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FEDERICO GARCÍA LORCA Y EL TEATRO ANTERIOR A 1936 En la primera mitad del siglo XX, el teatro sigue dos direcciones opuestas: en primer lugar, aparece un teatro conservador, al servicio de la burguesía, caracterizado por tener una mínima capacidad crítica. A este teatro pertenecen:1) La comedia burguesa de Benavente. Su obra más importante es “Los intereses creados” (1907): un juego que une la tradición de la “commedia dell’Arte” italiana a la del teatro clásico español, con los personajes del amo idealista y del criado, un pícaro que sabe que la sociedad solo se mueve por el interés. Se trata de una graciosa y contundente crítica a una sociedad que se deja llevar por el interés económico. El teatro de Benavente representa una innovación en los últimos años del XIX y primeros del XX porque fue un renovador del teatro español. Sin embargo, sus conflictos son débiles, sin tensión dramática y los personajes tienden a la simplificación. En 1922 se le concedió el Premio Nobel. 2)El teatro cómico está representado por autores como Carlos Arniches, autor de sainetes de costumbres madrileñas ,levantinas y andaluzas, los hermanos Álvarez Quintero, con un teatro que intenta reflejar amablemente la vida, descartando toda situación conflictiva; es, en palabras del crítico Ángel Berenguer, una “Andalucía rosa” y Pedro Muñoz Seca, el autor más significativo del llamado astracán: obras de teatro con un sentido humorístico extremo, basado en el chiste, la parodia, el juego de palabras y situaciones. La obra más significativa dentro de este subgénero es La venganza de don Mendo (1918), una parodia de los dramas históricos románticos y Los extremeños se tocan (1926). El teatro poético surge antes de terminar la primera década del XX como reacción al teatro realista y está en conexión con la estética modernista. Vuelve sus ojos al pasado legendario español. Entre los autores que cultivaron este género están Eduardo Marquina (Las hijas del Cid, En Flandes se ha puesto el sol y El gran capitán) y Francisco Villaespesa (Doña Mª de Padilla y El alcázar de las perlas). También cultivaron este teatro autores como Valle-Inclán que busca hechos marginales en la tradición épica, apartándose un poco del españolismo de Marquina (La marquesa Rosalinda) y los hermanos Machado con su obra La Lola se va a los puertos de 1929, que fue un gran éxito y tuvo adaptaciones al cine. Esta obra sigue una tendencia estética convencional, aunque sus autores conocían el teatro contemporáneo europeo y defendían ideas estéticas y teatrales progresistas. En el teatro renovador, innovador y social se estudia, en primer lugar, el de la generación del 98 que es un teatro intelectual. Unamuno: los dramas que escribe son vehículos de expresión de sus propios conflictos religiosos y existenciales y se apartan de las características habituales del género, por eso él los llamó “drumas” y decía que estaban escritos para ser vistos, no para ser leídos. Unamuno busca un teatro lleno de símbolos y conceptos en el que se suprimen los decorados, se reducen los personajes y se condensa el argumento. La crítica ha considerado excesivo este esquematismo, por eso Lázaro Carreter hablaba de “dramas esqueléticos”: algunos de sus títulos son Fedra(1911), Soledad (1921) o El otro (1926). Azorín: el teatro que escribió fue un fracaso porque todo lo que aparece en él lo dice de forma más rica en sus artículos y libros. Lo denominan “teatro sin drama” o “teatro de evasión pura”. Algunos de su títulos: Old Spain, Brandy,mucho brandy. También innovó el teatro social cultivado por Joaquín Dicenta (Juan José). Un caso aparte es el teatro de Jacinto Grau que fracasó por su excesiva carga intelectual y la falta de sentido dramático. Es importante en este grupo innovador, el teatro de la generación del 27, que se caracteriza por la depuración del teatro poético, por la incorporación de formas vanguardistas y por perseguir como objetivo acercar el teatro al pueblo. El teatro de Alberti evoluciona en paralelo con su poesía: escribe obras de tipo surrealista como “El hombre deshabitado”o de tono esperpéntico como “Noche de guerra en el Museo del Prado”. La obra de Alejandro Casona fue compuesta durante su exilio en Méjico Prohibido suicidarse en primavera y en Buenos Aires: La dama del alba, La barca sin pescador. Ramón Gómez de la Serna escribía un teatro, según sus propias palabras, “para el que no quiere ir al teatro”. Escribió obras verdaderamente insólitas como Los medios seres (1929), cuyos personajes aparecen con la mitad del cuerpo negra, como símbolo de la personalidad incompleta. El llamado “epígono del 27”, Miguel Hernández escribió en 1934 un auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras. El dramaturgo más original e interesante del siglo XX español es Ramón Mª del Valle-Inclán que es también una de las primeras figuras del teatro universal contemporáneo. Comenzó con una trilogía que se centra en el ambiente rural gallego. A ella pertenece Divinas palabras de la que Pérez Minik dijo que era difícil “encontrar en todo el teatro europeo de todos los tiempos una obra más desagradable, negra y atrevida”. Su máximo logro fue el esperpento, un nuevo género que definió en Luces de bohemia : el esperpento es una deformación grotesca de la realidad, como un espejo cóncavo que nos devuelve una imagen distorsionada. Otros esperpentos son Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán. En el grupo de la generación del 27 destaca el teatro de Lorca que se basa en un conflicto básico: el enfrentamiento del mundo íntimo con las fuerzas externas. Es la lucha del ser humano por el derecho a la afectividad y a la sexualidad. Los rasgos más característicos de su teatro son: los personajes femeninos son esenciales; la mujer, marginada socialmente, representa el ansia de libertad y realización, que la lleva a la autodestrucción. Otro rasgo es el lirismo: su teatro está cargado de canciones populares y fragmentos en verso. Lorca fue de los pocos de su grupo que escribió y estrenó su teatro con éxito porque logró conectar con el público al presentar héroes que se guían por instintos primarios. También conectó a través del grupo teatral “La Barraca”. La puesta en escena del teatro lorquiano se concibe como espectáculo total, en el que se funden literatura, artes plásticas, música, danza…Su carrera dramática comienza en 1920 con El maleficio de la mariposa donde ya podemos ver un tema capital en su obra: la búsqueda del amor imposible. Esta obra junto con La zapatera prodigiosa o El amor de don Perlimplín, entre otras, forma su teatro menor. El teatro mayor está formado por cinco obras en las que se repite el tema de la frustración erótica de la mujer y el papel del hombre es cada vez más reducido: Mariana Pineda (1923), donde se mezclan las razones políticas con las eróticas, Doña Rosita la soltera , un cuadro de costumbres impregnado de un halo poético romántico, y lo que él llamó la “trilogía dramática de la tierra española”: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba . En la primera obra, el sexo y la muerte son elementos esenciales. Interviene el plano mítico, con personajes como la Luna y la Mendiga que simbolizan la muerte. Yerma es, en palabras de Lorca “la imagen de la fecundidad castigada a la esterilidad”. La obra está marcada por un fuerte simbolismo donde destaca el agua. También aparece la represión de la sociedad machista, regida por el concepto de la honra. La última obra de la trilogía fue concluida en 1936 pero no pudo estrenarse hasta 1945 en Buenos Aires. En España no se estrenó hasta 1964. En ella se integran el tema erótico y el conflicto de poder. Bernarda es al mismo tiempo la autoridad y el elemento que impide la realización personal de sus hijas. Lo afectivo y vital (Eros) se opone a lo impositivo y letal (Tánatos). Es constante la presión de la sociedad, el miedo al qué dirán. Lorca ha sabido mostrar las tres reacciones frente al medio opresor: la integración (Bernarda opresoraoprimida), la lucha hasta la muerte (Adela) y la locura (Josefa).
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