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Módulo 6 Comprender la dignidad y los derechos humanos como base de la enseñanza y acción social de la Iglesia. 1. Introducción 2. La persona humana es imagen de Dios. 3. Dimensiones de la persona humana. 4. Los derechos humanos como expresión social de la dignidad humana. 5. Los derechos humanos en el magisterio social. “La Pastoral de los Derechos Humanos, como corazón de la Pastoral Social, es la misión evangelizadora que la Iglesia, a través de sus comunidades e instituciones, realiza en el campo de la defensa y promoción de la vida y la dignidad humana, como prolongación de la misión liberadora de Jesús de Nazaret con la participación de hombres y mujeres de buena voluntad”(CELAM, Guía de pastoral de los Derechos Humanos). Introducción La DSI es un proceso de reflexión que nos lleva a asumir nuestro compromiso social inspirado en el Evangelio para transformar la vida social. Ello implica la defensa y promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona humana como elemento esencial de la misión de la Iglesia. La relación entre Iglesia y mundo tiene por fundamento la dignidad de cada ser humano, por cuanto toda persona lleva la imagen de Dios. Este esfuerzo por renovar y contribuir al mejoramiento de la sociedad requiere conocer al ser humano y en qué consiste : su dignidad sus cualidades sus derechos su vocación su misión En la medida en que conozcamos la realidad de la persona humana, estaremos en mejores condiciones de respetarla y ayudarla, cumpliendo así la misión de la Iglesia. La DSI ha desarrollado su pensamiento sobre los derechos humanos. Esto nos permite comprender y llevar a la práctica el amor cristiano mediante : el reconocimiento, la defensa y la promoción de un conjunto de bienes que la persona necesita para vivir dignamente, según la visión cristiana de la vida y de la convivencia social. Conocer, defender y promover los derechos humanos, según como lo entiende la Iglesia, es una responsabilidad cristiana y una forma particular de vivir y expresar nuestra fe. 3.1. La persona humana es imagen de Dios La persona no puede eludir el saber Estas son las preguntas fundamentales que toda persona busca responder para : ¿Qué es lo que nos permite vivir felices, con entusiasmo y deseo de proyectarnos? Son estas preguntas sobre la condición humana, las que necesitan respuesta para construir el edificio y el sentido de nuestra vida. “…por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar”. Catecismo Iglesia Católica 357 Persona Esta cita del Catecismo nos indica que la persona sobresale, se destaca y tiene un valor superior por encima de todos los seres creados. La persona tiene un valor único, superior y especial sobre el resto de la creación. ◊ su capacidad de conocimiento ◊ de decidir sobre su propia vida ◊ de servir a los demás ◊ de entrar en comunión con Dios es lo que explica su condición de persona; por consiguiente, la veneración y el respeto con que hemos de tratar a los demás. Esta condición de la persona es un valor permanente, dado no adquirido, incondicional, que nadie se lo puede quitar, ni arrebatar, ni destruir. Juan Pablo II claramente lo afirmó: “A causa de su dignidad personal, el ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Y al contrario, jamás puede ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa” (ChL, 37). La noción de persona no sólo se refiere a la igualdad común entre todos los seres humanos, también indica lo que nos hace diferentes. Cada uno de nosotros somos un individuo concreto e irrepetible, hombre o mujer, que con un nombre propio y único se diferencia de manera profunda de los demás hombres y mujeres. Por eso vive su existencia de una manera propia y particular, que embellece y enriquece la convivencia humana. Por lo tanto, no se debe temer expresar lo que se es y lo que se aporta a los otros desde las diferencias. Esa es la primera tarea humana, crecer como personas y ayudar a los demás a desarrollarse ya que los seres con quienes se trabaja, se convive y se disfruta, son seres inmortales. Este es, en efecto, el ideal y la grandeza a la que está convocado todo ser humano. Dignidad La dignidad y el valor de la persona se mantienen intactos también en los débiles o en las personas con algún tipo de discapacidad. La persona se valora, en primer lugar, por el hecho de ser persona inteligente y libre. La dignidad se recibe por el hecho de ser persona, no radica en sus logros o en su eficacia laboral, o en la belleza corpórea. Testimonio Un día saqué a un hombre de una cloaca. Su cuerpo estaba lleno de llagas. Lo llevé a Nirmal Hrday, que es la casa del amor en acción. Lo limpiamos, lo bañamos y curamos sus heridas. Durante todo ese tiempo nunca se quejó y no había rastros de miedo en su expresión. Lo único que me dijo fue: “Siempre viví como un animal en las calles, pero ahora voy a morir como un ángel”. Me sonrió de un modo bellísimo y murió. Su sonrisa permanece siempre en mi mente y en mi corazón. Es de las más hermosas que he visto. Madre Teresa de Calcuta, beata. Los seres humanos creados a imagen de Dios redimidos por Cristo llamados a la vida eterna SON IGUALES EN DIGNIDAD por compartir unas mismas cualidades un mismo origen un igual destino Esta igualdad fundamental entre todas las personas, varón o mujer, sin distinción de raza, sexo, creencia o condición social, exige, según la DSI, una vida más justa y un esfuerzo de todos por superar las excesivas, vergonzosas y humillantes desigualdades sociales y económicas. En el misterio del Hijo de Dios, que se encarna y muere en la Cruz para redimir a la humanidad, “la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a una dignidad sin igual” (GS 22). Por un lado, la unión de Cristo con todos y con cada uno de los seres humanos al participar de nuestra condición humana y por otro, la unión del hombre con Dios por el llamado a ser hijo de Dios y a participar de la naturaleza divina. La dignidad de la persona alcanza su máxima expresión en la llamada de la persona a la santidad, que consiste en vivir en unión con Dios, ya en este mundo, para alcanzar la perfección de esta unión en la eternidad. Es en esa capacidad y llamada de la persona para establecer una comunión de vida y de amor con Dios que la dignidad humana alcanza su cima y su plenitud (cfr. GS 19,1). 3.2. Dimensiones de la persona humana “El hombre […] no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás” (GS). 3.2.1 Unidad de la persona: cuerpo y alma Para comprender la dignidad de la persona y sus derechos se debe partir de la comprensión del ser humano como unidad total de alma y cuerpo. Cuando estamos frente a una persona, no existe alma sin cuerpo ni cuerpo sin alma. Esta unidad profunda y estrechísima que forman el alma y el cuerpo de la persona nos permite afirmar que estos dos elementos constitutivos de la persona participan de su dignidad, por lo cual deben ser tratados con respeto, veneración y cuidado. Tal como dice el Compendio: “El hombre, por tanto, tiene dos características diversas: es un ser material, vinculado a este mundo mediante su cuerpo, y un ser espiritual, abierto a la trascendencia… gracias a esta alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano viviente” (CDSI, 129) Las actividades corporales humanas están vivificadas, moldeadas y permeadas por esta condición espiritual e inmortal del alma, por eso el cuerpo humano tiene un grado superior, está por encima del de los animales más evolucionados. “En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador” (GS 11). El cuerpo es la expresión de la persona : refleja un modo de ser y de existir manifiesta lo que pasa en el alma por eso el alma y cuerpo se parecen. El cuerpo es lo que más se parece al alma. El cuerpo influye en el alma. La actividad humana es un proceso tanto corporal como espiritual con influencias mutuas. Un buen estado de salud física influye sobre los estados de ánimo y un buen estado de ánimo repercute en la condición física. Esa dimensión biológica, sicológica y espiritual de la persona provoca el cultivo de la interioridad, intimidad o mundo interior de la persona que lo distingue, diferencia de los otros y ensalza sobre el mundo material. ESTA INTIMIDAD está formada por nuestros : pensamientos es el resultado de nuestras : sentimientos actitudes decisiones virtudes vivencias experiencias posibilidades Es la forma en que valoramos y nos enfrentamos a la vida. Son nuestras capacidades de relación, de perdón y de lucha cotidiana. Esta riqueza interior nos permite : perfeccionar nuestra propia vida, la vida de los demás y mejorar el entorno en el cual vivimos, pues “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1). 3.2.2 La persona como ser inteligente y libre El ser humano, que es alma y cuerpo, centro y cima de toda la creación, es además un ser pensante, es decir, un sujeto racional dotado de inteligencia y voluntad, que tiene la capacidad de : conocer amar ejercer su libertad actuar según su conciencia “Con su inteligencia y voluntad se eleva por encima de todo lo creado y de sí mismo, se hace independiente de las criaturas, es libre frente a todas las cosas creadas y se dirige hacia la verdad y el bien absoluto” (CDSI, 130). En este esfuerzo por vivir de acuerdo con la verdad sobre Dios, sobre sí mismo y sobre el mundo, la persona debe procurar cultivar y “desarrollar plenamente todas sus facultades para alabanza y gloria del Creador y, desempeñando fielmente los deberes de su profesión o de cualquier vocación que sea la suya, logre para sí juntamente la felicidad temporal y la eterna” (QA 128). LA LIBERTAD como capacidad de decidir practicar el bien ser testigo del amor de Cristo es defendida por la DSI frente al sistema de valores del capitalismo que coloca en primer lugar la libertad en el campo económico “el hombre es considerado más como un productor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume para vivir” (CA39). De esta forma se niega otras dimensiones de la libertad, lo que atenta contra una visión integral de la misma. Con la misma determinación, el beato Juan Pablo II denuncia el pensamiento antropológico del marxismo que pone en un primer plano los objetivos de la sociedad sacrificando los bienes y los derechos fundamentales de cada persona. El marxismo anula, además, la autonomía de la persona y su responsabilidad ante el bien o el mal, “desapareciendo el concepto de persona como sujeto autónomo de decisión moral”(CA 13). Si lo que cuenta en primer lugar es la persona, capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo, es propuesto por la Doctrina Social de la Iglesia como 3.2.3. Dimensión social La persona, que posee un principio material (cuerpo) y otro espiritual (alma), que es inteligente y libre, necesita de la vida social para desarrollarse. A la vez, la sociedad necesita de la persona para crecer. En esta relación persona-sociedad debe prevalecer el criterio ético de que “el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana” (GS 25). Asimismo, se han de rechazar y denunciar todas aquellas prácticas degradantes que atentan contra la vida, la integridad y la dignidad humana (en el último siglo existieron ideologías y sistemas políticos que sometían la persona individual al Estado). y considerar al “prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla” (GS 27). Por eso, el ser humano no sólo debería pensar qué quiere, sino más bien preguntarse para qué es bueno y qué puede aportar. Sólo la persona que “reconoce en sí una llamada, una vocación, una idea que satisfacer, que asume una misión para el conjunto, llegará a realizarse” (Ratzinger, J., Dios y el mundo, p. 243). Más allá de la satisfacción de las necesidades básicas de la vida hay otras necesidades más elevadas e interiores que sólo pueden ser atendidas con base en las relaciones de servicio, de amor y de solidaridad que se establecen entre las personas. Los seres humanos necesitan ante todo humanidad : trato cordial, dedicación al otro con una atención que sale del corazón. La sociedad es una necesidad para que la persona ejerza su vocación social en bien de los demás y logre su desarrollo personal mediante el ejercicio de su libertad. Por ello hay que introducir las mejoras convenientes para que las instituciones, estructuras y organizaciones sirvan al bien de la persona. Al mismo tiempo, la persona debe colaborar con el bien de la sociedad, pero sin que ésta desconozca o violente sus derechos fundamentales bajo el pretexto del interés de la colectividad. La DSI promueve la índole social del hombre exhortando a la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad. Esto es, organizaciones intermedias con fines económicos, sociales, culturales y políticos que ayuden a garantizar los derechos de sus miembros, pero al mismo tiempo deben estar abiertas y comprometidas con el bien común de la sociedad. 3.3. Los derechos humanos como expresión social de la dignidad humana “La fuente última de los derechos humanos no se encuentra en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo y en Dios su Creador” (CDSI, 155). 3.3.1. El valor de los Derechos Humanos Los derechos humanos pertenecen y son propios de toda persona humana, sin diferencias religiosas, sociales o culturales. Estos derechos se desprenden de la misma dignidad humana, de lo que es la persona y del lugar que ocupan en el plan salvador de Dios. De ahí que el valor de la dignidad humana se manifiesta y se traduce en el reconocimiento y disfrute de los derechos humanos. “El hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto. Si, por otra parte, consideramos la dignidad de la persona humana a la luz de las verdades reveladas por Dios, hemos de valorar necesariamente en mayor grado esta dignidad, ya que los hombres han sido redimidos con la sangre de Jesucristo, hechos hijos y amigos de Dios por la gracia sobrenatural y herederos de la gloria eterna” (PT 9-10). Cuando se ignoran estos derechos se denigra, humilla y desprecia la dignidad del individuo, se destruye la convivencia social y se entorpece el designio de Dios sobre el ser humano. Por el contrario, su reconocimiento es el camino apropiado y más directo para respetar la dignidad humana. El respeto de estos derechos, por medio de un marco legal y de otras posibilidades, ayuda a instaurar una sociedad basada en la justicia y la paz. Los derechos humanos, llamados también derechos del hombre o derechos naturales, se encuentran en toda la tradición cristiana Ya en el decálogo “se ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto indirectamente, los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana” (CCE 2070). Estos derechos son aquellas exigencias o bienes fundamentales que toda persona humana merece que se le reconozca, respete y proteja jurídicamente de parte de los individuos, comunidades y Estado. 3.3.2. Los Derechos Humanos deben defenderse y promoverse “La Iglesia, al proclamar el Evangelio, raíz profunda de los derechos humanos, no se arroga una tarea ajena a su misión, sino, por el contrario, obedece al mandato de Jesucristo al hacer de la ayuda al necesitado una exigencia esencial de su misión evangelizadora” (DSD, 165) como lo evidencia la parábola del Buen Samaritano y la identificación de Cristo con los desheredados y marginados de su tiempo. La acción por la justicia y las tareas de promoción del hombre forman parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Entre evangelización y promoción humana hay lazos muy fuertes de orden antropológico, teológico y de caridad. “la evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre” (Juan Pablo II, Discurso Inaugural, Puebla, 1979). Las personas tienen los mismos derechos y deberes fundamentales que provienen de su condición racional, libre y trascendente del ser humano y como tal, no pueden renunciarse por ningún concepto (cfr. PT 9). Los derechos humanos NO SON un regalo o privilegio que concede la sociedad a los ciudadanos, son anteriores a la sociedad, ya que estos pertenecen a las personas y por ello le corresponde a la sociedad reconocerlos y promulgarlos a través de las leyes. Los derechos de las personas deben ser defendidos y promovidos por las instituciones sociales y políticas de la sociedad. La defensa de los derechos no puede realizarse al margen de los deberes. Acentuar solamente los derechos conduce al olvido de los deberes y a la privación de otros bienes. Este servicio de evangelización en el ámbito de los derechos humanos exige de parte del creyente, conocimiento e identificación con el Magisterio de la Iglesia, principalmente en aquellos temas que toman relevancia en el debate actual en la sociedad. La Iglesia, como en todos los tiempos, ha sido signo de contradicción. Ella reta permanentemente a sus fieles para vivir coherentemente lo que la comunidad eclesial cree, celebra y vive. 3.4 Derechos Humanos en el Magisterio Social 3.4.1 Un compromiso permanente La Iglesia, transmisora de la visión judeocristiana de la creación del hombre a “imagen y semejanza de Dios”, ha contribuido al desarrollo del pensamiento sobre los derechos humanos. Aunque en los inicios de la discusión del tema de los derechos del hombre y del ciudadano, durante la Revolución Francesa en 1789, mantuvo un desacuerdo por la ausencia de Dios en la fundamentación, que conllevaba a entender la libertad y su aplicación casi sin restricciones. Los derechos humanos, con los aportes de la DSI, han recibido un enriquecimiento conceptual, como es concebir la libertad e igualdad desde la fraternidad y el de jerarquizar los derechos, otorgando la primacía al derecho de la vida. La incorporación del lenguaje y los conceptos de derechos humanos en el Magisterio comienza con la encíclica Rerum Novarum. León XIII defendió el derecho de los obreros a un justo salario, a condiciones de trabajo dignas y el derecho de asociación. Con el derecho a un justo salario, el Papa León XIII se adelantó al reconocimiento del salario como un derecho social. Pío XI, por su parte, condenó los regímenes totalitarios de su época, defendió los derechos de la persona frente a los abusos del Estado presentó un elenco de derechos humanos esenciales. Los derechos civiles, o de la primera generación, los derechos sociales, o de la segunda generación recogidos en la Declaración de los Derechos Humanos, se encuentran elaborados desde una perspectiva cristiana en Pacem in Terris del Papa Juan XXIII, en la que se advierte la relación que debe existir entre derechos y deberes, y se propone una síntesis de la visión cristiana de los derechos humanos. El Concilio Vaticano II y los últimos pontífices han insistido mucho en la defensa y promoción de los derechos humanos. “fue el ‘yugo casi servil’, al comienzo de la sociedad industrial, lo que obligó a mi predecesor a tomar la palabra en defensa del hombre. La Iglesia ha permanecido fiel a este compromiso en los pasados cien años” (CA 61). “La Declaración Universal es muy clara: reconoce los derechos que proclama, no los otorga; en efecto, éstos son inherentes a la persona humana y a su dignidad. De aquí se desprende que nadie puede privar legítimamente de estos derechos a uno sólo de sus semejantes, sea quien sea, porque sería ir contra su propia naturaleza. Todos los seres humanos, sin excepción, son iguales en dignidad” (Juan Pablo II). Hay otros derechos denominados de la tercera generación que van surgiendo en la conciencia de la humanidad a partir de los años 60, tales como derecho al desarrollo al medio ambiente a la paz los cuales han sido también reconocidos y enriquecidos por la reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia. 3.4.2. Los Derechos Humanos en las Conferencias del Episcopado Latinoamericano Desde Medellín (1968), utilizando el concepto de justicia, los obispos latinoamericanos asumen un compromiso radical por la defensa de los derechos humanos, tal como se propone en el primer documento titulado “Justicia”. En la III Conferencia, en Puebla (1979), el compromiso por denunciar las diversas violaciones a los derechos de tantos hombres y mujeres de este continente, la Iglesia asume la “defensa de los derechos humanos y se hace solidaria con quienes los propugnan” (P 146). En la IV Conferencia, en Santo Domingo (1992), el tema de los derechos humanos ocupa un lugar específico en el documento final, en los numerales 164 al 168. “Promover, de modo más eficaz y valiente, los derechos humanos, desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, con la palabra, la acción y la colaboración, comprometiéndose en la defensa de los derechos individuales y sociales del hombre, de los pueblos, de las culturas y de los sectores marginados, así como de los desprotegidos y encarcelados” (SD 168). Aparecida (2007), V Conferencia, sigue la tradición magisterial de denunciar el abuso en donde no se respetan ni se defienden los DH, y se propone como defensora de los derechos de los débiles y la vida digna de todo ser humano (DA 212). Inaugura una pastoral sobre los derechos humanos. “Nuestra fidelidad al Evangelio nos exige proclamar en todos los areópagos públicos y privados del mundo de hoy, y desde todas las instancias de la vida y misión de la Iglesia, la verdad sobre el ser humano y la dignidad de toda persona humana” (DA 390). 3.4.3. Los Derechos Humanos en la DSI La primera parte de la encíclica Pacem in Terris, sobre los derechos humanos, es la carta fundamental de la DSI en materia de derechos humanos. Dada la importancia de esta síntesis se seguirá este esquema, y con la ayuda de otros documentos se presentarán los derechos fundamentales propuestos por la DSI. DERECHO A LA EXISTENCIA Y A UN DECOROSO NIVEL DE VIDA que incluye el derecho a : nacer a la integridad corporal (prohíbe mutilaciones y torturas) a un decoroso nivel de vida (alimentación, vestido, vivienda, asistencia médica) a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudez y vejez. DERECHO A LA BUENA FAMA Incluye el derecho : a buscar la verdad. a difundir sus opiniones. a disponer de una información objetiva. al acceso a los bienes de la cultura que les permita acceder a los más altos grados de estudios y responsabilidades sociales de acuerdo con su talento. DERECHO a la LIBERTAD RELIGIOSA y del CULTO derecho a seguir la propia conciencia. venerar a Dios. profesar la religión en público y en privado. DERECHOS FAMILIARES para fundar y consolidar una familia. para acoger y educar a los hijos. para hacer uso responsable de la propia sexualidad. Se tiene el deber de atender a su familia a nivel económico y social, así como en la esfera cultural y ética. DERECHOS ECONÓMICOS Trabajar en condiciones que faciliten la salud física, psicológica y emocional. Tener un trabajo que permita a la familia mantener un género de vida adecuado a su dignidad. El trabajo debe dar espacio para poder ejercerlo con sentido de responsabilidad. DERECHO A ADQUIRIR PROPIEDADES a tener dominio sobre las propiedades. a poder usarlas. Es un medio eficiente para garantizar la dignidad de la persona, la tranquilidad y consolidación de la vida familiar. DERECHO DE REUNIÓN Y ASOCIACIÓN para ayudarse a conseguir fines comunes, metas que individualmente no se podrían alcanzar. Estos organismos intermedios son instrumentos indispensables para defender la dignidad y la libertad de la persona humana. DERECHOS DE RESIDENCIA Y EMIGRACIÓN Faculta a cada persona a conservar o cambiar su residencia dentro del país. a emigrar a otro país. Todos somos miembros de la familia humana y ciudadanos del mundo. DERECHO A INTERVENIR Y TOMAR PARTE ACTIVA EN LA VIDA PÚBLICA para contribuir al bien común. Ya que la persona es el protagonista, fundamento y fin de la vida social. DERECHO A LA SEGURIDAD JURÍDICA a la defensa legítima de sus propios derechos según las normas de la justicia que protegen a las personas de las arbitrariedades o atropellos. Pacem in Terris se diferencia de la Declaración de los Derechos Humanos por su afirmación de que existe una correlación entre derechos y deberes De tal forma que la defensa de los derechos requiere cumplir con los deberes a ellos vinculados. Por ejemplo Al derecho de la persona a la existencia corresponde el deber de conservarla. Al derecho a un decoroso nivel de vida el deber de vivir con decoro. Al derecho de buscar libremente la verdad, el deber de buscarla cada día con mayor profundidad y amplitud. Frente a un determinado derecho de cada persona, corresponde en los demás el deber de reconocerlo y respetarlo. Quienes reivindican sus derechos y olvidan sus deberes o no les dan la importancia debida, se asemejan a los que derriban con una mano lo que con la otra construyen. La DSI menciona los derechos colectivos y de cada nación. Existen exigencias que afectan a las colectividades humanas y que, sólo pueden realizarse eficazmente si está involucrada toda una nación. El derecho al desarrollo. al ambiente. a la paz. La DSI concede un lugar especial al derecho de la libertad religiosa, que proporciona el sentido definitivo a la existencia. Es presentada como la fuente, síntesis y garantía de todos los derechos humanos. Esta libertad consiste en vivir de acuerdo con la verdad de la propia fe y de conformidad con la dignidad de la persona y su vocación a la eternidad. La violación de este derecho es una injusticia radical y su reconocimiento es una manifestación del auténtico progreso humano. Síntesis de los derechos fundamentales de la persona en los documentos de la DSI: Derechos Personales: El derecho a la vida, a la integridad física y a un decoroso nivel de vida. El derecho a desarrollar la inteligencia y la libertad, incluye el derecho a la libertad religiosa y de culto, y el derecho a seguir la propia conciencia. Derecho a vivir en un ambiente moral que propicie el desarrollo de la personalidad. Derecho a la personalidad jurídica. Derecho a la libertad de educación y de cultura. Derecho al respeto y a la buena reputación. Derecho a la libre elección de estado. Derechos sociales, económicos y políticos: A fundar una familia y a educar a los hijos. Derecho a la libertad de expresión. Derecho a la libertad de información. Derecho a la educación y a la cultura. Derecho a adquirir la propiedad. Derecho al trabajo. Derecho al descanso y al ocio. Derecho a la iniciativa económica. Derecho de asociación y reunión. Derecho de residencia y emigración. Derecho a participar en la vida pública. Derecho a la seguridad jurídica y a un juicio justo. Derecho al desarrollo, al medio ambiente y a la paz. Aunque los derechos son de las personas, en sentido amplio, la DSI advierte sobre el respeto a los derechos colectivos de las naciones y de los pueblos en el ámbito económico, político social, ambiental, cultural y espiritual. Lecturas complementarias: Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. (2004). Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. (Numerales del 152 al 186). Documento de Santo Domingo. (Numerales del 164 al 168). Juan Pablo II. (1999). Mensaje para la XXXII Jornada Mundial de la Paz. El secreto de la paz verdadera reside en el respeto de los derechos humanos. Bibliografía recomendada: Comisión Pontificia Justicia y Paz. (1975). La Iglesia y los derechos del hombre. CELAM. (2011). Guía de pastoral de los Derechos Humanos. Dep de Justicia y Solidaridad. Melé, D. (2000). Cristianos en la sociedad. Introducción a la Doctrina Social de la Iglesia. (3ª. Ed.) Madrid: Rialp. Camacho, I. (1991). Doctrina Social de la Iglesia, una aproximación histórica. Madrid:Ed.Paulinas Lorda, J. (1996). Antropología. Del Concilio Vaticano II a Juan Pablo II.(2ª. Ed.) Madrid: Ed. Palabra. Nota: El Compendio está en la página Web del Vaticano: http://www.vatican.va