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TEMA 14: LA ESPIRITUALIDAD DE LA VIDA
RELIGIOSA
1. Referencias sobre la vida religiosa1.
En la vida consagrada los fieles cristianos bajo la moción del Espíritu Santo,
buscan seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios amado por encima de todo y,
persiguiendo la perfección de la caridad en el servicio del Reino, significar y anunciar
en la Iglesia la gloria del mundo futuro2. En la Iglesia la vida consagrada aparece
como un signo particular del misterio de la Redención; seguir a Cristo desde más
cerca, manifiesta más claramente su anonadamiento y se experimenta más
íntimamente el Corazón de Cristo en unión con todos los cristianos. Con su ejemplo
de vida estimulan con un testimonio admirable a vivir el espíritu de las
bienaventuranzas3.
La vida religiosa se distingue de las otras formas de vida consagrada por el
aspecto cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraternal y
por el testimonio de la unión de Cristo con la Iglesia. Es un don que la Iglesia recibe
de Cristo y que se ofrece como un estado de vida estable; con este estado de vida la
Iglesia puede manifestar a Cristo y reconocerse como Esposa del Salvador. Los
religiosos colaboran con el obispo diocesano en su misión pastoral4.
Existen formas diversas de la vida consagrada: la vida religiosa, la vida eremítica,
las vírgenes y la viudas consagradas, los institutos seculares y las sociedades de vida
apostólica.
2. La consagración religiosa.
2.1. Generalidades sobre la consagración religiosa.
Sabiendo que en la vida religiosa hay muchos puntos de vista distintos, el P.
Mendizábal plantea la consagración religiosa en la línea que marca el Concilio
Vaticano II: a partir de su naturaleza íntima, en su núcleo fundamental:
“[...] la naturaleza íntima de la vida religiosa la presenta el concilio como
una verdadera consagración a Dios, fruto de una llamada particular del Señor;
una verdadera consagración que completa y perfecciona la consagración
bautismal y una consagración que implica la observancia plena y radical de lo
que se llaman consejos evangélicos: de esta manera nos constituye en una
relación especial a Cristo en la Iglesia que es la que el concilio ha querido
1
Muchos son los libros que se pueden consultar sobre la vida religiosa para hacer una valoración general
sobre este estado de vida: A. APARICIO RODRÍGUEZ / J. Mª. CANALS CASAS, Diccionario
Teológico de la vida consagrada, Madrid 1992; UNIÓN DE SUPERIORES GENERALES, UNIÓN
INTERNACIONAL DE SUPERIORAS GENERALES, Pasión por Cristo, pasión por la humanidad.
Congreso internacional de la vida consagrada, Madrid 2004; SECRETARIADO DE LA COMISIÓN
MIXTA DE OBISPOS Y SUPERIORES MAYORES, Así somos y vivimos, Madrid 1988; S. M.
ALONSO, Para Dios y para los hombres, Madrid 1987; J. PUJOL I BARDOLET, Itinerario de la vida
religiosa a los veinte años de post-concilio, Madrid 1987.
2
Cf. CEC nº 916, 262.
3
Cf. CEC nº 932, 265-266.
4
Cf. CEC nº 925-927, 264.
1
presentar como algo fundamental para la santidad y la vida misma de la
Iglesia”5.
En la esencia de la consagración o de la profesión religiosa se encuentra una
llamada de Dios al hombre; esta llamada consiste fundamentalmente en un
descubrimiento de amor6: “[…] la virginidad es cuestión del corazón”7:
“La llamada no es una simple orden, sino que la llamada es una atracción.
Una atracción de un valor grande, supremo, del cual respondo con una
respuesta afectiva proporcionada, que es lo que arrebata a la persona, porque
es digna de esa respuesta de la persona”8.
La respuesta de la persona a esa llamada de Dios será una respuesta de amor ante
su ofrecimiento: para que se desarrolle todo el valor y el sentido profundo de dicha
consagración se necesita un amor verdadero y afectivo: “La consagración religiosa es
un misterio de amor: de amor a Jesucristo al alma y de respuesta del alma a Jesucristo.
La vida cristiana no es una mera observancia de las leyes. La vida cristiana es una
plenitud de amor. Es un diálogo de amor con Jesucristo.”9:
“Nosotros podemos querer sin que el Señor nos invite. El Señor puede
invitar sin que nosotros aceptemos. La verdadera perfección de la
consagración está cuando el Señor nos invita y nosotros aceptamos. Cuando el
señor se nos muestra amable y nosotros recogemos esta invitación del Señor y
le seguimos con una donación total, con el sacrificio total de nosotros mismos
en una vida austera, sacrificada, pero toda ella suavizada por el aceite íntimo
de este amor personal de Jesucristo”10.
La vida religiosa no se puede concebir como una negación de los sentimientos
más profundos de la persona humana; no consiste en una renuncia al amor sino
justamente lo contrario:
“Hay quien pregunta por qué a una religiosa le está prohibido el amar; por
qué le está prohibido eso que pertenece a la esencia misma psicológica de la
persona humana, que está hecha para amar. Pues no es ésta la pregunta justa.
La pregunta justa sería otra: ¿Por qué a una religiosa se le manda amar tanto?
Tanto, que deje todo lo demás. Tanto, que su corazón quede lleno y totalmente
consumado en un sacrificio, en un holocausto, desde el principio de su día de
la consagración, hasta el momento final de su muerte. […] Lo principal de la
vida religiosa no es precisamente una vida de mortificación total, sino que lo
principal es una vida de amor a Cristo. Una vida que podemos llamar con un
autor del siglo XIII <una escuela para especializarse en el amor de Cristo>.
Ese es el sentido de la vida religiosa. No es puramente reservarse, no es
puramente pensar en sí mismo y cuidarse y procurar que no haya una mancha
5
L. Mª. MENDIZÁBAL, Teología de la vida religiosa. Consagración y consejos evangélicos, 1 Cinta
magnetofónica (4 x 60 mm.): Arch. APOR, Madrid s/a. Cara A.
6
Cf. ID., La profesión Religiosa. Respuesta a un amor personal del Señor, Talavera 1962, 336.
7
ID., Entrañas de misericordia, Madrid 1996, 139.
8
ID., La profesión Religiosa. Respuesta a un amor personal del Señor, Talavera 1962, 337.
9
Ibid., 4.
10
Ibid., 7.
2
en uno mismo, sino que la consagración religiosa consiste en darse. Darse
totalmente al Señor con una donación total; que no deja ninguna posibilidad de
volver a tomar lo que hemos entregado a Jesucristo. Se lo damos todo. Como
la Stma. Virgen se ofrecía a Jesús, con un amor virginal puro, en el cual el
corazón está abierto hacia sólo Dios. Y este es el lema que debe estar escrito
sobre el corazón de un alma consagrada: Sólo Dios, sólo Dios. No porque
estas cosas de la tierra no sean hermosas; son muy hermosas. No porque la
vida de familia no sea magnífica y agradable al Señor, sino porque el Señor
con una predilección especial nos ha llamado a algo más alto, a una donación
más plena, a una renuncia más perfecta; y eso es lo que está debajo de los tres
votos”11.
Es preciso estimar la vida religiosa en la vida concreta y en la vida comunitaria de
la Iglesia: aunque la vida consagrada supone grandes sacrificios en el seguimiento a
Cristo, es ante todo un amor grandemente manifestado:
2.2. Una nueva y verdadera consagración.
En el concilio se creó una discusión teológica en torno a la consagración bautismal
y a la consagración religiosa: ¿el afirmar que la vida religiosa era una verdadera
consagración no iba en contra de la santidad laical, habiendo creado como una casta
aparte?, dado el carácter de consagración del bautismo, ¿todos los demás aspectos de
la vida de la Iglesia debían considerarse simplemente como medios diversos para
llegar a la santidad a la cual el bautismo nos había consagrado?: algunos querían
eliminar del todo el término consagración aplicado a la vida religiosa y a otros les
parecía que se insistía demasiado poco en él. La conclusión la encontramos en el
capítulo 6 de Lumen gentium sobre la Iglesia12:
“[...] debe constituir el punto de partida y la base inconmovible para quien
quiere hoy tratar la teología de la vida religiosa; es la doctrina más solemne y
completa que hoy tenemos dentro de la tradición del magisterio eclesiástico
sobre la vida religiosa, podemos incluso ver en ello la providencia del Señor:
ante la crisis profunda de la vida religiosa ha querido dar una doctrina sólida y
clara para superar esta crisis si se tiene verdaderos deseos de superarla”13.
El P. Mendizábal siguiendo la orientación conciliar de la constitución apostólica
Lumen gentium, distingue la consagración bautismal y la consagración religiosa de la
siguiente forma:
“La profesión de vida del cristiano no es necesariamente la de ejercitar las
actividades propias de la Iglesia en nombre de ésta. Toda la actividad del
cristiano tiene un cierto sentido de culto; es en efecto adoración en espíritu y
en verdad; pero no es dedicación directa, próxima y exclusiva al culto formal.
Todos los cristianos están obligados por el bautismo a cumplir la voluntad de
Dios sobre ellos; pero la voluntad de Dios sobre cada uno es diversa; y no de
todos pide que se dediquen a su culto formal con dedicación exclusiva [...].
11
Ibid., 4-8.
Cf. ID., Teología de la vida religiosa. Consagración y consejos evangélicos, 1 Cinta magnetofónica (4
x 60 m.): Arch. APOR, Madrid s/a., Cara A: Poner el texto de LG 6 ¿?.
13
Ibid., Cara A.
12
3
La consagración se hace según un determinado grado de intimidad en la
dedicación personal al culto”14.
La consagración bautismal se puede entender como el paso definitivo de lo pagano
al culto de Dios; esta consagración definitiva al Señor no elimina la posibilidad de la
existencia de otras consagraciones de ofrecimiento o de más dedicación en el
seguimiento a Cristo que obligan a cumplir ese ofrecimiento bautismal15:
“La consagración constitutiva de la persona en sentido estrictísimo puede
definirse como la acción especial de Dios a través de la acción litúrgica de la
Iglesia (sea sacramento o sacramental) por la que la persona en su raíz íntima y
posición personal queda perpetuamente dedicada a una determinada actividad
de culto formal de Dios, y por la que es constituida sujeto ordinario capaz de
recibir una depuración para el ejercicio de ese culto en nombre de la Iglesia”16.
La vida religiosa entendida como una verdadera y nueva consagración sería “[…]
la Iglesia en ese miembro suyo [que] se ofrece en amor a Cristo su Esposo” 17; el
sentido y el fundamento de la nueva consagración religiosa radica en la íntima
dedicación personal al Señor, como respuesta a la invitación de Cristo18:
2.3. La profesión religiosa.
En la constitución Sacrosanctum Concilium, sobre la liturgia, entre los
sacramentales de la Iglesia aparece la profesión religiosa: que es una acción litúrgica
de entrega del fiel a Cristo y de Cristo al fiel19:
Después del Concilio, el ritual ha recalcado el sentido de la profesión perpetua o
definitiva de uno de los sacramentales de la Iglesia; ha querido quitar importancia
litúrgica a los primeros votos temporales y acentuar el valor litúrgico de la profesión
definitiva20.
Como todo sacramento es una nueva consagración, también lo que se realiza en la
profesión religiosa: una nueva consagración significa una nueva acción de Dios que
introduce al más adentro de la atmósfera y de la esfera divina; ante ese amor que le
atrae a la persona está llamada a entregarse a Dios para que sea introducida a una
mayor intimidad y su vida sea expresión de esa intimidad vivida con Dios21; “[...] la
consagración religiosa es la respuesta a un amor de particular predilección”22:
“[...] ser llamado a la intimidad de la vida religiosa es ser amado de nuevo
con un amor de predilección que hay que reconocer como tal, que no significa
desprecio de nada ni de nadie, que no significa gloria de cada uno de nosotros,
sino que significa simplemente dignación incomprensible y misteriosa de Dios
ID., La Consagración Religiosa y el sentido de los Consejos, “Manresa”, 37 (1965) 230.
Ibid., 228.
16
Ibid., 229.
17
Ibid., 227.
18
Cf. Ibid., 227.
19
CONCILIO VATICANO II, Sacrosanctum Concilium, nº 80.
20
Cf. Ibid., Cara B.
21
Ibid., Cara B.
22
ID., La profesión Religiosa. Respuesta a un amor personal del Señor, Talavera 1962, 4.
14
15
4
que quiere a esta persona en un grado de intimidad que le va a imponer unas
exigencias que sólo la fuerza de la gracia le va a hacer cumplir”23.
La profesión religiosa como expresión de algo vivido interiormente no impide el
perfeccionamiento de la persona humana, más aún, puede realizar y favorecer a la
propia persona humana24:
Para ello, hay que hacer la profesión de los votos según el espíritu de los votos y
no como algo que tengo que realizar y nada más: sería una deformación de la vida
religiosa vivir un cierto nivel de pobreza como una mera práctica, vivir simplemente
la continencia de la castidad y vivir la obediencia como una práctica donde yo no digo
nada. La observancia de la pobreza, castidad y obediencia no amada, no aceptada en
su sentido de amor a Jesucristo, en algunos puede ser causa de neurosis y de daño
personal porque no tienen vocación25. Ante una auténtica llamada de Dios a la vida
religiosa, la respuesta de la persona a tanto amor ofrecido y atrayente es la práctica de
los consejos evangélicos:
“[...] en esa respuesta de la persona, la práctica de eso que llamamos los
votos religiosos es la expresión de una respuesta de amor, de una realización
de amor [...] según la luz de la fe, es una aceptación del valor, de la realidad
que se presenta unida a una respuesta afectiva, que lleva consigo una entrega
personal que se vive con esas características de pobreza, obediencia, de
castidad”26.
3. El seguimiento corporal de Cristo.
3.1. El seguimiento a Cristo.
El P. Mendizábal presenta el llamamiento del joven rico y la parábola del tesoro
escondido como descripción del seguimiento de Cristo: el joven que observa la ley
tiene una necesidad de valores que le satisfagan; el Espíritu de Dios le impulsa a
buscar y a ponerse en acción. La respuesta de Jesús: <Una cosa te falta: vete, vende
todo lo que tienes y dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y
sígueme.> (Mc 10, 21); le ofrece la realización de esa tendencia de su naturaleza que
le llevará a la perfección27:
“[...] las palabras del joven rico corresponden con la parábola de Jesús donde
dice que el Reino de los Cielos se parece a un hombre que encontró un tesoro
y por el gozo de haberlo encontrado (notemos bien la palabra: por el gozo de
haberlo encontrado) fue, vendió todo lo que tenía y compró aquel campo para
apoderarse de su tesoro. Y se hizo con él”28.
La parábola del tesoro escondido que está en el fondo del relato del joven rico nos
muestra en el seguimiento de Cristo el haber encontrado un tesoro que apetece, que
23
ID., Teología de la vida religiosa. Consagración y consejos evangélicos, 1 Cinta magnetofónica (4 x 60
m.): Arch. APOR, Madrid s/a., Cara B.
24
Cf. ID., La profesión Religiosa. Respuesta a un amor personal del Señor, Talavera 1962, 323.
25
Cf. Ibid., 336.
26
Ibid., 337.
27
Cf. Ibid., 338.
28
Ibid., 338.
5
merece que uno venda todo lo que tiene por ello; su riqueza me lleva a renunciar a
otras cosas que yo consideraba antes como tesoros y que no me realizan plenamente:
sin dejar lo demás yo no puedo poseer el mejor tesoro29:
“¿Cuál es ese tesoro? Indudablemente es el Corazón del Señor. Entonces,
¿qué quiere decir? Que el Señor me muestra ese tesoro que es su Corazón
como atracción y realización plena de mi personalidad, que sólo se realiza
como personalidad en el amor, en la donación de sí mismo”30.
Cristo llena la capacidad de amar del hombre cuando la persona se entrega
totalmente a él: a eso se la llama seguimiento corporal de Cristo; el hombre está hecho
para darse, pero para darse a lo que es digno de aceptar ese don31:
“[...] [Cristo] la llena aún cuando su tendencia, su apetencia de tipo carnal,
que acompaña la donación en el orden humano, queda no satisfecha, sino
superada por una totalidad de autodonación personal exclusiva y perpetua.
¡Por una más profunda madurez autodonal de la persona humana!”32.
3.2. El consejo de vida apostólica33: la entrega total de sí mismo a Dios.
El fundamento de la vida consagrada no está en la simple práctica de los consejos
evangélicos a hacer todo el bien del cual es capaz, ya que todo cristiano está llamado e
incluso obligado sea cual sea su estado y sus circunstancias de vida a la santidad34:
“[...] los consejos evangélicos en la vida religiosa no se pueden reducir a una simple
práctica de esas virtudes más allá de lo obligatorio, sino que implican una entrega total
de sí mismo a Dios con una práctica radical de esos tres consejos evangélicos”35.
Más que partir en la reflexión teológica de los tres consejos evangélicos siguiendo
el concepto global de vida religiosa, podríamos hablar del consejo de vida apostólica:
el consejo de seguimiento corporal de Cristo en virginidad, pobreza y obediencia 36. El
fundamento de la consagración no es el voto en sí mismo, no es la mera suma de los
tres votos, es el estado apostólico de vida:
“Lo constitutivo de la vida religiosa como consagración es la profesión de
vida: la adhesión personal-corporal a Cristo-en-la-Iglesia, públicamente
ofrecida y prometida, la cual incluye constitutivamente el corazón indiviso en
solo Dios con mancipación total y exclusiva (continencia), el real
desprendimiento de los bienes y de cuanto secularmente está vinculado a la
posesión de los bienes (pobreza) y la entrega total de la disposición de la
29
Cf. Ibid., 338.
Ibid., 338.
31
Cf. Ibid., 339.
32
Ibid., 339.
33
El consejo de vida apostólica o también llamado el estado apostólico de vida se da, según el P.
Mendizábal, en la entrega o adhesión personal-corporal a Cristo en la Iglesia, públicamente realizada y
prometida, en la cual se supone el corazón indiviso solamente puesto en Dios unido a Cristo pobre, casto
y obediente; el autor habla dirigido a la vida religiosa y a la vida contemplativa si participan de este
estado apostólico de vida cumpliendo estas condiciones establecidas.
34
Cf. L. Mª. MENDIZÁBAL, Teología de la vida religiosa. Consagración y consejos evangélicos, 1
Cinta magnetofónica (4 x 60 m.): Arch. APOR, Madrid s/a, Cara B.
35
Ibid., Cara B.
36
Cf. ID., Teología de la vida religiosa. Consagración y consejos evangélicos, 2 Cinta magnetofónica (4
x 60 m.): Arch. APOR, Madrid s/a, Cara A.
30
6
propia vida en todos sus detalles a Cristo que actúa por el instrumento de su
Iglesia (obediencia)”37.
3.3. El seguimiento de Cristo en la Iglesia.
La Iglesia no simplemente nos encomienda a una relación personal profunda,
escondida, íntima con Dios sino que es Cristo en la Iglesia el que nos acoge, nos sella
y nos consagra. El concilio, dice el P. Mendizábal, presenta la vida religiosa desde un
amor y relación personal con Cristo en el misterio de la Iglesia en su aspecto radical;
trae otros valores de la vida consagrada que lleva consigo una imitación de Cristo en
su intimidad con él, como ser signo y testimonio escatológico38: la vida religiosa “[…]
no vale tanto por ser signo sino que es signo porque vale tanto”39:
“[...] esa manera especial de tratar con Dios es visible y da testimonio de la
presencia de Cristo cerca de nosotros; Cristo está tan cerca de nosotros que es
capaz de polarizar una existencia humana, capaz de ser amado con amor
exclusivo y total, capaz de dar sentido a una existencia”40.
Ya que se sigue a Cristo en la Iglesia, es la misma Iglesia la que se alegra de que
haya hijos suyos que con su vida testimonien la verdad de Cristo en pobreza, castidad
y obediencia, es la Iglesia la que se alegra de la existencia de la vida religiosa:
“Por eso la Madre Iglesia se alegra de que haya en su seno muchos hombres
y mujeres que siguen más de cerca y muestran más claramente el
anonadamiento de Cristo, escogiendo la pobreza con la libertad de los hijos de
Dios y renunciando a su voluntad propia. Estos, pues, se someten a los
hombres por Dios en la búsqueda de la perfección más allá de lo que está
mandado, para parecerse más a Cristo obediente”41.
Si todos los cristianos están llamados y obligados a la santidad, objetivamente
unos son más santos que otros en función de su mayor vinculación a Cristo como
estado de vida, aunque subjetivamente la santidad se mide por la intensidad en la
entrega de amor: en la vida espiritual se pueden dar grados distintos en la unión con
Cristo en la Iglesia: “En cuanto a la profundidad y estabilidad del pacto con Cristoen-la-Iglesia, se pueden admitir grados. Es lo que dice el Concilio: será más perfecta
la consagración cuanto más representa la unión indisoluble de Cristo con su
Iglesia”42.
4. Valoración de la vida religiosa.
La vida religiosa es una verdadera consagración a Dios que completa y
perfecciona la consagración bautismal desde los consejos evangélicos; no es del
ID., La Consagración Religiosa y el sentido de los Consejos, “Manresa”, 37 (1965) 239.
Cf. ID., Teología de la vida religiosa. Consagración y consejos evangélicos, 2 Cinta magnetofónica (4
x 60 m.): Arch. APOR, Madrid s/a, Cara A.
39
ID., Teología de la vida religiosa. Consagración y consejos evangélicos, 1 Cinta magnetofónica (4 x
60 m.): Arch. APOR, Madrid s/a, Cara A Ibid., Cara B.
40
Ibid., Cara B.
41
CONCILIO VATICANO II, Constituciones. Decretos. Declaraciones, Madrid 2000 (2ª ed.), 121.
42
L. Mª. MENDIZÁBAL, La Consagración Religiosa y el sentido de los Consejos, “Manresa”, 37 (1965)
247.
37
38
7
mismo carácter o de la misma profundidad que la consagración bautismal; ahora bien,
la consagración religiosa se asienta y profundiza la consagración bautismal en la
persona llamada particularmente por el Señor a esta vocación. Dios introduce a la
persona más adentro de la atmósfera y de la esfera divina con ese amor de
predilección que le atrae a entregarse a Él, le invita a una vida de más intimidad con
Él por amor desde una observancia más plena y radical de los consejos evangélicos.
Con la suavidad del aceite íntimo de ese amor personal de Jesucristo hay personas
llamadas por Dios a una total donación, a un sacrificio pleno de nosotros mismos, a
una mayor perfección en la consagración: no supone una renuncia al amor, sino un
dejar algo bueno por algo mejor. Lo principal en la vida religiosa es el amor a Cristo y
no una vida de negación o de mortificación.
La consagración religiosa consiste en darse totalmente al Señor como María: con
un corazón abierto hacia sólo Dios. Las personas que toman este modo de vida de
seguimiento corporal a Cristo están dedicadas exclusivamente a hacer que se encarne
en ellas mismas la palabra de Dios y a darla a conocer manifestando al mundo este
amor de Cristo.
Si todos estamos llamados a adorar a Dios en espíritu y en verdad, aquellos que
están llamados a la vida religiosa se dedican con exclusividad al seguimiento corporal
de Cristo. Ante tanto amor ofrecido y atrayente a través de una llamada, la persona se
entrega totalmente a Cristo desde la práctica de los consejos evangélicos.
Los consejos evangélicos planteados como simples prácticas simbólicas suponen
una deformación de la vida religiosa falseando la vocación: cuando la castidad, la
pobreza y la obediencia no son aceptadas en su sentido de amor a Jesucristo pueden
ocasionar neurosis y daño a las personas. Cuando el tesoro del corazón humano es el
Corazón del Señor, apetece y atrae renunciar a otras cosas que antes consideraba
apreciables y que ahora experimento que no me ayudan a realizarme plenamente.
El consejo de vida apostólica es el que siguen los llamados a la vida religiosa en la
entrega o adhesión personal-corporal a Cristo en la Iglesia, públicamente realizada y
prometida, desde un corazón indiviso siguiendo a Jesucristo pobre, casto y obediente.
Esta vocación no es obligatoria para todos, es un estado de vida nuevo, definitivo,
estable y de entrega total a la que están algunos invitados desde el amor personal de
Cristo.
La virginidad consiste en poner el corazón sólo en Cristo con un amor generoso y
total: sólo Él le basta, sólo en Él descansa afectivamente. Esta relación esponsal trae la
renuncia al amor conyugal y como consecuencia la renuncia a la unión carnal y a los
placeres de la carne no considerados como viles, malos o poco santos, sino como
dignos del hombre porque son obra de Dios.
La virginidad no es encerrarse en sí mismo en una postura egoísta sino es abrirse a
Dios para adquirir las dimensiones de Dios en la inmensidad de horizontes del
Corazón de Cristo: supone una dilación del corazón donde se ama todo sin limitarse a
nada concreto; para eso hay que entrar en el drama del corazón de Cristo, en las ansias
redentoras del Corazón de Cristo.
La pobreza en la vida religiosa supone tener una entrega total en el seguimiento
corporal a Cristo para quien Jesucristo es el verdadero tesoro de su corazón. El Señor
es el centro psicológico de su vida que trae espontáneamente un desprendimiento
interior a los bienes de la tierra, moderándolos en su uso; supone una liberación de la
esclavitud de las realidades terrenas que fomentan el amor egoísta, carnal y mundano
sembrando en el interior de la persona una gran libertad interior.
8
Todos los cristianos están llamados a no poner en los bienes de la tierra la
seguridad, la confianza o el descanso del corazón; algunos también están llamados a
despojarse de todo para tener a Jesucristo como el único tesoro de su corazón.
La obediencia también es una obra de amor que saca de unas condiciones
habituales para colocarse en una total disposición a Cristo en la Iglesia: el Señor se da
y se le responde con una total disponibilidad para que se realice de la mejor forma su
Reino en el mundo; la persona consagrada se deja atar en estado de sumisión por amor
a Cristo en la Iglesia.
La renuncia a la independencia personal, a los caprichos, intereses o egoísmos en
holocausto de amor total de si mismo se plantea para que se realice la gran empresa de
la redención de la humanidad: el amor de Cristo envuelve de tal manera que se busca
en todo su agrado. El superior supone para el religioso el instrumento a través del cual
el Señor manifiesta su voluntad para la extensión del reino de Dios.
Preguntas:
1. Características generales de la vida religiosa.
2. Relación y diferencia de la espiritualidad de laico y de la vida religiosa.
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