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CURSO BIBLICO 2011 – LECCIÓN 06
P. JACEK LESZCZYNSKI OFMCONV.
March 6, 2011
LECCIÓN 06 (LA BIBLIA Y LA TRADICIÓN)
Queridos hermanos/hermanas:
Que difícil seguir este curso. Veo que cada día menos
personas me están mandando respuestas. ¿Ya estás cansado?
¿Ya el curso es muy aburrido para ti? ¿Qué está pasando?
Animo católico de hoy…
A menudo los hermanos evangélicos, discutiendo con nosotros
los
católicos, nos
dicen:
«¿Dónde
habla
la
Biblia
del
purgatorio? ¿Dónde dice la Biblia que San Pedro fue a Roma? ¿De dónde sacan ustedes los
católicos eso de que María es la Inmaculada Concepción y que subió al cielo en cuerpo y
alma?».
Para los evangélicos, la Revelación Divina y la Biblia son lo mismo. Es decir, para ellos
solamente en la Biblia se encuentra toda la Revelación de Dios.
Ahora bien:
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¿Es correcta esta posición?
¿Es cierto que la Biblia contiene todo el Evangelio de Cristo?
¿Qué dice la misma Biblia al respecto?
Además, ¿quién reunió todos los libros inspirados que constituyen la Biblia?
¿Acaso no fue la Iglesia la que recibió el encargo de predicar el Evangelio por todo el mundo,
hasta el fin de los tiempos?
¿Qué hubo primero: la Biblia o la Iglesia?
En este tema intentaré explicarles por qué la Revelación Divina no abarca solamente la Biblia,
como piensan los evangélicos, sino que la Revelación de Dios se manifiesta en la Tradición
Apostólica y en la Biblia. Es un tema un poco difícil, pero fundamental para la comprensión
correcta de la fe católica. Es un tema que ha sido causa de muchos malos entendidos entre la Iglesia
Católica y las distintas iglesias evangélicas.
1. La Revelación Divina:
La Revelación es la manifestación de Dios y de su voluntad acerca de nuestra salvación. Viene de la
palabra «revelar», que quiere decir «quitar el velo», o «descubrir».
Dios se reveló de dos maneras:
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P. JACEK LESZCZYNSKI OFMCONV.
March 6, 2011
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La Revelación natural, o revelación mediante las cosas creadas. Dice el apóstol
Pablo: «Todo aquello que podemos conocer de Dios El mismo se lo manifestó. Pues, si
bien a El no lo podemos ver, lo contemplamos, por lo menos, a través de sus obras,
puesto que El hizo el mundo, y por sus obras entendemos que El es eterno y poderoso, y
que es Dios» (Rom 1,19-20).
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La Revelación sobrenatural o divina. Desde un principio Dios empezó también a revelarse a
través de un contacto más directo con los hombres, mediante los antiguos profetas y de una
manera perfecta y definitiva en la persona de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. «En diversas
ocasiones y bajo diferentes formas, Dios habló a nuestros padres, por medio de los
profetas, hasta que, en estos días que son los últimos, nos habló a nosotros por medio de
su Hijo» (Heb.1,1-2). Jesús nos reveló a Dios mediante sus palabras y obras, sus signos y
milagros; sobre todo mediante su muerte y su gloriosa resurrección y con el envío del Espíritu
Santo sobre su Iglesia. Todo lo que Jesús hizo y enseñó se llama «Evangelio», es decir, «Buena
noticia de la Salvación».
2. ¿Cómo fue transmitida la Revelación Divina?
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Para llevar el Evangelio por todo el mundo, Jesús encargó a los apóstoles y a sus sucesores,
como pastores de la Iglesia que El fundó personalmente:
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«Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautíncenlos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he
encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo» (Mt.
28,18-20).
En lo anterior notamos cómo Jesús ordenó «predicar» y «proclamar» su Evangelio. Y de
hecho los Apóstoles «predicaron» la Buena Nueva de Cristo. Años después algunos de ellos
pusieron por escrito esta predicación. Es decir, al comienzo la Iglesia se preocupó de predicar
el Evangelio. Por supuesto el Evangelio que Jesús entregó a los Apóstoles no estaba
escrito.
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Jesús no escribió nunca una carta a sus Apóstoles; su enseñanza era solamente oral. Así lo hicieron
también los Apóstoles.
3. La Tradición Apostólica
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Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y transmitido oralmente por
los Apóstoles, se llama «la Tradición Apostólica».
Cuando aquí hablamos de la Tradición» (con mayúscula), nos referimos siempre a la
«Tradición Apostólica». No debemos confundir «la Tradición Apostólica» con la «tradición» que
en general se refiere a costumbres, ideas, modos de vivir de un pueblo y que una generación
recibe de las anteriores.Una tradición de este tipo es puramente humana ypuede ser
abandonada cuando se considera inútil.
Jesús mismo rechazó ciertas tradiciones del pueblo judío: «Ustedes incluso dispensan del
mandamiento de Dios para mantener la tradición de los hombres» (Mc.7,8).
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La Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del Evangelio de Jesús. Jesús, además
de enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó una manera de orar, de actuar
y de convivir. Estas eran las tradiciones que los apóstoles guardaban en la Iglesia. El apóstol
Pablo en su carta a los Corintios se refiere a esta Tradición Apostólica: «Yo mismo recibí
esta tradición que, a su vez, les he transmitido» (1 Cor. 11, 23).
Resumiendo: podemos decir que Jesús mandó «predicar», no «escribir» su Evangelio. Jesús
nunca repartió una Biblia. El Señor fundó su Iglesia, asegurándole que permanecerá hasta el fin
del mundo. Y la Iglesia vivió muchos años de la Tradición Apostólica, sin tener los libros
sagrados del Nuevo Testamento.
4. La Biblia
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Solamente una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue puesta por
escrito por los mismos apóstoles y otros evangelistas de su generación.
Estos escritos, inspirados por el Espíritu Santo, dan origen al Nuevo Testamento (NT), que
es la parte más importante de toda la Biblia. Está claro que al escribir el NT, no se puso por
escrito «todo» el Evangelio de Jesús.
«Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar
en el mundo para tantos libros», nos dice el apóstol Juan (Jn. 21,25).
La Sagrada Escritura, y especialmente el NT, es la Palabra de Dios, que nos manifiesta al
Hijo en quien expresó Dios el resplandor de su gloria (Heb.1,3).
Podemos decir que sólo la parte más importante y fundamental de la Tradición Apostólica
fue puesta por escrito. Por esta razón la Iglesia siempre ha tenido una veneración muy especial
por las Divinas Escrituras.
5. Biblia y Tradición
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Después de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta nosotros por la
Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas como dos fuentes,
sino como dos aspectos de la Revelación de Dios. El Concilio Vaticano II lo describe muy bien:
«La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura manan de la misma fuente, se unen en un
mismo caudal y corren hacia el mismo fin». La Tradición y la Escritura están unidas y ligadas,
de modo que ninguna puede subsistir sin la otra.
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Además, la Sagrada Escritura presenta la Tradición como base de la fe del creyente: «Todo lo
que han aprendido, recibido y oído de mí, todo lo que me han visto hacer,
háganlo» (Fil.4,9). «Lo que aprendiste de mí, confirmado por muchos testigos, confíalo a
hombres que merezcan confianza, capaces de instruir después a otros» (2. Tim. 2,2).
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«Hermanos, manténganse firmes guardando fielmente las tradiciones que les enseñamos
de palabra y por carta» (2 Tes. 2,15).
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Está claro que el Apóstol Pablo, para confirmar la fe de los cristianos, no usa solamente la
Palabra de Dios escrita, sino que recuerda también de una manera muy especial la
Tradición o la predicación oral. Para el Apóstol las formas de transmisión del Evangelio:
Sagrada Escritura y Tradición, tienen la misma importancia. En realidad, una vez que se escribió
el NT no se consideró acabada la Tradición Apostólica, como si estuviera completa la Revelación
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Divina. La Biblia no dice eso; en ninguna parte está escrito que el cristiano debe someterse ¡sólo
a la Biblia! Esta es una idea que surgió entre los protestantes recién en los años 1550. En la
Iglesia Católica hubo siempre una conciencia clara sobre la importancia de la Tradición
Apostólica, sin quitar a la Biblia el valor que tiene.
6. ¿Sólo la Biblia?
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Es un error creer que basta la Biblia para nuestra salvación. Esto nunca lo ha dicho Jesús
y tampoco está escrito en la Biblia. Jesús, reitero, nunca escribió un libro sagrado, ni
repartió ninguna Biblia. Lo único que hizo Jesús fue fundar su Iglesia y entregarle su Evangelio
para que fuera anunciado a todos los hombres hasta el fin del mundo. Fue dentro de la Tradición
de la Iglesia donde se escribió y fue aceptado el N.T., bajo su autoridad apostólica. Además la
Iglesia vivió muchos años sin el N.T., el que se terminó de escribir en el año 97 después de
Cristo. Y también es la Iglesia la que, en los años 393-397, estableció el Canon o lista de los
libros que contienen el N.T.
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Por tanto, si aceptamos solamente la Biblia, ¿cómo sabemos cúales son los libros
inspirados? La Biblia, en efecto, no contiene ninguna lista de ellos. Fue la Tradición de la
Iglesia la que nos transmitió la lista de los libros inspirados. Supongamos que se perdiera la
Biblia, en ese caso la Iglesia seguiría poseyendo toda la verdad acerca de Cristo, la cual hasta la
fecha ha sido transmitida fielmente por la Tradición, tal como lo hizo antes de escribir el NT.
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Los evangélicos, al aceptar solamente la Biblia, están reduciendo considerablemente el
conocimiento auténtico de la Revelación Divina. Guardemos esta ley de oro que nos dejó el
apóstol Pablo: «Manténganse firmes guardando fielmente la Tradiciones que les enseñamos
de palabra y por carta» (2 Tes. 2,15).
7. El Magisterio de la Iglesia
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La Revelación Divina abarca la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Este depósito de la
fe (cf. 1 Tim. 6, 20; 2 Tim. 1, 12-14) fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la
Iglesia. Ahora bien el oficio de interpretar correctamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha
sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia. Ella lo ejercita en nombre de Jesucristo.
Este Magisterio, según la Tradición Apostólica, lo forman los obispos en comunión con el sucesor
de Pedro que es el obispo de Roma o el Papa.
El Magisterio no está por encima de la Revelación Divina, sino que está a su servicio, para
enseñar puramente lo transmitido. Por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, el
Magisterio de la Iglesia lo escucha devotamente, lo guarda celosamente y lo explica fielmente.
Los fieles, recordando la Palabra de Cristo a sus apóstoles: «El que a ustedes escucha, a
mí me escucha» (Lc.10, 16), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores
les dan de diferentes formas. El Magisterio de la Iglesia es un guía seguro en la lectura e
interpretación de la Sagrada Escritura, «ya que nadie puede interpretar por sí mismo la Escritura»
(2 Ped. 1, 20).
El Magisterio de la Iglesia orienta también el crecimiento en la comprensión de la
fe. Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la comprensión de la fe puede crecer en la vida de
la Iglesia cuando los fieles meditan la fe cristiana y comprenden internamente los misterios de la
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Iglesia. Es decir, el creyente vive la palabra de Dios en las circunstancias concretas de la historia
y hace cada vez más explícito lo que estaba implícito en la Palabra de Dios.
En este sentido la Tradición divino-apostólica va creciendo, como sucede con cualquier
organismo vivo.
Este es precisamente el significado que hay que dar a las definiciones dogmáticas, hechas por el
Magisterio de la Iglesia.
Conclusión:
1. Resumiendo, podemos decir que la Iglesia no saca solamente de la Escritura la certeza de
toda la Revelación Divina.
2. La Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la Palabra de
Dios, en el cual, como en un espejo, la Iglesia peregrinante contempla a Dios, fuente de todas sus
riquezas.
3. El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al
Magisterio de la Iglesia, a los obispos en comunión con el Papa.
4. La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios, están
íntimamente unidos, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. Los tres, cada uno según
su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de los
hombres.
CONCLUSIÓN:
Éstas son las preguntas que te sugerimos para esta sesión. Al responder, en el apartado Asunto,
escribe "Respuestas Lección 6". Por favor, incluye las preguntas en tus respuestas.
1.
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9.
¿Qué fue primero: la Biblia o la Iglesia?
¿Qué significa la palabra revelación?
¿De cuántas maneras se reveló Dios al Hombre?
¿Qué ordenó Jesús antes de subir al cielo?
¿Cuándo se pusieron por escrito las enseñanzas de Jesús?
¿Qué significa la palabra Tradición Apostólica?
¿Basta la sola Biblia para la salvación?
¿Jesús fundó una Iglesia o mandó difundir la Biblia?
¿Cuál es la función del Magisterio?
Esto es todo para esta lección. Un saludo afectuoso del P. Jacinto.
Envía tus respuestas a este correo electrónico: [email protected]
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