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1 COLECCIÓN “VIDA ABUNDANTE” LA EXPERIENCIA FUNDAMENTAL PARA TODA LA HUMANIDAD E. Basombrío INTRODUCCIÓN Recordemos que el Bautismo en Espíritu Santo y fuego, iniciado el día de Pentecostés, es no sólo la experiencia fundamental de la RCC, sino también la experiencia fundamental para toda la Iglesia, para todas las Iglesias, para todas las religiones, para toda la Humanidad. Se trata de la Venida del “otro Paráclito”, dado por Jesús “sin medida”, tan importante como la Venida de Jesús a este mundo. El Espíritu Santo también está presente y operante constantemente en el mundo para compartir su Vida con todo el que se abra al Don. De este modo se participa realmente de la vida de Cristo (cfr. Rm 8, 2), guiado por el mismo Espíritu Santo y se penetra en el misterio de Dios Padre, “por obra y gracia del Espíritu Santo”. La RCC ha tenido esta experiencia y la agradece con toda el alma, alabando a Dios por tan inmenso don, por todos los bienes que se han recibido en nuestra vida de fe y por haber podido hacer participar a tantos otros de esta misma gracia, por la evangelización en el Espíritu Santo, “mensaje que los ángeles ansían contemplar” (1 P 1, 12). Ello no es otra cosa que el kerigma, o primer proclamación del Evangelio, que culmina con el Bautismo en Espíritu, don inmenso de Dios para toda la Iglesia, para todas las Iglesias, para la RCC, para todos los seres humanos. Esta experiencia, en efecto, “es para todos, para ustedes, para sus hijos, para los que están lejos, para cuanto llamare el Señor Dios nuestro” (Hch 2, 39). Tengamos en cuenta que “si es para todos”, Dios está llamando a todos para hacerles participar de esta experiencia, sin acepción de personas: Se trata de un don universal que subsiste en nuestro mundo para siempre y es experimentable, como cualquier otro dato de experiencia en este mundo. Para el ser humano, quienquiera que sea, será cuestión de aceptar y recibir lo que Dios revela a toda la Humanidad. El Magisterio de la Iglesia a través de Juan Pablo II ha pedido hacer efectiva esta experiencia a toda la Iglesia, especialmente a los Obispos y en todos los niveles*. Ello concuerda con lo que está revelado (cfr. Hch 1, 5.8; 2, 39). Por lo tanto es Palabra de Dios vivo, recordada por los Papas, expresada suficientemente en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia. LOS PROYECTOS DEL PADRE El Padre en sus proyectos ha regalado esta experiencia vital de extremada importancia acerca de Dios a toda la Humanidad, a través del envío concreto de sus misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo. Por el Hijo se logra un conocimiento a nivel humano-divino. Por el Espíritu de Dios, un conocimiento perfecto, enteramente espiritual, de las cosas de Dios, como Dios lo quiere. En ese momento se tiene experiencia del Padre y del Hijo en un encuentro personal con ambos, por obra y gracia del Espíritu Santo que en, cualquier momento viene. En este sentido, en este proyecto, al Espíritu le atribuye “llevar a la verdad completa (de la Revelación divina) y enseñarlo todo (cuanto es necesario en este mundo para conocer la realidad de Dios)” de un modo auténticamente espiritual, desconocido para el hombre natural, pero verificable por propia experiencia. La fe es sobre todo experiencia del poder de Dios. Sin ella, no se ha desarrollado aun la verdadera fe (cfr. 1 Co 2, 5). Se trata de Dios Omnipotente que se ha revelado a sí mismo. Ambas misiones, la del Hijo, Jesucristo, y la del Espíritu Santo están presentes y operantes en el mundo por la fe que cree en esta presencia carismática. De aquí la importancia de lo carismático en la Iglesia ordenada a una experiencia espiritual sin precedentes. El ser humano no la podría conocer por sí solo. “Dios tiene poder para realizar las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros” (Ef 3, 20). Esta experiencia se verifica por la fe que da el conocimiento * IVª Conferencia Episcopal Latinoamericana de Santo Domingo. Juan Pablo II. Discurso Inaugural. 2 espiritual como que procede de Dios, como don perfecto (cfr. St 1, 17). Sin él, no es posible conocer y menos vivir el misterio de Dios. Pero se da un hecho que a todo cristiano hace ver la trascendencia fundamental del envío del Espíritu Santo. Siempre ha llamado la atención el poco o reducido conocimiento que manifestaban los Apóstoles y discípulos con respecto a ciertas revelaciones hechas por Jesús, todas ellas de vital importancia. Por lo tanto, era necesario algo más para que la riqueza integral de la Revelación divina y para que la persona de Jesús se hicieran también carne, en la mente y en el corazón de todos quienes lo escuchaban a él y de todo aquel que lea la Sagrada Escritura. Ello no sólo pasó con sus Apóstoles y discípulos, sino también con el pueblo elegido. Pero sobre todo con aquellos que aún no han pasado por esta experiencia fundamental con el Espíritu Santo, llamada por Jesús “Bautismo en Espíritu”. Muchos seres humanos no saben cómo relacionarse sencillamente con Dios. Los judíos tampoco atinaban a ponerse de acuerdo con muchas cosas ya reveladas en el Antiguo Testamento. Por eso Jesús habló a éstos que decían conocer las Escrituras: “USTEDES INVESTIGAN LAS ESCRITURAS YA QUE CREEN TENER EN ELLAS VIDA ETERNA; ELLAS SON LAS QUE DAN TESTIMONIO DE MÍ; Y USTEDES NO QUIEREN VENIR A MÍ PARA TENER VIDA” (Jn 5, 39-40). No entendieron las Escrituras. Tampoco los Apóstoles entendían todavía a Jesús. Entonces debería hacerse evidente para judíos y para cristianos que Jesús se constituía con estas palabras, en la piedra fundamental de un conocimiento que ante todo es VIDA. Se trata de una promesa velada de que él mismo llevaría a la Fuente de esta VIDA, como lo es el Espíritu Santo, y así lo hizo. Los Apóstoles cometen un error parecido. Ello se manifiesta cuando Felipe le dice a Jesús: “Jesús, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Pero Jesús le replica: “¡Tanto tiempo hace que estoy con ustedes y no me conoces Felipe! El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 1, 89). Ello significaba que aún les faltaba el Don del Espíritu Santo en la plenitud con que se da, cuando se pasa por la experiencia de ese momento en que Jesús bautiza en él. Luego añadirá algo misterioso: “Las palabras que yo digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras” (Jn 14,10). Todo este planteo humano-divino hecho por Jesús desemboca claramente en la solución definitiva, por ser el proyecto del Padre: “PERO LES DIGO LA VERDAD: LES CONVIENE QUE YO ME VAYA, PORQUE SI NO ME VOY, NO VENDRÁ A USTEDES EL PARÁCLITO; PERO SI ME VOY, SE LOS ENVIARÉ” (Jn 17, 3). ¿Qué hará el Espíritu Santo? LO QUE EL JUDÍO, EL CRISTIANO Y TODO CREYENTE NECESITAN PARA NO ERRAR LASTIMOSAMENTE EN LA INTERPRETACIÓN Y SOBRE TODO, EN LA VIVENCIA DE LA REVELACIÓN DIVINA, NO HUMANA, TAL COMO EL ESPÍRITU SANTO LA ENSEÑA Y SIN LAS INTERFERENCIAS INDEBIDAS DE LOS CRITERIOS MERAMENTE HUMANOS. Jesús ha dicho todo acerca del actuar del Paráclito. Aquí está la experiencia fundamental de todo el judaísmo, del cristianismo y de todos los seres humanos como prenda fundamental de toda unión, no sólo entre cristianos sino de cristianos con judíos, y entre todos los seres humanos que quieran de verdad conocer la Revelación divina. Sólo una cosa es necesaria: ser fieles al Espíritu de Dios. Él es el mismo que une a todos en el Amor y en la Verdad como hace de las tres personas divinas un solo Dios. Esta maravilla es imposible, si no es POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO. Él es la llave que abre todos los misterios de Dios “porque no se nos ha dado el espíritu del mundo sino el que es de Dios para conocer todas las gracias que él nos ha concedido” (1 Co 2, 12) y el que lleva a la vida plena prometida por Jesús. Por eso él lo ha dado “sin medida” en su obra redentora. Sin advertirlo, a quien debía darse la mayor importancia, al Espíritu Santo, tal como el Padre y el hijo lo han deseado, es al que menos importancia le dan muchos, aun siendo creyentes. Baste conocer todo lo que Jesús ha revelado de esta persona para saber lo que él hace encada creyente. La segunda enseñanza fundamental es que nadie debe entregarse a su propio criterio en el marco de la Revelación divina. Ello vale para todas las religiones. El propio criterio es fuente permanente de toda división, contradicción y escándalo para Cristo, concretamente: “POR TENER PENSAMIENTOS QUE SON DE LOS HOMBRES Y NO LOS DE DIOS” (Mt 16, 23). 3 ¿Cómo no llamar a este encuentro personal con el Espíritu Santo “experiencia fundamental” que necesita todo el mundo? Ella es el fundamento de toda vivencia profunda de lo que ha sido revelado, como fuente de toda Vida cristiana. Ella desemboca en la santidad misma. Esta experiencia fuerte de vida es la que la explica y, más aún, la hace posible, en virtud del poder de Dios. Dios quiere “ADORADORES EN ESPÍRITU Y EN VERDAD”, pero no cristianos, ni judíos ni seres humanos sólo con el rótulo de tales, sin la menor intención de serlo en verdad. Así sucede en muchos de ellos precisamente por falta de esta experiencia que los deja huérfanos de aceptar en plenitud al Espíritu de Dios. Por lo tanto, a mitad de camino, sin desarrollar la potencia inimaginable de vida que Dios ha regalado a los seres humanos. Para decirlo de otra manera, no han llegado aún a la verdad completa de la verdad divina revelada, por falta de Espíritu Santo. Él permanece en muchas personas, en potencia, es decir, en un poder ser que todavía no es. Por eso esta experiencia es “fundamental”. Ella lleva al misterio integral de Dios, conducidos por el Espíritu Santo, como Jesús lo es, por el Espíritu de la Verdad. Es el proyecto del Padre. No debe extrañar para nada, en un creyente, que esta experiencia viva la dé el Espíritu Santo como fuente de todo conocimiento verdadero del Dios único (cfr. 1 Co 2, 12; CIC, 683). Para nada debe interesar a un ser humano verdaderamente religioso lo que dice un hombre acerca de Dios, sino estrictamente lo que Dios le dice al hombre. El hombre es la fuente de muchos mitos, leyendas y falsas religiones, como de todas aquellas “religiones” que les falta el Espíritu de Dios, que es Espíritu de la Verdad sobre Dios. LA SANTIDAD Jesús mismo revela: “Por ellos me santifico a mí mismo, PARA QUE ELLOS TAMBIÉN SEAN SANTIFICADOS EN LA VERDAD” (Jn 17, 19). La Escritura revela: “Ésta es la voluntad de Dios: que se santifiquen” (1 Tes 4, 3). Jesús vuelve a decir: “Sean perfectos como mi Pare celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Y, en el Antiguo Testamento se repite varias veces: “Sean santos para mí porque yo, Yavé, soy santo” (Lv 20, 26). Por lo tanto, LA SANTIDAD QUE ES REPRODUCIR DE ALGUNA MANERA LA IMAGEN DE CRISTO (cfr. Rm 8, 29) ES UNA VOLUNTAD EXPRESA DE DIOS MANIFESTADA MÁS CLARAMENTE EN EL NUEVO TESTAMENTO. ES LO QUE TODO CREYENTE DEBE HACER: DEJAR A DIOS REALIZAR EN CADA UNO LA PROPIA SANTIDAD. DEJAR A DIOS SER DIOS. Pero así como nadie se salva sin él, de la misma manera, nadie se santifica sin Dios. La santidad es la salvación en plenitud. Es el objetivo, dentro de los proyectos del Padre, para todo creyente, para que éste alcance la plenitud de la fe, esperanza y caridad. Estas virtudes teologales relacionan perfectamente con Dios y con los demás seres humanos. Por lo tanto, es haber comprendido y vivido la Revelación hasta sus más profundos detalles, no sólo para conocer, sino sobre todo para vivir plenamente lo revelado. Es haberle dado a ella el valor que Dios le ha dado. Es la mejor respuesta a Dios en la vida de todo cristiano, como auténtico acto de adoración. Es lo que manifiesta el verdadero crecimiento de todo creyente. Sin embargo, lejos está de la mente de muchos de ellos, el hecho de tomar la santidad en serio. Alguien le susurra al oído: “Eso no es para ti. ¡Mírate quien eres! No puedes pretender la santidad”. Obviamente el que susurra estas cosas no es Dios, pues él manda a todos los creyentes ser santos. Fácilmente se intuye en aquellas palabras al “mentiroso y asesino”, como llama Jesús a Satanás (Jn 8, 48). Si él está envidioso de la salvación del creyente, ¡cuánto más de la santidad del cristiano que es plenitud de salvación! Sin embargo, el primer paso de toda salvación es reconocer la propia condición de pecador. No deja de ser ello un don de Dios. Por eso en la vida de los santos, ellos mismos se llaman pecadores. A algunos les parece que exageran. Sin embargo es el primer paso hacia la santidad. Al ser conscientes de su condición pecaminosa, claman con insistencia a Dios. Ese clamor les hace lograr la misericordia de Dios. Porque nadie se hace santo, así como nadie se salva por sí mismo, sino que es el Espíritu de Dios a quien se le atribuye la santidad. Es siempre la misericordia de Dios la que obra en el creyente. “Misericordia”, quiere decir “corazón para el mísero”, que es todo ser humano sin su ayuda. Es el Todopoderoso que eleva al nada-poderoso, que es el hombre en materia religiosa, 4 Ciertamente que no se clamaría así, si alguien fuera guiado por el propio criterio, con un falso concepto de la santidad o viviendo en una falsa religión, inventada siempre por hombres. Esto es lo que procede del mal espíritu y no de Dios. Los santos asumen sobre todo que sin Dios nada pueden hacer, como les reveló Jesús. Ni siquiera salvarse. ¡Cuánto menos la santidad! Es nada menos que la experiencia de la verdadera dependencia santa que todos los seres humanos tienen con Dios. No reconocer esta dependencia total es el origen de la herejía pelagiana, incrustada lamentablemente en muchos de sus miembros. Son los que deforman el verdadero concepto de lo religioso. Esta herejía hace depender condiciona la fe con sus propios criterios y esfuerzos personales; no la pone en el poder de Dios, para escándalo de Cristo, por “TENER PENSAMIENTOS QUE SON DE LOS HOMBRES Y NO LOS DE DIOS” (Mt 16, 23). En ninguna pretendida sabiduría humana está basada la fe ni la religión, sino en la experiencia del poder de Dios (1 Co 2, 5). Sólo en él y por él, el creyente se santifica. Por donde se deduce que la fe es experiencia de este poder divino. Ésta lleva a la santidad. Es desde donde se avizora cómo Dios realiza sus obras, a través del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Olvidar, no tener en cuenta, o la indiferencia sobre el misterio trinitario son las causales de innumerables errores y omisiones inexplicables en muchos miembros de la Iglesia. Nada puede ser comprendido a fondo en la Revelación divina, si no es a través de las tres personas divinas, sin omitir a ninguna de ellas. La Santísima Trinidad debe estar en el centro de la vida y de la experiencia de todo creyente. Enseña el Credo mayor de la Iglesia católica que “CREEMOS EN EL ESPÍRITU SANTO, SEÑOR Y DADOR DE VIDA, QUIEN CON EL PADRE Y EL HIJO, RECIBE UNA MISMA ADORACIÓN Y GLORIA”. La razón teológica de ello es que las tres personas son un mismo y único Dios. Darle a una sola persona toda la adoración y gloria, desplazando de la manera que sea a las otras dos, es simplemente una herejía. Atenta contra el dogma trinitario, contra el Credo que se recita especialmente en la Celebración de la Eucaristía y contra la revelación máxima del Señor Jesús. El Nuevo Testamento es el Libro de la Santísima trinidad, por todo lo que Jesús ha revelado sobre el misterio de Dios, del Padre, del Espíritu Santo y de sí mismo. CÓMO LLEGAR A LA SANTIDAD Ella, que es imposible para el creyente, sin la gracia de Dios, se hace más que posible sólo por ella. Pero cabe preguntarse cómo obra Dios concretamente para lograr lo que a todo ser humano le es imposible por su propia naturaleza. Ésta dificultad entorpece el trato íntimo con las personas divinas. No deja se ser ésta una pregunta vital. De este modo, el creyente se aproxima a aquella “EXPERIENCIA FUNDAMENTAL”, necesaria en absoluto para superar tantas dificultades como tiene cualquier ser humano para vivir en plenitud el Evangelio del Señor Jesucristo. Lo que parece sólo un espejismo es una verdad asombrosa. LA EXPERIENCIA FUNDAMENTAL Ella, para ser fundamental, debería reunir el misterio de Dios y la integralidad de los dones de Dios. Por eso está revelado: “NO SE NOS HA DADO EL ESPÍRITU DEL MUNDO, SINO EL ESPÍRITU QUE VIENE DE DIOS, PARA CONOCER TODOS LOS DONES QUE DIOS NOS HA OTORGADO” (1 Co 2, 12). Ésta es la misión atribuida al Santo Espíritu. Se trata de la tercera persona divina, a la que muchas veces no se le ha dado la importancia que el Padre y el Hijo le han dado, instigados por el mal espíritu. El olvido o la indiferencia o la ignorancia de esta persona implican de algún modo una ausencia peligrosa del Paráclito en el creyente que sea y ocupe el cargo que ocupare. El pueblo judío rechazó al Mesías a pesar de que en el Antiguo Testamento tenían todo lo que se decía sobre él. Hasta ellos mismo hicieron con él lo que ya estaba profetizado. Les faltaba aún la Vida en Cristo Jesús (cfr Jn 5, 39-40) y también, la Vida en el Espíritu. 5 El cristiano corre el grave riesgo de rechazar al Espíritu Santo, si no lo considera como quiere el Padre y el Hijo; al no saber apreciar lo que el Antiguo Testamento y el Nuevo han revelado de esta persona. La Santísima Trinidad ha querido compartir con todos los creyentes el mismo Espíritu Santo que hace a las tres personas un sólo Dios. Él es el Don de unión por excelencia, gracias al sacrificio de obediencia del Hijo, según el proyecto del Padre. Por lo tanto, en él se halla la fuente primaria y universal de toda unión en el Amor y en la Verdad divinas. Por eso habla san Pablo, como Palabra de Dios, “DEL ESPÍRITU QUE VIENE DE DIOS”. Y ya se han revelado sus objetivos. ¡Es muy contradictorio, en las cosas que Dios ha revelado, buscar este Amor, esta Verdad, esta Unión por cualquier lado, según los criterios humanos, menos donde ellos están. La pregunta obligada es: Entonces, ¿cuándo viene el Espíritu Santo que “desciende de lo alto”, como ya estaba revelado en el Antiguo Testamento?: “¿QUIÉN HABRÍA CONOCIDO TU VOLUNTAD, SI TÚ NO LE HUBIESES DADO LA SABIDURÍA Y NO LE HUBIESES ENVIADO DE LA ALTO TU ESPÍRITU SANTO” * (Sb 9, 17). Tan importante es esta venida del Espíritu de Dios, que la Palabra de Dios revela: “SÓLO ASÍ SE ENDEREZARON LOS CAMINOS DE LOS MORADORES DE LA TIERRA, ASÍ APRENDIERON LOS HOMBRES LO QUE A TI TE AGRADA Y GRACIAS A LA SABIDURÍA SE SALVARON” (Sb 9, 18). Así se habla de la inmensa virtud del Espíritu y cómo endereza los caminos tantas veces torcidos de los hombres, para lograr su salvación en plenitud. Ello tuvo lugar desde el día de Pentecostés, en que Jesús comienza a bautizar en el Espíritu a quien cree en él y tiene sed de Dios: “El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, GRITÓ”. Muy importante debía ser lo que él habría de anunciar. Se trataba de algo fundamental: “ ‘Si alguno tiene sed, venga a mí y beba el que crea en mí’, como dice la Escritura: de su seno correrán ríos de agua viva’ ” (Jn 7, 38). ¿De quién hablaba Jesús? ¿Qué significan esas “aguas vivas? Lo explica el mismo san Juan: “ESTO LO DECÍA REFIRIÉNDOSE AL ESPÍRITU QUE IBAN A RECIBIR LOS QUE CREYERAN EN ÉL. PORQUE AÚN NO HABÍA ESPÍRITU, PUES JESÚS TODAVÍA NO HABÍA SIDO GLORIFICADO” (Jn 7, 39). ¡Cuánto tiene que ver esta Promesa del Espíritu realizada por Jesús, con la experiencia fundamental para toda la humanidad! Cuando Juan dice: “No había aún Espíritu Santo” se refería a cuando lo habría de haber en el Nuevo Testamento, en abundancia, “sin medida”, de una manera única, convincente y como se deduce de los textos paralelos, sensiblemente. ¡Cada vez más claro! Es la que todo ser humano necesita imperiosamente para creer en Dios y dejarse conducir por él, como enseñó Jesús, en cuanto hombre. ¿Cuándo Jesús fue glorificado con la máxima y definitiva glorificación? Ello se narra en Hch 2, 33. Lo que sucede en el cielo repercute en toda su trascendencia en la tierra. Se gesta la Venida del Espíritu Santo, la Gran Promesa del Padre y del Hijo, el día de Pentecostés: “EXALTADO POR LA DIESTRA DE DIOS, HA RECIBIDO DEL PADRE EL ESPÍRITU SANTO PROMETIDO Y HA DERRAMADO LO QUE USTEDES VEN Y OYEN” (Hch 2, 33). ¡La Venida del Espíritu Santo se hizo presente y operante ese mismo día! Era algo que realmente se estaba viendo y oyendo, como experiencia sensible y única. Al mismo tiempo, profundamente espiritual, aun uniendo lo sensible a lo espiritual. Por eso el Señor ha revelado: “INVÓCAME Y TE RESPONDERÉ Y TE MOSTRARÉ COSAS GRANDES, INACCESIBLES QUE ANTES DESCONOCÍAS” (Jr 33, 3).Es lo que les pasa a todos los que lo invocan de corazón. Por eso también se trata de una experiencia única, desconocida por los seres humanos. Pero basta invocar al Señor. * Se pone “Espíritu Santo” en mayúsculas, pues por el NT está revelado por Jesús que es una persona divina. 6 ¡Qué hermoso texto! ¡Cuánto se deriva de este evento sin precedentes! ¿No se vislumbra en sus palabras esta experiencia fundamental y que Pedro anuncia a los judíos como algo que PUEDE SER VISTO Y OÍDO? Por eso constituye una experiencia única, como lo es la nueva vida en el Espíritu (cfr. Rm Cap 8). También es lo que da pleno sentido a lo carismático en la Iglesia y a lo espiritual. Los carismas son llamados “dones espirituales”. Por lo que está revelado y por el contexto y los textos paralelos, se puede afirmar que esta experiencia fundamental de todo el Cristianismo ES EL BAUTISMO EN ESPÍRITU SANTO DONADO ÚNICAMENTE POR JESÚS, DESPUÉS DE SU GLORIFICACIÓN EN LOS CIELOS Y “PARA SIEMPRE”. Juan Pablo II habla del Bautismo en Espíritu con estas palabras: “Bautizar en Espíritu Santo significa regenerar la humanidad con el poder del Espíritu de Dios: es lo que hace el Mesías sobre el que reposa el Espíritu, colmando su humanidad de valor divino a partir de la Encarnación hasta la plenitud de la Resurrección tras la muerte en la cruz. Adquirida esta plenitud, el Mesías, Jesús comienza a bautizar en el Espíritu Santo y fuego, del que él está lleno (cfr. Jn 1, 33; Hch a, 5). Jesús desde su humanidad glorificada, como de un manantial de Aguas Vivas, el Espíritu se difundirá por el mundo. Éste es el anuncio que hace el Bautista al dar testimonio de Jesús con ocasión del bautismo (en el Jordán.N. del A.), expresando el misterio de la nueva energía vivificadora que el Mesías y el Espíritu han derramado en el mundo” (L’Oss. Rom.9.10.89). Por eso se ha hablado en este trabajo de “Experiencia Fundamental para toda la Humanidad”. Lo es “para todos”, si bien no todos se atreven a lograrla, ya sea por indiferencia, ignorancia o intereses creados que no quieren renunciar a sus proyectos limitados o mezquinos, pensando que Dios viene a robarles algo y no a darles todo lo que un ser humano necesita de Dios. LA VENIDA DEL ESPÍRITU DE GRACIA Por todo lo que revela Jesús del Espíritu Santo, él es la fuente de todo conocimiento verdadero de Dios, enviado en auxilio de todos los seres humanos, santos o pecadores o incrédulos. Él ha sido enviado por el Padre y el Hijo, en virtud del sacrificio de Jesús para llevar a todos a la verdad completa y así hacer posible el Evangelio. Recuérdese que los mismos Apóstoles no entendieron completamente a Jesús hasta esta Venida del “otro Paráclito”, tan importante como la Venida de Jesús. Sin su guía imposible conocer la verdad revelada completa. ¿Cómo no va a ser ésta la experiencia fundamental para todo creyente y para todo el que quiera serlo, hasta para todo el mundo? La Redención obrada por Jesús es llevada a su “verdad completa” y a “perfecto término” (cfr. León XIII. Dim, 1) por el Espíritu Santo, desde su Venida. Más concretamente, desde que Jesús comienza a bautizar a los suyos en Espíritu Santo y fuego. “Fuego de Amor divino” que tanto necesita el mundo desde su intimidad más profunda. En este sentido San Agustín decía que “Dios es más íntimo que nuestra intimidad”. Es lo que los Apóstoles necesitaban, lo que los judíos necesitaban, lo que los seres humanos más necesitan, tan carentes de verdadero amor y muchos de ellos con sus vidas destrozadas. Él, como Jesús, está presente y operante en este mundo. “Llevar a perfecto término”, significa lo mismo que dice Jesús cuando revela que “EL PARÁCLITO, y no otro ni otra cosa ni criterio humano alguno, LLEVA A LA VERDAD COMPLETA”. Se entiende, “de todo lo que ha sido revelado”. ¿Por qué tantos cristianos se empecinan en hallar la Verdad por otros medios que no sea el Espíritu de la Verdad? Resulta difícil explicarlo y entenderlo, aun siendo Palabra de Dios escrita. Pero, si no se entiende, es por falta del único Espíritu de la Verdad. Aún no hay apertura a su inmensa realidad. El Espíritu Santo es ante todo la introducción a la vida espiritual y todo lo que es espíritu y vida. Sin él no podría tenerse experiencia de ello, un conocimiento ignorado por el hombre que intenta conocer las cosas de Dios a través de lo que es imposible: “Naturalmente” (cfr. 1 Co 2, 14). El conocimiento de Dios brota a raudales de Dios mismo y lo da a quien se le arrima: “ACÉRQUENSE A DIOS Y ÉL SE ACERCARÁ A USTEDES” (St 4, 8). Puede transformarse en un hecho de experiencia extremadamente insospechado. 7 Además, el Paráclito “lo enseña todo”; “hace acordar todo lo que Jesús ha dicho”, “habla de las cosas por venir”. Lo hace por el carisma profético. “Sondea las profundidades de Dios y las revela a nosotros” (1 Co 2, 10) y “reproduce la imagen de Cristo” (Rm 8, 29) en todo creyente que lo desea sinceramente. Entonces, la integralidad de todos los dones viene por la inmensa virtud del Espíritu de Dios. Por eso se habla de “Espíritu de gracia”, en cuanto todo lo que él da es don gratuito de Dios. Ellos son absolutamente necesarios para lo que un ser humano necesita, para llegar al objetivo de la santidad. Por toda esta riqueza sin medida que se da en todo el que la quiera vivir, Jesús bautizará continuamente en Espíritu Santo y fuego (cfr. Mt 3, 11; Lc 3, 16). El Don provoca una verdadera transfiguración en el hombre que lo acepta. ¡Nadie como su Padre y él saben cuánto lo necesita todo ser humano! El Paráclito lo hace desde su venida. Jesús sigue presente sacramentalmente en la Celebración Eucarística. Siendo él el único que bautiza en Espíritu, ¡Qué ocasión tan formidable para pedirle que lo haga en esa circunstancia! De este modo, Eucaristía y Bautismo en Espíritu se asocian maravillosamente, más de lo que se puede pensar. Son dos presencias imprescindibles. Son muchos quienes dan testimonio de la experiencia fundamental de este bautismo, precisamente desde esta realidad cotidiana, que puede verse y escucharse por sus benditos carismas. Muchos cristianos no le han dado al Bautismo en Espíritu Santo la importancia que le da la misma Escritura, la Tradición, el Padre y el Hijo. Se trata de la iluminación que trae el Espíritu al alma del creyente sobre la realidad de Dios: “Su solo contacto es la ciencia misma. Y, desde que ilumina, cambia el corazón” (San Gregorio). El creyente comienza así a vivir una vida enteramente nueva: la Vida en el Espíritu, en mucho semejante a la vida de Jesús en cuanto hombre. Ello es lo que el Padre ha proyectado para todos los seres humanos. De esta manera el Padre transfigura aql ser humano en el hombrenuevo que él ha proyectado con tanto amor. Por eso esta Vida Nueva constituye “la espiritualidad del Cristianismo”, porque es la misma espiritualidad de Jesús en cuanto hombre, para ejemplo de todo creyente. “Ella consiste en aceptar todo lo que el Espíritu trae” y dejarse guiar por él (Juan Pablo II. “La Vida en el Espíritu”. L’Oss. Rom. 23.10.98). “Dejarse guiar por él” significa dejarse transfigurar por él. Dejar obrar a Dios en él. El Espíritu Santo trae esta vida especialmente cuando el cristiano es bautizado por Jesús en el Espíritu. Se trata de una experiencia única. Bautizar significa “estar lleno”, “saturado”, “repleto de algo”. Al Espíritu lo necesitamos en extremo, sin medida. De allí su importancia. No se trata del sacramento del Bautismo ni el de la Confirmación. El texto de Hch 10, 47 lo confirma: “¿ACASO PUEDE ALGUNO NEGAR EL AGUA DEL BAUTISMO A ÉSTOS QUE HAN RECIBIDO EL ESPÍRITU SANTO COMO NOSOTROS?”. El primer Papa de la Iglesia distingue como Palabra de Dios, el bautismo sacramental del Bautismo en Espíritu e implícitamente del sacramento de la Confirmación. Todos los Apóstoles han contado con esa experiencia. La reconocen por la alabanza en los gentiles en la casa de Cornelio y el hecho de hablar en lenguas, lo mismo que les había pasado a ellos. Poco se habla de este bautismo, siendo una revelación divina de suma trascendencia para la vida de todo el Cristianismo y para la unión de todos los cristianos, judíos, de toda otra religión y de cada ser humano. Sobre todo es la terminología de Jesús. Este bautismo goza de todos los criterios divinos de la verdad revelada, dados por Jesús y el Magisterio de su Iglesia (Dei Verbum, 10)* . Se trata de la experiencia que Juan Pablo II ha pedido a toda la Iglesia y en todos los niveles (Cfl, 64; RM, 92; IV Conferencia Episcopal de Santo Domingo. Mensaje). Cuando este Papa vino a nuestro país, se expresó de esta manera: “LOS APÓSTOLES DE TODAS LAS ÉPOCAS, Y TAMBIÉN VOSOTROS SACERDOTES, PERSONAS CONSAGRADAS Y AGENTES DE PASTORAL, NECESITÁIS UNA VIVENCIA FUERTE DEL CENÁCULO CON MARÍA (“la experiencia fundamental”. Nota del autor), para recibir nuevas gracias del Espíritu Santo y poder afrontar las nuevas situaciones de evangelización en el mundo de hoy. * Ver del mismo autor: “La Doctrina sobre el Bautismo en Espíritu Santo y fuego”. Ed. Kyrios. Rondeau 1450. 2º. TT 4654-1544 8 Ésta ha sido mi invitación en la encíclica Dominum et vivificantem (cfr. 25 y 26), como lo fue ya en mi primera encíclica Redemptor hominis (cfr. 22), siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II (cfr.LG, 59; Ad gentes, 4)”. (Mensajes a Nuestro Pueblo”. Ed. Paulinas. Pag. 121). “La Promesa (de este bautismo) es para todos” (cfr. Hch 2, 39). Si para todos, para todos los tiempos, y para el que lo pida o desee: “SI USTEDES AUN SIENDO MALOS DAN COSAS BUENAS A SUS HIJOS, ¡CUANTO MÁS MI PADRE DEL CIELO LES DARÁ EL ESPÍRITU SANTO A QUIENES SE LO PIDAN!” (Lc 11, 13). Por lo tanto, ¿cómo el cristiano que sea y, de la Iglesia que sea, podrá ponerse de espaldas a este Bautismo en Espíritu otorgado por el Padre y por el Hijo? ¿No llama la atención que Jesús sea el único que lo hace, como revelan los cuatro Evangelios? ¿O se estará rechazando la salvación en plenitud que Jesús ofrece al mundo por el Espíritu Santo? ¿Acaso no se conoce aún, en todo el Cristianismo, lo que el mismo Jesús revela de este rechazo (cfr. Mt 12, 31-32)? LO QUE TRAE EL ESPÍRITU DE DIOS A los grandes dones de Dios, –y se está frente a uno de los más inmensos, como lo es el encuentro personal con cualquiera de las personas divinas–, corresponde acatamiento filial. De lo contrario, por lo menos se estará perdiendo mucho de “todo lo que el Espíritu nos trae”. El creyente que obra de modo indebido se expone a guiarse por propios criterios, a no enderezar sus caminos torcidos y rechazar toda la ayuda que Dios Padre ha concebido por Jesús y por el Espíritu Santo en sus proyectos, para hacer posible al creyente realizar la dicha del Evangelio. De la misma manera se expone a no conocer al Padre y al Hijo suficientemente, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC, 683) y, con ello, no tiene Vida eterna (cfr. Jn 17, 3) Apréndase entonces, lo que dice el Magisterio, los Papas, la Tradición de la Iglesia y las Escrituras: PAPA LEÓN XIII “Él mismo (Espíritu Santo) es el Don supremo, porque al proceder del mutuo amor del Padre y del Hijo, con razón es don del Dios altísimo!” (León XIII. Dim, 10). “Merced a esos dones (los siete), el Espíritu Santo nos mueve y realza a desear y conseguir las evangélicas bienaventuranzas” (id. Dim, 12). “Alza a los hombres de los caminos del mal, cambiándoles de terrenales y pecadores en criaturas espirituales y casi celestiales” (id. Dim, 12). Es la transfiguración de la que se ha hablado. “Conviene rogar y pedir al Espíritu Santo, cuyo auxilio y protección todos necesitamos en extremo. Somos pobres, débiles, atribulados, inclinados al mal: luego recurramos a él, fuente inexhausta de luz, de consuelo y de gracia. Sobre todo, debemos pedirle perdón de nuestros pecados, que tan necesario nos es, puesto que es el Espíritu Santo, don del Padre y del Hijo y los pecadores son perdonados por medio del Espíritu Santo, como por don de Dios” (Dim 15). “No cabe pensar que estas plegarias no sean escuchadas por aquél de quien leemos que ruega por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8, 26-7; Dim, 15). “El es la prenda de nuestra heredad” (Id.). SAN GREGORIO “¡Qué artista es el Espíritu Santo. Instruye en un instante y enseña todo lo que quiere. Desde que está en contacto con la inteligencia, ilumina. Su solo contacto es la ciencia misma. Y, desde que ilumina, cambia el corazón” (San Gregorio”). Muchos cristianos ya lo saben por experiencia. Para cambiar el corazón humano es preciso dejarse iluminar por el Paráclito, por eso la gracia del Bautismo en Espíritu constituye una inmensa iluminación. SAN BASILIO “Como los cuerpos iluminados irradian luz, del mismo modo, las almas que llevan al Espíritu Santo son iluminadas por el Espíritu. Ellas mismas se tornan espirituales y destellan la gracia a los otros. De allí brotan la ciencia del futuro, la inteligencia de los misterios, la comprensión de los secretos, la distribución de los carismas, el gozo celestial y el gozo del coro de los ángeles, el gozo infinito, la perseverancia con Dios y el colmo del deseo: llegar a ser como Dios” (San Basilio. Tratado sobre el E. Santo. Cap. IX). 9 SAN IRENEO “En el don del E. Santo está basada la unión con Cristo. Él es prenda de nuestra incorruptibilidad, LA CONFIRMACIÓN DE NUESTRA FE, la escala de nuestra ascensión a Dios” (San Ireneo. “Contra herejes” III. 24, 1). Así, la evidencia de la Resurrección de Cristo es el Espíritu Santo. NOVACIANO “Él es quien suscita a los profetas en la Iglesia, instruye a los maestros, sugiere las palabras, realiza prodigios y curaciones, produce obras admirables, concede el discernimiento de espíritus, asigna las tareas de gobierno, inspira los consejos, reparte y armoniza cualquier otro don carismático y, por esto, perfecciona completamente, por todas partes y en todo, a la Iglesia del Señor” (Novaciano. De Trinitate. XXIX, 9-10). JUAN PABLO II “ÉL ES UNA PERSONA DIVINA QUE ESTÁ EN EL CENTRO DE LA FE CRISTIANA Y ES LA FUENTE Y FUERZA DINÁMICA DE LA RENOVACIÓN DE LA IGLESIA” (DV, 2). “Es la guía suprema del hombre (lo hace por sus gracias y carismas, cfr. León XIII. Dim, 2) y la luz del espíritu humano” DV, 6). “El Espíritu Santo viene para quedarse, desde el día de Pentecostés con los Apóstoles, para estar con la Iglesia y en la Iglesia, y por medio de ella en el mundo” (DV, 14). “EN EL ENCUENTRO ENTRE EL ESPÍRITU SANTO Y EL ESPÍRITU DEL HOMBRE SE HALLA EL CORAZÓN MISMO DE LA EXPERIENCIA QUE LOS APÓSTOLES VIVIERON EN PENTECOSTÉS” (CMME. Homilía, 3). Por todas estas razones, Jesús da al Espíritu Santo “SIN MEDIDA”. Él lo hace cuando bautiza en Espíritu Santo y fuego. Si tantos y tan grandes dones, comenzando por la misma persona divina del Espíritu Santo, se dan en este bautismo como experiencia concreta que procede de él, se sigue necesariamente que se trata de una experiencia fundamental para todos los seres humanos y para todos los tiempos. LA MISMA EXPERIENCIA FUNDAMENTAL EN LA RCC Los nuevos movimientos de renovación carismática han surgido después del Concilio Vaticano II y como respuesta filial y en obediencia al concilio. Éste pedía a toda la Iglesia y en todos los niveles, la renovación en el Espíritu Santo, propia del bautismo sacramental (cfr. Tt 3, 5) y el ejercicio pleno de los carismas. Por lo tanto ¡UNA RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU TÍPICAMENTE CARISMÁTICA! San Pablo enseñaba como Palabra de Dios: “Mas cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, él nos salvó no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia por medio del lavacro de regeneración Y DE RENOVACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO (bautismo sacramental), que derramó sobre nosotros con largueza, por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 5). En primer lugar, con toda precisión, Pablo habla y da entender que NADIE SE SALVA POR SÍ MISMO. Esto sólo rechaza de lleno toda clase de pelagianismo o voluntarismo exagerado como se sigue dando en el Cristianismo, sobre todo en muchos miembros de la Iglesia católica. Sin embargo, aunque la Revelación y el Magisterio de la Iglesia enseñen otra cosa, muchos de sus miembros persisten en esas posturas. No obstante, ello está ratificado por Jesús, cuando los Apóstoles le preguntan: “ENTONCES, ¿QUIÉN PODRÁ SALVARSE?”, y él les contesta: “ESO PARA LOS HOMBRES ES IMPOSIBLE, MAS PARA DIOS TODO ES POSIBLE” ( Mt 19, 25-26). En segundo lugar, queda de manifiesto que la renovación en el Espíritu Santo se halla en la raíz misma del Bautismo sacramental. A ningún católico le puede extrañar esta renovación carismática en el Espíritu. No es un invento de hoy. Pertenece a los proyectos del Padre desde el inicio de la Iglesia. 10 En tercer lugar, “la vida en el Espíritu consiste en aceptar toda la vida que el Espíritu Santo nos trae” (Juan Pablo II. “La Vida en el Espíritu”. L’Oss. Rom. 2.10.98). Él lo hace con sus siete dones, frutos, mociones, gracias y carismas. Por lo tanto, esta renovación en el Espíritu necesariamente es carismática. El mismo Concilio Vaticano II ha pedido a toda la Iglesia y en todos los niveles el uso pleno de los carismas, como se ha visto (LG, 12; GS, 43; AA, 3,: PO, 9 y en otros documentos). No debemos ser contumaces con los acuerdos del Concilio Vaticano II. En cuarto lugar, de todas estas consideraciones se sigue que a la misma Iglesia católica y en todos los niveles de ella, inclusive de todos los movimientos y órdenes religiosas, de las diócesis y parroquias corresponde la aceptación de la renovación carismática en el Espíritu, por derecho divino y según el proyecto del Padre. Los movimientos en cuanto tales pueden pasar, pero esta renovación propia de la Iglesia, jamás. La razón de ello es que “LO CARISMÁTICO ES ESENCIAL PARA LA CONSTITUCIÓN DIVINA DE LA IGLESIA” (Juan Pablo II. CMME. Mensaje, 5). Se entiende junto con su cimiento jerárquico o apostólico (id. Mensaje, 5; cfr. Discurso, 4). Permanecer en la ignorancia de los carismas, en la indiferencia de ellos o hasta el desprecio, contradice la Escritura, que revela con toda claridad: “NO QUIERO HERMANOS QUE PERMANEZCAN EN LA IGNORANCIA DE LOS CARISMAS” (1 Co 12, 1). CONSIDERACIÓN FUNDAMENTAL El aspecto carismático de la Revelación es lo que más se ha descuidado en los últimos tiempos y desde hace mucho tiempo, en plena desobediencia a la Escritura, a la Tradición de la Iglesia y a su Magisterio, todos criterios divinos de la verdad revelada ratificados por el concilio (Dei Verbum, 10). Por eso fue necesario todo un concilio, para que pusiera a los carismas y al Espíritu Santo en el lugar que le corresponden (cfr. LG12; AA, 3; PO, 9. Etc…). Él lo hace en su función eminentemente profética, como es todo concilio. El mundo, perdido por falta de obediencia, se salva por la obediencia de quienes deben ser obedecidos por voluntad divina de igual manera con que debe obedecerse a Dios (cfr. 1 Jn 4, 6; Lc 10, 16). Muchos ignoran que la Iglesia entera está edificada sobre carismas: “Ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, fundados en el cimiento de los Apóstoles (la dimensión jerárquica) y de los profetas (la dimensión carismática)”. La aclaración entre paréntesis es de Juan Pablo II; el texto, de Ef 2, 19, 20). VOLVIENDO A LA RCC COMO MOVIMIENTO Tan clara resulta esta renovación carismática que el Vaticano ha reconocido también la palabra “RENOVACIÓN PENTECOSTAL CATÓLICA”, que implica por sí misma la experiencia fundamental. Muchas otras Iglesias cristianas tomaron esta terminología, “Renovación Pentecostal” mucho antes que la Iglesia católica lo hiciera. De ello se siguieron muchos frutos para las Iglesias y para todo el Cristianismo, ¡hasta para la Iglesia católica! Ello no significa que se esté imitando a otras Iglesias, aunque toda imitación en lo bueno bienvenida sea, en el nombre de Dios. Por muchas razones se admite esta terminología: Porque la misma Iglesia y, otras, hablan de la “gracia de Pentecostés” o “del día de Pentecostés”. Los Papas prefieren usar esta terminología y casi no nombran el Bautismo en Espíritu Santo y, mucho menos, lo añadido por Mateo y Lucas: “Y FUEGO” (Mt 3, 11: Lc 3, 16). Propiamente se hace referencia a las palabras de Jesús: “HE VENIDO A TRAER UN FUEGO SOBRE LA TIERRA Y ¡CUÁNTO DESEARÍA QUE YA ESTUVIERA ENCENDIDO!” (Lc 12, 49). Ninguna de las dos acepciones debe ser rechazada, pero siempre debe respetarse la terminología de Jesús. Obviamente se trata del fuego del amor del Espíritu Santo con el cual debe obrar todo cristiano en todas las Iglesias, a semejanza de Jesús, envuelto durante toda su vida en ese mismo fuego, como lo está todo “adorador en Espíritu y en verdad”. Sin embargo, hablar de la “gracia de Pentecostés” vela antes que revela el Bautismo en Espíritu Santo. Aquella terminología no surge de la Escritura, ni de las palabras de Jesús, ni de Juan el Bautista, ni de los cuatro Evangelios ni del primer Papa de la Iglesia. Todos ellos hablan de “ser bautizados en Espíritu” en aquel día. Jesús lo relaciona sólo 11 implícitamente al día de Pentecostés: “Aguarden la Promesa de mi Padre que oyeron de mí. Que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días” (Hch 1,5) con referencia al día de Pentecostés. El primer Papa de la Iglesia dice: “Me acordé entonces de aquellas palabras que dijo el Señor: ‘Juan bautizó con agua pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo’ ” (Hch 11, 15). Cuando se habla del misterio o de la gracia de Pentecostés debe tenerse en cuenta que lo que da sentido a aquel día que hizo el Señor es la persona del Espíritu Santo. La Persona es más importante que un día. Jesús lo da a través de este Bautismo. De la tercera persona divina que mora en cada creyente “para siempre” surge la Iglesia, la evangelización con el poder del Espíritu, jamás sin él; la Nueva Ley del Espíritu y se inaugura el Nuevo Testamento sellado por el Espíritu Santo. Lo importante de este misterio es la Venida de la tercera persona de la Santísima Trinidad, como auxilio supremo para todo el mundo. ¿Cómo lo hace el Padre concretamente en sus proyectos? Por el Bautismo en Espíritu que sólo Jesús realiza permanentemente con quienes “tienen sed de Dios” y “creen” todo lo que Jesús ha revelado sobre esta divina persona (cfr. Jn 7, 37-39). En sus palabras, a lo largo de los Evangelios, Jesús describe el perfil del “otro Paráclito” que todo cristiano debe reconocer para vivir en abundancia, fijo su espíritu en esta persona, tanto como en el Padre y en el Hijo. El Paráclito, como enseña la Iglesia, es el secreto íntimo del conocimiento del Padre y del Hijo, de todo el orden espiritual y de toda palabra revelada (cfr. CIC 683; 1 Co 2, 12). Jesús reveló: “YO HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA Y LA TENGAN EN ABUNDANCIA” (Jn 10, 10). Él lo hace concretamente al bautizar en Espíritu Santo. Al colmar al creyente de él (“SIN MEDIDA”), se da entonces, tal como él mismo lo revelara, “LA VIDA ABUNDANTE”. Por lo tanto, ¿cómo no identificar en este bautismo esa “experiencia fundamental” que Jesús pone a disposición de todos los seres humanos, por voluntad del Padre, para “SER SUS TESTIGOS” (Hch 1, 8)? Las consecuencias de ello están reveladas en el Libro de los Hechos. En éste, se halla la Iglesia que muchos llaman erróneamente “primitiva”, PERO QUE ES MODELO DIVINO DE LA IGLESIA PARA TODOS LOS TIEMPOS EN LO QUE LE ES ESENCIAL: Una Iglesia nacida de ese Bautismo, con poder de persuasión, evangelizadora que se abrió camino en un mundo tanto o más difícil que el contemporáneo. Si el cristiano no lo entiende así, es que éste ha perdido la noción de que su Palabra es eterna; que “los planes de Dios subsisten para siempre” (Sal 33, 11); que “Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre” y sigue haciendo las mismas cosas que hizo en este mundo. Si fuera distinto, no se estaría en su única Iglesia, sino vagando en lo abstracto, tal vez cegados por el propio criterio. Este es el riesgo que se corre al hablar sólo de Pentecostés sin tener en cuenta lo que dio origen al “día de Pentecostés”, como es el trascendental Bautismo en Espíritu Santo y fuego donado por Jesús, conforme a los proyectos del Padre. Este bautismo es la fuente de donde brota todo lo demás que se dio ese día que hizo el Señor, como es la Iglesia, la evangelización en Espíritu, la Nueva Ley del Espíritu y el Nuevo Testamento, sellado con la acción inefable del Espíritu Santo. Por eso mismo, la RCC lo ha tomado y, el Vaticano ha reconocido a este bautismo, como “LA EXPERIENCIA FUNDAMENTAL” (en los estatutos del Servicio Internacional de la RCC= ICCRS. I. La Renovación Carismática. Preámbulo II). Lo ha hecho con la RCC, pero es mucho más que eso, por lo que se ha visto en este trabajo, porque sencillamente “ES PARA TODOS”. ¿Qué de raro tiene que sea lo que da plena vida a este movimiento, como le da vida a todo el que es bautizado por Jesús en el mismo Espíritu. El movimiento, que conlleva una gracia corriente, como verdadero “río de aguas vivas”, no ha hecho otra cosa que tomar de la Iglesia lo que le pertenece a ella y hacerlo propio, para devolver a ella, con frutos abundantes, lo que es de ella. En realidad es vivir plenamente la experiencia fundamental de todo el Cristianismo en íntima unión con la Iglesia y el papado. “Que ella (la RCC) vaya codo a codo con el papado no es por casualidad” (Crdenal J. Ratzinger, luego Papa Benedicto XVI. CMME. Discurso de inauguración.1998). No es de extrañar que de la RCC surjan iniciativas fuertes para el ecumenismo, para la unión con el judaísmo y las religiones fundamentales de todo el mundo, para la evangelización en el Espíritu Santo, y muchas más que el mismo Espíritu inspira. Está revelado: “LA EVANGELIZACIÓN EN 12 EL ESPÍRITU ES EL MENSAJE QUE LOS ÁNGELES ANSÍAN CONTEMPLAR” (1 P 1, 2). No otra. ¿Por qué lo han olvidado tantos miembros de la Iglesia y en todos los niveles. ¡POR FALTA DE ESPÍRITU SANTO! ¿No es él quien hace acordar las Palabras de Jesús sin omitir ni añadir nada? ¿Por qué se desobedece a Jesús en sus mandatos? Éstos señalan el modo concreto de evangelizar en más de diez textos de los Evangelios y han sido actuados por todos los Apóstoles y discípulos de Jesús en el Libro de los Hechos. Está revelado: “El cristiano es “ELEGIDO SEGÚN EL PREVIO CONOCIMIENTO DE DIOS PADRE, CON LA ACCIÓN SANTIFICADORA DEL ESPÍRITU, PARA OBEDECER A JESUCRISTO Y SER ROCIADOS CON SU SANGRE” (1 P 1, 2). Hoy se da mucha desobediencia a Cristo en muchos miembros de la Iglesia. Con dificultad se obedece al Magisterio de la Iglesia, si no se le desobedece directamente. Pero el Magisterio de la Iglesia NO ES OTRA COSA QUE JESÚS HABLADO HOY (cfr. Lc 10, 16); muchos no reconocen lo que realmente ha sido revelado. Es lamentable la ignorancia de las Escrituras entre católicos, pese a los llamados reiterados del Magisterio. Él nos invita por el concilio a ser “asiduos lectores de ella”. Para colmo, no es infrecuente que se salga a evangelizar sin el Bautismo en Espíritu Santo y sin sus carismas. ¿Cómo pretender abundantes frutos de esta evangelización, comenzando por desobedecer a Jesús en sus mandatos concretos? ¿No vemos en la pérdida de la influencia cristiana en el mundo y en la sociedad la ausencia del “AGENTE PRINCIPAL DE LA EVANGELIZACIÓN” (Pablo VI. EN, 75)? ¿No se entera el católico que “SIN ÉL NO HAY EVANGELIZACIÓN POSIBLE” (id.)? Entonces la fe se derrumba y sin fe “no podemos agradar a Dios” (Hb 11, 6). Sin una fe robusta no se puede lograr nada digno. El cristiano sería como un cuerpo sin espíritu. Un cadáver. Pero ¡ánimo! Jesús no abandona a nadie. Está revelado, sobre esta experiencia fundamental, que se la ha identificado con el Bautismo en Espíritu Santo y fuego, que “ES PARA TODOS, PARA NUESTROS HIJOS, PARA QUIENES ESTUVIEREN LEJOS, PARA CUANTOS DIOS LLAMARE” (Hch 2, 39). No hay excusa para no pensar en ella y desearla. Deben corregirse los esquemas establecidos por criterios propios; dejar a éstos a un lado. Ellos no deben interferir en la Revelación divina jamás, para dejarse guiar así por el Espíritu. ÉL ILUMINA CON SU PODEROSA LUZ Y HACE ANDAR EL CAMINO DE LA VERDAD QUE CONDUCE A LA VIDA. ES LA EXPERIENCIA QUE TODOS LOS CREYENTES NECESITAN EN EXTREMO PARA FORMAR UN INNUMERABLE EJÉRCITO PARA DAR VIDA AL MUNDO (cfr. Ezequiel 37, 1-14). JESÚS DICE: “PARA QUE EL MUNDO CREA”. No en vano se ha revelado desde el judaísmo, a través del Antiguo Testamento, cuando Yavé hizo pasear al profeta Ezequiel por el valle cubierto de huesos secos. Yavé le dio un mandato preciso: “¡PROFETIZA AL ESPÍRITU, HIJO DEL HOMBRE, PROFETIZA! VEN ESPÍRITU, DE LOS CUATRO VIENTOS, Y SOPLA SOBRE ESTOS MUERTOS PARA QUE VIVAN. YO PROFETICÉ COMO SE ME HABÍA ORDENADO Y EL ESPÍRITU ENTRÓ EN ELLOS: REVIVIERON Y SE INCORPORARON EN SUS PIES; ERA UN ENORME, INMENSO EJÉRCITO” (Ez 37, 9-10). Por la Revelación de Jesucristo se sabe que se trata del Espíritu Santo donado no sólo a los judíos, sino también a todas las religiones existentes y a todos los seres humanos. Porque “LA PROMESA ES PARA TODOS” (Hch 2, 39). Por eso es preciso ver en esta experiencia fundamental el bien eterno de cualquiera que busque al Dios vivo, ya sean judíos, mahometanos, creyentes de otras religiones y cristianos, unidos por la inmensa virtud del Espíritu Santo como lo quiere hacer con todo el mundo. SI SE QUIERE SABER A QUÉ ESPÍRITU SE PERTENECE, AUN EN TODAS LAS RELIGIONES Y ENTRE INCRÉDULOS, TÉNGASE EN CUENTA PARA SIEMPRE, QUE EL MAL ESPÍRITU SEGUIRÁ DIVIDIENDO Y EL ESPÍRITU SANTO UNIENDO. 13 ¿POR QUÉ EL SILENCIO INEXPLICABLE DE ESTE BAUTISMO O EL TEMOR DE HABLAR DE ÉL? Se trata de un enjambre de prejuicios, ignorancias, desconocimiento de la Palabra de Dios y falsa prudencia; de ser inconsecuentes con lo que ya ha sido revelado. Se trata de un hecho actuado por los Apóstoles y primeros cristianos, en obediencia a Jesús. Lo mismo sucede en la evangelización. Ya se ha revelado desde cuando comenzar, con quién comenzar y cómo hacerlo. Pero parece cosa tan simple recibir el Espíritu y ser así testigos de Cristo, que no pocos creyentes y en todos los niveles, no aceptan esta palabra en la práctica. La sustituyen con complicadísimos proyectos propios de evangelización. Éstos para nada sirven. Menos aún, si no tienen en cuenta los proyectos del Padre. Hasta hace poco, en importantes instituciones eclesiales se oía decir que “Pentecostés ya no se daba más”. El Papa Juan Pablo II enseña: “La vida de la Iglesia es Pentecostés todos los días; cada día y cada hora; en cada lugar de la tierra, en cada hombre y en cada pueblo” (Ordenación sacerdotal, en la Basílica de Roma. 22.5.94). Cuando se los convencía que se seguía dando (cfr. Hch 2, 39) se volvía a decir: “Pero nunca será como la experiencia que tuvieron los Apóstoles el día de Pentecostés”. San Pedro, en cambio, habla de los gentiles “que han recibido el Espíritu Santo COMO NOSOTROS” (Hch 10, 47). En ellos se daban los mismos efectos que experimentaron los Apóstoles. Es lo que sigue y seguirá sucediendo. ¿POR QUÉ TANTO DESPISTE ENTRE TANTOS CATÓLICOS? Posiblemente por no tener en cuenta los criterios divinos de la Revelación, como es la Tradición, las Escrituras y la autoridad de la Iglesia; pero todos estos criterios bajo la guía e inspiración del único Espíritu de la Verdad (cfr. Concilio Vaticano II. Dei Verbum, 10). Al no retenerlos con claridad se cae en el error de hablar por cuenta propia, sin tener presente lo que está revelado. También es por falta de discernimiento dado por Jesús y por la Iglesia. Pero sobre todo “POR TENER PENSAMIENTOS QUE SON DE LOS HOMBRES Y NO LOS DE DIOS”, para escándalo de Jesús (cfr. Mt 16, 23). Corregir estos errores entre cristianos sin excepciones es “RENOVARSE EN EL ESPÍRITU SANTO”, conforme al bautismo sacramental (cfr. Tt 3, 5). ¿POR QUÉ TANTOS CREYENTES Y NO CREYENTES CARECEN DE ESTA EXPERIENCIA VITAL? En los creyentes, puede ser por diversos y múltiples motivos: La indiferencia en las cosas de Dios. La ignorancia de lo que se ha revelado. El poco interés de saberlo. Por el poco desarrollo de la fe, esperanza y caridad. Por estar estancado en lo que ya se sabe, sin intentar dar un paso más. Éstos piensan que, con lo que saben, es más que suficiente y hasta, a veces, creen que lo saben todo. Los propios criterios, que no son los de Dios, obstaculizan la búsqueda de Dios. A todo ello se suma la desobediencia a la autoridad de la Iglesia. El desconocimiento de la constitución divina de la Iglesia, creyendo que es meramente humana y discutible como cualquier otra cosa humana. Por sofocar al Espíritu. Por apagar su Luz. Por los tesoros que se han acumulado y en los cuales se pone todo el corazón. Por intereses creados por cada uno, juzgados como más importantes que las cosas de Dios. Por la influencia de los criterios del mundo que tantas veces invaden territorio religioso. Por una vida incorrecta. Por conductas ajenas al Evangelio y tantas razones más. En los no creyentes, por todas o algunas de las razones expuestas más arriba. Por prejuicios infundados sobre la existencia de Dios. Porque muchos católicos o creyentes en general, no profetizan al Espíritu Santo, o hablan poco de él, o por tener dificultades en aceptar los carismas del Espíritu. Por negar la experiencia cristiana profunda, más allá de las debilidades propias de tantos cristianos. Por estar escandalizados de ellos, ignorando que la Iglesia no es puritana, sino que alberga pecadores para transformarlos en santos, como lo han sido los santos. Por creer que “las cosas que son del Espíritu Santo son necedad” (1 Co 2, 14). CONCLUSIÓN Los seres humanos, envueltos en tantos y tan diversos problemas, necesitan en extremo la presencia operante del Espíritu Santo. Él actúa por sus mociones y carismas en todos ellos. Por eso el 14 Bautismo en Espíritu Santo y fuego, prometido por Jesús, resulta ser la experiencia fundamental para toda la Humanidad, con el fin de superar tantas dificultades, tantas debilidades e ignorancias, tanta incredulidad, y conocer así “la Luz que no tiene fin”. Ello, en este mundo se realiza por la acción santificante del Paráclito, siempre presente y operante en medio de toda la Humanidad. Si “la Promesa es para todos”, basta intentarlo. Y también está revelado: “Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes” (St 4, 8). Basta entonces comprobarlo para la confirmación de la propia fe incipiente y su crecimiento sin fin.