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MARX INTRODUCCIÓN Biografía Karl Marx nació en 1818 en Tréveris, ciudad de la Prusia renana. Inició sus estudios universitarios en Bonn, prosiguiéndolos en Berlín, donde se concentró en el estudio de la Historia y la Filosofía, en una época en la que la influencia del pensamiento hegeliano era predominante. En 1841 se doctoró con una tesis sobre la filosofía de Epicuro. En 1842 comenzó su colaboración con la "Gaceta Renana", revista dedicada a cuestiones de "política, comercio e industria", en la que destacó por su carácter crítico, y de la que posteriormente sería redactor jefe. En esta época Marx entra en contacto directo con los problemas políticos y sociales de Alemania, lo que dará lugar a un giro en su pensamiento y a la adopción de una actitud crítica ante la teoría del Estado de Hegel. A raíz del cierre de la revista, en 1843, censurada por las autoridades, Marx se traslada a París, donde colaborará con Arnold Ruge en los "Anales franco-alemanes", revista en la que publica su "Crítica de la filosofía hegeliana del Derecho". En París, entrará en contacto con el movimiento socialista francés, a través de Proudhon y Louis Blanc, dos de sus líderes destacados, conociendo también al anarquista ruso Bakunin. En esa época iniciará sus estudios de la Economía política inglesa, sumergiéndose en la obra de Adam Smith y Ricardo, lo que supondrá un nuevo giro en su pensamiento. En 1844 entabló de nuevo contacto con F. Engels, a quien había conocido anteriormente, llegado a París procedente de Inglaterra, iniciándose una colaboración duradera entre ambos, que dará su primer fruto en 1845, con la publicación de La sagrada familia. En 1845 Marx es expulsado de Francia, trasladándose a Bruselas. Allí continuará su actividad política e intelectual, plasmada en las conocidas Tesis sobre Feuerbach y en La ideología alemana, escrita ésta en colaboración con Engels, y que no será publicada hasta 1932, pero que contiene ya los elementos fundamentales de la concepción materialista de la historia. En 1847 se asocia a la Liga Comunista. De nuevo en colaboración con Engels, redacta los principios y objetivos de la misma, recogidos en el conocido Manifiesto comunista, que sería publicado en Londres en 1848. Ese mismo año comienza una oleada de revoluciones en Europa. Marx será expulsado de Bélgica, donde se temía el éxito de la revolución, dirigiéndose a Francia, invitado por el gobierno provisional y, después, a Alemania. Tras las derrotas de las insurrecciones a lo largo de toda Europa, se trasladará de nuevo a París, pero será nuevamente expulsado de Francia, por lo que se dirigirá a Londres, donde establecerá su residencia. En Londres desarrollará una intensa actividad intelectual (son conocidas sus largas sesiones de trabajo en la biblioteca del Museo Británico), que le llevará a la realización de su obra cumbre, El capital (en 1867 se publica la primera edición del primer tomo; los dos volúmenes restantes serán publicados póstumamente por Engels, en 1885 y 1894), colaborando también en el "New-York Tribune". En 1859 publica, como fruto de sus trabajos sobre economía, la Contribución a la crítica de la Economía política, donde expone su teoría del valor, que se convertirá en la piedra angular de sus estudios sobre el capital. No obstante, Marx no abandona su actividad política en el movimiento comunista internacional, de la que será una muestra su participación en la creación, en 1864, de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), que sería conocida también como la Iª Internacional. En 1871, tras la revolución que lleva a la Comuna de París, Marx organiza manifestaciones de apoyo y escribe La guerra civil en Francia, en la que interpreta la Comuna como el primer intento de instituir la dictadura del proletariado. Fallece el 14 de marzo de 1883, siendo enterrado en el cementerio londinense de Highgate. 1 La génesis del marxismo La obra de Marx contiene elementos que pertenecen a campos de la reflexión y la actividad considerados tradicionalmente como de orden diferente. Eso ha permitido tratar a Marx como un economista y un historiador (vertiente científica), como un filósofo (vertiente filosófica) o como un revolucionario (vertiente político-revolucionaria), estableciendo una separación arbitraria en el conjunto de su pensamiento. Pese a ello, ha predominado entre sus estudiosos el afán por comprender su obra en conjunto, dado que el mismo Marx no estableció tales distinciones, y que utilizó elementos procedentes de un campo para aplicarlos a otro. Filosofía y revolución han de ir de la mano; tal es la enseñanza fundamental de Marx: "Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; lo que importa ahora es transformarlo" (Tesis sobre Feuerbach, 11). La comprensión teórica del mundo capitalista solo tiene valor en la medida en que pueda hacer visible y viable su transformación práctica. La triple influencia del pensamiento de Marx Se ha convertido ya en un tópico tradicional presentar la obra de Marx como el resultado de una triple influencia: a) la de la filosofía hegeliana (vertiente filosófica); b) la del socialismo utópico francés (vertiente político-revolucionaria) y c) la de la Economía política inglesa (vertiente científica). A partir de la síntesis de estos elementos, Marx construye su pensamiento: un pensamiento original, creativo, que ejercerá una influencia indudable en la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX, y que sigue vivo en el presente. a)1 Crítica de la filosofía hegeliana De la filosofía hegeliana (asimilada en sus años de estudiante en Berlín) o, más bien, de su crítica del idealismo hegeliano (y el de sus epígonos), resultarán algunos conceptos fundamentales en su pensamiento. Veámoslo. Dialéctica y materialismo. La vuelta del revés de Hegel. La realidad como proceso histórico: Marx conservará de la filosofía hegeliana la idea de que la realidad es dialéctica (Marx y Engels consideraron la dialéctica como la dimensión positiva, revolucionaria, de la filosofía de Hegel) es decir, que no es algo acabado, per-fecto, dado de una vez por todas, sino algo en proceso, in fieri, una corriente en marcha que, a través de la superación de tensiones y antagonismos (tesis-antítesis), conduce a fases superiores de desarrollo (síntesis) en una línea de progreso. La realidad es, pues, historia, pues lo real no se realiza sino a través del proceso histórico, que tiende a un fin propio. Sin embargo, Marx y Engels invertirán la dialéctica hegeliana ("vuelta del revés"). Así, Marx rechazará el idealismo de Hegel, que concibe lo real como el proceso (dialéctico) de despliegue y realización del Espíritu Absoluto, considerando que no es el pensar el que determina y regula el ser de la realidad, sino que es el ser el que determina el pensar. En esto consiste el materialismo. El Hombre no es espíritu: Para el idealismo, el ser humano es fundamentalmente espíritu o autoconciencia. En cambio, para Marx, el Hombre no tiene una esencia o "naturaleza" fija, dada de una vez por todas; por el contrario, su "naturaleza" viene definida por las condiciones históricas en las que se desarrolla la producción material, socialmente organizada, de sus medios de vida, en y con la Naturaleza. No "todo lo racional es real” ni “todo lo real es racional": El panlogismo hegeliano parecía justificar el Estado prusiano de la época como el necesario y único orden racional posible de la realidad social (elemento conservador – reaccionario del pensamiento de Hegel). Ahora bien, esa realidad social, en plena expansión del capitalismo, es considerada por Marx como deshumanizadora, alienante y contraria a la razón. La verdadera filosofía no puede sino ser revolucionaria: Para Hegel, la filosofía es una reflexión puramente especulativa, que se limita a reproducir, en el orden del discurso, la realidad, una vez que ésta ha cumplido su proceso de formación. Entendida así, la filosofía es, para Marx, una forma de ideología que configura (desfigurándolo) el orden social. El 2 marxismo propone la superación de la filosofía, a través de su realización prácticorevolucionaria. "Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; lo que importa ahora es transformarlo" (Tesis sobre Feuerbach, 11). a)2 Ni derecha hegeliana, ni izquierda hegeliana La filosofía hegeliana se había bifurcado en dos corrientes, la derecha y la izquierda hegeliana. Marx criticará a la derecha hegeliana, que primaba la interpretación cristiana de Hegel, su papel justificador de una sociedad plagada de desigualdades, al desarrollar una filosofía que propone la aceptación de la historia y de su "resultado final", el Estado prusiano de la época. Respecto a la izquierda hegeliana, pese a las simpatías iniciales por ella y a la amistad que mantuvo con algunos de sus representantes (Arnold Ruge, Bruno Bauer, Feuerbach), Marx criticará (en La sagrada familia y La ideología alemana) su incapacidad para ir más allá de la crítica académica de la religión y la petición de algún derecho político. De Feuerbach, no obstante, le atraerá inicialmente su defensa del materialismo, pero le decepcionará que se trate de un materialismo mecanicista (olvidando, pues, la dialéctica), y que sus reflexiones se queden en un plano puramente teórico. Lo que Marx consideraba positivo en la filosofía hegeliana, la concepción dialéctica de la realidad, Feuerbach lo elimina de su discurso; y lo que Marx consideraba negativo, la consideración puramente teórica, abstracta, de la realidad, como algo que ocurre en y para la conciencia, Feuerbach lo conserva en su discurso. Particular consideración le merece, no obstante, el estudio que Feuerbach hace de la alienación. El resultado de la crítica a la izquierda hegeliana se plasma en las breves Tesis sobre Feuerbach, expresión de su ruptura definitiva con el idealismo hegeliano y el de sus epígonos. b) Crítica del socialismo utópico francés Marx entrará en contacto con esta corriente de pensamiento durante su primer exilio en París, donde conoce a hombres como Saint-Simon, Fourier, Proudhom o Louis Blanc, y también al anarquista ruso Bakunin. Entre las ideas socialistas de la época, destacan algunas como la importancia del progreso de la ciencia y la industria, y el deseo de llevar a cabo un estudio científico de la realidad social, así como el cooperativismo y la lucha contra las desigualdades sociales. Pero, junto a éstas, se encontraban formulaciones visionarias y moralizantes que provocarán el rechazo de Marx y la crítica de este socialismo "utópico" y alejado de un socialismo realista y "científico". No obstante, el rechazo de las desigualdades sociales, la necesidad de una revolución social y la idea de la lucha de clases, entre otras, pasarán a formar parte, reformuladas desde el socialismo científico, de su pensamiento. c) Crítica de la Economía política inglesa Marx acusará a la Economía política inglesa (Adam Smith y David Ricardo), en la que también se inicia durante su primer exilio en París, de ser un mero instrumento ideológico legitimador del capitalismo, al presentarlo como si fuese algo natural, justo e inevitable. Sin embargo, de ella tomará las herramientas técnicas del análisis económico (sobre todo, la idea de valortrabajo). Es, pues, en la crítica de la Economía política donde Marx encuentra los elementos para dotar de una “base científica” a las pretensiones revolucionarias del proletariado. 3 ANTROPOLOGÍA El ser humano El trabajo, la actividad transformadora por la que el hombre produce sus medios de vida, constituye la esencia del ser humano. Hegel se limitaba a considerar la actividad del ser humano como pensamiento. Marx, en cambio, la contempla como trabajo. Es la producción, pues, y no la religión (Feuerbach) o la autoconciencia (Hegel), lo que distingue al ser humano de los animales. "El hombre se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida". Mediante la actividad productiva, el hombre se constituye en una doble relación: a) Con la naturaleza: El ser humano es esencialmente un ser genérico, universal, que niega la naturaleza mediante el trabajo para afirmarse a sí mismo. El hombre tiene necesidades, al igual que los animales, pero mientras que estos satisfacen sus necesidades inmediatamente, el hombre lo hace mediatamente, a través del trabajo. El hombre debe producir los instrumentos para transformar la naturaleza. El trabajo es una mediación dialéctica, universal y negativa. El hombre, a través del trabajo, niega dialécticamente la naturaleza, puesto que la transforma en producto humano. De este modo, también el hombre se niega a sí mismo como ser natural, es decir, se distancia de la naturaleza y se produce como hombre. b) Con los otros hombres: El ser humano es un ser social. Para Marx, el hombre no es solo individuo, es animal social. De ahí también que Marx se opusiera al anarquismo, que es individualista. El individuo humano es una abstracción, porque el ser humano real o concreto existe en sociedad, que se configura en la colaboración laboral entre los sujetos. En este sentido, Marx afirma que "La esencia humana (…) es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales". Mediante la actividad productiva, el hombre realiza y desarrolla su ser a lo largo de un proceso histórico. El ser humano es un ser histórico. En este punto, Marx es deudor de Hegel, quien no consideraba al Espíritu Absoluto como sustancia fija o determinada de antemano, sino como sujeto que se realiza a sí mismo en la historia. Según Marx, la esencia humana no es una naturaleza fija. Al contrario, el ser humano se realiza a sí mismo dialécticamente, es decir, a través de la historia, en la que se suceden diversos modos de producción conforme a las leyes descubiertas por el materialismo histórico. De acuerdo con su propia legalidad interna, el proceso histórico conduce a la conquista progresiva de cotas superiores de libertad, emancipación y realización humanas. Hegel situaba el tiempo de culminación del proceso histórico en el Estado prusiano de su época. Marx, en cambio, reserva el final de la historia al futuro, a la sociedad sin clases, a la sociedad comunista. La alienación Es en los Manuscritos económico-filosóficos y en La ideología alemana (escrita ésta en colaboración con Engels), donde se encuentran los principales análisis de la naturaleza de la alienación del ser humano. El "extrañamiento" del sujeto en el proceso de su objetivación había sido ya estudiado por Hegel, pero será a raíz de la crítica de la noción de alienación mantenida por Feuerbach como irá perfilando Marx su propia interpretación. La alienación en Feuerbach Feuerbach plantea el problema de la alienación en su obra La esencia del cristianismo, en el contexto de la explicación del origen y naturaleza de la religión. El ser humano no es el producto de los dioses, sino los dioses el producto del ser humano: la religión es una invención del hombre. Una vez creado el mundo trascendente de la religión, se produce una extraña inversión, por la que se intercambian los papeles del creador y de la criatura, dando lugar a la alienación religiosa. En efecto, una vez creado Dios (o los dioses), los seres humanos no lo ven ya como su propia imagen, sino que lo conciben como algo superior, hasta el punto de invertir 4 completamente la relación de semejanza, creyéndose ellos imagen de Dios, y terminando por someterse a él. Es en ese sometimiento en donde se consuma la alienación, la enajenación del ser humano, que supone la pérdida de sí mismo, la renuncia a su propia naturaleza en favor de la de un ser ajeno. De este modo, el ser humano se convierte en algo extraño para sí mismo ("extrañamiento"). El producto de su objetivación se le impone como la verdadera y única realidad, a la que debe someterse, viéndose obligado a vivir "para otro". La alienación en Marx a) Alienación económica y social Marx extenderá la noción de alienación a todas las esferas de la actividad humana, empezando por la acción productiva, que constituye la esencia del hombre. En el trabajo, la acción productiva del sujeto lleva a cabo una transformación en el objeto, que es modificado por ella; el objeto se convierte, así, en resultado o producto de la acción transformadora del sujeto: en su obra y propiedad. Al mismo tiempo, dado que el ser humano consiste en su acción productiva, y dado que la acción productiva se manifiesta y se plasma (se objetiva) en el producto, la posesión del producto supone la realización del sujeto mismo. Por eso, en su objetivación a través del trabajo, el ser humano se realiza como tal. Para Hegel, alienación equivalía a objetivación: el sujeto (Espíritu Absoluto) se convertía en objeto (Naturaleza), pasaba a su contrario y, de este modo, se extrañaba o se alienaba. En Marx, por el contrario, no cabe identificar los conceptos de objetivación y alienación, porque la objetivación es necesaria y beneficiosa, mientras que la alienación es perjudicial. La objetivación es necesaria para la realización del ser humano a través del trabajo. La alienación es, en cambio, un desajuste en el proceso de la autorrealización humana. La alienación proviene, según Marx, de un desajuste del proceso productivo. Esta se origina con la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción y alcanza su cima en la sociedad burguesa, cuyo sistema económico es el capitalismo. La alienación consiste en la explotación económica del trabajador, pero también tiene una dimensión social: la condición económica de la alienación coincide con la división de la sociedad en clases. Las clases sociales representan una ruptura del hombre, esto es, su desgarramiento interior en el proceso productivo alienante. La causa de la alienación son determinadas condiciones económicas de la sociedad que se concentran en la propiedad privada de los medios de producción. El trabajo crea las relaciones sociales de producción. Por tanto, la sociedad tiene su origen en la actividad económica; y si en esta se introduce la propiedad privada de los medios de producción, la sociedad queda dividida en dos clases antagónicas: la clase explotadora y la explotada. Esto es, de hecho, lo que ha ocurrido a lo largo de la historia, desde la división del trabajo. Aunque la alienación es, según Marx, una constante de la historia humana, alcanza su cota más alta con el recrudecimiento del capitalismo burgués, tras la Revolución Industrial de principios del siglo XIX. Analicemos la alienación con arreglo a los presupuestos de la antropología marxista: Alienación en cuanto al producto del trabajo. En el sistema económico burgués, el capitalista es dueño de los medios de producción (las fábricas y las máquinas) y compra la fuerza de trabajo del obrero. El precio que el capitalista paga por la fuerza de trabajo se llama salario. De esta manera, el producto del trabajo deja de pertenecer al proletario. La plusvalía es el beneficio de la venta del producto en el mercado. Con la venta de la fuerza de trabajo, el proletario renuncia a la plusvalía, que pasa a pertenecer exclusivamente al capitalista. En definitiva: en la sociedad industrial capitalista, el resultado de la acción productiva del trabajador (el producto del trabajo) no le pertenece a éste, no es considerado y usado como suyo, sino que deviene propiedad de otro, el capitalista, y al trabajador le resulta ajeno (enajenación) y extraño (extrañamiento). Es en esta situación cuando puede hablarse de "alienación": "El objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un extraño, como 5 un poder independiente del productor... El trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como con un objeto extraño… Cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos alcanza a poseer y tanto más sujeto queda a la dominación de su producto, es decir, del capital" (Manuscritos económico-filosóficos). Alienación en cuanto a la actividad y la persona del trabajador. En estas circunstancias, lo alienado o extraño no es solo el producto, sino también, y más radicalmente, la actividad productiva, así como el productor mismo. En efecto, la actividad del trabajador no es para él, sino para otro; no le pertenece a él, sino al capitalista, que ha pagado su salario e impone las condiciones de su desempeño (trabajo en cadena, tareas repetitivas, jornadas agotadoras, etc.). De esta manera, es el capitalista quien, con la apropiación del producto, se apropia de la actividad del trabajador, resultándole a éste ajena y extraña. Además, la desposesión del producto y de la actividad productiva misma supone la pérdida, la negación, del propio trabajador, su des-realización: "La realización del trabajo… aparece como des-realización del trabajador… El trabajador pone su vida en el objeto, pero a partir de entonces, ya no le pertenece a él, sino al objeto" (Manuscritos económico-filosóficos). El siguiente texto resume las ideas fundamentales expuestas hasta el momento: "¿En qué consiste entonces la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo, fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo" (Manuscritos económicofilosóficos). Alienación en la relación del hombre con la naturaleza. El ser humano se define como el productor universal de sí mismo. El hombre realiza su propio ser en la transformación de la naturaleza. Pero en el capitalismo, la naturaleza, en lugar de convertirse en el “cuerpo inorgánico del ser humano”, aparece como algo ajeno al trabajador, como propiedad de otro. El mundo se vuelve hostil para el desposeído. Las masas de obreros que han emigrado a la ciudad para trabajar en las fábricas pierden también el hábitat natural que les acogía. En este sentido, la situación del obrero industrial es aún peor que la del siervo del feudalismo, porque este tenía al menos una cierta acogida en la tierra de labranza. Marx piensa que la alienación ha ido en aumento a lo largo de la historia hasta llegar al culmen en la sociedad capitalista. Alienación con respecto a los otros hombres. El ser humano, a diferencia de los animales, es capaz de trabajar no solo para sí mismo y sus propias necesidades, sino también para los demás y para la transformación del mundo a favor de la “especie” humana. Pero en el trabajo alienado se corta toda relación con la naturaleza y con la humanidad: cada uno trabaja para sí mismo, y el “otro” aparece, todo lo más, “como el ser extraño al que pertenecen el trabajo y el producto del trabajo”. La humanidad, bajo la explotación del trabajo asalariado, aparece, pues, escindida, separada en dos partes (capitalista / proletario) que no reconocen su común humanidad, pues se ven mutuamente como instrumentos para satisfacer sus intereses egoístas. Esta división de clases expresa la alienación, porque ninguna de las clases sociales -tampoco la 6 burguesa- realizan la esencia entera del hombre. La clase proletaria es la de aquellos que trabajan y no se benefician, pero la burguesa es la de aquellos otros que tampoco se realizan puesto que no producen. La división en clases se traduce en la oposición entre el individuo y la especie humana, porque ninguna de las dos clases enfrentadas la burguesa y la proletaria- representa al hombre completo. Los individuos no pueden reconciliarse con su especie porque pertenecen solo a una de las clases sociales, y ninguna de ellas contiene al género humano en su totalidad. Marx concluye que la conciliación del ser humano consigo mismo ha de venir de la revolución que suprima la propiedad privada de los medios de producción y la división en clases sociales. Solo el comunismo permitirá la eliminación de todas las alienaciones y la humanización del ser humano. b) Otras formas de alienación. La alienación ideológica La alienación no solo se da en el terreno de la actividad productiva, del trabajo. En estrecha relación con la alienación económica está, como hemos visto, la alienación social (a través de la división de la sociedad en clases). De ambas deriva la alienación política, con la división entre la sociedad civil y el Estado. El Estado es el instrumento a través del cual la clase dominante ejerce su poder sobre la clase sometida. Lejos de convertirse en el garante de la realización humana y la libertad de los individuos, como pensaba Hegel, se convierte en agente de represión y sometimiento, en función de las exigencias de las relaciones de producción, de las que deriva y a las que sirve. En la sociedad comunista, con la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y la supresión de las clases sociales, el Estado dejaría de existir como tal. De la alienación económica y social derivan también las distintas formas de alienación ideológica. La ideología es el conjunto de representaciones (ideas, imágenes, símbolos, mitos) y valores de la sociedad en un momento dado. A ella pertenecen la moral, el arte, la religión, la filosofía y las demás manifestaciones espirituales de la vida social. Según Marx, las ideas, las expresiones del espíritu humano, no son la causa del proceso económico y de la organización social, como suponía Hegel. Al contrario: las formas ideológicas son reflejo de las condiciones materiales de la existencia humana. Estas son reflejos de la realidad que la conciencia social proyecta, pero la alienación económica distorsiona inevitablemente la conciencia que la sociedad tiene de sí misma. Así, no solo es falsa esta conciencia, al ocultar, en vez de revelar, la verdadera realidad económica y social, sino que constituye un instrumento de opresión en manos de la clase dominante, presentando una justificación interesada de esa realidad cuyo fin es que los explotados consideren naturales y, por tanto, justificables e inevitables, sus condiciones de vida. La ideología se constituye, pues, en la culminación del proceso de alienación. Algunas de las formas de la conciencia ideológica son las siguientes: La religión. Es una forma de la conciencia social muy criticada por Feuerbach. Marx denomina “opio del pueblo” a la religión porque adormece la conciencia de explotación del proletario, con la promesa de una vida mejor. De ahí que la religión se alíe con los intereses de la clase opresora. La filosofía. En su versión tradicional, es la interpretación idealista de lo real, que exime del compromiso revolucionario. La moral burguesa. Es una justificación para tranquilizar la conciencia de los capitalistas. El derecho o la teoría del Estado. Son ideologías tendentes a conservar la situación de la clase dominante. Marx concluye que la conciliación del ser humano consigo mismo ha de venir de la revolución que suprima la propiedad privada de los medios de producción y la división en clases sociales. 7 Solo el comunismo permitirá la eliminación de todas las alienaciones y la humanización del ser humano. El humanismo marxista ¿Es el marxismo un humanismo? Se trata de una cuestión disputada. Autores como Louis Althusser lo han negado de forma rotunda (“El marxismo es un antihumanismo”). Otros, en cambio, creen que sí lo es, y argumentan del siguiente modo: 1) el marxismo promueve una crítica y una lucha contra la alienación del ser humano, que tiene como fin acabar con su explotación, con su conversión en cosa, en algo inhumano, y lograr su liberación. En este sentido, el marxismo mantiene el ideal ilustrado de la emancipación y realización plenas del ser humano; 2) el marxismo niega la existencia de un ser (Dios) distinto y superior a la Naturaleza y al Hombre, y establece la prioridad y la autonomía del Hombre que, como ser natural y humano, realiza y consuma sus potencialidades a lo largo de la historia, “haciendo suya” la Naturaleza; y 3) el marxismo puede afirma que el Hombre, y solo el Hombre, es el principio de la sociedad y el sujeto de la historia. 8 ONTOLOGÍA La dialéctica Marx tiene una concepción dialéctica de la realidad. Marx presenta su dialéctica como una inversión de la dialéctica hegeliana. La suya, es una dialéctica de la materia, y no del Espíritu; y es una dialéctica de la transformación de la realidad, no de su justificación o “transfiguración”. Se apoya, sobre todo, en la categoría de contradicción, y es una dialéctica abierta e inacabada, porque la historia y el mundo real están también inacabados. No hay, pues, “sistema” concluido. Y la dialéctica no pretende servir para justificar la realidad, sino para transformarla o comprender sus permanentes transformaciones. Marx aplicó la dialéctica a la historia y a la economía. Esta doctrina se conoce con el nombre de “materialismo histórico”. Engels, en cambio, la aplicó a la naturaleza, creando el “materialismo dialéctico” (expresión que es de Engels, y no de Marx). El materialismo Frente al idealismo hegeliano, Marx propone una ontología materialista, pero ¿en qué sentido es el pensamiento de Marx un “materialismo”? Aquí, como en otros muchos casos, las palabras pueden conducir a muchas confusiones. El materialismo tiene en Marx y Engels un sentido polémico: es una inversión del idealismo de Hegel y los hegelianos, y solo puede entenderse adecuadamente si se lo considera como tal. Engels escribió que “el problema cardinal de toda la filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser, el problema de saber qué es lo primero, si el espíritu o la naturaleza” (Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana). El idealismo otorga la prioridad al pensamiento y al espíritu; el materialismo, al ser (o realidad) y a la naturaleza. Por eso el materialismo de Marx y Engels podría ser llamado también “realismo” o “naturalismo”. Obsérvese que de lo que se trata es de dar la prioridad a una cosa sobre otra, no necesariamente de negar una cosa y afirmar con exclusividad la otra. Es decir, en este planteamiento, ser “materialista” no implica necesariamente el afirmar que solo existe la materia. Ahora bien, resulta que hay dos clases de idealismo y, por tanto, también de materialismo: 1. Desde el punto de vista cosmológico u ontológico, el idealismo afirma la prioridad del espíritu sobre el mundo material: éste es creación y manifestación del Espíritu absoluto (infinito); en cambio, el materialismo afirma lo contrario: lo que llamamos espíritu no es sino un producto de la realidad material (la naturaleza). Estas doctrinas son, pues, metafísicas. 2. Desde el punto de vista histórico, el idealismo afirma que la historia consiste en la realización gradual de ciertas ideas, y que la historia camina hacia una meta ideal fijada de antemano. En cambio, el materialismo afirma que si bien son los seres humanos los que hacen la historia, sus ideas y móviles conscientes se encuentran determinados por la realidad “material” (económica) en que viven. Estas doctrinas pertenecen a la filosofía de la historia o a la sociología. Engels es el creador de una concepción materialista cosmológica llamada materialismo dialéctico. En cambio, a Marx se debe el materialismo histórico, el cual es una teoría exclusivamente sociológica. Como tal, no se interesa en absoluto por problemas metafísicos, ni afirma -ni niega- que “todo es materia”. El materialismo dialéctico El materialismo dialéctico fue desarrollado por Engels en Anti-During (1878), en su obra póstuma e inacabada Dialéctica de la naturaleza (1925) y en otros escritos. Se basa en la fusión de dos doctrinas totalmente contrapuestas: 1) el materialismo “clásico” del siglo XVIII (Holbach, La Mettrie, etc.) y primera mitad del siglo XIX (Büchner, Vogt, Moleschott, etc.); y 2) la dialéctica de Hegel. Pero al fusionar ambas doctrinas, Engels las transforma: 9 1. El materialismo. Engels tiene que hacer una grave objeción contra el materialismo “clásico”: el ser mecanicista -como lo era toda la ciencia entonces-; es decir, el concebir la realidad como un conjunto de objetos terminados y sometidos únicamente a movimientos mecánicos (cambios de lugar). Frente al mecanicismo, Engels defiende una concepción del mundo “como un proceso, como una materia sujeta a desarrollo histórico” (Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana). Para ello se basa en descubrimientos científicos que los mecanicistas aún no conocían: las teorías de la célula y de la transformación de la energía, que la Tierra tiene una “historia” -como demuestra la geología- y que los seres vivos actuales son el resultado de una larga evolución (Darwin). Como consecuencia de esta visión procesual e histórica de la naturaleza, Engels se aleja también del materialismo “clásico” en su concepción de la relación entre la materia y la mente: la mente no se identifica con la materia (materialismo “reduccionista”), sino que es algo “nuevo” que, sin embargo, surge de la materia y sigue dependiendo de ella (materialismo “emergentista”). 2. La dialéctica. Engels convierte la dialéctica hegeliana del Espíritu en una dialéctica de la naturaleza. De ahí que su materialismo sea “dialéctico”, lo cual le permite explicar el carácter procesual e histórico de la realidad. Las tres leyes fundamentales del materialismo dialéctico son: 1) Ley de la transformación de la cantidad en cualidad: Cambios cuantitativos graduales dan lugar a cambios cualitativos (“salto cualitativo”) que transforman la realidad. Ejemplo: la evolución de las especies. 2) Ley de la unidad de los contrarios: La unidad de la realidad consiste en una compenetración de opuestos en acción recíproca. 3) Ley de la negación de la negación: En el encuentro entre contrarios, un contrario anula a otro, el cual a su vez anula al primero. Ejemplo: la semilla se niega transformándose en planta, la cual a su vez produce la semilla como “negación de la negación”. Aunque el materialismo dialéctico de Engels se convirtió más tarde en la filosofía “oficial” del marxismo soviético, no está claro hasta qué punto pudo aceptarla Marx. De hecho, las críticas de Marx al materialismo “clásico” (en el que incluye a Feuerbach) se refieren a cuestiones muy distintas. Le achaca el ser excesivamente teórico: Feuerbach, en efecto, “considera la realidad únicamente como objeto de contemplación”. Como consecuencia de ello convierte al ser humano en un ser pasivo-contemplativo, ignorando su dimensión activa y transformadora de la realidad, y “no comprende la importancia de la actuación ‘revolucionaria’, práctico-crítica” (Tesis sobre Feuerbach, 1). Además, según Marx, no es posible separar la naturaleza del ser humano: la naturaleza “real” es la naturaleza transformada por el ser humano y, por tanto, introducida en el devenir histórico de la humanidad. Esto es lo que no supo tampoco ver Feuerbach: que el mundo que nos rodea no está así dado desde toda la eternidad -para que lo contemplemos pasivamente-, sino que es un “producto histórico, resultado de toda una serie de generaciones que lo han transformado” (La ideología alemana). Marx profesa, así, un humanismo que se encuentra ausente en Engels. Para Marx lo real es el mundo humanizado por el trabajo humano; en cambio, Engels construye el materialismo dialéctico a partir de la consideración de la naturaleza como algo independiente del ser humano. El materialismo histórico El materialismo de Marx encuentra su expresión en el llamado “materialismo histórico”. Su primera formulación aparece ya en La ideología alemana (1845), pero la formulación definitiva se encuentra en la Contribución a la crítica de la economía política (1859). El materialismo histórico fue definido por Engels como: “La concepción de la historia universal que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de los acontecimientos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del modo de producción y de 10 cambio, en la consiguiente división de la sociedad en distintas clases, y en las luchas de estas clases entre sí” (Del socialismo utópico al socialismo científico). Engels considera a Marx como el creador de este materialismo, siendo su mayor descubrimiento científico (junto con la teoría de la plusvalía): “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana” (discurso pronunciado por Engels en el cementerio de Highgate en Londres, el 17 de marzo de 1883, durante el funeral de Marx). Se trata, en realidad, de una teoría sociológica, más que filosófica, y Marx y Engels insisten en su carácter científico y en su base empírica. La historia de las sociedades humanas, al ser concebida como el resultado de la actividad productiva de los seres humanos, encuentra en tal actividad un elemento objetivo, material, mensurable, del que se pueden extraer leyes tan objetivas como las que puede aspirar a formular cualquier otra ciencia. Hasta entonces se había creído que la forma en que se organizaba la producción dependía exclusivamente de la voluntad de los seres humanos, al igual que las formas de organización social y política y, por supuesto, las formas de la conciencia social. Marx afirma lo contrario: las relaciones de producción son independientes de la voluntad de los seres humanos, y el modo en que los seres humanos producen la vida material "condiciona el proceso social, político y espiritual de la vida". Marx resume la concepción materialista de la historia en un breve párrafo de la Contribución a la crítica de la economía política: "En la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias e independientes de su voluntad, en relaciones de producción que corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones constituye la estructura económica de la sociedad, o sea, la base real sobre la cual se alza una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden formas determinadas de la conciencia social. En general, el modo de producción de la vida material condiciona el proceso social, político y espiritual de la vida. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, su ser social es el que determina su conciencia. En un determinado estadio de su desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, por usar la equivalente expresión jurídica, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo que eran de las fuerzas productivas, esas relaciones se convierten en trabas de las mismas. Empieza entonces una época de revolución social." El análisis de la historia llevado a cabo por Marx da como resultado la distinción en toda sociedad de dos capas constituyentes. Marx designa estructura económica de la sociedad, modo de producción o infraestructura a una de las capas; y superestructura, a la otra. 1. La estructura económica de la sociedad o modo de producción es el sistema de la organización productiva. Según el materialismo histórico, este es el estrato fundamental a partir del cual se explica verdaderamente cada sociedad y cada época, así como la evolución histórica. La estructura económica está compuesta por: Las fuerzas de producción. Son el origen o la fuente de la actividad económica, constituyen el elemento dinámico de la economía. Son, fundamentalmente, la actividad del trabajador, su capacidad de trabajo o fuerza de trabajo, y los medios de producción (instalaciones, máquinas, herramientas, etc.) necesarios para realizar el trabajo y obtener los productos deseados. En el sistema capitalista, la principal fuerza de producción es la propia clase proletaria, la cual aporta el trabajo que, en definitiva, es el que produce la riqueza. Las relaciones sociales de producción. Son las relaciones que se establecen entre los seres humanos de acuerdo con su situación respecto a las fuerzas de producción. Estas relaciones no son libres, sino que están determinadas por la 11 actividad económica. Jurídicamente, se expresan por las relaciones de propiedad. Las relaciones sociales de producción son el elemento social estático, determinan la situación de cada clase social y, por lo tanto, de cada individuo, dentro del proceso económico. Las relaciones de producción constituyen la forma vigente de la sociedad civil, tendente a conservar el dominio de la clase explotadora. En el sistema capitalista, la burguesía posee los medios de producción, y el trabajador solo posee la fuerza de trabajo, que se ve obligado a vender para sobrevivir. 2. La superestructura presenta dos niveles: La superestructura jurídico-política. Formada por el conjunto de normas, leyes, instituciones y formas de poder político que, condicionadas por la estructura económica, ordenan y controlan el funcionamiento de la actividad productiva de los ciudadanos. Las formas del Estado son los instrumentos a través de los cuales las clases dominantes ejercen su poder sobre las clases sometidas. Lejos de convertirse en los garantes de la realización humana y la libertad de los individuos, como pensaba Hegel, se convierten en agentes de represión y sometimiento, en función de las exigencias de las relaciones de producción, de las que derivan y a las que sirven. La superestructura ideológica. Constituida por las formas de conciencia ideológica (o ideología), que no son sino el conjunto de representaciones (ideas, imágenes, símbolos, mitos) y valores de la sociedad en un momento dado. A esta capa pertenecen la moral, el arte, la religión, la filosofía y las demás manifestaciones espirituales de la vida social. La ideología realiza una doble función: a) mistificación de la realidad (no revela sino que oculta la verdadera realidad económica y social); b) justificación interesada de esa realidad cuyo fin es que los explotados consideren naturales y, por tanto, justificables e inevitables, sus condiciones de vida. La ideología dominante en cada momento corresponde, en efecto, a la ideología de la clase dominante. 3. La relación entre la estructura y superestructura ideológica se ha prestado a numerosos malentendidos. Marx dice que la estructura económica determina o condiciona qué superestructura existe en cada momento. Por tanto, se trata solo de “determinación” o “condicionamiento”, no de producción causal. Por otro lado, existe una acción recíproca, es decir, dialéctica, entre estructura y superestructura, aunque la estructura ejerce una determinación más fuerte. Engels lo explicó en una carta a J. Bloch (21-9-1890): “Según la concepción materialista de la historia, el factor determinante en ella es, ‘en última instancia’, la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado jamás otra cosa. Si a pesar de ello alguien fuerza tal proposición para hacer decir que el factor económico es el único determinante, éste transforma lo dicho por nosotros en una palabra vacía, abstracta, absurda”. Por tanto, tanto Marx como Engels concibieron la posibilidad de una acción de la superestructura sobre la estructura. De no ser así, no se comprendería el papel de la lucha social y del combate político e ideológico entablado por ambos contra el modo de producción capitalista, ni sus reiteradas llamadas a la conciencia de clase, la organización política y la revolución social del proletariado: tal revolución sería inevitable, según la dialéctica de la historia, hubiera o no movimiento obrero, por lo que la lucha social e ideológica sería innecesaria e inútil. 4. La lucha de clases es el motor de la historia. “Toda la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”, afirma Marx. El conflicto social estalla merced al desarrollo normal de las fuerzas productivas (desarrollo tecnológico, transformación de las formas de trabajo, división de éste, etc.), las cuales ya no encuentran un marco adecuado -sino únicamente trabas- en las relaciones de producción. De este modo se entra en una fase de revolución social que transforma también la superestructura 12 ideológica. Cada etapa histórica lleva en sí misma los gérmenes de su destrucción, dando origen a otra etapa que se le opone y de cuya oposición habrá de originarse otra nueva como síntesis de las anteriores. En el proceso histórico, los cambios cualitativos son fases superiores de desarrollo histórico surgidas de los procesos de oposición entre clases y, consecuentemente, entre formas de producción. La historia progresa, según Marx, en la sucesión de diversas formas organizativas de la actividad económica. Estos sucesivos modos de producción tienen en común el estructurarse según clases sociales antagónicas. Este proceso dialéctico se encamina hacia un estadio definitivo en que el enfrentamiento será superado en una sociedad sin clases, sin propietarios de los medios de producción, en la que cada uno producirá según sus posibilidades y cualidades y consumirá según sus necesidades: la sociedad comunista. Hasta ese momento, la humanidad se mantiene en lo que Marx denomina la prehistoria de la sociedad humana. En el futuro, superado ese momento negativo y contradictorio que acompaña al proceso histórico recorrido hasta ahora, comenzará la verdadera historia humana, el momento en el que el ser humano, capaz ya de adueñarse de su propio destino, realizará todas sus potencialidades. (Completar con el apartado 5.3. del libro de texto -páginas 278 y 279). 5. En conclusión, la historia no es conducida, según Marx, por la “astucia de la razón”, como pensaba Hegel: es conducida (no únicamente, pero sí principalmente) por el desarrollo de las fuerzas de producción, la principal de las cuales es el trabajo humano. En definitiva, el ser humano es el actor principal de la historia. Pero esa historia solo puede avanzar al precio de contradicciones y luchas. Y en esa lucha las formas de conciencia (la conciencia de clase) tienen un papel importante. 13 POLÍTICA – LA ACCIÓN REVOLUCIONARIA Filosofía y revolución Engels, en el discurso pronunciado ante la tumba de Marx, dijo: “Fue un hombre de ciencia. Pero con esto no llegamos a tener ni siquiera la mitad del hombre. Porque Marx fue, ante todo, un revolucionario”. Hombre “de ciencia” y también, en cierto sentido, filósofo, su pensamiento tenía una finalidad práctica: la transformación de la sociedad. En esto se asemeja a Platón quien también concibió un estado “comunista”- aunque su pensamiento sea la antítesis del platonismo. Y en esto se opone al idealismo hegeliano: “Los filósofos -escribe- no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (Tesis sobre Feuerbach, 11). Así pues, si existe algún “proyecto filosófico” en Marx, éste es el de la conversión de la filosofía en fuerza revolucionaria, poniéndola al servicio de la transformación política del mundo. La alienación del hombre en el capitalismo. Necesidad de la sociedad comunista Según Marx, la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción dan lugar a la alienación económica y social. A partir de éstas, de carácter estructural, se originan todas las demás formas de alienación, que serían superestructurales o ideológicas. Aunque la condición alienada del hombre ha existido desde las primeras sociedades clasistas, Marx piensa que ha ido aumentando a lo largo de la historia, hasta llegar al culmen en el modo de producción capitalista. La sociedad capitalista, tanto en su dimensión económica como ideológica, lejos de propiciar la realización del hombre, la imposibilita. Por eso Marx promueve una crítica y una lucha contra la alienación del ser humano en el capitalismo, que tiene como fin acabar con su explotación, con su conversión en cosa, con su deshumanización, y lograr su liberación. En este sentido, el marxismo mantiene el ideal ilustrado de la emancipación y realización plenas del ser humano. Según Marx, la situación alienada del ser humano será definitivamente superada con el advenimiento de la sociedad comunista, que restaurará al hombre en su genuina humanidad. Este ideal constituye la finalidad inmanente de la historia. Según el materialismo histórico, la historia no obedece a un plan racional, como pensaba Hegel, sino que es el resultado del desarrollo de las fuerzas de producción -la principal de las cuales es el trabajo humano- y las contradicciones generadas por dicho desarrollo -la lucha de clases-. Sin embargo, Marx sigue viendo un sentido en la historia, sigue confiando en el progreso del hombre hacia una sociedad justa y humana: la sociedad comunista. Puede afirmarse, por tanto, que Marx propone un horizonte utópico, en el sentido de una meta, un ideal, una guía ético-política: “La sociedad humana o la humanidad social”. La acción revolucionaria del proletariado deberá intervenir en el proceso histórico para propiciar la consecución de dicha meta. La dinámica del capitalismo. La inevitabilidad de la revolución En El Capital, Marx se propone realizar un minucioso estudio del modo de producción capitalista, cuya estructura es, según él, esencialmente conflictiva. Este ejercicio teórico está supeditado a un propósito práctico: conocer al enemigo para poder vencerlo. Marx comienza su análisis del capitalismo a partir de la noción de mercancía, que es la “célula” de este modo de producción. Una mercancía es todo aquello que se puede vender o comprar en el mercado. Una mercancía, en sí misma considerada, tiene un valor de uso, en virtud del cual satisface ciertas necesidades. En el capitalismo, sin embargo, el valor de cambio (el precio en el mercado) importa más que el valor de uso. Con la expresión “fetichismo de la mercancía” Marx se refiere a la divinización de las mercancías en el capitalismo. En este sistema, todo se torna mercancía, incluida la fuerza de trabajo. Esta mercantilización de la realidad (donde todo es producido para el mercado) es exclusiva del capitalismo. En la sociedad industrial, el capitalista, propietario de los medios de producción, compra mercancías para producir otras mercancías, venderlas en el mercado y obtener beneficios, que 14 reinvertirá en el proceso productivo con el fin de obtener aún más beneficios, en una espiral sin fin. El capitalista intentará producir la mayor cantidad posible de mercancías a un coste cada vez más bajo, para así poder competir con otros capitalistas. Por eso hace trabajar más al obrero por el mismo salario. Según la teoría del valor-trabajo, cada mercancía encierra un valor de cambio correspondiente al tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para su producción. Siendo la fuerza de trabajo una mercancía, su valor se puede también medir en lo necesario para su reposición, es decir, lo necesario para que el trabajador y sus descendientes, que lo reemplazarán, puedan existir y reproducirse. Sin embargo, la fuerza de trabajo no es una mercancía más, pues, a diferencia de las otras, produce riqueza. El obrero vende su fuerza de trabajo y recibe un salario, pero produce un excedente de valor que no le es remunerado, apropiándose de él el capitalista de forma gratuita. A este excedente de valor no remunerado se lo llama “plusvalía” o “plusvalor” (la plusvalía es la diferencia entre el valor creado por la clase trabajadora y el valor que ella recibe en su conjunto, más que la diferencia entre lo que un trabajador específico produce y lo que recibe). La acumulación de plusvalía es lo que genera la riqueza en el sistema capitalista: el capitalista compra la fuerza de trabajo por mucho menos del valor real que ésta produce. En esto radica, según Marx, la clave de la explotación del trabajador por parte del capitalista. Marx considera que las contradicciones económicas en la sociedad capitalista son mucho mayores que en cualquier otra época anterior. Marx supuso que los grandes avances de las fuerzas productivas (máquinas, tecnología, organización del trabajo, etc.) entrarían en contradicción con las relaciones de producción, de manera que, siguiendo las “leyes dialécticas” descubiertas por el materialismo histórico, una revolución social que diera paso a un nuevo modo de producción era inminente. Además, en el capitalismo, el capital aumenta a escala vertiginosa y se concentra cada vez más en menos manos, al tiempo que las masas de obreros y desempleados aumentan, de manera que no hay gente para consumir tanto exceso de mercancías, produciéndose, de este modo, crisis cíclicas de sobreproducción. Pronto, pensaba Marx, la cantidad de oprimidos sería tal que se daría el “salto de la cantidad a la cualidad”, es decir, la cantidad de trabajadores miserables llevarían a un modo de producción cualitativamente diferente, el comunismo. Del mismo modo que el feudalismo produjo la burguesía, ésta, para existir y desarrollarse, tiene que producir a aquel que la llevará a la muerte, el proletariado, que constituye su antítesis. Es inevitable, por tanto, que llegue el día de la revolución. Así pues, la forma de producción capitalista lleva en sí misma su propia negación dialéctica; por eso el paso de la sociedad capitalista al comunismo es inevitable. No obstante, el proletariado tiene que tomar conciencia de su situación de explotación y organizarse políticamente para intervenir en el proceso histórico y propiciar el tránsito hacia la sociedad comunista. El comunismo es, para Marx, el retorno pleno y consciente del hombre a sí mismo, como hombre social, como hombre humano. La sociedad comunista será una sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin división del trabajo, sin alienación y, sobre todo, sin Estado. ¿Cómo se conseguirá este cambio radical? La revolución Al comunismo no se llegará de manera pacífica, sino a través de la revolución del proletariado, que arrancará el poder a la burguesía. Esta revolución es inexorable y tendrá un carácter forzosamente violento, pues nadie cede -y la burguesía no es una excepción- sus privilegios de forma pacífica. El camino de la revolución empieza por la concienciación de la clase obrera. El proletariado debe darse cuenta de que está alienado por el capital, de que eso sucede en todos los países y de que los responsables son los mismos, la burguesía capitalista, que los mantiene explotados bajo las condiciones de este modo de producción. Es decir, ha de tomar conciencia de clase y entender su situación. 15 El proletariado debe también dotarse de una organización política. A este efecto, Marx y Engels redactaron, en 1848, por petición de la Liga de los Comunistas, el Manifiesto del Partido Comunista. Además, el proletariado debe comprender que no puede luchar aisladamente, sino que tiene que unirse por lazos de solidaridad internacional, pues el único vínculo real es el de clase, no el de nacionalidad ("¡Proletarios del mundo, uníos!"). Solo a través de esta unión la revolución podrá triunfar, pues ésta habrá de ser global, sino quiere verse condenada al fracaso. Para ello, Marx y Engels colaboraron con la Asociación Internacional de Trabajadores (conocida posteriormente como la Primera Internacional de los Trabajadores), fundada en Londres en 1864. La revolución proletaria, a diferencia de las demás revoluciones acontecidas a lo largo de la historia, no será una revolución política, que quite del poder a una clase para poner a otra en su lugar, sino social, pues, con ella, termina la sociedad clasista. La dictadura del proletariado Marx distingue las fases del proceso revolucionario en su obra Crítica del Programa de Gotha. Tras arrebatar los medios de producción a la clase capitalista en nombre de la inmensa mayoría (socialización de los medios de producción), comienza la fase socialista de la revolución, preparatoria del comunismo, en la que la clase obrera ejerce su dictadura (dictadura del proletariado) sobre las antiguas clases explotadoras, mediante su dominio del Estado, en alianza con los campesinos y otras capas sociales asalariadas. La distribución de bienes materiales y culturales se realiza en proporción a la cantidad y la calidad del trabajo con que cada uno ha contribuido: "Cada cual según sus capacidades. A cada cual según lo aportado mediante su trabajo". Esta fase de dictadura fue pensada por Marx como necesaria, aunque provisional. El siguiente paso habría de ser la supresión del Estado. La sociedad comunista Marx bautiza con el nombre de “comunismo” al nuevo tipo de sociedad que está al servicio del hombre y en la que la propiedad de los medios de producción, de los recursos naturales y del producto del trabajo es común y sirve para la realización de todos los humanos, no para su alienación. La abolición de la propiedad privada se refiere básicamente a esto, no quiere decir que nadie vaya a tener nada suyo (puedes ser propietario de una casa, según tus necesidades, pero no puedes ser propietario de una fábrica o una mina, por ejemplo). Una vez culminada la preparación de la sociedad en la fase socialista, el comunismo, fase final de la revolución, supondrá la desaparición definitiva de las clases y, con ellas, del Estado. Se instaurará entonces una democracia popular donde las empresas elegirán a sus representantes, y estos a otros, organizándose la economía por ramas de producción y cuerpos asamblearios, donde todas las ramas debatirán sus relaciones (en ocasiones Marx emplea la expresión “modo de producción de libre asociados”). No habría una unidad política, ajena a esta unidad económica, que interfiriera en la producción. Por otra parte, las comunas y ciudades, ordenadas productivamente, se organizarán en formas flexibles y revocables de representación, desapareciendo el centralismo y la burocracia propia de los Estados. Al haber desaparecido también, como resultado de la educación en el socialismo, el egoísmo y la rivalidad como fuerzas motrices de la economía, la distribución de la riqueza se puede efectuar ya según el principio de "Cada cual según sus capacidades. A cada cual según sus necesidades". Esto supone que se tomará de cada ciudadano, para repartir, aquello que le sobre y se le proporcionará aquello que necesite. Si el capitalismo tiende a despreciar el trabajo manual (por ser característico del proletariado) frente al intelectual, la sociedad comunista valorará todo trabajo como igualmente digno, por ser el único modo de lograr la plena realización del hombre. En consecuencia, todo ser humano será trabajador y de ese modo será feliz, puesto que trabajará para sí mismo y para todos los demás miembros de la sociedad, no para el beneficio de un grupo que lo explota. 16 Marx siempre pensó que la revolución del proletariado tendría lugar en la sociedad capitalista más avanzada, que en aquella época era Inglaterra, y que debía propagarse, para triunfar, por todos los países capitalistas. Nunca pensó que un modo de producción feudal (Rusia) pudiese hacer una revolución proletaria, pues le faltaban las fuertes contradicciones propias del capitalismo. No se puede responsabilizar a Marx de las derivas de dicha revolución, por más que se inspirara en sus ideas, ni del Estado que, como encarnación del “comunismo realmente existente”, surgió a partir de ella: la Unión Soviética. 17