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RETIRO de ADVIENTO
Tiempo de los que tienen sed (Is 55, 1-13)
Chus Sanz
1. INTRODUCCIÓN
Hay momentos en la vida en que parece que EL TIEMPO se NOS
CONCENTRA: Unos como posibilidad, otros vienen “a cámara lenta” y
tardan en pasar de largo, otros como sorpresa inesperada, otros como
aguijón o como reposo abandonado en otro ritmo. ¿Qué experiencia de
Tiempo estás viviendo? ¿De qué está siendo Tiempo en tu vida?
Unos momentos nos “centrifugan” el tiempo por la rebeldía que
encierran, y otros lo “extienden” por la ternura que añaden. Algunos
abocan la existencia al más hondo mutismo y
otros la precipitan a un tipo nuevo de lucidez.
Hemos vivido mucho... EL TIEMPO no
son las horas del reloj o los días del calendario, no es un año, no es de nuevo “otro adviento”: el TIEMPO trae consigo la densidad
del corazón y es lo hondo del Misterio. ¿De
qué es tiempo en tu corazón en este momento? ¿Qué tiempo es recordado y qué tiempo
viene con sordina? ¿Qué tiempo se te ha resbalado de las manos y qué
tiempo te ha provocado algún parto doloroso? Hay un Tiempo “según la
carne”, otro “según el Espíritu” pero... no acontecen por separado.
Toda la sabiduría que ha entrañado cada persona, todo conflicto vivido o malvivido, cada fracaso, cada perdón dado, recibido o pendiente,
cada iniciativa que afecta a los derechos humanos con nombres y apellidos, todas las energías volcadas con pasión en añadir un gramo de humanidad alrededor, cada vez que visitamos algún tipo de cárcel, cada
vez que nos paramos cuando podríamos pasar de largo, cada vez que
nos ponemos de parte del que no tiene credibilidad, o sustituimos el
juicio por la mirada bondadosa o guardamos en el corazón una confian1
za humilde y oscura... esa es la medida del Tiempo que le importa a Dios.
Él ACONTECE en ese Tiempo y nos lo abre a otro significado inaudito, se
hace así Historia en medio de su Pueblo. Alguien viene a desvelar el significado profundo del presente.
El TIEMPO es eso que nos va a contar este texto de Isaías: sed, jornal, preguntas, oídos, pan, promesas, gritos,
búsquedas, paciencia, desconciertos, lluvia, tierra, semillas, muerte, misión, ortigas y alegría. Ese
es el TIEMPO nuestro y el de Dios. Tiempo como
experiencia tan humana, de todos los días, y ahí
mismo Acontecimiento, Manifestación, Revelación de Alguien.
Haz memoria de tu tiempo, el vivido. De tu
Historia. La compartida desde el último “adviento” -no tiene porqué ser “cronológico”-. Ahí, en
lo real, en lo acontecido, ABRE EL OÍDO Y ESCUCHA. VUÉLVETE.
Tienes TIEMPO para orar. Entra con la lentitud de quien quiere hincar raíces muy abajo. También con la misma determinación. Entra en
este día con la conciencia de lo que está en juego, entra en compañía,
entra más bien dejándote llevar suavemente pero sin darle largas ni enredarte por el camino... ¡¡ya sabes que se nos da de miedo!!
2. EL SÍMBOLO
Te invito a que coloques durante este día en tu lugar de oración los
elementos que simbolizan la fuerza del Misterio del texto con el que
vamos a orar: AGUA, TIERRA, PAN, SEMILLAS. Y en el centro, LA PALABRA
ABIERTA. Si tienes un reloj también puede expresar toda la fuerza histórica y la densidad de una vida y de un momento, el tuyo, el nuestro, que
vuelve a ser invitación, acontecimiento, promesa. Somos tiempo, vivimos o escapamos del tiempo, nos agobia, nos obliga, nos envejece, nos
lleva, nos posibilita, nos endurece, nos abre a la eternidad, nos somete,
nos compromete, nos humaniza, nos desconcierta, nos preocupa o nos
absorbe... en medio, Dios acontece en el tiempo. A destiempo, a veces a
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contrarreloj. Y a veces... “se nos va el santo al cielo” y ¡¡ni nos enteramos!!
3. LECTURA DEL TEXTO Y ECO INTERIOR
“¡Oh, todos los sedientos, id por agua, y los que no tenéis plata, venid,
comprad y comed, sin plata y sin pagar, vino y leche! ¿Por qué gastar plata
en lo que no es pan y vuestro jornal en lo que no sacia? Hacedme caso y
comed cosa buena y disfrutaréis con algo sustancioso. Aplicad el oído y
acudid a mí, oíd y vivirá vuestra alma. Pues voy a firmar con vosotros una
alianza eterna. Las amorosas y fieles
promesas hechas a David. Mira que por
testigo de las naciones le he puesto,
caudillo y legislador de las naciones.
Mira que a un pueblo que no conocías
has de convocar, y un pueblo que no te
conocía, a ti correrá por amor de Yahvé tu Dios y por el Santo de Israel porque te ha honrado.
Buscad a Yahvé mientras se deja encontrar, llamadle mientras está
cercano. Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos y
vuélvase a Yahvé, que tendrá compasión de Él, a nuestro Dios que será
grande en perdonar. Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos -Oráculo de Yahvé- porque
cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros. Como descienden la lluvia y la nieve
de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la
hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así
será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío sin
que haya realizado lo que me plugo y haya, cumplido aquello a que la envié. Sí, con alegría saldréis y en paz seréis traídos. Los montes y las colinas
romperán ante vosotros en gritos de júbilo y todos los árboles del campo
batirán palmas. En lugar del espino crecerá el ciprés, en lugar de la ortiga
crecerá el mirto. Será para renombre de Yahvé, por señal eterna que no
será borrada” (Is 55, 1-13).
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A) ¿Eres de los sedientos?
La sed ya es un Don. Tenerla, reconocerla, otro. Permitir que ella
misma “nos alumbre para alcanzar la Fuente”, otro. Puedes sentir la sed
si eres de los que han corrido mucho, también si llevas tiempo bebiendo
a sorbos insuficientes, si estás muy derrotado de trabajo o de existencia
“sudorosa”, si vas descubriendo cada vez más lo que significa ser “polvo
sobre polvo”, pobre pero único, si has sido como
Job “curandero de quimeras” (Job 13), si “te han
hervido las entrañas sin descanso” (Job 30) o si te
preguntas con él si has hecho del oro tu confianza y has dicho al oro fino tú, mi seguridad (Job
31, 14). Puedes sentir la sed que es también pasión de amor por dar a conocer la Fuente de
agua viva, o esa otra, la de un crucificado que se
te hace el único maestro. Sed de Palabra de Dios
hecha carne. Puedes sentir la sed del Espíritu
que fortalezca, guíe, actúe en la realidad obstinada. Puedes sentir la sed al reconocerte humano, simplemente hermano de toda una historia que está pasando mucha sed y vaga “como oveja sin pastor” o a
quien se despide “hambrienta”. La sed es como la Historia de Salvación,
nada tan personal, tan intransferible, y a la vez nada que nos hermane
tanto a todos. La sed, como la salvación “BROTA DE TU TIERRA”. Su
presencia anuncia ya una Pertenencia. Ahora pregúntate... ¿eres de los
sedientos? ¿De qué tienes sed? ¿Qué haces con tu sed cuando te despierta
“la garganta”? Parafraseando a Job cuando afirma “Él salva al pobre por
su misma pobreza” decimos “El salva al sediento por su misma sed”.
B) El vigor apasionado de los imperativos del Abbá
¿Has leído el texto como si se te estuviese dirigiendo literalmente a
ti, en este Tiempo tuyo? Estremece sentirnos llamados así por Dios. Uno
se reconoce... y ¡¡no se lo cree!! “¿Ah, pero es a mí?” Y miramos para otro
sitio con cara pasmada. Y Él sonríe y tiembla sin apartar la mirada.
A los sedientos, a los que trabajan pero no quedan saciados, a los
que ve cansados en la esperanza o pobres en la fe, a los que... sobre
todo se dirige como siempre “a los que no tienen plata”, a los que no
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tienen la seguridad de poder mantenerse vivos por sí mismos; se dirige a
los que buscan y esperan aprender a recibir, a los que ya saben por experiencia que de eso depende todo porque su esfuerzo, sus luchas a
brazo partido, sus peleas sin tregua sólo les ha convertido, al final, en
unos pobres sedientos y les ha revelado la oquedad de sus fuerzas. A
esos, sobre todo a los pobres... a los que van haciendo experiencia de lo
simple en medio del desengaño, el laberinto y la ambigüedad de la vida.
Sólo ahí hay cuenco para el agradecimiento y para el silencio.
Entonces a Dios se le conmueven las entrañas y sólo acierta a precipitar el corazón: ¡Id!, ¡Venid!, ¡Comed!, ¡Hacedme caso!, ¡Aplicad el oído!,
¡Acudid a mí!, ¡Buscadme!, ¡Llamadme!, ¡Seréis traídos! ¿De verdad que has
recibido alguna vez este texto escuchando por detrás de las palabras el
corazón absolutamente descoyuntado y abierto de este Padre?
No es el imperativo del que manda, ni del que obliga, ni del que reclama. ¿Te das cuenta, verdad? Es el imperativo del Abbá que sabe dónde y cómo estamos, que viene a provocar nuestra libertad y a concentrar nuestra vida donde Él está. Es un imperativo que arde al escucharlo
y uno está tentado a defenderse con lo que sabe: ¿Por qué tanta prisa?
¿Por qué tanto interés? ¿No me han dicho otras veces?...
Pero se acumula LA BONDAD de Dios como si de eso dependiese
todo, como si el tiempo fuera deprisa y no nos diésemos cuenta. Se hace
impaciente de Amor. Y va dando pasos hacia nosotros... En el texto se
va acercando, podemos escuchar sus pasos, olfatear su Presencia. Cada
vez que dice “¡Id!”, escuchamos cómo viene y se vuelca, se nos planta en
medio de nuestra existencia abierta. ¿No nos llama como la madre al hijo
de sus entrañas? ¿No nos suplica como el Dios celoso de su Pueblo? Cada
vez que dice “¡Oíd!” es su misma Palabra la que ya está saliendo por todos los poros de su piel; cada vez que dice “¡Buscadme!” es como el que
está ya delante de ti, tan cerca, tan desprotegido y tan deseoso de querer ser encontrado... Como si sólo le hiciese falta eso. Así de necesitado
empieza a desvelarse nuestro Dios, así de mendigo y humillado de amor,
así de vulnerable al pan que no nos sacia así de desprovisto y de entregado... “¡mis entrañas, mis entrañas! ¡Me duelen las telas del corazón, se
me salta el corazón del pecho!” (Jer 4, 19) ¿El corazón de un Padre?...Es el
corazón que anuncia un niño, un HIJO.
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C) Tan simple y tan desconcertante como una imagen
Tan solo la advertencia a una tentación: Nuestra pretensión de enjuiciar por adelantado cómo actúa su Providencia, qué caminos elige el
Amor o la transformación de la Historia. Sus caminos no son los nuestros, sus pensamientos no son los nuestros, su Promesa supera nuestra
“torpe lógica” que se alimenta de nuestras experiencias previas. Si pretendemos llegar al Misterio -de Dios, de la realidad, de mi corazón o del
de los demás- desde la interpretación es como si pretendiésemos deshilvanar la luz y hacer una madeja con ella.
Sus caminos se atreven a pasar por paradojas, desengaños,
oscuridades y absurdos que rozan
nuestra incredulidad. Lo suyo no
es lo nuestro.
Nuestros pensamientos no
son los suyos. ¡¡Tan a menudo!!
¡¡Tan a menudo!! Lo nuestro sería
la retribución y el derecho, lo suyo, que al final de nuestra vida entendamos algo, tal vez, de su Compasión. Ya está. Acaba de dejamos otra
vez desnudos y con cara “de pasmo”. Sólo así... en silencio, desconcertados, desarmados, confundidos, pequeños... sólo así nos hacemos tierra simple, grieta abierta: recibir el agua, calamos sin defensas, impotentes, empapamos de lo que Él nos quiere dar, permitir la oscuridad de la
semilla, permitir la paciencia, permitir nutrir las raíces, permitir que la
misión se cumpla por donde no hemos deseado, ni por el camino que
hemos recorrido con esfuerzo. Y a todo nos educa en la vida real y cotidiana, en el tiempo, en los sucesos más o menos duros o rutinarios que
vivimos. Y nos pregunta si a través de nuestra historia concreta notamos
más la sed, somos más sensibles a sus imperativos, abandonamos todo
juicio, tenemos más grietas en nuestro suelo o... o QUÉ.
Deja resonar los ecos del texto, sin pretender conclusiones o reflexiones, te conduce hasta la adoración. No cabe nada más. El juicio no es
posible, ni la arrogancia. Sólo hay una sabiduría: el ABANDONO que espera aprender a RECIBIR, a pesar de todo, a dejarse querer hasta poder
fecundar su Palabra.
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Es la fuerza de una imagen... sólo
eso: como la lluvia mansa, como la
tierra que se deja calar... A veces buscamos la lluvia a torrentes... deja baldío el terreno; a veces pretendemos
colocar aspersores en cuanto tememos la sequía; a veces la vida nos ha
asfaltado el terreno y el agua rebota;
a veces hemos ido colocando invernaderos con plásticos impermeables; a veces hemos puesto a producir
tanto la tierra antes de tiempo que la lluvia la encuentra agotada y marchita; a veces hacemos de terratenientes y nos hacemos dueños hasta
del agua que embalsamos... A pesar de todo... esa tierra es ocasión para
Dios. Sólo pide creer en su COMPASIÓN y dejarnos empapar por su MISERICORDIA. Volvemos a Él. Es así, Increíble... hace del desierto espacio
de intimidad y del valle de Alcor, valle de infidelidad, puerta de esperanza. Cada uno puede evocar ese valle con el nombre que tenga históricamente en sus entrañas... -valle de tibieza, valle de saciedad, valle de
letargo, valle de injusticia, valle de violencia sin defensor, valle de indignación, valle de impotencia, valle de ambigüedad...- Al final, PUERTA DE
ESPERANZA. Esa es la Buena Noticia. Anuncia ya que “no ha venido a
llamar a justos sino a pecadores” y que “no necesitan médico los sanos,
sino los enfermos. Hasta el mal es ocasión de fecundidad. De Salvación.
Es el “encargo” que lleva consigo la gracia, la lluvia. Es su ORIGINAL fecundidad...
4. PROPUESTA ORANTE: BEBER, OÍR, ACOGER, AGRADECER
Lo importante hoy es orar, entrar
en Relación con este Dios que se “abalanza” en medio de la Historia para
sacudir nuestra inercia y nuestra insensatez. Elige una de estas posibilidades si te ayudan para ello.
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A. Contemplar el acontecimiento
¿Te has fijado alguna vez en cómo desciende la lluvia y la nieve de
los cielos? ¿Te has quedado contemplando cómo empapa la tierra? ¿Y
cómo se esponja la tierra y se pone de color brillante y el olor que desprende? No tiene vuelta.
Permite que el Espíritu y la Palabra suave sean ahora en ti como lluvia mansa. El Don es Don. La lluvia cae y no vuelve... y lo hace en silencio.
Tiene una Misión que es puro amor gratuito y volcado. Pero algo sucede
en la tierra aunque no lo veamos... si hay grietas, si está blanda, si tiene
sed, si hay semillas ocultas, pacientemente abonadas, oscuras, quietas,
no secas sino tiernas...Lo que brota es pan para comer. Su Palabra actúa
así. Su definitiva Palabra, Jesús. Está empapando la tierra, está dando
fruto -tal vez no según nuestros caminos-, ya está siendo Pan para que
comas ¡¡el que tenga hambre!! Deja que así sea... O tal vez necesites adorar, o pedir sed, o volver el corazón, o estirar tus propias grietas por
dónde dejar que el agua cale. ¿Huele a tierra mojada? Permite, recibe,
escucha sus imperativos en medio de tu Tiempo y de esta Historia Habitada. Contempla el símbolo, su Tiempo, su Palabra, su fuerza real. No te
olvides de que hay Alguien en medio de tu historia, con ansia compasiva,
que te atrae.
B. El gesto: súplica creyente y obediencia
Puedes coger la Palabra con tus
manos, orar con ella abierta. No te deja
indiferente, algo serio acontece cuando
la dejas decirte a ti, en primera persona.
Haces memoria del texto y de la
historia personal que estás viviendo
ahora, en la que esta Palabra cobra un
vigor nuevo.
¿Por qué esa revelación de un Dios Compasivo, pura misericordia,
gratuidad sin medida, se te regala justo ahora?
¿Por qué ese espejo en el que te reconoces con la existencia mendiga, insatisfecha y sin la lucidez suficiente como para ir a la raíz de lo que
vives?
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¿Por qué ahora precisamente esta Palabra viene a hablarte de que
tus caminos y tus pensamientos son bultos ciegos y verdades maniatadas que te alejan más que te guían y que sólo el abandono a su sabiduría
es “Luz de luz”?
¿Por qué ese aguijón íntimo al reconocer que son sus imperativos
los que te han descolocado por dentro?
¿A qué ha venido esa intuición suave de que lo que tú rechazas,
grietas endurecidas de mucha sequía y miedos apelmazados, es justo
por donde Él demanda mansedumbre y Salvación?
¿Por qué este movimiento interno que te conduce a las raíces con
simplicidad y te lleva a entender en un momento lo que se te regala en
Jesús, donde reposa la Misión, por donde avanzan en el corazón de la
Historia los caminos de la Obediencia?...
Con la Palabra en tus manos, deja que el eco de alguna de estas
preguntas, tus resonancias y tus movimientos suaves te conduzcan a la
Relación con el que te dice “¡Oíd!”.
Después, si quieres, sin palabras, deja que un gesto lo diga todo. Estrecha la Palabra junto a tu corazón. Escucha tus propios latidos y la
verdad que se te Revela como Camino. Repite simplemente: “Que el Don
que me regalas no vuelva a Ti vacío, que viva la Misión y la fecundidad que
Tú quieres.” Te acercas de puntillas a la experiencia del Adviento.
C. Las evocaciones del símbolo anuncian a Jesús
Estás delante del símbolo que colocamos al principio: Todo anuncia y
evoca la Palabra que Dios nos trae, Buena Noticia en el Tiempo que vivimos. La persona de Jesús. Cada símbolo te puede conducir a Él, te
anuncia “la razón de tu esperanza”. Puedes elegir uno de esos símbolos
para orar, mirar, hacer SILENCIO y creer:
EL AGUA... Mira, contempla. Evoca tu sed, porque eres de los sedientos. El agua que deja “mullida” la existencia en su complejidad. Pero
hay más... acoges ya el anuncio de “un Bautismo”, y “las aguas de la piscina que curan toda parálisis...” y “el vino de las bodas” cuando el agua se
hace confianza y escucha. El Agua te introduce en el Misterio del Adviento, Jesús, no para pensar, sino para beber.
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EL PAN... la vida te está regalando trigo a manos llenas y comida,
como al sembrador. A la vez resuena hoy esta palabra “¡Comed!”
Agradeces mirando este símbolo
que Dios se acerque tanto a su pueblo que le prometa comida y te haces hermano de las multitudes
hambrientas -conoces nombres
concretos, situaciones que claman al cielo, seguro que cerca de tu portal
y tu mesa de trabajo- y te gozas de que el Reino se haga Pan y se construya haciéndose uno mismo Pan y escuchas de fondo la fuerza del Adviento... “Yo soy el Pan de Vida, el que venga a mí nunca más tendrá hambre”, No para “proponerte” nada sino para “abrirte en canal” y dejarte
alimentar, porque la vida te viene de Otro y la justicia que reclama nuestro mundo es Compasión.
TIERRA... Así te sientes al iniciar este Tiempo, como tierra: reseca,
en barbecho, con abrojos, pantanosa... pero tierra. Todo te lleva a una
conciencia mayor de ti mismo y de la tierra de los demás, pero a veces
eso mismo te encierra en lo posible” y “lo
real”. Al mirar esa tierra... te llega al corazón el
recuerdo de esa otra Tierra que también es
revelación de Amor Misericordia: la del barro
untado con la saliva de Jesús, la de la arena en
la que se dio de bruces la adúltera, la que limpió María de los pies del Maestro, la del costado abierto y embarrado en la cruz, la del hijo
que volvía todo desarrapado después de “haber hecho su vida”... Es la misma tierra, Jesús,
que sólo viene a reconciliar, que es “rico en
misericordia”. No para que “rindas cuentas” sino para DARSE, para que
antes de nada te dejes querer de tal manera que de verdad tus raíces
queden empapadas de ternura.
LAS SEMILLAS... Las que están ya sembradas, las que han ido cayendo entre espinos, las que otros te han confiado. Puedes mirarlas y
reconocer toda tu vida oculta cuajándose por debajo. Pero ¡¡qué oscuri10
dad!! ¡Qué larga es la espera! ¡Qué lento todo! Parecía que... pero ya han
pasado “tres días” y no aparece ningún fruto. Esas semillas del Adviento
de Isaías te llevan a un significado más profundo que te adentran en sus
caminos, en sus pensamientos aquella semilla que muere, aquella semilla que espera la siega después de crecer de noche sin saber cómo, la
semilla que se ha sentido triturada y asfixiada bajo tierra... El Adviento
revela ya el único camino, Jesús. No para idealizar la espera, sino para
creer contra toda esperanza.
5. CLAVES
PARA VIVIR ESTE ADVIENTO COMO TIERRA POROSA QUE
FECUNDA LA PALABRA
1. Activos pero no dispersos. El Adviento más que un Tiempo es UNA
PERSONA.
2. Beber, comer, celebrar, participar... pero hacer sitio para reconocer
en todo LA SED.
3. No correr de semana en semana hasta la Navidad, sino olfatear los
reductos de misericordia y desatascar un poco la capacidad de COMPASIÓN día a día.
4. Agradecer que no sabemos vivir este tiempo “como conviene”... así
seremos llevados, atraídos y RECIBIREMOS. Que de eso se trata.
5. Celebrar los valles de desesperación histórica que vivamos como pozos para entender los caminos de LA ESPERANZA... desde Otro.
6. Hacer un “repaso diario” a LA HUMILDAD: que allí donde hay pretensión de verdad, juicio “verosímil” sobre los problemas de la realidad
sin caer en la cuenta de las personas concretas que los sufren, palabras que sentencian sutilmente al hermano, sistemas de vida seguros
que nos hacen creer “seguidores”, sentimientos que nos enfrían la
humana vulnerabilidad, sensación “probada con obras” de que el
otro es quien debe rectificar, ideas demasiado grandes que impiden
la valoración de lo más pequeño y escondido, visiones que dividen el
mundo en bandos, prisa por interpretar y sentenciar “lo mejor”, ...
ahí puede que se cumpla eso de que “sus caminos distan de los nuestros como la tierra del cielo” ¿Qué tal si aprendemos a callar y mira11
mos cómo cae la lluvia “sobre justos e injustos”?
7. La mirada... afinar LA MIRADA: Podemos asomamos a la realidad y a
las relaciones cotidianas con mirada de saciados o de sedientos; con
mirada del que “está lleno de plata” o con la del que conoce los “agujeros de sus propios bolsillos”, con la mirada del que “se deja encontrar” por el que no esperaba o con la del que no tiene tiempo para
detenerse en lo que no interesa; con mirada del que está “buscando a
Alguien” o con la del que disfruta siendo celebrado y reconocido; con
mirada agrietada por donde puede “colarse” la necesidad del otro o
con mirada de haber sido perdonado poco; con mirada lenta que a la
vez “aplica el oído” o con la mirada del que “se sabe ya lo que ve”. ¡La
mirada tiene tanto poder para desvelar dignidad y rescatarla donde
se ha hundido!
8. HUMANIZAR a la medida de Jesús y dejarnos humanizar por lo que
nos escandalice, lo que nos dé al traste con nuestras ideas de “dónde
y de parte de quién” está Dios y por lo que desarme nuestras ideas de
éxito y gloria. Recordar la bienaventuranza de Jesús “¡Dichoso el que
no se escandalizare de Mí!” y confesar en esas situaciones con el profeta, “Tú estás aquí, y yo no lo sabía”.
9. EL SILENCIO, recuperar no sólo los
espacios, sino sobre todo los ritmos y
los modos. Todo lo importante se cuaja
ahí. Silencio cuando caminas justo de
tiempo al trabajo, cuando vives los
problemas cotidianos, cuando te
abruma el enredo de tus elucubraciones, cuando escuchas hasta lo menos oportuno.
10. LA MISIÓN pasa por la experiencia de recibir y dejarnos fecundar por
Alguien en nuestro interior. La forma que tenga esa vida concreta es
la añadidura del Reino.
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