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ALUMNO: MARIASOL TRUJILLO CENTENO PROFESOR: NARCISA CEDEÑO ENSAYO: YASUNI ITT LENGUAJE 1 10 DE DICIEMBRE DEL 2013 Yasuní ITT El Parque Nacional Yasuní es un parque nacional ecuatoriano que se extiende sobre un área de 9820 kilómetros cuadrados en las provincias de Pastaza, y Orellana entre el río Napo y el río Curaray en plena cuenca amazónica a unos 250 kilómetros al sureste de Quito. El parque, fundamentalmente selvático, fue designado por la Unesco en 1989 como una reserva de la biosfera y es parte del territorio donde se encuentra ubicada la nación huaorani. Dos facciones wao, los tagaeri y taromenane, son grupos en aislamiento voluntario. En cuanto a la Iniciativa Yasuní-ITT, este fue un proyecto oficial del gobierno de Ecuador, desde 2007 hasta 2013, durante el mandato de Rafael Correa, que condiciona el mantenimiento de la Zona Intangible decretada en 1998 por el gobierno de Jamil Mahuad en un sector del Parque Nacional Yasuní ubicado entre los cuadrantes de exploración petrolera Ishpingo, Tiputini y Tambococha. La zona intangible fue decretada en el gobierno de Mahuad con el propósito de no interferir en los territorios de los grupos aborígenes no contactados en la Amazonía de Ecuador y mantener la reserva de la biósfera alejada de la explotación petrolera que se realiza en varias zonas de la selva amazónica ecuatoriana. Durante el gobierno de Correa se propuso condicionar una parte de la zona intangible amazónica con un mecanismo de compensación por el ingreso no percibido al no explotar los recursos petroleros y la contribución de mantener el crudo bajo tierra al mercado de carbono. Esta compensación sería realizada por la comunidad internacional al estado ecuatoriano bajo los criterios de la economía ecológica, la economía ambiental y la economía de recursos naturales. Hoy, por primera vez en la historia de nuestro país, se discute en las calles, los cafés, las filas de los bancos, las casas, la idea loca que tuvo el Ecuador de dejar una reserva de petróleo bajo el suelo. Las discusiones han sido gatilladas por la decisión del gobierno de terminar con la Iniciativa Yasuní-ITT, que tras 6 años no logró levantar los fondos suficientes de la comunidad internacional para dejar indefinidamente bajo el suelo el petróleo del bloque ITT dentro del Parque Nacional Yasuní. Al dar por terminada la Iniciativa, el presidente Correa anunció: “el mundo nos ha fallado”, refiriéndose a que la comunidad internacional no dio el dinero que Ecuador merecía por su sacrificio. Anunció también que sin el petróleo del ITT Ecuador no podría salir de la pobreza ni alcanzar el Buen Vivir, frase con la cual el gobierno ecuatoriano ha renombrado al desarrollo. Desde entonces la consigna gubernamental ha sido “petróleo o muerte”: nos dibuja imágenes de extrema pobreza en un mar de abundantes recursos naturales. De extracción petrolera aséptica, casi como si fuera llevada a cabo en un quirófano. De ecologistas infantiles de panza llena que les gusta la pobreza de los ecuatorianos como parte del folclor. Por último, de oscuros intereses imperialistas (o eco-fundamentalistas de extrema izquierda que buscan desestabilizar al gobierno de la Revolución Ciudadana. Últimamente ha empezado a caer la mentira y se admite que el Yasuní “ya está tocado” pues tiene 5 bloques petroleros operando ilegalmente en su interior. Ilegalmente porque su operación fue aprobada con la Constitución anterior a la de 2008, que prohibía terminantemente extraer petróleo de áreas protegidas. Hoy sabemos que a lo largo de las fases de exploración, perforación, explotación, transporte e industrialización, la actividad petrolera provoca inmensos daños ambientales que llegan a ser irreparables: desestabilización de suelos, deforestación, erosión, pérdida de biodiversidad, ruido, pérdidas de ojos de agua, contaminación de aguas y del aire. Los impactos son, sin duda, devastadores. Debido a eso, el principal argumento que se esgrime en el caso del Yasuní-ITT es el del preservacionismo: ‘No toquen el Yasuní’. Sin embargo, aparte de que el Yasuní está ya intervenido por la actividad petrolera, el argumento preservacionista es, lastimosamente, el más difícil de sostener. Es quizá el argumento que más agudiza la contraposición entre seres humanos y naturalezas, pues apela a una naturaleza-paisaje-que-no-debe-ser-tocada y coloca al ser humano como “el malo de la película” que mancilla recurrentemente a la madre naturaleza. Este argumento es fácilmente acorralado por el argumento del bienestar humano. Dice Correa: “los derechos de la naturaleza no pueden estar por sobre los de los seres humanos”. “Es ella o nosotros”. La discusión del Yasuní quedó atrapada entre la eco-eficiencia y el preservacionismo, las dos caras del ambientalismo capitalista. Hay que salir de ese atolladero: sin bien respetamos la vida de los miles de especies de flora y fauna que existen en esa porción de bosque húmedo tropical, y nos interesa mantener los procesos ecológicos de los ecosistemas, ésa no puede ser la bandera de lucha. La defensa del Yasuní es la defensa de la posibilidad de soñar en ese Ecuador post-petrolero (que no puede ser tampoco país minero), para lanzarnos a seguir soñando en ese mundo sin capitalismo. Por eso, la defensa del Yasuní no debe girar en torno a reclamar un paraíso natural, intocado y hermoso, posición que es fácilmente etiquetada como infantil e irresponsable en un país con tantas necesidades sociales como el nuestro. La defensa del Yasuní debe exigir, desde un sentimiento de profunda solidaridad humana, respetar el espacio de vida de los indígenas en aislamiento voluntario y empezar ya la transición hacia un mundo sin explotación capitalista.