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Paola Sotomayor Ibarra
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Doctorado en Ciencias Sociales
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UAM-X
Pierri, N. (2001), “Historia del concepto de desarrollo sustentable”, en Pierri, N y Foladori G.
(Eds), ¿Sustentabilidad? Desacuerdos sobre el desarrollo sustentable, Ur.
Objetivos de la lectura

Relatar la historia del debate sobre lo ambiental desde finales de los sesenta hasta la
confluencia del “desarrollo sustentable”.

Mostrar algunos debates respecto a la discusión de la crisis ambiental y la corriente del
“desarrollo sustentable”.
Resumen
El repaso por la historia del término desarrollo sustentable de la autora inicia con la
señalización de que existen tres corrientes ambientalistas en disputa que aparecen desde
finales de los sesenta: la ecologista conservacionista o sustentabilidad fuerte, que promueve la
bioética y ecología profunda; el ambientalismo moderado o sustentabilidad débil, que es
desarrollista pero acepta límites; y el humanismo crítico, que se adhiere al pensamiento
anarquista (mediante la ecología social o la economía ecológica) o al marxista (socialista, que
pretende la organización social del trabajo de modo responsable) con la propuesta de un
“ecodesarrollo” centrado en atender las necesidades de las mayorías.
De acuerdo con la autora, el ambientalismo contemporáneo tiene sus orígenes en
pensamientos críticos surgidos en el siglo XIX y se comienza a manifestar en Estados Unidos
con propuestas de conservación de espacios naturales. Es a finales de este mismo siglo
cuando se empiezan a gestar ideas para la creación de un organismo internacional que
protegiera a la naturaleza, sin embargo es hasta 1948 que se constituye la Unión Internacional
para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que es la red más grande de organizaciones
conservacionistas.
Los cambios económico-sociales han mediado distintos efectos ambientales negativos, por lo
que la conciencia ambientalista está directamente relacionada con los efectos del capitalismo.
Tras distintos informes que mostraban los efectos de la humanidad sobre el medio ambiente
se desarrollaron dos respuestas paralelas, por un lado la expansión del movimiento
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ambientalista y por otro lado la institucionalización de políticas nacionales e internacionales
al respecto.
Ahora bien, tal como señala la lectura, la “alarma ambiental” fue tomada con diferentes
importancias según el contexto de recepción, dado que los diferentes grados de desarrollo
suponían también distintas situaciones económico-sociales e intereses en conflicto, a decir:
los países pobres se desmarcaron de las improntas de “no crecimiento” que sugerían los
ambientalistas en la Conferencia Mundial sobre el Medio Humano (Estocolmo, 1972) por
distintas razones económicas y políticas.
Uno de los planteamientos que se popularizó durante los setentas para frenar problemáticas
ambientales fue el del control (límite) poblacional (planteado desde la economía muchos años
antes por autores como Malthus y Ricardo) como una solución frente al aumento de la
demanda ecológica; también se desarrollaron distintos modelos que pretendían reducir el daño
ambiental mediante el reciclaje y otras estrategias. Las distintas discusiones sobre el medio
ambiente hicieron visibles las contradicciones entre sociedad-naturaleza, economía-ecología y
crecimiento-conservación.
Tras distintas discusiones, la ONU planteó una posición ambientalista que paradójicamente
tenía una postura antropocéntrica, donde lo importante no era el cuidado de los recursos como
fin en sí mismo sino como medio para favorecer el desarrollo. Bajo esta postura la pobreza es
entendida como un problema ambiental que parece ser entendido como una amenaza.
Por su parte, el ecodesarrollo, desde el humanismo crítico, intentaba empatar la economía con
la ecología, desde una “óptica comunitaria y tercermundista”. En 1974, en la Conferencia de
Cocoyoc, México, se plantea hacer responsables a los países desarrollados por el
subdesarrollo de los países pobres y por lo tanto de las dinámicas de pobreza y deterioro
ambiental que éste genera.
El ecodesarrollo, de acuerdo con Sachs (1974), proponía la satisfacción de las necesidades
básicas, solidaridad con las generaciones futuras, preservación del medio ambiente,
elaboración de un sistema social que garantice empleo, seguridad social y respeto por otras
culturas, entre otros valores. Esta propuesta
pretende una relación armoniosa entre la sociedad y el medio ambiente natural, pero no
elabora una teoría sobre las determinaciones histórico-sociales que explique cómo las
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estructuras y procesos económicos y políticos conducen a las formas sociales y técnicas de
vincularse con el medio y hacer uso de los recursos. (Pierri, 2001: 50)
Ahora bien, la aceptación del término “desarrollo sustentable” se vio favorecida por distintos
hechos que evidenciaron la crisis medioambiental así como problemáticas políticoeconómicas y discusiones teóricas pertinentes. Además la propuesta del desarrollo sustentable
concluyó que las alternativas tecnológicas y el crecimiento eran condiciones necesarias para
enfrentar la crisis ambiental, por lo que este concepto no se posicionó de forma contradictoria
al régimen económico político.
En 1980 es presentada la Estrategia Mundial de Conservación (EMC) que tuvo lecturas
contradictorias, por un lado desde el conservacionismo y por otro desde el crecimiento. Años
después la propuesta Brundtland de desarrollo sustentable, en 1987, plantearía que el medio
ambiente y el desarrollo no deberían plantearse como desafíos separados y que la humanidad
era capaz de volver sustentable el desarrollo.
En 1992 se lleva a cabo la Conferencia de la CMMAD de Río, preparada para instrumentar
globalmente el desarrollo sustentable mediante compromisos vinculantes entre gobiernos. En
dicha conferencia los EU se deslindaron de cualquier compromiso o presupuesto, así como de
discusiones respecto al libre comercio o la deuda ecológica de “Primer Mundo” con el
“Tercer Mundo”.
La corriente de la ecología social sería la heredera del ecodesarrollo de la propuesta
anarquista, esta corriente se distanciaría de la ecología radical y de las tesis neomalthusianas y
tendría por referentesa Kropotkin, Malatesta y Berneri que fundamentarían el ecoanarquismo.
Conclusiones
La historia de la discusión sobre el medio ambiente es la historia de los intereses económicopolíticos oligocentristas, no sólo antropocentristas. Dado que el control, uso y
aprovechamiento de los recursos da cuenta de quienes tienen el dominio, quienes no y a quien
se afecta por lo anterior.
Desafortunadamente, el “desarrollo sustentable” no ha servido más que como un discurso del
crecimiento económico con cierto nivel de conservación de recursos naturales, en términos de
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su uso como medio para un fin. La discusión dominante de la sustentabilidad ha privilegiado
el aspecto técnico y capital, mientras que ha subordinado aspectos sociales y problemas
ambientales (Pierri, 2001: 73).
Los planteamientos sobre la pobreza como ocasionadora de daños al medio ambiente son
sumamente cínicos y poco críticos. Siempre cuestionables, los discursos del capitalismo se
concentran en buscar argumentos y culpables que no detengan el crecimiento económico a
costa de los daños “necesarios” al medio ambiente o poblaciones vulnerables.
El enunciado “La pobreza como un riesgo para el medio ambiente” es el resultado de
mecanismos de control ideológicos que pretenden perpetuar comportamientos abusivos. Son
las empresas del “desarrollo” y el “crecimiento”, como las industrias alimentarias,
armamentistas, tecnológicas o farmacéuticas las que infringen la mayor parte del daño
medioambiental y social, no las empresas del subdesarrollo ni de los pobres.
Buena parte de las discusiones sobre el “desarrollo sustentable” o sobre la “sostenibilidad” se
encuentran en distintos debates sospechosos, es decir, que alimentan intereses económicos
bajo discursos ecologicistas como lo son la lucha contra el hambre mediante el mercado de
transgénicos, la seguridad alimentaria (vs la soberanía alimentaria), o la “patrimonialización”
de lugares con el discurso de conservacionismo ambiental, sin cuestionar el riesgo que
representan todas ellas, en este último caso, por ejemplo, los intereses de la UNESCO y su
control de presupuestos internacionales sobre los “patrimonios de la humanidad”.
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