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“REFLEJAR LA LUZ DE BELÉN”
Un niño, unos pañales, un pesebre, unos pastores… estas son las señales evangélicas del
camino de Jesús. Pobreza, humildad, debilidad, sencillez,… esta es la “luz de Belén”. La luz que
apareció en la Navidad aumenta hoy su resplandor: es la luz de la Epifanía de Dios.
ESTA NOCHE HA NACIDO UNA
ESTRELLA.
y de pronto se ha puesto a llorar
porque no soportaba la pena
de ver nacer a Dios en un portal.
Una estrella ha nacido en el cielo
y su piel se llenó de temblor
porque siendo su cuna tan alta
en la tierra lloraba el Señor.
Esa estrella, que ha nacido,
tiene luz, pero no es luz;
es la Gloria y el brillo
que le da el niño Jesús.
Esa estrella, que ha nacido,
nació para iluminar
los senderos y caminos
que nos llevan al portal.
Esa estrella que brilla en el cielo
le ha pedido permiso al Señor
para hacer con su luz un camino
de fe, de amor, de paz y
compresión.
“Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto
salir su estrella y venimos a adorarlo.” ( Mt 2, 2)
Una luz no deslumbra por su espectacularidad sino que ilumina
el corazón y la inteligencia en la oscuridad de tantas situaciones.
La luz pone de manifiesto la verdad y la dignidad de cada persona.
La luz que señala la presencia del amor de Dios en la historia.
¿Quién no siente la necesidad de una luz que lo guíe? ¿Qué
nombres te resuenan por dentro, situaciones personales, del
mundo que siguen en oscuridad y quieres poner junto al pesebre?
“ Nombre, eres la luz de Jesús en el mundo”
“…Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto
salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la
estrella, se llenaron de inmensa alegría.” ( Mt 2, 9-10)
Los magos de Oriente, salieron de aquello que le era conocido que “controlaban” y se
pusieron en camino, confiando en “Alguien”… se dejaron iluminar por esa luz de Belén,
abrieron sus vidas a la alegría del recién nacido, a la mediación de una estrella que le
cambió sus vidas.
Nosotras estamos invitadas a ponernos en camino como ellos, a vivir llenas de alegría y
de esperanza en Dios, a ser buscadoras de esa Luz apasionadas por encontrarla para que
ilumine nuestras propias vidas y pueda ser para otros señales para el camino del encuentro
con Jesucristo. Del misterio de esa Luz nace la esperanza para la humanidad, la luz que
brilla en la noche y desenmascara la oscuridad. ¿A qué nos invita a levantarnos y a
ponernos en camino como los Magos? ¿Cómo voy? ¿Con alegría como los reyes, con
desconfianza como Herodes?...
“Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron;
después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”
Los magos, nos hablan del Amor universal por parte de
Dios. Ellos reconocieron esa Luz de Belén, no fueron a
pedirle nada al Niño ni a apoderarse de nada. Sólo a
adorarlo… Se postraron ante Él y lo adoraron con sus
regalos. Sin muchas palabras, sino con el lenguaje del
alma y el corazón agradecido, lo reconocieron como el
único rey verdadero (oro), como el único Dios y rey e
Hijo de Dios hecho hombre (mirra).
Es el momento de adorar al niño, y dejar sobre el
pesebre nuestros regalos
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon
a su tierra por otro camino” ( Mt. 2, 11-12)
Ellos empezaron a caminar por nuevos caminos, senderos de fe y
de gracias, pisadas de verdad y humildad… Eran hombres nuevos,
se habían encontrado con un Dios débil a la vez que majestuoso…
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Rezamos juntas:
La Luz se hizo ya presente en Belén; pidamos al Señor QUE SEAMOS TESTIGOS DE ESA LUZ,
que iluminemos la noche del mundo a través DEL REFLEJO DE SU LUZ.
Señor, esta fiesta de la Epifanía nos
recuerda
que Tú eres un Dios abierto a
todos,
que tu amor no tiene fronteras
humanas
ni se detiene ante los países.
Tú eres la Estrella que brilla en la
noche,
para todos aquellos que quieren
seguirte,
para todos aquellos que te buscan.
A los que ya te seguimos a tientas
y con susurros del corazón,
no nos dejes caer en la tentación
de ocultar la luz de tu Evangelio
y de apagar la verdad, que has
manifestado
en tu Hijo, nuestro Señor,
que vive por los siglos de los siglos.
Amén.