellos y atenta contra su propia vida". "No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo suyo...". La propiedad de los bienes sin solidaridad es fuente de injusticia y explotación: San Ambrosio: "…¡Desgraciado quien tiene facultades para liberar a tantas vidas de la muerte y no quiere". Vivir en comunión y comunicación de bienes marca el estilo de vida de los seguidores de Jesús: San Clemente de Alejandría (s. III): "... todo es común, y no pretendan los ricos tener más que los demás..." La práctica de la denuncia marca también el compromiso de los responsables de la Iglesia de los primeros siglos, en favor de los débiles: San Juan Crisóstomo: Denuncia las injusticias establecidas, amparadas a la sombra de las instituciones; la corrupción administrativa, las fortunas que crecían. 2. Edad Media: Una Iglesia servicial y caritativa, que camina entre luces y sombras. La Iglesia, hombres y mujeres, perteneció a este mundo medieval y, en medio de tantas contradicciones, supo hacer valer su defensa de los débiles y su sentido de lo social. La Iglesia promovió el derecho de asilo, introdujo la tregua de Dios, la redención de cautivos. Los mendigos y los desvalidos, han dado origen a muchas instituciones. La enfermedad, factor de exclusión y marginación social: la Iglesia fundó leproserías y hospitales. El pensamiento teológico moral tuvo su exponente en Santo Tomás de Aquino, que supo incorporar los temas sociales e integrarlos en el Tratado sobre la justicia. IV. LOS TIEMPOS MODERNOS: DE UNA NUEVA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE Y LA SOCIEDAD A NUEVAS MANERAS DE COMPROMISO SOCIAL CRISTIANO a) La Iglesia y su compromiso caritativo: Si bien la Iglesia no llegó a cuestionar en la época moderna el orden social existente, generador de las desigualdades estructurales. Sin embargo, en la práctica, fue casi el único socorro de los débiles, los oprimidos y desheredados, convirtiéndose en un canal de redistribución de la riqueza entre los pobres. + La asistencia a las necesidades básicas: reparto de pan y limosna. + Frente a las enfermedades, ligadas a la deficiente alimentación, los religiosos eran los únicos dispuestos a atender a los enfermos, con riesgo de la propia vida. + Se multiplican las fundaciones hospitalarias, los hospicios-taller, la atención a los niños expósitos, a la mujer marginada, a los presos, los centros de educación e instrucción, las universidades… b) El pensamiento moral y el derecho, en contacto con el Nuevo Mundo. + La Escuela Teológica de Salamanca: El P. Francisco Vitoria puso las bases de una política regida por la justicia, que después se llamaría "derechos humanos”… + Pensó en la necesidad de crear la "república universal humana", remoto origen de la Organización de Naciones Unidas. + Tuvo una visión profética de orden mundial y puso el fundamento del derecho internacional. + La Teología Misionera: Francisco de Vitoria se levantó, defendiendo la dignidad de los indios: “son personas e hijos de Dios”. + la Iglesia en América siguió idéntico camino de protección de los débiles y de su liberación. ACTIVIDADES 1. ¿Qué es lo que más te llama la atención del actuar de Dios frente a las injusticias en el Antiguo Testamento?. 2. Elige algunos textos de denuncia social de los profetas que crees puedan aplicarse a la realidad que vive actualmente tu país. 3. A tu juicio, ¿en que gesto o actitud de Jesús o de los primeros cristianos se concreta la radicalidad cristiana con respecto al compromiso social?. 4. ¿Cuál de las frases de los Santos Padres te ha llamado más la atención y por qué? 5. Elige un hecho de la historia de la Iglesia que muestre con claridad el compromiso social de los creyentes e intenta obtener más información acerca del mismo. Ficha 3 PRIMER PILAR: LA PERSONA HUMANA COMO FUNDAMENTO Y HORIZONTE "Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: Todos los bienes de la tierra deben orientarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos" (G.S, 12). Luces: amor justicia libertad igualdad Sombras: pobreza solidaridad egoísmo injusticia guerra esclavitud I.- INTRODUCCIÓN: Es necesario que profundicemos y nos hagamos verdadera y personalmente responsables de todo el profundo contenido de la siguiente cita del Catecismo de la Iglesia católica: "La justicia social sólo puede ser conseguida sobre la base del respeto a la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada al hombre. La defensa y la promoción de la dignidad humana nos han sido confiadas por el Creador, y de la que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y mujeres de cada coyuntura de la historia" (CIC 1929). 2.- DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA: Se basa en el hecho de su imagen y semejanza de Dios. El hombre como ser inteligente y libre, sujeto de derechos y deberes es el primer principio y constituye la fuente de los otros principios de la Doctrina Social de la Iglesia. La cultura grecorromana reconoció en parte la dignidad de la persona humana. La llegada del cristianismo trajo una novedad importante en el reconocimiento de la dignidad, la igualdad y la fraternidad de todos los hombres. 3.- LA DIGNIDAD HUMANA CONLLEVA UNA VOCACIÓN: La de unirse a la comunión de vida y de amor del Padre, Hijo y Espíritu Santo (GS, 22). Juan Pablo II en la Encíclica Centesimus Annus (CA 11) se refiere a esta vocación: "...hay que tener presente desde ahora que lo que constituye la trama y en cierto modo la guía de la Encíclica y, en verdad de toda la doctrina social de la iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque "el hombre...en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma" (GS,24). La Iglesia no se cansará de insistir en la dignidad de la persona humana contra todas las esclavitudes, explotaciones y manipulaciones perpetradas en perjuicio de los hombres, no sólo en el campo político y económico, sino también en lo cultural, ideológico y médico. 4- A LA LUZ DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA: León XIII: "En la protección de los derechos individuales se habrá de mirar principalmente a los débiles y los pobres" (RN, 27) Pío XI: "El hombre como persona tiene derechos recibidos de Dios, que han de ser defendidos contra cualquier atentado de la comunidad que pretendiese negarlos o abolirlos, o impedir su ejercicio". Juan XXIII: "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios" (ES, 19). Juan Pablo II: "la verdad que debemos al hombre es, ante todo, una verdad sobre el mismo Jesucristo. Por eso, "No podemos reducirla a los principios de un sistema filosófico o pura actividad política". “Social y políticamente se conculca contra la dignidad cuando el hombre no puede ejercer su derecho de participación o es sujeto de injusticias e ilegítimas coerciones, o sometido a torturas físicas y psíquicas”. Por estas razones, la Iglesia se hace presente en la defensa y promoción de la dignidad humana. En su misión, aún siendo de carácter religioso y no social o político, ella no puede menos de considerar al hombre en la integridad de su ser. Por eso denuncia las esclavitudes, discriminaciones, violencias, atentados a la libertad religiosa, agresiones contra el hombre y cuanto atenta contra la vida humana. La misión de la Iglesia está unida a la suerte del hombre, por quien se preocupa con solicitud porque está llamado desde Cristo (RH,18). 5.-LA DIGNIDAD DEL HOMBRE EN EL MUNDO: El hombre es un "ser-en-el-mundo". Es la afirmación de que sólo somos en-el-mundo, que nuestro ser es siempre ser-en y que no es posible salirse de este mundo. No hay hombre sin mundo, como no hay hombre sin prójimo. El otro es la prolongación de la propia corporeidad. El mundo del hombre es el espacio histórico-cultural donde el hombre junto a los demás intenta realizar su propia existencia, creando un mundo más humano. 6.- CONCLUSIÓN: El hecho fundamental de la existencia humana es el hombre con el hombre. El hombre es un ser para el encuentro (comunión). El hombre es un ser que vive con otros en el mundo para realizarse. El hombre nace siendo hermano y teniendo hermanos. Ficha 4 SEGUNDO PILAR: LOS DERECHOS DE LA PERSONA HUMANA (A LA LUZ DEL CONCILIO VATICANO II) "… El Concilio Vaticano II constituye un evento providencial, a través del cual la Iglesia ha puesto en marcha la preparación del Jubileo del Segundo Milenio" (Juan Pablo II, TMA, n. 18). Las palabras de la Carta Apostólica “Tertio Milennio Adveniente” (TMA) nos remiten a la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, “Gaudium et Spes” (GS). Esta Constitución es el fruto maduro del Concilio, la expresión simple y vigorosa de la apertura de la Iglesia al mundo, de la profunda participación de la Iglesia en las vivencias humanas, en las esperanzas y las alegrías, en los sufrimientos y las congojas de toda persona. Así lo proclama el célebre y espléndido principio del documento: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1). Todos los vicencianos podemos decir también que no hay miseria alguna que podamos considerar como extraña a nosotros. A una sociedad incrédula, la Constitución “Gaudium et Spes” le ofrece las llaves para entender al hombre, sus problemas, su destino y le permite de esa manera avanzar con paso seguro en el misterio de la vida. El hilo conductor que desarrolla el Concilio está representado por un binomio estrechamente enlazado: la dignidad y la libertad de la persona humana. Porque de la dignidad derivan todos aquellos derechos y deberes, cuya práctica y cumplimiento permiten al hombre vivir plenamente su aspiración a la libertad. La enseñanza del Concilio sobre los derechos del hombre nace del surco trazado por el Magisterio Pontificio precedente y ha estado desarrollado por los pontificados sucesivos, hasta convertirse en un árbol frondoso, cuyas raíces se hunden en un terreno continuamente regado, alimentadas por unos principios inspiradores que presentaremos brevemente, intentando que sean los mismos textos del magisterio que nos hablen. 1. LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA, CREADA A IMAGEN DE DIOS ES EL FUNDAMENTO DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Esta es la piedra angular de nuestro edificio y ha sido colocada por el papa Juan XXIII, quien nos dejó como herencia la Encíclica “Pacem in Terris” (11 de abril de 1963), en la que leemos, casi al empezar, una simple y clara afirmación: "En una convivencia ordenada y fecunda se tiene como fundamento el principio que todo ser humano es persona, es decir una naturaleza dotada de inteligencia y de voluntad libre; y por consiguiente es sujeto de derechos y deberes que se derivan inmediata y simultáneamente de su misma naturaleza: derechos y deberes que son por ello universales, inviolables e inalienables" (PT, 1). El Papa Roncalli argumenta en el plano de la razón, preparando una base natural para los derechos del hombre. Pero primero, evoca la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios y, luego agrega: "Que si se considera la dignidad de la persona humana a la luz de la revelación divina, ésa aparecerá incomparablemente más grande, porque los hombres han sido redimidos por la sangre de Jesucristo, y con la gracia se han convertido en hijos y amigos de Dios y se han constituido en herederos de la gloria eterna" (PT,I parte) . Junto al orden de la razón, Juan XXIII coloca el orden de la fe, garantizando así a los derechos del hombre, un sustento incomparablemente más sólido, sobre el cual, sin embargo no es posible obtener un consenso unánime. El Concilio insiste especialmente en la dignidad de la conciencia, tomando la enseñanza de san Pablo (Carta a los Romanos) que enuncia que existe una ley escrita en el corazón del hombre. Y retomando una vez más la “Pacem in Terris”, que expresa que también la conciencia errónea no pierde su dignidad (GS,n.16). En conclusión, la dignidad de la persona humana se basa en que ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. El ser humano, como ser inteligente y libre, con sus derechos y sus deberes, es el primer principio y como el corazón y el alma de la Enseñanza social de la Iglesia. Todo ser humano: el rico y el pobre, el blanco y el negro, el anciano y el enfermo, el niño e incluso el no nacido. También el embrión humano tiene la dignidad de persona humana. Por eso, la Iglesia nunca se cansará de insistir sobre la dignidad de la persona humana, contra todas las esclavitudes, explotaciones y manipulaciones de ayer y de hoy que perjudican a la persona, no sólo en el campo político y económico, sino también en el cultural, ideológico o médico. La defensa de la dignidad de la persona humana forma parte de la misión de la Iglesia. El Código de Derecho Canónico manda a los sacerdotes que en la homilía de la Eucaristía “enseñen la doctrina que propone el Magisterio de la Iglesia sobre la dignidad y libertad de la persona humana” (canon 768.2). Los laicos cristianos, tanto si se dedican a una actividad ordinaria como a la política activa, deben trabajar para que la persona humana ocupe verdaderamente el centro de la vida social. 2. LA DEFENSA Y LA PROMOCIÓN DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE SON PARTE INTEGRANTE DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA En una luminosa frase, al comienzo de la “Gaudium et Spes”, se dice: "La Iglesia no está movida por ninguna ambición terrena, ella sólo busca continuar bajo la guía del Espíritu Paráclito, la misma obra de Cristo que ha venido a rendir testimonio de la verdad, a salvar y no a condenar, a servir y no a ser servido" (n.3). El empeño por los derechos del hombre es una manifestación concreta de este servicio. El Concilio asumió la creciente aspiración del hombre a ver protegida su dignidad y alentó el progresivo conocimiento de los derechos de los cuales él es el titular. La Iglesia sabe que una búsqueda semejante no se agota en un horizonte puramente material. Las interrogantes que cubren el sentido de la existencia humana, sólo pueden recibir una respuesta completamente satisfactoria en el Evangelio, en la Buena Nueva: "Ninguna ley humana puede dar total seguridad a la dignidad personal y libertad del hombre, como el Evangelio de Cristo confiado a la Iglesia. Este Evangelio, en efecto, anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, repele toda esclavitud que deriva en última instancia del pecado. Por eso la Iglesia, con la fuerza del Evangelio que se le ha confiado, proclama los derechos humanos y reconoce y aprecia mucho el dinamismo con el que en nuestros días tales derechos vienen siendo promovidos por todas partes" (GS n 41). La ligazón entre la misión evangelizadora de la Iglesia y la promoción de la persona humana ha sido posteriormente subrayada por Pablo VI y –sobre todopor Juan Pablo II, quien la ha hecho una idea clave de su magisterio. Tal es la razón profunda de la atención que la Iglesia reserva a los problemas humanos y que la empuja a denunciar la injusticia. Porque su interés no se limita a la reivindicación ideal de un principio, sino del hombre en sus necesidades reales. Juan Pablo II nos ofrece un testimonio frecuente en sus intervenciones: refiriéndose a contextos locales específicos, indicando sucesos concretos más graves, y proponiéndolo también como intención para la oración universal del Pueblo de Dios. 3. LA PERSONA HUMANA TIENE UN VALOR PRIORITARIO EN CADA SISTEMA O PROGRAMA POLÍTICO Se trata de una doctrina antigua que el Concilio confirma con una fórmula sintética y cargada de contenido: "principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, ya que ella por su propia naturaleza tiene suma necesidad de la vida social" (GS,n. 25). Gracias a tal apertura, los derechos del hombre están salvados de toda posible desviación de molde individualista. Y encuentran su plenitud en la articulación de la persona con la comunidad en la cual está inserta. Una articulación definida por el Concilio como "interdependencia" (Ibíd.), que postula la necesidad de promover el bien común a la luz de la enseñanza evangélica: "el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado" (Marcos 2,27). . Juan Pablo II retoma con fuerza el tema en su primera Encíclica con una original argumentación. El Papa nota con doloroso estupor que los derechos del hombre continúan siendo violados también en tiempo de paz, "un incomprensible fenómeno contra el hombre", a pesar de que no exista "algún programa en el que sobre la plataforma de opuestas ideologías acerca de la concepción del mundo, no sea puesto siempre en primer plano el hombre" (Redemptor Hominis,n. 17). Para el Santo Padre, tal amarga constatación impone "el deber de someter los mismos programas a una continua revisión desde el punto de vista de los objetivos e inviolables derechos del hombre" (Ibíd.). En el discurso pronunciado con ocasión de su primera visita a las Naciones Unidas (New York, 2 de octubre 1979), Juan Pablo II no pierde la ocasión extraordinaria para regresar al tema, denunciando delante de los representantes de los Estados la continua violación de los derechos del hombre perpetrada "con el pretexto de seguridad interna y de la necesidad de conservar una paz aparente" (n.8). 4. EL RESPETO DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE ES EL CRITERIO PARA JUZGAR LA LEGITIMIDAD DE CADA PODER En la visión de la “Gaudium et Spes” la "comunidad' civil" se constituye en "comunidad política" para lograr la realización del bien común, definido como: "el conjunto de aquellas condiciones sociales que consienten y favorecen en los seres humanos, en las familias y en las asociaciones la consecución más plena de su formación" (n. 74). Las autoridades encargadas de la comunidad política están para ejercitar el poder recibido "en el ámbito de las leyes morales...según las normas de un orden jurídico: entonces los ciudadanos son obligados en conciencia a obedecer" (Ibíd.). Juan Pablo II ha repetido tal enseñanza con suma claridad en su primera encíclica: "El deber fundamental del poder es la solicitud por el bien común de la sociedad; de allí derivan sus fundamentales derechos. Justamente en nombre de estas premisas pertenecientes al orden ético objetivo, los derechos del poder no pueden ser entendidos de otra manera que en base al respeto de los derechos objetivos del hombre... Y así como el principio de los derechos del hombre toca profundamente el ámbito de la justicia social. Y se transforma en medida fundamental para su verificación en la vida de los organismos políticos” (Redemptor Hominis, n.17). 5. EL RECONOCIMIENTO DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE NO PUEDE PRESCINDIR DE LOS RESPECTIVOS DEBERES Tal principio, ya formulado por Juan XXIII, en la “Pacem in Terris” (I parte), aparece también en la “Gaudium et Spes”: "Los derechos de las personas, de las familias y de los grupos y su ejercicio deben ser reconocidos, respetados y promovidos, no menos que los deberes a los cuales cada ciudadano está obligado" (n.75). Para el Magisterio de la Iglesia, el primer deber del hombre es respetar la Ley Divina. Los Padres conciliares recuerdan que el proceso de afirmación de los derechos del hombre va "amparado contra toda clase de falsa autonomía" y advierten "estamos tentados, en efecto, en pensar que entonces nuestros derechos personales sólo están completamente a salvo cuando quedamos libres de toda norma de Ley Divina. Pero por esta vía la dignidad de la persona humana, lejos de salvarse, se pierde" (GS,n.41). El Concilio quiere poner a la luz la integralidad de la noción de la dignidad humana, que no sería tal si el hombre fuera sujeto portador sólo de derechos, incapaz de reconocer la responsabilidad hacia el propio Creador y hacia los propios semejantes. La perspectiva conciliar asume la vocación comunitaria de la persona humana: " Sea sagrado para todos considerar y observar todas las exigencias sociales como uno de los deberes principales del hombre hoy, puesto que cuanto más se une el mundo más abiertamente, las obligaciones de los hombres superan los grupos particulares y se extienden poco a poco en el mundo entero" (GS,n.30) Un reclamo del Concilio, de gran actualidad, fue la denuncia el repliegue individualista y el egoísmo social, favorecidos por una ideología liberalista en el campo económico, orientada únicamente por las llamadas "leyes del mercado", que se rigen por dos fuerzas casi mágicas: "mundialización" y "privatización". 6. EL GOZO DE TODAS LAS CATEGORÍAS DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE ES LA CONDICIÓN DE UN AUTENTICO DESARROLLO Y DE UNA SÓLIDA PAZ El capítulo introductorio de la “Gaudium et Spes” traza un diagnóstico de la situación en la que se encuentra el hombre en la segunda década del siglo XX, reconociendo la aspiración de la humanidad a "instaurar un orden político, social y económico que sirva mejor al hombre y ayude a los individuos y grupos a afirmar y desarrollar su propia dignidad" (n.9). Además de haber recordado que "los pueblos hambrientos interpelan a los pueblos opulentos", el documento conciliar revela que "los obreros y los campesinos no quieren solamente ganarse sólo lo necesario para vivir, sino desarrollar su personalidad con el trabajo y tomar su lugar en la organización de la vida económica, social, política y cultural" (Ibíd.). Se delinea así aquel concepto de desarrollo integral que será ilustrado por Pablo VI en la Encíclica “Populorum Progressio”, publicada apenas un año después del Concilio (26 de marzo de 1967). Tal concepto, felizmente resumido en la fórmula "promover a todos los hombres y a todo el hombre" (n.14), está basado en la categoría del ser en vez de aquélla del tener (cfr. N.18-19), y está orientado hacia "el paso, de cada uno y de todos, de condiciones menos humanas a condiciones más humanas": el peldaño más alto es el "reconocimiento de parte del hombre de los valores supremos, y de Dios que es el principio y el fin" (n.21). Un semejante desarrollo es "el nuevo nombre de la paz". Según la celebre definición de la Encíclica (n.37, cfr. Sollicitudo Rei Socialis, 30 de diciembre de 1987) que ha alargado la pista, ya abierta de la enseñanza social de la Iglesia con la “Quadragesimo Anno” (15 de mayo de 1931) Y con “Mater et Magistra” (15 de mayo de 1961), a través de la cual la comunidad internacional ha avanzado progresivamente hasta la adopción, veinte años después, del Derecho al Desarrollo por parte de la Asamblea General de las Naciones unidas, el 10 de diciembre de 1986. Juan Pablo II, después de haber escrito en la “Redemptor Hominis”, "En definitiva, la paz se reduce al respeto de los derechos inviolables del hombre” (n.17), en la Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, publicada con ocasión del 20 aniversario de la “Populorum Progressio”, explica: "No sería verdaderamente digno del hombre un tipo de desarrollo que no respetase ni promoviese los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los de las naciones y de los pueblos" (n.33). Para Juan Pablo II, el desarrollo de la persona humana está en el centro de la sociedad. Toda la sociedad, con sus estructuras, organizaciones y funciones, tiene el deber de orientar la vida económica y social de tal forma que permitan al mayor número de personas desarrollar sus cualidades y satisfacer sus buenos deseos de perfección y felicidad. 7. LA TUTELA DE LA LIBERTAD DE RELIGIÓN ES LA MEDIDA DEL PROGRESO DE CADA SOCIEDAD El Concilio Vaticano II ha señalado un cambio significativo en la enseñanza de la Iglesia en materia de libertad religiosa, presentando claramente tal libertad como un derecho del hombre que el orden jurídico tiene el deber de tutelar en las confrontaciones de todos los ciudadanos, reconociendo así la importancia de la laicidad del Estado. Tal enseñanza se encuentra presentada en la Declaración “Dignitatis Humanae”, del 7 de diciembre de 1965 y que desarrolla los elementos ya presentes en el Magisterio de León XIII, de Pío XI, Pío XII, y Juan XXIII. El documento empieza evocando el progresivo conocimiento de la dignidad humana y la creciente aspiración a la libertad que caracterizan la época contemporánea. Y luego afirma solemnemente: "Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene el derecho a la libertad religiosa. El contenido de tal libertad es que los seres humanos deben estar exentos de la coerción de parte de algunos individuos, de grupos sociales y de cualquier potestad humana de tal que en su conciencia, ni sea impedido dentro de los debidos límites de obrar en conformidad con ella..." (n.2) Después, el documento reclama la obligación moral de buscar la verdad y de inspirar a partir de ella el comportamiento, porque la libertad de religión no se funda "sobre una disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza" (Ibíd.). Juan Pablo II ha retomado con fuerza tal enseñanza desde su primera Encíclica. Para el Papa la violación de la libertad religiosa es "una injusticia radical teniendo en consideración lo que es particularmente profundo en el hombre, teniendo en consideración lo que es auténticamente humano" (Redemptor Hominis, n.17). El ha conocido directamente la difícil situación del creyente en un régimen en el que "sólo el ateísmo tiene derechos de ciudadanía en la vida pública y social" y se dirige a los responsables internacionales con palabras firmes: "No se quiere ningún privilegio, pero sí el respeto de un elemental derecho. La vigencia de este derecho es una de las verificaciones fundamentales del auténtico progreso del hombre en todo régimen, en toda sociedad, sistema o ambiente". 8. A MODO DE CONCLUSIÓN Para concluir, podemos indicar tres perfiles que se encuentran implícitamente bosquejados en el Concilio y que han sido tratados explícitamente por el Magisterio posterior, en relación a temas conexos con la dignidad humana: A) Ante todo, la problemática concerniente al derecho a la vida: En la “Gaudium et Spes” figura una firme condena de todos los actos contra la vida, del homicidio, al genocidio, del aborto, la eutanasia y el suicidio (cf. n.27). Tal tema ha sido después particularmente desarrollado por el sucesivo Magisterio, en confrontación a la tendencia de muchos Parlamentos, sobre todo de los países occidentales, a legislar en tales materias en un sentido permisivo. Juan Pablo II no ha dejado de insistir detallada y profusamente en las actuales amenazas contra la vida, hasta evocar la existencia de una "cultura de la muerte" (cf. Evangelium Vitae, 25 de marzo de 1995, n.21,28, 50), ante la cual la Iglesia debe proclamar el Evangelio de la Vida. Aún permanece sin respuesta el inquietante interrogante sobre las formas que asumirá la vida humana con la difusión de una tecnología genética, que adquiere más a menudo la connotación de una verdadera manipulación del embrión humano, aparentemente sin límites. En efecto, los intentos de lanzar una clara legislación sobre bioética, sea a nivel nacional como internacional, parecen más bien un paliativo destinado a consentir que la investigación científica y tecnológica proceda a manos libres, a falta de una sólida visión antropológica de la dignidad que acompaña a la vida humana desde su concepción y hasta su término natural. En este punto, es de la sabiduría jurídica del continente americano, que en el trabajo de la Convención Americana de los Derechos del Hombre no ha dejado de asegurar la protección del derecho a la vida desde el momento de la concepción. B) En segundo lugar, en los textos del Concilio no aparecen referencias específicas a la actividad intergubernamental en el campo de los derechos del hombre. En la “Pacem in Terris”, Juan XXIII (rompiendo un silencio del Magisterio que duró 15 años) había mencionado positivamente, no obstante con alguna reserva, la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, adoptada el 10 de diciembre de 1948 por las Naciones Unidas. En 1965 estaba todavía por hacer aquel florecimiento de los instrumentos jurídicos brotados después del final del Concilio con la adopción de parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1966, de los dos pactos internacionales, el de los derechos civiles y políticos y el de los derechos económicos, sociales y culturales. Pablo VI y Juan Pablo II han manifestado después repetidamente el aprecio de la Santa Sede por tan importante obra de codificación, resaltando el valor de la Declaración Universal, definida en el discurso del Papa a las Naciones Unidas en ocasión de su segunda visita, "una de las más altas expresiones de la conciencia humana de nuestro tiempo" (New York, 5 de octubre de 1955). La valoración de tal obra ha sido hasta ahora positiva, pero comienza a aflorar algún elemento de reserva hacia las más recientes iniciativas de las Naciones Unidas, después de la Conferencia Mundial sobre los Derechos del Hombre, tenida en Viena en junio de 1993. Baste ver las corrientes surgidas en la Conferencia sobre población y desarrollo (El Cairo, septiembre de 1994) y en la Conferencia sobre las Mujeres (Pekín, septiembre de 1995), tendientes a identificar nuevos pretendidos derechos del hombre, como aquel para el aborto, o como aquel para la orientación sexual, que muestran una preocupante desviación del tronco originario de los derechos fundamentales. C) En tercer lugar, de la enseñanza postconciliar sobre los derechos del hombre no está ausente una reflexión sobre la justicia en la Iglesia. Juan Pablo II ha afirmado de la manera más clara, justamente al inicio de su pontificado: "...la justicia es principio de la existencia de la Iglesia como Pueblo de Dios" (discurso a la Audiencia General, 8 de noviembre de 1978). Y ha insistido "...el deber de la Iglesia, y el mérito histórico de ella, de proclamar y defender en todo lugar y en todo tiempo los derechos fundamentales del hombre no la exime, sino la obliga a ser delante del mundo como un espejo de justicia" (Discurso al Tribunal de la Sacra Rota, 17 de febrero de 1979, n.1). Tal mirada, autocrítica y al mismo tiempo llena de amor, exigente para la Iglesia, no ignora la historia. En la Carta Apostólica “Tertio Milenio Adveniente”, leemos: "…otro capítulo doloroso, sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento, está constituido por la aquiescencia manifestada especialmente en algunos siglos con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio de la verdad" (n.35). Y todavía: "a las puertas del nuevo Milenio los cristianos deben ponerse humildemente delante del Señor para interrogarse sobre las responsabilidades en relación a los males de nuestro tiempo" (n.36). La conversión es una vía obligada que el cristiano siempre está llamado a recorrer, si quiere ser fiel a su misión y participar así en la marcha de la Iglesia, peregrina en la historia, la cual "camina junto con toda la humanidad y experimenta con el mundo la misma suerte terrena, es como el fermento y casi el alma de la sociedad humana, destinada a renovarse en Cristo y a transformarse en familia de Dios" (n.40). La Iglesia ha recibido el mandato de anunciar y vivir su mensaje de salvación, de amor y de esperanza a todas las gentes y en todas las situaciones. Tal mensaje está destinado a encarnarse aún cuando se encuentre en contradicción con la realidad circundante. Pero es capaz de orientar y sostener de cualquier modo a los hombres en su largo y a veces tortuoso itinerario hacia el cumplimiento del Reino. Ello en una tensión escatológica que es la llave del empeño cristiano al servicio de los derechos del hombre, llegando a ser un testimonio de amor aún en medio de inevitables polarizaciones. Ayudar a las víctimas con todos los medios a su disposición, compartir los sufrimientos con una presencia solidaria, alejar la tentación de la desesperación que conduce a los hombres a la violencia: he aquí la difícil tarea que pertenece a la Iglesia en el campo de los derechos humanos, la cual debe desarrollar en colaboración con las otras confesiones religiosas, con las religiones no cristianas, con los hombres de buena voluntad, según la enseñanza del Concilio asumida como propia por el mismo Papa. A otro nivel, la Iglesia no debe cansarse de inspirar también aquellas transformaciones estructurales en grado de obrar sobre causas profundas de las violaciones de los derechos del hombre, ofreciendo a los cristianos que asumen la responsabilidad en el campo temporal el auxilio de una doctrina social con la cual ellos puedan nutrir su empeño. Es verdad que hoy se puede registrar algún signo de fatiga en la acción a favor de los derechos del hombre, debemos reconocer junto con Juan Pablo II que tal acción resta un aspecto crucial en la misión pastoral de la Iglesia. Semejante convicción es un punto sin retorno: la Iglesia debe continuar avanzando en el campo sin cansarse, sobre todo en la acción educativa, dando prueba de la imaginación necesaria para descubrir una metodología adecuada a los desafíos que se plantean a comienzos del Tercer Milenio. ¡Que las de sombras no nos impidan percibir las fuentes de la luz!. Se trata de un camino iniciado hace tiempo, orientado por el faro del Concilio. No queda más que proseguirlo en la convicción que, como el Papa ha escrito, debemos emprender un "renovado compromiso de aplicación lo más fiel posible, de las enseñanzas del Vaticano II a la vida de cada uno y de toda la Iglesia” (Tertio Millenio Adveniente, 20). FICHA RESUMEN: LA PERSONA HUMANA SUJETO DE DERECHOS Y DEBERES 1. DERECHOS DE LA PERSONA HUMANA: DERECHO A LA EXISTENCIA Y AUN DECOROSO NIVEL DE VIDA. DERECHO A LA BUENA FAMA, A LA VERDAD Y A LA CULTURA. - Posibilidad de buscar la verdad libremente - Manifestar y difundir sus opiniones - Ejercer una profesión - Disponer de una información objetiva - De una instrucción fundamental común - De una formación técnica o profesional. DERECHO AL CULTO DIVINO (LIBERTAD RELIGIOSA) - A poder venerar a Dios según su conciencia - A profesar la religión en privado y en público - Derechos familiares - A elegir el estado de vida que prefieran - A fundar una familia - A seguir la vocación sacerdotal o religiosa DERECHOS ECONÓMICOS - A la posibilidad de trabajar - A la libre iniciativa en el desempeño del trabajo - A exigir condiciones de trabajo dignas - A posibilitarle a la mujer condiciones adecuadas a las exigencias y deberes de esposa y madre DERECHO A LA PROPIEDAD PRIVADA - A los bienes, incluidos los de producción (este derecho entraña una función social). DERECHOS DE REUNIÓN Y ASOCIACIÓN - De asociarse - De actuar libremente dentro de las asociaciones DERECHO A INTERVENIR EN LA VIDA PÚBLICA - A tomar parte activa en la vida pública DERECHO A LA SEGURIDAD PÚBLICA - A la defensa legítima de sus propios derechos - A una defensa eficaz, igual para todos y regida por la justicia. 2. DEBERES DE LA PERSONA HUMANA: RELACIÓN ENTRE DERECHOS Y DEBERES _ Los derechos están unidos a otros tantos deberes _ Al derecho de la vida corresponde el deber de conservarla _ A un nivel de vida digno el deber de vivir con decoro _ A buscar la verdad el deber de hacerlo en profundidad. EL DEBER DE RESPETAR LOS DERECHOS AJENOS _ A un derecho corresponde el deber de reconocerlo EL DEBER DE COLABORAR CON LOS DEMÁS _ La convivencia humana exige reconocer los derechos de los otros. De ahí el deber de colaborar. EL DEBER DE ACTUAR CON RESPONSABILIDAD _ Deber de respetar los derechos, cumplir las obligaciones y prestar colaboración Ficha 5 TERCER PILAR: LA PERSONA Y LA SOCIEDAD LA COMUNIDAD HUMANA 1. DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA SOBRE LA RELACIÓN PERSONASOCIEDAD: 1.- Las relaciones entre la persona y la sociedad son mutuas y necesarias. “Nacen con la persona por su innata indigencia y por su natural tendencia a comunicar con los demás” (Orientaciones). 2.- Juan XXIII: La Iglesia católica enseña y proclama una doctrina de la sociedad y de la convivencia humana basada en el hombre: “causa y fin de todas las instituciones sociales” (Mater et Magistra, 218-219). Un derecho- deber de la persona es el de colaborar con los demás, pues “al ser los hombres por naturaleza sociables, deben convivir unos con otros y procurar cada uno el bien de los demás” (Pacen in Terris, 31). 2. LAS CRECIENTES RELACIONES SOCIALES: LA SOCIALIZACIÓN 1.- Según el plan Dios, el hombre y la mujer poseen una naturaleza y vocación comunitarias, por tanto “el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados”. 2.- La persona humana por su propia naturaleza tiene necesidad de la vida social que “engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación” (Gaudium et Spes, 24-25). 3.- El fenómeno de la socialización: múltiples conexiones mutuas e interdependencias de las que nacen diversas asociaciones e instituciones, tanto de derecho público como de derecho privado. 2.1. ASPECTOS POSITIVOS DE LA SOCIALIZACION: FAVORECE A LA PERSONA Y GARANTIZA SUS DERECHOS. La vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación (GS,25). Consolida y desarrolla las cualidades humanas y garantiza sus derechos. Logra la realización de la solidaridad humana y favorece la ampliación del marco de las actividades materiales y espirituales humanas (Orientaciones). La formación de numerosos grupos, asociaciones, instituciones para fines económicos, sociales, culturales, recreativos, deportivos, profesionales y políticos, a nivel nacional y mundial ( MM, 60). Permite satisfacer muchos derechos de la persona humana: salud, instrucción básica, formación profesional, vivienda, trabajo, descanso conveniente, honesta recreación (MM 61). 2.2. PELIGROS: La reducción del ejercicio de la libertad individual, creando situaciones que hagan difícil pensar por sí mismo, obrar por iniciativa propia, asumir convincentemente responsabilidades, consolidar plenamente la riqueza espiritual humana. 2.3. ALTERNATIVAS PARA EVITAR TALES PELIGROS: Que los responsables posean un sano concepto del bien común. Que las asociaciones tiendan a sus fines específicos con relaciones de leal colaboración mutua y de respeto a las exigencias del bien común. Que los miembros sean considerados como personas y llamados a participar activamente en las tareas comunes. Equilibrio entre el poder de que están dotados, tanto los ciudadanos como los grupos privados, para regirse con autonomía; y la acción del Estado que coordine y fomente la iniciativa privada. 2.4. ASPECTOS NEGATIVOS ESTRUCTURAS DE PECADO DE LA SOCIALIZACIÓN: LAS “Así el pecado convierte a los hombres en cómplices unos de otros, hace reinar entre ellos la concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados provocan situaciones sociales e instituciones contrarias a la bondad divina. Las estructuras de pecado son expresión y efecto de los pecados personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el mal. En un sentido analógico constituyen un pecado social” (CIC 1869). Cuando la realidad social se ve viciada por las consecuencias del pecado, el hombre encuentra nuevos estímulos para el pecado (GS 25). Las estructuras de pecado están siempre asociadas a actos concretos de las personas que han perdido la verdadera conciencia del bien común universal y de la exigencia de favorecerlo. Las acciones personales afectan al desarrollo de los pueblos ( Sollicitudo rei socialis, 36). 2.5. ALTERNATIVAS DE SOLUCIÓN: Frente al afán de ganancia exclusiva y a la sed de poder, la DSI insiste en la primicía de la persona sobre las estructuras sociales, a pesar de la complejidad de los problemas que afrontan las sociedades y de las dificultades para encontrarles una solución adecuada. El Catecismo de la Iglesia Católica (1878 – 1889) apela a las capacidades espirituales y morales de la persona y a la exigencia permanente de su conversión interior para obtener cambios sociales que estén realmente a su servicio. El hombre debe respetar la estructura natural y moral que posee para que sea capaz de trascender todo ordenamiento de la sociedad hacia la verdad y el bien. Esto exige valentía y paciencia ( Centesimus Annus, 38). 3. PRINCIPIOS Y VALORES PERMANENTES DE LA PERSONA Y LA SOCIEDAD: LA COMUNIDAD HUMANA Sociabilidad y socialización Cultura de diálogo y pluralismo El amor como energía creadora. Matrimonio y familia Estilos de vida asociada Voluntariado y militancia Interdependencia y cooperación La caridad operante ACERCAMIENTO A LOS TEXTOS: -“ De la concepción cristiana de la persona se sigue necesariamente una justa visión de la sociedad... La sociabilidad del hombre no se agota en el Estado sino que se realiza en diversos grupos intermedios, comenzando por la familia y siguiendo por los grupos económicos, sociales, políticos, culturales”....(CA,13). -“La caridad operante nunca se ha apagado en la Iglesia y, es más, tiene actualmente un multiforme y consolador incremento. A este respecto, es digno de mención especial el fenómeno del voluntariado, que la Iglesia favorece y promueve, solicitando la colaboración de todos para sostenerlo y animarlo en sus iniciativas” (CA, 49). -“ La primera estructura fundamental a favor de la ecología humana es la familia, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien; aprende qué quiere decir amar y ser amado, y por consiguiente, qué quiere decir en concreto ser persona. Se entiende aquí la familia fundada en matrimonio” (CA). -“Hay que volver a considerar la familia como el santuario de la vida. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida” (CA 39). Ficha 6 CUARTO PILAR: LA ACTIVIDAD DEL HOMBRE Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA VIDA SOCIAL 1. EL SUJETO Y EL FIN DE TODAS LAS INSTITUCIONES ES LA PERSONA HUMANA Entre el hombre y la sociedad existe una relación de interdependencia, pues el orden social tiene como soporte al hombre, quien a su vez va construyendo este mismo orden por medio de gestos de solidaridad y amor. "Del correcto entendimiento de la relación entre la persona y sociedad se deriva que la sociabilidad del hombre no se agota en el estado, sino que se realiza en diversos grupos intermedios" (Juan Pablo II, CA, n.13). Partimos de la base que las relaciones entre la persona y la sociedad son mutuas y necesarias. De esta mutua interrelación podemos afirmar con la “Gaudium et spes” que: "la índole social del hombre demuestra que el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la propia sociedad están mutuamente condicionados" (GS, 25 a). Así pues definimos a la persona humana como un ser social por naturaleza, con una innata necesidad del otro y su natural tendencia a comunicarse con los demás. Como afirma el Concilio: “el hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás" (GS,n.24). Podríamos preguntarnos: ¿cuáles son los principios y valores permanentes de la comunidad humana?... Intentemos enumerar algunos de ellos: Sociabilidad y socialización Cultura de dialogo y pluralismo El amor como energía creadora El matrimonio y la familia Estilos de vida asociada Voluntariado y militancia Interdependencia y cooperación La caridad operante. “De esta convivencia es que se originan, .como una necesidad, los derechos y deberes, en razón de una convivencia humana rectamente ordenada, procurando el bien común” (PT, 31). El hombre como tal recibe de Dios su dignidad y se siente ligado a la sociedad y al vez tiene una ubicación que lo hace trascender el orden social en búsqueda de la verdad y el bien (C A 38.49). 2. ACTUAR CON INICIATIVA Y EN LIBERTAD "La persona tiene que actuar" por propia iniciativa y libremente. Por lo cual, tratándose de la convivencia civil, debe respetar los derechos, cumplir las obligaciones y prestar su colaboración a los demás en una multitud de obras; pro propia decisión, convencimiento y responsabilidad, y no movido por la coacción o por presiones que la mayoría de las veces provienen de fuera" (PT,n. 34). 3. LA FAMILIA ES LA PRIMERA ESTRUCTURA FUNDAMENTAL DE LA ECOLOGÍA HUMANA Entre las múltiples facetas del magisterio del papa Juan Pablo II, sus enseñanzas acerca del matrimonio y la familia tienen, sin duda, uno de los lugares más destacados. Siguiendo la antropología teológica del Vaticano II, especialmente, la desarrollada por la “Gaudium et spes”, el Papa ha vinculado muy íntimamente el destino de la familia y el destino de la humanidad, puesto que la familia, "es el lugar más sensible donde todos podemos poner el termómetro que nos indique cuáles son los valores y contravalores que animan o corroen la sociedad de un determinado país" (Visita a Chile, Rodelillo n.7). En la familia se obtienen las primeras nociones sobre la verdad y el bien y es la base en la expresión del amor, con la práctica de amar y ser amado. Cuando hablamos de grupos intermedios, que ayudan en las relaciones sociales de mutua convivencia, el punto de partida lo constituye la familia, continuando por los grupos económicos, políticos, culturales... La familia tiene un valor fundamental, pues en ella cristaliza y toma rostro, "naturalmente", es decir, de forma espontánea y directamente experimentable, el valor de la vida y del amor. Aunque la cultura dominante actualmente se esfuerce por separar ambas dimensiones, proclamando que es posible un amor cerrado a la transmisión de la vida o que es igualmente posible una vida cerrada a la experiencia del amor, la familia enseña, en cambio, que la verdad contenida en uno y otro valor se vuelve consistente cuando ambos se comprenden en forma conjunta y con capacidad de ser verificados existencialmente a partir del vínculo familiar. La familia constituye, así, el santuario de la vida y del amor, la sede de la cultura de la vida: “…En efecto, es sagrada: es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida" (n.39). Amor y vida son así dos términos que encuentran en el ser humano la plenitud de su realización en medio de todo lo creado. La condición para ello, sin embargo, es que el ser humano desarrolle su conciencia de ser persona, es decir, de ser un centro de inteligencia y de libertad que sólo puede ser un fin en sí mismo, indisponible para ser utilizado o instrumentalizado por otros como medio, y que tiene la opción de abrirse a la verdad de la vocación humana o, por el contrario, cerrarse a ella. La cultura de la muerte se fundamenta, precisamente, en la percepción de que todo ser humano por el sólo hecho de existir es un agresor injusto y mejor sería para todos que no existiera. La cultura de la vida, de la cual debe dar testimonio la familia, por el contrario, se funda en la percepción de que toda vida humana es un don de Dios, que tiene la capacidad de buscar y conocer a Dios, de elegir libremente el bien y de comprender que el amor es la plenitud de la ley. “Gaudium et spes” lo expresa con elocuencia en un párrafo muy hermoso: "Dios, que mira por todos con paterno cuidado, ha querido que toda la humanidad formara una sola familia y los hombres se trataran unos a otros con ánimo de hermanos. En efecto, creados a imagen de Dios..., tienen todos una e idéntica finalidad, que es Dios mismo". Y agrega: "Cuando Cristo nuestro Señor ruega al Padre «que todos sean una misma cosa... como nosotros lo somos» (Jn 17, 2122), desplegando una perspectiva inaccesible a la razón humana, insinúa una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y la caridad. Esta semejanza pone de manifiesto cómo el hombre, que es en la tierra la única creatura que Dios ha querido por sí misma, no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino por el sincero don de sí mismo" (n. 24). La vida humana tiene valor en sí misma y por eso, toda persona es una compañía hacia nuestro destino, alguien que merece ser aceptada y amada por sí misma, alguien que espera que nuestra libertad potencie la suya para reconocer el bien y alcanzar la plenitud de su existencia. Esto es lo que se pone inmediatamente en juego en la relación de los esposos entre sí y de éstos con sus hijos. Si como nos enseña el Concilio, Dios ama a cada persona humana por sí misma, entonces, el motivo de nuestro amor a ellas no puede ser otro que amar su destino, el modo como Dios les ama y la libertad que les ha sido donada para aceptar por sí mismas el don de la vida que tienen en este mundo y la promesa de la vida eterna en Cristo resucitado. Por ello, la Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio” define la más profunda identidad de la familia como "íntima comunidad de vida y de amor" con "la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo del amor de Dios y del amor de Cristo por la Iglesia, su esposa" (FC 17). "Para superar la mentalidad individualista, hoy día tan difundida, se requiere un compromiso concreto de solidaridad y caridad, que comienza dentro de la familia con la mutua ayuda de los esposos y, luego, con las atenciones que las generaciones se prestan entre sí...” (CA,no. 49). 3. NECESIDAD DE IGUALDAD, PARTICIPACIÓN Y PROMOCIÓN DE LA PERSONA HUMANA Existe un complejo universo de asociaciones que van creando el desarrollo justo de la humanidad. Por eso los poderes públicos deben hacer todo lo que puedan para remover los obstáculos que impidan la participación de los ciudadanos en la construcción de su propia sociedad. Cuando a los ciudadanos se les niega limita u obstaculiza el derecho de participar, por sus ideas, opiniones y creencias, se viola la dignidad de la persona. Para la Doctrina social de la Iglesia, el derecho a la participación deriva de la igualdad fundamental de todos los seres humanos. La medida correcta da la actividad del hombre es la promoción de la persona humana, bajo el conjunto de condiciones favorables que llamamos "bien común" (PT,no. 57). Los pueblos no largarán un desarrollo integral y solidario mientras no adquieran una madurez política que les permita hacerse responsables de las "opciones y compromisos que conviene asumir para realizar las transformaciones sociales, políticas y económicas" en las comunidades concretas (OA, 4). 3.1.1.1 Lista de encíclicas sociales que resaltan temas de JPIC 1891 León XIII: Rerum Novarum (Sobre la Cuestión Obrera) Muestra derechos y responsabilidades de empleadores y obreros; Describe el rol apropiado del gobierno; Protege los derechos de los trabajadores a organizarse en asociaciones para buscar Salarios justos y buenas condiciones de trabajo. 1931 Pío XI: Quadragesimo Anno (Sobre la reconstrucción del orden social) Desaprueba el efecto de la codicia y el poder económico concentrado sobre los trabajadores y la sociedad; Exige una distribución equitativa de los bienes según las demandas del bien común y la justicia social; Protege el derecho y extiende la oportunidad de propiedad; afirma su propósito social y promueve la armonía entre las clases. 1961 Juan XXIII: Mater et Magistra (Cristianismo y progreso social) Deplora el ensanchamiento de la brecha entre las naciones ricas y pobres, la carrera armamentista y la situación difícil de los agricultores; Afirma la participación del empleado en la propiedad, en la adm inistración y en los beneficios; Aboga por la ayuda a los países menos desarrollados sin pensar en dominación; Hace de la doctrina social cristiana parte integral de la vida cristiana: llama a los cristianos a trabajar por un mundo más justo. 1963 Juan XXIII: Pacem in Terris (Paz en la Tierra) Afirma todo el ámbito de los derechos humanos como la base de la paz; Reclama el desarme; Reconoce que todas las naciones tienen igual dignidad y derecho a un desarrollo propio; Aboga por la revisión de la distribución de recursos y por el monitoreo de las corporaciones multinacionales; Trabaja por políticas públicas que faciliten la re-ubicación de los refugiados; Propone una sociedad basada en la solidaridad; Reconoce una autoridad pública de nivel mundial para promover el bien común universal: la Organización de las Naciones Unidas. Integra la fe y la acción. 1965 Concilio Vaticano: Gaudium et Spes (La Iglesia en el mundo moderno Lamenta la pobreza creciente en el mundo y la amenaza de la guerra nuclear; Establece la dignidad humana como base para las decisiones políticas y económicas; Interpreta la paz como la organización de la sociedad sobre la justicia; Construye vina comunidad internacional basada en la solidaridad; Establece organizaciones para fomentar y armonizar el comercio mundial; Establece la responsabilidad de los cristianos de trabajar por estructuras que hagan el mundo más justo y pacífico. 1967 Paulo VI: Populorum Progressio (Sobre el desarrollo de los pueblos) Afirma los derechos de las naciones pobres a un desarrollo humano pleno; Desaprueba las estructuras económicas que promueven la injusticia; Reconoce que el desarrollo auténtico no está limitado al crecimiento económico; Enseña que los recursos deben ser compartidos a través de la ayuda, asistencia técnica, relaciones comerciales justas, y aboga por un Fondo Mundial que dirija hacia los pobres los fondos que ahora se gastan en armas; Enseña que la propiedad privada no constituye un derecho absoluto para nadie; Establece obligaciones recíprocas para las multinacionales: estas compañías deberían ser las iniciadoras de la justicia social; Aboga por que se acoja bien a la gente joven y obrera que emigra de naciones pobres. 1971 Paulo VI: Octogésima Adveniens (Una llamada a la acción) Reclama: Acción política para la justicia económica; Análisis objetivo de la situación de la sociedad propia, identificando acciones a favor la justicia; Respuesta a las situaciones injustas por cada cristiano y cada iglesia local; Acción política para el cambio. 1971 Sínodo de Obispos: Justicia en el mundo Apoya la adhesión a la Declaración de los Derechos Humanos hecha por la ONU; Aboga por que el derecho al desarrollo incluya tanto el crecimiento económico como la participación económica y política por el pueblo; Exige restricción en lo referente a la carrera armamentista y el comercio; Reconoce el pecado individual y social; Pide políticas y estilo de vida en la Iglesia que sirvan de modelo para poder demostrar coherencia con la predicación de la justicia; Afirma que la acción por la justicia es una parte constituyente de un ser que se dice cristiano. 1975 Paulo VI: Evangelii Nuntiandi (La evangelización en el mundo moderno) Pide proclamar el evangelio como liberación de la opresión, ayudar en esa liberación, dar testimonio de él y asegurar su realización; Ve la justicia social como parte integral de la fe y pide traducir la doctrina social a la acción; Pide integrar la transformación tanto personal como social. 1979 Juan Pablo II: Redemptor Hominis (Redentor de la humanidad) Establece los derechos humanos como principio fundamental para todos los programas, sistemas y regímenes; Cambiar las inversiones en armamentos a inversiones en alimentos que sirvan para dar vida; Evitar la explotación de la tierra; Trabajar juntos por la transformación de las estructuras económicas. 1981 Juan Pablo II: Laborem Exercens (Sobre el trabajo humano) • afirma la dignidad del trabajo basada en la dignidad de la persona que trabaja; Vincula el compromiso por la justicia con la búsqueda de la paz; Pide el fomento de salarios justos, propiedad colectiva y participación de la fuerza laboral en la administración y en los beneficios; Afirma el derecho de todos los trabajadores a formar asociaciones y a defender sus intereses vitales; Pide que los trabajadores y trabajadoras inmigrantes sean tratados con las mismas normas con que son tratados los ciudadanos; Demanda que la justicia en el lugar de trabajo sea responsabilidad tanto de la sociedad como de los empleadores y de los trabajadores. 1987 Juan Pablo II: Sollicitudo Rei Socialis (Interés social de la Iglesia) Difundir la enseñanza de la Iglesia, especialmente la opción por los pobres; Generar voluntad política para crear mecanismos justos para el bien común de la humanidad; Dedicar los recursos usados para armas al alivio de la miseria humana; Reconocer la injusticia de que haya unos pocos que tienen demasiado y muchísimos que no tienen casi nada; Un plan de desarrollo con respeto por la naturaleza; Una conversión a la solidaridad - a la luz de la interdependencia; Reconocer las estructuras que obstaculizan el desarrollo pleno de los pueblos; Reformar el comercio mundial y los sistemas financieros; Identificar las estructuras de pecado. 1991 Juan Pablo II: Centesimus Annus (El Centenario) Identificar las fallas tanto de la economía socialista como de la economía de mercado; Aliviar o cancelar la deuda de países pobres; Desarmarse; Hacer más sencillos los estilos de vida y eliminar el derroche en las naciones ricas; Desarrollar políticas para empleos formales y permanentes, y para proporcionar seguridad en el trabajo; Establecer instituciones para control de armamento; Instar a las naciones ricas a sacrificar algo de sus ingresos y de su poder. 1994 Juan Pablo II: Tertio Millennio Adveniente (Año de Jubileo 2000) Trabajar por la justicia y la paz; Elevar nuestras voces en favor de los pobres del mundo; Reducir substancialmente o cancelar completamente la Deuda Externa; Reflexionar sobre las dificultades de diálogo entre culturas; y sobre problemas relacionados con los derechos de la mujer; 1995 Juan Pablo II: Evangelium Vitae (El Evangelio de la Vida) Un reconocimiento del valor sagrado de la vida humana desde su principio hasta su fin. Nombra como fuerzas negativas: la violencia contra la vida infligida a millones de seres humanos; en especial a niños obligados a vivir en la pobreza, la desnutrición y el hambre debido a una distribución injusta de los recursos; las guerras y el tráfico de armas; la destrucción ecológica; la criminal propagación de las drogas; la promoción de ciertas clases de actividad sexual que, además de ser moralmente inaceptables, también significan graves riesgos para la vida; el aborto provocado, lo que él llama "estructura de pecado"; el infanticidio de bebés nacidos con graves incapacidades o enfermedades; la eutanasia que está llegando a legalizarse; el control de natalidad como medio de controlar el crecimiento de la población en las naciones más pobres; el suicidio asistido.