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50
toneladas
de
trigo...
con
mucha
cizaña / 50 tones de
blat... amb molt de
jull
Domingo XVI, Ciclo A
(Homilía predicada en la
Sala Multiconfesional del
Hospital Comarcal Moisés
Broggi, Sant Joan Despí
(Barcelona, España),
barrio TV3.)
No sé si habrá muchos
predicadores
que
puedan
contar lo que ahora voy a
contar en primera persona.
Disculpad
mi
vanidad.
También san Pablo advierte
en algún lugar que va a
hablar de manera insensata.
En tiempo de seminario, un año tuve una experiencia única que viene muy a
cuento del evangelio de hoy.
Ese año me animé, subido en el tractor, a preparar los campos de la granja
de nuestra propiedad (unas 25 hectáreas) para la siembra del trigo. Hice
también la siembra de unas dos toneladas de granos de trigo. A pesar de
ser la primera vez (y la última) que lo hacía, me salió bastante bien toda
la operación.
Luego Dios hizo todo el resto: cayó la lluvia y la nieve del cielo, que
empaparon la tierra. Las semillas se murieron bajo tierra y dieron fruto
abundante. El sol de verano tostó las espigas y llegó el día de la cosecha.
Se cosecharon unas 50 toneladas de trigo (ni el 100, ni el 60, ni el 30,
sino el 25 por uno). Pero junto con el trigo, también se cosechó mucha
cizaña. Yo no la había sembrado.
Con las 50 toneladas de trigo (y cizaña) me presenté en una de las
cooperativas del pueblo, para vender la cosecha. Pero al haber tanta
cizaña, me lo rechazaron.
Llamé a mi padre y le dije, preocupado y apenado: "Papa, no quieren el
trigo, porque dicen que tiene demasiada cizaña, ¿qué hago?"
Y mi padre me contestó: "Prueba en la otra cooperativa."
Y en la otra cooperativa del pueblo, me conocían. Sabían que yo estaba en
el seminario y que me preparaba para ser sacerdote. El hecho es que el
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responsable se compadeció de mí y me dejo descargar el trigo con toda
aquella cizaña.
Lo que Jesús propone en el Evangelio: separar la cizaña del trigo, en el
momento de la cosecha, supongo que sería posible cuando la cosecha se
hacía a mano. Pero ahora, con las maquinas cosechadoras es literalmente
imposible.
Es decir que, en mi caso, y en el de tantos otros, la única esperanza es
que alguien sea indulgente y compasivo contigo.
Hermanos y hermanas, ¿no es verdad que el trigo y la cizaña están muy
mezclados en nuestras vidas? Y que lo que podremos presentar a Dios en el
momento de la cosecha final, difícilmente será todo “trigo limpio”.
Y por ello es tan alentador lo que hemos escuchado en la primera lectura,
sobre Dios clemente y misericordioso:
… Tu soberanía universal te hace perdonar a todos.
Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran
indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a
tu pueblo que el justo debe ser humano, i diste a tus hijos la dulce
esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento (Sabiduría
12).
Y en el salmo:
Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te
invocan...
Lento a la cólera, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí (Sl
85).
La Compasión y la Misericordia de Dios es nuestra esperanza.
En otro lugar leemos:
¡SI TUVIERAS EN CUENTA LAS CULPAS, ¿QUIÉN PODRÍA SOSTENERSE? PERO ES MUY
TUYO PERDONAR Y ESTO NOS INFUNDE RESPETO!
La misericordia y la compasión de Dios no debe llevarnos a abusar de ellas
sino, más bien, a ser mejores.
El Amor incondicional que Dios me tiene, es lo que me mueve a ser mejor.
Me mueve a Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas
las fuerzas. Pero no porque Dios me lo ordene, sino porque sale de lo más
hondo de mi corazón, amar a un Dios tan extraordinariamente bueno,
compasivo, clemente e indulgente conmigo.
"ÁMALA CUAL MERECE, BONDAD INMENSA", nos dirá Santa Teresa de Ávila. Y
añade: "PERO NO HAY AMOR FINO SIN LA PACIENCIA."
¿Entonces no hay infierno, porque Dios es tan bueno, que al final todo
vale?
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No, esto no es así. ¡¡Hay infierno, y es eterno!! No está preparado para
el hombre, sino para el Demonio y sus ángeles. Pero pueden ir también allí
aquellos que se dejan engañar por el Maligno y, o bien rechazan la bondad
inmensa de Dios, o abusan de ella y no se esfuerzan por corregirse de sus
malas acciones.
Estamos celebrando la Eucaristía. En ella damos gracias a Dios, de todo
corazón, porque es la Bondad infinita. Pero hemos empezado pidiendo perdón
porque nuestras vidas no son siempre respuesta generosa a tanta bondad y
misericordia.
María Santísima, todos los santos y santas del cielo, y todos los ángeles
de Dios, nos ayudaran a celebrar la Eucaristía de todo corazón, bien
arrepentidos de haber ofendido a Dios, que tanto nos ama. Con el propósito
firme de ser mejores cada día, arrancando toda la mala hierba que podamos
de nuestras vidas. Pero con Paciencia y sin ponernos nerviosos.
Que así sea.
Mn. Joan Manuel Serra i Oller, prevere
www.bisbatsantfeliu.cat
www.mossenjoan.com
www.evangelizaciondigital.org
www.movimientosacerdotalmariano.es
www.camino-neocatecumenal.org
(Versió catalana en preparació. S’escriu primer en castellà perquè la
majoria dels destinataris son de llengua castellana).
Nota: si no quieres recibir más emails de este cura tan pesado, sólo
responde “baja” y disculpa. Por favor reza por mí, que soy un pecador.
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