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UNIDAD I
LA CULTURA: POSTURAS TEÓRICAS
“Concepto de Cultura”
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CAPITULO 4
CONCEPTO DE CULTURA
Introducción
El concepto de cultura es uno de los instrumentos operacionales más importantes
en la investigación antropológica y una herramienta fundamental en la elaboración
teórica de la antropología. Representa, por solo, todo un marco meta-teórico,
subyacente en el análisis antropológico. En torno a él giran una serie de otros
conceptos básicos, que contribuyen a esta meta-teoría. Otras disciplinas tanto
naturales como sociales, manejan también uno o dos conceptos básicos, como
por ejemplo, el átomo para la física, la célula para la biología, la sociedad para la
sociología y la personalidad para la psicología (Schusky, 1987:3; Grumet,
2000:134).
Se justifica así la importancia dada al concepto de cultura por la antropología. Sin
embargo, el extenso uso de ese concepto en esta disciplina, en el sentido de
explicar casi todos los fenómenos sociales, le da ese carácter meta-teórico y corre
el riesgo de volverla inoperante (P.J Pelto, 1966). La cultura debe ser entendida en
su aspecto múltiple y también, en su dependencia y relación con otros fenómenos
sociales significativos y no solos como una entelequia propia.
Definiciones de Cultura
Si la elaboración y definición de dicho concepto constituye uno de los fuertes de la
antropología y, a la vez, una de sus más significativas contribuciones a las
ciencias sociales y humanas es, al mismo tiempo y contradictoriamente, su
debilidad. Ello, por la forma excesivamente lata y ambigua en que es usado y por
ese carácter meta-teórico que a veces adquiere. Constituye, igualmente, la fuente
de su labor investigadora, en el sentido que la finalidad principal del método
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etnográfico consiste en reconstruir la cultura, tanto “real” como “ideal”, de la unidad
social investigada.
Corrientemente hablamos de cultura refiriéndonos, mas bien, a su aspecto más
elevado y espiritual. Así, llamamos culto a quien en realidad es instruido o
refinado, confundiendo cultura con conocimiento o con un grado de instrucción.
Debemos distinguir entre ese concepto corrientes, a veces elitista de los estudios
sociales y en especial de la antropología, no en vano llamada también “la ciencia
de la cultura” (White, 1949).
La primera definición antropología de cultura se la debemos a E.B. Tylor,
formulada en la segunda mitad del siglo XIX, en 1871. “Cultura es la compleja
totalidad que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, ley, costumbre y toda
otra habilidad y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad”
(Tylor,[1871] 1958: 1).
Desde esa memorable definición que se ha mantenido a través de los años, se
han ensayado muchas otras que tienden a complementarla, modificarla, ampliarla
o simplemente modificarla desde otros ángulos. Sería imposible pasarle revista a
todas ellas; por lo demás, esta tarea ya ha sido hecha en la obra fundamental de
Kroeber y Klunckhonn (1963). Bastemos aquí, siguiendo a dichos autores, indicar
que todas esas numerosas definiciones de cultura se pueden agrupar en seis
grandes
tipos,
que
enfocan
la
cultura
desde
ángulos
diferentes,
no
necesariamente excluyentes, sino mas bien complementarios (Cruz, 1964).
Dichos tipos son los siguientes. 1) Definiciones descriptivas, que exponen
ampliamente y enumeran los distintos aspectos del contenido de la cultura,
considerándola como una totalidad comprehensiva (la propia de Tylor, por ej.). 2)
las historias, que ponen especial énfasis en la cultura como herencia social o
tradición y tienden a definirla substantivamente. 3) Las normativas, las que ponen
énfasis en las reglas o normas de conducta y también en las ideas o valores. 4)
Las psicológicas, preocupadas de la cultura como ajuste y como instrumento para
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la solución de problemas; igualmente, ponen énfasis en la enseñanza y
aprendizaje de la cultura, en los hábitos y en las tendencias y elementos
psicológicos. 5) Las estructurales, que enfatizan, especialmente, la organización y
estructura de la cultura y la interrelación de sus aspectos. Por último, 6) las
genealógicas, que plantean cómo se ha generado la cultura, comprendiéndola
como artefacto o producto y también haciendo hincapié en las ideas y en los
símbolos.
Ensayemos ahora, como una primera aproximación, una definición antropológica
amplia que abarque la mayoría de esos enfoques. Cultura es el conjunto de
comportamientos y creaciones humanas socializadas y estandarizadas producto
de la actividad social de los seres humanos. Cosiste en ideas y sentimientos,
formas de actuar o de comportarse y también objetos sociales, constituyendo un
sistema coherente e interrelacionado de estructuras sociales y materiales.
Esta totalidad compleja abarca la suma de lo que el individuo adquiere como
miembro de su sociedad, en forma de una tradición social o herencia cultura. Vale
decir, creencias, conocimientos, costumbres, hábitos y habilidades, ideas y
valores, normas e instituciones, sentimientos, lenguaje, tradiciones y aun los
propios artefactos materiales. La organización de estos fenómenos cosiste o
depende del uso de símbolos y gracias a esta capacidad de simbolizar –
desarrollan en la especie humana- la cultura es factible de enseñarse y
aprenderse y, por lo tanto trasmitirse socialmente.
La cultura se deriva de los componentes biológicos, ambientales, sociales,
psicológicos e históricos de la existencia humana y condiciona, a su vez, el propio
comportamiento de los miembros de la sociedad. Se convierte así en instrumento
por medio del cual el ser humano se ajusta a su medio natural y social. Al mismo
tiempo, le provee al individuo los medios de expresión creadora y permite al ser
social modificar la naturaleza incluyendo la suya propia; igualmente, satisface sus
necesidades biológicas y sociales. Algunos autores consideran la expresión
fenoménica de la cultura más bien como un producto de ella, afirmando que el
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concepto de cultura se refiere únicamente al sistema de valores subyacentes, que
constituyen los patrones y moldes para el comportamiento y las creaciones
culturales objetivas, más que a estas mismas (Haviland, 1994).
Sin desconocer esa definición restrictiva creemos, sin embargo, que la cultura
presenta diversos niveles. En primer lugar, sus propias expresiones fenoménicas,
objetivas y visibles, como ser los artefactos, las ideas, sentimientos, creencias,
leyes, artes, valores y el propio comportamiento social. En segundo lugar, las
normas y reglas para dicho comportamiento
y
creaciones objetivas, las que
constituyen su marco estructural subyacente, que forma el código cultura de una
sociedad. Esta polarización entre la expresión cultural externa y visible y su
esencia valorica, cohesiva y codificadora, determinan también su bifurcación entre
cultura real – la que se palpa y se actualiza- y cultura ideal – que se pretende y se
idealiza.
Estudiando la cultura de una sociedad, el etnógrafo debe descubrir, entonces,
tanto su código cultura y su cultura ideal, como su cultura real. Es decir, debe
descubrir los valores básicos de la esa cultura y como la gente cree que actúa;
pero, al mismo tiempo, como lo hace realmente en su práctica cotidiana.
Consecuentes con esta interpretación podemos distinguir tres ingredientes en el
fenómeno
cultural:
actividades,
ideas
y
artefactos.
Las
actividades
o
comportamientos culturales se refieren a acciones socialmente estandarizadas;
las ideas culturales comprenden pensamientos, sentimientos y valores, también
socialmente moldeados. Los artefactos, que corresponden a toda característica
del medio ambiente hecha o modificada por el ser humano, para ser una creación
cultural debe convertirse, igualmente, en objetos socialmente estandarizados.
La cultura representa pues, en su sentido amplio, el comportamiento, los
pensamientos, sentimientos y valores y aun los artefactos que el ser humano
adquiere o crea como miembro de la sociedad. En realidad, estos tres
componentes se encuentran presentes, en diverso grado y proporción, en casi
todos los fenómenos culturales; aunque, en la práctica, predomine uno u otro de
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los tres. Los artefactos u objetos culturales se conocen también con el nombre de
cultura material y muchos autores la consideran, mas bien, como producto de la
cultura que como propiamente tal, en oposición a la cultura espiritual o ideacional
y a la del propio comportamiento socio-cultural.
La sociedad crea artefactos socialmente moldeados o estandarizados que pueden
ser reproducidos y repetidos, gracias a los símbolos que los representan; tanto a
éstos como a la tecnología que los reproduce. Ellos son transmitidos y heredados
socialmente a través del proceso educativo. Dicho proceso, también transmite los
modelos de comportamiento, a través de sus símbolos representativos, como
patrones de comportamiento. Igualmente, trasmite ideas. Sentimientos y actitudes
a través de sus representaciones simbólicas.
La cultura así concebida, aunque es básicamente un sistema simbólico
superestructural, es inconcebible e inseparable de los objetos materiales, las
propias acciones del comportamiento y las ideas y sentimientos reales que
representa. En este sentido, las tres formas en que se expresa la culturaartefactos, comportamiento y expresiones ideacionales – son inseparables y se
encuentran presentes y combinadas, en diferente grado y predominancia, en cada
expresión cultural.
La función social fundamental de la cultura es al de contribuir a la reproducción
permanente de su sociedad concreta o formación económico- social incluyendo
las propias creaciones culturales de esta. De aquí que no hay una efectiva
separación dentro de la cultura real. Entre la cultura material y cultura espiritual.
Tampoco la hay entre sociedad y cultura; mejor dicho, entre una cultura concreta e
histórica y la formación social que le ha dado origen. En este sentido, mirar a la
cultura como una entidad puramente simbólica y abstracta, como una entelequia
metafísica, como un código que se basta a sí mismo, es caer en un idealismo
filosófico y en una ideología conservadora que pretende separar la cultura de los
procesos y conflictos sociales reales.
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Toda la sociedad, en el proceso de la producción de su subsistencia, produce a la
vez una conciencia social correspondiente, cuya función principal será la de
reproducir la propia formación social que la origino. De aquí que la cultura, aunque
es fundamentalmente una expresión de la conciencia social de una sociedad.
Creada históricamente por una formación social concreta – es inseparable y
determinada, en esencia, por las estructuras sociales básicas de dicha formación.
La cultura, por lo tanto, juega también un papel ideológico y puede expresarse,
igualmente, como “falsa” conciencia social.
Aunque la cultura constituye un sistema interrelacionado e integrado al sistema
social, una visión holística de la cultura, aunque correcta en un sentido general,
oculta las contradicciones existentes, producto de los conflictos sociales reales de
su formación histórico social. De hecho, una cultura lleva el sello de la clase
dominante o de las etnias preponderantes o de los sectores privilegiados o
elitistas. Sin embargo, como producto del conflicto y las contradicciones sociales,
expresadas también en conflictos culturales, se desarrollan culturas de oposición o
de resistencia o “desviaciones” culturales, contraculturas y subculturas.
La cultura de la sociedad compleja, por ejemplo, es una unidad diversificada y
contradictoria, donde los intereses reales de los grupos sociales se confrontan. De
hecho, una cultura concreta está dividida y compuesta por diversas subculturas.
Por eso que una posición holística- que entiende los fenómenos socio-culturales
como partes de una totalidad- para ser realista, en vez de funcionalista, debe
entender a la cultura como unidad en la diversidad y también como una unidad
contradictoria.
En ese carácter holístico, totalizador, que la antropología tradicional atribuye al
concepto de cultura, el que la pone en contradicción, en última instancia con la
conflictiva y diversificada realidad social. Más aun, esa visión abstracta y totalista
de la cultura la convierte en una categoría histórica y, por lo tanto la separa del
proceso social mismo (Sider, 1988:5).
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Referencias Bibliográficas
Berdichewsky, Bernardo (2002) Capítulo 4: Concepto de Cultura
en:
Antropología Social: Introducción. Una visión global de la humanidad. Buenos
Aires, Argentina, LOM Ediciones. pp. 81-85
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