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IES SIERRA DE GUADARRAMA
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
2º ESO
UNIDAD 7: EL RENACER
DE LAS CIUDADES
Tras la caída del Imperio Carolingio Europa se sumergió en el feudalismo, un sistema basado en
la vida rural del campo. De este modo, el poder político y económico recaía sobre aquel que poseía
grandes latifundios, pues la economía estaba basada principalmente en la agricultura y la ganadería.
Pero a partir del siglo XI las cosas empezaron a cambiar y en el s XII se consolidan una serie de
cambios que dieron lugar a una nueva etapa de la historia: la Baja Edad Media.
Al acabarse las invasiones y las rivalidades territoriales desaparece la inseguridad y mejora la
situación económica. La población europea empieza a crecer exponencialmente y este crecimiento
inicia la recuperación de la economía y el comercio. Más bocas precisan más tierras y mejor trabajo
con ellas, por lo que con este enorme crecimiento de población, muchos campesinos no tuvieron más
remedio que irse a la ciudad pues no obtenían sustento en el feudo. Los señores, vieron ventajas
económicas en alquilar sus tierras por una renta en vez de tener siervos, con lo que la antigua
servidumbre desapareció en muchos lugares. De nuevo, a más nervio económico, más importancia de las
ciudades y el comercio. Mientras el campo se ocupaba de los alimentos, la ciudad elaboraba utensilios y
comerciaba con ellos. Los negocios, el espíritu capitalista de los negocios, aparece en las ciudades, que
volvieron a convertirse en centros comerciales y políticos. En ellas nace un nuevo grupo social, la
burguesía, un grupo prospero, formado por artesanos, comerciantes y banqueros, que no tenían cabida
en el mundo feudal.
La burguesía (de burgués, que viene de la palabra burgo que significa ciudad), no pertenece al
estamento privilegiado, pero tiene mucha riqueza y aprovecha la ciudad, donde el sistema feudal no
está tan presente, para ocupar el poder. En la ciudad, donde no existen tierras de cultivo, las
relaciones personales no se vinculan a la tierra sino al trabajo en talleres artesanos y comercios, en
los que se trabaja por un salario.
Los señores intentaran imponer las obligaciones feudales a los habitantes de la ciudad, pero
estos lucharán por ser independientes. En ocasiones, comprarán sus derechos en forma de” carta” y en
otros casos recurren al rey para que les otorgue libertades frente a los señores. La monarquía,
también aprovechará este camino para irse imponiendo a los señores feudales debilitando así el
sistema y haciendo más fuerte la institución que representan. El rey se convertirá en el señor feudal
de las ciudades, que nunca serán del todo independientes, pero gozarán de una gran autonomía y
autogobierno. La burguesía más rica se apodera de los nuevos cargos municipales, elabora leyes de
acuerdo a sus intereses, exige impuestos y organiza la justicia. Burguesía y monarquía trabajan en una
misma dirección: la independencia de los señores feudales. Cuando se convoquen cortes, los burgueses,
pertenecientes al estamento no privilegiado, formarán ya parte de las mismas a partir del siglo XIII.
Y también a partir de esta simbiosis burguesía-monarquía los reyes irán ampliando sus dominios y
fijando las fronteras de los nuevos estados europeos.
El siglo XIV (Baja Edad Media), con la Peste Negra (1347), las guerras señoriales y las malas
condiciones climatológicas, van a ser una prueba insuperable para la rigidez del sistema feudal de
estamentos. Los señores buscarán salir de los problemas apretando a sus siervos y estos, incapaces de
soportar más cargas, llegarán a la revuelta e incluso al asesinato de los propios señores (jacquerie en
Francia). Este acto, inconcebible para el modo de pensar medieval, nos dice que el final de un ciclo
histórico se acerca.
Para comprender este nuevo mundo, es necesario analizar los cambios que se producen a lo largo
de la Baja Edad Media y que son a la vez, causa y consecuencia de la transformación que vive Europa.
Vamos a analizarlos en un orden “lógico” siendo muy conscientes que están íntimamente relacionados
entre ellos y que no se puede entender el uno sin el desarrollo del otro y viceversa.
En los siglos XI y XII se difundieron nuevas técnicas y herramientas dentro del campo agrícola
que aumentaron y rentabilizaron la producción en gran
medida:
- El arado de vertedera o normando, que penetraba
mejor en el campo, permite voltear la tierra. y lleva ruedas
para que el agricultor no tuviera que llevar el peso del arado.
Con este nuevo arado también llegó la collera y las
herraduras de clavos para los animales. Con estas novedades
se pudieron usar caballos para arar, ya que eran más rápidos y resistentes que los bueyes.
- La rotación trienal. Consistía en dividir la tierra en tres parcelas
distintas, que cada año estarían dedicadas a algo diferente, según un
sistema de rotación. Así se conseguía una mayor rentabilidad de la
tierra, pero fueron necesarias la selección de semillas, y una mayor
cantidad de abono.
- El molino de agua supone un gran avance respecto al de viento,
sujeto a la situación meteorológica. El molino de agua fue una revolución
por esto, porque si bien éste también está sujeto a una fuerza de la
naturaleza, el agua y los ríos son abundantes por todo Europa, y el ser
humano tiende a asentarse y crear núcleos urbanos a orillas de ríos, en
zonas fértiles. Con esto quiero decir que la mayoría de las aldeas y
pueblos medievales contaban con su propio río, donde podían construir
magníficos molinos de agua.
Además de estas innovaciones técnicas, hubo una mejora del clima, creándose unas condiciones
propicias para los cultivos, de modo que la agricultura comenzó a rentar más y la producción aumentó.
Al aumentar la producción alimenticia, se rompieron los esquemas de autosuficiencia del
feudalismo, pues en las casas comenzaron a sobrar alimentos, y dichos excedentes podían ser
intercambiados o destinados a la venta en los mercados, las ferias o incluso en las resurgentes
ciudades. ¡Estaba renaciendo el comercio! La abundancia de alimentos fomentó el comercio, práctica
que se había perdido debido a la ruralización de la población tras la caída del Imperio Romano y la
llegada de los invasores nórdicos. Las ciudades crecieron, y se convirtieron en grandes centros de
intercambio de productos tanto agrícolas como artesanales.
Gracias al aumento de la producción agrícola, las hambrunas disminuyeron, y la gente pudo
disponer de los alimentos básicos necesarios además de dietas más completas gracias al crecimiento
del comercio. Consecuentemente, la tasa de natalidad comenzó un proceso de crecimiento y la
esperanza de vida fue mayor. En cualquier caso, la población creció lentamente llegando a duplicarse a
comienzos del siglo XIV, aumento que se vio frenado en 1348 por la llegada de la Peste Negra, que
diezmó la población europea.
Debido a este aumento demográfico, el paisaje se vio gravemente afectado, pues fue necesario
cultivar más tierras y construir nuevos lugares para vivir. Para extender el terreno poblado hubo que
talar bosques, desecar pantanos y marismas, repoblar aldeas abandonadas y destruidas por la guerra,
y ganar tierra al mar construyendo diques y cegando dichas zonas.
El comercio urbano y la oportunidad laboral en las ciudades animaron a miles de campesinos que
no tenían sin trabajo debido al crecimiento de la población a migrar a las ciudades, donde tenían más
posibilidades de encontrar trabajo y de mejorar socialmente.
De nuevo, vemos que todos estos cambios confluyen en un mismo punto y es
la repoblación y la reaparición de las ciudades. Éstas recuperaron su importancia
y florecieron convirtiéndose en la característica principal de la Baja Edad
Media.
Desde la crisis del siglo III en el Imperio Romano, la gente había emigrado al campo, y el
comercio y la artesanía perdieron importancia. De este modo, la población europea durante los
primeros siglos de Edad Media fue en su mayoría rural y campesina, y las pocas ciudades que había
tenían poquísima población, su función principal no era la residencial, sino la administrativa y la
política. A partir del siglo XI y gracias a la prosperidad agrícola, al aumento de población y a la
recuperación del comercio, las ciudades de origen romano recuperaron su importancia, y en ellas
surgieron los burgos, barrios dedicados a la producción artesanal y al comercio de dichos productos y
de los alimentos traídos del campo. También surgieron nuevas ciudades con fines comerciales, que se
fundaron en lugares estratégicos como puentes, rutas de peregrinación, pasos alpinos, o rutas
comerciales. Por último, nacieron también ciudades feudales, a partir de aldeas junto a castillos o
monasterios, que conforme fueron creciendo, fueron rodeadas con murallas y convertidas en burgos
En las aldeas todas las familias trabajaban las tierras del feudo, criaban animales, y además se
fabricaban todo aquello que necesitaban, como podían ser zapatos, vestidos, utensilios de cocina, o
herramientas para el trabajo. Todo estaba ligado a la idea de autosuficiencia en la que uno producía
para sí mismo, para el consumo propio. Pero a partir del siglo XI, con el aumento de la producción
agrícola, el crecimiento de la población y el renacer de las ciudades, el trabajo quedó dividido en
sectores de producción. La población que permaneció en el campo conservó la forma de vida feudal y
las tareas agrarias, pero los que se quedaron sin tierras ni espacio en el campo, migraron a las
ciudades, donde desarrollaron el comercio y la artesanía como alternativa a la agricultura y ganadería.
La vida urbana fomentó mucho el trabajo artesanal, y en seguida surgió una nueva forma de
entender el trabajo no como algo individual sino como un trabajo en equipo. Nacieron los gremios,
asociaciones de artesanos de un mismo oficio que se comprometían a seguir unas normas comunes a
todos ellos. Los gremios favorecían la cooperación y la ayuda entre artesanos, y la transmisión y
enseñanza del oficio a nuevos aprendices artesanos.
Los gremios establecían los precios de los productos, la cantidad máxima producible, y las horas
y días de trabajo para evitar la competencia consiguiendo que todos vendiesen al mismo precio y que
no elaborasen mayor cantidad de productos de los que se podía vender. Además, el gremio
proporcionaba las materias primas a cada taller, era el encargado de dar permiso para abrir nuevos
talleres, y de pasar el control de calidad a los productos elaborados en cada taller.
Dentro del gremio, los artesanos hacían una especie de cursus honorum, similar a aquel que
llevaban a cabo los magistrados romanos para subir
peldaños dentro de la administración de Roma. Debían
comenzar desde abajo, como aprendices. Estos solían ser
niños, y firmaban un contrato con el maestro artesano
dueño del taller por el cual trabajarían a cambio de
alimento, alojamiento y la enseñanza del oficio. Tras
varios años de aprendizaje del oficio, el aprendiz estaba
preparado para subir a rango de oficial. Entonces se
examinaba, y en caso de pasar dicha prueba, se
convertiría en oficial. Los oficiales trabajaban a cambio
de un sueldo de artesano, normalmente tenían su propia
familia y vivienda, pero no podían abrir su propio taller
hasta convertirse en maestros artesanos. Pero tenían que ganarse tal honor, tenían que demostrar su
maestría elaborando una pieza digna, una obra maestra. Entonces, si el gremio lo aprobaba como tal, el
oficial pasaba a ser maestro, y podía abrir su propio taller, comprar sus propias herramientas, tener
sus propios empleados, y vender productos con su firma.
El taller de un artesano, era casa, taller y tienda a la vez. Allí vivían el maestro, los aprendices, y
en muchas ocasiones los oficiales. En la planta baja estaba la tienda y el taller, y todos los talleres del
mismo oficio solían estar en la misma calle.
El desarrollo de estos gremios artesanales fue posible, en gran medida, al desarrollo que
experimenta el comercio a partir del s XI, no sólo por el aumento de la producción agrícola, sino
también por el aumento del dinero, posible gracias al descubrimiento de minas de oro en el centro de
Europa, y también gracias el oro que llegaba de África. Además, los caminos son ahora más seguros, lo
que favorece la recuperación de las rutas comerciales terrestres.
Todas las ciudades solían tener un pequeño mercado semanal en el que se intercambiaban los
productos del campo y los artesanales. En muchas de ellas había, además, una feria una vez al año que
duraban una o dos semanas y a los que acudían personas de muchas partes de Europa. Muchas de las
ferias eran organizadas por los reyes, quienes garantizaban seguridad en los caminos y en la propia
feria a cambio de que los mercaderes pagasen un impuesto especial.
Con las ferias aparecieron nuevos edificios, como las longas y, nuevos oficios, domo el de los
cambistas, que eran personas que cambiaban las monedas de los distintos reinos. Con ellos aparecieron
las letras de cambio, cheques que te permitían viajar sin dinero encima y las casas comerciales,
asociaciones mercantiles que se dedicaban al comercio internacional.
Con el tiempo, el comercio marítimo adquirió más importancia que el terrestre. Las dos rutas
comerciales por mar más importantes hacia los siglos XIII y XV eran:
- Ruta del Mediterráneo. Era una ruta muy larga que unía el mundo cristiano con el mundo
musulmán. Las cruzadas permitieron la entrada de barcos comerciantes a Tierra Santa y a oriente. Los
protagonistas cristianos de esta ruta eran las ciudades de Venecia, Génova, Pisa, Marsella y Barcelona.
Los productos que más se compraban a los musulmanes y a los bizantinos eran tejidos lujosos,
perfumes y especias, y lo que más se vendía eran tejidos de lana, alimentos, armas y herramientas.
- Ruta de la Hansa. Esta ruta cruzaba el mar Báltico, el mar del Norte y el Atlántico. Se llamaba
así porque estaba controlada por la Hansa, una asociación de ciudades nórdicas que se encargaba de
controlar el comercio fluvial, el marítimo y el terrestre de esa zona. Se comerciaba con lana de
Castilla y de Inglaterra, con vino francés y con hierro, pieles, trigo y madera traídos del Báltico.
Gracias a estas rutas aparecieron dos grandes centros económicos que eran el Norte de Italia
(Milán, Génova, Venecia, Pisa y Florencia) y Flandes (Brujas, Gante, Ipres y Amberes). Estos dos
centros se convirtieron en ciudades muy importantes políticamente y culturalmente, porque eran
puntos de intercambio de culturas, ideas, conocimientos, arte etc. En estas zonas surgió una nueva
forma de vida urbana, y con ella un nuevo grupo social, la burguesía.
La aparición de este nuevo grupo social será el
cambio más trascendental que ha experimentado la
sociedad.
Los
burgueses
eran
los
artesanos
y
comerciantes, eran libres, no dependían de nadie. La
mayoría de ellos eran antiguos campesinos que se habían
ido de su feudo con o sin permiso para dedicarse a la
artesanía en la ciudad. Dentro de ellos se establecen
diferencias entre la alta burguesía, que eran los más
ricos, los banqueros y los grandes comerciantes y la
media y baja burguesía, estaba formada por los
comerciantes
modestos,
casi
todos
los
maestros
artesanos, los demás componentes de los gremios, los
transportistas y los criados de los nobles. Por lo general eran humildes y en algunas ocasiones pobres.
En las ciudades también residen los judíos, ya que al tener prohibidos algunos oficios como
cultivar tierras, ejercer cargos políticos y hacer la guerra, se dedicaron a la medicina, a la joyería, y
a los préstamos. Vivían en barrios separados llamados juderías.
A partir del s XI muchos nobles trasladan su residencia a la ciudad, en un intento de controlarla.
También viven en ellas los obispos y frailes de los conventos, además de un gran número de mendigos y
enfermos que vivían de la limosna.
Al principio las pequeñas ciudades dependían de
los señores feudales o del rey, pero conforme fueron
creciendo económica y demográficamente, fueron
consiguiendo privilegios especiales comprando su
libertad al rey, mediante la concesión de fueros, leyes
por las que los ciudadanos se hacían libres y quedaban
bajo la protección directa del rey. Además de los
fueros, consiguieron cartas de población, que servían
para que la gente fuese a poblar la ciudad mediante la
promesa de una casa, o unas tierras gratis o, la
concesión de algunos privilegios, como el de no pagar
impuestos durante algún tiempo. Otro de los privilegios
que tenían las ciudades era el del autogobierno, al principio las ciudades se gobernaban por comuna o
asamblea de los ciudadanos, posteriormente, se crearon consejos o ayuntamientos, con un alcalde y
unos concejales elegidos por los habitantes de la ciudad. Los miembros de ese consejo eran los que
hacían las leyes, las aplicaban, administraban justicia, recaudaban impuestos y hacían cumplir las leyes.
Con el tiempo, estos cargos fueron ocupados por las familias más ricas, creando un el patriciado
urbano, formado por los “grandes hombres” de la ciudad.
Todos estos cambios nos llevan a una pregunta, ¿CÓMO ERA UNA CIUDAD?
En esta época no solían ser muy grandes, sólo unas pocas como París tenían más de cien mil
habitantes, y la mayoría tenía menos de cincuenta mil.
El aspecto general era desordenado y laberíntico. Estaban completamente amuralladas, y a
través de sus puertas se controlaba quien entraba y
salía de la ciudad. Tenían plazas en las que se
celebraban los mercados semanales, y algunas
ceremonias y eran el centro de vida urbana.
Normalmente en ellas estaba el ayuntamiento, donde
se reunía la comuna y luego el patriciado urbano. En
las más grandes había hospitales y hospicios
fundados por cofradías u órdenes religiosas.
Los barrios y las calles estaban repartidas por
oficios (Calle de Cuchilleros, Calle de Zapateros…).
Las juderías normalmente estaban cerca del castillo
para buscar la protección del señor. A partir del
siglo XIII se empezaron a construir universidades.
Como ya todos habréis deducido, la aparición de la ciudad y de la burguesía es incompatible con
la organización política feudal, que acabará desapareciendo. A lo largo del s XII los reyes fueron
fortaleciendo su poder y ampliando su territorio debido fundamentalmente a la mejora económica.
Esta bonanza les permitió recaudar más impuestos, con los que pudieron formar ejércitos propios con
los que imponer la obediencia a los señores feudales, recuperando feudos. También fortalecieron la
administración al rodearse de juristas formados en las universidades que aplicaron el derecho romano,
que otorga poder al rey dando un carácter divino a su poder. Pero, sobre todo, contaron con el apoyo
de la burguesía, este nuevo grupo social cada vez más rico y siempre dispuesto a frenar el poder de
los señores feudales. Esta alianza llevó a los reyes a conceder libertades y privilegios a las ciudades.
Con ello, las ciudades tenían garantizada su independencia del señor feudal y el monarca recibía el
apoyo económico de la burguesía en su lucha contra los señores feudales.
La nueva situación social y económica obligó a los monarcas a crear nuevas instituciones de
gobierno en las que tuviera cabida la nueva realidad, así surgieron los Estados Generales en Francia,
las Cortes en Castilla y Aragón, el Parlamento en Inglaterra o, la Dieta en Alemania. En todas estas
asambleas estaban presentes la nobleza, el clero y la burguesía. Los reyes, que eran los que las
presidían, eran los que las convocaban, normalmente para pedir nuevos impuestos o ayudas económicas,
pero las asambleas podían también exigir al rey que atendiera sus peticiones.
La nueva necesidad de los reyes de afianzar su poder y definir unas fronteras claras en sus
territorios dio lugar a enfrentamientos territoriales. La mayoría de ellos fueron por intentar someter
a su dominio las tierras “de nadie”, pero en ocasiones los enfrentamientos se producían por la sucesión
de alguno de ellos. El conflicto más grave fue la Guerra de los Cien Años, que enfrentó a Francia e
Inglaterra entre 1337 y 1453. La causa fue la rivalidad por controlar el comercio con Flandes y el
detonante la pretensión del rey ingles de heredar el trono francés. La guerra terminó con la victoria
del rey francés Carlos VII, que con la ayuda de Juana de Arco, había logrado unificar a todos los
franceses para su causa.
De estas guerras no estuvieron exentos los papas, ya que actuaban como un reino territorial
mas, pero intentando imponer su autoridad “moral” a toda la cristiandad. Esta situación provocó dos
graves conflictos que directa o indirectamente afectaron a toda Europa: la querella de las
investiduras y el Cisma de Occidente. La querella de las investiduras es el nombre que recibe el
enfrentamiento entre el Papa y el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el derecho a
designar obispos. Terminó en 1122 con el Concordato de Worms por el que se reconoce el derecho
único del Papa a nombrar obispos. El cisma de occidente supuso la fragmentación de la Iglesia católica
cuando en 1337 Urbano VI se proclamó papa en Roma, Clemente VII se proclamó papa en Aviñon y
Benedicto XIII reclamó para si la legalidad papal. El conflicto se solucionó en el Concilio de Constanza,
en el que se reconoció como único papa a Martin V.
A comienzos del s XIV Europa vivió un periodo de malas cosechas motivadas por un clima
desfavorable, por el cultivo de tierras de baja calidad que disminuye los rendimientos agrarios y, las
frecuentes guerras que asolaban los cultivos y entorpecían el comercio. La desnutrición favoreció el
desarrollo de enfermedades y epidemias, entre las que destaca la Peste Negra, que provocó la muerte
de casi una tercera parte de la población europea. Este descenso de la población generó tensiones
sociales. Al escasear la mano de obra, la producción agraria se redujo. Los señores vieron disminuir
sus rentas y aumentaron los impuestos y endurecieron aun más las condiciones de servidumbre. Todo
ello dio lugar a revueltas campesinas que se extendieron por toda Europa. La más grave fue la
Jaquerie en Francia, durante la cual los campesinos asaltaron y saquearon numerosos castillos y
residencia señoriales. Las ciudades tampoco fueron ajenas a estas revueltas, la escasez de alimentos y
la reducción del comercio arruinó a muchos artesanos. La miseria llevó a los grupos más
desfavorecidos a exigir mejoras laborales y a poder acceder a los cargos municipales, generalmente
en manos de la alta burguesía. Las revueltas, que se extendieron por numerosas ciudades europeas y
que solían derivar en el asalto a los barrios judíos, fueron duramente reprimidas por los reyes, los
nobles y la alta burguesía que veían peligrar el nuevo orden social.