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UN CABALLERO DE LA EUROPA ORIENTAL EN LA REQUENA
MEDIEVAL.
Víctor Manuel Galán Tendero.
Un caballero de triste figura.
Corría el verano de 1412 cuando el barón Paulo llegó a la entonces villa de
Requena. Este conde de Valaquia recorrió las tierras de Aragón y Castilla pidiendo
ayuda económica para rescatar a sus padres e hijos de manos turcas.
Entre los más desafortunados lances de la caballería estuvo el de ser cautivado.
Los captores exigieron a los varones más ilustres elevados rescates a cambio de su
liberación. Las campañas militares de la Baja Edad Media se convirtieron en lucrativas
empresas en las que el cazador corrió el riesgo de ser cazado. No pocos nobles, e
incluso reyes, padecieron tal adversidad.
La exigencia del rescate no sólo rindió un suculento botín sino también la
oportunidad de debilitar políticamente al adversario, en cuyos dominios podía brotar
con facilidad la discordia, como sucedió en la Francia de la Guerra de los Cien Años.
Para los buenos cristianos, sin embargo, fue la oportunidad de realizar una buena obra.
Consolidada la espiritualidad del Purgatorio, los fieles reverenciaron a Dios con
sufragios a contabilizar minuciosamente para alcanzar la gloria celestial.
La procedencia de Paulo.
A nuestro hombre las fuentes lo vincularon al Imperio de Grecia, el declinante
Imperio bizantino que tantos golpe había encajado a la altura de 1412, ya en vísperas de
su definitiva desaparición. Con enormes dificultades se sostuvo en Tracia, Salónica, el
Peloponeso y las islas del Norte del Egeo en la segunda mitad del siglo XIV.
Pero el conde Paulo provino de Valaquia, uno de los principados rumanos. Sus
fundadores recibieron el nombre de vlachs, conocidos como rumanos desde el siglo
XVII. Mientras para los historiadores rumanos descendieron de los anteriores
pobladores de cultura romana, para los húngaros eran gentes nómadas llegadas de las
Estepas. Para limar asperezas se han propuesto soluciones de compromiso, similares a
las que han tratado de reconciliar a germanófilos y eslavófilos acerca de los orígenes de
Rusia.
Sometidos inicialmente a Hungría, la crisis política que atenazó al reino de San
Estebán liberó a los vlachs, que acaudillados por Basaraba (de nombre cumano) desde
1312 vencieron a las tropas húngaras. Así surgió Valaquia, décadas después más o
menos subordinada a Hungría.
La irrupción de los turcos otomanos.
Pese a empresas como las de los célebres almogávares de la Corona de Aragón
al servicio del emperador de Constantinopla contra los turcos, los grandes señores
cristianos del siglo XIV todavía consideraron objeto prioritario de Cruzada la liberación
de Jerusalén o la conquista del Egipto mameluco, regido por el sultán de Babilonia.
La progresión de los guerreros turcos en Asia Menor demostró lo errado de sus
cálculos políticos. Movidos de un gran celo religioso y por el afán de riquezas, los
agrupados turcos desplazaron a los bizantinos en Anatolia e irrumpieron en suelo
europeo tomando la estratégica Gallípoli.
Junto a la declinante Bizancio, Serbia y Bulgaria también fueron víctimas de sus
ímpetus. En 1389 ganaron la importante batalla de Kosovo, tan lamentablemente
rememorada en las recientes guerras balcánicas que dieron al traste con Yugoslavia.
Los turcos supieron combinar el servicio de los caballeros remunerados a base
de timars o bienes del fisco con el de los jenízaros, soldados de condición servil
originarios de las poblaciones sometidas.
Hungría y Valaquia se aprestan al combate.
En 1393 el príncipe de Valaquia Mircea el Grande ocupó la orilla derecha del
Bajo Danubio, apuntando contra la Bulgaria ya tributaria del sultán otomano. El rey
Segismundo de Hungría lo secundó consciente del peligro turco.
Su reacción no se hizo de esperar. Turcos y válacos cruzaron armas en la batalla
de Rovine, ganada finalmente por los segundos en circunstancias no del todo claras.
No se arredraron los turcos, conducidos por el sultán Bayaceto I. En la
Cristiandad se predicó la Cruzada. Relativamente libre de la presión inglesa, Carlos VI
de Francia envió una nutrida fuerza de 10.000 guerreros de primera a Segismundo de
Hungría.
El húngaro pudo haber humillado al turco en Nicópolis. Sin embargo, en aquel
25 de septiembre de 1396 los caballeros franceses se negaron a acatar los planes del más
experimentado rey, poniéndose en primera línea en lugar de la infantería válaca. Los
turcos terminaron aniquilando a los feroces franceses.
Muchos supervivientes de la batalla fueron descuartizados en público. A otros se
les mantuvo en el cautiverio, caso de los familiares del infortunado Paulo.
Tamerlán cae como un rayo.
Bayaceto I se consideró capaz de rendir la mismísima Constantinopla. Nada
parecía oponérsele en su camino. De repente apareció un adversario terrible, Tamerlán.
De la estirpe de los grandes conquistadores tártaros, Timur Lenk o Tamerlán
atacó Anatolia procedente del Asia Central. El 28 de julio de 1402 combatieron
porfiadamente los dos campeones. Tras ser vencido, Bayaceto insultó a Tamerlán
pidiendo la muerte. Sólo recibió el humillante menosprecio del triunfador.
Los hijos del derrotado sultán se repartieron sus dominios. El emperador
bizantino Manuel II consiguió la devolución de Salónica con el Monte Athos y de la
costa del Mar Negro, además del vasallaje de un vástago de Bayaceto, Solimán, el
Jacob Xalabín de la literatura catalana del XV.
En la Europa Occidental rejuveneció la creencia en el Preste Juan, el mítico
príncipe cristiano que atacaría por la espalda con determinación a los musulmanes,
ayudando a la caída del Islam. Enrique III de Castilla envió la embajada de su camarero
Ruy González de Clavijo en 1403. De todos modos Tamerlán no se prestó a tan egregio
papel, y en 1405 conquistó Esmirna a los caballeros de San Juan del Hospital,
encastillados en Rodas.
La visión hispánica de los cristianos orientales.
Buenos conocedores de los musulmanes bajo los nombres de moros y
sarracenos, incluso de los propios turcos, los cristianos ibéricos de comienzos del XV
no lo eran tanto de los de la Europa Oriental.
Al conde Paulo, como dijimos, aún se le asoció al Imperio bizantino. Ruy
González de Clavijo juzgó a los griegos gente muy devota que cometían muchos errores
en la fe. Las heridas del Cisma distaban de haberse cicatrizado pese a la amenaza turca.
Es más: el castellano los describió armados con arcos y cabalgando a la turca. Todo
proyecto de Cruzada del Cuatrocientos abordó la espinosa cuestión de la unión de
ortodoxos y católicos, finalmente no lograda. Tras la toma de Constantinopla, Moscú se
erigió en la Tercera Roma, flamante metrópoli del cristianismo oriental.
El arte de sus iconos fascinó a muchos hispanos, desde los devotos alicantinos a
la Santa Faz hasta los admiradores del Greco. Transmisores de las ricas imágenes fueron
embajadores como Manuel Chysoloras, representante diplomático del emperador
Manuel II en la Corona de Aragón entre 1408 y 1410.
La Europa Oriental no fue ajena a las fantasías de los castellanos de la Baja Edad
Media y comienzos de la Moderna. Garci Rodríguez de Montalvo en el Amadís de
Gaula no tuvo empacho en declarar que parte de la obra procedía de un vetusto libro
encontrado en una tumba de piedra en una ermita cercana a Constantinopla, traído a
España por un mercader húngaro. El mundo caballeresco que sedujo a Hernán Cortés,
Carlos I y Santa Teresa de Jesús florecía ufano por aquel entonces. El tiempo del
Quijote no se oteaba en el horizonte.
La cooperación entre Valencia y Requena.
El desventurado Paulo encaminó sus pasos desde la ciudad de Valencia a
Requena. El 20 de agosto de 1412 las autoridades municipales de la primera
encarecieron al concejo, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de nuestra
villa que lo socorrieran debidamente.
Requena ya era en aquel tiempo un valioso enclave comercial en la ruta que
conducía al rico interior castellano, repercutiendo en su vida social como no podía ser
de otro modo. El 28 de junio de 1412 el regente de Castilla don Fernando de Antequera
fue proclamado rey de Aragón en la famosa sentencia del castillo de Caspe, que tanta
tinta y tanta mala uva ha derramado. Los enfrentamientos del siglo XIV se iban
superando poco a poco. Castellanos y valencianos cooperaron contra el conde de Urgel
(rebelde al mentado Fernando) en el área de su señorío de Siete Aguas, Yátova y Buñol
entre mayo y julio de 1413.
El episodio del conde Paulo de Valaquia es bien elocuente del carácter
históricamente comunicativo de Requena, sin el cual no se hubieran forjado naciones
como la española, obra más paciente de gentes anónimas que de encumbrados
capitostes.
Fuentes impresas.
GONZÁLEZ DE CLAVIJO, Ruy, Embajada a Tamerlán, Madrid, 1984.
RUBIO, A., Epistolari de la València medieval (II), Valencia-Barcelona, 1998.
Bibliografía.
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OSTROGORSKY, G., Historia del Estado Bizantino, Madrid, 1983.
REGAN, G., Historia de la incompetencia militar, Barcelona, 1989.
Carlo VI de Francia
Bayaceto I (Beyazid I)
Enrique III de Castilla