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La Monarquía Francesa y sus dinastías La formación del Estado moderno en Francia Fue bastante diferente al español. Hay dos razones muy importantes que llevan a decir esto: La monarquía no tuvo el problema de tener que unir reinos diferentes con tradiciones políticas y culturales opuestas. No tuvo la ventaja de ingresos provenientes de un imperio colonial, se vio obligada a llevar adelante la centralización fiscal y administrativa del reino, lo que reforzó la centralización de su poder. Para poder conseguir esto aportaban mucho dinero para la formación de nuevas ciudades. Los reyes Capetos La monarquía de los Capeto extendió lentamente su soberanía, durante los siglos XIII y XIV, desde el centro de Francia hasta Flandes y el Mediterráneo. Gobernaron de forma continua entre los años 987 al 1328. Su nombre proviene de Hugo Capeto (938-993), duque de París y fundador del linaje. Fue elegido monarca por la nobleza y el clero en el año 987, tras la muerte del último rey de la Dinastía Carolingia, Luis V el Perezoso (967-987). En un principio, ejercieron un poder limitado al área circundante a París, pero los Capetos extendieron y se aseguraron el dominio de la mayoría del territorio francés —en ese entonces, en manos de la nobleza local— con la ayuda de hábiles alianzas y conquistas. Para evitar conflictos hereditarios, los Capeto designaban a su heredero el mismo año de su coronación o, al menos, en vida. Los reinados más destacados fueron los siguientes: •Felipe II Augusto (1180-1223), quien fortaleció la monarquía y estableció París como capital del reino; •Luis IX ó san Luis (1220-1270), rey devoto y enemigo de la corrupción, dirigió la séptima cruzada y fue canonizado por el Papa • Felipe IV el Hermoso (1285-1314), famoso por ser el responsable del traslado de la sede papal a Aviñón (1309) y de la supresión de la orden de los templarios (1312). Estos eran unos monjes guerreros cuya orden surgió con las Cruzadas (guerras santas para reconquistar Jerusalén a los musulmanes), pero cuyo poder fue creciendo hasta que el rey tuvo que recurrir a ellos para conseguir dinero. Una solución drástica para no pagar sus deudas, fue capturar y torturar a los templarios hasta que confesaron que eran herejes, y luego quemarlos en la hoguera. •Cuando el último hijo de Felipe IV, Carlos IV el Hermoso, falleció en 1328 sin dejar un heredero varón que lo sustituyera en el trono, una rama joven descendiente de los Capetos, los Valois, tomó el control del reino de Francia. Este problema con la sucesión originó que Inglaterra decidiera intervenir. Los reyes Valois Ante la duda con respecto al sucesor del último rey Valois, Inglaterra pretendió el trono de Francia. Pero la nobleza francesa se opuso a tener un rey inglés y apoyó a Felipe de Valois. Esto originó la guerra de los Cien Años. Esta lucha por imponer a Valois y luchar contra los ejércitos ingleses, ayudó a la formación del Estado Moderno francés, ya que nada une tanto como luchar contra un enemigo común más si es un invasor extranjero. El final de la guerra de los cien años coincidió con la intervención de Juana de Arco, que convirtió esta guerra en un asunto místico y religioso, ya que ella decía estar enviada por Dios, y que lo que hacía era ordenado por sus “voces”. Como fue capturada y quemada por los ingleses, se convirtió en mártir y símbolo de Francia. Finalmente los franceses lograron expulsar a los ingleses y asentar su reino. Hacia finales del siglo XV, el poder real estaba fortalecido por un ejército pagado por su propio bolsillo y formado por soldados, además de un impuesto directo que no podía ser discutido. Pero todavía no se había logrado organizar una administración unificada. Con Luis XI ya se consigue un poder real más consolidado y se comienzan a dar los primeros pasos para lo que luego será el absolutismo francés. El prestigio de la dinastía de los Valois creció cuando Francisco I decidió enfrentar a Carlos V de España y dirigió a la nobleza hacia guerras exteriores, para conquistar Italia. Pero después de la victoria española de San Quintín (1557), en 1559 se firmó la Paz de CateauCambrésis. Francia debió renunciar a sus aspiraciones por conquistar Italia, el rey de Francia fue tomado prisionero por el rey de España lo que resultó muy humillante para él. Y desde entonces Felipe II de España intervino muchísimo en la política francesa. Con la muerte de Enrique II de Valois (esposo de Catalina de Medici) comenzaron cuarenta años de extensas y masacradoras luchas internas. La guerra civil se inició como un conflicto religioso entre los hugonotes (protestantes) y los católicos, pero luego se enfrentaron por el poder las familias más importantes de la nobleza francesa. Esta lucha desencadenó otros conflictos sociales más profundos: Los pequeños propietarios rurales sin recursos se unían a los ejércitos católicos o protestantes para sobrevivir. Las ciudades se encontraron en la miseria a causa de los impuestos reales que tenían que pagar para la guerra. La devastación del campo por las constantes campañas militares, originó rebeliones entre los campesinos hambrientos. Finalmente estas guerras de religión coincidieron con el fin de la dinastía Valois y dieron paso al primer rey Borbón. Los reyes Borbones En 1590, luego de todas estas luchas y destrucciones y a pesar del descontento general tanto en ciudades como en el campo, la nobleza se reunificó. El hugonote Enrique de Borbón, en 1593, aceptó convertirse al catolicismo y desde entonces fue reconocido por los nobles católicos y protestantes como Enrique IV de Francia, fundador de la dinastía de los Borbones. Enrique IV reconstruyó la ciudad de París y la convirtió en capital permanente del reino y sede de la monarquía. Sus administradores tomaron medidas para lograr la recuperación de la agricultura y el comercio de exportación. Después de medio siglo de cuestionamientos y fracasos, la monarquía recuperó su prestigio entre la sociedad. La paz se consolidó en 1598 cuando el Edicto de Nantes garantizó a los hugonotes libertad de conciencia, una ilimitada libertad de culto, y derechos políticos y militares. Sobre estas bases, y a lo largo de todo el siglo XVII, se consolidó el poder absoluto de la monarquía francesa. Los reyes Luises (Luis XIII, Luis XIV, Luis XV y Luis XVI) fueron evolucionando hacia el absolutismo. Esto quiere decir que se sentían dueños de hacer y deshacer a su antojo y sin ninguna restricción. Creían que su reinado estaba concedido por Dios y por esto no debían rendir cuentas a nadie. Fueron aumentando los gastos de su corte y rodeándose de lujos y derroche (una muestra de ello es la construcción del espectacular castillo de Versalles) mientras el pueblo y los campesinos eran cada vez más pobres, debido a los lujos de la corte y los gastos excesivos de las guerras con países vecinos. Todo esto culminó en la Revolución Francesa (1789), que bajo los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, arrasó con el orden establecido y tomó el poder. Mediante juicios populares y un Comité Revolucionario, condenaron a la guillotina tanto al Rey Luis XVI como a su esposa María Antonieta. Fueron unos años muy inestables, durante los cuales murieron miles de nobles y cortesanos de la misma forma que el rey y la reina. Además, los países vecinos, temerosos de que sus habitantes pudieran hacer lo mismo que el pueblo francés, se unieron para atacar a Francia. En estas guerras comenzó a destacarse Napoleón Bonaparte, que era un general del ejército nacido en Córcega. Fue cosechando cada vez más triunfos hasta que se autoproclamó Emperador (su símbolo era el águila imperial) e invadió varios países europeos y africanos (incluida España, que los pudo echar luego de la Guerra de la Independencia, reflejada en los cuadros de Goya). El intento de invadir Rusia fue el principio del fin, y luego de que fuera derrotado en Waterloo los países de Europa decidieron instalar en el trono a otro Rey Borbón bajo el nombre de Luis XVIII. Este nombre fue un homenaje al hijo de Luis XVI, que era un niño cuando su padre fue condenado a muerte y que desapareció sin que nunca se supiera que había sucedido con él. O sea que nunca llegó a reinar como Luis XVII, pero en honor a él su tío se hizo nombrar Luis XVIII. Carlos IX fue el último rey Borbón, murió en 1836, y desde esa fecha no ha habido reyes en Francia, salvo un breve reinado de Luis Felipe de Orleáns, entre los dos Bonaparte. Desde 1870 Francia es una República. Monarquía Española El término Monarquía Española Línea de tiempo de los Reyes de la España actual: designa la organización política del Gobierno y del Estado en España, y cuya trayectoria va desde la unión dinástica de los reinos peninsulares en los descendientes de los Reyes Católicos, reformándose durante el nuevo régimen hasta la actualidad en España, interrumpida únicamente en los períodos de la Primera República (1873–1874), la Segunda República (1931–1939) y el régimen franquista (1939–1975). Durante la Edad Media, los árabes habían conquistado buena parte de la Península Ibérica. A principios del siglo XV existían 3 grandes reinos que habían logrado expulsar a los musulmanes de su territorio: Castilla, Aragón y Navarra. El reino de Granada era el último reducto musulmán en la Península. En 1469, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla contrajeron matrimonio, uniendo dinásticamente los dos reinos más poderosos. Esta unión de fuerzas permitió expulsar a los musulmanes de Granada y conquistar Navarra, para incorporar estos territorios a la Corona. Se considera, generalmente, pues, que la Monarquía española tiene su origen en la unión personal y dinástica entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, llamados Reyes Católicos (Catholicos reges, et principes) por el papado desde el 4 de mayo de 1493 en razón de la conquista de la Península Ibérica al Islam y el proyecto evangelizador del Nuevo Mundo; y que procuraron llevar una política de acción común. Juana I de Castilla, hija de los Reyes Católicos, heredó la corona de Castilla al morir su madre, la reina Isabel. El matrimonio de Juana con Felipe el Hermoso hizo peligrar la política que habían llevado los Reyes Católicos, pero Felipe I murió prematuramente, y el rey Fernando II de Aragón, padre de Juana, la inhabilitó definitivamente y se ocupó de la regencia castellana hasta su muerte. Entonces, Juana heredó también la Corona de Aragón, tras fracasar el intento de su padre de concebir un heredero con su segunda esposa, Germana de Foix, que le permitiese heredar aquella corona y separarla de la Corona de Castilla, pero dada la incapacidad de la reina Juana, su hijo Carlos se autoproclamó rey junto con su madre. De esta forma Carlos I consolidó la unión de ambas coronas, siendo llamado rey Católico de las Españas (Hispaniarum Rex Catholicus) por el papa León X en la bula del 1 de abril de 1516.1 Felipe II, Príncipe de Asturias desde 1528,2 accedió al trono por abdicación de su padre, y usó en documentos y monedas la fórmula abreviada de rey de las Españas y de Indias (Hispaniarum et Indiarum Rex),3 y tras la Crisis sucesoria en Portugal (1580) adquirió también la titularidad de la Corona portuguesa. Corona británica La Corona británica es una institución monárquica del tipo constitucional, cuyo titular, el Monarca británico o Soberano, es el jefe de Estado del Reino Unido y de los territorios británicos de ultramar. El monarca británico es también el jefe de Estado de otros quince países, cada uno de los cuales formaron alguna vez parte del Imperio británico —éstos, juntos con el Reino Unido, son conocidos como los Reinos de la Mancomunidad Británica de Naciones. La monarquía británica actual puede remontar su linaje ancestral al período anglosajón y, por último, más atrás a los reyes de los anglos. Durante el siglo IX, Wessex se hizo con otros reinos en Inglaterra, especialmente como resultado de la extinción de líneas rivales en el país durante la primera Era de los vikingos y también los turcos, por el siglo X, Inglaterra quedó consolidada bajo un solo reino. Las coronas inglesa y escocesa fueron unidas en la persona de un solo monarca hacia 1603, cuando Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra accedió al trono. Los reinos de Escocia e Inglaterra fueron unidos en el Acta de Unión de 1707 para constituir el Reino de Gran Bretaña. Los poderes de la monarquía, conocidos como la prerrogativa real, siguen siendo muy amplios. Muchos de ellos no los ejerce personalmente el monarca, lo hacen ministros que actúan bajo su voluntad. Ejemplo de lo antedicho lo constituye el poder para regular el servicio civil y el poder para expedir pasaportes. Algunos poderes mayores los ejerce nominalmente el propio monarca, actuando bajo consejo el Primer Ministro y el Gabinete del Reino Unido, y conforme a la convención constitucional. Un ejemplo es el poder para disolver al Parlamento. De acuerdo con un informe parlamentario,1 "La Corona no puede crear nuevos poderes prerrogativos". Se ha establecido desde hace bastante tiempo, en la constitución no codificada del Reino Unido, que el poder político es ejercido en última instancia por el Parlamento, dentro del cual el soberano no es un componente partidario, junto con la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes, así como por el Primer Ministro y el Gabinete. De este modo, como la monarquía británica moderna es constitucional, el papel del soberano en la práctica se encuentra limitado a funciones no partidarias (como la de ser fuente de honor). Este rol ha sido reconocido desde el siglo XIX; Walter Bagehot identificó a la monarquía como la "parte digna" más que como la "parte eficiente" del gobierno en The English Constitution (1867). El poder político es ejercido en la actualidad a través del Parlamento, el Primer Ministro y el Gabinete. El soberano también posee el título de Gobernante Supremo de la religión oficial, la Iglesia de Inglaterra, aunque en la práctica el liderazgo espiritual de la Iglesia corresponde al Arzobispo de Canterbury. La actual soberana es la reina Isabel II, que ha reinado desde el 6 de febrero de 1952. El heredero presunto es su primogénito, el príncipe Carlos, Príncipe de Gales y Duque de Rothesay. El Príncipe de Gales se encarga de varias funciones ceremoniales públicas, como lo hace el marido de la reina, el príncipe Felipe, Duque de Edimburgo. Hay otros miembros de la Familia Real, además de los ya mencionados, incluyendo los otros hijos, nietos y primos de la reina. El monarca británico es también el Jefe de la Mancomunidad, y el monarca de otros quince reinos mancomunitarios, cada uno —incluyendo al Reino Unido— son soberanos e independientes de los otros. Imperio carolingio El Imperio carolingio es un término historiográfico utilizado para referirse a un período de la historia europea derivado de la política de los reyes francos, Pipino y Carlomagno, que supuso un intento de recuperación en los ámbitos políticos, religioso y cultural de la época medieval en Europa occidental, siendo un hecho relevante e importante, la coronación de Carlomagno como emperador en Roma como signo de restauración de facto del Imperio Romano de Occidente (en latín: Imperium Romanorum Occidentalium). Tras su disolución en 843 sería sucedido un siglo después por el Sacro Imperio Romano Germánico con la misma orientación. de los hijos de Arnulfo de Metz y Pipino el Viejo, ambos descritos por Fredegario como los señores más importantes de Austrasia. La familia consolidó su poder desde el segundo tercio del siglo VII consiguiendo que el oficio de mayordomo de palacio fuese hereditario, y convirtiéndose así en los verdaderos gobernantes de los francos; mientras que los reyes merovingios quedaban reducidos a un papel nominal, es por ello que se les denomina "Reyes holgazanes". El mayordomo de palacio de todos los reinos merovingios, Pipino el Breve (hijo del mayordomo Carlos Martel y descendiente de Pipino el Viejo), logró destronar a su rey merovingio Childerico III en 751, y fue reconocido rey de los francos con apoyo del Papa Zacarías, y posteriormente ungido como rey por el Papa Esteban II en 754. Así, aunque Pipino fue rey electo, aseguró su legitimidad divina a través del Papa. En efecto, Pipino consolidó su posición en 754 al fraguar una alianza con el papa Esteban II, quien obsequió al rey de los francos una copia de la Donación de Constantino en París, y le ungió a él y a su familia en una majestuosa ceremonia en Saint-Denis, declarándole «patricius Romanorum» («protector de los romanos»). El año siguiente, Pipino cumplió la promesa hecha al papa y recuperó el exarcado de Rávena, recientemente perdido ante los lombardos, entregándoselo al papa en lugar de devolvérselo al emperador bizantino. Pipino entregó también los territorios reconquistados en los alrededores de Roma, dando pie a la creación de los Estados Pontificios en la Donación de Pipino, que dejó en la tumba de San Pedro. La reconstruida monarquía franca proporcionaría una base de poder leal (potestas) en la creación de un nuevo orden mundial, en que el liderazgo religioso-espiritual del papa acrecentó su dosis de poder político-terrenal. Carlomagno Pipino repartió el reino a su muerte en 768, entre sus hijos Carlos y Carlomán. De todas formas, Carlomán se retiró a un monasterio y murió poco tiempo después, dejando a su hermano como único rey. Éste pasaría más tarde a ser conocido como Carlomagno, en francés Charlemagne y en alemán Karl der Große. Era un personaje poderoso, inteligente y relativamente culto, que se convertiría en una leyenda para la historia posterior tanto de Francia como de Alemania. Carlomagno restableció un equilibrio de poder entre el emperador y el papa. A partir del año 772, Carlomagno emprendió una larga guerra en la que conquistó y derrotó a los sajones para incorporar sus territorios al Imperio Franco (las últimas incursiones de Carlomagno sobre los territorios sajones está datada en 804 por los Annales regni Francorum). Esta campaña se sumó a la práctica de líderes cristianos no romanos que provocaban la conversión de sus vecinos por la fuerza. Los misionarios católicos francos, junto a otros de Irlanda y de la Inglaterra anglosajona, habían penetrado en territorio sajón desde mediados del siglo VIII, resultando en un aumento de los enfrentamientos con los sajones, que se resistían a los empeños misionarios acompañados de incursiones militares. El principal oponente sajón de Carlomagno, Widukind, aceptó ser bautizado en el 785, como parte de unos acuerdos de paz, pero otros líderes sajones continuaron con la lucha. Tras su victoria en el 782 en Verden, Carlomagno ordenó la matanza masiva de miles de prisioneros sajones paganos. Tras varios levantamientos más, los sajones sufrieron la derrota definitiva en el 804. Esto expandió el Imperio Franco hacia el este, hasta el río Elba, algo que el Imperio romano sólo intentó una vez, y en lo que falló en la batalla del Bosque de Teutoburgo (año 9 d. C.). Para poder cristianizar con más efectividad a los sajones, Carlomagno fundó varias diócesis, entre las que se cuentan las de Bremen, Münster, Paderborn y Osnabrück. Al mismo tiempo (773–774), Carlomagno conquistó a los lombardos, incluyendo de esta manera el norte de Italia en su esfera de influencia. Renovó el donativo al Vaticano y la promesa al papado de continuar la protección por parte de los francos. En el 788, Tasilón III, duque de Baviera, se rebeló contra Carlomagno. Tras aplastar la revuelta, éste incorporó Baviera a su reino. Además de expandir los horizontes de sus dominios, redujo de manera drástica el poder y la influencia de los agilolfingos (la familia de Tasilón), otra de las familias influyentes de entre los francos y sus potenciales rivales. Hasta el 796, Carlomagno continuó expandiendo su reino todavía más hacia el sureste, hasta la actual Austria y a partes de Croacia.